martes, 19 de enero de 2010

EL SIMBOLO PERDIDO



Introducción a Las Claves Históricas de

El Símbolo Perdido

Dan Brown sorprendió nuevamente a sus lectores al conjugar, de manera insospechada, dos campos tan disímiles entre sí como lo son la francmasonería y las Ciencias Noéticas. La trama de El Símbolo Perdido, cuya acción transcurre en Washigton D.C., pone sobre el tapete muchos de los tópicos que giran en torno a las Sociedades Iniciáticas. En esta caso los masones –cuya presencia en la fundación de los Estados Unidos de América es un hecho histórico fuera de toda duda- y los rosacruces, a quienes se atribuye haber impulsado el pensamiento científico en el siglo XVII.

Pero Brown no se queda en estos aspectos sino que avanza hacia una maraña de ritos, ceremonias, símbolos y signos, todos rodeando un secreto, que Robert Langdon debe revelar en apenas unas horas. Sin embargo –he aquí la sorpresa- se verá acompañado de una científica del Instituto de Ciencias Noéticas que aportará a la historia una fascinante combinación entre la Tradición y los Nuevos Paradigmas.

Un análisis profundo de las diferencias entre Noética y Masonería sería tan inútil como la comparación de peras y manzanas. La Noética es abierta, expansiva, científica, moderna en el sentido más amplio de la palabra. La masonería es una organización que guarda misterios; se abre sólo a aquellos que son iniciados y su ingreso requiere de una ceremonia no exenta de pruebas y compromisos significativos. Dicho más claramente, este libro no es un análisis comparativo de francmasonería y noética sino una explicación de ambas cosas, en especial de aquellas que Brown menciona en El Símbolo Perdido.

La Noética, fundada hace más de tres décadas por el científico y astronauta Edgard Mitchell, se ve, en todo caso, confrontada con una institución milenaria, a la que le podemos atribuir, como mínimo, tres siglos de institucionalidad. Es que, justamente, lo que Brown construye en su historia, es nada menos que la combinación entre dos instituciones radicalmente diferentes en su conformación, en su organización y en su desarrollo histórico. Sin embargo, a ambas le atribuye un mismo fin: La búsqueda de Dios.

Una experiencia de carácter trascendente, que el propio Mitchell describe como una Epifanía, llevo a este astronauta de la Apolo 14 a repensar su visión de la ciencia y fundar una Institución que cambiaría radicalmente el modo de ver al mundo. ¿Qué tipo de experiencia pudo llevar a un científico a vivir una profunda trasformación?

Pero acaso, ¿Qué tipo de experiencia puede llevar a un masón a afirmar que la Iniciación lo catapulta a un nuevo estado de conciencia?

¿Es la Ciencia Noética el puente o el eslabón que une la ciencia moderna con las Tradiciones Esotéricas? Durante siglos, los científicos ignoraron el profundo conocimiento de estas Escuelas de Misterios, sin embargo, en las últimas décadas parece haberse modificado esta limitación. ¿Está la ciencia en condiciones de explorar estos nuevos paradigmas?

Ciencia y esoterismo no han sido incompatibles en el pasado. Lo vemos en el mundo clásico; en la experimentación empírica de los filósofos renacentistas. Muchos rosacruces y masones estuvieron involucrados en el impulso del pensamiento científico, especialmente desde el seno de la Royal Society, a cuyo círculo esotérico se ha vinculado frecuentemente con el Colegio Invisible.

Podríamos afirma, también, que en los círculos Noéticos la novela fue bien recibida, y que existe consenso en el sentido de que Dan Brown ha dado en la tecla al momento de definir el objeto de las Ciencia Noéticas. En los círculos masónicos ha sido recibida con cierta indiferencia y algún recelo, pues se sabía de antemano que Brown utilizaría los aspectos más atractivos y provocadores de la francmasonería, en desmedro de aquellos considerados como ejes fundamentales de su doctrina. La conclusión es que la francmasonería no queda tan mal parada, pero también, que ha sido descripta sólo una de las tantas formas de masonería que existen en el mundo: La norteamericana, y por cierto de modo muy superficial.

De modo que este libro, dividido en dos partes –la primera dedicada a la Masonería y la segunda a las Ciencias Noéticas- no es un intento de encontrar diferencias y convergencias sino el de informar adecuadamente al lector interesado que, a partir de la lectura de El Símbolo Perdido, quiere comprender más a fondo qué es la Noética y qué es la Masonería. Estamos seguros que en cualquiera de los dos casos, el lector encontrará vías de investigación si es que, finalmente, vislumbra en estas corrientes del pensamiento un camino válido para su realización espiritual; pues ese es el punto en común entre ambas.

