sábado, 23 de febrero de 2013

Leyenda Luciferina de la Masonería

Publicado por Lalo Figueroa

La leyenda dice que el luciferino espíritu se ayuntó con Eva, pero que fue expulsado por Jehová, quien lo separó de ella antes del nacimiento de su hijo Caín, al que por esto se le llamó hijo de la viuda.

Así desde un principio hubo dos linajes de gente en el mundo. Los engendrados por el luciferino espíritu de Samael y participantes de una semidivina naturaleza empapada de la dinámica energía marciana, que heredaron de su divino ascendiente, son agresivos, progresivos, dotados de grande iniciativa, pero rebeldes a todo freno de autoridad, tanto divina como humana. Este linaje de seres aborrece el aceptar nada por la sola fe, y propende a demostrarlo todo a la luz de la razón.

Creen por las obras y no por la fe, y con su indomable valor e inextinguible energía han trasmutado la aridez de los desiertos del mundo en un jardín henchido de vida y belleza y tan ameno, tal es el temperamento de los hijos de la viuda, heredado de su divino progenitor Samael e infundido por él en Caín.

El pasado de los hijos de la viuda es una lucha contra las adversas condiciones y su hazaña es la victoria conseguida contra todas las fuerzas hostiles por el indomable valor y persistente esfuerzo. Por otra parte, mientras Caín, guiado por divina superación, cultivaba el suelo para medrarán dos briznas de hierba donde sólo crecía una, Abel, la progenie humana de padres humanos, no experimentaba inquietud ni excitación alguna, pues era una criatura de Jehová por mediación de Adán y Eva, y se contentaba con apacentar los rebaños, también creados por Dios, y de ellos mantenerse y multiplicarlos sin trabajo ni iniciativa por su parte.

Esta dócil actitud placía sumamente al Dios Jehová, que era en extremo celoso de sus prerrogativas como Creador. Así es que aceptaba cordialmente las ofrendas de Abel, obtenidas sin esfuerzo ni iniciativa, y desdeñaba las ofrendas de Caín, porque procedían de su propio instinto creador, semejante al de Jehová.

Entonces Caín mató a Abel; más no por ello exterminó a las dóciles criaturas de Jehová, porque dice el texto bíblico que Adán conoció a Eva, que parió a Seth, el cual tenía las mismas características de Abel y las trasmitió a sus descendientes, quienes hasta el día de hoy continúan esperándolo todo del Señor y viven por la fe y no por las obras.

Por ardua y enérgica aplicación al trabajo del mundo, los hijos de Caín habían adquirido mundanal sabiduría y poder.

La animosidad entre Caín y Abel se ha perpetuado de generación en generación entre sus respectivos descendientes.

Los hijos de Caín aspiran a formar operarios hábiles en el manejo de las herramientas con que puedan obtener sustento de la tierra maldita por su divino adversario Jehová.

La leyenda dice, que de Caín descendieron Methusael, inventor de la escritura; Tubal-Caín, hábil artífice en metales; y Jubal, inventor de la música.

Así tenemos que los hijos de Caín fueron los inventores de las artes e industrias. Por lo tanto, cuando Jehová escogió a Salomón, vástago de la raza de Seth, para que edificase una casa en su honor, la sublime espiritualidad de una dilatada estirpe de descendientes divinamente guiados, floreció en el proyecto del magnífico templo llamado Templo de Salomón, aunque Salomón sólo fue instrumento para llevar a cabo el divino plan revelado por Jehová a David.

Pero Salomón era incapaz de dar forma concreta y material al proyecto, y así necesitó el auxilio de Hiram, rey de Tiro y descendiente de Caín, quien escogió a Hiram Abiff, el hijo de la viuda (según se llaman todos los francmasones a causa de la relación de su divino progenitor con Eva), por jefe de los operarios, pues en él se compendiaban y florecían las artes e industrias de cuanto hijos de Caín le habían precedido.

Los hijos de Caín, como descendientes del ígneo Lucifer, eran muy diestros en el uso del fuego, y por medio de este elemento convirtieron en altares, vasos sagrados y jofainas los metales atesorados por Salomón y sus antecesores. Bajo la dirección de Hiram Abiff se construyeron columnas.


Los sucesos que condujeron a la conspiración tramada contra el Gran Maestre Hiram Abiff y que culminó en su asesinato, comenzaron con la llegada de la reina de Saba, atraída a la corte de Salomón por referencias de la maravillosa sabiduría de este monarca y el esplendor del templo en cuya construcción estaba empeñado. Dícese que llegó cargada de soberbios presentes y que desde un principio admiró en extremo la sabiduría de Salomón. La misma Biblia, escrita con arreglo al criterio de las Jerarquías Jehovísticas, insinúa que la reina vio en la corte de Salomón a otro más gallardo, aunque nada concreta sobre el particular.

El matrimonio de Salomón con la reina de Saba no llegó a consumarse, pues de lo contrario el nombre masón se hubiese desvanecido hace largo tiempo, y la humanidad en general fuera hoy hija sumisa de la iglesia dominante, sin opción ni albedrío ni prerrogativas.

Después que la reina de Saba hubo visto el suntuoso palacio de Salomón y hubo hecho sus exquisitos regalos de oro y obras de arte, quiso ver también el grandioso Templo, cuya construcción estaba, a punto de terminar. Maravillándose mucho de la magnitud de la obra, pero le extrañó la aparente ausencia de operarios y el silencio reinante en aquel lugar, por lo que le suplicó a Salomón que llamara a los operarios para que ella pudiese ver a quienes habían labrado tal maravilla; pero aunque los palaciegos de Salomón obedecían el más leve deseo del monarca, y aunque el Dios Jehová había ordenado a Salomón que edificara el templo, los operarios no estaban sujetos a su autoridad, pues sólo obedecían a quien tenía La Palabra y El Signo.

Por lo tanto, nadie acudió al llamamiento de Salomón, y la reina de Saba no pudo menos de inferir que tan maravillosa obra estaba construida por alguien superior a Salomón. En consecuencia, insistió la reina en ver y conocer al Rey de las Artes y a sus admirables operarios, con mucho pesar de Salomón, quien sentía haber desmerecido en la estimación de la reina.

Salomón había ya pedido la mano de la reina de Saba, quien se la había otorgado, por lo que presintiendo el rey que si ella encontraba a Hiram Abiff podía mudársele el afecto, intentó consumar el matrimonio antes de satisfacer el deseo que la reina tenía de ver al Gran Maestre. Pero la reina se obstinaba en verle desde luego, porque presentía la grandeza del magistral artífice cuya habilidad había construido el maravilloso templo, y se sentía instintivamente impelida hacia aquel hombre de acción, como nunca le había conmovido la sabiduría de Salomón, en quien sólo hallaba la verbosidad de floridos discursos y altos ideales que era incapaz de realizar.

Por lo tanto la resistencia mostrada por Salomón en facilitarle la entrevista con Hiram Abiff acrecentó los anhelos e importunaciones de la reina de Saba, hasta el punto de que Salomón no tuvo más remedio que satisfacerle el deseo, y sí fue que de mal agrado mandó en busca del Gran Maestre.

Al presentarse Hiram Abiff, vio Salomón arder la llama del amor en los ojos de la reina y arraigaron en su corazón el odio y los celos; pero era demasiado sabio para delatar sus sentimientos.

Según la leyenda masónica, la reina de Saba solicitó entonces de Hiram Abiff que le mostrara los operarios del templo. El gran Maestre golpeó con su martillo una roca cercana de modo que brotaron chispas, y al signo del fuego unido a la palabra de poder, los operarios del templo se agruparon en torno de su Maestro en innumerable multitud, todos dispuestos y anhelosos de obedecer sus órdenes. Tan profundamente impresionó a la reina de Saba aquel espectáculo detonador del maravilloso poder de aquel hombre que determinó desdeñar a Salomón y ganar el corazón de Hiram Abiff.

Según la leyenda masónica, Hiram Abiff, el Gran Maestre, empleaba un martillo para llamar a sus operarios, y es muy significativo que el símbolo del signo Aries, en donde comienza esta maravillosa actividad creadora tenga la figura de un doble cuerno de carnero, semejante a un martillo.

También merece mención que en la antigua mitología escandinava los vanires o deidades del agua son vencidos por los asires o deidades del fuego. El martillo con que el escandinavo dios Thor arranca fuego del cielo tiene su analogía en el rayo de Júpiter. Los asires pertenecían como Hiram a la Jerarquía del Fuego, a los espíritus de Lucifer e Hijos de Caín que con su individual esfuerzo luchaban por lograr la maestría, y por lo tanto mantenían el ideal masculino, diametralmente opuesto al de la Jerarquía actuante en el plástico elemento Agua.

