miércoles, 10 de febrero de 2021

EL ACCESO A LOS TRES GRADOS SIMBÓLICOS MASONES




EL ACCESO A LOS TRES GRADOS SIMBÓLICOS MASONES

 Para acceder a estos grados había y hay que pasar por la "iniciación" correspondiente. Y de la misma manera que fuera de la masonería tiene cada iniciación sus formas particulares, la iniciación masónica, derivada de las iniciaciones gremiales operativas y de las de los Compañeros todavía hoy existentes en Francia, se refiere, por una parte, al arte de la construcción y, por otra, a ciertos misterios o tradiciones antiguas, relacionadas con el mito de Hiram. La Masonería se propone el "Arte de construir" el Templo ideal. Este Templo es el Hombre en primer lugar, y la Sociedad después. En la iniciación masónica, el profano, al "recibir la luz" se convierte en aprendiz masón; su trabajo esencial consiste en "desbastar la piedra bruta" y para ello le son suficientes dos instrumentos: el cincel y el martillo. Cuando su habilidad se haya desarrollado se transformará en compañero y aprenderá el uso de nuevos instrumentos de trabajo. Más tarde accederá a la maestría que le dará el derecho y el deber de enseñar la ciencia masónica a los aprendices y a los compañeros. En los dos primeros grados el masón trabaja sobre sí mismo: de "Piedra bruta" debe llegar a "Piedra cúbica", y entonces se puede integrar en su lugar en el edificio, o si se prefiere en el Templo ideal. Este trabajo es más o menos largo de conseguir; algunos tal vez jamás llegan a "desbastar la Piedra bruta", no por falta de capacidad, sino porque no sienten la necesidad. En la ceremonia de iniciación masónica en el grado de aprendiz el profano es introducido en el templo con los ojos vendados, símbolo de la ignorancia y del no-conocimiento, desprovisto de metales pues la logia es lugar de paz y concordia, y bajo la forma de un mendigo, con el pecho y pie izquierdos descubiertos, en señal de pobreza y humildad; así sufre las pruebas de la tierra, el aire, el agua y el fuego. Solamente entonces, según el rito, se le quita la venda, y simbólicamente, se manifiesta ante sus ojos la luz del conocimiento. La segunda iniciación masónica, la del compañero, evoca simbólicamente el viaje de la tradición de los compañeros; una larga peregrinación en la que el nuevo obrero se ponía en camino para adquirir aquí y allá nuevos conocimientos. Es el grado de la búsqueda del saber y del descubrimiento del mundo. El texto del ritual exige de los compañeros firmeza para caminar por el sendero de la prudencia, y valor para acercarse a la verdadera luz: "Sólo el hombre audaz podrá llegar a la triple Luz". El simbolismo del 2º grado de la masonería es el viaje y la revelación de la estrella flamígera, el centro de donde parte la verdadera luz. Pues la estrella flamígera representa la luz iluminando el discípulo de los maestros, al obrero capaz de servirlos útilmente; es, pues, el signo de la Inteligencia y de la Ciencia. El grado de maestro está centrado en la idea de la muerte y de la resurrección. Desarrolla la leyenda de Hiram, personaje del que se ocupa la Biblia. En el libro I de los Reyes [5, 15-32; 9, 10-14 y 22-23] se habla extensamente de Hiram, rey de Tiro, a quien acudió Salomón a fin de que le proporcionara cedros del Líbano para la construcción del Templo de Jerusalén. Pero el Hiram del que se trata en los rituales masones no es, ni mucho menos, el rey de Tiro. Era un obrero cualificado en la manipulación de los metales, en especial el oro, plata y cobre. Su descripción nos la hace también el autor del primer libro de los Reyes [7, 13-48]. Hijo de un tirio, obrero del bronce, y de una viuda de la tribu de Nephtalé. "Poseía gran habilidad, destreza y sabiduría para ejecutar toda clase de trabajos del bronce"... Salomón le hizo venir de Tiro para trabajar en la ornamentación del Templo y ejecutó todos sus trabajos. En el primer libro de los Reyes se puede apreciar el detalle de las obras que hizo para el embellecimiento del templo de Jerusalén. Entre otras obras se mencionan en la Sagrada Escritura dos columnas de cobre que tenían cada una diez y ocho codos de altura, rematadas por unos capiteles en forma de flores. Hiram colocó las columnas delante del vestíbulo del santuario y a la de la derecha le puso por nombre Yakin y a la de la izquierda Boaz [1, Reyes, 7, 21-22]. Según la leyenda el arquitecto Hiram tenía a sus órdenes numerosos obreros que los distribuyó en tres clases, cada una de las cuales recibía el salario proporcionado el grado de habilidad que le distinguía. Estas tres clases eran las de aprendiz, compañero y maestro, tenían cada una sus misterios especiales, y se reconocían entre sí por medio de palabras, signos y gestos que les eran peculiares. El hecho de su asesinato, obra de tres de sus discípulos a quienes no quiso darles a conocer su secreto de maestro, sirvió a la masonería ritual y simbólica para la ceremonia de iniciación del grado de maestro. Desesperados de haber cometido un crimen inútil escondieron su cuerpo de noche, lejos de la ciudad, en un pequeño bosque y plantaron sobre su tumba una acacia. Los maestros constructores, después de manifestar su dolor, salieron en número de nueve en su búsqueda, divididos en grupos sucesivos de tres. Habiendo descubierto la acacia recién plantada, la arrancaron, abrieron la tumba y el maestro Hiram entonces resucitó. El compañero que va a convertirse en maestro debe reproducir simbólicamente en su iniciación la muerte y la resurrección espiritual de Hiram, constructor del templo de Salomón. Condenado a muerte por la ignorancia, el fanatismo y la ambición, es devuelto a la vida por el saber, la tolerancia y la generosidad. Al mismo tiempo, golpeado tres veces, muere para los aspectos "material, psíquico y mental" del "hombre antiguo", y renace a una vida nueva y en cierto sentido espiritualizada. El sentimiento que anima esta iniciación es la voluntad de convertirse en un hombre nuevo para ayudar a construir mejor el Templo, es decir: trabajar para transformar la humanidad y hacerla más fraternal.

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