Es evidente que el hombre está sufriendo un cambio profundo en su cultura, en su espiritualidad y en su forma de relacionarse entre sí y con su medio ambiente. Las tradiciones antiguas, amalgamadas y reunidas en torno a las Escuelas de Misterios, siempre han sido un reservorio de la sabiduría antigua. Las Ciencias Noéticas plantean la necesidad de volver la vista hacia estas grandes tradiciones, sin por ello dejar de utilizar todas las herramientas que nos brinda la tecnología, incluidas las grandes redes de comunicaciones.

Los autores de este libro han tratado de dar respuestas a los interrogantes que quedan abiertos en la ficción planteada por Brown, concientes de las limitaciones de un trabajo de esta naturaleza en el que el interés del lector asume múltiples direcciones. En síntesis, Las Claves del Símbolo Perdido transmiten la experiencia de los autores en ambos campos. Es un libro escrito desde dentro. Desde el centro mismo de la experiencia directa.

Los Autores:
Ana Lía Alvarez y Eduardo R. Callaey.




Dan Brown,
El Símbolo Perdido y la Masonería

En abril del año pasado, en oportunidad de visitar Buenos Aires en las Jornadas Profesionales de la Feria del Libro, mi editor y amigo Santos Rodríguez (Nowtilus) me propuso trabajar acerca del libro que Dan Brown estaba escribiendo, en el que sabíamos que iba a abordar la masonería como parte de la trama.

Durante varios meses trabajamos intensamente en un proyecto editorial que sólo pudo encaminarse cuando se develó el misterio y tuvimos acceso al texto. La profesión de escritor es apasionante y no fueron pocos los autores apasionados que se animaron a escribir un “típico manual” antes de conocer la obra. Nosotros preferimos esperar a ver la obra publicada. El libro de Brown fue protegido con un celoso secreto hasta el momento de ser editado y ni siquiera supimos cual sería el título definitivo hasta el anuncio final en vísperas de la edición.

Nuestras Claves Históricas del Símbolo Perdido, que he escrito junto con Ana Lía Alvarez –en quien ha caído la responsabilidad de hablarnos de las Ciencias Noéticas- llegará a las librerías el mes próximo. En lo que a mí respecta no lo considero un manual de masonería ni una guía que explica el libro de Brown. Las Claves Históricas es un análisis de la masonería –desdibujada, confusa y muy norteamericana- que nos muestra el autor de El Código Davinci- y que merece ser aclarada de manera adecuada.

El público que no conoce acerca de la Orden Masónica tiene derecho a saber algo más. Y los masones, cualquiera sea su filiación, la responsabilidad de analizar este fenómeno que sigue colocando a la masonería en el centro de todas las conspiraciones. Esperamos que este sitio pueda ser útil para encontrar respuestas a una controversia que no tiene fin.

Para una mayor dinámica hemos abierto una página en Facebook en donde el lector podrá encontrar material adicional y comentarios sobre "Las Claves Históricas de El Símbolo Perdido”

Introducción a Las Claves Históricas de

El Símbolo Perdido

Dan Brown sorprendió nuevamente a sus lectores al conjugar, de manera insospechada, dos campos tan disímiles entre sí como lo son la francmasonería y las Ciencias Noéticas. La trama de El Símbolo Perdido, cuya acción transcurre en Washigton D.C., pone sobre el tapete muchos de los tópicos que giran en torno a las Sociedades Iniciáticas. En esta caso los masones –cuya presencia en la fundación de los Estados Unidos de América es un hecho histórico fuera de toda duda- y los rosacruces, a quienes se atribuye haber impulsado el pensamiento científico en el siglo XVII.

Pero Brown no se queda en estos aspectos sino que avanza hacia una maraña de ritos, ceremonias, símbolos y signos, todos rodeando un secreto, que Robert Langdon debe revelar en apenas unas horas. Sin embargo –he aquí la sorpresa- se verá acompañado de una científica del Instituto de Ciencias Noéticas que aportará a la historia una fascinante combinación entre la Tradición y los Nuevos Paradigmas.