Muy diferentes son los templos de los hijos de Caín, donde el candidato entra “pobre”, “desnudo” y “ciego”. Se le pregunta qué busca y si responde que la Luz, deber del Maestro es darle lo que pide y hacerle francmasón o hijo de la Luz.

También tiene el Maestro el deber de enseñarle a trabajar, y para emulación se le presenta el ejemplo de Hiram Abiff, del Maestro Artífice, como masculino ideal. Se le enseña a que siempre esté dispuesto a razonar su fe.

En adelanto y ascenso en la Masonería mística no depende del favor ni pueden otorgarse hasta que el candidato lo merece por haber acumulado el poder de adelantar, de la propia suerte que no es posible disparar una pistola hasta que este cargada. La iniciación no es más que el movimiento del gatillo, y consiste en enseñarle al candidato la manera de emplear sus acumulados poderes.

Entre los obreros del Templo hubo algunos que se figuraron merecer el ascenso a un grado superior sin haber acumulado el necesario poder, y, por lo tanto, Hiram Abiff no pudo iniciarlos, y como ellos eran incapaces de ver que las deficiencias estaban en ellos, se resistieron contra Hiram.

Desmesuradamente ambiciosos candidatos de hoy día menosprecian y desdeñan a un instructor espiritual que no puede darles inmediata iluminación e inducción en lo invisible porque todavía están comiendo en las “ollas de Egipto” y repugnan sacrificarse en el altar de la abnegación.
EL SECRETO Y LA MASONERÍA
DISTINCIÓN Y CONDENA
Por AGUSTIN PAULLIER



SI LE PIDEN a una persona que piense en una palabra asociada a los masones, probablemente elija "secreto", o algún sinónimo derivado de ella. La historia del Chevalier D`Eon es reveladora en este sentido. Luego de participar en la Guerra de los Siete Años (1756-1763), fue nombrado por Luis XV primer secretario de la embajada francesa en Londres; pero un odio mutuo con el embajador Guerchy hizo que el Chevalier renunciara a su puesto en la embajada y se llevara importantes documentos. Estos comprometían a los tories, a quienes había pagado sobornos y revelaban planes franceses de invadir Inglaterra. En 1764 un extraño rumor sobre él se convirtió en el gran chisme de la sociedad londinense: D´Eon era una mujer que se disfrazaba de hombre.

Jasper Ridley, autor de Los masones. La sociedad más poderosa de la tierra, dice: "D´Eon cultivaba la amistad de muchos nobles y caballeros de Inglaterra, y quería hacer lo que estaba de moda: incorporarse a la francmasonería"; y fue aceptado. Años más tarde, el rumor llegó a límites insospechados: hubo apuestas que llegaron hasta 120 mil libras para acertar cuál era su sexo. Intentaron secuestrarlo tanto ingleses como franceses pero todos fracasaron.

Un jurado, aún sin haberlo sometido a un examen médico, promulgó que el Chevalier efectivamente era una mujer; en ese instante los francmasones lo expulsaron de su Logia. Durante 25 años, la ahora Chevalière D´Eon vistió de mujer, incluso se unió a una orden de monjas. Esto fue hasta el día de su muerte, cuando el médico forense comprobó que era hombre. Sus compañeros masones ya lo sabían, porque en la ceremonia de iniciación se le solicita al nuevo miembro que descubra su pecho por razones de simbolismo masónico.

Ridley, al igual que los masones, opta por mantener lo ritual y lo simbólico oculto. No explica por ejemplo por qué en la ceremonia de iniciación el nuevo miembro debe descubrir su pecho. No obstante, Ridley narra las historias de una forma casi novelada, y no por eso exenta de rigor histórico. La lectura se hace amena. El propósito del libro, sin embargo, no es develar secretos o conspiraciones masónicas desconocidas hasta el momento, sino aportar datos sobre el siempre sospechado conflicto de intereses de los francmasones con sus trabajos, sobre todo si son de índole pública.

DISTINCIÓN Y MITO. "Los masones eran distintos", comienza el primer capítulo del libro. Se diferenciaban en la Europa de la Edad Media del resto de los trabajadores al trabajar la piedra, cuando este era un elemento que pocos trabajaban hasta el siglo XIII. Entre los masones se distinguían los "rústicos" (trabajadores de la piedra dura), de aquellos que tallaban las complejas fachadas de las iglesias, interviniendo sobre una piedra más blanda, conocida como "piedra libre o franca". De ahí que se los llamara "masones de piedra franca" o "francmasones". Estos eran reclutados por gremios o corporaciones; el primero se registró en 1057, en Escocia.

Pero lo concreto, lo mítico, y lo fáctico siempre se mezclan en la historia de la masonería. Es el caso del Puente de Londres, que hasta 1176 era de madera, y luego de su destrucción fue reconstruido con piedra. La canción popular que dice "El Puente de Londres se está cayendo" hace referencia a una dama supuestamente encerrada viva en algún lugar de los cimientos: "Se trataba de una joven virgen que los masones habían encerrado y emparedado viva en una de las columnas de piedra del puente, como un sacrificio humano para aplacar la ira de Dios e inducirlo a que protegiera el puente contra tormentas o
inundaciones".

REVOLUCIONES. Se ha acusado a los masones de participar en casi todas las revoluciones de los últimos 200 años que han ocurrido en Francia, España, Italia, Norteamérica y América Latina, con excepción de Inglaterra, la cual siempre mantuvo estrechos lazos con la realeza. Tan unidos son estos lazos que desde 1721 hasta el presente el Gran Maestro de la Gran Logia inglesa ha pertenecido siempre a la nobleza o a la realeza. Los francmasones siempre han intentado desmarcarse de temas políticos y religiosos, prohibiendo que se hable de estos temas en sus reuniones.

"La creencia de que los francmasones fueron responsables por la Revolución francesa quedó confirmada por la conducta del Gran Maestro del Gran Oriente de Francia", Felipe, duque de Orleans, primo del rey Luis XVI, escribe Ridley. Cuando estalló la revolución se unió a los jacobinos, fue elegido miembro de la Asamblea Nacional y cambió su nombre a Philippe Egalité (Felipe Igualdad). En enero de 1793 el gobierno revolucionario decidió juzgar a Luis XVI por traición y entre varias propuestas se encontraba la de posponer indefinidamente la cuestión. Este proyecto fue derrotado por un solo voto, el de Philippe Egalité; unos días más tarde votó a favor de la ejecución de su primo. En febrero de ese mismo año, los jacobinos pensaron que la francmasonería era poco democrática debido a sus rangos jerárquicos y que muchos girondinos eran masones. Esto provocó que Philippe renunciara a su cargo de Gran Maestro. En octubre de 1793 se lo acusó de apoyar a los girondinos y fue guillotinado (este artefacto lleva el nombre por Joseph Guillotin, que también era masón). El hijo de Philippe Egalité luego se convertiría en el rey Luis Felipe.

En América Latina varios de los protagonistas de la independencia de sus naciones pertenecían a la Logia Lautaro: San Martín, Bolívar, Miranda, O´Higgins, Benito Juárez, entre otros. Ridley no se detiene demasiado en la influencia de la francmasonería en este continente. Su libro está centrado en la historia francesa, inglesa y estadounidense, lo cual es una carencia de enfoque. El autor ha escrito biografías sobre Lord Palmerston, Mussolini y Tito, varios libros relacionados con la realeza inglesa y uno sobre Garibaldi. Con respecto a este último, cuenta que se hizo francmasón en Montevideo, al igual que Bartolomé Mitre, cuando vinieron para luchar contra Rosas. En una batalla naval sobre el río Paraná, Garibaldi se enfrentó a un hermano masón, el Almirante Guillermo Brown, y luego se volvieron a enfrentar en el puerto de Montevideo. En 1845 el almirante Brown se retiró y gracias a un salvoconducto pasó por Montevideo y mantuvo una conversación amigable con Garibaldi, algo común entre generales enemigos, pero facilitado por sus vínculos secretos.

