jueves, 9 de septiembre de 2010

QUÉ ES UN MÍSTICO?

QUÉ ES UN MÍSTICO?
Por H. Spencer Lewis, FRC

Un místico es alguien que tiene un concepto particular y un método para transformarlo en una experiencia personal. El concepto místico, o el objetivo buscado, es de naturaleza universal. El hombre puede tener una experiencia personal inmediata del Uno; esta experiencia personal que él busca es la comprensión de la unidad del ser con el Uno, es decir, con lo absoluto.

En misticismo, el Uno es un término que designa la Realidad Absoluta; es decir, la totalidad de Todo. Este Absoluto, el Uno, puede recibir otras denominaciones, aunque estos otros nombres tienen, para el místico, el mismo valor innato. Por ejemplo, Dios, la Mente Universal, Lo Cósmico, la Inteligencia Suprema, están relacionados con la Realidad Absoluta o El Uno.


Estos términos parecen diferir sólo en la imagen mental que el hombre les asigna. Por ejemplo, el concepto teísta de un dios personal, es claramente diferente de la noción de un Cósmico impersonal. Sin importar qué nociones tengan los místicos, todos ellos aceptan ciertas cualidades trascendentes. Se piensa que este Uno Supremo es ubicuo; su cualidad, su esencia, satura todas las cosas. Es inmutable, eterno y perfecto; es omnipotente; en otras palabras, es la causa de todo lo que existe o puede existir alguna vez. También se piensa que es omnisciente: que como resultado de su sabiduría, todas las cosas son necesariamente perfectas.
El místico oriental, judaico, cristiano o islámico, concluye que la divina perfección es igual a lo bueno. Solamente quien es verdaderamente bueno experimenta la felicidad sublime. De acuerdo con los principios místicos, es necesario que el hombre busque la unidad con este estado divino y trascendente que él concibe.

Esta breve explicación del ideal universal sostenido por los místicos, puede parecer un poco diferente de las creencias espirituales expuestas en la mayoría de las teologías.


Las religiones más antiguas, incluso las que se consideran paganas, contienen, como núcleo central, elementos místicos.

Sin embargo, muchos fanáticos no aceptarán el hecho de que ciertos principios utilizados por ellos son básicamente místicos en su contenido. Esto se debe a dos factores: primero, la mayoría de estos individuos nunca han realizado siquiera un examen superficial de los principios del misticismo; segundo, debido a todas las ideas erróneas atribuidas al misticismo, para la mente

poco informada se ha convertido en un tema cercano a la superstición y a la magia.

Rituales

Los ritos, los rituales y las ceremonias de todas las religiones, puede parecer que tienen un elemento de excentricidad para aquellos que no están familiarizados con su significado simbólico. En realidad, la ignorancia se ridiculiza a sí misma. A menudo el hombre se ha vuelto torpe cuando ha tratado de transformar sus ideales espirituales en actos y cosas capaces de representarlos.

Los conceptos del místico y sus creencias, son una cosa; sus métodos de experimentación son otra. En otras palabras, ¿cómo puede obtener el místico la unidad con el Uno, a la que él aspira? El místico acepta de forma racional que debe alcanzar la liberación de las ataduras del mundo seglar. En ese momento se enfrenta con el realismo de la existencia dual del hombre. Dicho de otra forma, existe la conciencia común de la existencia mortal, física; y, por otro lado, la comprensión del Mundo Interno con el éxtasis emocional que comporta.

El místico no atribuye exclusivamente a su ser orgánico este aspecto interno de su naturaleza dual. Aunque sus sensaciones funcionen por medio del cerebro, de las glándulas y los sistemas nerviosos, comprende que el origen de este aspecto interno no está ahí. En cambio


considera que este Ser Interno (Ser o Alma), es un eslabón en la cadena de fuerzas divinas o cósmicas en las que tiene su existencia. El místico no cree que el cuerpo esté separado de esta cadena de fenómenos divinos; creer en eso sería contrario al concepto del místico que dice: en toda realidad existe una unidad. Por lo tanto, el místico piensa que existe un orden jerárquico de las manifestaciones de la realidad, del poder trascendente único. Aunque esas manifestaciones son en esencia de la misma calidad, todas ellas varían y pueden parecer diferentes en la forma en que se manifiestan y expresan a la conciencia humana. Podemos poner la analogía del espectro de la luz con sus colores diferentes, pero afines; o la escala musical con sus octavas diferentes, pero también relacionadas.

El Elemento Psíquico

Al hablar de lo psíquico, el místico puede referirse tanto a esta parte interna del ser y a la complejidad de su expresión, como a la parte espiritual o psíquica del ser completo. En los siglos pasados se aludía principalmente a este aspecto interno, como a la naturaleza espiritual del hombre. Sin embargo, en tiempos más recientes los místicos o los estudiantes de misticismo se han referido a él como el elemento psíquico del ser, aunque la palabra tiene su origen en el griego antiguo., /

Esta infusión se considera por los místicos como la más elevada de las fuerzas cósmicas o divinas que funcionan en el hombre; asimismo, se cree que es el umbral de su unión personal con el Todo de la Realidad. Esta unión que el místico se esfuerza por alcanzar, tiene para él un significado dicótomo: Por un lado piensa que esta unión es una totalidad, es decir, nada existe separado de ella, siendo el hombre un elemento intrínseco de esta unidad cósmica o espiritual.Por otra parte, el hombre es un ser consciente y el fenómeno de la consciencia es el conocimiento. Suscintamente, una cosa tiene realidad para un hombre únicamente si tiene conciencia de ella. El místico sostiene que esta comunión con el Uno prístino que todo lo absorbe, sólo puede ocurrir cuando está consciente de su ser interno uniéndose con éste. Esta unidad con Dios, la Mente Universal, lo Cósmico, o cualquier otro concepto que el místico tenga de su imagen, sólo puede existir para él cuando se da cuenta de ella. Por lo tanto, no basta con conocer al ser físico, esto sería como percibir un dedo y no la mano entera.

Otra característica distintiva y muy importante del misticismo, es que esta experiencia de unidad exaltada es siempre personal y directa. En otras palabras, la experiencia mística no requiere intermediarios, ni se experimenta a través de otros. Los principios místicos dicen que la cualidad de esta experiencia sublime no se puede transferir de una mente a otra. El ser debe darse cuenta directamente de su relación integral con lo Divino o el Uno Cósmico. En resumen, no podemos alcanzar la unidad mística hasta que la conozcamos. El individuo sólo puede saber por medio de su armonización y reacción personales con

el Todo que concibe.

Algunos místicos famosos del pasado fueron seguidores devotos de sectas religiosas tradicionales. Bajo un examen superficial, esto puede parecer contradictorio con las cualidades esenciales de un místico, mencionadas anteriormente. Todas las creencias religiosas tradicionales tienen su clero, sus sacerdotes. Tales individuos están considerados como conocedores de sus dogmas y se piensa también que tienen un especial desarrollo espiritual, como intermediarios del hombre. Sin embargo, las biografías de los místicos más prominentes a través de los siglos revelan que los

sacerdotes o clero de la afiliación religiosa de cada místico, no fueron los medios directos de su experiencia mística. Los místicos asociados activamente a una secta religiosa eran estudiantes ardientes de las escrituras sagradas de su fe particular; se sentían inspirados por la retórica y los sermones tradicionales de su reino religioso. Sin embargo, todo esto no fue sino un incentivo

para adquirir personalmente la iluminación necesaria para alcanzar su objetivo espiritual. La técnica, la instrucción que tales maestros religiosos explicaron, fue para los aspirantes a místicos sólo el método, el instrumento por medio del cual comprenderían su propia experiencia mística. La experiencia mística íntima, la unidad máxima, no se le puede revelar al místico; todo lo que se le muestra o enseña no es otra cosa que "El Sendero".

Aunque la experiencia mística misma es personal, la realización del sendero verdadero es universal en sus fundamentos. En otras palabras, debe añadirse una preparación básica que incluye ciertos actos, para que el neófito pueda lograr su objetivo. Desafortunadamente, este procedimiento probado por el tiempo no es seguido conscientemente de forma usual. Este "sendero" hacia la iluminación mística, ha sido a menudo corrompido por miles de sugerencias, pregonadas como valiosas, pero que son realmente inútiles y a menudo perjudiciales. Los ritos mágicos primitivos, el hipnotismo y otras prácticas, a menudo han pervertido las enseñanzas verdaderas necesarias para la unidad mística.

¿Cuáles son los elementos del verdadero método que pueden ser aplicados por aquellos que buscan el beneficio personal de la unidad mística y la iluminación? El propósito de este artículo no es delinearlos detalladamente, ni disponemos de suficiente espacio. Este es el propósito de las enseñanzas Rosacruces, por ejemplo. Sin embargo, se pueden hacer afirmaciones eficaces a este respecto:

En el antiguo dharma (fundamento) budista, existe una afirmación concisa con respecto al propósito de la meditación. Se declara que su propósito está compuesto por tres partes. Primero, dominar la naturaleza inferior agresiva del ser. Segundo, desarrollar las facultades y los atributos superiores hacia una visión de la unidad esencial de la vida. Tercero, unir la naturaleza dual del hombre en un proceso espiritual continuo.

En la literatura budista se admite que esta tarea es difícil: "Aunque se puede conquistar en una batalla mil veces a mil hombres, el que se conquista a sí mismo es el guerrero más grande". No puede haber la transición de una mente vulgar y burda a un estado excelso de meditación. En otras palabras, la mente debe se

constante en los ideales y objetivos elevados que busca.

El Cuerpo, Un Vehículo


Al verdadero místico se le recomienda que se interese por su cuerpo. El ascetismo, con sus frecuentes penitencias, no está recomendado por el verdadero misticismo. Se nosrecuerda que ' el cuerpo es un vehículo de la consciencia". La respiración profunda, deliberada y rítmica, es el medio por el cual se purga al cuerpo de las impurezas y se reciben las energías transportadas por el aire. Las posturas exóticas, a menudo asociadas con la respiración profunda en la llamada práctica mística, no son absolutamente necesarias para ésta.
La técnica budista dice que los mejores resultados de la meditación se obtienen por la mañana. Pero este consejo no es sólo de la instrucción budista. La mente está descansada y fresca, y no está estorbada por las muchas impresiones del día. Se sugiere además que, a ser posible, se lleve a cabo la meditación en el mismo lugar; esto crea un ambiente familiar que simboliza el propósito, y ayuda a alcanzar el estado de consciencia deseado.

Puede preguntarse: "¿Y qué resultados pueden esperarse de la meditación, por ejemplo, budista?" Se dice que los resultados de la meditación en la etapa temprana son a la vez positivos y negativos. El aspecto negativo es la reducción de las impresiones objetivas externas que dominan normalmente a la conciencia. Como resultado, el aspirante adquiere mayor tranquilidad. El resultado positivo de la meditación, como se relata en los principios de la antigüedad, es que el individuo adquiere un conocimiento universal mayor, de la humanidad y de sí mismo. Abreviando, el ser es bombardeado en menor grado por las impresiones externas, permitiendo así aquella introversión que da como resultado un mayor discernimiento del Ser.

En el dharma budista se hace una distinción entre la concentración y la meditación. Citamos estas doctrinas antiguas para mostrar el curso de acción de la verdadera meditación, que guia a aquellas organizaciones que están perpetuando los métodos místicos auténticos: "El objetivo de la concentración es inmediato y finito; la meta de la meditación es completa e infinita".

La presentación tibetana del tema de la meditación es un conglomerado de los principios budista e hindú, así como también de las creencias tradicionales autóctonas de los pueblos tibetanos. Si bien las enseñanzas hindúes precedieron al budismo en el Tíbet, más tarde estuvieron muy influidas por sus principios. El famoso principio budista de "El Sendero de los Ocho Caminos" se convirtió en parte integral de la religión y filosofía tibetanas. Este principio, que llega hoy en día hasta nosotros con pequeñas variaciones, incita a conseguir la Comprensión Correcta, la Aspiración Correcta, el Hablar Correcto, el Actuar Correcto, la Profesión Correcta, el Esfuerzo Correcto, el Pensar Correcto y la Meditación Correcta.

Se suponía que con esta disciplina se pasaría a grados más altos de comprensión, ya que el aspirante llegaría a "comprender la inexistencia del ego personal". Esto quiere decir que el ego individual sería absorbido por Lo Absoluto, esa unidad que es la esencia de la meditación.

"De esta forma, como el solo nombre de la comida no satisface el apetito de una persona con hambre, sino que debe comer los alimentos, así también un hombre que quiera aprender sobre el vacío (de pensamientos) debe meditar para comprenderlo y no quedarse simplemente en su definición". Se dice que para alcanzar este summum bonum se necesitan cuatro grados diferentes de iniciación, cuya presentación no es necesaria en este artículo.

