viernes, 22 de enero de 2010

EL MASON BUSCA UNIFICARSE CON LA CREACION


EL MASÓN BUSCA UNIFICARSE CON LA CREACIÓN
Por SOLARIS
Gentileza de B. ORTIZ

Las personas ahora estas desconectadas hasta de sí mismas, está condición es muy triste, por ello, en la Masonería se encarnan en forma de iniciación misterios a través de la cuales todavía es posible, para un Occidente oscuro y enfermo, vincular de manera efectiva la tradición primordial de la Unidad del Hombre con el Universo, y consigo mismo. Es el arte de la transmutación, operando en un crisol de símbolos, rituales y mitos de orden cosmogónico, que hombres de todas condiciones y profesiones han reconocido desde tiempo inmemorial, como una Institución portadora de la realización metafísica.

El iniciado en los misterios Masónicos recibe una influencia espiritual que opera en una regeneración mental, es decir, en un renacer de la conciencia, compartiéndose así en un verdadero Ser Universal, porque hoy las personas están desvinculadas totalmente del Universo, y la Masonería opera integrado a las personas con la misma Creación. Este despertar se corresponde simbólicamente con una ruta desde un punto de la circunferencia hacia el centro, y también con una cuenta atrás de la separación, y que termina en la unidad.

Viajes Simbólicos recorriendo los misterios primordiales de la vida, transitando simbólicamente por los grandes misterios, el aumento del eje fijo alrededor del cual gira la rueda del devenir, o rayo, atravesando el mismo Sol de Iniciación, que traza la vía que devuelve el Ser a las personas.

El profano que pide ser admitido a la Masonería del Rito Escocés, Antiguo y Aceptado redacta un testamento en una oscura y misteriosa catacumba , llamada de la cámara de las reflexiones, filosóficamente significando a los tres principios alquímicos. Tres áreas de su cuerpo se eliminan antes de ser llevado, en privado de la vista a la puerta del Templo, para su iniciación. Después de haber sido introducido en la Logia, que transita en tres viajes, y, finalmente, recibe la luz al tercer golpe de mallete del Venerable Maestro.

El ternario preside el inicio de la construcción del templo en el interior del masón, así como la reconstrucció n del Cosmos exterior, un Universo del que la Logia es una imagen perfecta para que el masón se identifique con ÉL.

jueves, 21 de enero de 2010

LA GLANDULA PINEAL


La glándula pineal
por Adrián Pérez de Vera FRC


La glándula pineal

Los monjes tibetanos hablaban, y aún lo hacen hoy en día, de un tercer ojo, situado aproximadamente en el centro del cerebro y entre los ojos, que había sido el centro de la clarividencia y de la intuición, y que en el decurso de los tiempos se había ido atrofiando, por lo que era necesaria su recuperación. Posteriormente se asociaría este tercer ojo con la glándula pineal.

La existencia de la epífisis o pineal se conoce desde hace más de 2000 años. Galeno en el siglo II, escribió que a los anatómicos griegos le había llamado la atención la situación particular de dicha glándula, concluyendo que servía de válvula para regular el flujo del pensamiento, que se creía almacenado en los ventrículos laterales del cerebro.
Descartes, en el siglo XVII, expresó su creencia que la pineal era la sede del alma racional. Para él, las sensaciones percibidas por los ojos llegarían a la pineal, de la que partirían hacia los músculos, los cuales producirían las respuestas adecuadas. Los estudios modernos demuestran en éste, como en otros aspectos de su pensamiento, la gran intuición del filósofo. Características físicas, situación y relaciones

El nombre pineal se debe a su forma, semejante a una piña, siendo su tamaño aproximado el de un guisante. Pesa una media de 173 miligramos, oscilando según las personas entre los 41 y 804 miligramos.

Las pineales recogidas en autopsias, pesan en el hombre un máximo en el mes de Marzo, y un mínimo si son examinadas en Julio; mientras que en la mujer, el máximo peso se obtiene de las recogidas en Enero y el mínimo, de las obtenidas en Mayo.
Está situada en el techo del mesencéfalo, entre los tubérculos bigéminos craneales, en la denominada fosa de la pineal. Su cara craneal está por debajo del cuerpo calloso, y su base limita con el tercer ventrículo. Su célula funcional es el pinealocito, que está capacitado para producir las encimas necesarias para la síntesis de la melatonina (su principal hormona) y la seratonina, a partir del triptófano.

