sábado, 7 de febrero de 2015

Revista Cultural Genesis de America

Genesis de America
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GENESIS DE AMERICA 144
El trabajo intersubjetivo en logia
Víctor Guerra


Hay en el libro El Pensamiento Masónico del siglo XIV al XX, de P. Negrier en , capítulo titulado “El trabajo intersubjetivo en logia” que para mí gusto da en el clavo de una forma resumida en cuanto a ciertas situaciones que se dan en muchas obediencias y por ello dentro de las logias y que a mi particular juicio, tal capítulo constituye todo un tratado a tener en cuenta, y sobre manera, cuando estudiamos tanta escisión masónica como ha habido, y tan poco reconocimiento mutuo.

La primera cuestión que Negrier pone encima de la mesa y que afecta al trabajo logia es la emulación intelectual y moral.

Según el autor , dentro del Discurso del Caballero Ramsay (1736-1737, ya se describe una gran diversidad de masones dentro de los cuales se reúnen las competencias más variadas dentro del gran campo del conocimiento. Materia en la que también entra Fichte al hablar del plano moral de cierta complementariedad entre los masones y sus iguales, y cuyas virtudes en este campo tienen- según Negrier- mucho que ver con ciertos ideales judeocristianos como la conciencia y la comunión de los santos.

Nada que objetar a la afirmación subjetiva de Negrier, aunque analizando ciertas masonerías e intentar descifrarlas a la luz de la razón, uno se encuentra con como de sopetón con un cierto enraizamiento juedo-cristiano querido y hasta perseguido , y plasmado en algo que viene a decir “ser mejores y más buenos”, y que constituye, casi diríamos, una especie de “comunión de los santos” en ayuda y progreso para el mejoramiento de la humanidad.

Tal vez desde las masonerías deístas tenga mucho sentido esta afirmación y regla o landmark, pero para algunos masones que nos situamos en la cultura del racionalismo, esto de la emulación moral nos suena un poco añejo, pero como estamos en una época de poca crítica y solemos dar por válido casi todo, pues al final nos tragamos, como dice el Maestro de Ceremonias de mi logia "un pan como dos hostias" y para colmo sin decir ni esta boca es mía, ni los unos ni los otros.

Esa emulación intelectual a veces no tiene parangón, pues vemos a Maestros coger de allí y de allá, dentro del amplio y escaso mundo bibliográfico masónico, salvo el internautico, muy agrandado por las aportaciones capitales al modo de los de los Incas y las Masonería, o la Eklesia y la Hermenéutica masónica.. etc y todo ello sin distinguir sin son churras o merinas, por ejemplo y solo he como referencia, todos hemos visto a masones de corte racionalista y liberales tomar prestados los textos de algún masón ocultista y enemigo de los rituales más positivistas, y encasquetarse tales enseñanzas dándolas por buenas para de este modo acometer una interesante plancha , pues no hace mucho veía yo una plancga de un preboste de Rito Francés , manejando como referencia intelectual a Lavanigni… o cuando se hace un libro- o diccionario sobre el simbolismo y se intenta educar a otros masones pretendiendo crear con ello un modelo de masón a emular.

Por eso es siempre interesante releer a Fichte, en su Filosofía de la Masonería “Cartas a Costant” y muy en concreto en esos párrafos con respecto a lo que hablamos, y para ello sugiero repasar la carta séptima que le dirige a Costant.

«El masón ha de ser libre, y por libertad se ha de entender que el modelo que se escoja debe tener campo suficiente para desarrollarse, sin pretensiones de crear escuelas de emulación tan al uso, el masón debe constituir un modelo de independencia que suscite entre sus iguales un modelo que debiera corresponder con el lema introspectivo y librepensador».

Las rivalidades interpersonales
Ciertas posiciones dentro de la logia como en la propia vida, unas a veces son más confortables que otras. Los detentadores el poder, del saber estar, los maquiladores de la estructura, se vuelven aparentemente aventajados aunque en el fondo con esa “voluntad de poder”, crean una espiral silenciosa de rivalidades interpersonales, de la cual nos habla Nietsche y el propio Negrier, en relación a la emulación. Lo cual puede ser beneficiosa en tanto que es un importante estimulo de la creación, pero en conjunción con lo que los franceses llaman La “volonté de puissance” puede provocar graves reacciones en las logias.

Es evidente que los masones poseen casi por naturaleza, o por razón de su trabajo personal, las ventajas del poder, o del saber, y con ello contraen- consciente o inconscientemente- también la posibilidad de servir de ejemplo y de modelo, incluso para inspirar a los otros un modelo de desarrollo masónico o personal, y esa es una responsabilidad que debe ser reflexionada dadas sus consecuencias, aunque no siempre está en las manos de uno abordar tales discernimientos.

Se da un problema en muchas ocasiones en las logias, y es que algunos Hermanos terminan por establecer el propio modelo como una referencia de vital importancia para el desarrollo masónico del grupo , de hecho hay masones que intentan vehiculizar y modelar todo el conjunto hacia esa “figuración idealista propia” que se ha obtenido evidentemente por el mérito personal, y desde luego puede ser una ventaja, aunque también un importante factor de desestabilización.

En el caso de la primera parte de la premisa es cierta y es buena , y no siempre está en la mano de uno constituirse como tal, sin embargo si hay una responsabilidad en la injusticia que se crea cuando ese rol de intentar modelar al conjunto logial en función de los “arquetipos propios” .

Y esto último, es una cuestión que muchas veces los Venerables orquestan como marcos de trabajo su propio modelo, marginando otros modelos como no idóneos para el conjunto de la logia, o de las responsabilidades del ejercicio de los oficios de la logia, perdiendo de ese modo la singularidad de lo diverso, y la posibilidad de la contrastación.

Con esas acciones desde “volonté de puissance”se va hacia la perfidia del lema masónico de “Reunir lo disperso” haciendo que lo “disperso se configure en torno a un modelo único”.
Al final de todo el proceso nos podemos encontrar en que si los espíritus no son libres en la logia, y son atenazados por la ignorancia y desconocimiento de otros miembros, o por esa “volonté de puissance” que se ejerce muchas veces por voluntad propia, saltaran no las singularidades, sino la rivalidades, y eso ha traído a la larga la desaparición de muchas logias.

Es un juego sutil entre el “ser y estar”, entre el “poder y el ejercer”, un juego que se puede desarrollar entre la vanidad y la ambición personal en el convencimiento de que se trabaja por el bien de la logia, y cuyo juego termina por llevar a la logia a una situación a veces insostenible, fortaleciendo de este modo no el trabajo singular y diverso, sino la suscitación de las rivalidades a veces enfrentadas entre modelos y ambiciones. ¿Cuántas veces no hemos visto juegos de esta naturaleza en logia…?

La Amistad
Si la propia vida en sus múltiples facetas nos aporta una serie de amistades, un centro de encuentro, regular como es la logia, no podía ser menos, y ya de hecho Anderson en sus Constituciones nos habla de ello. Y ello es bueno en un circulo tan cerrado como la logia desde la perspectiva de constituirse en una convergencia entre las dos orilla que en ella se citan.

Dice Negrier , que la amistad es el resultado de coaptación mutua y reciproca entre dos personas y que artificialmente es muy difícil de crear, ya que la amistad es libre por esencia y por naturaleza, constituyendo un don misterioso, y tan frágil como un milagro suspendido en el factor temporal que los suscita.

La amistad unida a lo que anteriormente comentábamos no puede o debiera acabar en gregarismos en parte auspiciados por la “volonté de puissance” o en cratofilias tendentes a sostener el “stauo quo” y cuya consecuencia más inmediatas es la restricción de libertad de los otros, no tanto porque se prohíban ciertas manifestaciones (expresión o propuestas de actuación) sino porque una gran parte del modelo de convivencia y actuación va a estar definido de antemano por esa dependencia relacional que se suscita en función de los enunciados que Negrier nos expone.

Por eso la amistad en logia debe ser un modelo de independencia y de transparencia hacia el otro, de tal modo que la logia tenga la seguridad de que las decisiones, gusten o no, no podrán estar hipotecadas por esa dependencia relacional que ha procurado un mal desarrollo de la Amistad.

La dualidad de las vías de acceso al conocimiento.
Nos dice Negrier en el citado capítulo que en masonería hay dos tipologías de espíritus: por un lado aquellos que estudian la tradición esotérica (los simbolistas) ; y los que se creen dignos sucesores de René Descartes y las Luces del siglo XVIII (racionalistas) . Los primeros tienden a interpretar objetivamente los símbolos tradicionales y ellos representan la tendencia hermenéutica de la masonería. Los segundos utilizan los símbolos como simples soportes de su meditación subjetiva y ellos representan la tendencia profética de la masonería.

Las dos tendencias coexisten en la masonería y son una parte representativa de las fuerzas que mueven a los masones y a la propia masonería, y nadie debe sentirse ni legitimado , ni desligitimado por estar en una u otra posición, el enunciado de una por la otra , el intento de descubrirse, de interpretarse o de interpelarse la una a la otra no puede ser entendido por un ataque o una guerra, sino por la propia acción dialéctica que se produce entre la coexistencia de dos visiones en la logia.

Unos representan el espíritu griego de Homero y Platón, los estoicos, los cínicos o los seguidores del epicureísmo, y los otros al esoterismo cristiano como vía del conocimiento.
“Car tu n´as pas besoin des choses cachées. Dans ce qui te dépasse ne vas pas t´immiscer, car ce qu´ont t´a montré est déjà trop pour l´íntelligence humaine.

Pero ambos grupos han de saber separar las esencias de lo superfluo, los dogmas y tópicos que ambas posiciones arrastran sin una consideración crítica hacia ellos, la aceptación de estas dos cuestiones en logia, en planos de igualdad sin balanzas autobasculadas, sino muy al contrario por la acción de la compresión de las diferencias del otro, que es lo que nos debe mantener unidos en el trabajo logial.

En logia se han de saber respetar la distintas vías, que pasan por la introspección llevada desde la acción individual de cada Hermano de penetrar en los misterios, en las amplias lagunas de la historia masónica, del simbolismo, etc. Los Hermanos deben saber que cada uno de sus iguales debe ser respetado por ese valor de plantear en solitario aquellos resultados de sus experiencias y estudios, pues han salido de la búsqueda de la verdad y no de la recitación coránica del tópico o dogma al uso.

Las afirmaciones dogmáticas
Otro de los problemas que surgen en el trascurso de los trabajos en logia, es el dogmatismo, entendido este como la universalización de ciertas afirmaciones. El problema teórico pasa por la cuestión de los dogmas en tanto que el pensamiento se reduce a una subjetivación puramente individual, y como tal no es universal, y como consecuencia es incompatible con cualquier extensión dogmática.

Hay que tener en cuenta el relativismo en que se mueve la masonería y por tanto entramos en las dinámicas del funcionamiento del pensamiento y sus enunciados y los problemas de la universalización de las verdades o de los dogmas.