¿Debemos asumir de todo lo dicho anteriormente que la meta de los místicos es un idealismo abstracto, una huida de los rigores del mundo fenoménico de la realidad cotidiana? ¿Es el misticismo una retirada hacia un mundo formado por ficciones del subconsciente? ¿Vive el místico enteramente dentro

de sí mismo, aislado de las necesidades del resto de la humanidad? Si esto fuera cierto se haría del misticismo tan sólo una práctica de sote-riología, un mero sistema personal y egoísta de salvación espiritual.
El propósito real de la unidad mística es buscar una contigüidad con la fuente de iluminación mayor. El místico moderno es aquél que comprende que ej_ser_es_jjna_jnle^. gración de niveles de conciencia, de discernimiento. Nuestra percepción común, nuestra conciencia objetiva está limitada. Todos somos conscientes de la iluminación que nos llega a veces como inspiración e intuición, y también de su diferencia con la percepción común.

Todo artista, escritor, inventor o científico, algunas veces se siente iluminado por el brillo de algún pensamiento inesperado que entra súbitamente en la mente consciente. El místico, hablando figuradamente, busca subir por la escalera de la consciencia, no sólo para ser capaz de obtener un nuevo conocimiento de su propio nivel exaltado de consciencia, sino también para regenerar los niveles inferiores de su mente por medio de un flujo inter: no, momentáneo, de lo que podría ser llamado Luz Divina, Iluminación Cósmica, etc. Tal experiencia debe convertirse en términos, en ideas que son comprensibles para el individuo, y que se pueden adaptar a su vida terrenal bajo la forma de conocimiento práctico.


La idea de que el objetivo de la meditación es únicamente experimentar un estado de euforia, o de pura tranquilidad, es falaz. Esto no contribuye al beneficio de la humanidad. La verdadera meditación, como la enseñan los Rosacruces, está muy de acuerdo con la psicología moderna, aunque las enseñanzas Rosacruces hayan precedido por mucho tiempo a la psicología académica. La psicología se refiere a la meditación como una forma de "consciencia alterada"; y eso es precisamente. El concepto Rosacruz reconoce que la concentración es comúnmente una función de la consciencia objetiva. Es enfocar la atención sobre los estímulos externos, las impresiones de los sentidos periféricos.

La contemplación, el razonamiento y la imaginación, son para los rosacruces el resultado de una introversión de la consciencia hacia los pensamientos y las ¡deas. En otras palabras, es la concentración vuelta hada adentro involucrando los niveles subjetivos de la consciencia; aún así no es la verdadera meditación, ya que ésta trasciende estas formas de nuestros atributos mentales y no está relacionada con un símbolo o ¡dea fija. Tener un símbolo o ¡dea fija, en conexión con la técnica, no es sino una ayuda elemental, y no la llave final que abre la puerta de los poderes internos de la mente:

VICTOR SALAZAR EN EL CUSCO - MACCHU PICCHU


"Una verdad intuitiva satisface al ser
emocional y al racional. Las verdades
intuitivas son aquellas a las que se llega
simplemente y parecen inspiradoras.
Debido a que parecen destellar dentro
de la consciencia, en lugar de llegar a
ella, mitigan la desconfianza que hayan
podido despertar durante el proceso de
razonamiento".

-Valídivar

EL LABERINTO CÓSMICO DE CHARTRES



EL LABERINTO CÓSMICO DE CHARTRES

Por Loc_Nohr

Muchos templos de la antigüedad fueron orientados con gran precisión en función de determinadas posiciones estelares, lunares o solares con objeto de transmitir un mensaje que perdurara a través de los siglos. Esa clase de "textos" llegaron incluso a inscribirse en las catedrales góticas. Se los conoce como "milagros de la luz" y su ejecución es sólo uno de los muchos enigmas que Javier Sierra recoge en su nuevo libro, La ruta prohibida. En la misteriosa Chartres (Francia) se encuentra su mejor ejemplo.

El Laberinto Cósmico de Chartres

Hoy es el "milagro de la lux" más célebre de Occidente y, sin embargo, no saltó a la fama hasta 1965. Ese año un prometedor escritor francés llamado Louis Charpentier recaló por Casualidad en el pueblo de Chartres, a orillas del río Eure, el 21 de junio. Era lunes y Charpentier, ingenuo, pensó que sería una jornada tranquila para merodear por su impresionante catedral, ubicada a un sólo 90 kilómetros de París. Lo cierto es que nuestro autor tuvo mucha suerte. Justo cuando entró en el templo, cerca del mediodía, un grupo de vecinos se arremolinaba expectante en un rincón de la nave sur de la catedral a la espera de un prodigio. "Quédese -le dijeron-. Aquí va a ocurrir algo." ¡Y vaya si ocurrió! A las doce en punto un rayo de sol atravesó un pequeño orificio circular practicado en el vitral de San Apolinar e iluminó la única piedra del enlosado que parecía fuera de lugar. Era una loseta rectangular, pulida, que parecía más nueva que las demás. El haz de luz marcaba así, con solemnidad, la efeméride astronómica del día: el inicio del verano. Aquello le impresionó de veras. ¿Qué genio del pasado fue capaz de pergeñar semejante sincronización entre piedra, vidriera y luz solar?, se preguntó Charpentier. ¿Qué conocimientos futuristas atesoró ese artesano del que nadie recuerda su nombre?
Hoy, cuatro décadas más tarde, el prodigio sigue repitiéndose puntual con cada nuevo solsticio. De hecho, ya es toda una atracción
turística. Y nadie cuestiona que buena culpa de ello la tuvo el relato que poco después publicaría aquel afortunado escritor: fue él quien se prometió recoger en un solo libro los numerosos misterios de esta catedral y quien descubrió que el templo no sólo se había diseñado como un reducto para el espíritu; también fue un reloj de alta precisión.

EL ERROR DE CHARPENTIER

Durante décadas El misterio de la catedral de Chartres se convirtió en la obra de referencia para acercarse a ese y otros enigmas del templo. Se tradujo a varios idiomas -entre ellos, español, inglés, alemán e italiano- y pronto apareció mencionada en revistas y monografías especializadas. Su capítulo inicial, dedicado al encontronazo de su autor con el "milagro de la luz", enganchó a miles de lectores. Pero su autor se equivocó. En efecto: la prueba de que tras la construcción de Chartres se escondían mentes prodigiosas no fue nunca aquel fenómeno solar. Se tardaría un tiempo en descubrir que ese portento de la orientación no fue en absoluto obra de los arquitectos originales del siglo XIII, sino de un avispado clérigo del XVIII, cuando la astronomía ya era una ciencia muy desarrollada, existían brújulas y telescopios y los cálculos de las posiciones estelares y solares estaban a la orden del día. El rayo del vitral de San Apolinar nunca fue, pues, la "manecilla" de un gran y misterioso reloj medieval de piedra.
Hoy sabemos que fue en 1701 cuando el canónigo de la catedral, Claude Estienne, mandó perforar aquella vidriera a una altura bien calculada para instalar un llamativo "meridiano" astronómico. Durante un tiempo aquel hallazgo me decepcionó. Dejé de lado todo lo relacionado con las catedrales y sus "secretos". Arrinconé mis lecturas y me dejé llevar por la rabia contenida de quien se siente víctima de un espejismo. Y no fui el único. Tras la popularización del "milagro de la luz" en la década de 1960, el padre Yves Delaporte, irritado por las oleadas de peregrinos que acudían cada 21 de junio a "su" templo, llegó a decir del prodigio que no era más interesante que "ver llegar el tren de París-Le Mans a la estación de Chartres a la hora prevista en los horarios". Delaporte arremetió contra Charpentier defendiendo la idea de que en esa catedral no había otro misterio que el de la fe. Estuve a punto de creerle. Pero, por suerte, una nueva visita al lugar me sacó de ese error.

El MILAGRO DEL LABERINTO
He estado muchas veces en Chartres a la caza de sus misterios. Incluso tras descubrir el fiasco del "milagro de la luz" he sentido en varias ocasiones la necesidad de regresar. Y es que durante su investigación sobre el templo Charpentier no sólo se fijó en ese fenómeno luminoso a fecha fija, sino que descubrió que, junto con las principales catedrales góticas de la Champaña francesa, Chartres forma parte de un diseño geométrico enorme que dibuja sobre el suelo francés el perfil de la constelación de Virgo (MÁS ALLÁ, 133). Aquél era otro hallazgo sorprendente. Colosal. Sólo su confirmación bastaría a cualquiera para aceptar que aquella primera catedral gótica, aquel increíble prodigio arquitectónico, se concibió gracias a conocimientos geodésicos y astronómicos impropios del Medievo.
Pero yo necesitaba algo más, una confirmación de que quienes levantaron esa bella seo gozaron de conocimientos anacrónicos para su época. Por eso regresé. Con semejante idea en la cabeza, un día de primeros de agosto de 2004 me dispuse a rastrear por enésima vez su interior en busca de otras evidencias astronómicas. A las dos de la tarde mi "objetivo" estaba casi desierto. La gran obra del obispo Fulberto, el visionario del año 1000 que diseñó aquellos muros sobre los restos de un santuario pagano, impresionaba de veras. ¿Habría grabado Fulberto alguna estrella, alguna constelación que confirmara la vocación celestial del templo? ¿Descubriría algún otro "milagro de la luz" que hubiera pasado desapercibido al inefable Louis Charpentier?

UNA SEÑAL PAGANA
Un niño de unos diez u once años iba a resolverme, sin querer, el enigma. Se había distanciado de sus padres y vagabundeaba por el corredor central de la catedral ajeno a mis dudas. El pequeño daba graciosos saltitos de una piedra a otra, como si tratara de evitar poner sus pies sobre alguna cosa. Al fijarme mejor, lo vi: bajo las sillas de madera destinadas a los fieles, a uno y otro lado del pasillo central, se encontraba la "señal" que estaba buscando. Era tan grande y estaba tan expuesta que no me había fijado en ella.
Lo que aquel niño intentaba como podía era recorrer la calle serpenteante de un colosal laberinto circular de 13 m de diámetro grabado sobre el pavimento. Su imagen es más que célebre en todo el mundo: ha adornado portadas de novelas, ha servido de modelo para diseñar joyas y hasta ha sido reproducida en camisetas, relojes o alfombrillas de ratón. De hecho, no existe otro como él. No sólo es el mayor dédalo jamás trazado en una iglesia gótica, sino el ejemplar más conocido de cuantos se grabaron en el suelo de las principales catedrales francesas.
¿Cómo no me había dado cuenta antes?
Ese laberinto era el único símbolo que estaba fuera de lugar. En su libro, Charpentier apenas le dedica unas páginas. Pero allí estaba. Era un diseño adoptado del mundo pagano, inspirado por la leyenda minoica de Teseo, Aríadna y el Minotauro. En definitiva, una marca precristiana que Fulberto o sus seguidores debieron de introducir en la nave principal por una buena razón. ¿Cuál? -"¡Ah! Mira usted el laberinto..." -la madre del chiquillo se colocó a mi lado y murmuró algo en inglés. Eramos los dos únicos que contemplábamos el suelo en lugar de admirar las espectaculares bóvedas de Chartres-. "¿Sabe? He leído en algún lugar que los antiguos lo llamaban 'la legua de Jerusalén. Es curioso, ¿verdad?" Asentí. En París a nadie se le había ocurrido dirigirse a un desconocido en una iglesia. Allí, en cambio, la ausencia de turistas invitaba a la charla.
-"Le pusieron el nombre aquéllos que en la Edad Media no podían permitirse el lujo de peregrinar a Tierra Santa -le expliqué-. En lugar de emprender un camino de 10.000 horas de marcha, recorrían de rodillas esta 'legua corta' y creían obtener la misma satisfacción espiritual que si hubieran alcanzado Jerusalén."
-"Jerusalén, no" -replicó mi anónima amiga con una gran sonrisa. Era una mujer de rasgos blancos y mirada azul, casi como la famosa Madonna del vitral de Notre Dame de la Belle Verriére, situado a pocos pasos de nosotros-. "Lo que alcanzaban aquí era el cielo mismo, la Jerusalén celestial. ¿O es que no sabe que en la Edad Media el cielo se representaba con un círculo?".
Por un momento tuve la sensación de que aquella mujer me estaba examinando. ¿Había mencionado la "Jerusalén celestial"? ¿La ciudad de la que habla el Apocalipsis y que descenderá sobre la Tierra al final de los tiempos?
-"Ahora, por desgracia, ya casi nadie lo recorre -se lamentó-. Sólo despejan el laberinto de sillas algunos viernes después de Cuaresma... Pero no es suficiente. Viene gente de todo el mundo para recorrerlo y muchos se van sin poder hacerlo." -"Ha mencionado usted el símbolo del cielo, ¿verdad? -quise interrogarla- ¿Quiere decir que este laberinto representa el...?" No pude continuar. Y bien que me sorprendió. La madre había tomado a su hijo del brazo y se alejaba hacia la salida sin despedirse siquiera de mí.
Durante unos instantes me quedé embobado viéndoles marchar mientras decidía si quedarme o no un rato más examinando el laberinto "oculto" bajo las sillas. Miré el reloj. Las tres. Y de repente -como llevado por la misma fuerza que arrastró a Louis Charpentier hasta allí en 1965- recordé algo que había leído sobre el lugar y sus misteriosas ventanas policromadas: que cada día del año, alrededor de esa hora, el Sol pasaba puntual frente a las vidrieras del Pórtico Real inundando su nave principal de vivos colores. En una jornada despejada como aquélla el espectáculo podía ser soberbio. A fin de cuentas, Char-tres es la única catedral del mundo que conserva intactos sus vitrales originales. Son 166 y ocupan una superficie de más de 2.600 nr de imágenes ensambladas en plomo que están tintadas con su peculiar -y alquímico- azul cobalto. Un tesoro único, de un valor incalculable, testimonio de una época perdida para siempre. Lo pensé sólo un segundo. Si Louis Charpentier hubiera estado allí, esperaría sentado la llegada de ese momento. ¿Descubriría algún otro "milagro de la lux."? ¿Qué podía perder si aguardaba unos minutos más junto a la "legua de Jerusalén"?


