miércoles, 11 de agosto de 2010

ORIGEN DE LA ORDEN DEL TEMPLE DE LOS POBRES CABALLEROS DE CRISTO


ORIGEN DE LA ORDEN DEL TEMPLE DE LOS POBRES CABALLEROS DE CRISTO

Escribió: JOSÉ GUZMAN ESTRADA
beliervm@yahoo. es


"Un Caballero de Cristo es un cruzado en todo momento, al hallarse entregado a una doble pelea: Frente a las tentaciones de la carne y la sangre, a la vez que frente a las fuerzas espirituales del cielo. Avanza sin temor, no descuidando lo que pueda suceder a su derecha o a su izquierda, con el pecho cubierto por la cota de malla y el alma bien equipada con la fe. Al contar con estas dos protecciones, no teme a hombres ni a demonio alguno".

Año del señor de 1118. Los cruzados occidentales gobiernan Jerusalén bajo el mandato del Rey Balduino II. Es primavera y nueve caballeros, con Hugo de Payns a la cabeza, y a similitud de los ya existentes "Caballeros del Santo Sepulcro", fundan una nueva orden de caballería, con el beneplácito del rey de la ciudad. Han nacido los Templarios.

El primer Maestre (que no Gran Maestre, como se repite a menudo erróneamente) Hugo de Payns, nació en un noble caserío cercano a Troyes hacia el año 1080. Con una sólida educación cristiana y un hábil manejo de las armas, sintió desde muy joven la misma vocación de monje que de soldado.


Probablemente se alistó en la Primera Cruzada antes de haber cumplido los veinte años, enrolado quizá entre las tropas del conde Hugo de Vermandois, hermano de Felipe I, Rey de Francia. Es durante dicha cruzada de desbordante fe, cuanto el joven Hugo se da cuenta de que es posible aunar sus dos vocaciones con la creación de una nueva orden religioso-militar, la primera de estas características, destinada al servicio en Tierra Santa. En medio de aquel ejército cristiano, no tardó en encontrar otros ocho compañeros que participaran de su ideal y concepción de la vida.

LOS NUEVE
FUNDADORES DE LA ORDEN
DEL TEMPLE
Es significativo señalar la donación por el Rey Balduino II de Jerusalén como sede para la nueva orden, y de ahí su denominación, de la mezquita blanca de al-Aqsa, del Monte del Templo. Creo necesario indicar que en la época, se identificaba dicha mezquita como el emplazamiento exacto del Templo de Salomón (hoy se sabe que era mucho mayor, y que la mezquita ocupa solamente el atrio de dicho templo), y por ello no es facilmente explicable como a una recién fundada "policía de caminos" tal era la función principal de los Templarios en sus comienzos, se le fuera donado semejante emplazamiento, donde cabían sobradamente varios millares de caballeros, teniendo en cuenta que solo eran nueve hombres.

El Templo de Salomón
Un hecho que también contiene una cierta dosis de misterio, es que estos primeros caballeros no admitieron a nadie más en la recién creada orden, durante los nueve primeros años de existencia. Algunas especulaciones relacionan esta decisión con una excavación secreta que llevaban a cabo en los sótanos del Templo, donde pudieron haber buscado el Arca de la Alianza, tarea de la cual solo unos pocos elegidos habrían tenido conocimiento.
Así pues, parece ser que durante los primeros nueve años, los Caballeros del Temple no hacen otra cosa que proteger a los peregrinos, sobre todo en el peligroso camino del puerto de Jaffa a las murallas de Jerusalén. Sin embargo, a pesar de su valor y abnegado servicio, no consta que participaran en las campañas de los reyes del nuevo reino cristiano desde el fin de la Primera Cruzada, lo que refuerza la hipótesis anteriormente citada y defendida por algunos historiadores, que les tendría ocupados durante largo tiempo. De todas formas, esto sería entrar en el terreno de la mera suposición.