La melatonina fue descubierta en 1958 por el dermatólogo y bioquímico A.B. Lerner, quien se basó en las observaciones hechas por MC. Cord y Allen en 1917. Estas observaciones deducían que, al arrojar extractos de pineal de vaca en el agua en que nadaban unos renacuajos, se producía un blanqueamiento de su piel.
Lerner y Cols purificaron extractos de más de 200.000 pineales vacunas, aislando una sustancia que agregaba intracelulares de la melanina. La hormona melanocito-estimula nte, por lo contrario, disgregaba dichos gránulos oscureciendo la piel. Se la denominó melatonina en contraposició n a la melanocito-estimula nte.

En ausencia de luz, el pinealocito recibe estimulación periódica en forma de nor-epinefrina (NE), seratonina o descargas eléctricas de fibras nerviosas, provenientes del núcleo supraquiasmático superior. Este, a su vez, recibe información que proviene del sistema vegetativo, a través de neuronas emergentes del ganglio cervical superior, el cual conecta con otros ganglios de la médula espinal.

En presencia de luz, natural o artificial, los fotoreceptores de la retina convierten la señal luminosa, especialmente en la banda amarillo-verde, en señal eléctrica, que es transmitida por el tracto retino-hipotalá mico hasta el ganglio cervical superior, por donde abandona el S.N.C., conectando con los ganglios de la médula y aboliendo la señal circadiana enviada por dicho ganglio al núcleo supraquiasmático. Como consecuencia, dicho núcleo queda liberado de la influencia de la médula espinal y enlentece el ritmo de liberación de NE sobre la pineal, lo que se traduce por una menor captación de aminoácidos, especialmente triptófano, por parte del pinealocito; menor producción de adenil ciclasa y cAMP y, por consiguiente, menor producción y liberación de melatonina.
Cualquier activación del sistema simpático abole el efecto represor de la luz. ándula pineal y pubertad

La glándula pineal es de mayor tamaño en la infancia que en la madurez, comenzando a disminuir de tamaño a partir de los 7 años. Esta recesión en el tamaño era considerada como una involución o atrofia de una glándula que carecía de utilidad, pero en la actualidad se piensa que es un proceso madurativo.
Desde el nacimiento, testículos y ovarios poseen una estructura lo suficientemente preparada como que para que en presencia del adecuado estímulo de gonadotropinas se produzca su maduración en poco tiempo. Sin embargo, este estímulo no se produce. La hipófisis, capacitada para producir dichas gonadotropinas, en presencia del adecuado estímulo hipotalámico de gonadotropin- relaxin-hormona GnRH, no las produce por carencia de éste.

En el adulto, los esteroides sexuales se autoregulan, al unirse a receptores hipotalámicos específicos, que a partir de cierta concentración sanguínea, disparan la vía opatérgica productora de endorfinas (opiáceos fisiológicos) . Esta, a su vez, distorsiona la pulsatilidad de la GnRH, que frena la producción y liberación de gonadotropinas, por lo que los ovarios o testículos (gónadas) en ausencia de dicho estímulo, dejan de producir esteroides sexuales, disminuyendo su concentración en la sangre. Con ello, los esteroides unidos a los receptores, se sueltan y se vuelve a activar la liberación de GnRH. En el niño debiera pasar lo mismo, y sin embargo, no sucede.

La melatonina tiene la misma afinidad, por los receptores hipotalámicos de esteroides sexuales, que éstos. En la infancia, se produce mayor cantidad de melatonina que en la madurez, de forma que constantemente se halla unida a dichos receptores, disparando la vía opiatérgica, impidiendo así la liberación de GnRH y, en consecuencia, la maduración gonadal.

A partir de los 7 años, la pineal disminuye progresivamente de tamaño, y en consecuencia disminuye la concentración sanguínea de melatonina hasta que llega un momento en que ya no se une a suficiente número de receptores hipotalámicos, se bloquea la vía opiatérgica y se produce por primera vez la liberación y síntesis de GnRH. Esto sucede a partir de los 11 años en la mujer, y de los 12 en el hombre. En los pueblos, la pubertad sucede más tardía que en las ciudades, lo que se debe al menos consumo de luz en éstos que en aquéllas.