MILAGRO A LAS TRES
No iba a aburrirme. Estaba ante el mayor laberinto de su especie -para completarlo, el niño que me lo descubrió habría tenido que caminar unos trescientos pasos- y también frente al más antiguo que se conserva. De cuando en cuando, echaba un vistazo al corazón vacío de su impecable diseño geométrico. Su centro estaba justo en el eje del templo. Tenía la forma de una gran flor de pétalos lobulados. Y yacía olvidada justo en medio del pasillo principal.
En ese momento un familiar cosquilleo en el estómago me puso en guardia.
Al principio me pareció extraño. Afuera el Sol declinaba ya frente a la fachada oeste de la catedral iluminando el Pórtico Real. Pero dentro el grupo de tres ventanas que se encuentran bajo su imponente rosetón proyectaba la imagen de sus vidrieras contra el suelo. Lenta pero inexorable, la escena que coronaba la ventana del centro avanzaba poco a poco hacia el corazón del laberinto. Milímetro a milímetro. En silencio.

La sensación resultó turbadora. Lo que la lisa piedra del suelo reflejaba era la imagen de un vitral que narraba la vida de Cristo. Más tarde supe que se trataba de uno de los más antiguos del templo, que fue diseñado antes incluso del incendio que en 1194 dio pie a la edificación de la actual catedral y que fue emplazado por los seguidores del obispo Fulberto allí mismo. Esa ventana tiene once metros de altura y alberga veintinueve escenas de la vida de Jesús: desde la Anunciación del arcángel Gabriel a la Virgen a la persecución de Herodes, la huida a Egipto o el bautismo de Jesús en el Jordán. Todas ellas, escenas del Nuevo Testamento. Pero era la representación más grande y alta del vitral, de unos dos metros de alzada -el doble que el resto-, la que más llamaba la atención. Poco a poco, inexorable, avanzaba por el pasillo central de la catedral, encabezando todas las demás. Se trataba de una magnífica imagen de la Virgen enmarcada en una mandorla (o marco almendrado) azul, que sostenía dos cetros amarillos en las manos, con el niño en el regazo y coronada. De hecho, como si el artista que sopló aquel vidrio hubiera querido subrayar su valor astronómico, la imagen de la Señora aparecía flanqueada por un Sol y una Luna. Y todo ello se proyectaba con claridad meridiana sobre los adoquines de piedra de la catedral.

¡Y seguía avanzando! ¿Qué era aquello? ¿Diseñaron los constructores de Chartres ese vitral para que cada jornada, a las tres de la tarde, la Virgen recorriera el pasillo y se aproximara al Paraíso, al cielo representado por el laberinto circular? Fuera de la iglesia, bajo esas mismas ventanas, se tostaba una escena en piedra que tenía mucho que ver con lo que yo empezaba a interpretar. Era como si el programa simbólico que iba desgranando gracias a la interacción del Sol, el vidrio y la piedra encontrara su refrendo en las estatuas del exterior. En efecto: en los umbrales izquierdo y derecho del Pórtico Real de Chartres pueden admirarse la dormición y la Asunción de la Virgen a los cielos. Si el laberinto era, como sospechaba ya, una metáfora del firmamento, ¿no aludiría ese efecto óptico de las tres de la tarde a la Asunción de la Virgen y su viaje al reino celestial?
¿Acaso no fue Chartres el primer gran templo cristiano dedicado a Nuestra Señora? ¿Y no sería ese reflejo sobre el suelo, diario, constante, el fruto del ingenio de algún astrónomo colosal de la Edad Media?
El corazón se me aceleró. Faltaban sólo unos días para el 15 de agosto, fiesta de la Asunción. Entonces se me planteó una duda que me electrizó. La Virgen de la mandorla no alcanzaba por poco el corazón del laberinto, pero ¿lo haría precisamente ese señaladísimo día del año? ¿Sería ése, y no otro, el verdadero "milagro de la luz" de Chartres?


EL SECRETO DE CHARTRES
Tuvo que pasar un tiempo hasta que pude comprobar si mis sospechas eran acertadas. Me llevé los datos de esas observaciones a casa y, tras calcular que el 15 de agosto el reflejo de la vidriera tampoco alcanzaría el centro del laberinto, me olvidé del asunto. Sólo la confirmación de que los dos cetros en las manos de la Señora significaban que había sido representada como reina del cielo y la tierra consolaron en parte mis desvelos. Esa imagen era, sin lugar a dudas, toda una metáfora cósmica. Pero es que, como Charpentier en 1965, también yo disfruté de mi dosis de suerte.
Aunque tardé en conocerlo, un estudio realizado doce años antes de mi visita por dos expertos en arte había recogido parcialmente este asunto. Y no sólo eso: también había dado con una respuesta muy ingeniosa al "milagro lumínico" que había presenciado. Su trabajo cayó en mis manos de un modo peculiar, en una vieja librería de Londres, en el invierno de 2006.
El estudio en cuestión era obra de John y Odette Ketley-Laporte y había sido publicado en 1992 por un pequeño editor de Chartres. Basándose en sus observaciones del "prodigio de mediodía", descubrieron que el reflejo de la magnífica Señora de la mandorla azul alcanza el centro del laberinto cada 22 de agosto hacia las tres de la tarde. En esa fecha y esa hora la imagen de la Virgen suspendida en su vidriera a 31 m de altura recorre inexorable la distancia idéntica que la separa del laberinto. Es un milagro... geométrico. 22 de agosto.



Anoté la fecha con cuidado. Si hubiera sido el 15 de agosto, todo habría encajado a la perfección. Pero era el 22. Y, aunque el calendario litúrgico católico conmemora ese día la festividad de Santa María Reina de los Cielos -¡advocación más que oportuna para una Señora con dos cetros!-, esa celebración no fue instaurada hasta después del siglo XV. Por tanto, hacia el año 1220, cuando Chartres fue terminada, el 22 de agosto tan sólo era el día de San Fabricio.
¿Tenía alguna explicación semejante deslasc de una semana en la que yo suponía la alineación perfecta entre la vidriera y el laberinto? Los Ketley-Laporte la encontraron. El error no estaba en la alineación en sí, sino en el calendario. El asunto merece una explicación: más de trescientos años después de terminarse las obras de la catedral de Chartres, el papa Gregorio XIII decidió modificar el sistema de cómputo del tiempo que regía a la cristiandad desde la época de Julio César. Se dio cuenta de la existencia de un serio desfase de no menos de diez días en los cálculos astronómicos del año, lo que causaba serios problemas a la hora de marcar el inicio de la Semana Santa, una fiesta móvil que establece siempre el domingo de Pascua justo después del primer plenilunio tras el equinoccio de primavera de cada año. Así pues, el papa Gregorio decidió "borrar" diez días de la Historia. De la medianoche del jueves 4 de octubre de 1582 -en el calendario juliano- se saltó a la madrugada del 15 de octubre en el nuevo sistema calendárico. Diez días, pues, "perdidos". Casi los mismos que separaban el 15 del 22 de agosto. Casi. Pero, en este caso, hasta ese "casi" tiene su explicación.
En el siglo XIII el desfase del calendario juliano debió de rondar sólo una semana. Así que, restando al 22 de agosto el equivalente a los siete días corregidos por Gregorio Xni que definen nuestro calendario actual, la fecha en la que en 1220 entraba el reflejo de la Virgen de la Vidriera en el laberinto era, exactamente, ¡el día de su Asunción a los cielos! Ahora sí, todo encajaba. El laberinto cumplió, pues, una función de primer orden en aquel lugar, marcando una vez más su estrecha relación con lo celestial, lo divino. Si yo estoy en lo cierto y ese reflejo del vitral de la Virgen ingresando en el centro del laberinto es un símbolo de la llegada de Nuestra Señora al Reino de los Cielos, el dédalo de Chartres es toda una "puerta cósmica". Un prodigioso mecanismo simbólico cuyo significado se olvidó con los siglos, pero que, ajeno a nuestra ignorancia, sigue cumpliendo con la preciosa función para la que fue diseñado en época de templarios, griales y tablas redondas.


* Este artículo ha sido adaptado y resumido del libro La ruta prohibida y otros enigmas de la Historia (Planeta), de Javier Sierra.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