Un siglo más tarde, el historiador Jacques de Vitry, describe de esta extraordinaria manera lo que fue el origen del Temple:

Peregrinos escoltados por Templarios
"Ciertos caballeros, amados por Dios y consagrados a su servicio, renunciaron al mundo y se consagraron a Cristo. Mediante votos solemnes pronunciados ante el Patriarca de Jerusalén, se comprometieron a defender a los peregrinos contra los grupos de bandoleros, a proteger los caminos y servir como caballería al soberano rey. Observaron la pobreza, la castidad y la obediencia según la regla de los canónigos regulares. Sus jefes eran dos hombres venerables, Hugo de Payns y Godofredo de Saint-Omer. Al principio no había más que nueve que tomasen tan santa decisión, y durante nueve años sirvieron en hábitos seculares y se vistieron con las limosnas que les daban los fieles".

En 1127, el Maestre Hugo de Payns, una vez obtenida la aprobación de los Templarios por el Patriarca de Jerusalén, preparó un viaje a Roma con el fin de obtener una definitiva aprobación pontificia, y que de ese modo el Temple se convirtiera en Orden militar de pleno derecho. Balduino II, regente de Jerusalén, escribió al entonces Abad de Claraval, Bernardo, para que favoreciese al primer Maestre de la Orden ante la Iglesia.

San Bernardo de Claraval, uno de los iniciadores de la Orden monacal del Císter en Francia, era a sus veinticinco años una personalidad espiritualmente arrolladora, activísimo trabajador, que funda numerosos monasterios, escribe a reyes, papas, obispos y monjes, redacta tratados de teología, está siempre en oración y batallando a los enemigos de la fe romana. Tenía además, dos parientes próximos entre los nueve fundadores del Temple (Hugo de Payns y Andrés de Montbard, que era su tío), por lo que parece probable que tuviese ya noticias de la fundación de la nueva agrupación de monjes-soldados. Así pues, como esta nueva Orden colmaba su propia idea de sacralización de la milicia, recibió con todo entusiasmo la carta del rey Balduino y se convirtió en el principal valedor del Temple.

San Bernardo de Claraval
Por el momento, los Templarios habían recibido de los canónigos del Santo Sepulcro la misma Regla de San Agustín que ellos profesaban, pero el abad de Claraval deseaba algo más próximo y original para sus nuevos protegidos. Lo primero que hizo fue gestionar a favor de su pariente Hugo de Payns y los cuatro templarios que le acompañaban, una acogida positiva y cordial por parte del Papa Honorio II, a quien los fundadores del Temple estaban a punto de visitar en Roma. De acuerdo con la propuesta de Bernardo, en la primavera de 1228, se celebró un concilio extraordinario en Troyes, con nutrida asistencia de prelados franceses y de territorios próximos: Dos arzobispos, diez obispos, siete abades, dos escolásticos e infinidad de otros personajes eclesiásticos, todo ello bajo la presidencia de un legado papal, el cardenal Mateo de Albano.
El hábil abad Bernardo, que de una manera u otra estaba vinculado a la mayoría de los asistentes, expuso los principios y primeros servicios de la Orden, y luego supo responder con prontitud a todas las preguntas que le fueron formuladas. El Concilio de Troyes, tras varias semanas de interrogatorios y deliberaciones, aprobó a la Orden del Temple con entusiasmo, como una especie de institucionalizació n de la Cruzada. De esta manera quedó establecida "oficialmente" la Orden del Temple. El Concilio pidió a los nobles y a los príncipes que ayudasen a la nueva fundación y encargó a Bernardo de Claraval que redactase para una Regla original para los Templarios.
Concilio de Troyes
La decisión de San Bernardo fue la de adaptar al Temple la dura Regla del Cister, con arreglo a la cual la Orden militar organizó su vida monacal. Los Templarios, en cuanto monjes en sentido pleno, debían pronunciar los votos de pobreza, castidad y obediencia, más un cuarto voto de contribuir a la conquista y conservación de Tierra Santa, para lo cual, si fuera necesario, darían gustosos la vida.

El Lenguaje de los Misterios

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VICTOR SALAZAR


El Lenguaje de los Misterios



La Doctrina Secreta está escrita en un estilo que se podría calificar como poesía multidimensional. Mucho de lo que dice tiene simultáneamente varios significados. Por lo tanto, mucho de lo que se asimila de ella proviene en gran parte del punto de vista del perceptor. Esa obra se desborda con la noción de que las enseñanzas esotéricas no se pueden comprender, excepto mediante el uso de siete cualitativamente distintos modos de percepción, a los que ella llama: "claves" o "llaves". El término es usado en el sentido de abrir puertas previamente cerradas para el conocimiento propio y del mundo. Pero también se refiere a que provee pistas que de otra forma no estarían accesibles para la investigación. Como ella lo expresó en La Doctrina Secreta.