Otras funciones de la pineal

Controla simultáneamente todos centros neuroendocrinos hipotalámicos, y en consecuencia todos los factores liberadores e inhibidores. Aunque se desconoce su mecanismo y acción, se conocen algunos de sus efectos indirectos sobre la hipófisis. Disminuye las concentraciones de GnRH y, en consecuencia, disminuye las de la hormona folículo-estimulante (FSH) y luteotropa (LH); disminuye la función tiroidea (TSH y T4), la insulina y también aumentan las concentraciones de glucosa sanguínea, disminuye el ATCH y la corticosterona. Aumenta la síntesis proteica cerebral, como también aumenta la producción y liberación de dopamina (DA). Como consecuencia, se puede esperar un aumento de hormona de crecimiento (GH) y disminución de TSH y prolactina (PRL).
La glándula pineal realiza las siguientes funciones: Resumen: Funciones de la Pineal

- Controla el inicio de la pubertad.
- Armoniza el sistema vegetativo con el medio ambiente, a través de la vista, y probablemente también del resto de los sentidos.
- Induce al sueño.
- Probablemente regula los ritmos circadianos.
- Es un interruptor que modula la intensidad de funcionamiento de todos los centros neuroendocrinos hipotalámicos.
- Previene una calificación prematura en la infancia, al evitar las síntesis esteroideas, favoreciendo el crecimiento óseo por este mecanismo, indirecta y directamente a través de la DA y GH.


Comentario

Nuestros conocimientos sobre la pineal y su hormona, la melatonina, así como las numerosas lagunas que tenemos acerca de ellas, apenas nos permiten trazar un razonable esbozo sobre su funcionamiento que, sin duda, a lo largo de los tiempos será modificado a la luz de nuevos hallazgos.

Puesto que el silencio, en condiciones normales, suele acompañar a la oscuridad, podemos pensar que ambos estimulan la liberación de melatonina. Esta, a su vez, produciría la liberación de endorfinas que adormecerían el resto de los sentidos (tacto, olfato y gusto). Conseguido esto, el subconsciente y, por tanto, el sistema vegetativo, quedarían libres de todo control consciente, produciéndose por una parte los procesos de crecimiento (infancia) y regeneración de los tejidos (adultos), y por otra, la liberación del subconsciente en forma de sueños. Los sueños y la vista

La hormona melanocito-estimula nte, es excitada por la luz, mientras que la melatonina, lo es por la oscuridad. Mientras que la primera (MSH) disgrega los gránulos de melanina, produciendo la sensación de oscuridad, la segunda, los agrega dando la sensación de luminosidad (blanco). Podemos pensar que en el S.N.C. existe una zona de células que, a modo de una película, se dejan impresionar por la interrelación de ambas hormonas, por el mencionado mecanismo. Durante el día, predominarán impresiones luminosas mediadas por la MSH, mientras que durante la noche, serían impresiones provenientes del subconsciente y mediatizadas especialmente por la melatonina. Dispondríamos así de un positivo y un negativo.

Para que exista un sueño, se requiere que previamente, y como en un vídeo, tengamos filmadas las imágenes que, aunque a veces desordenadas, van a formar parte del mismo. Los sueños sirven a veces de válvula de escape a nuestras tensiones, otras son una aviso disfrazado de situaciones de las que somos culpables y que tenemos que rectificar, y en otras, son avisos previos a situaciones que tenemos que atravesar y soluciones para superarlas. Como vemos, los sueños pasan por la pineal y normalmente escapan a nuestra consciencia, de forma que en la mayoría de los casos, llegan a ella en forma distorsionada o simbólica. En cualquier caso, forman parte de nuestra realidad.

Cambio de costumbres y la pineal

Con el descubrimiento de la luz artificial por Edison, se han revolucionado nuestras costumbres, de forma que han alterado nuestro sistema de vida, nuestra relación con el Cósmico y también nuestra salud. Actualmente disfrutamos, pero también padecemos, mayores períodos luminosos y sonoros en detrimento de la oscuridad y el silencio regenerativos. Hemos perdido una parte de nuestra armonía con el Cósmico, que pagamos con un menor desarrollo de nuestra pineal, con una ligera atrofia de la misma. Nuestras menores cantidades de segregación de melatonina, hacen que nuestros procesos regenerativos sean parcialmente insuficientes, al igual que el descanso de nuestra mente, que se torna obsesiva y posesiva. Nunca como en la actualidad han existido tantas depresiones, obsesiones e insomnios.

