sábado, 14 de octubre de 2017

7 cosas que todo Maestro Masón debe saber

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7 cosas que todo Maestro Masón debe saber

Maestro Masón

Hoy haremos un nuevo ranking sobre masonería, en el que buscaremos exponer las 7 cosas que todo Maestro Masón debe saber. Esperemos que sea de su agrado y lo compartan en sus redes sociales.

Antes de iniciar debo hacer la aclaración de costumbre: En este artículo no encontrarás palabras sagradas, tocamientos ni formas de reconocimiento alguno entre los masones.

Sin más por añadir, ¡comenzamos!

Ya alcanzaste el sublime grado de Maestro Masón, uno de los primeros objetivos que con anhelo se persiguen desde que se ingresa a nuestra institución y con mucha razón debo decir, pues constituye uno de los pináculos en la formación de todo iniciado en nuestra orden. Sin embargo, con el grado no llega el conocimiento instantáneo de su contenido como seguramente habrás notado en los grados precedentes, para ser considerado un compañero masón, por ejemplo, debiste pasar una buena temporada estudiando el contenido del grado y sólo entonces hacer honor al grado que con orgullo portaste y si no, hermano mío, perdiste tu tiempo.

En este orden de ideas, para poder considerarse un Maestro Masón, es necesario continuar con tu preparación, no es suficiente con ponerte tu bonito mandil bordado con hilo metálico, para ser digno representante del grado que ahora ostentas, será necesario que sepas lo siguiente:

1. El Grado de Maestro Masón es el más alto al que puedes aspirar.
Así como lo lees, no existe un grado más alto dentro del organigrama masónico que el grado de Maestro Masón, para algunos puede resultar "shockeante" pues en la primaria nos enseñaron que el 4 tiene más valor que el 3, por lo que nuestro cerebro entra en conflicto al pensar que el grado 33 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado o el grado de Caballero Templario, NO SON superiores al grado de Maestro Masón en una logia simbólica y es que en la organización de la masonería simbólica los ritos no tienen influencia (y no deberían tener). Imaginen un conflicto en una logia simbólica entre un Venerable Maestro que sólo es Maestro Masón "contra" un hospitalario que es grado 18 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado. ¿Quién podría imponer su autoridad? La lógica aritmética nos diría que el 18 pero el organigrama masónico mundial nos dice que el Venerable Maestro por una simple razón. La autoridad no depende del grado, depende del cuerpo en donde se trabaje, por lo que si el conflicto se hubiera dado en una logia de perfección del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, el Venerable Maestro del ejemplo, no tendría autoridad, mientras que el grado 18 sí la tendría porque en la jerarquía del cuerpo masónico en el que nos encontraríamos, sería un "superior jerárquico".

Cadena de la Unión

2. Los grados sirven para complementar, no para hacerte superior al resto.
Ahora que eres Maestro Masón, seguramente vas a ser invitado a pertenecer a algún rito, esos cuerpos masónicos que hemos dicho, son después del grado de Maestro. En él verás contenido muy variado y que en algunos aspectos es diferente al que adquiriste dentro de las logias simbólicas. Tu principal misión es complementar tu aprendizaje y comprender que estos grados no te hacen superior a los demás hermanos que no tienen la oportunidad aún de estar en donde estás. Trata de ser humilde, no hay nada más lamentable que un Masón que siente que por tener 20 grados es mejor.

Monumento a la masonería

3. Hay vida más allá del Rito Escocés.
Sí, la masonería como la conoces es un gigantesco océano de posibilidades y hay más opciones en las que continuar tu camino en la masonería. Existen ritos muy variados dependiendo del país en el que te ubiques. En México por ejemplo, los dos ritos más difundidos son el Rito Escocés Antiguo y Aceptado y el Rito York, personalmente pertenezco a ambos por lo que sé de las carencias y beneficios de cada uno y puedo decirte que no te prives de la oportunidad de conocerlos a los dos o incluso, si tienes la oportunidad, de conocer más.

Guardatemplo

4. Tu labor es instruir, pero también puedes ser instruido.
El llegar al grado de Maestro Masón, no quiere decir que eres un individuo intocable y sabelotodo, no seas arrogante, ese tipo de gente se queda sola no sólo en masonería, sino en la vida, si eres una persona que piensa de esta manera, mejor retírate del blog y si puedes de la masonería. Si me dieran un dolar por las veces que he conocido Maestros arrogantes que no permiten que un aprendiz o un compañero les compartan y enseñen cosas nuevas por pensar que no saben o que "no es de su grado" ya sería millonario. Debes ser un individuo abierto a las posibilidades, que no se te olvide que cuando te preguntaron hace años ¿Por qué quieres entrar a la masonería? tu respondiste, porque me interesa el conocimiento. Si es así, no te cierres al conocimiento, venga de donde venga.

Jaques de Molay

5. Si te preguntan debes saber, si no sabes, dilo e investiga.
Muchas veces me he topado con hermanos que no conocen de un tema en específico y que cuando se les pregunta sobre el tema lo más fácil es decir: "no es de tu grado" y reirse como bobos, acto seguido se quedan en su ignorancia y no hacen nada al respecto. Lo adecuado sería, si en verdad es un tema que no se puede compartir con el hermano aún, decirle: "Hermano, de momento no te puedo explicar completamente el tema, pero te puedo recomendar otro que es igual de interesante y puedes consultarlo en tu ritual, en este libro y preguntándole a este hermano, que ya hizo un trabajo al respecto". Un maestro con esta sensibilidad queda como un sabio, no como un arrogante sabelotodo. Y por favor, si no sabes de un tema, investígalo, no eres perfecto.

Lentes sobre un libro

6. El mandil no hace al masón.
Siempre que veo a un hermano con un hermoso mandil bordado a mano y con un gran número de bordados sobre él, pienso: "Le sobra el dinero" y "Ojalá que no le quede grande el mandil". Y es que el mandil, las veneras y los anillos no dan conocimiento, no te hacen mejor persona ni te convierten en mejor masón. Simplemente son muestras de los logros que alcanzas por el paso del tiempo y por tu crecimiento en el organigrama de la institución, no creas que en verdad eres mejor que el hermanito nuevo de mandil blanco. Trata de que tu mandil y banda de maestro no te vengan grandes y llénalos con mucho estudio y conocimiento DE CALIDAD no de los 33 temas del aprendiz masón.

Libro de conocimiento

7. Los títulos son para los libros, no para los masones.
¿Recuerdas cuando ingresaste a la masonería? Apuesto a que ingresaste de una manera peculiar a la ceremonia de iniciación. Eso hermano mío, lo debes tener presente siempre, así como los profanos dejan sus títulos y sus riquezas profanas en el exterior, así nosotros que tenemos varios años en la orden, debemos alejarnos de los títulos pomposos en nuestras logias, si por cuestión de protocolo en nuestros cuerpos (ritos) masónicos nos deben llamar de alguna manera en específico, eso es problema de nuestro rito, no debemos llevar estas cuestiones a la masonería simbólica, ahí todos somos, queridos hermanos, ¡que no se te suba!

Hermanos Masones

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Mentiras Verdaderas Programa Completo Jueves 11 de Diciembre 2014

La democracia




La democracia

En nuestros días existe cierta unanimidad a la hora de considerar la democracia como, al menos, la menos mala de las posibles formas de gobierno; al mismo tiempo, sin embargo, se reclama una profundización en la misma que depure y aparte de sus teóricas virtudes todos los males que padece: la ominosa influencia de los lobbies y del poder económico sobre los estados, la manipulación de la opinión pública por parte de todopoderosos grupos mediáticos o la escasa honradez de la clase política. Estas deficiencias acaban desvirtuando la democracia como «gobierno del pueblo» (tal es el sentido etimológico del vocablo griego demokratía, formado a partir de las raíces demos, «pueblo», y kratos, «autoridad») para convertirla en algo tan alejado de su sentido original que, muchas veces, merece designaciones burlescas o tristemente rigurosas como platocracia (gobierno de los platós televisivos) o plutocracia (gobierno de los ricos).

Tales críticas son casi tan antiguas como la democracia misma. Para Platón, que soñaba con una república dirigida por filósofos, la democracia era casi el peor de los sistemas: la elección de ineptos para las tareas de gobierno conducía forzosamente al caos, que era aprovechado por algún demagogo para instaurar la tiranía. A mediados del siglo XIX, apenas iniciado su tortuoso camino, las incipientes democracias liberales fueron calificadas por Marx y por la nuevas ideologías obreras de «democracias burguesas», es decir, de refinados instrumentos al servicio de los intereses de la burguesía capitalista, a la que daban la misma cobertura legal que el absolutismo monárquico había dado a la nobleza del Antiguo Régimen.

Con la caída del muro en 1989 y el panorama de atraso y pobreza que habían dejado tras de sí los regímenes comunistas, las virtudes de la democracia parecieron volver a brillar en todo su esplendor. Se llegó a hablar incluso del «fin de la historia», y a concebir el binomio democracia-economía de mercado como el modelo social óptimo al que naturalmente tendía la humanidad. Pero el derrumbamiento del bloque comunista significó también el triunfo del neoliberalismo económico como «pensamiento único» (con toda su carga desreguladora) y la aceleración hasta niveles insospechados de la globalización, cuyas imprevistas consecuencias quedaron al descubierto en el «crack» de 2008.