Hablando sobre la forma en que el mundo había prácticamente perdido las claves o llaves de los misterios zodiacales, la autora señaló hace unos diez años en Isis Sin Velo que: "Dicha clave o llave hay que tornarla siete veces antes que el sistema en su completitud se pueda divulgar. Le daremos apenas una vuelta, permitiendo de esa forma que el profano pueda vislumbrar el misterio. ¡Feliz aquel que comprende el todo!"
Lo mismo se podría decir sobre el sistema Esotérico en su totalidad. Una vuelta de la llave, y no más, se dio en "Isis". En estos volúmenes se explica mucho más. En aquellos días, la autora apenas conocía el idioma en que se escribió esa obra, y la revelación de muchas cosas, de las que ahora se habla libremente, estaba prohibida. En el Siglo Veinte un discípulo más informado, y mucho más apto, quizás sea enviado por los maestros de Sabiduría para ofrecer pruebas finales e irrefutables de que existe una Ciencia llamada Gupta-Vidya; y que, al igual que las otrora misteriosas fuentes del Nilo, la fuente de todas las religiones y filosofías que el mundo presente conoce ha sido olvidada desde hace eones, pero es al fin revelada.1

Claves asecuentes
De manera que es indispensable hacer uso de siete modos de percepción diferentes, para poder comprender de qué se trata la doctrina secreta. Por otra parte, de ahí a poder identificar el significado exacto --o aún el nombre-- de cada una de las claves, es harina de otro costal. Por ejemplo, en diversos lugares el texto declara que sólo dos de las siete llaves se podrían revelar en ese entonces; en otra parte, se dice que tres, o quizás cuatro, se han revelado. En otras fuentes, como el pasaje de Isis Sin Velo citado arriba, se dice que sólo una vuelta de la llave única se había dado entonces. Aunque todas esa declaraciones confunden considerablemente la afirmación sobre la existencia de siete claves, la realidad es que la verdadera intención de la autora es aún más difícil de descifrar.

Por ejemplo, cuando uno trata de precisar, sin temor de errar, exactamente cuáles son los nombres y el contenido de las siete claves, la empresa se torna abrumadora. Los siguientes son diecinueve nombres diferentes que se emplean en diversas partes de La Doctrina Secreta para describir las supuestas "siete" claves:

Metafísica
Espiritual
Física
Psisológica
Antropológica
Psíquica
Teogónica
Mística
Antropogónica
Numérica
Fisiológica
Astronómica
Geométrica
Simbólica
Astrológica
Una que "lidia con el hombre creador", es decir, "los misterios ideales y prácticos"
Aritmética
Moral
Cosmológica
Cualquiera que no esté familiarizado con los métodos de investigación de la filosofía perenne podría percibir confusión en este aparente potaje, si se percibe desde un punto de vista intelectual. Por lo tanto, podría ser de valor el reconocer en primer lugar que el medio de comunicación de la filosofía perenne --como el que usan los maestros de HPB-- no se supone que sea "fácil", pues su propósito es despertar nuevas percepciones y perspectivas en el que escucha o lee, hasta donde eso es posible. Después de todo, de lo que la filosofía perenne se trata es la transformació n, y por lo tanto tiene sentido que la mutación psicológica implique mucho más que meramente leer, o tener una "comprensión" intelectual.

El lenguaje de los misterios (como La Doctrina Secreta le llama a veces a este modo de comunicación) no usa una gramática convencional en esencia, como se hace, por ejemplo, en la metafísica. En lugar de ello, emplea una "lógica" basada en una forma más comprensiva de percepción que aquella a la cual nos hemos más o menos acostumbrado desde la época de las cavernas, y la cual ha sido institucionalizada en círculos académicos como si fuese la única forma aceptable de pensar, o de percibir lo que es. Esto no quiere decir de por sí, naturalmente, que hay garantía alguna, necesariamente, de que el lenguaje de los misterios sea más claro o mejor que "el vernacular" en todos los casos.