Pineal y misticismo

La A.M.O.R.C. pretende mediante algunos de sus ejercicios, restaurar la armonía de la pineal con el Cósmico, de forma que se restauren en su totalidad los procesos regenerativos en parte olvidados por nuestras costumbres. En ningún modo se pretende una hipertrofia de la glándula, que nos desarmonizarí a aún más con el Cósmico.
En la mayoría de nuestros ejercicios observamos que se aconseja la penumbra, el silencio o la música suave, y ciertos aromas de incienso también suaves. Todo ello nos lleva a un mayor aumento de la melatonina, ayudándonos a no perder nuestra consciencia y caer en el sueño. Con ello que podemos llegar a ser conscientes de nuestro subconsciente, y utilizarlo a nuestro favor (y a favor de la humanidad), mediante procesos de visualización y emisión de sentimientos de Amor y Paz Profunda, desde nuestro Ser Interno.

martes, 19 de enero de 2010

EL SIMBOLO PERDIDO



Introducción a Las Claves Históricas de

El Símbolo Perdido

Dan Brown sorprendió nuevamente a sus lectores al conjugar, de manera insospechada, dos campos tan disímiles entre sí como lo son la francmasonería y las Ciencias Noéticas. La trama de El Símbolo Perdido, cuya acción transcurre en Washigton D.C., pone sobre el tapete muchos de los tópicos que giran en torno a las Sociedades Iniciáticas. En esta caso los masones –cuya presencia en la fundación de los Estados Unidos de América es un hecho histórico fuera de toda duda- y los rosacruces, a quienes se atribuye haber impulsado el pensamiento científico en el siglo XVII.

Pero Brown no se queda en estos aspectos sino que avanza hacia una maraña de ritos, ceremonias, símbolos y signos, todos rodeando un secreto, que Robert Langdon debe revelar en apenas unas horas. Sin embargo –he aquí la sorpresa- se verá acompañado de una científica del Instituto de Ciencias Noéticas que aportará a la historia una fascinante combinación entre la Tradición y los Nuevos Paradigmas.

Un análisis profundo de las diferencias entre Noética y Masonería sería tan inútil como la comparación de peras y manzanas. La Noética es abierta, expansiva, científica, moderna en el sentido más amplio de la palabra. La masonería es una organización que guarda misterios; se abre sólo a aquellos que son iniciados y su ingreso requiere de una ceremonia no exenta de pruebas y compromisos significativos. Dicho más claramente, este libro no es un análisis comparativo de francmasonería y noética sino una explicación de ambas cosas, en especial de aquellas que Brown menciona en El Símbolo Perdido.

La Noética, fundada hace más de tres décadas por el científico y astronauta Edgard Mitchell, se ve, en todo caso, confrontada con una institución milenaria, a la que le podemos atribuir, como mínimo, tres siglos de institucionalidad. Es que, justamente, lo que Brown construye en su historia, es nada menos que la combinación entre dos instituciones radicalmente diferentes en su conformación, en su organización y en su desarrollo histórico. Sin embargo, a ambas le atribuye un mismo fin: La búsqueda de Dios.

Una experiencia de carácter trascendente, que el propio Mitchell describe como una Epifanía, llevo a este astronauta de la Apolo 14 a repensar su visión de la ciencia y fundar una Institución que cambiaría radicalmente el modo de ver al mundo. ¿Qué tipo de experiencia pudo llevar a un científico a vivir una profunda trasformación?

Pero acaso, ¿Qué tipo de experiencia puede llevar a un masón a afirmar que la Iniciación lo catapulta a un nuevo estado de conciencia?

¿Es la Ciencia Noética el puente o el eslabón que une la ciencia moderna con las Tradiciones Esotéricas? Durante siglos, los científicos ignoraron el profundo conocimiento de estas Escuelas de Misterios, sin embargo, en las últimas décadas parece haberse modificado esta limitación. ¿Está la ciencia en condiciones de explorar estos nuevos paradigmas?

Ciencia y esoterismo no han sido incompatibles en el pasado. Lo vemos en el mundo clásico; en la experimentación empírica de los filósofos renacentistas. Muchos rosacruces y masones estuvieron involucrados en el impulso del pensamiento científico, especialmente desde el seno de la Royal Society, a cuyo círculo esotérico se ha vinculado frecuentemente con el Colegio Invisible.

Podríamos afirma, también, que en los círculos Noéticos la novela fue bien recibida, y que existe consenso en el sentido de que Dan Brown ha dado en la tecla al momento de definir el objeto de las Ciencia Noéticas. En los círculos masónicos ha sido recibida con cierta indiferencia y algún recelo, pues se sabía de antemano que Brown utilizaría los aspectos más atractivos y provocadores de la francmasonería, en desmedro de aquellos considerados como ejes fundamentales de su doctrina. La conclusión es que la francmasonería no queda tan mal parada, pero también, que ha sido descripta sólo una de las tantas formas de masonería que existen en el mundo: La norteamericana, y por cierto de modo muy superficial.