Para los más apocalípticos, la crisis griega y el desenlace que tuvo en 2015 un referéndum sobre la deuda celebrado en este país es la mejor ilustración de la verdadera situación de las democracias actuales. El problema, afirman, no es que el poder emanado del pueblo se ejerza de forma pérfida, sino que ese poder ha dejado de existir, porque, como consecuencia de la globalización, el mundo está en manos de fuerzas tan ajenas a los ciudadanos y a los gobiernos como los mercados financieros, que desde hace años mueven diariamente sumas de dinero superiores al producto interior bruto anual de países como Francia.

Concepto de democracia
Como sistema de gobierno, la democracia puede definirse como aquella forma de organización política en la que todos los ciudadanos disfrutan del derecho a participar en la dirección y gestión de los asuntos públicos. En el mundo actual raramente esta participación pude ejercerse de forma directa por razones demográficas (los ciudadanos de cada país se cuentan por millones, frente a los miles que podían constituir una polis griega) y por el elevado nivel de complejidad alcanzado tanto por las administraciones como por los asuntos a tratar. Sólo en algunas instituciones políticas próximas (como los ayuntamientos de las pequeñas poblaciones) sería posible una democracia directa.


Debate televisado entre los candidatos a las presidenciales francesas (2012)

De ahí que, en su acepción moderna, democracia equivale a democracia representativa: una forma de gobierno en que la soberanía (el poder) reside en el pueblo, pero el pueblo acepta delegar ese poder en los gobiernos surgidos de los procesos electorales. Conforme a lo establecido en la constitución de cada país (ley fundamental a la que deben someterse las restantes leyes) y al sistema electoral vigente, los ciudadanos eligen representantes cuya participación en las distintas instituciones de gobierno asegura la defensa de sus intereses respectivos. Esos representantes forman parte, por lo general, de diferentes partidos políticos, que mantienen opiniones distintas respecto a la forma que deben adoptar las soluciones de los diversos problemas planteados a la comunidad, y que en los períodos electorales solicitan de los ciudadanos su apoyo para representar sus intereses.

Los representantes elegidos en los comicios se convierten automáticamente en miembros de alguna institución de naturaleza parlamentaria. La denominación de los representantes y de las instituciones en que se integran es sumamente variada: diputados, congresistas, senadores o parlamentarios ingresan (por un periodo de por término medio cuatro años, denominado legislatura) en alguna de las cámaras legislativas (una o dos según los países). En tales cámaras sostienen las tesis de las formaciones políticas por las que se presentaron a los comicios, y elaboran, apoyan o critican los sucesivos proyectos de ley que se someten a debate.

El parlamento es, pues, el poder legislativo, pero también compete al partido o coalición de partidos políticos que ostenta la mayoría en el parlamento elegir un presidente del gobierno, que detentará el poder ejecutivo. Una vez investido, el presidente forma su gabinete situando en los distintos ministerios personas de confianza de su misma formación política, o bien de otra formación con la que se ha llegado a acuerdos.


El parlamento italano

En ocasiones se distingue entre los sistemas parlamentarios (el gobierno se forma a partir del parlamento) y los llamados sistemas presidenciales, en que el presidente es elegido directamente por la ciudadanía en un proceso electoral al margen del seguido para renovar las cámaras legislativas. En realidad, los único que permite definir un sistema presidencial es la existencia de un proceso electoral separado; en la práctica, un presidente así elegido puede tanto detentar el poder ejecutivo (como el de los Estados Unidos) como desempeñar una función simbólica (como el presidente de la República italiana), análoga a la de los reyes en las monarquías democráticas. En este segundo caso, es el gobierno (y no el monarca o el presidente de la República) quien ejerce el poder ejecutivo.

La democracia en la Antigüedad
La democracia nació en algunas ciudades-estado griegas y alcanzó su cénit en la Atenas del siglo V a.C., periodo de máximo esplendor que es llamado «el siglo de Pericles» por el alcance de la renovación política y cultural desarrollada bajo este gran estadista. En la democracia ateniense, los que eran considerados ciudadanos (en aquella época, muy pocos) ejercían el poder a través de una asamblea constituida a tal efecto por todos ellos y asesorada en sus decisiones por otra asamblea de magistrados, previamente elegidos por aquéllos. Esta forma de gobierno tan avanzada tenía sin embargo limitaciones que en la actualidad serían inaceptables, como por ejemplo la existencia de esclavos y la clara discriminación sufrida por las mujeres, que no podían formar parte de la asamblea.


Pericles

No era infrecuente que se produjeran situaciones en las que la normalidad democrática se interrumpía mediante mecanismos que se han repetido a lo largo de la historia. En caso de conflicto bélico, por ejemplo, había que conferir poderes absolutos a algún reputado general o estratega que tomaba a su cargo la dirección de las campañas militares. Si la guerra finalizaba con una victoria, y gracias al prestigio y al apoyo popular obtenido, tales generales a menudo se erigían en dictadores. Algo parecido ocurrió con la primitiva democracia romana; de hecho, incluso en los tiempos de la república, el poder era en la práctica ejercido por la aristocracia romana.

Aun siendo el precedente más ilustre y mejor documentado, no debe suponerse que, a lo largo de la historia, la democracia ateniense fue un fenómeno único y aislado. Por ejemplo, entre las tribus germánicas (de las que tan mala imagen nos ha llegado en comparación con el mundo griego) se practicaba una forma de democracia directa en la que los hombres celebraban asambleas para decidir sobre temas de interés común. Las mujeres estaban también excluidas y las decisiones se sometían a la aprobación de los caudillos militares. Es preciso admitir, sin embargo, que la monarquía hereditaria fue la forma de gobierno dominante en Europa durante toda la Edad Media y hasta bien entrado el siglo XVIII.

La democracia moderna
Sería preciso esperar al siglo XVII para que empezaran a gestarse las primeras formulaciones teóricas sobre la democracia moderna. Fue el filósofo británico John Locke el primero en afirmar que el poder de los gobiernos nace de un acuerdo libre y recíproco, y en propugnar la separación entre los poderes legislativo y judicial.


Charles de Montesquieu

Ya a mediados del siglo XVIII vio la luz una obra capital para la teoría política moderna: El espíritu de las leyes (1748), de Charles de Montesquieu. El filósofo y moralista francés distinguía en ese libro tres tipos diferentes de gobierno: despotismo, república y monarquía (fundamentados, respectivamente, en el temor, la virtud y el honor), y proponía como más prudente y sabia opción la monarquía constitucional. La libertad política quedaría garantizada por la separación e independencia de los tres poderes fundamentales del estado: el legislativo, el ejecutivo y el judicial. Montesquieu formulaba así los principios que serían comunes en todas las democracias modernas.

Entretanto, y a raíz del desarrollo del capitalismo mercantil desde finales de la Edad Media, se había consolidado una nueva clase social: la burguesía. Frente a la anquilosada aristocracia, privilegiada por el absolutismo monárquico, esta clase activa y dinámica aspiraba a un nuevo ordenamiento político que reflejase su poderío económico, y asumió en gran medida el ideario de Montesquieu y otros ilustrados (Voltaire y especialmente Rousseau) que habían minado los fundamentos teóricos de la monarquía de derecho divino. Las hambrunas de la población y las tensiones entre burguesía y aristocracia estallaron abruptamente en la Revolución Francesa (1789-1799), en cuyas sucesivas fases se ensayaron diversos esquemas democráticos, desde la monarquía constitucional hasta (tras la detención y decapitación de Luis XVI) la república con sufragio universal masculino.

Todo ello terminó con el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte, que instauró un régimen autocrático conservando a la vez algunas conquistas de la revolución; pese a su aparente fracaso, la difusión de aquellos ideales democráticos forjados en la Francia revolucionaria marcaría la historia europea del siglo XIX, que puede caracterizarse como una sucesión de revoluciones y contrarrevoluciones que, a finales de la centuria, había llevado a la implantación de democracias liberales en parte de los países europeos, tendencia que, también con numerosos vaivenes, proseguiría a lo largo del siglo XX.


La toma de la Bastilla (14 de julio de 1789) ha quedado
como el suceso icónico de la Revolución Francesa

De ahí que la Revolución Francesa haya sido señalada como el punto de arranque de las formas de organización política y social que definen la edad contemporánea. Es justo reconocer, sin embargo, la prioridad de un destacado precedente: los Estados Unidos de América fueron el primer país que, coincidiendo con la proclamación de su independencia respecto a Inglaterra (1776), se dotó de un sistema democrático moderno. Siguiendo parcialmente su ejemplo, las colonias americanas iniciaron en torno a 1810 un proceso de emancipación en que las aspiraciones de autogobierno y los ideales democráticos corrieron paralelos; la lucha contra la dominación colonial fue a la vez una lucha contra el absolutismo monárquico de las metrópolis.

La democracia en el mundo actual

En su evolución a lo largo de los siglos XIX y XX, las democracias modernas experimentaron diversos avances que en conjunto deben juzgarse como positivos, al menos en lo que respecta al reconocimiento y garantía de los derechos individuales. Sirva de ejemplo el derecho a voto, limitado en un principio a los pudientes inscritos en un censo electoral (sufragio censitario) y luego extendido a todas las clases sociales (sufragio universal), aunque solamente a los hombres; el sufragio femenino no empezó a generalizarse hasta después de la Primera Guerra Mundial.

Al mismo tiempo surgieron regímenes que se autoproclamaron democráticos, como las «democracias populares» del este de Europa tras la Segunda Guerra Mundial, o los de aquellos dictadores a quienes les apetecía legitimarse, ya fuera convocando comicios y falseando el escrutinio («Ustedes ganaron las elecciones, pero yo gané el recuento de votos», declaró en cierta ocasión el general nicaragüense Anastasio Somoza) o bien celebrando periódicamente farsas electorales a las que sólo podía concurrir el propio dictador o su partido. Hoy sólo pueden calificarse de democráticos los sistemas que cumplen una serie de requisitos, entre los que cabe destacar la nítida separación de poderes, el pluripartidismo, la transparencia electoral, la igualdad ante la ley y el reconocimiento de una serie de libertades y derechos fundamentales a los ciudadanos.