Holismo y compasión
Es más, una de las mayores impedimentas para que el gran público pueda aceptar La Doctrina Secreta, y especialmente los más educados de ese público, ha sido el hecho de que la filosofía esotérica se presta muy fácilmente a ser apropiada por cualquiera, sin necesidad de que esa persona se sienta obligada a ejercitar claridad mental, escrúpulos, inteligencia, o compasión. Esto sugiere que La Doctrina Secreta, al igual que sus fuentes humanas, es completamente vulnerable. Una razón de que sea secreta, y de que sus autores se mantengan relativamente aislados del resto del mundo, parece ser esta eminente vulnerabilidad suya. Se podría decir que un ser humano supremamente compasivo es un ser humano supremamente vulnerable, y la compasión es probablemente la palabra clave que describe más adecuadamente en nuestro lenguaje limitado la esencia de la fuente de La Doctrina Secreta. Quizás esa vulnerabilidad es en parte responsable por el superdesarrollo de grupos y escuelas en el s. 20, todas ellas basándose en HPB y sus maestros, y cada una de ellas proponiendo (o más a menudo insinuando) que posee la interpretació n correcta.

El lenguaje de la compasión es el lenguaje de la aceptación total de las diferencias. Lo que confiere al lenguaje de los misterios su universalidad, es su actitud de manifestar una compasión que lo acepta todo. Pero es ahí precisamente que hay otra importante impedimenta para comprender lo que La Doctrina Secreta y sus autores quieren decir: el lector, el que está encarando esta fuente "de otra dimensión", tiene que hacerse parte de esa actitud comprensiva para poder tener la más remota esperanza de poder entender lo que significa. En otras palabras, por mucho que uno lea, o por mucho que uno acepte ciertos principios metafísicos, encontrará éstos de muy poca monta para el verdadero estudio esotérico. La única forma en que dicho estudio será de valor alguno, es si proviene de una actitud de compasión, en el contexto de tener la disposición de sufrir una transformació n psicológica radical.

Esto implica, naturalmente, que cualquier estudio sobre este campo que realicen académicos, por ejemplo, tendría que principiar usando normas de investigación completamente diferentes a las prevalentes hacia fines del s. 20, para poder entender los "argumentos" que usa La Doctrina Secreta. La comprensión y el uso del lenguaje de los misterios parece requerir mucho más que lo que se toma por sentado en cualquier campo de investigación convencional. Ante todo, requiere que el investigador abandone completamente todo tipo de condicionamiento antes que la investigación en sí pueda siquiera comenzar. Esto quiere decir que uno no puede tomar por sentada la realidad de ninguna creencia religiosa, de ninguna escuela intelectual, de ninguna de las experiencias que uno ha tenido en el pasado, de ninguna de las interpretaciones que uno ha hallado útiles para entender cuestiones mundanas. Quiere decir, de hecho, que uno tiene que morir, literalmente, para todas las identificaciones que uno ha hecho durante el curso de la vida.

Según la enseñanza perenne en todas partes del mundo, esta muerte es absolutamente indispensable. Siempre y cuando uno siga atado a cualquiera de las innumerables formas de condicionamiento con las que uno tiende a identificarse, considerándolas parte vital de lo que uno es, no es posible percibir nada, excepto a través de la muy opaca cortina de esas identificaciones. Por ejemplo, si uno es católico, y uno está convencido de la verdad del catolicismo, esa convicción habrá de viciar, inevitablemente, la percepción que uno tenga sobre cualquier cosa que uno trate de investigar. En otras palabras, hay ciertas premisas (en este caso católicas) que uno tomará por sentado, y que uno estará indispuesto a cuestionar. Y dado que uno no las cuestionará, la guía en la supuesta investigación nunca será la verdad, sino el condicionamiento propio, en este caso católico. Las palabras "musulmán", "budista", o "teósofo", se pueden sustituir por "católico", siempre y cuando uno use cualquiera de esos apelativos para expresar su identificació n con un sistema de ideas y prácticas.