LOS TOQUES, SU SIGNIFICADO, SU SIMBOLISMO Y SU INTERPRETACION



LOS TOQUES, SU SIGNIFICADO, SU SIMBOLISMO Y SU INTERPRETACION





Dentro del sistema Simbólico, adoptado por el Ritualismo Masónico, nos encontramos infinidad de Signos, de palabras, de Ademanes y de Mo¬dalismos Dogmáticos; que muchas veces nos son tan familiares en la práctica, como si se tratara de emplear un Lenguaje corriente, para el fin de hacemos entender, en forma correcta y discreta, determinados conocimientos, que por su naturaleza, se hace necesario DISIMULAR, en presencia de los Profanos.
En tal virtud se hace necesario, proceder a desarrollar un detallado estudio, sobre el contenido del presente Trabajo, para el efecto de hacer llegar hasta la mente de mis Queridos Hermanos Aprendices, el verdade¬ro carácter Filosófico que se pretende dar a conocer, a quienes de una manera espontánea, principian su Carrera Masónica; y así veremos que:
La palabra “TOQUE”, en el sentido material, es la acción de PALPAR o de TENTAR, alguna cosa u objeto; es también el acto de ejecutar: una LLAMADA, con los nudillos de los dedos a una puerta, para anun¬ciar la presencia de alguna persona que desea entrar a algún recinto; igualmente se dice así, cuando se trata del ENSAYE de los Metales; y también al PROBAR, por medio de la corrosión que produce el Ácido Nítrico, la PUREZA o la CALIDAD del ORO o de la PLATA; asimismo, se le da esa denominación, a la PIEDRA DE TOQUE; en la Medicina tam¬bién se usa la palabra “TOQUE”, para señalar el acto de practicar una curación delicada, sobre los Órganos de la Garganta, de los Oídos, de la Nariz y en ocasiones, sobre otras partes secretas del Cuerpo Humano; y por lo que respecta a la interpretación MORAL, indica al PUNTO ESENCIAL, en que puede admitirse alguna IDEA, un TRATADO o algu¬na COSA; es también la PRUEBA, el EXAMEN o el RECONOCIMIENTO que se hace de alguna persona, para poder calificar su Capacidad, su Talento, su Aptitud, su Competencia, su Inteligencia y su Disposición para comprender o ejecutar sus OBRAS; también se dice así, del ESTADO o la DISPOSICION en que se encuentra cualquier individuo, con re¬lación al ORDEN VIRTUAL.
Sin embargo, no debemos confundir a la Palabra “TOQUE”, con la de “TOCAMIENTO”; ya que vulgarmente se cree, que en su interpreta¬ción, son las mismas; pero aun cuando en efecto, son sinónimas entre sí, esta última indica claramente, que se refiere a un LLAMAMIENTO o a una INSPIRACION, sobre cualquier Tema o materia de enseñanza y de estudio, como tendremos la oportunidad de confirmado más adelante, al tratar sobre dicho vocablo.
Una vez ,que en términos generales, hemos llegado al conocimiento de lo que es un “TOQUE”, ahora nos corresponde definir esa misma pa¬labra, dentro del Tecnicismo Masónico, y desde luego llegamos a la con¬clusión de que se trata de una DEMOSTRACION o de una PRUEBA, que generalmente se ejecuta entre dos Iniciados; como un simple medio de RECONOCIMIENTO, para el fin de identificarse mutuamente, como Miem¬bros de nuestra Institución; son también las LLAMADAS que se dan, mediante los tres golpecito s a la Puerta del Templo, y también se refiere, a las señales TACTILES, que se hacen los Masones para reconocerse y acreditar sus Grado o Grados que poseen; estos “TOQUES”, invariable¬mente van precedidos, de la palabra CUBIERTA, la de PASE o de la SAGRADA, que corresponden al Grado que se ostenta; a este respecto existe una gran variedad de “TOQUES”, principalmente dentro del Rito Fran¬cés “MODERNO”, el que ha introducido muchos otros, además de los que ya conocemos, y que se practican para reconocimiento de los Grados de las diferentes Cámaras de la Masonería Azul; pero el que conocemos como UNIVERSALMENTE ADOPTADO, es el establecido para el Grado de Aprendiz; puesto que constituye la base principal que en primer tér¬mino debe emplearse, indispensablemente, para todo RECONOCIMIENTO.
El uso de los “TOQUES”, como una práctica para todas las personas que llegan a tener un contacto imprevisto; es mucho más propio, eficaz y discreto, que cualquier otro Signo, porque se puede dar con todo DI¬SIMULO, Y con la completa seguridad de no llamar la atención de los Profanos; quienes nunca podrán imaginarse, que con el solo hecho de eje¬cutar el SALUDO DE MANOS, se pueden dar a reconocer, dos Miembros de la Orden; por esa razón, en Masonería es indispensable estrechar las Manos en la forma que ya nos es conocida; además, el “TOQUE” general o Universal del Aprendiz Masón, es antiquísimo y tiene su origen en los tiempos Bibl1cos, época en que fue adoptado por las Corporaciones Ini¬ciáticas más remotas, y posteriormente, lo implantaron cómo medio de RECONOCIMIENTO, las Cofradías Alemanas, mismas que en idénticas circunstancias fomentaron el uso de los Signos, de las Palabras y de los “TOQUES”, los que desde entonces, consisten en tomarse mutuamente las Manos Derechas; o sean las extremidades que dan la ACCION y que ejecutan el TRABAJO, para que con el Pulgar, el dedo que ENLAZA y UNE a los demás dedos, dar los TOQUES ya conocidos, sobre la base, del Índice de las manos de quienes tratan de RECONOCERSE; es decir, que en esa forma se expresa Simbólicamente. “COMO”, “CUANDO” y “POR QUE” llegaron a conocer lo que IGNORABAN, enseñanzas que du¬rante su vida entera tendrán que llevar hasta la mente de todos sus Seme¬jantes; pero como una labor que debe desarrollarse, con CONSTANCIA, con FIDELIDAD y con toda DISCRECION, como bases poderosas sobre las que se apoyan las materias Filosóficas y Morales del Primer Grado.
Todo “Iniciado, una vez que ha tenido la convicción de que se ha compenetrado y ha comprendido, la verdadera misión. que va a desempeñar, dentro del Seno de nuestra Augusta Institución, debe saber que ha CONTRAIDO una Gran Responsabilidad, también ante la Sociedad en que vive, a la cual forzosamente tendrá que SERVIR, sin más interés ni am¬bición, que la de poder ser útil a sus Semejantes, por ese motivo está obligado a TRABAJAR con FE y con LABORIOSIDAD que requieren una ABNEGACION a toda prueba; hasta llegar al SACRIFICIO MATE¬RIAL, si así fuere necesario.
Ahora bien, los “TOQUES” para el RECONOCIMIENTO en el Grado de Aprendiz Masón, tienen múltiples significados de los cuales podemos enumerar algunos que son: PAZ, UNION y CONCORDIA; o de otro modo, FUERZA, GRANDEZA y FIRMEZA, cualidades que constituyen otras tantas Poderosas Columnas, sobre las cuales descansa el Edificio Social Masónico cuya magnificencia es plenamente conocida; puesto que dentro de sus sagrados Preceptos, siempre se han propagado los IDEALES, y los PRINCIPIOS de LIBERTAD y de JUSTICIA, que aún claman algunos Pueblos oprimidos por los PODEROSOS; ya que de la Masonería han surgido casi la totalidad de los Hombres Intelectuales y de Buena Voluntad, para procurar llevar hasta el Seno de todas, las Clases Sociales la EDUCACION y el PERFECCIONAMIENTO individual, como una acción que tendrá que SALVAR de la ruina, a las Masas DESHEREDADAS, para bien y honra de toda la Humanidad.
Otras de las interpretaciones que se le atribuyen a los “TOQUES” del Grado de Aprendiz Masón, se conceptúan como simbólicos de la LIBERTAD, de la IGUALDAD y de la FRATERNIDAD, y también se les considera como representativos de la SALUD, de la TOLERANCIA y de la UNION; pero al mismo tiempo, se refieren a las cualidades que dan la RAZON, la EQUIDAD y la JUSTICIA, como virtudes que constituyen. a todos los ATRIBUTOS y a los DERECHOS del Hombre consciente de sus DEBERES MORALES, circunstancia por medio de la cual, los Masones se obligan a practicarlos, para poder corregirse mutuamente sus DEFEC¬TOS, desde el propio instante en que se hayan reconocido, como Miem¬bros regulares de la Gran FAMILIA UNIVERSAL.
Como ya sabemos, también se les da el nombre de “TOQUES”, en Masonería, a los Golpes que ejecutamos, al llamar a la Puerta de nuestro Templo, mismos que en conjunto, forman parte del primer Signo de Re¬conocimiento, puesto que simbólicamente se emplean para que se nos de franca la entrada, y poder participar de los Trabajos de la Logia; por lo tanto, en este caso, interviene un SIGNO ACUSTICO; que nos da a cono¬cer que es un Miembro del Cuadro o un Visitante, quien llama a la Puer¬ta, con el fin de recibir la Luz Masónica o bien para ilustramos con, sus conocimientos, durante las labores. que se desarrollan dentro del Taller.
Por otra parte, y como vía de estudio en el sentido histórico, debe¬mos saber que en la antigüedad, los “TOQUES”, se daban por TRES VECES TRES, tomando en consideración que. también eran TRES, las Puertas que había que franquear, en el Templo de Salomón; para llegar hasta las Cámaras de la CIENCIA, y como se trataba de Recintos con¬ sagrados a la VIRTUD, a la MORAL y a la VERDAD; a los que forzosamente se tenía que penetrar a costa de Grandes Sacrificios Físicos e Intelectuales; era un motivo más que poderoso, para calcular que solamente quienes llevaban la CONVICCION, de que en el interior, encontrarían la Verdadera FUENTE de la SABIDURIA, tenían derecho a conocer los SECRETOS que encerraban.
Por lo mismo, y tomando en consideración los anteriores razonamien¬tos, Hagamos al convencimiento, de que también los TRES “TOQUES” que se dan a la Puerta de entrada del Templo, llevan estampado un Sello Simbólico, que nos demuestra las enseñanzas Esotéricas, que contienen los Preceptos Masónicos, mismos que en tal caso, debemos investigar con todo empeño, puesto que no sólo se refieren a la cuestión MORAL, sino que también definen categóricamente, el objeto de la Instrucción Filosó¬fica del Primer Grado; y de ahí que siempre se nos ha indicado, que el primero de los “TOQUES”, quiere decir: TOCAD Y SE OS ABRIRA; en cuyo caso, es la Puerta del Templo la que se nos franquea.
El segundo significa: PEDID Y SE OS DARA; efectivamente, una vez dentro de ese Recinto, recibimos las Luces y Conocimientos que nos im¬parten nuestros Maestros, y
El tercero, se interpreta como: BUSCAD Y ENCONTRAREIS; lo que indica claramente que ahí no debe perderse el tiempo, que el que estudia aprende y que el APATICO, jamás llegará al convencimiento de lo que es la VERDAD, sobre los Dichos, los Hechos y sobre las Obras Humanas.
Consecuentes con las explicaciones Filosóficas arriba expresadas, vemos que en efecto, al Iniciado que llama a las Puertas de nuestros Templos, se le da la entrada, y desde luego PIDE que se le Instruya; y por eso se le imparten todas aquellas enseñanzas Simbólicas, Filosóficas, Morales, Ritualísticas y Dogmáticas contenidas en la Ortodoxia Masóni¬ca; acto al cual siempre hemos dado la denominación de OTORGAR LA LUZ DE LA VERDAD, como una serie de Temas que se le presentan al Iniciado; pletóricos de ejemplos, de Principios y de máximas Científicas, mismas que nosotros hemos aceptado, que estudiamos y propagamos en¬tre nuestros Semejantes, para el fin de ayudarlos a encontrar o descu¬brir la evidencia o .la realidad en todo lo que existe y les rodea: pero toda esa labor, la lograremos ver realizada, mediante una serie de pena¬lidades, de privaciones y de desengaños, para que finalmente, se llegue a conocer la VERDAD SUPREMA: pero sin tomar en cuenta, el encade¬namiento de esfuerzos Físicos e Intelectuales, desarrollados, bajo el do-minio de una constancia bien definida, dentro de nuestros ESTUDIOS FILOSOFICOS.
En consecuencia, consideramos que todavía existe otra interpreta¬ción MORAL, que se atribuye a los “TOQUES” que damos a las Puertas del Templo, cuyo significado esencial, viene a definir categóricamente, a nuestros principales DEBERES para con la Sociedad, a la que siempre estamos obligados a servir, en relación a nuestras actividades Masónicas: por ese motivo nos vamos a referir, al primero de los “TOQUES”, el cual se interpreta en la siguiente forma: PROTECCION A NUESTROS SEME¬JANTES, acto que hemos jurado cumplir en Logia abierta ante el ARA.
El segundo se define en los siguientes términos: INSTRUIR AL IG¬NORANTE, labor que constantemente nos recuerda, la sublime promesa que también hemos protestado cumplir ante la presencia de nuestros hermanos, y
El tercero significa: DISCRECION A NUESTROS TRABAJOS, como cláusula esencial, que en la misma forma hemos jurado conservar, bajo la pena de admitir, quedar manchados para siempre, ante el Mundo Ma¬sónico.
Estos tres Preceptos MORALES, que nos recuerdan otras tantas obli¬gaciones y responsabilidades, contraídas ante nuestros demás hermanos, constituyen la base fundamental, que sirve de GUIA AL CONCEPTO HUMANO, cuando se trata de definir los DEBERES DEL HOMBRE, para con todos los Seres que le rodean, y a los que en determinadas circuns¬tancias, debe ADMIRAR, AMAR, RESPETAR o TEMER; puesto que todo depende de la forma en que el individuo se haya compenetrado, de la ver¬dadera finalidad a que se propone llegar, al iniciar sus investigaciones y sus descubrimientos, dentro de los Fenómenos Naturales y Sobrenatura¬les, que durante su vida, se le presenten para su estudio.
Pero también debemos tomar en consideración, que la TEOLOGIA MASONICA, de una manera evidente nos demuestra que no hay lugar a duda; que el Origen, el Simbolismo y la Interpretación que se atribuye a los “TOQUES”, dados por los Masones, al estrecharse las manos en señal de SALUDO, o al anunciar su presencia, ante las Puertas de los Templos; sin duda han nacido de las DEMOSTRACIONES de afecto, de cortesía y de respeto, que la propia humanidad ha venido imponiendo desde su CREACION, como una costumbre tendiente a mantener, muy estrechos los Lazos de la Amistad, y los Vínculos Familiares; y es por eso también, que los HONORES, la VENERACION y la ADORACION que debemos al SER SUPREMO, se ha venido implantando en la conciencia de todos los Creyentes, mediante un Sistema algo complicado de SEÑA¬LES, de TOQUES y de SIGNOS convencionales, mismos que tienden a hacer más comprensibles y solemnes sus ceremoniales Ritualísticos; pero siempre que se tome en consideración el antecedente de que todas esas prácticas DOGMATICAS, tienen un alto significado Religioso, puesto que sistemáticamente, van de acuerdo con los hechos que públicamente se desarrollan como un CULTO D1VINO, dentro de los Recintos Sagrados, y ante los ojos de sus adeptos.
Hasta aquí, hemos venido demostrando que, las enseñanzas Simbó¬licas, que como medios de RECONOCIMIENTO, encontramos para .justi¬ficar la interpretación de los “TOQUES”, en relación con su significado MORAL o FILOSOFICO, dentro del contenido de los Temas Masónicos; no son otra cosa, que la verdadera ESENCIA DEL LENGUAJE SIMBO¬LICO SECRETO, la mayoría de las veces, expresado por medio de los Signos Dogmáticos, que se encuentran contenidos en la referida TEOLO¬GIA MASONICA.
Sin embargo, de todos nosotros es bien conocida, la justa aplicación que damos a todos los Símbolos, los que por otra parte, también con¬tienen un vasto cúmulo de enseñanzas Científicas y Filosóficas; mismas que nos dan la más alta concepción, de lo que es aprender a ser un VERDADERO MASON.
Para terminar, sólo nos resta hacer un corto Relato, sobre la. Forma de resolver algún caso en que haya necesidad de darse a reconocer, o de investigar la identidad, que acredite nuestra calidad de, MASONES Regulares, ante quienes así lo deseen. tomando en cuenta, que los Documentos muchas veces no son auténticos o bien que hayan sido extravia¬dos, en cuyo caso, podrá procederse como en seguida vamos a exponer:
En muchas ocasiones, puede suceder que sospechemos que alguna persona desconocida pertenezca a nuestra Orden; sea por la forma de iniciar sus conversaciones. por la forma o costumbre de saludar, por cier¬tos ademanes que se le noten o por la emisión de determinadas expre¬siones particulares; cuyas características nos son familiares entre herma¬nos; en este caso, es de nuestro deber intentar saber si efectivamente, aquel individuo es un verdadero MASON, por lo mismo hay que aprovechar la primera oportunidad para que, sin ser observados por las miradas indis¬cretas de los Profanos, procurar INTERROGARLO MINUCIOSAMENTE, haciendo uso de las CINCO siguientes REQUISICIONES, establecidas para la Identificación Masónica.
1. PREGUNTA: ¿SOIS MASON?; el interpelado debe contestar in-mediatamente en forma categórica: ¡MIS HERMANOS ME RECONOCEN COMO TAL!
2. PREGUNTA: ¿COMO PODREIS DEMOSTRARLO?; cómo respues¬ta, el interrogado debe decir: ¡POR LOS SIGNOS, LOS TOQUES Y LAS PALABRAS QUE NOS SON CONOCIDAS!
3. PREGUNTA: ¿PODEIS DARME EL SIGNO?; el interpelado debe hacerlo en la forma acostumbrada.
4. PREGUNTA: ¿PODEIS DARME EL, TOQUE?; en este caso, ambos se estrechan las Manos, y se dan mutuamente dichos TOQUES, pero en la forma que es costumbre hacerlo.
5. PREGUNTA: ¿PODEIS DARME AHORA LA PALABRA DEL GRADO?; el interrogado contestará inmediatamente: ¡OS LA DARE! como me ha sido comunicada, pues no me es permitido PRONUNCIARLA; la escucharéis ¡DELETREADA! y al Oído; ¡DADME LA PRIMERA LETRA, Y OS DARE LA SEGUNDA! ¡PRINCIPIAD Y OS SEGUIRE!
Si el resultado del RECONOCIMIENTO es satisfactorio para ambos, desde luego procederán a darse el TRIPLE ABRAZO MASONICO, en señal de haberse identificado como Miembros de la Fraternidad; pero si por el contrario, se descubre que hay duda de que el interrogado sea un verdadero Masón, se le harán otras preguntas más, sobre sus conoci¬mientos en Masonería; y si se CONFIRMA LA NEGATIVA, no hay mas que procurar, con toda prudencia y discreción, conocer su Nombre y Ape¬llido, a la vez que manifestarle sus sentimientos sinceros; por no haber podido DEMOSTRAR ser Miembro de nuestra Institución, en cuyo caso se debe cambiar de conversación, pero continuando en buena armonía, aunque de todas maneras, es conveniente que en todos estos casos,. en la primera oportunidad, se dé cuenta al Venerable Maestro de la Logia a que se pertenezca, para el fin de que la noticia llegue a conocimiento de los demás hermanos y se guarden de tratar asuntos relacionados con nuestra Orden, delante de él.
Como se ve, cada día nos vamos compenetrando más, de que dentro de los Trabajos de las Logias, no existe nada INUTIL, que nada hay OCIOSO ni nada es MUDO, puesto que todo tiene una explicaci6n MO¬RAL Y otra CIENTIFICA entre los Símbolos, los Emblemas. y las Alegorías, así como entre los Artefactos, los Útiles, los Objetos, las Herramien¬tas con que se trabaja y los Enseres que decoran o se usan dentro de los TEMPLOS MASONICOS.
Es también por eso que las enseñanzas Filosóficas y Morales, cuyos principios básicos lo son la inmensa variedad de Figuras y de Objetos que. observamos en nuestras Logias; puesto que siempre nos han propor¬cionado la Grandiosa Oportunidad de adquirir los conocimientos necesa¬rios para poder AFIRMAR en forma categórica y con ORGULLO, qué a los Talleres Masónicos, jamás se penetra a PERDER EL TIEMPO.