Un pensamiento dotado de fundamento ontológico no tiene derecho a ser afirmado como una verdad universal ante otros interlocutores. Es más un locutor no puede enunciar un pensamiento ontológico como una verdad universal que no sea capaz de ser reconocida por sus interlocutores ese reconocimiento del origen ontológico de es este pensamiento y por consecuencia de su carácter universal..

No debemos olvidar que en logia el locutor se dirige al grupo, y puede enunciar una verdad universal sin que ninguno de los Hermanos de la logia la ratifique, dentro de ese encuadramiento de la comunicación pública. Digamos que el locutor propone y el interlocutor dispone.

Pero todo ello debe plantearse el trabajo en logia desde un ángulo neutro, donde lo anteriormente expuesto no tenga, no cabida, porque ello sería utópico, pero si es menester que siendo conscientes de todas esas subjetividades en logias, estas consideraciones tengan el menor peso posible. Sería todo un deseo.

Víctor Guerra
el efecto mágico de no hacer nada 
irene




El Maestro Tao Shu era miembro de la escuela chan del Norte, fundado por Shen Hsiu. En cierta ocasión, él y un grupo de discípulos fueron a hacer un retiro a las montañas para practicar el chan en soledad.
Un espíritu maligno empezó a acosarlos día y noche, apareciéndoseles bajo diversos aspectos, como un sucio mendigo, un Buda, un bodhisattva o un monje, o produciendo luces y sonidos mágicos. Los jóvenes monjes estaban asustados y a punto de volverse locos a causa de lo exagerado de muchas de sus travesuras diabólicas. Pero una mañana, tras diez años de inventar estratagemas, el espíritu desapareció de repente.
-Ese malabarista hizo muchas de sus estratagemas con el propósito deliberado de engañar vuestra mente -explicó el Maestro.- Sólo había un recurso contra sus estratagemas: no hacer nada. Esto significa no ver nada, no oír nada. Incluso una infinidad de estratagemas tienen finalmente que agotarse, pero el método de no hacer nada es infinito y puede ser empleado siempre.

Comentario: Si Tao Shu hubiera intentado defenderse contra las estratagemas del demonio recurriendo a sus propias capacidades de transformación, se hubiera probablemente una interminable batalla entre dos magos. Sólo al adherirse a no hacer nada fue posible vencer al demonio, anulando su habilidad. De hecho, el método de no hacer nada puede producir algo duradero, plenamente de acuerdo con la enseñanza Lao Tse de que la no existencia produce lo que existe. Todo tiene sus límites, e incluso las cosas más grandes y más fuertes no son inmortales. Pero la nada es ilimitada porque no tiene forma y, debido a ello, puede ser utilizada universalmente. En la mente chan ocurre lo mismo con el "vacío", que resulta ser la más útil y significativa de las cosas Verdaderas.


Publicado por Blogger para dejar a los peces en el agua 
El Grado de Aprendiz

La Masonería es una comunidad iniciatica que entiende el proceso de iniciación como un camino de evolución personal que tiende a la autorrealización y se nutre del trabajo comunitario. En este sentido puede considerarse nuestra institución como una escuela de formación humana que utiliza la simbología y el rito como métodos de aprendizaje para alcanzar el perfeccionamiento del hombre y la construcción de la sociedad basada en el ideal masónico.
En la masonería se distinguen tres grados fundamentales que se corresponden con el proceso de aprendizaje que recibe y asimila cada miembro de la orden. Estos grados derivan de la masonería operativa de los gremios medievales y reciben el nombre de Aprendiz, Compañero y Maestro.
El grado de Aprendiz es el primero de la orden y se accede a él una vez superada la Ceremonia de Iniciación Masónica después que el profano haya llamado a las puertas de la institución por iniciativa propia. En este grado empieza la instrucción masónica del hermano aprendiz que simbólicamente recibe las herramientas con las que tendrá que trabajar sobre si mismo para perfeccionarse como ser humano.
El mazo, el cincel y la regla que recibe el aprendiz simbolizan la fuerza de la voluntad, la inteligencia y la constancia que necesitará para liberarse de la esclavitud de las pasiones, de los prejuicios y de la ignorancia que impiden su evolución espiritual. Este proceso no será ni fácil ni breve, para ello tendrá que haber asimilado la muerte profana y el renacimiento en hombre nuevo que se produce en la Cámara de Reflexión.
Este proceso evolutivo de perfeccionamiento se visualiza en el interior del Templo con el acercamiento a la luz. Los aprendices se sitúan en la Columna Norte, la parte más sombría del templo.

En su columna, la Norte, los aprendices tutelados por el segundo Vigilante aprenden trabajando. En este lugar, al lado de la Columna “B” es donde el aprendiz recibe al finalizar la jornada su salario, de la misma manera que la viuda Ruth recibía de Boaz una parte de los cereales que recogía como recompensa al trabajo realizado.
El salario que recibe el aprendiz es el premio a sus esfuerzos, es la recompensa que recibe en el templo, en el mundo sagrado y se traduce como el perfeccionamiento de si mismo que va trasmutándose en su interior. De mediodía a medianoche trabajará constantemente el aprendiz en la Columna Norte hasta el día que sea propuesto a un aumento de salario.

El camino del aprendiz puede llegar a ser muy duro, incluso cruel, en el trabajo de desbastarnos a nosotros mismos las impurezas no se resignaran a caer al primer golpe, intentarán hacernos dudar y desistir. En esos momentos de flaqueza también surgirá la verdadera fuerza que nos guía y nos impulsa a seguir avanzando, la fuerza que verdaderamente nos motiva y nos conmueve, la que reside junto a la Columna “B” que no es otra que la fuerza del amor. Aquel amor que también sintieron Boaz y Ruth, progenitores de los Hijos de la Viuda.

DIANA MARIA PALACIO

viernes, 6 de febrero de 2015

Revista Cultural Genesis de America

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GENESIS DE AMERICA 144
10 Vicios de nuestra Sociedad
que increíblemente seguimos aceptando
Just Society


¿Alguna vez te has detenido a observar tu vida y tu entorno cultural? ¿Alguna vez te han parecido cuestionables o, por lo menos extrañas, ciertas prácticas socioculturales? ¿En realidad consideras que el modelo que nos rige como sociedad, y que define aspectos fundamentales de nuestra existencia colectiva, por ejemplo la economía o la religión, son idóneos o siquiera justificables?

El legado cultural, la transmisión de conductas sociales, y la comodidad existencial, son tres de los ingredientes básicos que terminan por dar vida a un fenómeno tan lamentable como increíble: la aceptación autómata de premisas y pautas miserables. Más allá de nuestras circunstancias individuales, de tus creencias e ideología, la actual realidad involucra una serie de condiciones deplorables ante las que, increíblemente, nos sometemos.

Basta un análisis superficial de las particularidades que caracterizan campos como el de la salud, la política, la economía o los medios, para al menos preguntarte si no habría mejores maneras de organizar nuestra realidad social. Sin embargo, muchos de estos vicios ya están suficientemente impregnados en la cotidianidad que ya ni siquiera tienen que luchar por mantenerse, pues son aceptados, inconcebiblemente, por la mayoría de nosotros o, peor aún, pasan completamente desapercibidos.

En torno a este fenómeno, la iniciativa The Free World Charter advierte la presencia de al menos diez situaciones inadmisibles que aceptamos de manera casi natural en nuestra sociedad y que tendrían que ser tajantemente transformadas para aspirar a mejores condiciones colectivas. A continuación los puntos:

- Le damos prioridad al dinero y a la economía por sobre elementos básicos para la existencia como la calidad del aire, del agua, del alimento y el medioambiente.

- Formamos parte de un sistema de mercado que atenta contra la vida de millones de personas.

- Dividimos el mundo en “secciones” geopolíticas de acuerdo a agendas cuestionables y luego combatimos por definir quien posee dichas porciones de planeta.

- Creamos un rol identitario, el militar, que faculta a estas personas a asesinar legalmente a otros seres humanos.

- Torturamos y matamos a millones de animales con pretextos de alimentación, vestido y avances científicos.

- Enviamos a nuestros hijos a que pasen toda su infancia adheridos en espacios (escuelas), memorizando datos y desarrollando habilidades que tal vez jamás utilizarán.

- Imponemos a los padres una presión socioeconómica que termina por obligar su ausencia durante la etapa de crecimiento de sus hijos.

- Profesamos cientos de religiones excluyentes que intentan monopolizar la verdad absoluta de las cosas.

- Se privilegian conductas nocivas, como la ambición o la competencia, por sobre otras como colaboración y generosidad.

- Cualquiera que tenga una buena idea puede prevenir que otros le saquen provecho con el argumento de mantener los derechos de monetizarla.


Fuente:
http://periodismo-alternativo.com/2014/09/08/10-vicios-de-nuestra-sociedad-que-increiblemente-seguimos-aceptando/

jueves, 5 de febrero de 2015

El diálogo entre Jesuítas y Masones

Gottfried Gabriel José Findel (1828-1905) maestro masón,  autor de"Freimaurerei und Jesuitismus. Eine Zeitbetrachtung"


En el siglo XVIII, que se caracterizó por la presencia de más de 5.000 sacerdotes católicos como miembros activos de las logias europeas (José A. Ferrer Benimeli, Le clergé francmaçon pendant le XVIII siecle [Bruselas, 1977]).
Gottfried Gabriel José Findel (1828-1905) maestro masón, autor de"Freimaurerei und Jesuitismus. Eine Zeitbetrachtung"
Gottfried Gabriel José Findel (1828-1905) maestro masón, autor de”Freimaurerei und Jesuitismus. Eine Zeitbetrachtung”

La polémica es en torno a dos mitos igualmente falsos vividos en la época con gran intensidad: el masónico que creía que los jesuitas se habían infiltrado en la masonería para manipularla a favor del pretendiente inglés Jacobo; y el jesuítico, especialmente entre los jesuitas expulsos en Italia, quienes a raíz de la Revolución Francesa configuraron el mito de los masones identificados con los jacobinos y los iluminados de Baviera cuyo único fin era atacar a la religión, los gobiernos y las monarquías.

Ninguno de los dos mitos «complotistas» tiene el más mínimo valor histórico. La polémica se amplía y complica en el siglo XIX con el resurgir del anticlericalismo laico, masónico y librepensador de los países latinos especialmente dirigido contra el jesuitismo en el que tuvo un especial protagonismo la prensa masónica antijesuítica y la jesuítica antimasónica. En este último caso La Civiltà Cattolica sirve de punto de referencia. Anticlericalismo con tres episodios significativos: la mixtificación de Taxil, la cuestión romana y el concilio antimasónico de Trento. En la larga polémica entre masones y jesuitas, que con tanta virulencia antijesuítica aborda el ex sacerdote y masón Segismundo Pey i Ordeix (Jesuitas y Masones, [Barcelona, 1932]), se observa que el enfrentamiento dialéctico tiene lugar no entre la masonería y la Compañía de Jesús sino entre la masonería y el jesuitismo, con toda la carga peyorativa del término, en obras que van desde la serenidad de Josef Gabriel Findel (Freimaurerei und Jesuitismus. Eine Zeitbetrachtung [Leipzig, 1891]) y A. Pages (La Franc-Maçonnerie et le Jésuitisme [París, 1879]) a la exaltación antijesuítica del también ex sacerdote y masón Matías Usero Torrente (Dos ideales opuestos: Jesuitismo y Masonería [Valencia, 1932]).