De modo que este libro, dividido en dos partes –la primera dedicada a la Masonería y la segunda a las Ciencias Noéticas- no es un intento de encontrar diferencias y convergencias sino el de informar adecuadamente al lector interesado que, a partir de la lectura de El Símbolo Perdido, quiere comprender más a fondo qué es la Noética y qué es la Masonería. Estamos seguros que en cualquiera de los dos casos, el lector encontrará vías de investigación si es que, finalmente, vislumbra en estas corrientes del pensamiento un camino válido para su realización espiritual; pues ese es el punto en común entre ambas.

Es evidente que el hombre está sufriendo un cambio profundo en su cultura, en su espiritualidad y en su forma de relacionarse entre sí y con su medio ambiente. Las tradiciones antiguas, amalgamadas y reunidas en torno a las Escuelas de Misterios, siempre han sido un reservorio de la sabiduría antigua. Las Ciencias Noéticas plantean la necesidad de volver la vista hacia estas grandes tradiciones, sin por ello dejar de utilizar todas las herramientas que nos brinda la tecnología, incluidas las grandes redes de comunicaciones.

Los autores de este libro han tratado de dar respuestas a los interrogantes que quedan abiertos en la ficción planteada por Brown, concientes de las limitaciones de un trabajo de esta naturaleza en el que el interés del lector asume múltiples direcciones. En síntesis, Las Claves del Símbolo Perdido transmiten la experiencia de los autores en ambos campos. Es un libro escrito desde dentro. Desde el centro mismo de la experiencia directa.

Los Autores:
Ana Lía Alvarez y Eduardo R. Callaey.




Dan Brown,
El Símbolo Perdido y la Masonería

En abril del año pasado, en oportunidad de visitar Buenos Aires en las Jornadas Profesionales de la Feria del Libro, mi editor y amigo Santos Rodríguez (Nowtilus) me propuso trabajar acerca del libro que Dan Brown estaba escribiendo, en el que sabíamos que iba a abordar la masonería como parte de la trama.

Durante varios meses trabajamos intensamente en un proyecto editorial que sólo pudo encaminarse cuando se develó el misterio y tuvimos acceso al texto. La profesión de escritor es apasionante y no fueron pocos los autores apasionados que se animaron a escribir un “típico manual” antes de conocer la obra. Nosotros preferimos esperar a ver la obra publicada. El libro de Brown fue protegido con un celoso secreto hasta el momento de ser editado y ni siquiera supimos cual sería el título definitivo hasta el anuncio final en vísperas de la edición.

Nuestras Claves Históricas del Símbolo Perdido, que he escrito junto con Ana Lía Alvarez –en quien ha caído la responsabilidad de hablarnos de las Ciencias Noéticas- llegará a las librerías el mes próximo. En lo que a mí respecta no lo considero un manual de masonería ni una guía que explica el libro de Brown. Las Claves Históricas es un análisis de la masonería –desdibujada, confusa y muy norteamericana- que nos muestra el autor de El Código Davinci- y que merece ser aclarada de manera adecuada.

El público que no conoce acerca de la Orden Masónica tiene derecho a saber algo más. Y los masones, cualquiera sea su filiación, la responsabilidad de analizar este fenómeno que sigue colocando a la masonería en el centro de todas las conspiraciones. Esperamos que este sitio pueda ser útil para encontrar respuestas a una controversia que no tiene fin.

Para una mayor dinámica hemos abierto una página en Facebook en donde el lector podrá encontrar material adicional y comentarios sobre "Las Claves Históricas de El Símbolo Perdido”

Introducción a Las Claves Históricas de

El Símbolo Perdido

Dan Brown sorprendió nuevamente a sus lectores al conjugar, de manera insospechada, dos campos tan disímiles entre sí como lo son la francmasonería y las Ciencias Noéticas. La trama de El Símbolo Perdido, cuya acción transcurre en Washigton D.C., pone sobre el tapete muchos de los tópicos que giran en torno a las Sociedades Iniciáticas. En esta caso los masones –cuya presencia en la fundación de los Estados Unidos de América es un hecho histórico fuera de toda duda- y los rosacruces, a quienes se atribuye haber impulsado el pensamiento científico en el siglo XVII.