Ridley comienza diciendo que él no es masón. Afirma que la actitud de ocultamiento y secreteo que genera tanta sospecha entre la gente, es uno de los factores de mayor atracción para los posibles candidatos que desean ingresar a la masonería. Lo dice en un libro que debería aportar evidencia para que el lector se forme una opinión más fundada sobre esta polémica sociedad, pero que en los hechos carece de explicaciones sobre los rituales, las señas y el simbolismo masónico, tan cargado de historia, y a la vez tan expuesto a malinterpretaciones.
“SECRETO Y ESOTERISMO”

Cuando una persona ingresa a una Orden o fraternidad, es común que en su iniciación primera, se le pida un juramento de silencio o secreto de cuanto le sea transmitido, escuche o vea dentro de la logia; Esto viene desde tiempos remotos, cuando pensar en forma diferente a la religión era motivo de persecución, tortura y muerte; Hoy en día, este juramento continua vigente por tradición y porque aún existen personas y organizaciones intolerantes y radicales que si bien, es difícil que actúen como antaño, no se descarta la posibilidad de que se repita la misma experiencia en diferente grado de intensidad.

El secreto no solo es hacia las personas profanas, sino también se da entre los hermanos de diferentes grados, esto es con el fin de que las enseñanzas de grados superiores no confundan a los miembros de grados inferiores, aunque bien puede hablarse con prudencia y superficialidad sobre temas superiores con algunas personas que manifiesten un criterio maduro y apertura mental.

Toda orden o fraternidad poseen en sus enseñanzas un aspecto exotérico y otro esotérico, que en realidad, solo son dos caras de una sola y única moneda; Dos aspectos fundamentales de su filosofía que deben tratarse con discreción ante el mundo profano, pues es común que personas por ignorancia, mala intención o fanatismo, distorsione nuestras palabras y las utilice con intención de perjudicarnos, la experiencia histórica nos previene de ello.

Lo Exotérico se define como aquello que esta fuera, no oculto ante el mundo que nos rodea, como podría ser el edificio, literatura, símbolos, vestuario entre otras cosas; Lo Esotérico seria lo que está dentro y oculto, cayendo en lo verdaderamente secreto; Muchos hermanos y personas profanas confunden la simbología, alegorías, rituales y palabras como esotéricos o secretos, y no es exactamente así, como veremos más adelante.

La filosofía mística nos habla de dos grandes libros a estudiar, el hombre y el universo, que otras tradiciones le llaman “Los Misterios Menores” y “Los Misterios Mayores”, y es a través de este estudio que se logra vislumbrar “algo” de lo que la divinidad es.
Para entender las enseñanzas de los grados superiores, es menester primero comprender lo que el hombre es, y no solo comprender sino también dominar todo cuanto en él existe.
El hombre no es la medida de cuanto existe, pero si es la medida del Universo y el Dios que él es capaz percibir y comprender.

“Venimos a cavar pozos profundos y sin fondo a los vicios e imperfecciones, y a levantar templos a la virtud” (1); El hombre debe descubrir en él mismo cuanto es, y muy especialmente aquellas fuerzas ocultas que se muestran ocasionalmente como tendencias, deseos, actos, sentimientos, y pensamientos que aparentan surgir por nuestro libre albedrio y voluntad consciente sin serlo; Debemos conocer y educar estas fuerzas que nos han acompañan y servido desde los albores de la humanidad, no eliminarlas ni sujetarlas como fiero mastín, porque no son ajenas a nosotros, sino que forman parte de nuestra propia naturaleza humana, y que vienen siendo la piedra bruta que hay que pulir para convertirla en la piedra angular y fundamental sobre la cual se elevara el templo a la virtud donde debe morar y gobernar esa parte divina que emano directamente de Dios y que todo ser humano posee.

El misticismo tiene como centro al hombre, porque todo cuanto existe para él, es cuanto percibe y es capaz de comprender… Incluyendo a su Dios; Del tal forma que en misticismo lo esotérico y exotérico se aplica al hombre.
Lo Exotérico en el hombre es todo aquello que él es en forma material, tangible y visible, y que es posible expresarlo por palabras y ser entendible a plenitud por cualquier persona ajena a al hombre en cuestión.
Lo esotérico en el ser humano, se refiere más exactamente a lo abstracto que existe dentro del hombre, y que permanece velado, oculto y en secreto para los demás, siendo imposible expresarlo con exactitud y profundidad plena en palabras, como lo es todo estado emotivo o espiritual.
El dominio de la naturaleza inferior del hombre, es un requisito ineludible para comprender el estudio del hombre interior, dado que de no ser así, tomara la realidad distorsionada por sus fuerzas instintivas y su ego por la verdad cierta.
Cuando el estudiante logra tal conocimiento y control, es cuando está listo para adentrarse en los grados superiores, donde ya no se trata del estudio del yo material e intelectual, sino del yo interior, del alma o el espíritu que es la parte más secreta y recóndita del hombre.

Los ejercicios místicos de concentración y meditación de la Orden Rosacruz y en la Masonería Escocesa en el Gr. XVIII Caballero Rosacruz y superiores, son las llaves que abren las puertas del templo interior y nos pone en posibilidad de contactar con lo más divino que mora en el interior de todo ser humano… Su propia alma.
Lo anterior no es cuestión de grados respaldados por una diploma de papel ni otorgados por algún humano, ni es el resultado de una formula matemática de dos más dos son cuatro, sino que es el resultado de una experiencia vivencial, personal, e intima, logrados a través del esfuerzo por alcanzar la maestría a través del trabajo interior en uno mismo.
Este es el verdadero secreto del esoterismo, y escucharlo o leerlo no nos revela nada, el secreto continua actual y vigente, porque su revelación es una experiencia personal e intransmisible, sin embargo siempre estará disponible para todo aquel que desee por su propio esfuerzo y trabajo alcanzarlo.

“No podemos nosotros, ni hay poder en el mundo fuera de vos mismo, que pueda iniciaros en el ultérrimo secreto del Gr. XVIII de la Masonería Escocesa. En el silencioso santuario de vuestro fuero interno cintila la luz y solo vos, únicamente vos solo, podéis con esfuerzo y voluntad inquebrantable penetrar hasta ese lugar” (2).
“Los templos de Dios en la tierra son los cuerpos humanos, y en cada uno de ellos se encuentra una proyección suya, un maestro cuya mente está imbíbita en la mente cósmica, un maestro cuya alma y cuya vida son alma y vida de Dios” (2).

“El secreto se protege a sí mismo y se basa en el espíritu y la práctica de la enseñanza” (3).
Pax Vobiscum.

Lázaharo Hael,’,

Nota:
El presente son reflexiones y meditaciones personales, no representan necesariamente la opinión de la orden.
No escribo para todos, sin embargo, Todos son invitados a leer.
Culiacán, Sinaloa. México. A 19 de febrero del 2013.

Bibliografía:
(1).- Liturgia del Gr. I. Aprendiz de Masón.
(2).- Liturgia del Gr. XVIII. Soberano Príncipe Rosacruz.
(3).- El Fuego Secreto.- Friedrich Von Licht.

viernes, 22 de febrero de 2013

LAS ENSEÑANZAS DE LAO TSE

EL TAO

El antiguo taoísmo chino enseñaba que en el cielo hay un Dios del que depende la tierra, que premia a los buenos y castiga a los malos. Este Dios poseía conciencia humana y era como el rey Wen, que toleraba a su alrededor a los santos elegidos. podía ponerse furioso y castigar cuando los hombres eran malos, pero cuando sus sacerdotes y sustitutos, se limpiaba y se acercaban a El, de forma correcta, (a través de sacrificios), al final siempre les perdonaba y se compadecía de ellos. Tomaba como padre el cielo y aceptaba como madre a la tierra, sin que los pensamientos monoteísta afectaran esta concepción; habían un montón de viejos espíritus de la naturaleza que dependían del cielo, pero con sus propias ocupaciones; como si fueran los súbditos del rey. Esta forma de religión tomó lugar bajo el ímpetu de horribles acontecimientos que nada tenía que ver con un Dios del cielo. Los pobres eran martirizados aun siendo hombres inocentes. La filosofía china comienza con Lao Tse por apartar radicalmente el antropomorfismo de la religión. El cielo y la tierra no poseen ningún sentimiento humano de amor; los entes que hay sobre la tierra son como perros de paja destinados al sacrificio. Antes de perros de paja fueran sacrificados en las fiestas eran metidos en un cofre y cubiertos con ricas telas bordadas. El sacerdote oficiante se acercaba para llevarlos al altar donde eran ofrecidos y a continuación los arrojaba de forma que los traunseantes pudieran pegarles en la cabeza y espalda, luego los despuntadores los recogían para quemarlos.