Sin embargo, el siglo XX ha sido testigo de un cambio de actitud especialmente a partir del Vaticano II (J. A. Ferrer Benimeli, La masonería después del Concilio [Barcelona, 1968]). El diálogo establecido por parte de cualificados masones y de algunos jesuitas de Italia, Francia, Bélgica, España, Brasil, Canadá, Alemania, Estados Unidos…, especialmente preocupados por el problema ha llevado a un mejor conocimiento y comprensión mutua dirigidos a intentar esclarecer y resolver un problema secular.

Aunque a nivel institucional no se hayan experimentado cambios notables, sí los ha habido a niveles más particulares en un intento de llegar a análisis más serenos y desapasionados, basados en un mejor y más profundo conocimiento de la historia. Así habría que citar, entre otros, a Hermann J. Gruber, uno de los primeros en desenmascarar los embustes de Taxil (Leo Txil´s Palladismus-Roman; oder Die «Enthüllungen» Dr. «Bataille´s», Margiotta´s und Miss Vaughan´s über Freimaurerei und Satanismus, kritisch beleuchtet, Berlín, 1897-1898), quien, más tarde, propiciaría en Aquisgrán un encuentro (1928) de católicos con autoridades masónicas, que fue el punto de partida de futuras tentativas de aproximación y comprensión entre sectores de la Iglesia católica y de la masonería.

Yves Marsaudon
Yves Marsaudon

En Francia desde 1934, Joseph Berteloot, a través de la revista Études y de su amistad con el masón e historiador Albert Lantoine, quien a sus instancias escribió su célebre Lettre au Souverain Pontife (París, 1937), propugnó un acercamiento fruto del cual fueron sus obras La Franc-Maçonnerie et l´Église Catholique. Perspectives de pacification (París, 1947); Les Francs-Maçon. Souvenirs d´une amitié (Paris, 1952). Otro jesuita, Victor Dillard, estableció contacto en Vichy, durante la ocupación nazi, con varios masones. Entre ellos, Lehman, Yves Marsaudon y el conde de Foy, los tres miembros del Supremo Consejo de Francia del Rito escocés antiguo y aceptado. En el plano de la amistad más sincera, organizaron un grupo de «libres-penseurs et libres-croyants», como lo llamaban en la intimidad con una expresión no carente de fino humorismo. Su finalidad tendía a reunir a todos los hombres de buena voluntad. Dillard asistía con regularidad a estos coloquios, a los que no faltaban numerosos francmasones y simpatizantes. Pero en 1943, la Gestapo denunció a Lehman, que era judío, y fue deportado a Dachau. Quince días después siguió el mismo camino Dillard. Los dos murieron en la cámara de gas. La aproximación iniciada acabó en el «ecumenismo del crematorio», según acertada expresión de Marsaudon (L´oecuménisme vu par un Franc-Maçon de tradition, París, 1964).

La herencia de Berteloot la recogió en Bélgica el Padre Michel Diericks: Freimaurerei, die Grosse Unbekannte. Ein versuch zu Einsicht und Würdigung (Francfort-Hamburgo, 1968); y en París el Padre Michel Riquet y su polémica conferencia en la logia Volney de Laval (1961) o sus frecuentes contactos con altos miembros de la masonería francesa o su libro Les Franc-Maçons (París, 1968).

Tal vez inspirándose en Lantoine, otro masón y ex-jesuita, Töhötöm Nagy, dirigía desde la Argentina una «Carta abierta a Su Santidad Paulo VI», en su libro Jesuitas y Masones (Buenos Aires, 1963). En dicha carta alude expresamente al deseo de aproximación hacia la Iglesia por parte de ciertos sectores de la masonería.

En cuanto a Italia, el cambio se experimentaría precisamente en el seno de La Civiltà Cattolica, que tanto había prodigado sus ataques contra la masonería durante el siglo XIX (sólo desde 1852 a 1903 publicó un total de setenta artículos). Desde 1957, el especialista de La Cilvità encargado de escribir sobre masonería fue Giovanni Caprile, que cuenta en su haber con una veintena de trabajos como Massoneria e religione, La Massoneria di fronte alla persona e al Messaggio di Gesù, I documenti pontifici intorno alla Massoneria, Perché la Chiesa condanna la Massoneria, La Massoneria e certi suoi recenti apologisti, etc., todos ellos de fuerte carácter antimasónico y que, merecieron la réplica de Lucio Lupi, Rispondo ai Gesuiti (Roma, 1959).

Posteriormente, ante la actitud de apertura del Vaticano II, Caprile inició una serie de artículos con un enfoque encomiable, ya que de pertenecer al campo de la antimasonería, se convirtió en uno de los más importantes defensores de la aproximación de la Iglesia hacia la masonería.
En este sentido son de destacar Chiesa e Massoneria oggi (1971); Ancora su Chiesa e Massoneria (1971); Chiesa, Massoneria e Stampa italiana (1971); Massoneria e Chiesa Cattolica; Sfogliando alcune pubblicazioni (1973); Cattolici e Massoneria. Un´importante dichiarazione sulla scomunica (1974); La recente Dichiarazione sull´appartenenza alla Massoneria (1981), publicados en La Cilviltà. Contactos en los que también intervinieron otros jesuitas, como Francesco Magri y Pietro Tacchi Venturi, que recoge con detalle Esposito en La riconciliazione tra la Chiesa e la Massoneria. Cronica di alcuni avvenimenti e incontri(Ravenna, 1979). También desde la Universidad Gregoriana cabe destacar la actitud clarificadora de Jean Beyeer, decano de la Facultad de derecho canónico, Réflexions sur une excommunication (París, 1970).

En Brasil el protagonista del diálogo con los masones ha sido el jesuita Valerio Alberton, a cuyas muchas entrevistas y conferencias en logias, hay que añadir múltiples trabajos e informes publicados en diversas revistas eclesiásticas y masónicas de su país, así como su libro: O Conceito de Deus na Maçoneria (Porto Alegre, 1982), y la adaptación y traducción del libro de Ferrer Benimeli y Caprile Massoneria e Chiesa Cattolica (Roma, 1982).

En otros países como Estados Unidos, Canadá, España, Alemania, etc. algunos jesuitas a nivel personal, bien desde la Universidad, la investigación histórica o desde su acción pastoral directa, han sido igualmente piezas importantes en una reciente búsqueda de mutua comprensión y acercamiento entre dos instituciones que tradicionalmente habían sido consideradas no sólo antagonistas, sino incompatibles y encarnizadas enemigas.

Extractado de: J. A. Ferrer Benimeli, voz “Masonería”, en Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, dirigido por Charles E. O´NEILL y Joaquim Mª DOMÍNGUEZ, Roma-Madrid, 2001, vol. II, pp. 2557-2563.

martes, 3 de febrero de 2015

Un antiguo certificado de matrimonio demuestra que Judas quizá no fue un traidor

 Gracias a la tinta utilizada en unos antiguos certificados de matrimonio, un científico estadounidense ha logrado demostrar la autenticidad del Evangelio de Judas, que lo describe como un ser menos detestable de lo que se suele pensar.

 El Evangelio de Judas fue descubierto a finales de 1970. A diferencia de otros textos bíblicos, este evangelio sugiere que Jesús pidió a su amigo Judas que lo entregara a las autoridades. El microscopista Joseph Barabe y su equipo de McCrone, un laboratorio estadounidense de microscopía y microanálisis, empezaron a estudiar el Evangelio de Judas en 2006. La autenticidad del documento había sido cuestionada porque la tinta utilizada en su escritura, a diferencia de otras tintas antiguas, no contenía azufre, pero en cambio sí contenía mucho cobre, uno de los componentes de tintas utilizadas en tiempos posteriores. Los investigadores lograron validar el evangelio tras hallar en el Museo del Louvre unos documentos de la misma época escritos con el mismo tipo de tinta, una variedad que solo se ha encontrado en estos documentos y en el Evangelio de Judas. Barabe ahora sospecha que la tinta utilizada en el Evangelio de Judas fue probablemente transitoria, un “eslabón perdido” entre las tintas a base de carbono del mundo antiguo y las tintas elaboradas con sulfato de hierro que se hicieron populares en la época medieval. “Si no hubiéramos encontrado en el Louvre un estudio sobre certificados egipcios de matrimonio y de propiedad de tierras contemporáneos y escritos con una tinta similar a la utilizada en el Evangelio de Judas, habría sido mucho más difícil comprobar la autenticidad del evangelio”, comentó Barabe. El Evangelio Prohibido de Judas (356,9 KiB, 2.097 hits) Descripción de archivo: ¿Qué pasaría si descubrimos que Jesús organizó su propia ejecución? Uno de los hombres más odiados de la historia nos muestra una nueva versión de los últimos días de Cristo. En el archivo a descargar se encuentra la versión original en copto del Evangelio según Judas (cuyo manuscrito fue datado hacia el 300 d.C.) y las correspondientes traducciones al inglés y al español.