Pero Brown no se queda en estos aspectos sino que avanza hacia una maraña de ritos, ceremonias, símbolos y signos, todos rodeando un secreto, que Robert Langdon debe revelar en apenas unas horas. Sin embargo –he aquí la sorpresa- se verá acompañado de una científica del Instituto de Ciencias Noéticas que aportará a la historia una fascinante combinación entre la Tradición y los Nuevos Paradigmas.

Un análisis profundo de las diferencias entre Noética y Masonería sería tan inútil como la comparación de peras y manzanas. La Noética es abierta, expansiva, científica, moderna en el sentido más amplio de la palabra. La masonería es una organización que guarda misterios; se abre sólo a aquellos que son iniciados y su ingreso requiere de una ceremonia no exenta de pruebas y compromisos significativos. Dicho más claramente, este libro no es un análisis comparativo de francmasonería y noética sino una explicación de ambas cosas, en especial de aquellas que Brown menciona en El Símbolo Perdido.

La Noética, fundada hace más de tres décadas por el científico y astronauta Edgard Mitchell, se ve, en todo caso, confrontada con una institución milenaria, a la que le podemos atribuir, como mínimo, tres siglos de institucionalidad. Es que, justamente, lo que Brown construye en su historia, es nada menos que la combinación entre dos instituciones radicalmente diferentes en su conformación, en su organización y en su desarrollo histórico. Sin embargo, a ambas le atribuye un mismo fin: La búsqueda de Dios.

Una experiencia de carácter trascendente, que el propio Mitchell describe como una Epifanía, llevo a este astronauta de la Apolo 14 a repensar su visión de la ciencia y fundar una Institución que cambiaría radicalmente el modo de ver al mundo. ¿Qué tipo de experiencia pudo llevar a un científico a vivir una profunda trasformación?

Pero acaso, ¿Qué tipo de experiencia puede llevar a un masón a afirmar que la Iniciación lo catapulta a un nuevo estado de conciencia?

¿Es la Ciencia Noética el puente o el eslabón que une la ciencia moderna con las Tradiciones Esotéricas? Durante siglos, los científicos ignoraron el profundo conocimiento de estas Escuelas de Misterios, sin embargo, en las últimas décadas parece haberse modificado esta limitación. ¿Está la ciencia en condiciones de explorar estos nuevos paradigmas?

Ciencia y esoterismo no han sido incompatibles en el pasado. Lo vemos en el mundo clásico; en la experimentación empírica de los filósofos renacentistas. Muchos rosacruces y masones estuvieron involucrados en el impulso del pensamiento científico, especialmente desde el seno de la Royal Society, a cuyo círculo esotérico se ha vinculado frecuentemente con el Colegio Invisible.

Podríamos afirma, también, que en los círculos Noéticos la novela fue bien recibida, y que existe consenso en el sentido de que Dan Brown ha dado en la tecla al momento de definir el objeto de las Ciencia Noéticas. En los círculos masónicos ha sido recibida con cierta indiferencia y algún recelo, pues se sabía de antemano que Brown utilizaría los aspectos más atractivos y provocadores de la francmasonería, en desmedro de aquellos considerados como ejes fundamentales de su doctrina. La conclusión es que la francmasonería no queda tan mal parada, pero también, que ha sido descripta sólo una de las tantas formas de masonería que existen en el mundo: La norteamericana, y por cierto de modo muy superficial.

De modo que este libro, dividido en dos partes –la primera dedicada a la Masonería y la segunda a las Ciencias Noéticas- no es un intento de encontrar diferencias y convergencias sino el de informar adecuadamente al lector interesado que, a partir de la lectura de El Símbolo Perdido, quiere comprender más a fondo qué es la Noética y qué es la Masonería. Estamos seguros que en cualquiera de los dos casos, el lector encontrará vías de investigación si es que, finalmente, vislumbra en estas corrientes del pensamiento un camino válido para su realización espiritual; pues ese es el punto en común entre ambas.

Es evidente que el hombre está sufriendo un cambio profundo en su cultura, en su espiritualidad y en su forma de relacionarse entre sí y con su medio ambiente. Las tradiciones antiguas, amalgamadas y reunidas en torno a las Escuelas de Misterios, siempre han sido un reservorio de la sabiduría antigua. Las Ciencias Noéticas plantean la necesidad de volver la vista hacia estas grandes tradiciones, sin por ello dejar de utilizar todas las herramientas que nos brinda la tecnología, incluidas las grandes redes de comunicaciones.