Así se comporta la naturaleza con todos los seres vivientes. Mientras están en auge encuentran la mesa de la vida puesta y todo preparado para que lo utilicen. Pero cuando les llega la hora de ser tirados y pisados, el flujo de la vida pasa por delante sin prestarles atención. Lao Tse también estaba libre de cualquier escepticismo o pesimismo. No era un repentino luchador de la religión popular sino que en su lugar traía algo que lo sustituía, algo más alto y que llevaba más lejos, pues reconocía en la vieja sabiduría del libro de las Transformaciones, que el ser del mundo no era de bendiciones estática o mecánica. Conceptuaba a la tierra en continuo cambio y transformación. Para él todo lo que existe está destinado a la muerte, porque nacimiento y muerte son opuestos, mas siempre van unidos, y aunque todo lo que transcurre se va, esto no es motivo para decir "todo es en vano", porque en el mismo libro de las Transformaciones se enseña que cualquier transformación se efectúa por normas fijas. El libro de las transformaciones indica que el mundo se apoya en los pares de opuestos: el Creador y lo creador, el uno y el dos, la luz y la oscuridad, lo positivo y lo negativo, lo masculino y lo femenino; son aspectos de la fuerza de los dos polos que que traen los cambios y las transformaciones. Estas fuerzas no pueden ser tomadas por el principio, porque la visión del Libro de las Transformaciones está lejos de cualquier dualidad, estas fuerzas están en cambio continuo. El uno se divide y se vuelve dos. El dos se une y se convierte en uno. El creador y lo creado se unen y constituyen el mundo. Así pues, dice Lao Tse, el uno produjo al dos, el dos produjo al tres y el tres produjo todas las cosas.

En el libro de las Transformaciones se expone que existe la línea no dividida del Creador y la línea dividida de lo creado.

Pero Lao Tse también vio en el libro de las Transformaciones que estos cambios, no son una casualidad. en este libro se habla de una triple transformación.

El cambio cíclico, como por ejemplo las estaciones del año. De un estado se pasa a otro, más en el transcurso de este cambio entra otra vez el primer estado. Así al invierno le sigue la primavera; el verano, el otoño, y se vuelve a comenzar el invierno, con el cuál queda cerrado el circulo de la transformación. Estos cambios son las transformaciones cósmicas. El adentrarse y el retroceder del sol en el transcurso del día y del año. El crecer y el menguar de la forma, primavera otoño, nacimiento y muerte.

El segundo tipo de transformación es la constante evolución. Un estado conduce a otro, pero no se regresa al estado primario sino que el desarrollo continúa con el tiempo.

Así son los días del hombre. Aunque sumergidos en los ciclos del cambio de las estaciones, no son iguales.

La tercera, es la norma no cambiante que se forma en estas transformaciones. Esta norma dicta que cualquier movimiento de una forma concreta manifiesta:

Cuando se contempla el fenómeno entre tierra y cielo, éste aparece sobre los hombres de forma aplastante, con su grandeza y su fuerza, y en su desconcertante verdad y multiplicidad; dicta el principio de la creación activa, que en su tiempo era energía. Cuando esta energía se pone en acción, sucede todo fácil y sutilmente, de tal forma que era fácil de abarcar, y lo fácil y simple surge lo difícil y complicado. Lo concebido es el principio del movimiento limitado.

Cuando reacciona al estimulo del Creador, cualquier transformación limitada es simple y progresiva, de modo que se la puede reconocer sin lugar a error. Sólo en un largo periodo se aumentan esta transformación simple, hasta las múltiples impresiones. Por eso en todo puede distinguirse la semilla. Así pues, cuando se quiere por igual a todas las semilla. Así pues, cuando se quiere por igual a todas las obras de la naturaleza, hay que ascender desde lo fácil y simple, hasta lo difícil y diverso; porque todas estas normas no tratan de una necesidad impuesta por el exterior, sino de una inminente animación orgánica que actúa por sí misma en libertad, y que se rige por las normas propias de la inteligencia. El fondo de todas estas transformaciones es el gran polo (Tai Gi) la unidad de todos los sucesos y los presentes. La forma de las transformaciones van por un camino seguro lleno del sentido (Tao), el camino del cielo (Tier Tao), el camino de los hombres en la tierra (Jen Tao). Y este es el trasfondo del libro de las Transformaciones, la relación común y la armonía que existe entre macrocosmos y microcosmos, entre los dibujos del cielo, y los pensamientos culturales de los santos en su evolución. También observamos en el Libro de las Transformaciones el fondo astronómico y astrológico que era único en la religión china; que se vislumbraba en la concepción del camino del cielo, y el camino del hombre.

Estas ideas son más extensas en la filosofía de Confucio, pero Lao Tse tenía su propia concepción sobre ellas, tenía su propia experiencia, aunque sólo haya dejado unos pocos aforismos. estos aforismos contienen un riguroso sistema que es comprendido por todo aquel que observa la relación.

Después Lao Tse busca un principio base para su visión del mundo. El Confucianismo solo llega hasta el cielo. El cielo era de alguna manera algo imaginario, era conceptuado como un Dios más puro y supremo que el Dios de la religión popular. Shang-Ti tenía tendencia antropomórficas, pero Confucio en los momentos más tensos hablaba de forma que claramente se advertía sus tendencias religiosas con respecto al cielo y que según la tradición cultural se puede rezar cuando se atraviesa una crisis interna. Para LaoTse en cambio, el cielo no era lo supremo, porque lo supremo para él estaba por encima de algo, no era algo al lado o por encima de algo, no era tampoco nada. Simplemente era algo que no podía ser alcanzado por las formas de pensamiento humanas.

Para ese algo naturalmente no existía nombre, puesto que los nombres derivan de las experiencias, y esto es lo que hace posible las experiencias. Sólo al final y por necesidad fue descrito como Tao por no haber palabra que lo expresara, y también lo llamaron Grande.

Así utilizó un término ya existente y lo transformó. El Tao del cielo, y el Tao del hombre ya que eran conocidos desde la antigüedad pero no así el Tao absoluto.

Tao significa camino, pero en el sentido de Lao Tse no puede ser traducido como camino o sendero. En chino existen dos palabras para camino, una de ellas es Lu, escrita por la combinación de los símbolos "pie" y "cada", que es aquello que cada pie holla en el camino que se forma por el hecho de ser andado. Este término, transmitido al "sentido", podría ser utilizado para el moderno concepto de la ley natural. que también es concebida como existente, y los acontecimientos en esta dirección inducen a la costumbre.

La otra palabra para camino es Tao, escrita por combinación de los símbolos "cabeza" y "andar", de ahí nace la diferencia principal entre estas, y la palabra "Lu" que significa el camino que conduce a una meta, la dirección. Al mismo tiempo significa también "hablar" y "guiar".
El ecuador ha sido llamado desde la antigüedad "ruta" y la ecléctica, "la ruta amarilla". Estos caminos no son casuales . Tienen un sentido de algo ajeno: el hombre de la tierra, la tierra del cielo, y el cielo del Tao.

Cuando Lao Tse habla del Tao, cuida de alejar todo aquello que pueda dar una idea de algo concreto. Lo sitúa en un plano que es completamente distinto a todo aquello que pertenece al mundo. Lo que era antes que el cielo y que la tierra, no es posible decir de donde proviene. Era antes que Dios, descansa en si mismo y es constante. Es el principio del cielo y la tierra, de lo límite y lo temporal.

Es la madre de la creación, y también es denominado el antepasado de todos los seres. En un antiguo proverbio es comparado con el alma del valle vacío, con la madre misteriosa que cual una corriente nunca deja de fluir siempre constante, y es la raíz del cielo del Tao, y la tierra.
Estas conceptuación viene de un viejo ensalmo para el conjuro del espíritu, del signo de Kan.

Este signo es el octavo signo primitivo del libro de las Transformaciones. Significa la luna y el agua celestial fluyendo entre los acantilados. Es la misteriosa oscuridad, lo peligroso, lo imaginario, lo inescrutable, lo supremo, la sabiduría, lo inagotable; antiguamente era imaginado como femenino. Durante el segundo milenio empezó a ser imaginado como masculino. Está en el norte, o en el Oeste. Siempre en la parte oscura del siglo.

Su signo en los astros es el guerrero oscuro, una misteriosa mezcla entre culebras y ranas. En la antigüedad ere sin lugar a dudas la magia negra la que envolvía este signo. En "Lia Dsi" es citado el proverbio como si fuera de "Huang Ti". Seguramente Lao Tse acudía a este proverbio como cita de Tao Te King. Para Lao Tse habían en estos proverbios citas que estaban de acuerdo con su forma de pensar respecto al Tao, por lo tanto él lo hizo similar. Aun así, lo comparaba con el agua que es poderosa por mantenerse abajo, y en lugares que eran aborrecidos por los demás: la encuentra en el valle, en el mar, en las profundas corrientes de los ríos. Es similar al Tao donde todo se mantiene abajo y donde toda agua fluyente es bien conservada, sin llenarse o desbordarse. Así también el Tao esta vacío y nunca se llena.