Artículo publicado en MysteryPlanet.com.ar: Un antiguo certificado de matrimonio demuestra que Judas quizá no fue un traidor http://mysteryplanet.com.ar/site/un-antiguo-certificado-de-matrimonio-demuestra-que-judas-quiza-no-fue-un-traidor/
Descubren el ‘Evangelio de los Oráculos de María’ en un antiguo manuscrito

 Un libro de 1.500 años de antigüedad que contiene un evangelio hasta ahora desconocido, ha sido descifrado. El ancestral texto, a modo de oráculo, pudo haber sido utilizado como guía y material de consulta a la hora de resolver problemas cotidianos.
Totalmente portable. Las páginas del pequeño libro miden 75 milímetros de alto por 68.7 de largo.
Totalmente portable. Las páginas del pequeño libro miden 75 milímetros de alto por 68.7 de largo. Escrito en copto —nombre utilizado para referirse a la última etapa del idioma egipcio antiguo— ni bien uno abre el libro se lee: «El Evangelio de los Oráculos de María, la madre del Señor Jesucristo, ella a quién el Arcángel Gabriel le trajo buenas noticias. Aquel que vaya adelante poniendo su corazón en ello, obtendrá lo que busca. Solamente no hay que ser indeciso». La profesora Anne Marie Luijendijk, de la Universidad de Princeton, descubrió que este nuevo evangelio hallado no se parece a ningún otro. «Cuando comencé a descifrar el manuscrito y me encontré con la palabra ‘evangelio’ en la línea de apertura, esperaba leer una narrativa acerca de la vida y muerte de Jesús como en los evangelios canónicos, o una colección de dichos similares a los del Evangelio De Tomás (un texto apócrifo)». Sin embargo, lo que encontró fue muy diferente, una serie de 37 oráculos, vagamente escritos, y con pocas menciones de Jesús. El singular manuscrito aún conserva su cubierta de cuero original. Según Luijendijk, el texto pudo haber sido usado para la adivinación. Una persona buscando respuestas o una guía, podría consultar este libro para formular su pregunta y, mediante un proceso de selección aleatorio y fortuito, uno de los 37 oráculos le ayudaría a dar con la solución a su problema. A pesar que libro se refiere a adversidades y muy ocasionalmente se lee algo amenazante, en general se podría decir que el positivismo prevalece. Por ejemplo, el oráculo número 7 dice: «Tu sabes, oh humano, que has dado lo mejor de tí de nuevo. No ganaste nada más que pérdida, disputa y guerra. Pero si tienes un poco de paciencia, el asunto prosperará a través del Dios de Abraham, Isaac, y Jacobo». Otro oráculo que denota el tono positivo, es el número 24, dice: «Deja de ser tan indeciso, oh humano, sobre si esto va a suceder o no. ¡Sí, sucederá! Sé valiente y no seas indeciso. Porque esto permanecerá contigo por largo tiempo y recibirás la dicha y felicidad». Un ‘evangelio’ como ningún otro En el mundo antiguo, un tipo especial de libro, a menudo llamado ‘libro oráculo’ o ‘libro de los destinos’, era utilizado para predecir el futuro de una persona. Luijendijk dice que éste es el único libro oráculo que se llama a sí mismo ‘evangelio’ —una palabra que literalmente significa ‘buenas noticias’. «El hecho que este libro se llame de una manera tan significante indica que tenía algo que ver en cómo la gente lo consultaba y obtenía buenas noticias. Nadie quiere oír malas noticias sobre su futuro», explica Luijendijk. Aunque la gente hoy asocia la palabra ‘evangelio’ con un texto que habla sobre la vida de Jesús, las personas de la antigüedad quizás hayan tenido una perspectiva distinta. «El hecho que no sea un evangelio en el sentido tradicional provee razones para investigar más acerca del uso del dicho término en tiempos remotos», agrega. ¿De dónde vino? El manuscrito se encuentra actualmente en posesión del Museo Sackler de la Universidad de Harvard. Fue donado a esta prestigiosa universidad por Beatrice Kelekian en 1984, en memoria de su esposo Charles Dikran Kelekian. El padre de Charles, Dikran Kelekian (1868-1951), fue un influyente comerciante de antigüedades coptas. No se conoce de dónde obtuvieron el evangelio los Kelekians. Luijendijk asegura haber buscado en los archivos de esta familia sin lograr hallar información al respecto. No obstante, cree que es posible que el libro fuera utilizado por un adivino en el templo de Santo Colluthus en Egipto, un sitio cristiano de peregrinaje y sanación. En este santuario los arqueólogos han descubierto textos con preguntas escritas, lo que sugiere que el lugar estaba destinado a varias formas de mancias.
El singular manuscrito aún conserva su cubierta de cuero original.
Artículo publicado en MysteryPlanet.com.ar: Descubren el ‘Evangelio de los Oráculos de María’ en un antiguo manuscrito http://mysteryplanet.com.ar/site/descubren-el-evangelio-de-los-oraculos-de-maria-en-un-antiguo-manuscrito/
José de San Martín, biografía masónica

El libertador de Argentina, Chile y Perú fue iniciado masón en la Logia Integridad de Cádiz (1808) cuyo Venerable Maestro (Presidente) era el general Francisco María Solano, Marqués del Socorro. Poco después se afilió a la Logia Caballeros Racionales número 3, también de Cádiz, donde recibió el grado de Maestro Masón el 6 de mayo de 1808.

Tras un breve paso por Sevilla, se estableció en Londres durante cuatro meses. Allí participó de la fundación de la Logia Caballeros Racionales número 7.

Con el Conde de Fife, una de las prominentes figuras de la masonería londinense, acordó los detalles finales de su viaje al Río de la Plata abordo de la fragata George Canning junto a sus hermanos masones Alvear, Zapiola, Holmberg, Chilabert y otros.

Ya en Buenos Aires se pusieron en contacto con Julián Álvarez, Venerable Maestro de la Logia Independencia, y con su ayuda fundaron la Logia Lautaro, cuyo primer Venerable Maestro fue Alvear.

La próxima escala masónica de San Martín fue la ciudad de Córdoba, adonde llegó procedente de Salta después de organizar el Ejército del Norte y dejarlo en manos de Martín Miguel de Guemes.

El 24 de mayo de 1814 constituyó la Logia Lautaro de Córdoba, cuya Acta de fundación se conserva. Cinco meses después asumió como Intendente de Cuyo y fundó la Logia Lautaro de Mendoza.

Con su hermano masón Manuel Belgrano a través de misivas y documentos, instó entonces a la convocatoria de un Congreso que finalmente se reunió en Tucumán y resolvió la Independencia el 9 de julio de 1816. Tres semanas más tarde, el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón nombró a San Martín como General en Jefe del Ejército de los Andes: el Libertador fundó la Logia del Ejército de Buenos Aires en la que fue designado Venerable Maestro.

Tras el cruce de la cordillera, el Ejército de los Andes triunfó en Chacabuco el 12 de febrero de 1817. El parte de la victoria, redactado por San Martín, lleva la firma y rúbrica que utilizaba en los documentos masónicos.

A poco de su llegada victoriosa a Lima, San Martín fue proclamado Protector del Perú y en ese carácter tomó algunas disposiciones, entre ellas la clausura de la Inquisición destinando sus bienes al aumento y conservación de la Biblioteca de Lima (8 de febrero de 1822).

Inmediatamente fundó la Logia Paz y Perfecta Unión de la capital peruana que en la actualidad lleva el número 1 de la Gran Logia del Perú. Sin solución de continuidad, San Martín programó el encuentro con su hermano masón Simón Bolívar. Los preparativos estuvieron a cargo de la Logia Estrella de Guayaquil.

Al instalarse el Congreso Constituyente del Perú, San Martín declinó el mando supremo que ejercía y embarcó con destino a Londres el 10 de febrero de 1824 después de una corta estada en Mendoza.

Al reencontrarse con el Conde de Fife, pasó un tiempo en Escocia donde asistió a las tenidas masónicas de las logias San Andrés número 59 y San Juan Operativo número 92. Pasó luego a Bruselas, donde se incorporó a la Logia La Perfecta Amistad que mandó acuñar una medalla de plata en su homenaje, obra del masón Henri Simon en la que el Libertador aparece de perfil.

Al radicarse posteriormente en Francia retomó la relación con Alejandro Aguado, Marqués de las Marismas, con quien asistió a las tenidas de la Logia de Ivry, cuyo Venerable Maestro era el doctor Rayer, médico personal de Aguado.

José de San Martín falleció en Boulogne Sur Mer el 17 de agosto de 1850. Había nacido el 2 de febrero de 1778. Cinco años después, la Logia Unión del Plata de Buenos Aires designó a Domingo Faustino Sarmiento y Santiago R. Albarracín para gestionar unaestatua que recordara la memoria del Libertador de Argentina, Chile y Perú. La ceremonia de inauguración se desarrolló el 13 de julio de 1862.

Hicieron uso de la palabra los masones Bartolomé Mitre, gobernador de Buenos Aires a cargo del Poder Ejecutivo Nacional, el general Enrique Martínez en representación del Ejército Argentino, Tomás Guido, amigo íntimo del Prócer, y el general Lucio Mansilla, Comandante de la Guardia de Veteranos.

La masonería comenzó entonces las gestiones para la repatriación de los restos de San Martín. El proyecto legislativo fue aprobado, pero la guerra

con Paraguay demoró el traslado hasta 1880. La comisión a cargo de esas tareas pensó colocar los restos provisoriamente en la Catedral de Buenos Aires, pero las autoridades eclesiásticas plantearon la objeción de los códigos canónicos que prohíben depositar los restos de un masón en un lugar consagrado.

Después de numerosas reuniones y consultas, la Iglesia aceptó la construcción de un mausoleo junto a la Catedral pero fuera del cuadrilátero consagrado. Colocó el ataúd hacia abajo, según la premisa de que quienes fallecen fuera del seno de la iglesia van al infierno que, según esa versión, se encuentra en las entrañas de la tierra. Veinte años después, las autoridades eclesiásticas comenzaron a homenajear al Padre de la Patria.

La Masonería Argentina rinde emocionado recuerdo a su hermano José de San Martín, su Gran Iniciado, paradigma de virtudes masónicas claramente volcadas a su vida civil y militar.

Ángel Jorge Clavero

Gran Maestre
El Símbolo y el Rito de la Cadena de Unión




La cadena de unión es sin duda alguna uno de los símbolos más significativos de entre todos los que decoran la Logia masónica. Se trata de un cordel que rodea todo el templo por su parte superior.
Esta situación en lo “alto” le da una connotación celeste, confirmada por los doce nudos que aparecen de trecho en trecho a lo largo de todo el cordel, los cuales simbolizan los doce signos del zodíaco.

Esos nudos se corresponden, además, con las doce columnas que excepto por el lado de Oriente también rodean el recinto de la Logia. Cinco de esas columnas están situadas en el lado de Septentrión, otras tantas a Mediodía, y las dos restantes -las columnas J y B- a Occidente.

Cuadro simbólico de la Logia. Grado aprendiz

Para comprender esta simbólica habría que tener en cuenta que la Logia es, ante todo, una imagen del mundo, y como tal debe existir en ella una representación de lo que constituye el “marco” mismo del cosmos, que es propiamente el zodíaco. Muchos recintos o santuarios sagrados -al igual que las ciudades edificadas según las reglas de la arquitectura tradicional-, siendo la proyección en la tierra del orden celeste, están de una u otra manera “enmarcados” por las constelaciones zodiacales. Es el caso, por ejemplo, del Ming-Tang chino, del Templo de Jerusalén (y su arquetipo la Jerusalén Celeste), de muchas fortalezas templarias, y en construcciones tan antiguas como puedan ser el crómlech megalítico de Stonehenge.