Representación de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano,
promulgada por la Asamblea Nacional de Francia en 1789

La separación de los poderes del estado (ejecutivo, legislativo y judicial), y su ejercicio en nombre del pueblo a través de las instituciones establecidas en una constitución refrendada por el conjunto de la nación, constituye en efecto uno de los rasgos esenciales de la democracia como sistema político. El poder legislativo es detentado por una asamblea de carácter parlamentario (a veces dos) que recibe diferentes nombres según los países (Asamblea Nacional, Congreso, Parlamento, Senado, Cortes) y cuyos miembros son elegidos por los ciudadanos. Su labor cotidiana es la presentación, debate y aprobación de las leyes que regulan los más variados aspectos de la vida comunitaria. La legitimidad de tales leyes se fundamenta en que emanan de la voluntad del pueblo, que ha elegido directamente a sus representantes parlamentarios; por esta razón se define al estado democrático como «estado de derecho».

Las principales funciones del gobierno, en quien recae el poder ejecutivo, son gestionar y administrar los recursos e instituciones públicas y velar por la aplicación y el cumplimiento de las leyes. Su poder está limitado por el parlamento; una ruptura o alteración de las alianzas entre las distintas formaciones políticas representadas en el mismo puede provocar la caída del ejecutivo. En casos extremos, y mediante mecanismos establecidos la constitución (moción de censura, impeachment), el parlamento puede forzar la destitución del presidente y la convocatoria de nuevas elecciones.

En última instancia, son los ciudadanos los que, al menos en teoría, controlan ambos poderes al ser llamados periódicamente a elegir a sus representantes; ante una cita electoral, pueden cambiar la orientación de su voto y apartar del poder a aquellas formaciones y representantes políticos que incumplen sus promesas o revelan su ineptitud o escasa honestidad. El poder judicial, por último, también administra la justicia en nombre del pueblo, aunque son más bien escasos los ordenamientos en que los ciudadanos eligen directamente a jueces, fiscales y demás miembros de los tribunales; los magistrados encargados de velar por el cumplimiento de la constitución, por ejemplo, suelen ser propuestos por las formaciones políticas. La independencia del poder judicial se pone a prueba en los procesos contra la corrupción administrativa y en la interpretación de normas con implicaciones políticas.



En las democracias modernas, las normas constitucionales, elaboradas por los representantes de los ciudadanos en un proceso constituyente, y dotadas de los apropiados mecanismos de reforma, consagran un conjunto de libertades y derechos fundamentales que cubren diversos ámbitos. En el terreno social y político son esenciales, por ejemplo, la libertad de expresión, el derecho a constituir o a integrarse en asociaciones políticas, el derecho de reunión y manifestación y la libertad religiosa. En el ámbito laboral se reconocen del derecho al trabajo y a un salario digno, la libertad sindical y el derecho de huelga; en el cultural, el derecho a la educación. La normas legales aprobadas no sólo no pueden contravenir tales derechos, sino que han de favorecer su tutela y castigar su conculcación.

Históricamente la democracia surgió como reacción frente al absolutismo para imponer la igualdad de derechos y proteger las libertades individuales de las arbitrariedades y abusos del estado, pero de ello no ha de inferirse que las democracias representativas únicamente confieren derechos: también establecen una serie de deberes de obligado cumplimiento. Obviamente, la obligación fundamental de la ciudadanía es el acatamiento de las leyes (cuya promulgación ha delegado en sus representantes) y la obediencia a las autoridades en la medida en que se actuación se ajuste a los preceptos legales. También han de contribuir al sostén del estado a través del pago de impuestos, y, según las legislaciones de cada país, cumplir obligaciones civiles de diversa naturaleza, como por ejemplo servir en el ejército durante un periodo de su juventud o prestar servicios sociales substitutorios.

https://www.biografiasyvidas.com/tema/democracia.htm

Baruch de Spinoza




Baruch de Spinoza


(Amsterdam, 1632 - La Haya, 1677) Filósofo neerlandés. Hijo de judíos españoles emigrados a los Países Bajos, estudió hebreo y la doctrina del Talmud. Cursó estudios de comercio y teología, pero, por la fuerte influencia que ejercieron sobre él los escritos de Descartes y Hobbes, se alejó del judaísmo ortodoxo. Su crítica racionalista de la Biblia provocó que fuese por último excomulgado por los rabinos en 1656; Spinoza se retiró entonces a las afueras de Amsterdam, donde trabajó como pulidor de lentes.


Spinoza

Durante este período escribió un Breve tratado acerca de Dios, el hombre y su felicidad, y parece que también la obra De la reforma del entendimiento y un polémico Tratado teológico-político, aunque se publicarían más tarde. En 1673 renunció a una cátedra en Heidelberg para mantener su independencia intelectual. En 1675 terminó su obra más importante, la Ética demostrada según el orden geométrico, iniciada catorce años antes y que no se publicaría hasta su muerte, en 1677. También por esta época emprendió la redacción del Tratado político, que quedó inconcluso.

La filosofía de Baruch Spinoza parte de la identificación de Dios con la naturaleza (Deus sive natura), y representa el mayor exponente moderno del panteísmo. Llevó al extremo los principios del racionalismo, y dedujo toda su filosofía de la definición de sustancia como «aquello que es en sí mismo y se concibe por sí mismo», por lo que sólo podía existir una sustancia, la divina.

La mente humana conoce sólo dos «atributos» o formas de aparecer de Dios, el pensamiento y la extensión, aunque sus atributos deben ser infinitos. Los individuos son a su vez modos, determinaciones concretas, de los atributos. Este monismo radical resuelve el problema cartesiano de la relación entre pensamiento y extensión, pues son sólo formas de presentarse la sustancia divina, así como el conflicto entre libertad y necesidad, que se identifican desde el punto de vista de Dios, pues es libre como natura naturans (en cuanto causa) y determinado en cuanto natura naturata (en cuanto efecto). Desde el punto de vista del hombre, la libertad individual es una ilusión.

Spinoza destacó tres géneros de conocimiento humano: en el primero, el hombre es esclavo de las pasiones y sólo percibe los efectos o signos e ignora las causas; en el segundo, la razón elabora ideas generales o nociones comunes que permiten a la conciencia acercarse al conocimiento de las causas, y aprende a controlar las pasiones; en el tercer género, el hombre accede a una intuición totalmente desinteresada, pues conoce desde el punto de vista de Dios (sub specie aeternitatis), ajeno a sí mismo como individuo y por tanto sin que le perturben las pasiones individuales. En esta contemplación se identifican lo singular y lo eterno, y se percibe la presencia de todo en todo, intuición en la que se cifra la única felicidad posible.

En el terreno político, Spinoza rechazó el concepto de moral, por considerar que implicaba una desvalorización de lo real en nombre de un ideal trascendente. Todos los seres se guían por el principio de autoconservación, sobre el cual se edifica el Estado como limitación consensual de los derechos individuales. Sin embargo, lo que el individuo busca en el Estado es la conservación propia, por lo que puede revolverse contra él en caso de que no cumpla esta función («Dios crea individuos, no naciones»).



En la medida en que la ley limita el poder de cada uno mediante un sistema de recompensas y castigos, la política descansa necesariamente en pasiones tristes (temor, seguridad). La principal preocupación política de Spinoza fue: ¿por qué los hombres combaten por su esclavitud como si se tratara de su libertad? Aunque la democracia es el mejor de los regímenes políticos, pues tiende a sustituir las pasiones tristes por el amor a la libertad y favorece el acceso al estado de razón, sólo se llega al tercer género de conocimiento por la vía individual y privada.

La filosofía de Spinoza generó un importante rechazo en su tiempo, aunque un siglo más tarde sería recuperada y ejercería una importante influencia no sólo en el terreno de la metafísica, sino entre poetas románticos como Shelley y Wordsworth. Spinoza no perteneció a ninguna escuela, y resulta difícil destacar al nivel que merecen la profunda originalidad y la independencia de su pensamiento.

https://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/spinoza.htm

René Descartes





René Descartes

(La Haye, Francia, 1596 - Estocolmo, Suecia, 1650) Filósofo y matemático francés. Después del esplendor de la antigua filosofía griega y del apogeo y crisis de la escolástica en la Europa medieval, los nuevos aires del Renacimiento y la revolución científica que lo acompañó darían lugar, en el siglo XVII, al nacimiento de la filosofía moderna.


René Descartes

El primero de los ismos filosóficos de la modernidad fue el racionalismo; Descartes, su iniciador, se propuso hacer tabla rasa de la tradición y construir un nuevo edificio sobre la base de la razón y con la eficaz metodología de las matemáticas. Su «duda metódica» no cuestionó a Dios, sino todo lo contrario; sin embargo, al igual que Galileo, hubo de sufrir la persecución a causa de sus ideas.

Biografía

René Descartes se educó en el colegio jesuita de La Flèche (1604-1612), por entonces uno de los más prestigiosos de Europa, donde gozó de un cierto trato de favor en atención a su delicada salud. Los estudios que en tal centro llevó a cabo tuvieron una importancia decisiva en su formación intelectual; conocida la turbulenta juventud de Descartes, sin duda en La Flèche debió cimentarse la base de su cultura. Las huellas de tal educación se manifiestan objetiva y acusadamente en toda la ideología filosófica del sabio.