Aunque al tao la existencia le fuera negada, no significaría nada, porque de nada no puede salir nada. El Tao no es temporal ni limitado, intentando observarlo no se ve, no se oye y no se siente nada, es porque en el Tao algo comprende la diversidad de sentidos: formas y dibujos, pero sin forma ni manera. En el Tao no se diferencia la cabeza o la espalda, a menudo parece que estuviera ahí, pero luego se retira al no ser. Por lo tanto esta más allá del ser o del no ser. No es nada verdadero pues de ser así, sería una cosa más, pero tampoco es tan irreal que las cosas verdaderas puedan adelantarse, por tanto ninguna descripción del Tao puede ser hecha. Cualquier definición concreta es falsa, porque el Tao va más allá de lo definible y por eso Lao Tse se esfuerza en no limitar sus definiciones. Habla continuamente de similitudes. Dice: "parece", "podría ser llamado", "es como", "es aproximadamente como"... No usa denominaciones concretas. Pues el Tao de ninguna manera puede ser reconocido o sabido. Cualquier definición es una referencia sobre una experiencia que se deja expresar inútilmente, ya que es imposible expresarla con palabras. Y por ello también la definición Tao, no da ninguna idea. La vivencia que quiere describirse con esto, va más allá de cualquier idea o concepto. No es transmisible. Tampoco puede ser objeto de estudio. Quien lo conoce no habla de El. Quien habla de El no lo conoce. Cuanto más se trata de definir y describir, más se aleja uno de El. Por eso el camino del Tao es contrario al camino del estudio. A través del estudio se acumulan conocimientos que se van amontonando, y al dedicarte al Tao van disminuyendo los conocimientos adquiridos, hasta llegar incluso al no-obrar, alcanzando el no obrar nada queda sin hacer por si mismo.

En este comportamiento Lao Tse se hace, consciente de que su Tao no se trata de una adquisición científica. Los hombres más elevados cuando oyen de El, lo siguen implícitamente. Los hombres inferiores dudan, y tan pronto lo siguen como tan pronto lo abandonan. Los hombres necios, cuando oyen hablar de El se ríen a carcajadas, de no reírse a carcajadas, no se hubiera tratado del verdadero Tao.

Si nos preguntamos que quería decir Lao Tse con el Tao, tendríamos que retroceder a experiencias místicas, para llegar a su entendimiento. En una concepción parecida a la del Budismo Mahayana, a través de la meditación se alcanzará el estado de Samandhi, en el cual la psique actúa por encima del consciente y entra en las esferas de la suprema conciencia. Estas experiencias, cuando no son reales, sumergen al hombre en la profundidad del ser que va más allá del mundo de los sentidos. La forma externa es conocida como un fenómeno de la parapsicología, y es objeto de investigaciones científicas. Aunque la real experiencia dl Tao jamás podrá ser investigada científicamente, ya que se trata del más antiguo fenómeno en el sentido más elevado, que sólo con asombro puede contemplarse, y del cual no pueden sacarse deducciones.

Las experiencias del Tao no se pueden comunicar con palabras. Por ejemplo: es la sensación de ver con los ojos físicos un color verde o amarillo, percibir la sensación, una experiencia que jamás podrá ser transmitida a otra persona. Ella tendría que ver estos colores por si misma, y esto sucede con el Tao.

La parapsicología no puede describirnos esta experiencia de modo que la podamos entender. Hay que experimentarla. Para aquellos que han tenido la experiencia es fácil comprender las palabras de Lao Tse. El no sólo da al Tao un significado psicológico, sino también cósmico, con lo cual tiene razón, porque el cosmos no es algo objetivo o independiente de las experiencias existentes. Cada organismo posee su medio ambiente, y puesto que Lao Tse no limitaba el Tao a alguien, tampoco condicionaba la experiencia, ni siquiera al cosmos. Pues cualquier experiencia se base en el sentido y el Tao es el sentido que da significado a todo lo que es y con ello a todo lo que es; a la existencia.

El Tao es la fuente primaria cósmica de la que parte la creación, pero nunca aparece como tal.

Lao Tse no hace su afirmación sobre el Tao de una forma científica. No puede testificar la naturaleza de la esencia, pero señala los caminos por los que se puede llegar a la experiencia del Tao.

Primero es importante que vayamos del mundo de la metafísica hasta el mundo de los sentidos.



TEXTOS EXTRAÍDOS DEL TAO TE KING

VERSIÓN DE RICHARD WIHELM

CABALLEROS DE LA ORDEN DEL SOL


CABALLEROS DE LA ORDEN DEL SOL
VICTOR SALAZAR
victorsalazar144@yahoo.com

CONFICIO VIDEO


LA PELICULA CONFUCIO.
CABALLEROS DE LA ORDEN DEL SOL
Los Jacobitas, Ramsay y la masonería escocesa

Una de las cuestiones más apasionantes en la historia de la masonería es la aparición de la tradición caballeresca en Europa continental, llevada allí por los masones escoceses exiliados luego de la caída de la Casa de los Estuardo. Esta tradición dio origen al templarismo masónico, presente en muchos de los ritos que se practican en la actualidad. El más grande de esos movimientos del siglo XVIII fue, sin dudas, la Orden de la Estricta Observancia, creada por el barón von Hund. Sin embargo, no puede comprenderse este proceso sin analizar la situación de la masonería de esa época y principalmente el papel jugado por Ramsay y los jacobitas en Francia. El Régimen Escocés Rectificado, establecido en el Convento de Wilhelmsbad, fruto de la unión de los masones rectificados de la denominada Reforma de Lyón y la Orden de Caballería de la Estricta Observancia, es heredero de esta tradición que ha perdurado también en otras corrientes, a veces con mayor impronta cristiana y otras algo desdibujadas.
Este artículo, necesariamente extenso, trata de indagar sobre el origen de esta corriente y forma parte de El otro Imperio Cristiano, libro que escribí con el fin de establecer los vínculos entre masones y templarios.



Carlos Eduardo Estuardo


1.- El contexto europeo

Durante el período comprendido entre el siglo XVI y el XVII, la sociedad europea sufre una profunda crisis religiosa. Inglaterra -país en el que se establece formalmente la primera Gran Logia de masones libres y “aceptados" en 1717- se verá afectada, no sólo por los profundos conflictos religiosos -iniciados con la Reforma y seguidos con la ruptura entre Enrique VIII y Roma- sino también por una interminable sucesión de guerras entre las distintas casas reales que gobernaron el reino a lo largo de ese extenso período de tiempo. Dice Tort-Nouguès: “...el problema que se plantea a los hombres de esta época, primero en el siglo XVI y en el XVII, en Europa en general y en Inglaterra en particular, es la ruptura de la unidad cristiana, el cisma religioso de Europa, como consecuencia de la Reforma... Esta dramática ruptura provoca conflictos y guerras, que asolan toda Europa y destrozan a los hombres de esta época...”[1]

El violento quiebre de la unidad cristiana debió impactar en las logias de francmasones cuya historia, origen y sentido, estaban fuertemente anclados en el catolicismo romano. El trágico proceso de la Reforma, disparado por la excomunión de Martín Lutero en 1521 y la posterior “Confesión de Ausgburgo” de 1530, tendría inmediatas consecuencias para la cristiandad, y para la masonería. En Inglaterra, el monarca reinante, Enrique VIII, se alineó con Roma y exigió al Emperador del Sacro Imperio “mano dura con Lutero”. El papa León X- en una muestra de la relación que existía entre el rey y la Iglesia- llega a concederle el título de “Defensor Fidei”, en mérito a su escrito sobre el misterio de los “Siete Sacramentos”. Pero la situación se modificó radicalmente como consecuencia de la conocida demanda de Enrique VIII que exigía de Roma la disolución de su matrimonio con Catalina de Aragón, que no había podido darle una sucesión masculina.

Pese a la resistencia de su canciller, Tomas Moro (1478-1535) y del cardenal John Fisher (1459-1535) –ambos ejecutados a raíz de su oposición a la supremacía eclesiástica del rey- Enrique VIII se convierte, en 1534, mediante el llamado “Acto de Supremacía”, en Jefe de la Iglesia Anglicana. “Seguía así –dice Günter Barudio[2]- a sus vecinos del norte, Dinamarca y Suecia, fundando con una serie de medidas una iglesia estatal que garantizaba al rey la posición de “summus episcopus” y le convertía en soberano absoluto de la Iglesia en las cuestiones religiosas y, sobre todo, en los asuntos relativos a la propiedad.