Los autores de este libro han tratado de dar respuestas a los interrogantes que quedan abiertos en la ficción planteada por Brown, concientes de las limitaciones de un trabajo de esta naturaleza en el que el interés del lector asume múltiples direcciones. En síntesis, Las Claves del Símbolo Perdido transmiten la experiencia de los autores en ambos campos. Es un libro escrito desde dentro. Desde el centro mismo de la experiencia directa.

Los Autores:
Ana Lía Alvarez y Eduardo R. Callaey
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Dan Brown, El Símbolo Perdido y la Masonería

En abril del año pasado, en oportunidad de visitar Buenos Aires en las Jornadas Profesionales de la Feria del Libro, mi editor y amigo Santos Rodríguez (Nowtilus) me propuso trabajar acerca del libro que Dan Brown estaba escribiendo, en el que sabíamos que iba a abordar la masonería como parte de la trama.

Durante varios meses trabajamos intensamente en un proyecto editorial que sólo pudo encaminarse cuando se develó el misterio y tuvimos acceso al texto. La profesión de escritor es apasionante y no fueron pocos los autores apasionados que se animaron a escribir un “típico manual” antes de conocer la obra. Nosotros preferimos esperar a ver la obra publicada. El libro de Brown fue protegido con un celoso secreto hasta el momento de ser editado y ni siquiera supimos cual sería el título definitivo hasta el anuncio final en vísperas de la edición.

Nuestras Claves Históricas del Símbolo Perdido, que he escrito junto con Ana Lía Alvarez –en quien ha caído la responsabilidad de hablarnos de las Ciencias Noéticas- llegará a las librerías el mes próximo. En lo que a mí respecta no lo considero un manual de masonería ni una guía que explica el libro de Brown. Las Claves Históricas es un análisis de la masonería –desdibujada, confusa y muy norteamericana- que nos muestra el autor de El Código Davinci- y que merece ser aclarada de manera adecuada.

El público que no conoce acerca de la Orden Masónica tiene derecho a saber algo más. Y los masones, cualquiera sea su filiación, la responsabilidad de analizar este fenómeno que sigue colocando a la masonería en el centro de todas las conspiraciones. Esperamos que este sitio pueda ser útil para encontrar respuestas a una controversia que no tiene fin.

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Publicado por Eduardo R. Callaey en 10:49 0 comentarios
jueves 14 de enero de 2010
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El Secreto
Eduardo Callaey


Un abismo infinito separa al hombre de su Creador. Esa es la causa de la angustia que nos acompaña, desde las cavernas en las que vivíamos cuando éramos primates, hasta nuestros días. La sensación de fragmentación sobrevuela nuestros miedos y tribulaciones desde los tiempos que precedieron a los tiempos. En casi todas las religiones del planeta esta separación del hombre respecto de su creador se conoce como La Caída, y es justamente ese estado de separación de Dios el que nos produce un sentimiento de orfandad frente a la inmensidad del Universo infinito.

En las más antiguas cosmogonías, pertenecientes a religiones que murieron hace ya tiempo, en los confines de Oriente o en la arenas del Levante, se habla de esta tragedia, acontecida luego de las Guerras Cósmicas libradas en el Cielo. Encontramos vestigios de estas guerras pretéritas y de la posterior Caída del hombre en todas las tradiciones primitivas, que luego fueron asimiladas a los actuales librossagrados, en el correr de los milenios. En el Génesis se nombra algunos de estos libros perdidos en la matriz de la historia: “El libro de las Guerras de Jehová” y “El Libro de las Generaciones de Adán”En el mismo Génesis pueden encontrarse los vestigios de otros escritos antiquísimos, como el poema asirio “Enuma Elish”, que describe la creación del universo -cuyo título puede traducirse como "cuando desde arriba"- o el “Poema de Gilgamesh” que relata la epopeya de Utnapistin “el único justo” en quien es fácil descubrir la historia de Noé y el Diluvio Universal, o el Libro de Enoch que describe cómo los ángeles rebeldes de Samyasa tomaron mujeres entre las hijas de los hombres el día que descendieron en el monte Hermon, dando nacimiento ala raza de los gigantes.

El Antiguo Testamento es el reservorio de un conocimiento acumulado por generaciones de sabios e iniciados que encriptaron en sus páginas un conocimiento de carácter extraordinario que apenas ha sido comprendido. Los sabios de la religión judía, de quienes el cristianismo ha heredado esta obra extraordinaria, hubieron de escribir infinidad de obras que explican e interpretan el intrincadolenguaje de la Biblia. De la necesidad de esta interpretación surgen los Midrash y el Talmud, voluminosas obras en las que los maestros judíos de la Ley han intentado comprender el mensaje que la Torah les reservaba como Pueblo Elegido.