Asimismo, los masones operativos, y en general los artesanos constructores de cualquier sociedad tradicional, se servían de un cordel para determinar la posición correcta de los templos o catedrales, que siempre y de forma invariable, estaban orientados según las direcciones del espacio señaladas por los cuatro puntos cardinales, exactamente igual que la Logia. Ahora bien, como menciona René Guénon “… entre las funciones de un ‘marco’ quizá la principal es mantener en su sitio los diversos elementos que contiene o encierra en su interior de modo de formar con ellos un todo ordenado, lo cual, como se sabe, es la significación misma de la palabra ‘cosmos’. Ese ‘marco’ debe pues, en cierta manera, ‘ligar’ o ‘unir’ esos elementos entre sí, lo que está formalmente expresado por el nombre de ‘cadena de unión’, e inclusive de esto resulta, en lo que a ella concierne, su significación más profunda, pues como todos los símbolos que se presentan en forma de cadena, cordel o hilo (todos ellos símbolos del eje) se refieren en definitiva al sûtrâtmâ”.1

Por consiguiente, la cadena de unión masónica vendría a significar, considerada desde el punto de vista metafísico, exactamente lo mismo que la “cadena de los mundos”: un símbolo que resume el conjunto de todos los estados, seres y mundos que conforman la manifestación universal, los cuales subsisten y están ligados entre sí por el “hilo de Atmâ” (sûtrâtmâ), es decir por su hálito o espíritu vivificador.

Por otro lado, la cadena de unión es también la cuerda anudada (o houppe dentelée) que aparece figurada en los “cuadros de Logia” masónicos, y concretamente en los pertenecientes a los grados de aprendiz y de compañero. La significación simbólica de dicha cuerda es idéntica a la de la cadena de unión, pero, al mismo tiempo, y vinculado específicamente con el simbolismo del cuadro de Logia, habría que considerar también otro aspecto importante de ella: el que tiene como función “proteger”, además de “unir” y de “ligar”, los símbolos y emblemas que aparecen dibujados en el cuadro, el que es considerado como un espacio sacralizado, y por tanto inviolable.

En este sentido, la idea de “protección” está incluida en el simbolismo de los nudos y las ligaduras, que por sus formas respectivas recuerdan el trazado de los dédalos y laberintos iniciáticos. En la simbólica universal, el laberinto, además de estar relacionado con los “viajes” y las pruebas iniciáticas, también tiene como función la defensa y protección de los lugares sagrados o centros espirituales, impidiendo el acceso a los mismos a los profanos que no están cualificados para recibir la iniciación.

Pero la defensa se extiende igualmente (y podríamos decir que principalmente) a impedir el acceso a las influencias sutiles del psiquismo inferior, el que por su carácter especialmente disolvente representan un claro peligro que ha de ser controlado y evitado a toda costa, pues por medio de esas influencias se introducen determinadas energías maléficas y caóticas destinadas a destruir, o en el mejor de los casos a debilitar, a los propios centros espirituales y a las organizaciones tradicionales ligadas a ellos, y consecuentemente a impedir en lo posible la comunicación con las influencias verdaderamente superiores, de las que esos centros y organizaciones han sido -y son- precisamente el soporte.

Y al hilo de esta última reflexión, quizá no estaría de más señalar los peligros de disolución (o de petrificación, pues para el caso es lo mismo) que en la actualidad acechan a la Masonería, ya que es a todas luces evidente que esta organización tradicional se ha visto sometida a una paulatina extirpación de la dimensión iniciática y esotérica de sus símbolos y sus ritos. Y lo que es tal vez más lamentable es que esa acción ha sido llevada a cabo muchas veces por masones que no han comprendido que es precisamente gracias a esos símbolos y ritos (revelados en el origen y transmitidos a lo largo del tiempo) que la Orden masónica adquiere su pleno sentido, pues ellos constituyen sus señas de identidad, lo que dicha Orden es en sí misma, y no podría dejar de ser, a menos de quedar totalmente desvirtuada y vacía de contenido esencial.

Para que esa situación no llegue a ser irreversible, pensamos que se hace necesario que los masones de espíritu tradicional (esto es, aquellos que consideran que la Masonería pertenece y es una ramificación de la Tradición Primordial y por tanto una vía de realización al Conocimiento) restituyan de nuevo el sentido cosmogónico y metafísico de su legado simbólico-ritual, empezando por considerar que la cadena de unión es, efectivamente, el “marco” celeste que delimita, separa y protege el “mundo de la luz” del “mundo de las tinieblas”, lo sagrado de lo profano.

Síntesis simbólica del grado de compañero

Además de la cuerda anudada que rodea la Logia y el cuadro, existe un rito en la Masonería que también recibe el nombre de cadena de unión. Se trata de aquel que está constituido por el entrelazamiento que forman las manos, con los brazos entrecruzados, de todos los integrantes del taller, lo cual, precisamente, tiene lugar alrededor del cuadro de la Logia y de los tres pilares de la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza momentos antes de clausurar los trabajos.

En primer lugar, habría que decir que la cadena de unión es uno de los ritos masónicos que más directamente aluden a la fraternidad masónica, la que, en efecto, está sustentada en los lazos de armonía y concordia que entre sí ligan a todos los masones. De ahí el por qué a los nudos de la cuerda también se les denomine “lazos de amor”, pues el amor, entendido por lo más alto, es la fuerza que concilia los contrarios y resuelve todas las oposiciones en la unidad del Principio. Dicha fraternidad representa, por tanto, el fundamento mismo sobre el que se apoya la propia organización iniciática y tradicional. En este sentido, el entrelazamiento de manos y brazos configura una trama cruciforme que evoca la imagen de una estructura fuertemente cohesionada y organizada.

Pero este rito se realiza, fundamentalmente, para dirigir una plegaria o invocación al Gran Arquitecto, siendo en esa invocación donde reside su sentido profundo y su razón de ser. Por ello, prescindir de la plegaria como sucede en muchas logias actuales, por el mero hecho de ignorarla o por considerarla un trasnochado anacronismo, provoca inevitablemente el empobrecimiento del propio rito, quedando éste, en consecuencia, reducido prácticamente a casi nada. Sin embargo, en la antigua Masonería operativa, la plegaria y las invocaciones de los nombres divinos formaba parte constitutiva del rito y de los trabajos simbólicos; y precisamente ella se realizaba en la cadena de unión y alrededor del cuadro de la Logia, con lo cual se confirma el papel verdaderamente “central” que este último ha desempeñado siempre en la Masonería.

Por lo general, la cadena de unión comienza y termina en el Venerable Maestro, y es él, como la máxima autoridad de la Logia, el que dirige la invocación al Gran Arquitecto. Veamos a continuación un ejemplo de ésta según es de uso todavía entre algunos Ritos masónicos que han seguido conservando parte del legado operativo: “¡Arquitecto Supremo del Universo! ¡Fuente única de todo bien y de toda perfección! ‘Oh Tú! Que siempre has obrado para la felicidad del hombre y de todas Tus criaturas; te damos gracias por Tus paternales beneplácitos, y te conjuramos para que los concedas a cada uno de nosotros, según Tus consideraciones y según nuestras necesidades. Esparce sobre nosotros y sobre todos nuestros Hermanos Tu celeste Luz. Fortifica en nuestros corazones el amor hacia nuestras obligaciones, a fin de observarlas fielmente. Que puedan nuestras reuniones estar siempre fortalecidas en su unión por el deseo de Tu placer y para hacernos útiles a nuestros semejantes. Que ellas sean por siempre la morada de la paz y de la virtud, y que la cadena de una amistad perfecta y fraterna sea en lo sucesivo tan sólida entre nosotros que nada pueda alterarla. Así sea”.

Por consiguiente, y según se desprende de esta oración masónica, la unión encadenada y fraterna se convierte en el soporte horizontal y psicosomático (terrestre), sobre el que “descenderán” -estimulados por la plegaria- los beneplácitos (bendiciones) de la influencia espiritual o supra-individual -“Tu celeste Luz”-, posibilitando así una vía de comunicación axial entre el cielo y la tierra, o como se dice en lenguaje masónico, entre la Logia de lo Alto y la Logia de Abajo. Es decir, que a través de la invocación lo que se pretende esencialmente es la comunicación con las energías celestes (las Ideas o atributos creadores del Arquitecto universal) cuya acción espiritual ha conformado -y conforma permanentemente- la realidad simbólica, ritual y mítica (es decir, cosmogónica y metafísica) de la organización iniciática.

Al mismo tiempo, en el rito de la cadena de unión se concentra la entidad colectiva constituida por todos los antepasados que realmente participaron en la Tradición y su conocimiento, y de los que se dice moran en el “Oriente Eterno” (la Logia celeste). Dicha entidad se hace una en comunión con sus herederos actuales, esto es, con los masones que, habiendo recibido y comprendido (en la medida que sea) el mensaje de su legado tradicional, contribuyen hoy en día a mantenerlo vivo y actuante. En este sentido, la cadena de unión también está simbolizando la cadena iniciática de la tradición masónica (y por analogía la de todas las tradiciones), cuyo origen es inmemorial, como lo es asimismo el mensaje que ella ha ido transmitiendo a lo largo del tiempo y de la historia.

Las individualidades, o mejor, la idea de lo individual y lo particular que cada componente de la cadena pudiera tener de sí mismo, desaparece como tal para formar un solo cuerpo que vibra y respira a una misma cadencia rítmica. La cadena de unión deviene así un círculo mágico y sagrado donde se concentra y fluye una fuerza cósmica y teúrgica que asimilada por todos y cada uno de los integrantes de la misma les permite participar del verdadero espíritu masónico y de su energía salutífera y regeneradora.

No es entonces de extrañar que durante el transcurso del rito de la iniciación, el neófito reciba simbólicamente la “luz” integrado en la cadena de unión, lo cual es perfectamente coherente en una tradición en la que el rito y el trabajo colectivo desempeñan una función eminente como vehículos de transmisión de la influencia espiritual.

FRANCISCO ARIZA

NOTA

1 Ver René Guénon, Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada cap. LXV.

Imagen: La Unión de los Tres Órdenes, William Schaw

http:www.freemasoncollection.com

william.schaw@freemasoncollection.com
Fuente: http://hermetismoymasoneria.com/s3frar1.htm

lunes, 2 de febrero de 2015

El nacimiento del Cristo en el alma Humana,
 por Rudolf Steiner

Rudolf Steiner
Conferencia pronunciada el 22 de Diciembre de 1918 en Basilea
Rudolf Steiner
Comparables con dos grandiosas columnas espirituales, el sentimiento cristiano del mundo ha creado las dos fies­tas, la Navidad y la Pascua de Resurrección, dentro del curso del año, considerando ambos aspectos como símbolo del curso de la vida humana. Se puede decir que la imagen de la fiesta de Navidad y la de la Pascua de Resurrección se presentan al alma humana como las dos columnas espirituales que nos hablan de los grandes misterios de la existencia física hu­mana, y que exigen al hombre una contemplación bien dis­tinta de la de otros acontecimientos de su vida terrenal.