Un análisis profundo de las diferencias entre Noética y Masonería sería tan inútil como la comparación de peras y manzanas. La Noética es abierta, expansiva, científica, moderna en el sentido más amplio de la palabra. La masonería es una organización que guarda misterios; se abre sólo a aquellos que son iniciados y su ingreso requiere de una ceremonia no exenta de pruebas y compromisos significativos. Dicho más claramente, este libro no es un análisis comparativo de francmasonería y noética sino una explicación de ambas cosas, en especial de aquellas que Brown menciona en El Símbolo Perdido.

La Noética, fundada hace más de tres décadas por el científico y astronauta Edgard Mitchell, se ve, en todo caso, confrontada con una institución milenaria, a la que le podemos atribuir, como mínimo, tres siglos de institucionalidad. Es que, justamente, lo que Brown construye en su historia, es nada menos que la combinación entre dos instituciones radicalmente diferentes en su conformación, en su organización y en su desarrollo histórico. Sin embargo, a ambas le atribuye un mismo fin: La búsqueda de Dios.

Una experiencia de carácter trascendente, que el propio Mitchell describe como una Epifanía, llevo a este astronauta de la Apolo 14 a repensar su visión de la ciencia y fundar una Institución que cambiaría radicalmente el modo de ver al mundo. ¿Qué tipo de experiencia pudo llevar a un científico a vivir una profunda trasformación?

Pero acaso, ¿Qué tipo de experiencia puede llevar a un masón a afirmar que la Iniciación lo catapulta a un nuevo estado de conciencia?

¿Es la Ciencia Noética el puente o el eslabón que une la ciencia moderna con las Tradiciones Esotéricas? Durante siglos, los científicos ignoraron el profundo conocimiento de estas Escuelas de Misterios, sin embargo, en las últimas décadas parece haberse modificado esta limitación. ¿Está la ciencia en condiciones de explorar estos nuevos paradigmas?

Ciencia y esoterismo no han sido incompatibles en el pasado. Lo vemos en el mundo clásico; en la experimentación empírica de los filósofos renacentistas. Muchos rosacruces y masones estuvieron involucrados en el impulso del pensamiento científico, especialmente desde el seno de la Royal Society, a cuyo círculo esotérico se ha vinculado frecuentemente con el Colegio Invisible.

Podríamos afirma, también, que en los círculos Noéticos la novela fue bien recibida, y que existe consenso en el sentido de que Dan Brown ha dado en la tecla al momento de definir el objeto de las Ciencia Noéticas. En los círculos masónicos ha sido recibida con cierta indiferencia y algún recelo, pues se sabía de antemano que Brown utilizaría los aspectos más atractivos y provocadores de la francmasonería, en desmedro de aquellos considerados como ejes fundamentales de su doctrina. La conclusión es que la francmasonería no queda tan mal parada, pero también, que ha sido descripta sólo una de las tantas formas de masonería que existen en el mundo: La norteamericana, y por cierto de modo muy superficial.

De modo que este libro, dividido en dos partes –la primera dedicada a la Masonería y la segunda a las Ciencias Noéticas- no es un intento de encontrar diferencias y convergencias sino el de informar adecuadamente al lector interesado que, a partir de la lectura de El Símbolo Perdido, quiere comprender más a fondo qué es la Noética y qué es la Masonería. Estamos seguros que en cualquiera de los dos casos, el lector encontrará vías de investigación si es que, finalmente, vislumbra en estas corrientes del pensamiento un camino válido para su realización espiritual; pues ese es el punto en común entre ambas.

Es evidente que el hombre está sufriendo un cambio profundo en su cultura, en su espiritualidad y en su forma de relacionarse entre sí y con su medio ambiente. Las tradiciones antiguas, amalgamadas y reunidas en torno a las Escuelas de Misterios, siempre han sido un reservorio de la sabiduría antigua. Las Ciencias Noéticas plantean la necesidad de volver la vista hacia estas grandes tradiciones, sin por ello dejar de utilizar todas las herramientas que nos brinda la tecnología, incluidas las grandes redes de comunicaciones.

Los autores de este libro han tratado de dar respuestas a los interrogantes que quedan abiertos en la ficción planteada por Brown, concientes de las limitaciones de un trabajo de esta naturaleza en el que el interés del lector asume múltiples direcciones. En síntesis, Las Claves del Símbolo Perdido transmiten la experiencia de los autores en ambos campos. Es un libro escrito desde dentro. Desde el centro mismo de la experiencia directa.