Su nueva esposa, Ana Bolena –que seguiría a Moro y Fisher en el camino del cadalso- le dio una hija que reinó con el nombre de Isabel I, pero la imposición de su derecho sucesorio costó “un elevado tributo de sangre”. La acción de Enrique VIII trajo a Inglaterra graves enfrentamientos religiosos y dinásticos que se prolongarían durante los próximos dos siglos, dando nacimiento a los conflictos entre “Estado Nacional” e “Iglesia Universal”, y entre “Iglesia Nacional” y “Autonomías Regionales”.

En el transcurso de estos dos siglos, Inglaterra se convirtió en el “Reino Unido”, incluyendo a Irlanda desde 1534 y a Escocia desde 1707. En ese lapso se sucedieron, una tras otra, las casas Tudor, Estuardo, Orange y Hannover, amén de revoluciones, guerras diversas y hasta una República efímera. Pero fue también una época signada por grandes descubrimientos científicos y una profunda transformación de las ideas que darían nacimiento a la ciencia moderna. Como ya hemos visto, muchos de aquellos hombres que formaron la Real Sociedad mantenían vínculos estrechos con los círculos masónicos y rosacruces.

La francmasonería, en plena transición, no podría haberse abstraído de estos conflictos, pese al aséptico cuidado que dirigentes como James Anderson y Jean Theophile Désaguliers tuvieron al establecer los antiguos linderos y escribir las Constituciones que regirían la nueva etapa de los masones “libres y aceptados”. Y si bien estas constituciones, herederas legítimas de los antiguos documentos de la Corporación, conformaron el marco definitivo de la denominada “masonería simbólica”, no dejan de ser la visión particular que, en su lugar y su tiempo, tuvieron los autores que asumieron la responsabilidad de otorgarle a la masonería moderna su propia versión de sí misma.


2.- La Escuela Andersoniana

James Anderson, (1684-1746) –un escocés, doctor en filosofía y notable predicador presbiteriano- fue el compilador del famoso “Libro de las Constituciones”, una obra que escribió con el apoyo y la supervisión de Jean Theóphile Désaguliers (1683-1744), un importante personaje de la Inglaterra de principios de siglo XVIII y Gran Maestre en 1719, sucesor de Jacobo Payne. La obra le había sido encomendada en 1721 por la Gran Logia de Inglaterra, presidida entonces por el controvertido duque de Warthon. En ella debía “...compilar y reunir todos los datos, preceptos y reglamentos de la Fraternidad, tomados de las Constituciones antiguas de las logias que existían entonces...”[3]. La primera edición se conoció en 1723, y hubo, aun, dos posteriores, en 1738 y en 1746. Aunque en la actualidad ningún historiador serio citaría a Anderson como una fuente indubitable, lo cierto es que sobre sus “Constituciones” descansa gran parte del éxito de la masonería moderna. Amado y criticado, Anderson es el paradigma, junto a Désaguliers, de la masonería hannoveriana de principios del siglo XVIII.

En su visión, la Fraternidad tenía un origen inmemorial. Sobre aquella pretérita organización de noble linaje se habían organizado luego las logias operativas medievales, antecedente directo de la Gran Logia de Inglaterra que constituía, por derecho propio, la verdadera y única francmasonería. Sobre la repercusión de su obra conviene citar al historiador francés Bernard Faÿ: “...El libro, redactado con sumo cuidado, se convirtió pronto en estatuto para cada logia y en breviario para cada masón en particular; todo miembro nuevo debía estudiarlo y se debía leerlo en la iniciación de cada hermano. En todo lugar donde apareciese, durante el siglo XVIII la Constitución de los Francmasones, se fundaban logias y vivía la masonería. La obra fue traducida al francés en 1745; al alemán en 1741; se publicó en Irlanda en 1730; Franklin hizo una edición americana en 1734, y desde entonces, no ha dejado de ser reimpresa...”[4]

Anderson plantea la continuidad histórica desde las edades míticas, la unidad filosófica, la universalidad geográfica y –lo que es aun más audaz- la unidad de acción de la francmasonería. En el otro extremo Alec Mellor llega a decir que “...la Orden Masónica no es sino un ideal. La francmasonería no existe, Sólo existen obediencias masónicas...” La realidad indica que el desarrollo histórico de la francmasonería ha sido desigual en cada país y que, desde la fundación de la masonería moderna, esta se ha venido fragmentado severamente.

Mientras esto ocurría en las Islas Británicas, la Orden se expandía con rapidez vertiginosa en Francia, país en el que nacerían las primeras estructuras “filosóficas” con serias pretensiones de autoridad sobre los grados simbólicos.

Estas estructuras filosóficas desencadenaron una larga y caótica etapa de gran confusión en la Orden. Como veremos, muchas voces de honestos masones se alzaron en contra del verdadero pandemonium de títulos y grados que desvirtuaban -según el criterio de muchos- los antiguos principios de la Corporación y desviaban su objetivo y su razón de ser. Pero la masiva adhesión que estos sistemas concitaron nos debería llevar a reflexionar acerca de las razones que hacían que nobles y burgueses se sintieran cautivados por estos ritos y misterios que anunciaban ser portadores de una tradición arcana y ancestral.

Si la masonería operativa medieval había sido una monumental herramienta para la construcción de la civilización occidental, la masonería neotemplaria encarnaba la Tradición con un nuevo rostro. Si la masonería operativa había erigido la inmensa red de catedrales y monasterios que tapizaban Europa, esta otra prometía –en un período de profunda crisis moral y espiritual- la reconstrucción del Templo Interior y la Jerusalén Celeste.

3.-La francmasonería jacobita

Hacia 1730, las tensiones entre la francmasonería hannoveriana y la escocesa se habían acrecentado. Londres trataba de mantener su tutela sobre las logias francesas, a la vez que observaba de cerca la actividad de los numerosos estuardistas exiliados en Francia. Se sabía que –al menos desde 1728- las logias masónicas bajo control jacobita mantenían una fuerte presencia en el litoral marítimo francés y en algunas ciudades importantes del interior. En estas logias seguía en aumento la constitución de nuevos capítulos de “Elegidos”, un grado masónico no previsto en los rituales oficiales de la masonería inglesa “reorganizada” en 1717. La principal preocupación de los ingleses era que en estos capítulos se urdía la trama de la conjura estuardista.

Los ideólogos de la Gran Logia de Londres habían promulgado en 1723 una “Constitución para los masones aceptados” en las que se había evitado minuciosamente cualquier referencia a las antiguas tradiciones escocesas acerca de un vínculo “cruzado” o “templario” en la francmasonería. Con la misma minuciosidad se había evitado cualquier referencia a la religión católica, a la Santísima Trinidad, y a la Virgen María, referentes habituales en los centenares de reglamentos escritos por las antiguas corporaciones de masones. Todas aquellas advocaciones habían sido suprimidas y reemplazadas por una fórmula más simple que sólo hacía referencia a la “Religión que todos los hombres aceptan”. De este modo, el espíritu protestante de los redactores de aquellas Constituciones -adecuado a las múltiples expresiones que el cristianismo tenía en Inglaterra y, principalmente, a la religión de los príncipes gobernantes de la casa Hannover- había desplazado la antigua tradición romana de los canteros.

En cambio, los masones de Escocia e Irlanda, así como muchos masones ingleses, mantenían aquella tradición, a la que habían sumado la “conciencia” de una antigua herencia que se remontaba a los tiempos de las cruzadas. A ello hay que sumarle la acción de los rosacruces que habían agregado no pocos elementos provenientes de su propia doctrina. Estos hombres constituían en su conjunto la elite jacobita exiliada en Francia.

Imposibilitados por los acontecimientos políticos y transplantados desde sus propias tierras insulares al continente, nada podían hacer para imponer su visión de la tradición masónica en Inglaterra. Allí, la batalla había sido ganada por lo que Bernard Fay denomina “La conspiración de los pastores”, en obvia alusión al carácter protestante de la cúpula política de la Gran Logia de Londres.

En Francia, en cambio, habían encontrado el camino abierto para sus tradiciones y un suelo fértil. Se podría decir más que eso: Un campo arado.

La masonería hannoveriana había actuado rápidamente y ya hacia 1725 funcionaban logias en París bajo los auspicios de la Gran Logia de Londres. El éxito había sido rotundo. Pero no pudo evitar la presencia y la influencia de la francmasonería jacobita, que había logrado gran ascendencia en la nobleza francesa y cierta “sintonía” en la supervivencia de algunas antiguas tradiciones en la masonería operativa gala, similar -en algunos aspectos- a la antigua tradición insular.