BAPHOMET: El Dios de la Luz


BAPHOMET: El Dios de la Luz


Existe un dios de la Luz, denominado Baphomet, Lucifer, Iblis, Prometeo…, que aparece a lo largo de los tiempos entre los templarios, los rosacruces, los illuminati, la masonería, resultando el verdadero conductor de la iniciación.
Los templarios medievales y actuales tuvieron y tienen como dios de la Luz a Baphomet, la “cabeza parlante”. El mismo dios de la Luz en varias expresiones (Baphomet, Lucifer…) ha sido importante para los Illuminati de todos los tiempos. Dan Brown, en Ángeles y Demonios (Umbriel, 2004), así lo explica, aunque envuelto en sus fantasías. Los rosacruces y sus ramas Golden Dawn y Thelema tienen muy en cuenta a Baphomet. Finalmente, la masonería moderna igualmente incorporó e incorpora en sus rituales y enseñanzas, aunque cada vez menos, al dios de la Luz en sus expresiones de Iblis, Baphomet, Lucifer… Recordemos que el general Albert Pike, en uno de los grandes tratados masónicos, Morals and Dogma of the Ancient and Accepted Scottish Rite of Freemasonry, escribía: “LUCIFER, ¡El Portador de la Luz! ¡Extraño y misterioso nombre, dado al Espíritu de las Tinieblas! ¡Lucifer, el Hijo de la mañana! ¿Él es quien lleva la Luz, y con sus resplandores intolerables ciega a las Almas débiles, sensuales o egoístas? ¡No lo dudéis, porque las Tradiciones están llenas de Revelaciones e Inspiraciones divinas, y la Inspiración no es de una Edad, ni de un credo. Platón y Filón también estaban inspirados”.
En resumen, se puede decir que existe un dios de la Luz, denominado Baphomet, Lucifer, Iblis, Prometeo…, que aparece entre los templarios, los Illuminati, los rosacruces, la masonería…, portando la Luz y la iniciación.
El Sistema de iniciación denominado Rojismo y sus órdenes (Orden Illuminati y Societas OTO) centran la iniciación en el dios de la Luz Baphomet, como se ha visto en la presente obra. Por tanto, nada mejor que conocerlo un poco mejor.
La figura de Baphomet ha estado sujeta en repetidas ocasiones ha interpretaciones poco rigurosas. El fallecido Montague Summers, presunto experto en demonología y brujería, derivaba la palabra del término griego Baph Metis, bautismo de Luz. La ocultista Madeline Montalban, fundadora de la Orden de la Estrella de la Mañana, defendía la hipótesis de que el nombre se derivaba de la exótica palabra Bfmaat, que significaba “el Abridor de la Puerta”. Y el ocultista francés Eliphas Lévi aseguraba en sus obras que el secreto de tan misterioso nombre se descubría al invertir sus letras. No seré yo quien entre en la polémica. Para mí, la apreciación más correcta es que Baphomet significa bautismo de Luz y Sabiduría.
En cualquier caso, siguiendo el excelente dibujo que realizó Eliphas Lévi, encontramos los símbolos que demuestran que Baphomet es, sin duda, el dios de la Luz y la iniciación.
Lévi dibujó a Baphomet con cabeza de cabra, rasgos andróginos y símbolos iniciáticos, sentado sobre un cubo. Entre los cuernos de la entidad dibujó un pentragrama y una antorcha. En su cuerpo añadió unos pechos femeninos y un falo con forma de vara de Hermes, un brazo masculino y otro femenino y una mano hacia arriba y otra mano hacia abajo, señalando una luna creciente y otra menguante. Cada brazo tenía una palabra en latín: solve y coagula.
Repasemos los símbolos citados desde la simbología. La piedra bruta simboliza al masón en estado bruto, el Aprendiz. El cubo de seis caras (cuadrados) simboliza al masón en estado elevado, el Compañero. El cuadrado, que se relaciona con el cubo, es el símbolo del mundo y de la naturaleza. En él encontramos el nombre de dios en hebreo, YHVH, los cuatro elementos, las cuatro estaciones. Tenemos, pues, a un Baphomet sentado sobre el mundo, el dios de la Creación.
La antorcha simboliza la Luz divina y es llevada por aquél que porta la Luz a la humanidad. Baphomet es, por tanto, según la simbología, el dios que porta la Luz. ¿No concuerda esta explicación con la condición de dios de la iniciación de Baphomet?
El pentagrama o estrella de cinco puntas ha sido utilizado desde los albores de la humanidad. Los pitagóricos lo denominaban Pentalfa y algunos iniciados lo vinculan a Sirio, el primer dios que, tal vez, conoció la humanidad. Kenneth Grant, jefe de la OTO inglesa y último discípulo de Aleister Crowley, apuntaba que “para los egipcios Sirio fue expresado por el jeroglífico de los dientes y la serpiente, siendo ella la madre primordial que parió a los siete planetas conocidos como los determinadores del tiempo”. Se podría añadir que Sirio está representada también por el perro y es la “estrella de la mañana”, la estrella que da origen a la Creación… Baphomet, por todo ello, se presenta con un símbolo ligado al primer dios, a la Luz Primordial.
El estado derecho del pentagrama simboliza el triunfo del espíritu sobre la materia; el estado inverso, por contra, simboliza lo contrario. El pentagrama de Baphomet aparece en su estado derecho, porque su figura es divina e iniciática, no material como es el caso de Satanás. De hecho, las sectas satánicas actuales utilizan el pentagrama en inversión.
El resto de simbología de Baphomet, sin embargo, debe observarse desde el hermetismo y sus siete principios herméticos. Los símbolos de Baphomet se muestran ligados a los siete principios herméticos. Eso prueba una vez más que éste es el dios de la Luz y la iniciación.
El hermetismo invita a descubrir todos los misterios del Universo y Baphomet posee su ciencia desvelada en símbolos.
Veamos la relación entre los siete principios herméticos y Baphomet.
1. PRINCIPIO DE MENTALISMO.
Las palabras solve y coagula de Baphomet, en alusión a la facilidad para disolver y crear, simbolizan el “todo es mente, el Universo es mental”.
2. PRINCIPIO DE CORRESPONDENCIA.
Una mano hacia arriba y otra mano hacia abajo de Baphomet simbolizan el “como es arriba, es abajo”.
3. PRINCIPIO DE VIBRACIÓN.
Las citadas manos y la vara de Hermes en vibración simbolizan el “nada está inmóvil, todo vibra”.
4. PRINCIPIO DE POLARIDAD.
Las dos direcciones de las manos, la luna negra y la luna blanca, los pechos femeninos y el falo masculino de Baphomet, simbolizan el “todo es doble”.
5. PRINCIPIO DE RITMO.
Las fases lunares representadas por las dos lunas simbolizan el “todo fluye y refluye, avanza y retrocede, sube y baja”.
6. PRINCIPIO DE CAUSA Y EFECTO.
Las palabras solve y coagula de Baphomet simbolizan el “toda causa provoca un efecto y todo efecto parte de una causa”.
7. PRINCIPIO DE GENERACIÓN.
Los pechos femeninos y el falo masculino, los dos tipos de brazo de Baphomet, simbolizan el “todo es masculino y femenino”.
Cuando el iniciado culmina la iniciación en el Rojismo, mediante el tantra y la cábala, se transforma en el andrógino divino, en el andrógino alquímico, en el propio dios, descubriendo que puede transformar su realidad y toda la realidad que lo envuelve. Es entonces cuando ha superado todas las fases de la alquimia y la última fase Obra al Rojo. Se puede decir que es entonces cuando, gracias a Baphomet y a una ruta iniciática unida a él, ha descubierto su poder real. Y es que sin Baphomet la iniciación no puede ser completada, porque falta conocimiento, Luz y una ruta iniciática que exalta al hombre a su condición de dios, al HOMO EST DEUS.
La Filosofía Rojista, la psicología científica, etc., realizarán el resto en el Sistema…
Por todos estos motivos, los iniciados de alto grado que hemos experimentado esa fase alquímica, la Obra al Rojo, tenemos el deber de exaltar la figura del dios de la Luz, en el proceso iniciático, abandonando cualquier duda al respecto.
Como conclusión, cabe decir que, en el psicoanálisis, la figura del dios de la Luz tiene su importancia para Freud. De manera no sistemática, a lo largo de su obra y su correspondencia, Freud elaboró un psicoanálisis aplicado al dios de la Luz, que él denominó Satán, ya que como hebreo así lo conocía en su tradición. Primero, decubrió que éste era una representación del inconsciente. Después, lo asoció al padre malo. Acepto lo primero, porque es cierto que existe una relación entre el inconsciente y el dios de la Luz Baphomet. Con el tantra y la cábala, el iniciado penetra su inconsciente y descubre a Baphomet en su interior. Pero discrepo de lo segundo. El padre malo no es Satán, sino el dios esclavista; para mí el dios de la Luz sería el abuelo, con quien pacta el hijo que lucha contra su padre (dios esclavista), en pleno proceso de rebelión.