El programa de estudios propio de aquel colegio (según diversos testimonios, entre los que figura el del mismo Descartes) era muy variado: giraba esencialmente en torno a la tradicional enseñanza de las artes liberales, a la cual se añadían nociones de teología y ejercicios prácticos útiles para la vida de los futuros gentilhombres. Aun cuando el programa propiamente dicho debía de resultar más bien ligero y orientado en sentido esencialmente práctico (no se pretendía formar sabios, sino hombres preparados para las elevadas misiones políticas a que su rango les permitía aspirar), los alumnos más activos o curiosos podían completarlos por su cuenta mediante lecturas personales.

Años después, Descartes criticaría amargamente la educación recibida. Es perfectamente posible, sin embargo, que su descontento al respecto proceda no tanto de consideraciones filosóficas como de la natural reacción de un adolescente que durante tantos años estuvo sometido a una disciplina, y de la sensación de inutilidad de todo lo aprendido en relación con sus posibles ocupaciones futuras (burocracia o milicia). Tras su etapa en La Flèche, Descartes obtuvo el título de bachiller y de licenciado en derecho por la facultad de Poitiers (1616), y a los veintidós años partió hacia los Países Bajos, donde sirvió como soldado en el ejército de Mauricio de Nassau. En 1619 se enroló en las filas del Maximiliano I de Baviera.

Según relataría el propio Descartes en el Discurso del Método, durante el crudo invierno de ese año se halló bloqueado en una localidad del Alto Danubio, posiblemente cerca de Ulm; allí permaneció encerrado al lado de una estufa y lejos de cualquier relación social, sin más compañía que la de sus pensamientos. En tal lugar, y tras una fuerte crisis de escepticismo, se le revelaron las bases sobre las cuales edificaría su sistema filosófico: el método matemático y el principio del cogito, ergo sum. Víctima de una febril excitación, durante la noche del 10 de noviembre de 1619 tuvo tres sueños, en cuyo transcurso intuyó su método y conoció su profunda vocación de consagrar su vida a la ciencia.


Supuesto retrato de Descartes

Tras renunciar a la vida militar, Descartes viajó por Alemania y los Países Bajos y regresó a Francia en 1622, para vender sus posesiones y asegurarse así una vida independiente; pasó una temporada en Italia (1623-1625) y se afincó luego en París, donde se relacionó con la mayoría de científicos de la época.

En 1628 decidió instalarse en Holanda, país en el que las investigaciones científicas gozaban de gran consideración y, además, se veían favorecidas por una relativa libertad de pensamiento. Descartes consideró que era el lugar más favorable para cumplir los objetivos filosóficos y científicos que se había fijado, y residió allí hasta 1649.

Los cinco primeros años los dedicó principalmente a elaborar su propio sistema del mundo y su concepción del hombre y del cuerpo humano. En 1633 debía de tener ya muy avanzada la redacción de un amplio texto de metafísica y física titulado Tratado sobre la luz; sin embargo, la noticia de la condena de Galileo le asustó, puesto que también Descartes sostenía en aquella obra el movimiento de la Tierra, opinión que no creía censurable desde el punto de vista teológico. Como temía que tal texto pudiera contener teorías condenables, renunció a su publicación, que tendría lugar póstumamente.

En 1637 apareció su famoso Discurso del método, presentado como prólogo a tres ensayos científicos. Por la audacia y novedad de los conceptos, la genialidad de los descubrimientos y el ímpetu de las ideas, el libro bastó para dar a su autor una inmediata y merecida fama, pero también por ello mismo provocó un diluvio de polémicas, que en adelante harían fatigosa y aun peligrosa su vida.



Descartes proponía en el Discurso una duda metódica, que sometiese a juicio todos los conocimientos de la época, aunque, a diferencia de los escépticos, la suya era una duda orientada a la búsqueda de principios últimos sobre los cuales cimentar sólidamente el saber. Este principio lo halló en la existencia de la propia conciencia que duda, en su famosa formulación «pienso, luego existo». Sobre la base de esta primera evidencia pudo desandar en parte el camino de su escepticismo, hallando en Dios el garante último de la verdad de las evidencias de la razón, que se manifiestan como ideas «claras y distintas».

El método cartesiano, que Descartes propuso para todas las ciencias y disciplinas, consiste en descomponer los problemas complejos en partes progresivamente más sencillas hasta hallar sus elementos básicos, las ideas simples, que se presentan a la razón de un modo evidente, y proceder a partir de ellas, por síntesis, a reconstruir todo el complejo, exigiendo a cada nueva relación establecida entre ideas simples la misma evidencia de éstas. Los ensayos científicos que seguían al Discurso ofrecían un compendio de sus teorías físicas, entre las que destaca su formulación de la ley de inercia y una especificación de su método para las matemáticas.

Los fundamentos de su física mecanicista, que hacía de la extensión la principal propiedad de los cuerpos materiales, fueron expuestos por Descartes en las Meditaciones metafísicas (1641), donde desarrolló su demostración de la existencia y la perfección de Dios y de la inmortalidad del alma, ya apuntada en la cuarta parte del Discurso del método. El mecanicismo radical de las teorías físicas de Descartes, sin embargo, determinó que fuesen superadas más adelante.

Conforme crecía su fama y la divulgación de su filosofía, arreciaron las críticas y las amenazas de persecución religiosa por parte de algunas autoridades académicas y eclesiásticas, tanto en los Países Bajos como en Francia. Nacidas en medio de discusiones, las Meditaciones metafísicas habían de valerle diversas acusaciones promovidas por los teólogos; algo por el estilo aconteció durante la redacción y al publicar otras obras suyas, como Los principios de la filosofía (1644) y Las pasiones del alma (1649).


Descartes con la reina Cristina de Suecia

Cansado de estas luchas, en 1649 Descartes aceptó la invitación de la reina Cristina de Suecia, que le exhortaba a trasladarse a Estocolmo como preceptor suyo de filosofía. Previamente habían mantenido una intensa correspondencia, y, a pesar de las satisfacciones intelectuales que le proporcionaba Cristina, Descartes no fue feliz en "el país de los osos, donde los pensamientos de los hombres parecen, como el agua, metamorfosearse en hielo". Estaba acostumbrado a las comodidades y no le era fácil levantarse cada día a las cuatro de la mañana, en plena oscuridad y con el frío invernal royéndole los huesos, para adoctrinar a una reina que no disponía de más tiempo libre debido a sus obligaciones. Los espartanos madrugones y el frío pudieron más que el filósofo, que murió de una pulmonía a principios de 1650, cinco meses después de su llegada.

La filosofía de Descartes

Descartes es considerado como el iniciador de la filosofía racionalista moderna por su planteamiento y resolución del problema de hallar un fundamento del conocimiento que garantice su certeza, y como el filósofo que supone el punto de ruptura definitivo con la escolástica. En el Discurso del método (1637), Descartes manifestó que su proyecto de elaborar una doctrina basada en principios totalmente nuevos procedía del desencanto ante las enseñanzas filosóficas que había recibido.

Convencido de que la realidad entera respondía a un orden racional, su propósito era crear un método que hiciera posible alcanzar en todo el ámbito del conocimiento la misma certidumbre que proporcionan en su campo la aritmética y la geometría. Su método, expuesto en el Discurso, se compone de cuatro preceptos o procedimientos: no aceptar como verdadero nada de lo que no se tenga absoluta certeza de que lo es; descomponer cada problema en sus partes mínimas; ir de lo más comprensible a lo más complejo; y, por último, revisar por completo el proceso para tener la seguridad de que no hay ninguna omisión.


René Descartes

El sistema utilizado por Descartes para cumplir el primer precepto y alcanzar la certeza es «la duda metódica». Siguiendo este sistema, Descartes pone en tela de juicio todos sus conocimientos adquiridos o heredados, el testimonio de los sentidos e incluso su propia existencia y la del mundo. Ahora bien, en toda duda hay algo de lo que no podemos dudar: de la misma duda. Dicho de otro modo, no podemos dudar de que estamos dudando. Llegamos así a una primera certeza absoluta y evidente que podemos aceptar como verdadera: dudamos.

Pienso, luego existo

La duda, razona entonces Descartes, es un pensamiento: dudar es pensar. Ahora bien, no es posible pensar sin existir. La suspensión de cualquier verdad concreta, la misma duda, es un acto de pensamiento que implica inmediatamente la existencia del "yo" pensante. De ahí su célebre formulación: pienso, luego existo (cogito, ergo sum). Por lo tanto, podemos estar firmemente seguros de nuestro pensamiento y de nuestra existencia. Existimos y somos una sustancia pensante, espiritual.

A partir de ello elabora Descartes toda su filosofía. Dado que no puede confiar en las cosas, cuya existencia aún no ha podido demostrar, Descartes intenta partir del pensamiento, cuya existencia ya ha sido demostrada. Aunque pueda referirse al exterior, el pensamiento no se compone de cosas, sino de ideas sobre las cosas. La cuestión que se plantea es la de si hay en nuestro pensamiento alguna idea o representación que podamos percibir con la misma «claridad» y «distinción» (los dos criterios cartesianos de certeza) con la que nos percibimos como sujetos pensantes.

Clases de ideas

Descartes pasa entonces a revisar todos los conocimientos que previamente había descartado al comienzo de su búsqueda. Y al reconsiderarlos observa que las representaciones de nuestro pensamiento son de tres clases: ideas «innatas», como las de belleza o justicia; ideas «adventicias», que proceden de las cosas exteriores, como las de estrella o caballo; e ideas « ficticias», que son meras creaciones de nuestra fantasía, como por ejemplo los monstruos de la mitología.