Es cierto que en esta vida —a través de la observación sensoria, el discernimiento intelectual, el sentimiento y el acto volitivo— nos habla lo suprasensible. Pero en otros casos lo suprasensible se anuncia espontáneamente como tal, como por ejemplo en la fiesta de Pentecostés, en que el sentimiento cris­tiano quiere dar expresión sensible a lo suprasensible. Pero por medio de las imágenes de Navidad y la de Pascua de Resurrección se señalan los dos acontecimientos del curso de la vida fí­sica, que según su apariencia exterior son acontecimien­tos físicos y que por su peculiaridad, en contraste a todos los demás acaecimientos, no se expresan realmente como acontecimientos físicos. De acuerdo con la concepción natu­ral con la vista se abarca la vida física del hombre, el as­pecto exterior de la vida física, y asimismo la revela­ción exterior de lo espiritual. Pero no es posible percibir físicamente, o bien retener su aspecto, la revelación exterior de las dos experiencias del principio y del fin del curso de la vida humana, sin que por la percepción física misma se tenga la sensación de lo profundamente enigmático, lo misterioso de los dos acontecimientos a que me refiero: el na­cimiento y la muerte. Y en la vida de Cristo Jesús, como en las imágenes de Navidad y la Pascua de Resurrección se hallan ante el sentimiento cristiano, recordándolos, esos dos acontecimientos de la vida física.

Por las imágenes de Navidad y la Pascua de Resurrección el alma humana dirige la mirada hacia esos dos grandes mis­terios; y por tal observación ella encuentra el luminoso for­talecimiento del pensar, y el poderoso contenido del querer humano; y en cualquier situación de la vida halla la conso­lación de todo su ser. Las dos columnas espirituales, las de la Navidad y la Pascua de Resurrección tienen valor eterno.

Pienso que se puede afirmar que nuestro tiempo de nue­vas revelaciones espirituales también arrojará nueva luz so­bre la idea dela Navidad, de modo que paulatinamente la imagen de la Navidad se podrá sentir en forma nueva. Nos tocará a nosotros percibir, prove­niente del acontecer universal, la llamada de dar un ca­rácter nuevo a representaciones antiguas, la llamada de una nueva revelación del Espíritu. Nos tocará a nosotros comprender que en el acontecer universal se abre paso una nueva imagen de la Navidad, para el fortalecimiento y consolación del alma humana.

El nacimiento y la muerte del hombre, cuanto más sean observados y analizados, se nos presentan como aconte­cimientos que tienen lugar totalmente en el plano físi­co, y en los cuales lo espiritual impera en tal forma que desde una seria observación, nadie debería negar que esos dos acaecimientos terrestres de la vida humana, se muestran directamente como hechos físicos, hasta el punto de que, reali­zándose en el hombre, evidencian que él es ciudadano de un mundo espiritual. Ninguna concepción natural, dentro de lo que los sentidos perciben y el intelecto puede compren­der, jamás podrá encontrar en el nacimiento y la muerte otra cosa que aquella en que el obrar de lo espiritual se evidencia espontáneamen­te en lo físico. Únicamente estos dos acontecimientos se presentan de esa manera al áni­mo humano. Y para el acontecer del nacer que encuentra su expresión en la Navidad, el ánimo humano-cristiano ha de sentir cada vez más profundamente el carácter de misterio. Se puede decir que los hombres pocas veces han llegado a tener en cuenta debidamente el carácter de misterio con respecto al nacimiento. Y raras veces mediante imágenes que hablen profundamente al alma humana.

Tal imagen se expresa en lo que se relata referente al ge­nio suizo del siglo XVNikolaus von der Flüe. El mismo ha contado que antes de su nacimiento, antes de poder respi­rar aire físico, percibió su propia imagen humana, la que físicamente iba a tener después de su nacimiento. Antes de su nacimiento vió el acto de su bautismo con las perso­nas presentes en el mismo, como asimismo las imágenes de sus prime­ros días. Después las reconoció, con excepción de una per­sona anciana. Tómese este relato como se quiera, no se po­drá por menos que admitir que se trata de un significativo indi­cio con respecto al misterio del nacimiento humano, cuyo símbolo se nos presenta ante la historia universal a través de la imagen de Navidad. El relato de Nikolaus von der Flüe nos indica que con la entrada en la vida física se rela­ciona algo que para la percepción cotidiana, sólo se escon­de detrás de un tabique muy delgado. Este tabique delgado se puede romper cuando existe una condición kármica, como en este caso. Se podrán dar otros ejemplos, pero hay que decir que la humanidad todavía es muy poco cons­ciente de que los dos extremos de la vida humana, el naci­miento y la muerte, aparecen ya por su solo aspecto físico como dos acontecimientos espirituales, los cuales jamás pueden tener lugar dentro del mero acontecer natu­ral; al contrario se trata de un obrar de potencias divino-espirituales, lo cual se expresa por el hecho de que justamente por su aspecto físico las dos experiencias en el prin­cipio y el fin de la vida física humana tienen que permane­cer como misterios.

La nueva revelación cristiana nos induce a considerar el curso de la vida humana de tal modo como, ciertamente, en el siglo XX el Cristo espera que la humanidad lo tome en cuenta. Para contemplar la imagen de Navidad recordemos ahora palabras de Cristo Jesús, según el Evangelio de San Lucas, palabras que son propicias para relacionarlas con la ima­gen de Navidad. Me refiero a las palabras: “En verdad os digo, que cualquiera que no recibiere el reino de Dios como un niño, no entrará en él“. Cuando el Cristo dice “cualquie­ra que no recibiere el reino de Dios como un niño”, no se debe entender como si se quisiera quitarle a la idea de Navidad todo el carácter de un misterio, y en su lugar hablar simplemente del querido niño Jesús,-tal y como se ha hecho en el curso de la evolución materialista del cristia­nismo-. Las palabras de Cristo Jesús: “cualquiera que no recibiere el reino de Dios como un niño no entrará en él” nos hacen alzar la mirada a poderosos impulsos que se po­nen de manifiesto a través de la evolución de la humani­dad. En el presente (después de la guerra de 1914/18) ciertamente no hay motivo para entregarse a pensamientos triviales acerca del significado de la Navidad, sino que el corazón humano vive con la triste imagen de millones de muertos y de la gran escasez de alimentos; en este tiem­po lo más indicado es entregarse a los poderosos pensa­mientos de la historia universal que impulsan al hombre y que pueden surgir por efecto de las palabras: quien no recibiere el reino de Dios como un niño, las que se pueden completar con estas otras: quien no ilumine su vida con la luz de tal pensamiento, no podrá entrar en los reinos ce­lestiales.

El hombre al entrar en este mundo como niño, provie­ne directamente del mundo espiritual, pues lo que entonces tiene lugar en el mundo físico, la procreación y el crecimiento del cuerpo físico, no es otra cosa que el aspecto exterior del acontecimiento que consiste en que el más profundo ser del hombre sale del mundo espiritual. Par­tiendo de su estado espiritual, el hombre entra en el cuer­po al nacer, y cuando el rosacruciano dice: ex deo nascimur, se refiere al ser humano en cuanto a su aparición en el mundo físico, pues lo que al principio envuelve al hombre, lo que hace de él una entidad física aquí sobre el globo te­rrestre, esto es lo que se expresa con la palabra ex deo nas­cimur. Considerando el centro del hombre, lo que realmente es el íntimo ser central, se debe decir: partiendo de lo espi­ritual, el hombre entra en este mundo físico. Pero lo que tiene en el mundo físico, al percibirlo desde el nivel espiritual antes de la concepción o del nacimiento, el hombre se envuelve con el cuerpo físico, a fin de experimentar en el mismo, aquello que sólo en este cuerpo físico se puede experimentar. Pero hay que tener presente que con su ser central el hombre viene del mundo espiritual. Y para quien se propone contemplar las cosas como ellas se pre­sentan en el mundo, sin estar deslumbrado por ilusiones del materialismo, el hombre es de tal manera que en los primeros años de la vida evidencia todavía que ha venido de lo espiri­tual. Lo que se observa en la vida del niño, aparece para el investigador de tal manera que se tiene la sensación de perci­bir los efectos posteriores a lo experimentado en el mundo espiritual.

Este misterio se expresa por medio de relatos como el que se relaciona con el nombre de Nikolaus von der Flüe. Una con­cepción trivial fuertemente influida por el pensar materia­lista dice ingenuamente que paso a paso durante la vida, el hombre desarrolla su yo desde el nacimiento hasta la muerte, y que este yo aparece cada vez más intensa y más claramente.

Se trata de un modo de pensar ingenuo, pues si se obser­va el verdadero yo humano, el que con el nacimiento viene del mundo espiritual para adoptar su envoltura física, se habla de un modo distinto sobre todo el desarrollo físico del hombre, porque entonces se sabe que, al crecer el hom­bre físicamente en el cuerpo físico, el verdadero yo, en ver­dad desaparece del cuerpo, que este verdadero yo se nota cada vez menos claramente, y que aquello que aquí en el mundo físico se desarrolla entre el nacimiento y la muerte, sólo es una imagen reflejo de sucesos espirituales, una ima­gen reflejo muerta de una vida superior. La expresión co­rrecta consiste en que se diga: hacia adentro del cuerpo desaparece paso a paso toda la plenitud de la entidad humana, haciéndose cada vez más invisible. El hombre vive su vida física aquí en la tierra, perdiéndose más y más en el cuerpo, para volver a encontrarse con el espíritu a su muerte.

Así habla el que conoce las condiciones. Quien no las conoce habla de tal manera que dice: el niño es imperfecto y el yo se desarrolla gradualmente hacia una perfección cada vez más grande; se desarrolla partiendo de los fundamentos indefinidos de la existencia humana. Desde el punto del conocimiento espiritual se debe hablar en este campo de un modo distinto que a través de la conciencia sensible de nues­tro tiempo en que subsiste el sentimiento materialista.

El hombre entra en el mundo como ser espiritual. Cuando niño su ser corporal está todavía indefinido, pues se ha ser­vido poco de lo espiritual que entra en la existencia física como durmiendo. Este ser espiritual parece tener poco contenido, puesto que precisamente en la vida física co­mún no lo percibimos, como tampoco percibimos el yo y el cuerpo astral cuando durante el sueño están separados del cuerpo físico y del etéreo. Pero un ser no es menos per­fecto por el hecho de que nosotros no lo vemos. Por tener un cuerpo físico, el hombre debe hundirse cada vez más en el mismo, a fin de adquirir, a través de tal hundimiento, capacidades que sólo se pueden adquirir si el ser anímico-espiritual del hombre se pierde durante un tiempo en la vi­da física, en el cuerpo físico.

La imagen de Navidad se eleva como una grandiosa co­lumna de luz dentro del sentimiento cristiano del mundo, para que nosotros siempre recordemos nuestro origen espi­ritual, para fortalecernos por el pensamiento de que de lo espiritual hemos venido para entrar en el mundo físico. Es preciso que tal pensamiento como idea dela Navidad se fortalezca cada vez más a través de la futura evolución es­piritual de la humanidad. Esto conducirá a que los hombres vuelvan a experimentar el advenimiento de la fiesta de Navidad con la idea de ganar nuevas fuerzas para la existencia física, con el recuerdo de su origen espiritual. En el presen­te el hombre todavía siente muy poco la fuerza de la idea de Navidad, porque según las leyes de la existencia espiri­tual es así que lo que aparece en el mundo para promover la evolución humana, no aparece inmediatamente en su forma definitiva, sino en cierto modo al principio en forma tumultuosa, como anticipándolo por el actuar de seres ile­gítimos de la evolución del mundo. La evolución histórica de la humanidad sólo se comprenderá de la justa manera, si se sabe que las verdades deben de entenderse tomando en consideración el debido tiempo y bajo la debida luz en el curso de la evolución de la humanidad.