domingo, 5 de septiembre de 2010

LA TESIS DE RENÉ GUÉNON SOBRE LOS ORIGENES DEL CRISTIANISMO



LA TESIS DE RENÉ GUÉNON SOBRE LOS ORIGENES DEL CRISTIANISMO

J.M. d'Ansembourg

Traducción, J. Lohest

Hace unos años, las paredes de la gran ciudad estaban de nuevo empapeladas con carteles electorales que prometían una ola de renovación y de felicidad. Los del partido comunista (tendencia Moscú) habían sido pegados con furia encima de los del partido comunista (tendencia Pekín) y viceversa. Al su lado, figuraban grandes eslóganes del partido liberal que ninguno de los dos hermanos enemigos había juzgado útil ocultar o arrancar.

¿Acaso no ocurrió un fenómeno similar con el nacimiento del Cristianismo? San Pablo, el apóstol de los Gentiles, aportó una contribución tan determinante para la expansión de la joven religión que cabría preguntarse si, sin él, habría sobrevivido; para ello, comentó y desarrolló el patrimonio judío de esta nueva religión con la ayuda de elementos y nociones griegas que recuerdan la filosofía de los Gentiles y sus religiones de Misterios. En efecto, se dedicó al mundo greco-oriental que, sin esta "preparación", hubiera tenido gran dificultad para asimilar la enseñanza de Jesús, que se dirigía a la mentalidad judía (1). Esta adaptación debió estar en la raíz de las incomprensiones y el odio que surgieron desde los comienzos, entre judíos y cristianos. Por otra parte, cabría preguntarse si las sorprendentes semejanzas entre el cristianismo paulino y las religiones de Misterios o iniciaciones antiguas no fueron las que provocaron las execraciones mutuas que conocemos. Si bien los cristianos sufrieron esas feroces persecuciones durante los tres primeros siglos, ciertamente devolvieron el cambio (centuplicado) a los paganos, por la vía de la erradicación...

Sin embargo, si se hace el esfuerzo de levantar las cortezas y los velos, si se va más allá de las imágenes y ritos para husmear el buen olor de vida que esparce la médula de los Sabios, estaremos sorprendidos de olerla, tanto en el caso de los judíos como en el de los cristianos, tanto en los Misterios paganos como en la Tradición apostólica: ¡En huesos separados la única médula suculenta!

Hemos tenido la audacia de afirmar que las religiones de Misterios y las iniciaciones paganas presentaban grandes similitudes con el Cristianismo de los primeros siglos : volveremos posteriormente a ello. No obstante, debemos constatar que los orígenes del Cristianismo permanecen muy misteriosos y aún hoy en día nos vemos obligados a esbozar hipótesis para intentar amueblar los sombríos lienzos de pared que subsisten en su historia primitiva.

Ciertamente no resolveremos aquí estos enigmas; nuestra ambición se limita a dar a conocer mejor una tesis que quizás explicaría algunos malentendidos y que no puede ser rechazada fácilmente si uno se esfuerza realmente en reflexionar sobre la cuestión, abandonando todo prejuicio, tanto clerical como anticlerical. Esta tesis la expresó René Guénon en sus Aperçus sur l'Esotérisme Chrétien (Ed. Traditionnelles, París, 1971) :

«Lejos de ser la religión o la tradición esotérica que conocemos actualmente bajo este término, en sus orígenes el Cristianismo tenía, tanto en sus ritos como en su doctrina, un carácter fundamentalmente esotérico y por consiguiente, iniciático. Encontramos confirmación de ello en que la tradición islámica considera al Cristianismo primitivo propiamente como una tariqah, es decir, una vía iniciática y no como una shariyah o legislación de orden social dirigida a todos; lo cual es tan cierto que posteriormente se tuvo que suplir esta falta con la constitución de un derecho "canónico" que en realidad no fue más que una adaptación del antiguo derecho romano, o sea, algo que vino enteramente del exterior y no un desarrollo de lo que estaba contenido en el Cristianismo en sí. Además, es evidente que en el Evangelio no se encuentra ninguna prescripción que pudiera ser considerada poseedora de un verdadero carácter legal en el sentido propio de esta palabra; la expresión que todos conocemos de "Hay que devolver al César lo que es del César ..." nos parece muy adecuada en este caso, ya que implica formalmente, para todo lo que es de orden exterior, la aceptación de una legislación completamente extranjera a la tradición cristiana y que no es más que la que existía en el contexto donde ésta nació, por cuanto estaba incorporada en el Imperio romano. Sería, sin duda, una grave laguna si el Cristianismo hubiera sido entonces aquello en lo que se convirtió más tarde; la existencia de tal laguna no sólo sería inexplicable, sino totalmente inconcebible en una tradición ortodoxa y regular, si dicha tradición tenía que comportar realmente un exoterismo y un esoterismo, y si tenía incluso, diríamos, que aplicarse ante todo al dominio exotérico; por el contrario, si el Cristianismo tuviera el carácter que acabamos de decir, la cosa se explicaría sin ningún esfuerzo, puesto que no se trataría en absoluto de una laguna sino de una abstención voluntaria de no intervenir en un sector que, por definición, no le concernía en estas condiciones.

Para que esto hubiera sido posible, habría sido necesario que la Iglesia cristiana, en los primeros tiempos, hubiera constituido una organización cerrada o reservada, en la que no todos eran admitidos indistintamente sino sólo los que poseían las cualificaciones necesarias para recibir válidamente la iniciación bajo la forma que se podría llamar "crística"; y se podría encontrar con facilidad muchos indicios que muestran que realmente ocurrió así, aunque sean por lo general incomprendidos en nuestra época y que incluso, como consecuencia de la tendencia moderna que niega el esoterismo, se busque con demasiada frecuencia de forma más o menos consciente, desviarlos de su verdadero significado.» (2) (págs. 9 y 10).

Hay que reconocer que el argumento de Guénon tiene su peso. Al fundar el Judaísmo, Moisés le dio libros legislativos que regulaban toda la sociedad judía (el Exodo, Levítico, Números, Deuteronomio, etc...). Asimismo, Mahoma, al transmitir la ley coránica, organizó el mundo del Islam tanto en el terreno profano como en el religioso. El Nuevo Testamento carece de este carácter legislativo de lo cual Guénon deduce que no estaba destinado a fecundar una religión nueva con una sociedad también nueva y abierta a todos.

Pero si los ritos cristianos eran al principio específicamente iniciáticos y reservados, ¿cómo se explica que hayan pasado a formar parte de una religión que se dirigía al gran público?

«Seguramente debió tratarse de una adaptación que, pese a las deplorables consecuencias que tuvo en algunos aspectos, fue plenamente justificada e incluso necesaria a causa de las circunstancias del tiempo y del lugar.

Si se considera cuál era, en aquella época, el estado del mundo occidental, es decir del conjunto de países que comprendía el Imperio romano, uno puede fácilmente darse cuenta de que si el Cristianismo no hubiera "descendido" al dominio exotérico, este mundo, en su conjunto, hubiera quedado rápidamente desprovisto de toda tradición; ya que las existentes hasta entonces, como la tradición greco-romana que predominaba de forma natural entonces, habían alcanzado un grado tan elevado de degeneración que indicaba que su ciclo de existencia estaba a punto de terminar (3). Este "descenso", queremos insistir en ello, no fue en absoluto un accidente o una desviación; al contrario, debemos considerar que tuvo un carácter verdaderamente "providencial", ya que evitó que Occidente cayera ya en aquel momento en un estado que, a fin de cuentas, podría compararse al que vivimos ahora. El momento en el que debía producirse una pérdida general de la tradición como la que caracteriza a los tiempos modernos, todavía no había llegado; hacía falta, pues, que hubiera un "restablecimiento", que sólo el Cristianismo podía operar, con la condición de renunciar al carácter esotérico y "reservado" que tuvo en un principio; y así, el "restablecimiento" no sólo iba a ser benéfico para la humanidad occidental, lo cual es demasiado evidente como para tener que insistir en ello, sino que a su vez, estaba en perfecto acuerdo con las leyes cíclicas en sí mismas, tal como lo está cualquier acción "providencial" que interviene en el curso de la historia.

Sería probablemente imposible asignar una fecha concreta a este cambio que convirtió el Cristianismo en una religión en el propio sentido de la palabra y en una forma tradicional dirigida a todos sin distinción. En cualquier caso, lo cierto es que era un hecho consumado en la época de Constantino y del Concilio de Nicea, de forma que éste no tuvo más que "sancionarlo", por así decirlo, inaugurando la era de las formulaciones dogmáticas destinadas a constituir una presentación puramente exotérica de la doctrina. Eso no podía ocurrir sin algunos inconvenientes inevitables, dado que el hecho de encerrar de este modo la doctrina en unas fórmulas claramente definidas y limitadas, hizo que fuera mucho más difícil, incluso para quiénes realmente eran capaces de ello, penetrar en el sentido profundo; además, las verdades de orden propiamente esotéricas, que estaban por su propia naturaleza fuera del alcance de la mayoría, ya no podían ser presentadas de otra forma más que como "misterios" en el sentido que la palabra tiene vulgarmente, es decir que, a los ojos de la mayoría, no tardaron en aparecer rápidamente como algo imposible de entender, incluso prohibido de profundizar. Sin embargo, estos inconvenientes no fueron tan grandes como para oponerse a la constitución del Cristianismo en forma tradicional exotérica o como para impedir su legitimidad, dada la inmensa ventaja que, como hemos dicho, habría de resultar posteriormente de ello para el mundo occidental; además, si el Cristianismo como tal dejaba de ser iniciático, quedaba aún la posibilidad de que subsistiera en su interior, una iniciación específicamente cristiana para la elite, que no podía quedarse sólo con el punto de vista exotérico encerrándose así en las limitaciones inherentes a éste; pero eso es otra cuestión que analizaremos más adelante.

Por otra parte, debemos subrayar que este cambio en el carácter esencial e incluso en la naturaleza misma del Cristianismo, explica perfectamente, como decíamos al principio, que todo lo que le precedió haya sido voluntariamente envuelto en la oscuridad e incluso que no haya podido ser de otra forma. Es evidente que la naturaleza del Cristianismo original, en cuanto era esencialmente esotérica e iniciática, tenía que permanecer completamente ignorada por los que ahora eran admitidos en el Cristianismo, convertido en exotérico; por consiguiente, todo lo que pudiera revelar, incluso de forma solapada lo que el Cristianismo había sido realmente en su comienzo, debía permanecer cubierto de un velo impenetrable» (ibídem, págs. 13 a 16).

Se podría pensar que el extraordinario número de herejías denunciadas ya desde el principio de la historia del Cristianismo está en gran parte vinculado con una necesidad en la que la Iglesia se encontró repentinamente, de definir dogmáticamente la Verdad, utilizando un lenguaje dirigido a todos. Además, desde una óptica exotérica, las autoridades religiosas quisieron juzgar y condenar enseñanzas que normalmente no hubieran tenido que ser divulgadas de lo cual resultó un lío inextricable; éste es el sentido expresado por una importante nota de Guénon :

«En otra parte hemos observado que la confusión entre estos dos sectores (exotérico y esotérico) constituye una de las causas que con mayor frecuencia origina las "sectas" heterodoxas; no es de extrañar que un gran número de las antiguas herejías cristianas tuvieron este origen. Ello explicaría las precauciones tomadas para evitar, en la medida de lo posible, esta confusión cuya eficacia no podríamos de ninguna manera poner en duda, incluso si, desde otro punto de vista, estamos tentados de lamentar que tuvieron por efecto secundario la aportación de dificultades casi insuperables al estudio profundo y completo del Cristianismo» (pág. 17).