René Descartes

Las ideas «ficticias», mera suma o combinación de otras ideas, no pueden obviamente servir de asidero. Y respecto a las ideas «adventicias», originadas por nuestra experiencia de las cosas exteriores, es preciso obrar con cautela, ya que no estamos seguros de que las cosas exteriores existan. Podría ocurrir, dice Descartes, que los conocimientos «adventicios», que consideramos correspondientes a impresiones de cosas que realmente existen fuera de nosotros, hubieran sido provocados por un «genio maligno» que quisiera engañarnos. O que lo que nos parece la realidad no sea más que una ilusión, un sueño del que no hemos despertado.

Del Yo a Dios

Pero al examinar las ideas «innatas», sin correlato exterior sensible, encontramos en nosotros una idea muy singular, porque está completamente alejada de lo que somos: la idea de Dios, de un ser supremo infinito, eterno, inmutable, perfecto. Los seres humanos, finitos e imperfectos, pueden formar ideas como la de "triángulo" o "justicia". Pero la idea de un Dios infinito y perfecto no puede nacer de un individuo finito e imperfecto: necesariamente ha sido colocada en la mente de los hombres por la misma Providencia. Por consiguiente, Dios existe; y siendo como es un ser perfectísimo, no puede engañarse ni engañarnos, ni permitir la existencia de un «genio maligno» que nos engañe, haciéndonos creer que es real un mundo que no existe. El mundo, por lo tanto, también existe. La existencia de Dios garantiza así la posibilidad de un conocimiento verdadero.

Esta demostración de la existencia de Dios constituye una variante del argumento ontológico empleado ya en el siglo XII por San Anselmo de Canterbury, y fue duramente atacada por los adversarios de Descartes, que lo acusaron de caer en un círculo vicioso: para demostrar la existencia de Dios y así garantizar el conocimiento del mundo exterior se utilizan los criterios de claridad y distinción, pero la fiabilidad de tales criterios se justifica a su vez por la existencia de Dios. Tal crítica apunta no sólo a la validez o invalidez del argumento, sino también al hecho de que Descartes no parece aplicar en este punto su propia metodología.

Res cogitans y res extensa

Admitida la existencia del mundo exterior, Descartes pasa a examinar cuál es la esencia de los seres. Introduce aquí su concepto de sustancia, que define como aquello que «existe de tal modo que sólo necesita de sí mismo para existir». Las sustancias se manifiestan a través de sus modos y atributos. Los atributos son propiedades o cualidades esenciales que revelan la determinación de la sustancia, es decir, son aquellas propiedades sin las cuales una sustancia dejaría de ser tal sustancia. Los modos, en cambio, no son propiedades o cualidades esenciales, sino meramente accidentales.


René Descartes

El atributo de los cuerpos es la extensión (un cuerpo no puede carecer de extensión; si carece de ella no es un cuerpo), y todas las demás determinaciones (color, forma, posición, movimiento) son solamente modos. Y el atributo del espíritu es el pensamiento, pues el espíritu «piensa siempre». Existe, por lo tanto, una sustancia pensante (res cogitans), carente de extensión y cuyo atributo es el pensamiento, y una sustancia que compone los cuerpos físicos (res extensa), cuyo atributo es la extensión, o, si se prefiere, la tridimensionalidad, cuantitativamente mesurable en un espacio de tres dimensiones. Ambas son irreductibles entre sí y totalmente separadas. Es lo que se denomina el «dualismo» cartesiano.

En la medida en que la sustancia de la materia y de los cuerpos es la extensión, y en que ésta es observable y mesurable, ha de ser posible explicar sus movimientos y cambios mediante leyes matemáticas. Ello conduce a la visión mecanicista de la naturaleza: el universo es como una enorme máquina cuyo funcionamiento podremos llegar a conocer mediante el estudio y descubrimiento de las leyes matemáticas que lo rigen.

La comunicación de las sustancias

La separación radical entre materia y espíritu es aplicada rigurosamente, en principio, a todos los seres. Así, los animales no son más que máquinas muy complejas. Sin embargo, Descartes hace una excepción cuando se trata del hombre. Dado que está compuesto de cuerpo y alma, y siendo el cuerpo material y extenso (res extensa), y el alma espiritual y pensante (res cogitans), debería haber entre ellos una absoluta incomunicación.

No obstante, en el sistema cartesiano esto no ocurre, sino que el alma y el cuerpo se comunican entre sí, no al modo clásico, sino de una manera singular. El alma está asentada en la glándula pineal, situada en el encéfalo, y desde allí rige al cuerpo como «el nauta rige la nave», por medio de los espíritus animales, sustancias intermedias entre espíritu y cuerpo a manera de finísimas partículas de sangre, que transmiten al cuerpo las órdenes del alma. La solución de Descartes no resultó satisfactoria, y el llamado problema de la comunicación de las sustancias sería largamente discutido por los filósofos posteriores.

Su influencia

Tanto por no haber definido satisfactoriamente la noción de sustancia como por el franco dualismo establecido entre las dos sustancias, Descartes planteó los problemas fundamentales de la filosofía especulativa europea del siglo XVII. Entendido como sistema estricto y cerrado, el cartesianismo no tuvo excesivos seguidores y perdió su vigencia en pocas décadas. Sin embargo, la filosofía cartesiana se convirtió en punto de referencia para gran número de pensadores, unas veces para intentar resolver las contradicciones que encerraba, como hicieron los pensadores racionalistas, y otras para rebatirla frontalmente, como los empiristas.



Así, el filósofo alemán Gottfried Wilhelm Leibniz y el holandés Baruch Spinoza establecieron formas de paralelismo psicofísico para explicar la comunicación entre cuerpo y alma. Spinoza, de hecho, fue aún más lejos, y afirmó que existía una sola sustancia, que englobaba en sí el orden de las cosas y el de las ideas, y de la que la res cogitans y la res extensa no eran sino atributos, con lo que se llegaba al panteísmo.

Desde un punto de vista completamente opuesto, los empiristas británicos Thomas Hobbes y John Locke negaron que la idea de una sustancia espiritual fuera demostrable; afirmaron que no existían ideas innatas y que la filosofía debía reducirse al terreno de lo conocido por la experiencia. La concepción cartesiana de un universo mecanicista, en fin, influyó decisivamente en la génesis de la física clásica, fundada por Newton.

No resulta exagerado afirmar, en suma, que si bien Descartes no llegó a resolver muchos de los problemas que planteó, tales problemas se convirtieron en cuestiones centrales de la filosofía occidental. En este sentido, la filosofía moderna (racionalismo, empirismo, idealismo, materialismo, fenomenología) puede considerarse como un desarrollo o una reacción al cartesianismo.

https://www.biografiasyvidas.com/biografia/d/descartes.htm

lunes, 9 de octubre de 2017

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Los masones y la independencia del Perú (página 3)


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Los masones y la independencia del Perú (página 3)
Enviado por HERBERT ORE BELSUZARRI

Leer más: http://www.monografias.com/trabajos98/masones-y-independencia-del-peru/masones-y-independencia-del-peru3.shtml#ixzz4v52SEbU0