Desde la perspectiva religiosa del judeocristianismo, la Torah (denominada Pentateuco en Occidente, que corresponde a los primeros cinco libros de la Biblia) ha sido escrita por el propio Dios.Más aun. Los judíos desarrollaron una teosofía de características propias, denominada kabalá -que en hebreo significa Tradición- y que en la praxis no es otra cosa que un sistema decodificador del mensaje contenido en la Torah. Libros como el Zohar, el Bahir o el más antiguo Sepher Yetzira, son testimonio de la importancia que para el pueblo judío tienen los números y las letras como emanaciones propias de la misma divinidad.Con el advenimiento de Cristo, parte del Pueblo de Dios interpretó que el ciclo de la Salvación había alcanzado su apoteosis; literalmente el Hombre se hizo Dios en la figura de Emmanuel, el Salvador. Su Vida, o mejor dicho, Su intervención directa en la historia modificó, de cuajo, la mirada del hombre sobre sí mismo y sobre el universo.

De modo que una nueva y poderosa colección de documentos y testimonios vinieron a completar al Antiguo Testamento con una nueva Ley, reunida en los Evangelios, cuyo mensaje, al igual que el arcaico, permanecevisible sólo para aquellos que tienen ojos para ver y oídos para oír.Es sabido que todo libro sagrado puede leerse en diferentes niveles y que en todas las religiones existen misterios cuya interpretación excede el campo de la feligresía. Los intentos de los místicos judíos por encontrar mensajes ocultos en el Antiguo Testamente fueron apenas el antecedente del intrincado esoterismo que se desarrollaría alrededor de los textos canónicos (reconocidos por la Iglesia) y apócrifos (no reconocidos por ella) en torno al mensaje de Jesucristo y su misión Redentora. Quien crea que este esoterismo no forma parte de la médula de la religión comete un profundo error.Se atribuye a Pitágoras haber dicho que una religión moría de dos maneras: Hacia arriba, cuando sus sabios se encerraban, convirtiéndola en sólo accesible a sus iniciados, o hacia abajo, cuando los feligreses perdían el contacto con los sabios, convirtiéndola en una mera contención de orden moral, plagada de supersticiones.

Si la espiritualidad de Occidente aun está vigorosamente activa, es justamente porque el judeocristianismo ha logrado mantener activas las dos vías por las que una religión actúa. Una de ellas, como hemos visto, es necesariamente esotérica. A lo largo de los últimos cinco milenios, desde los propios orígenes de Abraham, nacido en la ciudad de Ur de los Caldeos, hasta nuestros días, han existido sociedadessecretas que se transmitieron de manera ininterrumpida el conocimiento que permite descifrar las Escrituras.

Existieron en la Media Luna Fértil y en el Antiguo Egipto, que llegó a ser el gran centro de peregrinaje del mundo antiguo. Se expandieron bajo la civilización helénica y luego, durante el apogeo del Imperio Romano, por toda la cuenca del Mediterráneo.Con la llegada del cristianismo tomaron diferentes formas. Permanecieron latentes durante los siglos en los que el saber esotérico pasó a ser patrimonio del mundo monástico. Gran parte del conocimiento oculto se introdujo en las corporaciones de albañiles y en las órdenes de caballería con fuerte influencia benedictina.

Después del Renacimiento resurgieron de la mano de los grandes magos, como Pico Della Mirándola, Cornelio Agripa y Marcillo Ficción, para finalmente corporizarse en la figura legendaria de los primeros rosacruces y en la francmasonería.Los masones dedicaron siglos de esfuerzo en la interpretación de los símbolos y se aseguraron de que éstos sobreviviesen a los tiempos, encerrando en ellos la Clave de los Antiguos Misterios. De modo tal que la francmasonería posee una suerte de idioma propio cuyo aprendizaje se deshilvana en etapas, círculos concéntricos quedemandan inteligencia, meditación y paciencia.La idea de un conocimiento esotérico es tan antigua como el mundo clásico y las Escuelas de Misterios fueron el eje de todas las culturas. Esto explica desde las pirámides hasta las catedrales góticas, desde las piedras del Neolítico hasta el Obelisco de Washington DC.

Pero los masones agregaron a la simbología un conjunto de leyendas. Incorporaron a su iconografía la de las Órdenes más poderosas de la historia. De cada una tomaron su médula y reclasificaron el resumen del modelo humano. En la simbología se encuentra el genoma de la conciencia

Eduardo Callaey