Rogamos al lector nos disculpe por la extensión de estas citas, pero nos parece interesante que los cristianos cultos conozcan una tesis que fue rechazada con más ardor partidista que objetividad.

¿Tiene razón Guénon? Reconocemos estar seducidos por su audaz idea puesto que explicaría por qué hay tan escasas certidumbres respecto a los primeros siglos cristianos; pero no somos quiénes para decidir. Además del argumento "legislativo" indicado anteriormente, Guénon hace valer la similitud entre los ritos de iniciación y el ritual de los sacramentos. Por nuestra parte, añadiremos tres elementos nuevos:

1) El cursus honorum de los catecúmenos es fiel copia de las iniciaciones;

2) El Cristianismo primitivo tiene un estrecho parentesco con el culto de Mitra, que constituye en sí mismo una religión de Misterios;

3) Encontramos en las cartas de San Pablo una terminología equivalente a la de las iniciaciones antiguas.

El Catecumenado

En el siglo III, el Concilio de Elvira codificó el recorrido que tenían que seguir los que aspiraban al bautizo; las fuentes fiables son pocas sobre lo ocurrido en los dos primeros siglos.

Primero, se ponía a prueba al candidato mediante un severo examen de admisión; se prestaba una especial atención a su profesión puesto que los que ejercían una profesión relacionada con la idolatría (pintores, escultores de dioses), los guerreros, los empleados en juegos del circo, los adivinos, los magistrados, etc... eran excluidos. Si juzgaban seria la conversión, el aspirante recibía los títulos de Cristiano y de Catecúmeno (es decir, "enseñado", "discípulo") después de una recepción con ritual (imposición de manos, soplo del Espíritu Santo, ...).

Había tres grados. El primero era el de "escuchante" o "auditor" (akouomenos, audiens) que debía permanecer mudo y asimilar la catequesis durante un mínimo de dos años. La similitud con el primer grado del Orden de los Pitagóricos, el grado de los "escuchantes" (akousmatikoi), es sorprendente (4).

El escuchante calificado accedía al grado de "prosternado" (hypopipton, genu flectens o también orans). Antes de anunciar las plegarias al Oficio, el diácono decía: Ya no hay escuchante, ya no hay infiel. Tras haber salido, ordenaba a los catecúmenos de las 2 clases superiores y a los bautizados que rogaran por ellos, y un poco más tarde pedía a todos los catecúmenos que se fueran a fin de que sólo los bautizados (o fieles) asistieran al Misterio de la Misa.

Los prosternados se convertían en "competentes" (competentes: los que buscan juntos); también se les llamaba illuminandi (que deben ser iluminados por el Bautismo). Se les confiaba el misterio de la Santa Trinidad, la doctrina relativa a la Iglesia y a la remisión de los pecados, materia sobre la que después serían examinados. Y sólo poco tiempo antes de su bautizo se les comunicaba el Símbolo de los Apóstoles (Credo) y el Pater.

Durante la Cuaresma podían "inscribirse" con un nuevo nombre y esta inscripción les concedía el título de "elegidos" (electi) a fin de ser bautizados por Pascua. El Bautismo estaba precedido por unos rigurosos ayunos de abstinencia y continencia; el bautizado recibía la apelación de "fiel" (pistos, fidelis), de "iniciado" (memuemenos), de "iluminado" (illuminatus), o también de "niño" (puer, infans).

Pero no nos extenderemos sobre el ritual propio del Bautismo.

En los primeros tiempos el Bautismo no se recibía antes de la edad adulta. El título de puer se otorgaba a un adulto bautizado que, renacido con un nombre nuevo, debía crecer y alcanzar la plenitud de la madurez según la vía enseñada por Cristo (5).

Todo ello muestra que la nueva religión, aunque se expandiera rápidamente por el imperio romano, era muy exigente en cuanto a la calidad de sus miembros y sólo los admitía progresivamente a los santos Misterios, según un método que se parece a iniciaciones sucesivas (6).

Los misterios de Mitra

Este dios iraní inicia su carrera en el mundo romano en el primer siglo antes de J.C.

Luz emanada del cielo, nace de una roca, de una piedra regeneradora. Sólo unos pastores asisten al milagro y vienen a adorar al niño divino ofreciéndole las primicias de su rebaño. Se podría pensar que la figura de los Reyes Magos que encontramos en el Cristianismo es un reconocimiento sino de filiación, al menos de primazgo lejano con la religión iraní de los Magos.

El culto se celebraba en un santuario que tenía forma de cueva (spelaeum); se conmemoraba el nacimiento de Mitra el 25 de diciembre y las iniciaciones se realizaban en primavera «en la época pascual en la que los Cristianos admitían también los catecúmenos al bautismo» (7).

Rápidamente las dos religiones compitieron; su difusión se hizo al mismo ritmo en todo el imperio romano durante los tres primeros siglos.

«La lucha entre las dos religiones rivales fue tanto más pertinaz cuanto que sus caracteres eran semejantes. Asimismo, sus adeptos formaban conventículos secretos, estrechamente unidos, cuyos miembros se otorgaban el nombre de "Hermanos". Los ritos que practicaban ofrecían numerosas analogías : los sectarios del rey persa, al igual que los cristianos, se purificaban por un bautismo, recibían como en una confirmación la fuerza de combatir los espíritus del mal y esperaban de una comunión, la salvación del alma y del cuerpo. También como ellos, santificaban el domingo y festejaban el nacimiento del Sol el 25 de diciembre, el día en que se celebraba la Navidad, al menos desde el siglo IV. Predicaban también una moral imperativa, consideraban meritorio el ascetismo y contaban entre las virtudes principales la abstinencia y la continencia, la renuncia y el dominio sobre uno mismo. Sus concepciones del mundo y del destino del hombre eran similares : unos y otros admitían la existencia de un cielo de los bienaventurados situado en las regiones superiores y de un infierno poblado de demonios, contenido en las profundidades de la tierra; situaban en los orígenes de la historia un diluvio; la fuente de sus tradiciones era una primitiva revelación; por último, también creían en la inmortalidad del alma, en el juicio final y en la resurrección de los muertos en la conflagración final del universo.

Hemos visto cómo la teología de los misterios hacía del Mitra "mediador" el equivalente del Logos alejandrino. Como él, Cristo era el Mesites, el intermediario entre su Padre celeste y los hombres, y, como él, también formaba parte de una trinidad. Estas similitudes no eran ciertamente las únicas que la exégesis pagana estableció entre ellos, y la figura del dios tauróctono que se resigna en contra de su voluntad a inmolar a su víctima para crear y rescatar el género humano, había sido seguramente comparada a la imagen del Redentor que se sacrifica para la salvación del mundo (...)

Las similitudes entre las dos iglesias enemigas eran tan numerosas que produjeron un impacto considerable ya en la misma antigüedad. Desde el siglo II, los filósofos griegos establecieron entre los misterios persas y el cristianismo un paralelismo más favorable a los primeros. Por su lado, los Apologistas insisten sobre las analogías de las dos religiones y las explican por una falsificación satánica de los ritos más sagrados de su culto. Si las obras polémicas de los partidarios de Mitra existiesen todavía, veríamos sin duda en ellas la misma acusación dirigida a sus adversarios.

Podemos estar satisfechos de zanjar una cuestión que dividía a los contemporáneos de entonces y que siempre será sin duda imposible de resolver. Conocemos poco, por no decir nada, de los dogmas y la liturgia del mazdeísmo romano, así como del desarrollo del cristianismo primitivo para poder determinar cuales fueron las influencias recíprocas que actuaron sobre su evolución simultánea»(8).

Es imposible, en el marco de este artículo, entrar en los detalles de los siete grados de iniciación y del secreto que rodeaba una doctrina progresivamente revelada. Remitimos al lector a la relevante obra de Cumont así como a la de M. Vermaseren titulada Mithra, ce dieu mystérieux, ed. Sequoia, 1960. Retendremos de ello que este culto era sin duda una religión de Misterios con diversos grados de iniciación que se practicaban en secreto y que los cultos paganos ponían al cristianismo naciente al mismo nivel.

San Pablo y los misterios

Antes de hablar de la terminología de San Pablo, sería útil recordar brevemente lo que eran las iniciaciones antiguas (9). Aquí también, las fuentes son limitadas y quedan muchas preguntas sin resolver; hay que reconocer que los Antiguos Sabios han sido más discretos respecto a sus ceremonias secretas que los iniciados de los trescientos últimos años. Recordaremos dos textos clásicos. El primero procede de la maravillosa obra El asno de oro (o Las Metamorfosis) de Apuleyo (10) en el que Lucio aspira a ser iniciado en los Misterios de Isis :

«Día a día crecía en mí el deseo de recibir la consagración. En varias ocasiones había ido a visitar al gran sacerdote para suplicarle encarecidamente que me iniciara por fin a los misterios de la santa noche».

Pero incitan a Lucio a que tenga paciencia :

«Tenía que evitar cuidadosamente tanto la precipitación como la desobediencia así como la doble falta de mostrar cierta lentitud cuando se me llamase o cierta prisa sin haber recibido la orden. Además, ninguno de los miembros de su clero tenía la suficiente loca imprudencia, ni por decir mejor, no estaba decido a morir como para afrontar temerariamente, sin haber recibido él también la orden expresa de la soberana, los riesgos de un ministerio sacrílego y para cargar con un pecado que lo condenaría a morir. Y es que las llaves del infierno y la garantía de salvación están en manos de la diosa. El acto mismo de la iniciación figura una muerte voluntaria y una salvación obtenida por la gracia. El poder de la diosa atrae a ella a los mortales que, habiendo alcanzado el término de la existencia y hollando el umbral donde acaba la luz, puede confiárseles sin temor los secretos augustos de la religión; los hace renacer de cierta manera por el efecto de su providencia y les abre, devolviéndoles la vida, una carrera nueva. Por tanto, yo también debía conformarme a su voluntad celeste, aunque desde hacía tiempo el favor evidente de la gran divinidad me hubo claramente designado y marcado para su bienaventurado servicio. Asimismo, al igual que sus demás fieles, debía a partir de entonces abstenerme de alimentos profanos y prohibidos, a fin de tener, con más seguridad, acceso a los misterios de la más pura de las religiones » (XI, 21).

Así, Lucio vence su ardor hasta que la Diosa manifiesta su misericordia : Pues durante una noche oscura, sus órdenes que no tenían nada de oscuro, me advirtieron de manera segura que había llegado el día tan anhelado en que ella cumpliría mi deseo más ardiente.

Lucio tuvo entonces que tomar un baño ritual, recibir aspersiones de agua lustral y reunir instrucciones que sobrepasan la palabra humana. Tras un ayuno y una abstinencia de diez días, por fin llegó el momento fijado para la divina cita. Y el sol, ya en su declive, traía a la noche, cuando afluía de todas partes una multitud de gente que según el antiguo uso de los misterios, me honraban con diversos regalos. Luego, se aleja a los profanos, me revisten de un vestido de lino por estrenar, y el sacerdote, cogiéndome por la mano, me conduce a la parte más escondida del santuario.

«Quizá, lector deseoso de instruirte, te preguntes con una cierta ansiedad lo que luego fue dicho y hecho. Lo diría si estuviera permitido decirlo; y lo aprenderías si te estuviera permitido oírlo. Pero tanto tus oídos como mi lengua tendrían que pagar la pena correspondiente a una indiscreción impía o a una curiosidad sacrílega. No obstante, no infligiré el tormento de una larga angustia al piadoso deseo que te mantiene en suspense. Escucha, pues, y créeme : todo lo que te diré es cierto. Me he acercado a los límites de la muerte; he hollado el umbral de Proserpina y he vuelto llevado a través de todos los elementos; en plena noche, he visto brillar el sol con una luz centelleante; me he acercado a los dioses de abajo y a los dioses de arriba, los he visto de cara y adorado de cerca. Este es mi relato y estás condenado a ignorar lo que has oído. Me limitaré, pues, a contar lo que está permitido revelar, sin sacrilegio, a la inteligencia de los profanos» (Ibídem 23).