4.- Avances de la tradición “escocesa” en Francia

Para 1735 la ecuación parece volcarse hacia la masonería jacobita.

Por entonces, la diferencia fundamental entre ambas corrientes masónicas se centraba en el concepto de “caballería cristiana”, en el simbolismo templario -propio de los escoceses- y en su perfil marcadamente católico. Mantenían una política selectiva, dirigida principalmente a la captación de nobles y religiosos, pero evitaban la presencia de toda connotación “cruzada” en los grados simbólicos, reservándola para las cámaras capitulares en manos de la aristocracia.

Introducida esta diferencia, comienza a formarse una nueva jerarquía masónica entre ambas estructuras. André Kervella afirma que mientras en la masonería simbólica el reclutamiento era bastante libre –se permite el ingreso de comerciantes y de la alta burguesía-, en la segunda respondía a un deseo de selección, “de elitismo pronunciado”, de allí la imagen de “elegidos”. Las logias que trabajaban en los regimientos estuardistas estacionados en Francia parecen haber tenido un papel preponderante en la incorporación de nuevos adeptos, principalmente entre militares –nobles en su mayoría- tanto franceses como de otras nacionalidades, en campaña sobre el Rhin y en Italia.

Por otra parte la aristocracia militar francesa, que simpatizaba con la causa estuardista, comienza a emular el espíritu de aquellas logias militares escocesas, formando una suerte de “telón de fondo sobre el cual se destaca ya una versión rudimentaria de lo que luego se denominaría escocismo”. Kervella menciona a modo de ejemplo los regimientos de Bonnac de Boulonnais y de Traisnel, cuyos capitanes eran venerables de las logias de dichos cuerpos militares.[5]

Los escoceses estaban muy cerca de controlar la masonería francesa. Pero debían introducir cambios en su propia “Constitución” si pretendían asegurarse un contexto acorde con sus tradiciones. Como hemos dicho, en la base del “mito” masónico escocés existía un fuerte cristianismo que daba sentido y estructura a todo el edificio. Había en ellos un ideal de restauración, de retorno a la antigua caballería cuyo objeto –desde siempre- se había centrado en la construcción de un Imperio Cristiano. De allí su espíritu de cruzada, identificado y trasladado en este caso a su propia “epopeya nacional”, su imperativo inmediato: El restablecimiento de la dinastía católica de los Estuardo en el trono de Inglaterra.

En 1735 se redactaron “Los antiguos deberes y ordenanzas de los masones” en los que se incluye una frase que contrasta radicalmente con las Constituciones inglesas. Ya no se habla de la “religión que todos los hombres aceptan” sino de “la religión cristiana en la que todo hombre conviene”.

No era una diferencia menor si se tiene en cuenta el carácter “universal” que desde un principio se le pretendió otorgar a las “Constituciones de Anderson”. La redacción de este documento constituyó un hecho de la mayor importancia, cuyas consecuencias se verían de inmediato y afectarían a la francmasonería durante largo tiempo.

Su importancia puede medirse desde varios ángulos, todos ellos relevantes:

El primero tiene que ver con la fe de los redactores y su interpretación de las tradiciones corporativas de la francmasonería; al establecer el carácter restrictivo de una masonería cristiana, los “escoceses” aseguraban el camino a sus tradiciones templarias en la naciente francmasonería francesa, que ahora controlaban.

El segundo es revelador: Una gran cantidad de clérigos formaban parte de la francmasonería escocesa. Muchos de ellos eran monjes benedictinos y –como veremos- los abades franceses jugaron un rol fundamental en la expansión de la masonería “capitular” en Francia. Tan importante como el que habían tenido en los tiempos pretéritos de las logias medievales. ¿Cómo no imaginar la influencia benedictina en la incorporación del carácter “cristiano” de la nueva regla?

Desde otro ángulo, no menos importante, puede decirse que se estaban sentando las bases para la creación de una masonería verdaderamente francesa, independiente de la Gran Logia de Londres.

El documento de 1735 lleva el título de “Les devoirs enjoints aux maçons libres”. Parece continuar con las “Constituciones” de Anderson, sin embargo, surge claramente la diferencia planteada en la que el perfil cristiano de la francmasonería francesa queda abiertamente expuesto, en contraposición al texto “deísta” de Anderson.[6]

El manuscrito ofrece otros puntos de interés para nuestro estudio. Las primeras quince páginas reproducen los denominados “Deberes ordenados a los masones libres”. Luego, se transcriben los “Reglamentos Generales” establecidos oportunamente por Felipe, duque de Wharton, Gran Maestre de las logias de Francia. Pero el texto anuncia “cambios hechos por el actual Gran Maestre, Jacques Héctor Macleane, caballero Baronet de Escocia, y a quien han sido concedidos con la aprobación de la Gran Logia en la gran asamblea celebrada el 27 de diciembre de 1735, día de San Juan Evangelista, para dar reglas a todas las logias de dicho reino”

Más adelante, el propio Macleane se encarga de explicar las razones de estos “cambios”: “…Como desde el gobierno del Muy Venerable Gran Maestre, el Muy Alto y Muy Poderoso príncipe Felipe, duque de Wharton, par de Inglaterra, se había descuidado desde hace algún tiempo la exacta observancia de los reglamentos y deberes a que están ligados los francmasones, bajo gran perjuicio de la orden de la masonería, y de la armonía de las Logias, nos, Jacques Héctor Macleane, caballero Baronet de Escocia, actual Gran Maestre… hemos ordenado los cambios que hemos considerado necesarios en las reglas que han sido establecidas por nuestro predecesor etc…”

Sus dichos se ven confirmados por el análisis histórico. Bajo el período de influencia hannoveriana, la masonería francesa había reclutado en exceso gentes de la pequeña burguesía, y se inclinaba peligrosamente a la frivolidad, cuando no a la grosería. Los escoceses –en la medida que crece su influencia- se proponen adecuar la francmasonería a sus fines, reaccionando contra esta incipiente y peligrosa vulgarización, junto con la nobleza local y los espíritus más ilustrados.[7] La ascendente influencia jacobita también se percibe en la introducción de elementos del imaginario caballeresco, tales como el uso de la espada, los pactos de sangre, los guantes para la dama –propios del amor cortés, la disciplina militar, la fidelidad, el honor etc. Por otra parte, la restauración moral de la Orden será uno de los ejes sobre el que se articula –como veremos- el “discurso de Ramsay”.

El documento se encuentra firmado por el propio Macleane y por el conde Derwetwater. Al lado de su firma se agrega “Por orden del Muy Respetable Gran Maestre: el abad Moret, Gran Secretario.” Exciten indicios que permiten pensar que este Moret, era un abad irlandés que, habitualmente, se encargaba de ejecutar las órdenes de lord Derwetwater.[8]

Podemos deducir de todo esto que, hacia 1735 la Gran Logia de Francia estaba en manos de los “escoceses”; que estos avanzaban decididamente en la cristianización de la francmasonería francesa –condición necesaria para avanzar en la introducción de una tradición “cruzada” y “templaria”- y que para ello contaban con la colaboración de algunas jerarquías del clero regular.

Otro personaje fundamental en el alto mando jacobita, lord Balmerino, había logrado establecer un importante centro masónico escocés en Avignón, la propia ciudad de los papas. Aunque era la capital del antiguo condado Venesino, -un territorio pontificio gobernado por legados papales con todo el poder temporal y espiritual- la ciudad tenía un perfil cosmopolita y acogía gran cantidad de viajeros, militares y comerciantes de diversos orígenes. La presencia de estuardistas fue habitual desde los tiempos de Jacobo III, quien vivió allí casi un año entre 1716 y 1717.