El episodio ocurrido el 20 de julio sintetizó las contradicciones del imperio español: corona- reinos, criollos-peninsulares y finalmente metrópoli-colonias. La independencia de Nueva Granada y sus proyectos estado nación serían supuestamente el resultado y la solución de estas tensiones. El 20 de julio de 1810 fue el inicio de unos sucesos determinantes que cambiaron la historia de lo que hoy conocemos como Colombia.
4.4. La masonería ecuatoriana antes de la independencia de Ecuador.
La francmasonería, al menos en su concepto especulativo, se presentó en el Ecuador hacia el final del período colonial y como un antecedente inmediato de los procesos emancipadores.
Aunque no se descarta que antes del siglo XVIII hayan existido otro tipo logias de tipo u orden Masónico, existe acuerdo entre los historiadores que uno de los principales artífices del proceso emancipador Eugenio Espejo (iniciado en la Logia "El Arcano sublime de la Filantropía" de Bogotá) participó de manera activa en la creación de este tipo de agrupaciones y talleres en el territorio de Quito.
Según el historiador Jorge Núñez, las raíces masónicas del Ecuador se remontan a la época colonial En Quito en el año de 1792: "Eugenio Espejo fundó la primera (logia): La Escuela de la Concordia, que tuvo una activa participación en el movimiento de Independencia de 1809".
Tras la muerte de Espejo, sería Juan Pío Montúfar quien quedaría a cargo, para posteriormente convertirse en la primera logia masónica fundada en el territorio del Ecuador, como una logia Lautarina, de nombre "Ley Natural" que funcionó bajo los auspicios de la Potencia Masónica de Nueva Granada. Participando en ella varios ilustres quiteños como Manuel Quiroga, José de Ascázubi, José Jerez, Manuel Rodríguez, José Vélez, entre otros.
Al vincularse operativamente con el proceso de emancipación política, el crecimiento de las Logias fue impetuoso, y la orden desarrollo de manera sin igual, los miembros pudieron desarrollar las formas extremas de fraternidad que se producen durante una guerra, como lo fue la guerra de liberación comandada por Simón Bolívar él y otros masones en sus luchas libertarias irían fundando las ya denominadas "logias lautarinas".
En 1809 comienzan los primeros movimientos de cara a la Independencia de Ecuador, es muy conocida como Primer Grito de Independencia Americana. Estos formaron parte de una Junta de Gobierno provisional el 10 de agosto de 1809 en Quito, pero todos acabaron asesinados en la Matanza del 2 de agosto de 1810 donde murieron varios masones ecuatorianos.
En el año de 1820 en Guayaquil se forma la Logia Estrella de Guayaquil, cuyos miembros entre los que se encontraban José Joaquín de Olmedo, José de Villamil, Miguel de Letamendi, Luis Urdaneta, León de Febres Cordero, etc., en la gesta denominada "la Fragua de Vulcano", consiguieron el 9 de octubre la libertad de Guayaquil de manera incruenta, conforme al plan trazado en logia. Gracias al trabajo de dichos masones, por primera vez en lo que hoy es suelo ecuatoriano se logró una verdadera y efectiva libertad, organizándose la División Protectora de Quito que, luego de casi dos años de dura lucha, logró hacer ondear triunfante la bandera albiceleste en el Pichincha.
El segundo movimiento independentista se inició el 9 de octubre de 1820, cuando los criollos e individuos de la guarnición de Guayaquil dirigidos por José Joaquín de Olmedo se rebelaron y expulsaron a las autoridades fieles al rey, creando una nueva nación llamada Provincia Libre de Guayaquil. La junta revolucionaria que se formó en seguida pidió ayuda a Simón Bolívar, quien envió a Antonio José de Sucre y algunos centenares de soldados; la campaña sobre la Sierra avanzó trabajosamente hasta que Sucre se impuso en la batalla de Pichincha, librada sobre las estribaciones de este volcán, hacia la parte occidental de Quito, el 24 de mayo de 1822, fecha que es reconocida por los ecuatorianos como la de su independencia de España.
4.4. La masonería chilena antes de la independencia de Chile.
En el año 1800, dependiendo de la Gran Logia de Inglaterra, se consagra en Londres la logia "Gran Reunión Americana", autodenominándose sus miembros "Caballeros Racionales".
Entre sus organizadores se encuentran Francisco de Miranda y Bernardo O'Higgins. Su ideario se expandiría en Sudamérica a través de las logias llamadas "Lautaro".
A mediados de 1812 se instala la logia "Lautaro" de Buenos Aires; un tiempo después, aparecen la de Mendoza y Santiago (ésta en 1817). En 1822 las logias lautarinas se disuelven, una vez cumplidos sus objetivos independentistas.
Oficialmente, la independencia de Chile fue declarada a través del Acta de Independencia de Chile, jurada el 12 de febrero de 1818. Esta declaración sería reconocida por España el 24 de abril de 1844.
4.4. La masonería peruana antes de la independencia del Perú.
La participación de la masonería en el movimiento independista data desde el año de 1742 , fecha en que se subleva Juan Santos Atahualpa en el Gran Pajonal; a partir del año 1780 los masones estuvieron a la cabeza de los siguientes movimientos: en la ciudad de Cusco, con José Gabriel Condorcanqui o Túpac Amaru II; el levantamiento de Oruro en el año 1781, sus cabecillas Tomás Catari y Túpac Catari; en el año de 1805 en la ciudad de Cusco con Gabriel Aguilar y Manuel Ubalde; en el año de 1811 en la ciudad de Tacna, el levantamiento de Francisco de Zela; en el año de 1812 en la ciudad de Lima, la conspiración del masón José Baquijano y Carrillo; en ese mismo año se dieron los movimientos de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes, cuyos caudillos fueron Juan José Crespo y Castillo, Domingo Berrospi y Juan Antonio Navarro; en el año de 1813 en las ciudades de Arequipa Tacna y Tarapacá con la insurrección de Juan Francisco Pallardelli y Pedro José Calderón de la Barca; en el año de 1814 en la ciudades de Cuzco y Arequipa, de los hermanos Angulo Torres, Mariano Melgar y Matías Pumacahua; en el año de 1818 en el Callao, de José Gómez, Nicolás Alcázar y Casimiro Espejo; en el año de 1819 en la ciudad de Lima, de José de la Riva Agüero, Mateo y Remigio Silva.
La actividad masónica que se desarrollaba en diversas ciudades del país fue de espionaje, luego fue de adoctrinamiento, finalmente cuando San Martín llegó a Huaura fue la de engrosar las filas del ejército emancipador, proveerlos de animales, carretas, alimentos y pertrechos. En Arequipa sus principales miembros eran: José Corbacho y Abril, Fernando López Aldana, Mariano Melgar, Manuel Arce, los curas Córdova y Zenteno Párrocos de Salamanca y Cailloma; en Trujillo Luís José de Orbegoso, José Tagle y Portocarrero, José María Monzón, Inca Yupanqui y Jacinto Rebaza; en Lambayeque: Juan Manuel Iturregui, Pascual Saco Oliveros, Juan del Carmen Casos y Antonio López y Vidaurre.
El final de la lucha por la emancipación no terminó con la proclamación de la Independencia, había aún mucho camino por recorrer y muchas batallas que pelear, lo que iniciaron los masones José de San Martín, Bernardo O"Higgins y muchos peruanos. Lo terminaron los masones José de la Riva Agüero, Simón Bolívar y José Antonio de Sucre, varios de estos preclaros hombres estuvieron en el grupo de los conocidos como fundadores de la República, y por su trabajo y dedicación, la historia los reconocerá como los "Padres de la patria".
15 de julio de 1821: los Masones peruanos redactan y firman el Acta de la Independencia del Cabildo de Lima
José de San Martín ingresó a Lima el 12 de julio de 1821, venía como un verdadero libertador, no para conquistar por las armas el Perú sino para ganar una guerra de ideas. Por ello, alguna vez se preguntó: ¿Cuánto puede avanzar la causa de la independencia si me apodero de Lima, o incluso del país entero, militarmente?… Quisiera que todos los hombres pensaran conmigo, y no quisiera avanzar un paso más allá de la marcha gradual de la opinión pública. ¿Estaba en lo cierto? Lamentablemente, el tiempo no le daría la razón.
El texto del Documento histórico de dicha fecha dice a la letra:
En la ciudad de Los Reyes, el quince de Julio de mil ochocientos veintiuno. Reunidos en este Excmo. Ayuntamiento los señores que lo componen, con el Excmo. e Ilmo. Señor Arzobispo de esta santa Iglesia Metropolitana, prelados de los conventos religiosos, títulos de Castilla y varios vecinos de esta Capital, con el objeto de dar cumplimiento a lo prevenido en el oficio del Excmo. Señor General en jefe del ejercito Libertador del Perú, Don José de San Martín, el día de ayer, cuyo tenor se ha leído, he impuesto de su contenido reducido a que las personas de conocida probidad, luces y patriotismo que habita en esta Capital, expresen si la opinión general se halla decidida por la Independencia, cuyo voto le sirviese de norte al expresado Sr. General para proceder a la jura de ella. Todos los Srs. concurrentes, por sí y satisfechos, de la opinión de los habitantes de la Capital, dijeron: Que la voluntad general está decidida por la Independencia del Perú de la dominación Española y de cualquiera otra extrajera y que para que se proceda a la sanción por medio del correspondiente juramento, se conteste con copia certificada de esta acta al mismo Excmo. y firmaron los Srs.:El Conde de San Isidro- Bartolomé, Arzobispo de Lima, Francisco Javier de Zárate- El Conde de la Vega de Ren- El Conde de las Lagunas-Toribio Rodriguez-Javier de Luna Pizarro-José de la Riva Aguero-El marquez de Villa fuerte…"
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Acta de Independencia del cabildo de Lima.
San Martín, el 28 de Julio de 1821 se reúne el Cabildo Abierto en Lima, declarando junto con el pueblo la Independencia del Perú de la dominación española y de cualquier otra dominación extranjera. Don José de San Martín proclama y jura la Independencia del Perú en la Plaza Mayor de Lima con las siguientes palabras:
EL PERU DESDE ESTE MOMENTO ES LIBRE E INDEPENDIENTE POR LA VOLUNTAD GENERAL DE LOS PUEBLOS Y POR LA JUSTICIA DE SU CAUSA QUE DIOS DEFIENDE.
¡VIVA LA PATRIA!
¡VIVA LA LIBERTAD!
¡VIVA LA INDEPENDENCIA!"