Otro testimonio es el de Temistios que vivió durante el siglo IV después de J.C. Hace un parangón entre la iniciación y la muerte:

«En aquel momento, el alma experimenta las mismas impresiones que conocen aquellos que son iniciados en los grandes misterios. Las mismas palabras, las mismas cosas: en efecto, se dice teleutan (morir) y teleisthai (ser iniciado). En primer lugar, la aventura, los penosos dédalos, las terribles e interminables carreras en la oscuridad. Luego, antes de la conclusión, todos los terrores: el escalofrío, el temblor, el repeluzno, la angustia. Entonces es cuando queda asombrado por una claridad particular; lugares puros, las praderas se descubren, se alzan voces, se percibe con el ritmo de danzas, apariciones y armonías divinas. En este marco se mueve aquel que ha terminado su iniciación; libre y despreocupado, con una corona en la cabeza, celebra los misterios; vive en compañía de hombres puros y santos; contempla a aquellos que no han sido iniciados aquí: una multitud impura, rebajada y transportada de aquí para allá en un recipiente, en medio de las brumas; los ve vivir en el temor de la muerte entre los malvados, sin esperanza de una felicidad venidera en el más allá»(11).

Pasando por la muerte, experimentando pruebas misteriosas y terribles, el candidato alcanza la luz, la alegría y la libertad. Recibe una corona gloriosa que lo hermana con los puros y los santos.

He aquí lo que San Pablo dice :

«Vemos a Jesús coronado de gloria y honor a través de la experiencia de la muerte, de modo que por la gracia de Dios, gustó la muerte para el provecho de todos. En efecto, convenía que Aquel gracias y a través de quien existen todas las cosas, volviera "perfecto" (teleiosai), después de haber llevado a la gloria a un gran número de hijos, al iniciador de su salvación por medio las pruebas» (Hebr. II, 9-10).
En otros términos (más atrevidos, quizá) el Padre ha llevado al Hijo a la plenitud de la iniciación y éste hará lo mismo con un gran número de sus hijos.

Encontramos en estos dos versículos todo lo que constituía la iniciación antigua : las pruebas, la muerte, la coronación o la perfección de la iniciación. Observemos de paso, que se trata de nociones griegas o greco-orientales o incluso paganas (para utilizar un término ambiguo), pero en ningún caso judías.

La palabra teleiosai es un indicio claro, como lo precisa el exegeta católico N. Hugedé: «el término teleio, "perfecto", se utiliza en la lengua griega de forma muy especial y no tiene mucha relación con la indicación de una cualidad moral. Es un término del lenguaje técnico-filosófico-religioso, utilizado para determinar a aquel que ya no tiene nada más que aprender, que ha alcanzado la plena madurez y la completa iniciación, por oposición al profano, al niño, al hombre de la calle que si bien posee todas las virtudes, no está al corriente de los secretos que están reservados a un número muy reducido de privilegiados. La obra de Pablo es un testimonio constante de este uso». (12)

Encontramos el término de Teleios, perfecto, con un sentido indudablemente iniciático en el extraordinario tratado de la Crátera de Hermes Trismegisto :

«Así pues, todos los que han prestado atención a la proclamación y han sido bautizados con este bautismo del Nous, han participado del conocimiento (gnosis) y se han vuelto perfectos (teleioi) ya que han recibido el Nous.» (13)

Nos resulta difícil creer que el verdadero pensamiento de Pablo esté alejado del de Hermes, cuando dice :

«Transformaos por la renovación del Nous para experimentar por vosotros mismos lo que es la Voluntad de Dios : el Bien, el Placer, la Perfección (to teleion)». (Rom. XII, 2)
En repetidas ocasiones Pablo habla de los niños (nepioi) que se deben convertir en adultos maduros, en perfectos (teleioi); asimismo, en las iniciaciones antiguas o en las religiones de Misterios, el que acababa de ser recibido era comparable a un niño -¿acaso el iniciado no es el que ha recibido el comienzo (initium)-? que, gracias a unos grados ascendentes, tenía que progresar hacia la perfección o la maestría.

«Mientras que el tiempo hubiera tenido que hacer de vosotros unos maestros (didaskaloi), necesitáis de nuevo que os enseñen los elementos primordiales de los oráculos de Dios y habéis llegado al punto en que necesitáis leche en lugar de alimento sólido. Quien esté todavía en la etapa de la leche no tiene la experiencia de la palabra justa : es un niño (nepios). En cambio, el alimento sólido es para los que son perfectos (teleioi), para aquellos cuyos sentidos han sido ejercitados (14) por la experiencia, a fin de poder distinguir el bien del mal. Por ello, dejando de lado la enseñanza primaria referente a Cristo, interesémonos por la "enseñanza perfecta" (teleiotes) ...» (Hebr.V, 12 y VI, 1).

«Hermanos, no seáis niños (paidia) en vuestros pensamientos [...] en vez de ello, sed perfectos (teleioi).» (ICor. XIV, 20).

Además, Pablo especifica claramente que habla de misterios que deben mantenerse secretos y que esta enseñanza no está destinada más que a la elite muy selecta de los perfectos :

«Se habla de Sabiduría entre los "perfectos" (teleioi) y no de una sabiduría de este mundo ... Pero hablamos de una sabiduría de Dios en el misterio, la sabiduría oculta, aquella que Dios predestinó para nuestra gloria ya antes de los siglos». (I Cor.II, 6-7).

Esta sabiduría reservada se llama también "gnosis":

«¡Oh profundidad de la Riqueza, de la Sabiduría y de la Gnosis de Dios!». (Rom.XI, 33).

Es en esta Gnosis donde debemos renacer primero, como un niño, y luego crecer a fin de alcanzar la perfección, como lo precisa la Piedra sobre la que está edificada la Iglesia (que se autocalifica como Epopte, tal como hemos señalado, en II Pedro I, 16) :

«Creced en la gracia y en la Gnosis de nuestro Señor y salvador Jesucristo». (II Pedro III, 18).

Esta Gnosis se transmite entre los que han sido escogidos. En griego, "transmisión" o "tradición" es paradosis, que procede del verbo paradidonai, "transmitir".

«Por lo que a mi se refiere -dice Pablo- he recibido del Señor lo que os he transmitido (paradidonai)» (I Cor.XI, 23). Y felicita a los Corintios por guardar fielmente este depósito sagrado: «Alabados seáis por acordaros siempre de mí y mantener las tradiciones (paradosis) tal como os las he transmitido (paradidonai)». (Ibid.XI, 2).

Los términos del Nuevo Testamento que acabamos de citar (teleios, noûs, gnosis, paradosis, mysterion, epoptes) se utilizaban técnicamente en las sociedades cerradas de los tres primeros siglos. Esta utilización, a veces sorprendente, no basta por supuesto para constituir una prueba definitiva de la veracidad de la tesis de Guénon ya que este vocabulario era también utilizado en círculos más amplios, por gente culta, y de forma general en la literatura filosófica y religiosa de la época. No hay que olvidar que en Tarso, patria de San Pablo, había una universidad dominada por profesores estoicos; ignoramos si él mismo la frecuentó, pero debió influirle ya que encontramos elementos tomados del estoicismo en su método y en su pensamiento. Esto hizo posible que un gran número de términos se tomaran prestados de esta filosofía.

El parentesco del Cristianismo primitivo con el culto de Mitra es sorprendente pero no convincente puesto que todavía subsisten demasiadas incógnitas en sus historias respectivas.

La selección de los catecúmenos y la disciplina del secreto que rodeaba a la enseñanza recibida en cada grado, parecen constituir argumentos más sólidos pero tampoco son más determinantes, ya que si bien estas instituciones estaban perfectamente establecidas en el siglo III, se ignora cuando empezaron. Además, la elevada calidad que se exigía a los "fieles" en el catecumenado explicaría la vitalidad de la joven religión, lo que merecería ser meditado por un gran número de los que hoy en día se consideran "fieles" (¿y fieles a qué?).

El argumento de más peso sigue siendo el de Guénon: si tuvieron la firme voluntad de fundar una religión distinta del Judaísmo y abierta a todos, ¿por qué los que escribieron el Nuevo Testamento no legislaron? La pregunta probablemente quedará siempre abierta, pero conviene observar que no sólo presenta un interés histórico (y por consiguiente, bastante limitado). En efecto, si los escritos neo-testamentarios -que no se dirigían a todo el mundo- fueron destinados a una sociedad elegida y preparada (es a los "Perfectos" a quiénes habla San Pablo), sólo los "fieles" verdaderamente cualificados pueden entenderlos en realidad. ¿Quizá hubieron malentendidos? ¿Y qué valor tienen la exégesis de los Padres y la de hoy en día -tan distinta de aquélla-? Preferimos no responder crudamente a estas preguntas delicadas, en su lugar, formularemos deseos para que los fieles cualificados (como una levadura en la pasta) se unan libre y fraternalmente para salvar la humanidad ciega, sorda y suicida : ¡Ojalá puedan estudiar con amor la verdadera paradosis y suplicar al Espíritu Santo que escoja sus servidores aquí abajo e infunda el puro Nous de la GNOSIS, objeto de toda iniciación auténtica y de toda religión revelada : MUERTE al mundo, RENACIMIENTO en la pureza y PERFECCION en la vida corporificada en Dios!

Creo ... en Jesucristo ... que

murió y fue sepultado y que bajó a los infiernos; al tercer día resucitó de entre los muertos y subió

al cielo y está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso, de dónde vendrá para juzgar a

los vivos y a los muertos ...

(Símbolo de los Apóstoles).
__________________

1 Sobre esta cuestión controvertida, se podrá leer las obras imparciales (¿por qué es eso tan poco frecuente?) de Charles Guignebert: Le Christianisme Antique, Flammarion, París, 1928, así como Le Christ, Albin Michel, 1969.

2 « Con frecuencia hemos tenido la oportunidad de constatar esta manera de proceder en la interpretación actual de los Padres de la Iglesia, y particularmente de los Padres griegos; nos esforzamos, todo lo que podemos, en sostener que es erróneo querer ver en ellos alusiones esotéricas, y, cuando la cosa se vuelve totalmente imposible, uno no vacila en culparles y declarar que hubo por su parte una flaqueza deplorable». (Nota de Guénon)

3 «Está claro que cuando hablamos del mundo occidental en su conjunto, exceptuamos una élite que no sólo comprendía todavía su propia tradición desde el punto de vista exterior, sino que además, continuaba recibiendo la iniciación de los misterios; la tradición hubiera podido mantenerse así todavía durante un tiempo más o menos prolongado en un contexto cada vez más restringido, pero esto está fuera de la cuestión que consideramos aquí ya que tratamos de Occidente en general, para quien el Cristianismo tuvo que reemplazar las antiguas formas tradicionales en un momento en el que se habían reducido para la mayoría de la gente en meras "supersticiones " en el sentido etimológico de la palabra» (Nota de Guénon).

4 Ver Porfirio, Vie de Pythagore, 37, Les Belles Lettres, 1982, pág.53
5 Fuentes :

- Martigny : Dictionnaire des Antiquités Chrétiennes, Hachette, 1889. Art. Catéchumenat, Baptème, Néophyte.

- F. Leforge: L'Initiation chrétienne dans les premiers siècles. Cahiers de Pédagogie chrétienne. Librairie Protestante, París.

6 Ver el extraordinario texto de los Stromates de Clemente de Alejandría (V, 11), citado por Magnien (op.cit. págs. 227-231) en la que el enfoque del verdadero Dios se compara a la iniciación de Epoptia. Referirse a II Pedro 1, 16 : ... nos hemos convertido en EPOPTAS (epoptai) la grandeza de J.C. En Eleusis, la Epoptia era el grado de iniciación que venía después de los Grandes Misterios; la palabra significa contemplación (Ver Magnien, op. cit. pags. 225-237).

7 F.Cumont : Les Mystères de Mithra - Lamertin, Bruselas, 1902, pág.141.
8 F. Cumont, op.cit. pags. 161-163.
9 El lector encontrará amplia información en la obra admirable Les Mystères d'Eleusis, de Victor Magnien, Payot, París, 1950.
10 Las Metamorfosis o el Asno de Oro, Apuleyo, ed, Iberia, Barcelona, 1984 (ver págs. 244, 245).
11 Citado por O. Briem : Les Sociétés Secrètes des Mystères, Payot, 1951, pag. 264.
12Le Sacerdoce du Fils, Fischbacher, París, 1983, pag. 66.
13 Tratado IV, 4 Les Belles Lettres, París, 1960, Trad. Festugière.
14 gegumnasmena : se trata del ejercicio de gimnasia que se realiza desnudo; podríamos traducir (con una cierta audacia) : "cuyos sentidos han sido desnudados".


http://www.lapuertaonline.es/ ar143.html