De entre los diversos pensamientos que —ciertamente incitado por el impulso crístico, pero en una forma prema­tura— entraron en la moderna evolución de la humanidad, figura el pensamiento profundamente cristiano, pero ade­cuado a una ulterior profundización, de la igualdad de los hombres ante el mundo y ante Dios.Pero este pensamien­to no se lo debe entender como el mismo tumultuosamen­te entró en la evolución humana por la revolución francesa. Hay que tener presente que la vida humana está en evolu­ción desde el nacimiento hasta la muerte, y que los impul­sos principales se manifiestan de distinta manera durante la vida humana. Si consideramos espiritualmente el hecho de cómo el hombre entra en la existencia sensible: él entra en esta existencia plenamente según el impulso de la igual­dad del ser humano ante todos los demás. La existencia infantil suscita en nosotros los sentimientos más intensos, si se considera la naturaleza del niño sobre la base del pen­samiento de la igualdad de todos los hombres. En la existencia del niño todavía no aparece nada de lo que produce desigualdad, nada de lo que organiza la vida de los hombres de tal manera que se los hiciera sentir como diferentes de otros. Todo esto sólo se le da al hombre en el curso de su vida física. La existencia física va ‘creando desigualdad, mientras que el hombre sale de lo espiritual como igual ante el mundo y ante Dios. Esto lo anuncia el misterio del niño.

Con este misterio del niño se une la idea de la Navidad, la que encontrará suprofundización por la nueva revela­ción cristiana, pues esta nueva revelación cristiana tomará en cuenta la nueva trinidad: el hombre como representan­te inmediato de la humanidad, lo ahrimánicoy lo luciférico, (como lo expresa el grupo tallado en madera, en el Goetheanum en Dornach, Suiza). Y por el conocimiento de cómo el hombre se sitúa en la existencia del mundo en su estado de equilibrio entre lo ahrimánico y lo luciférico, se comprenderá lo que, también en su existencia física ex­terior, el hombre realmente es.

Ante todo debe de haber comprensión cristiana con re­lación a un cierto aspecto de la vida humana. Llegará el tiempo en que el pensar cristiano dará mucha importancia a lo que desde mediados del siglo XIX ya se ha anunciado vagamente en distintos genios. Si se llega a comprender el hecho de que con el nacimiento del niño entra en el mun­do la idea de la igualdad, pero que más tarde, como ulte­rior paso, se desarrollan en el hombre fuerzas de desigual­dad, las que parecen no ser de este mundo, se nos presen­ta justamente en comparación con la idea de la igualdad un nuevo poderoso misterio. En el futuro desarrollo del alma humana, a partir de ahora, será uno de los más importantes y necesarios anhelos del hombre: llegar a compren­der dicho misterio nuevo, y como resultado de tal com­prensión, adquirir la correcta concepción acerca del ser humano. Con inquietud sentirá el hombre el enigma: cier­tamente, los hombresllegan a ser diferentes —si bien no lo son todavía en la infancia— por el hecho de algo que aparentemente ha nacido con ellos y que se halla en la sangre: sus distintos dones y capacidades.

El enigma de los dones y las capacidades que son la cau­sa de tantas desigualdades entre los hombres, surge en rela­ción con la imagen de la Navidad. Y la fiesta de Navidad del futuro seriamente hará recordar al hombre el origen de sus dones, capacidades, talentos y hasta capacidades genia­les que le diferencian mundialmente. Necesariamente ten­drá que hacer la pregunta de este origen. Y sólo alcanzará el justo equilibrio de la existencia física, si él puede cali­ficar satisfactoriamente el origen de sus capacidades por las que él se diferencia de los demás. La luz de la Navidad o la de las velas navideñas deben dar la respuesta a la pre­gunta: ¿Existe injusticia dentro del orden universal para el individuo entre el nacimiento y la muerte? ¿Cómo se explican las capacidades, los dones?

Cuando los hombres lleguen a tener el nuevo sentimien­to cristiano, cambiará mucho en cuanto al modo de pensar. Ante todo se comprenderá por qué la secreta concepción de la época del Antiguo Testamento tenía una idea particu­lar sobre los profetas; pues ¿en qué se distinguían los pro­fetas antiguos? Ellos fueron las personalidades consagradas por Jahvé; fueron las personalidades que auténticamente podían servirse de dones espirituales que los demás no po­seían. Jahvé debía consagrar las capacidades innatas, y Jahvé influía sobre el hombre desde el dormirse hasta el despertar; no influía durante la vida consciente. El verda­dero adepto del Antiguo Testamento se decía: Lo distin­tivo de los hombres en cuanto a sus capacidades y dones, y que en los profetas se eleva a la genialidad, es algo que nace con el hombre, pero él no lo utiliza para el Bien, si al dormirse no se sumerge en el mundo donde Jahvé guía los impulsos del alma y transforma desde el mundo espi­ritual los dones físicos, dependientes del cuerpo.

Con ello me refiero a un profundo misterio del pensa­miento de los tiempos del Antiguo Testamento. Pero esta concepción, incluso la relativa a los profetas, tiene que desaparecer. Para el bien de la humanidad tienen que for­marse nuevas ideas en la evolución histórica universal. Pa­ra lo que según la creencia de los antiguos hebreos depen­día de la consagración por Jahvé durante el sueño incons­ciente, el hombre debe alcanzar en nuestro tiempo la capa­cidad de consagrarlo durante laplena conciencia diurna. Pero esto sólo lo alcanzará si él sabe que por un lado todo lo perteneciente a dones naturales, capacidades, talentos, hasta la genialidad, son dones luciféricos que obran en el mundo de un modo luciférico, mientras no lleguen a ser consagrados e impregnados por todo aquello que corno im­pulso crístico puede aparecer en el mundo.

Se toca un misterio de inmensa importancia para la mo­derna evolución de la humanidad si se concibe el germen de la nueva imagen de la Navidad en el sentido de que es preciso que el hombre comprenda al Cristo de tal manera que sobre la base del Nuevo Testamento diga: Además de las condiciones de igualdad en el niño he recibido las diver­sas capacidades, dones y talentos. Pero con el correr del tiempo todas estas facultades sólo conducirán al bien del hombre, si las mismas se ponen al servicio del Cristo Jesús, si el hombre aspira a cristianizar todo su ser, para que se arrebaten a Lucifer los dones, talentos y genialida­des humanos. El ánimo cristianizado arrebata a Lucifer todo lo que sin ello actuaría de un modo luciférico en la existencia física humana. Esto es algo que como fuerte pensamiento debe imperar en la futura evolución del alma humana. En ello consiste la nueva imagen dela Navidad, la nueva anunciación del obrar del Cristo en el alma huma­na para cambiar lo luciférico que no rige en nosotros en cuanto vivimos por la fuerza del espíritu, sino que como lo luciférico se halla en nosotros por el hecho de que nace­mos con un cuerpo físico lleno de sangre, un cuerpo que a través de la herencia nos da también las capacidades. Dentro de la corriente luciférica, dentro de lo que ejerce su efecto en la corriente de la herencia física aparecen di­chas capacidades, pero el hombre debe ganarlas, conquis­tarlas durante la vida física, por medio de lo que el impulso crístico puede suscitar en sus sentimientos, no en el sueño por la inspiración de Jahvé, sino con plena conciencia den­tro de sus experiencias. El nuevo cristianismo habla así: “Concibe, oh cristiano, el pensamiento de la Navidad y ofrenda en el altar que se erige en la Navidad todo lo que tú recibes con la sangre de tu cuerpo, y consagra tus capa­cidades, tus dones y hasta tu genio, percibiéndolo todo ilu­minado por la luz que irradia del árbol de Navidad”.

Con nuevas palabras debe hablar la nueva anunciación del Espíritu, y no debemos permanecer indiferentes ante lo que en nuestro severo tiempo nos habla como nuevas revelaciones del Espíritu. Con tal sentimiento se nos dará la fuerza que el hombre necesita en la ‘vida del presente para cumplir con las grandes tareas de la época. Es preciso que se conciba la enorme importancia de la idea de la Na­vidad, y con plena conciencia se debe comprender el signi­ficado de las palabras del Cristo: “Cualquiera que no reci­biere el reino de Dios como un niño, no entrará en él”. La idea de la igualdad que el niño nos revela, si lo observa­mos en el justo sentido, no se niega por dichas palabras, puesto que aquel niño cuyo nacimiento evocamos en la noche de la Navidad, anuncia claramente a la humanidad en la evolución universal, con cada vez nuevos pensamien­tos, que por la luz del Cristo, el que estuvo presente en el alma de ese niño, se debe iluminar lo que poseemos como dones que nos diferencian de los demás; que sobre el altar de ese niño se debe ofrecer aquello que esos diversos dones hacen de nosotros como hombres.

La seriedad de la imagen de la Navidad puede suscitar en el hombre la pregunta: ¿Cómo llego a ser consciente en mi alma del impulso de Cristo? Es un pensamiento que muchas veces preocupa al hombre.

Ciertamente, no acogeremos en el alma espontáneamente lo que podemos llamar el impulso de Cristo, y el mismo se nos presenta de un modo distinto en unos u otros tiempos. En el presente el hombre puede concebir con clara y plena conciencia los pensamientos cósmicos que tratamos de co­municar a través de nuestra ciencia espiritual de orientación antroposófica. Estos pensamientos, bien comprendidos, pueden despertar en el hombre la confianza de que sobre las alas de los mismos efectivamente le llega la nueva revela­ción, esto es, el nuevo impulso de Cristo de nuestro tiem­po. Y el hombre llegará a sentirlo, si no deja de prestarle atención.

Si en el sentido de lo ahora expuesto se trata de acoger vivazmente los pensamientos espirituales de la dirección del mundo, de acogerlos no como una teoría, sino en tal forma que estos pensamientos conmuevan, iluminen y den calor al alma en lo más profundo; si se trata de sentirlos fuertemente, como algo que a través del cuerpo penetra en el alma; si se trata de liberarlos de lo abstracto y lo teó­rico, de modo que estos pensamientos realmente son como una nutrición del alma; si se trata de sentir que los mismos entran en el alma no meramente como pensamientos, sino como vida espiritual proveniente del mundo espiritual; si todo esto se logra íntimamente, se notará el resultado de una triple manera: se percibirá que estos pensamientos extinguirán en el hombre lo que particularmente en nues­tra época del alma consciente penetra tan marcadamente en el alma humana: el egoísmo.