Morir para lo conocido
De manera que el lenguaje de los misterios se podría percibir como comenzando en el punto en que terminan las formas convencionales de comunicación. Y las "claves" del mismo se refieren en parte, por separado o colectivamente, a cualquiera de numerosas formas de percibir que implican la no aceptación en la vida diaria de convenciones basadas en el condicionamiento. Lo que esto quiere decir es que la única manera de usar el lenguaje de los misterios en modo alguno (o de reconocerlo y comprenderlo cuando otra persona lo está usando) es mediante la muerte del yo, de lo que los teósofos han llamado en su literatura clásica "la personalidad" .

Este "morir para vivir en verdad" no debería sorprender a los estudiantes del linaje esotérico. En los misterios antiguos --como los egipcios, por ejemplo-- se celebraban "iniciaciones" en las que el candidato era ubicado a menudo dentro de un ataúd. El candidato tenía que permanecer ahí por varios días, realizando ciertas formas de meditación, tras el feliz logro de las cuales habría un "nuevo nacimiento", psicológica y espiritualmente. Prácticas similares han sido comunes en Tibet y en otras partes. En otras palabras, se esperaba que el candidato muriese para la vida del mundo "fuera", es decir, que muriese para la vida de las identificaciones personales. Y esto era claramente a lo que se refería Sócrates, cuando decía que la filosofía --el amor a la sabiduría-- consiste de la práctica diaria de la muerte.

El punto es que, como se expresa a través de los escritos de Blavatsky (y como lo repitirían más tarde innumerables autores, muchos de ellos sin reconocer la fuente de su información) había una resaca esotérica presente fluyendo por debajo de la superficie de todas las culturas salientes del mundo. Según ella, ese linaje internacional e inter-regional tenía un idioma mediante el cual se comunicaba, independientemente del vernacular que cada cual hablase. Esa lengua común era el llamado lenguaje de los misterios. Pero el lenguaje de los misterios, en esencia, resulta no ser un idioma en el sentido ordinario. Es sencillamente (expresándolo de una forma simplista e incompleta) la forma de comunicación que está accesible para cualquier persona en el mundo que esté en el proceso de morir de momento en momento para cualquier condicionamiento particular en que haya nacido, o con el que se identifique.

Tales seres humanos podrían verdaderamente comunicarse los unos con los otros con claridad y eficiencia eminentes, y podrían reconocerse fácilmente entre sí. Después de todo, no habría entre ellos barreras algunas a base de su nacionalidad, religión, sexo, credos, casta, color, departamento universitario, clase social, o cualquiera de las muchas otras diferencias que la sociedad requiere cuando uno vive una vida basada en convenciones. Tales seres humanos serían dignos representantes de una genuina fraternidad de la humanidad, y constituirían la única esperanza para la creación de una sociedad cuerda.

Quizás esa sea la razón tras el hecho de que los maestros de la filosofía perenne que fundaron la Sociedad Teosófica estaban insistiendo constantemente que una de las razones por haber comenzado el movimiento, era precisamente la creación de una fraternidad universal de la humanidad. La fraternidad a la que ellos se referían no era entonces un ideal, dado que los ideales son cosas conceptuales, y por lo tanto siempre dividen --y todo lo que divide está siempre en contra de la fraternidad. En lugar de ello, es una fraternidad que toma lugar naturalmente, sin buscarla, sin laborar para lograrla, y ocurre como resultado de que todas las identificaciones han muerto en la vida diaria de uno.

El lenguaje de los misterios es, por lo tanto, un lenguaje silente. Esto es correcto hasta etimológicamente, dado que la palabra "misterio" (al igual que las palabras "mística" y "misticismo" ) proviene del griego mysterion, que quiere decir "un rito secreto, secreto divino". Y esa palabra a su vez procede de mystes, "alguien iniciado en los misterios". Lo curioso sobre todas estas raíces etimológicas es que todas ellas se derivan de myein, "cerrar (los ojos o la boca)". En otras palabras, el sonido del lenguaje de los misterios, era como sugiere el título de la traducción de HPB de fragmentos del Libro de los Preceptos Dorados, la voz del silencio.





Notas
1 Blavatsky, Secret Doctrine, op. cit., vol. I, p. xxxviii.
http://www.teosofia .com/ book4a.html