Esta misma proclama es repetida en varias plazas de Lima, a fin de que la población limeña pueda darse por enterada, así una testigo de este acto trascendental dira: "...El 28 del mes anterior se juró en esta capital la Independencia del Perú. No he visto en América un concurso ni más lucido ni más numeroso. Las aclamaciones eran un eco continuado de todo el pueblo... Yo fui uno de los que pasearon ese día el estandarte del Perú independiente... Jamás podría premio alguno ser más lisonjero para mí, que ver enarbolado el estandarte de la libertad en el centro de la ciudad más importante de esta parte de América, cumpliendo el objeto de nuestros trabajos en la campaña (...). En esa misma noche se dió refresco y baile en el cabildo. Ninguna tropa logró contener la aglomeración de gente y no pudo lucir el ambiguo que se preparó para los convidados (...). En la noche siguiente se dió en el palacio del general un baile, al que asistieron todas las señoras, esto requeriría una descripción particular para lo que no tengo tiempo. La compostura con que se presentaron aquellas era elegante(...). Yo bailé mi contradanza de etiqueta con una señora y me separé con mis amigos a analizar los efectos de la política del gobierno antiguo" (Carta de Tomás Guido - amigo de San Martín - del 6 de agosto de 1821, a su esposa Pilar Spano).
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San Martín Proclama la Independencia del Perú.
La independencia del Perú y las Logias estuvieron muy ligadas y sobre todo con las llamadas sociedades secretas conectadas con las Logias Lautarinas y con las Junta de las Ciudades y Provincias de la América Meridional.
En el Perú fueron ciudades muy especiales donde se desarrollaron estas Logias, así tenemos, Lima, Trujillo, Tacna, Lambayeque y Arequipa.
El R:.H:. Javier Agüero Vega de la Gran Logia Mixta de San Juan – Oriente del Perú "Masonería Oficiosa y Masonería Histórica del Perú" anota lo siguiente.
En la primera mitad del siglo XIX la masonería en el Perú fue oficiosa y conspirativa. Hay una larga lista de actos que narrados o ilustrados por HH:. De la época, asumen un marcado perfil masónico.
Se dice por ejemplo que Don José de San Martín perteneció a la Logia Lautarina de ascendencia inglesa y es así como en su vestimenta de militar se le remarca el color azul de los ribetes de los mandiles masónicos en las polacas de su uso. Sólo algunas ilustraciones lucen el color negro como color simbólico asociado a los grados filosóficos del Real Arco (7º). Igual sucede con Simón Bolívar quien perteneciendo al R:.E:.A: y A:. es mostrado con polacas rojas, propias del rito, o negras del filosófico (30º).
Es evidente que el ingreso de San Martín a la ciudad de Lima no fuera necesariamente después de la medianoche, sino más bien después de una reunión logial entre masones peruanos y españoles. La particular privacidad de a puerta cerrada de la reunión en Guayaquil entre San Martín y Bolívar es una manera discreta de decir que fue a cubierto de toda indiscreción profana.
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San Martín y Simon Bolívar.
Fue por esta calidad de reunión masónica que primó en la decisión acordada por los asistentes el más alto grado masónico de Bolívar sobre el de San Martín y no precisamente las razones ni los argumentos presentados.
En esta selección de relatos, lo más destacable fue el famoso abrazo de Maquinguayo celebrado antes de la batalla de Ayacucho y donde los HH:. Masones de ambos bandos se reconocen entre sí para luego evitar herirse durante el combate. Los cronistas no iniciados asumen que ese abrazo fue para que las familias se reunieran antes de la batalla en atención a que algunos miembros eran realistas y otros independentistas. Sin dejar de ser posible la propuesta de los historiadores profanos, lo que parece reafirmar el complot masónico es el hecho que siendo la batalla de Ayacucho el combate decisivo para la independencia o la continuación del virreinato, fue sin embargo la que menos bajas y heridos produjo.
En este sentido se afirma que la capitulación fue firmada la noche anterior en un trabajo logial conjunto donde se acordó además que los HH:. se reconocieran con los signos que le son comunes. La versión de la firma previa de la capitulación adquiere visos de autenticidad porque La Serna fue herido precisamente en la mano derecha quedando imposibilitado de firmar en el campo de batalla. Cuando en 1730 se reimprimieron en Londres las Constituciones de Anderson se corrigió el asunto vinculado al concepto Dios y se recortó su alcance declarándose que todo constructor como verdadero noaquita conviene en aceptar el concepto de Dios común a nos. Esta propuesta particular andersoniana en la concepción de Dios fue extendida por la masonería en todas sus empresas y es así que cuando San Martín proclama la Independencia del Perú concluye diciendo: … por la justicia de su causa que Dios defiende.
La corona española estaba auspiciada por la iglesia católica y su visión de Dios, por esto es lícito preguntar ¿a qué concepto de Dios se refiere San Marín como masón? La respuesta está dada en el himno nacional que el libertador seleccionó, entre siete melodías, la noche del 18 de Septiembre de 1821 aplaudiendo y exclamando: sin disputa, éste es el Himno Nacional del Perú. San Martín optó por la música del maestro José Bernardo Alcedo y los versos del poeta iqueño José de la Torre Ugarte cuya sexta estrofa, entonada por primera vez en la voz de la señora Rosa Merino la noche del 23 de septiembre de ese mismo año en el Teatro de Lima, concluye diciendo en referencia a Dios: renovemos el gran juramento que rendimos al Dios de Jacob. El gobierno de Simón Bolívar en el Perú (1824-1826) no fue bien visto ni por las elites políticas recién conformadas, ni por la antigua elite criolla, quienes vieron en el libertador a un dictador y usurpador napoleónico que quiso establecer un gobierno absoluto basado sólo en su figura.
La inestabilidad de Bolívar en su condición de extranjero que amenazaba los privilegios de la antigua elite criolla que conspiró en favor de la independencia del Perú de la corona de España, lo llevó a suscribir un Decreto de Gobierno en 1825 prohibiendo las reuniones de los masones. Fue recién con el gobierno de Agustín Gamarra que la masonería peruana se recompone y se instala el Supremo Consejo Grado 33° para la República del Perú el 2 de Noviembre de 1830. La inestabilidad de la incipiente república peruana no permitió el desarrollo progresivo de la masonería y abate columnas hasta después del primer gobierno del Mariscal Ramón Castilla quien establece el orden en la República. Fue el 13 de Julio de 1852 cuando se constituye el Gran Oriente Nacional siendo su primer Serenismo Gran Maestro el M:.R:.H:. Matías León. Desde esta fecha se puede considerar a la masonería peruana como histórica, porque puede seguirse de una manera testimonial todo su quehacer, con sus idas y venidas, con sus cismas y renacimientos, con las vanidades, intrigas y más conspiraciones de sus miembros.
Otros escritores e intelectuales Argentinos cuando tratan sobre la reunión de San Martín y Simón Bolívar en Guayaquil y sobre lo que trataron en ella dicen:
A. J. Pérez Amuchástegui, argentino, publicó La carta de Lafond y la preceptiva historiográfica:
–En la entrevista hubo algo público y algo secreto.
-Hubo acuerdo completo. San Martín no podía dominar a la anarquía ni terminar la guerra en Perú sin destruir al partido nacionalista, que era su partido, pero Bolívar sí podía hacerlo. El libertador argentino no iba a emplear mano de hierro contra sus propios paisanos: 1). La permanencia de San Martín era incompatible con ese objeto. 2). En su momento, Colombia auxilió a Perú. 3). Bolívar eliminó al grupo que había ejercido el poder con San Martín. 4). San Martín permanece en América hasta que se aseguró la hegemonía de Bolívar. 5). Las tratativas con los realistas fueron para que retiren las tropas éstos y se reconozca la independencia. 6). San Martín, en Europa, trabajó para que se reconozca la independencia por Inglaterra. 7). El distanciamiento fue aparente, para facilitar el plan entre miembros de una misma logia.
Pérez Amuchástegui hace conjeturas, no se basa en documentación, en todo lo que afirma. Ricardo Font Ezcurra, sostiene que el plan común fue impuesto por la masonería (decía que preparaba una obra al respecto pero muerto en 1959 no apareció escrito alguno).
¿Era auténtica la carta de Lafond del 29 de setiembre de 1822?
Sí, según Julio César Chávez, porque San Martín repitió los mismo términos al general Miller y al Mariscal Castilla.
Ariosto González, uruguayo, en su trabajo Autenticidad de la carta de Lafond, dice lo mismo: coinciden sus términos con los hechos y San Martín tuvo conocimiento del texto que publicó Lafond y lo aceptó; coincide, en fin, con los demás documentos y testimonios de San Martín.
Gerhard Masur, profesor de la Universidad de Virginia, refutó a quienes consideraron falsa la misiva (Cristóbal L. Mendoza y Vicente Lecuna), en su trabajo La carta de San Martín Bolívar del 29 de agosto de 1822 (Eduardo Giarlandini, Guayaquil San Martín – Bolívar ¿Pacto o Discordia?, Pág. 18).
José Carlos Mariategui, anota en su más popular libro lo siguiente: Tuvo el Perú un clero liberal y patriota desde las primeras jornadas de la revolución. Y el liberalismo civil, en muy pocos casos individuales se mostró intransigentemente jacobinos y, en menos casos aún, netamente antirreligiosos. Procedían nuestros liberales, en su mayor parte, de las logias masónicas, que tan activa función tuvieron en la preparación de la independencia, de modo que profesaban casi todos el deísmo que hizo de la masonería, en los países latinos, algo así como un sucedáneo espiritual y político de la reforma. (José Carlos Mariátegui, Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana, Pág. 155).
Durante el periodo de Independencia surgieron masones peruanos que participaron en la independencia de los pueblos de América, tenemos incluso a los masones que gobernaron en la República de Argentina como Ignacio Alvarez Thomas, Toribio de Luzuriaga, José Darregueira, o a Juan Egaña en Chile quien llego a ser Ministro y Diputado y al cura Melchor de Talamantes en Mexico. (Ponencia II Convención Nacional de Grandes Logias Masónicas del Perú Octubre 2005, del R:.H:. Juan Velásquez Calderón)