Si se comienza a advertir que dichos pensamientos ex­tinguen el egoísmo, se habrá sentido la fuerza crística de los pensamientos de la ciencia espiritual de orientación antroposófica. Si en segundo lugar se nota que en el ins­tante en que en el mundo de alguna manera aparece la falta de veracidad, ya sea que uno mismo se sienta tentado a no atenerse a toda la verdad, o bien, que de parte de otros se nos presente la falta de veracidad; si en tal situa­ción se experimenta la fuerza de unimpulso que no deja entrar en nuestra vida la falta de veracidad, un impulso que monitoriamente siempre nos exhorta a decir la verdad, entonces resulta que frente a la vida que se inclina hacia la apariencia, se siente el viviente impulso de Cristo. Sobre la base de los pensamientos espirituales de orientación antroposófica no será fácil para el hombre mentir, o no tener sensibilidad para la apariencia y la falta de veraci­dad. Aparte de cualquier otro entendimiento, los pensa­mientos de la nueva revelación cristiana pueden indicar­nos el camino hacia el amor a la verdad. Si el hombre no solamente busca la comprensión teórica de la ciencia espi­ritual al igual que la de otra ciencia, sino si es capaz de captar los pensamientos en tal forma que, al unirse los mismos íntimamente con el alma, llega a sentir como si una potencia de la íntima conciencia que exhorta a la ve­racidad estuviese presente, entonces habrá encontrado de la segunda manera el impulso de Cristo. Y si además se llega a sentir que de dichos pensamientos fluye algo hasta en el cuerpo, pero principalmente influyendo sobre el al­ma, una fuerza que vence la enfermedad, dando al hombre salud y vigor, se habrá sentido el tercer aspecto del impul­so de Cristo, debido a dichos pensamientos. La aspiración de la humanidad sobre la base de la nueva sabiduría, el nue­vo espíritu, consiste precisamente en encontrar la posibili­dad de superar el egoísmo por el amor, en superar la apa­riencia de la vida por la verdad, superar lo que conduce a la enfermedad, por los pensamientos sanos, los que nos unen con las armonías del universo, puesto que tienen su origen en estas armonías.

En el presente aún no es posible alcanzar todo lo ex­puesto, pues el hombre lleva en sí una antigua herencia. Y resulta ser incomprensible si por ejemplo una absurda teo­ría espiritual como la Christian Science reduce a caricatu­ra la idea del curarse por el espíritu. Pero si debido a la an­tigua herencia el pensamiento todavía no puede tener su­ficiente fuerza para alcanzar lo anhelado, por ello no deja de ser una fuerza que da salud. Al respecto, fácilmente se piensa de un modo equivocado. Alguien que sabe juzgar las cosas, puede decir: “a ti te pueden curar ciertos pensamientos”, pero ocurre que a tal persona en cierto momento le toca esta o aquella enfermedad. Al respecto hay que tener presente que debido a la antigua heren­cia, en nuestro tiempo todavía no podemos curarnos de todas las enfermedades por la mera influencia de pensa­mientos. Por otra parte difícilmente se puede saber cuá­les enfermedades nos hubieran tocado, o bien, si nuestra vida hubiera transcurrido con la misma salud, sin haber tenido ciertos pensamientos. De un hombre que en su vida ha estudiado la ciencia espiritual de orientación antroposófica, y que murió a la edad de 45 años no se puede saber si quizás sin ella hubiera fallecido a los 42, o a los 40 años. Es que en este campo el hombre tiende a pensar equivocadamente. Así, por ejemplo no suele observar lo que a él le puede corresponder según su karma ni tampoco lo que realmente se le da de acuerdo con su karma. Pero si uno, a pesar de lo contradictorio en el mundo físico exterior, todo lo observa por la fuerza de la confianza in­terior que se basa en los pensamientos de la ciencia espi­ritual, llegará a sentir, hasta en el cuerpo físico, lo saluda­ble, lo refrescante, lo rejuveneciente, como el tercer ele­mento que el Cristo, como Salvador (Heiland) confiere al alma humana, a través de sus incesantes revelaciones.

Ha sido el propósito de esta conferencia profundizar la idea de la Navidad, la que se relaciona tan íntimamen­te con el misterio del nacimiento del hombre. Se ha trata­do de bosquejar ante el alma lo que el Espíritu nos revela como continuación de la idea de la Navidad. Se podrá sen­tir lo fortaleciente y el sostén en la vida, como asimismo los impulsos de la evolución del mundo, venga lo que viniere, de modo que podemos sentirnos unificados con los impulsos divinos de la evolución del mundo, y que nues­tro entendimiento nos puede dar la fuerza y la iluminación para nuestro pensar. No se puede negar que el hombre se halla en evolución, cuya justificación se debe reconocer.

El Cristo ha dicho: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. No es una frase hueca, es la verdad. No solamente por los Evangelios se ha revelado el Cristo, sino que El está con nosotros, revelándose constan­temente. Es preciso que tengamos oídos para oír lo que El nos revela siempre de nuevo, en los tiempos nuevos. No te­ner fe en estas revelaciones nuevas, nos puede debilitar, pero la fe nos fortalecerá.

La fe en estas revelaciones nos dará fuerza, aunque las mismas resuenen a través de los dolores aparentemente contradictorios y los infortunios de la vida. Con nuestra alma propia pasamos por las vidas terrenales repetidas, en cuyo curso se cumple nuestro destino. Pero tal pensamien­to que nos deja sentir lo espiritual detrás de la vida física exterior, sólo lo concebimos si en el justo sentido cristia­no acogemos las continuas revelaciones. En el sentido de nuestro tiempo el verdadero cristiano, cuando está ante el árbol de Navidad con sus luces, deberá comenzar con los pensamientos fortalecientes, los que ahora los puede tener provenientes de la nueva revelación cósmica, para fortalecer su voluntad, para iluminar su pensar. Y deberá sentir que con la fuerza y la luz de este pensar él puede, en el curso del año cristiano, aproximarse al otro pensa­miento, el que evoca el misterio de la muerte: el pensamien­to de la Pascua de Resurrección, el pensamiento que en nuestra alma se presenta como un acontecer espiritual, lo que el hombre experimenta como fin de su existencia terrenal. Sentiremos cada vez más lo que es el Cristo, si somos capaces de relacionar debidamente nuestra existen­cia con la del Cristo. Sobre la base del cristianismo, el rosicruciano de la Edad Media decía: Ex deo nascimur, In Cristo morimur, Per spiritum sanctum revíviscimus. De lo divino hemos nacido, al considerarnos como hombres en esta tierra. En el Cristo morimos. En el Espíritu Santo volveremos a ser despertados. Pero esto se refiere a nues­tra vida, a nuestra vida humana. Dirigiendo la mirada de nuestra vida hacia la vida del Cristo, se nos presenta nues­tra propia vida como imagen-reflejo. De lo divino hemos nacido, en el Cristo morimos, por el Espíritu Santo vol­veremos a ser despertados. Como la verdad de Cristo que vive en nosotros como el primero de nuestros hermanos, lo podemos expresar ahora en tal forma que lo sentimos como Verdad-Cristo, irradiando de El, reflejándose en nuestro ser humano: El ha sido generado por la fuerza del Espíritu, tal como lo expresa el Evangelio según San Lucas, a través del símbolo de la paloma que descendió como Espíritu Santo. Del Espíritu fue generado; en el cuerpo humano murió; en lo Divino resurgirá.

Sólo percibiremos en el justo sentido las verdades eter­nas, si las percibimos en su reflejo del presente, no mera­mente en una forma, hechas abstracción absoluta. Y si nos sentimos como hombre, no solamente en sentido abstrac­to, sino como hombre realmente perteneciente a un tiem­po en que nos incumbe el deber de actuar y pensar en con­cordancia con el carácter de la época, entonces trataremos de percibir el lenguaje de ahora del Cristo que está con no­sotros todos los días hasta el fin del mundo; oiremos enton­ces su enseñanza que nos ilumina y nos fortalece en el pensamiento sobre la Navidad. Así podremos acoger en noso­tros al Cristo en su nuevo lenguaje, pues con el Cristo de­bemos unirnos como ligado con nosotros por parentesco. Así nos será posible cumplir nosotros mismos la misión del Cristo en la tierra y después de la muerte. El hombre de cada época debe acoger en sí mismo a su propia manera al Cristo. El hombre podía sentirlo, si en el justo sentido consideraba los dos pilares espirituales, la idea de la Navi­dad y la de la Pascua de Resurrección. El profundo místi­co alemán Ángelus Silesius lo expresó, con respecto a la imagen de la Navidad:

“Si el Cristo nace en Belén mil veces
y no en ti, eternamente perdido permaneces”.

con respecto a la imagen de la Pascua de Resurrección:

“La Cruz de Gólgota, del Mal no te podrá salvar,
si no en ti también se llega a elevar”.

Es verdaderamente necesario que el Cristo viva en noso­tros, puesto que no somos hombres en sentido absoluto, sino hombres de una determinada época; el Cristo debe nacer en nosotros tal como sus palabras resuenan a través de nuestra época. Debemos tratar de hacer nacer el Cristo en nosotros, para nuestro fortalecimiento, nuestra iluminación; el Cristo debe nacer en nuestra alma tal como ha quedado con nosotros y como El quiere quedar con los hombres, todos los tiempos hasta el fin del mundo. Si en el día de hoy tratamos de sentir en el alma el nacimiento del Cristo, como la luz eterna y la fuerza eterna, entonces se nos presenta de la justa manera el nacimiento histórico del Cristo en Belén, como asimismo su reflejo en nuestra alma.

“Si el Cristo nace en Belén mil veces
y no en ti, eternamente perdido permaneces”.

Así como ahora El nos hace dirigir la mirada hacia su nacimiento en el acontecer humano, su nacimiento en nues­tra alma, así contemplamos de la justa manera la imagen de la Navidad. Entonces somos conscientes de la noche so­lemne que nos debería dar el sentimiento de un nuevo for­talecimiento, de la iluminación de los hombres, después de diversos males y dolores que en el presente los han con­movido y seguirán conmoviéndolos.

El Cristo dice: “Mi reino no es de este mundo”. Si de la justa manera dirigimos la mirada hacia su nacimiento, esa palabra nos exige encontrar en el alma el camino hacia aquel reino donde El está para fortalecernos, para iluminar­nos, cuando amenaza la oscuridad y la falta de fuerza; fortalecernos por los impulsos provenientes de aquel mundo a que El mismo se refirió, y del que su aparición en la no­che solemne siempre quiere hablar. “Mi reino no es de es­te mundo”. Pero por otra parte El mismo ha traído ese reino en este mundo, para que nosotros siempre podamos recibir del mismo, fuerza, consolación, confianza y esperan­za, en todas las situaciones de la vida, siempre que nos de­cidamos a guiarnos por sus palabras, como estas:

De cierto os digo, que cualquiera que no recibiere el rei­no de Dios como un niño, no entrará en él.

Rudolf Steiner