Los Autores:
Ana Lía Alvarez y Eduardo R. Callaey
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Dan Brown, El Símbolo Perdido y la Masonería

En abril del año pasado, en oportunidad de visitar Buenos Aires en las Jornadas Profesionales de la Feria del Libro, mi editor y amigo Santos Rodríguez (Nowtilus) me propuso trabajar acerca del libro que Dan Brown estaba escribiendo, en el que sabíamos que iba a abordar la masonería como parte de la trama.

Durante varios meses trabajamos intensamente en un proyecto editorial que sólo pudo encaminarse cuando se develó el misterio y tuvimos acceso al texto. La profesión de escritor es apasionante y no fueron pocos los autores apasionados que se animaron a escribir un “típico manual” antes de conocer la obra. Nosotros preferimos esperar a ver la obra publicada. El libro de Brown fue protegido con un celoso secreto hasta el momento de ser editado y ni siquiera supimos cual sería el título definitivo hasta el anuncio final en vísperas de la edición.

Nuestras Claves Históricas del Símbolo Perdido, que he escrito junto con Ana Lía Alvarez –en quien ha caído la responsabilidad de hablarnos de las Ciencias Noéticas- llegará a las librerías el mes próximo. En lo que a mí respecta no lo considero un manual de masonería ni una guía que explica el libro de Brown. Las Claves Históricas es un análisis de la masonería –desdibujada, confusa y muy norteamericana- que nos muestra el autor de El Código Davinci- y que merece ser aclarada de manera adecuada.

El público que no conoce acerca de la Orden Masónica tiene derecho a saber algo más. Y los masones, cualquiera sea su filiación, la responsabilidad de analizar este fenómeno que sigue colocando a la masonería en el centro de todas las conspiraciones. Esperamos que este sitio pueda ser útil para encontrar respuestas a una controversia que no tiene fin.

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Publicado por Eduardo R. Callaey en 10:49 0 comentarios
jueves 14 de enero de 2010
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El Secreto
Eduardo Callaey


Un abismo infinito separa al hombre de su Creador. Esa es la causa de la angustia que nos acompaña, desde las cavernas en las que vivíamos cuando éramos primates, hasta nuestros días. La sensación de fragmentación sobrevuela nuestros miedos y tribulaciones desde los tiempos que precedieron a los tiempos. En casi todas las religiones del planeta esta separación del hombre respecto de su creador se conoce como La Caída, y es justamente ese estado de separación de Dios el que nos produce un sentimiento de orfandad frente a la inmensidad del Universo infinito.

En las más antiguas cosmogonías, pertenecientes a religiones que murieron hace ya tiempo, en los confines de Oriente o en la arenas del Levante, se habla de esta tragedia, acontecida luego de las Guerras Cósmicas libradas en el Cielo. Encontramos vestigios de estas guerras pretéritas y de la posterior Caída del hombre en todas las tradiciones primitivas, que luego fueron asimiladas a los actuales librossagrados, en el correr de los milenios. En el Génesis se nombra algunos de estos libros perdidos en la matriz de la historia: “El libro de las Guerras de Jehová” y “El Libro de las Generaciones de Adán”En el mismo Génesis pueden encontrarse los vestigios de otros escritos antiquísimos, como el poema asirio “Enuma Elish”, que describe la creación del universo -cuyo título puede traducirse como "cuando desde arriba"- o el “Poema de Gilgamesh” que relata la epopeya de Utnapistin “el único justo” en quien es fácil descubrir la historia de Noé y el Diluvio Universal, o el Libro de Enoch que describe cómo los ángeles rebeldes de Samyasa tomaron mujeres entre las hijas de los hombres el día que descendieron en el monte Hermon, dando nacimiento ala raza de los gigantes.

El Antiguo Testamento es el reservorio de un conocimiento acumulado por generaciones de sabios e iniciados que encriptaron en sus páginas un conocimiento de carácter extraordinario que apenas ha sido comprendido. Los sabios de la religión judía, de quienes el cristianismo ha heredado esta obra extraordinaria, hubieron de escribir infinidad de obras que explican e interpretan el intrincadolenguaje de la Biblia. De la necesidad de esta interpretación surgen los Midrash y el Talmud, voluminosas obras en las que los maestros judíos de la Ley han intentado comprender el mensaje que la Torah les reservaba como Pueblo Elegido.