En otro interesante trabajo del Mason Francisco José Del Solar: LAS CORTES DE CADIZ Y LA MASONERIA, anota: El ilustre hermano masón, jurista, político y poeta peruano José Gálvez Barrenechea (Tarma 1885-Lima 1957) escribió: "La independencia fue labor de masones y los fueron todos y casi todos los que conoces y veneras por Padres de tu Patria, y entre ellos, como descubrirás, más tarde, hasta sacerdotes hubo" (...) "La masonería sirvió maravillosamente a la labor de la libertad."
Esta absoluta verdad siempre ha sido soslayada por los historiadores oficiales, oficialistas y, máxime, por los católicos dogmáticos que dueños de sus propios temores no han querido tratar científicamente este tema, al margen de que favorezca o no a la masonería. (Jose GÁLVEZ BARRENECHEA, "Estos terribles masones").
Los masones limeños así como los masones de las provincias participaron activamente en la independencia del Perú:
También integraron la masonería los patriotas tacneños Francisco de Zela y Enrique Pallardelli; el poeta y mártir Mariano Melgar; Manuel Pérez de Tudela –redactor del Acta de la Independencia–; el ideólogo de la libertad americana Manuel Lorenzo de Vidaurre; el mártir cusqueño José Joaquín Ladrón; José Toribio de Luzuriaga y José de Rivadeneira, gestores de la independencia de Argentina, Chile y el Perú; José Vásquez de Acuña, primer abanderado de la naciente República peruana; y José Baquíjano y Carrillo. Asimismo, Francisco Javier de Luna Pizarro, presidente del Primer Congreso Constituyente del Perú; José de la Riva Agüero, líder de la emancipación americana; Francisco Javier Mariátegui, Antonio José de Sucre, Vicente Morales Duárez y Gregorio Escobedo, entre otros.
Algunos miembros de la orden participarían en la confección de los símbolos patrios. José Gregorio Paredes, diseñador del Escudo Nacional; José de San Martín, José de Torre Tagle, Bernardo Monteagudo, Francisco Javier Mariátegui, Tomás Guido, Hipólito Unanue, Simón Bolívar y Andrés de Santa Cruz participaron en su oportunidad en los decretos referidos a la Bandera. El Himno Nacional fue cantado por primera vez por Rosa Merino, madre del que fue primer gran maestro de masones, Antonio Arenas Merino.
Francmasones que se alzaron.
1805. Cusco: Gabriel Aguilar y Manuel Ubalde.
1811. Tacna: Francisco Antonio de Zela.
1812. Huánuco, Panatahuas y Huamalíes: Juan José Crespo y Castillo, Domingo Berrospi y Juan Antonio Navarro.
1813. Tacna: Enrique Paillardelle y Pedro Calderón de la Barca.1814. Cusco, Arequipa: José, Vicente y Mariano Angulo, Mariano Melgar y Matías Pumacahua.
1818. Callao: José Gómez, Nicolás Alcázar y Casimiro Espejo.
1819. Lima: José de la Riva Agüero, Mateo y Remigio Silva.
Entre 1821 y 1825:
Informaron a San Martín todo lo relacionado con su avance de Paracas-Pisco. Luego le dieron personal y logística en su avance por los valles de Ica, Chincha y Cañete.
Facilitaron, a través del francmasón José Faustino Sánchez Carrión, la llegada y las posteriores victorias de Bolívar.
La aprobación como lema oficial del Perú en 1825 del "mote": "Firme y feliz por la unión", que fue santo y seña de los ejércitos independentistas, así como su posterior acuñación en las primeras monedas peruanas de oro y plata.
(Información Masónica del Perú editada por la R:.L:.S:. Fénix No. 137-1 Jurisdicción de la Gran Logia Constitucional del Perú. Protagonistas de la Independencia Peruana Pertenecieron a Logias Francmasónicas", julio 28, 2007).
Contrario a lo que afirman los historiadores masones, otros estudiosos dicen: Si bien es cierto, la masonería existió en el Perú antes de 1820, no se le puede atribuir un rol que no le cupo, aunque los historiadores masónicos hablen de ello sin aportar datos (Pascual 1995). En ese sentido, nos parece esencial, desvirtuar las afirmaciones que se han venido y vienen aún difundiendo.
Podemos concluir entonces que esta sociedad secreta –Se refiere a las Logias Lautaro del Perú, Argentina y Chile-, acaso la más célebre pero quizá no la única que se constituyó, fue la expresión política de sectores de la sociedad criolla, que viéndose desplazados de los puestos de mando, vieron en las logias la oportunidad de asociarse para apoderarse del poder político, procurando retenerlo todo el tiempo que les fue posible. Empeño vano, pues Lautaro, sociedad que se proyectó a Argentina, Chile y el Perú, se disolvió prontamente por la disparidad de intereses y opiniones que representaba, ante el beneplácito de la aristocracia que vio en Lautaro a un grupo que despreciaba sus ideales y la alejaba del poder político. (Frías 1950: 276). (Jorge Luis Castro Olivas, Sociedades Secretas y Masonería en el Proceso de Emancipación Peruano, La Logia Lautaro en el Perú, Pág. 142).
En conclusión, la tan mentada influencia de la masonería inglesa sobre los próceres de la independencia de Sudamérica ha sido completamente exagerada. Esto no quiere decir que Inglaterra no haya ejercido ninguna influencia. La ejerció y fue poderosísima. Pero los intereses de la corona británica en Sudamérica fueron dirigidos directamente por Lord Castlereagh, Secretario de Relaciones Exteriores, y no por la Gran Logia de Londres, que era presidida por el Duque de Sussex, la "oveja negra" de la familia real inglesa. La masonería en la Inglaterra tory nunca tuvo la importancia que tuvo en Francia bajo la revolución y el imperio napoleónico. Sin duda hubo masones ingleses, tal el caso de Sussex o el general Sir Robert Wilson, que apoyaron la independencia americana, pero lo hicieron desde la oposición y sus esfuerzos fueron neutralizados por el gobierno. Al elegir a Inglaterra como la aliada natural de la causa independentista, Bolívar y San Martín no obedecían órdenes de la logia de Londres sino sus propias convicciones. En cuanto a su apoyo al sistema monárquico, éste quizás fue producto de cierto pragmatismo. Mas de uno pensaba entonces que la independencia de la América española era "una quimera" bajo cualquier otra forma de gobierno. Recordemos que días antes de la declaración de la independencia, el propio Manuel Belgrano declaró en una sesión secreta del Congreso de Tucumán, "que había acaecido una mutación completa de ideas en la Europa en lo respectivo a la forma de Gobierno. Que como el espíritu general de las naciones en años anteriores era republicano todo, en el día se trataba de monarquizarlo todo."Sea cual haya sido la verdadera causa de su monarquismo, como observó un distinguido historiador, Bolívar y San Martín "quedaron burlados en sus planes y los dos llevaron a la tumba, como justo castigo de su error, el pesar de un triste desengaño."
Si hubo influencia de la masonería en la independencia de América, ésta provino de la masonería francesa, primero revolucionaria y luego bonapartista, que se extendió no sólo en España sino también por todo el continente americano. Su ideología estaba inspirada por la Revolución Francesa y su influencia disminuyó, pero no cesó, luego de Waterloo. Recordemos que José Bonaparte vivió en Estados Unidos cerca de quince años, y contrariamente a lo afirmado por algunos de sus biógrafos, no se dedicó solamente a diseñar los jardines de su palacete en Trenton, Nueva Jersey, como lo prueban sus frecuentes contactos con José Miguel Carrera durante 1816. Su influencia y la de su hermano más famoso sobre los eventos políticos que sacudieron a Europa y América a partir de 1815 es poco conocida, aún entre los historiadores.
El debate, a veces tan agitado, respecto a si tal o cual prócer fue masón, ha contribuido a soslayar una discusión mucho más interesante sobre las verdaderas causas del cisma que se produjo entre las dos facciones que propugnaban la independencia de las colonias españolas. Además de un choque de personalidades, este cisma fue causado principalmente por dos factores externos: en primer lugar, la lucha ideológica que se desató en Europa entre el "legitimismo" y los principios de la Revolución Francesa, y en segundo lugar, y no menos importante, las intrigas del gabinete inglés para mantener su supremacía marítima y comercial en ambos lados del Atlántico. El establecimiento de varias monarquías constitucionales en la América española era la solución preferida por Castlereagh si Fernando VII rechazaba la mediación inglesa y no conseguía someter a sus súbditos americanos. El ascenso del partido liberal francés al poder en 1819 y la revolución liberal en España al año siguiente complicaron sus planes. Quizás la historia hubiera sido distinta si Castlereagh no se hubiera suicidado a mediados de 1822. Su muerte produjo el advenimiento de una política exterior inglesa más liberal bajo George Canning. En parte gracias a Canning, eventualmente la solución republicana triunfó en todo el continente. La excepción fue Brasil, donde los liberales que apoyaron la independencia bajo una monarquía constitucional al poco tiempo se llevaron la desagradable sorpresa de que Pedro I era tan despótico como sus parientes europeos (Emilio Ocampo, Inglaterra, la Masonería y la Independencia de América, Pág. 23 al 25).
Como se podrá percibir la historia se puede haber redactado de diferentes formas, pero la realidad es única. Es innegable la participación de los masones y la importancia de ella ha quedado perennizada en sus diferentes actos que la historia no ha podido soslayar, aunque aún le cuesta reconocer.
Monografias.com
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Autor:
Monografias.com
Maestro Mason Herbert Oré Belsuzarri.
Iniciado en Luz del Oriente Nº 5 de la Gran Logia del Centro del Perú. Adelantado como Compañero Franc Masón y Exaltado al Sublime Grado de Maestro Mason en P:.F:.C:.L:.B:.R:.L:.S:. FENIX 137 - 1, de la Gran Logia Constitucional del Perú.
Publica sus trabajos en Scribd y monografías.com, asi como en las revistas Fenix News, Hiram Abif y Retales de Masonería, todas de circulación internacional.
[1] José Antonio Manso de Velasco y Sánchez de Samaniego (1688-1767), conde de Superunda, fue un militar y político español, XLIII Virrey del Perú. Fue Gobernador de Chile entre 1737 y 1744. Virrey del Perú durante el reinado de Fernando VI, gobernó el Virreinato del Perú entre los años 1745 y 1761.


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