Desde la perspectiva religiosa del judeocristianismo, la Torah (denominada Pentateuco en Occidente, que corresponde a los primeros cinco libros de la Biblia) ha sido escrita por el propio Dios.Más aun. Los judíos desarrollaron una teosofía de características propias, denominada kabalá -que en hebreo significa Tradición- y que en la praxis no es otra cosa que un sistema decodificador del mensaje contenido en la Torah. Libros como el Zohar, el Bahir o el más antiguo Sepher Yetzira, son testimonio de la importancia que para el pueblo judío tienen los números y las letras como emanaciones propias de la misma divinidad.Con el advenimiento de Cristo, parte del Pueblo de Dios interpretó que el ciclo de la Salvación había alcanzado su apoteosis; literalmente el Hombre se hizo Dios en la figura de Emmanuel, el Salvador. Su Vida, o mejor dicho, Su intervención directa en la historia modificó, de cuajo, la mirada del hombre sobre sí mismo y sobre el universo.

De modo que una nueva y poderosa colección de documentos y testimonios vinieron a completar al Antiguo Testamento con una nueva Ley, reunida en los Evangelios, cuyo mensaje, al igual que el arcaico, permanecevisible sólo para aquellos que tienen ojos para ver y oídos para oír.Es sabido que todo libro sagrado puede leerse en diferentes niveles y que en todas las religiones existen misterios cuya interpretación excede el campo de la feligresía. Los intentos de los místicos judíos por encontrar mensajes ocultos en el Antiguo Testamente fueron apenas el antecedente del intrincado esoterismo que se desarrollaría alrededor de los textos canónicos (reconocidos por la Iglesia) y apócrifos (no reconocidos por ella) en torno al mensaje de Jesucristo y su misión Redentora. Quien crea que este esoterismo no forma parte de la médula de la religión comete un profundo error.Se atribuye a Pitágoras haber dicho que una religión moría de dos maneras: Hacia arriba, cuando sus sabios se encerraban, convirtiéndola en sólo accesible a sus iniciados, o hacia abajo, cuando los feligreses perdían el contacto con los sabios, convirtiéndola en una mera contención de orden moral, plagada de supersticiones.

Si la espiritualidad de Occidente aun está vigorosamente activa, es justamente porque el judeocristianismo ha logrado mantener activas las dos vías por las que una religión actúa. Una de ellas, como hemos visto, es necesariamente esotérica. A lo largo de los últimos cinco milenios, desde los propios orígenes de Abraham, nacido en la ciudad de Ur de los Caldeos, hasta nuestros días, han existido sociedadessecretas que se transmitieron de manera ininterrumpida el conocimiento que permite descifrar las Escrituras.

Existieron en la Media Luna Fértil y en el Antiguo Egipto, que llegó a ser el gran centro de peregrinaje del mundo antiguo. Se expandieron bajo la civilización helénica y luego, durante el apogeo del Imperio Romano, por toda la cuenca del Mediterráneo.Con la llegada del cristianismo tomaron diferentes formas. Permanecieron latentes durante los siglos en los que el saber esotérico pasó a ser patrimonio del mundo monástico. Gran parte del conocimiento oculto se introdujo en las corporaciones de albañiles y en las órdenes de caballería con fuerte influencia benedictina.

Después del Renacimiento resurgieron de la mano de los grandes magos, como Pico Della Mirándola, Cornelio Agripa y Marcillo Ficción, para finalmente corporizarse en la figura legendaria de los primeros rosacruces y en la francmasonería.Los masones dedicaron siglos de esfuerzo en la interpretación de los símbolos y se aseguraron de que éstos sobreviviesen a los tiempos, encerrando en ellos la Clave de los Antiguos Misterios. De modo tal que la francmasonería posee una suerte de idioma propio cuyo aprendizaje se deshilvana en etapas, círculos concéntricos quedemandan inteligencia, meditación y paciencia.La idea de un conocimiento esotérico es tan antigua como el mundo clásico y las Escuelas de Misterios fueron el eje de todas las culturas. Esto explica desde las pirámides hasta las catedrales góticas, desde las piedras del Neolítico hasta el Obelisco de Washington DC.

Pero los masones agregaron a la simbología un conjunto de leyendas. Incorporaron a su iconografía la de las Órdenes más poderosas de la historia. De cada una tomaron su médula y reclasificaron el resumen del modelo humano. En la simbología se encuentra el genoma de la conciencia

Eduardo Callaey

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