Hacia 1736, lord Balmerino tenía conformada allí una logia con fuerte contenido aristocrático. Había iniciado al marqués de Calviere y contaba entre sus miembros al padre del marqués de Mirabeau.[9]


5.- La hora del caballero Ramsay

Desde hacía tiempo se sabía que gran cantidad de nobles y magistrados del reino estaban ingresando en las logias. En Londres el “Saint James Evening Post” daba cuenta en su edición del 7 de septiembre de 1734 que:

“Desde París sabemos que se ha establecido últimamente una logia de masones libres y aceptados en casa de Su Gracia la duquesa de Portsmouth. Su Gracia el duque de Richmond, asistido por otro distinguido noble inglés, el presidente Montesquieu, el brigadier Churchill… ha recibido a muchas personas distinguidas en esta muy Antigua y Honorable Sociedad”[10]

Un año después, el 29 de septiembre de 1735, otra noticia del mismo periódico londinense informaba desde París:

“…que Su Gracia el duque de Richmond y el Reverendo Dr. Désaguliers, antiguos Grandes Maestres de la antigua y honorable Sociedad de los Masones Libres y Aceptados… han convocado una logia…” Luego de mencionar a los presentes -entre ellos el embajador de Inglaterra y el presidente Montesquieu- destacaba que en la reunión habían sido iniciados, entre otros, “Su Gracia el conde de Kingston y el honorable conde de Saint Florentín, Secretario de Estado de Su Muy cristiana Majestad…”

Puede entenderse la prudencia de la policía frente a una sociedad que cobijaba en su seno a ministros y secretarios del propio Luis XV. Sin embargo, en marzo de 1737, Barbier da cuenta en su Journal de una decisión del Consejo del Rey:

“…Habiéndose enrolado en esta Orden algunos de nuestros secretarios de Estado y varios duques y señores… Como semejantes asambleas, además secretas, son peligrosas para un Estado siendo que están compuestas de señores… El Señor Cardenal Fleury ha creído un deber sofocar esta Orden de Caballería en su nacimiento prohibiendo a todos esos señores de reunirse y convocar dichos capítulos…”[11] Nótese que ya en 1737 se menciona a la francmasonería como una “Orden de Caballería” y se hace referencia a los “capítulos” en vez de “logias”. Sin dudas, para esa fecha, el vocabulario “escocés” estaba ampliamente difundido en la francmasonería francesa.

A raíz de este decreto, que en los hechos no produciría mayores consecuencias, los masones “elegidos” dejan de concurrir a las tabernas estableciendo sus capítulos en los castillos -donde los nobles asientan sus propias logias- y ¡en las abadías benedictinas!, pues son numerosos los religiosos –en particular del clero regular- que han respondido a la nueva alianza cristiana, y una vez más, están dispuestos a reeditar el antiguo sueño.

En el año 1737 las presiones políticas se han incentivado. La policía sigue de cerca la actividad de las logias pero no se anima a actuar por temor a crear conflictos con la aristocracia o con los dignatarios del gobierno. Es hora de actuar y el alto mando de la masonería jacobita se decide por la estrategia más audaz: Charles Radcliffe, lord Derwentwater, es electo Gran Maestre de las logias de Francia y todos los dignatarios que lo acompañan responden al movimiento escocés. El control es total.

Con un salto hacia delante, los escoceses intentan, en una sola acción, tentar al mismo Luis XV ofreciéndole la Gran Maestría, detener cualquier posibilidad de represión y enviar un claro mensaje a Roma. El elegido para llevar a cabo la tarea es –al igual que Dewentwater- un jacobita, escocés y católico, que ocupa el cargo del Gran Orador en la Gran Logia francesa; lo llaman “el caballero Ramsay”. Este hombre cambiaría el curso de la historia de la francmasonería. El personaje amerita una breve biografía.

Michael Andrew Ramsay nació en la ciudad escocesa de Ayr –cabecera de la Provincia del mismo nombre- en 1686. Tómese nota que la antigua capital de Ayr había sido Kilwinning, asiento de una abadía fundada hacia el año 1140 por monjes benedictinos. Convocados por Hugues de Morville, lord Cunningham, para que constituyeran allí un monasterio bajo la Regla de San Benito, estos monjes formaron una logia de masones cuya fama se extendió por toda Escocia. La iglesia de la abadía estaba dedicada a San Winnin, hombre piadoso que había vivido en esa región en el siglo VIII, y del cual tomó su nombre la villa cercana. Como se recordará, la leyenda refiere que muchos de los caballeros templarios que combatieron en la batalla de Bannockburn en 1314 encontraron refugio en aquella abadía cuya logia los recibió, asimilando junto con ellos la tradición propia del templarismo. Esta tradición, que daría un sesgo particular a la francmasonería escocesa tuvo su punto de partida en la tierra de la que justamente provenía Ramsay.

Se conoce muy poco acerca de su juventud salvo que su padre era un panadero presbiteriano. Cursó sus estudios en la escuela de su ciudad natal y luego en la Universidad de Edimburgo. En aquellos primeros años sería preceptor de los hijos del conde de Wemyss. Luego viajó a Holanda en momentos en que su vida estaba signada por la duda religiosa, por el deseo de interiorizarse acerca de las numerosas corrientes espirituales que por entonces agitaban Europa y, sin dudas, por un espíritu aventurero e inquieto. Hay quienes creen que durante su permanencia en Holanda sirvió en el ejército inglés de los Países Bajos, mientras que otros lo sindican como un espía[12]

Primero se convirtió en discípulo del pastor Poiret -ministro francés que se había instalado en Rheinsbourg- iniciando una etapa de ferviente misticismo y defensa del cristianismo. Sin embargo, su definitiva conversión al catolicismo vendría luego de 1709, año en que conoce a Fenelón y queda profundamente impactado por sus enseñanzas, de las que se convertiría en fervoroso devoto. La cercanía con la alta aristocracia y con los personajes que rodeaban al “Cisne de Cambrai” creó el contexto adecuado para que se destacara por su elocuencia, sus escritos y su particular personalidad. El duque de Orleáns –por entonces Regente de Francia- le confirió el título de caballero de la Orden de San Lázaro.

La muerte de Fenelón, ocurrida en 1715, fue un duro golpe para Ramsay. En los años siguientes se dedicó a publicar las obras de su maestro, “Los diálogos de la Elocuencia” y “Telémaco” y en 1723 publicó su “Vida de Fenelón”, cuyo éxito obligó a la impresión de varias ediciones. Ya era un personaje famoso en Francia e Inglaterra, cuando se convirtió en preceptor del duque de Chateau-Thierry, futuro príncipe de Turena, a quien dedicó su obra “Viajes de Ciro”. Convocado por Jacobo III viajó a Roma para desempeñarse en el cargo de preceptor de Carlos Eduardo Estuardo. Pero decepcionado con las intrigas con las que debía convivir en la corte, regresó a Francia, donde fue protegido por los duques de Bouillón hasta su muerte. A lo largo de su vida obtuvo importantes reconocimientos: Fue elegido miembro de la Real Sociedad de Ciencias de Londres y la Universidad de Oxford le confirió un doctorado.

Pero lo que ha convertido a Ramsay en protagonista principal de la trama de conspiraciones, misterios y sociedades secretas de su época son dos discursos pronunciados en el seno de la francmasonería francesa. El primero, en la logia de San Juan el 26 de Diciembre de 1736 y el segundo –al que nos referiremos específicamente- en 1737 en la Gran Logia. En ellos remontaría el origen de la francmasonería a la época de las cruzadas, ligándola taxativamente con la nobleza cristiana que conquistó la Tierra Santa. Ambos discursos reivindicaban el vínculo y la responsabilidad de los escoceses en la custodia de una antigua tradición a través de los siglos; una tradición que –según su juicio- debía encontrar en Francia su restauración definitiva.

Ramsay y sus hermanos escoceses creían sinceramente que en Francia podía restaurarse la antigua orden. Una Orden Real, heredera de las glorias más sublimes de la cristiandad... ¡Una Orden que reviviera el ideal de la caballería cruzada para unirlo a una nueva moral, una nueva ciencia, un nuevo hombre! Una Orden abrazada por la nobleza, sostenida por la alta burguesía, insuflada por la fuerza de las nuevas ideas, imbuida de la verdadera filantropía: la piedad y el amor de los caballeros de Cristo. Una Orden Real que tuviese al propio rey como su Gran Maestre.

¿No era acaso el Imperio Franco la cuna de los francmasones? Bajo los estandartes de las casas de Lorena, Normandía y Tolosa habían partido los ejércitos de la primera gran cruzada. Francia había sido la cuna de Hugo de Payns y de sus hermanos templarios antes de que San Bernardo les diera la regla que los convertiría en “militia christi”.

El noble auditorio que escuchaba a Ramsay –más de doscientos de los más ilustres caballeros de Francia- se sentía heredero de los constructores de las primeras catedrales, pero mucho más de aquellos hombres que habían reconquistado Jerusalén y fundado la Orden de los Caballeros Templarios. Para Ramsay, ambas instituciones -canteros y templarios- eran el corazón y el cerebro de la francmasonería.

Su mención a los cruzados no hacía más que poner en manos de la nobleza –ya cautivada por la masonería azul- un vehículo que le permitía soñar con una nueva era en la que el Imperio Cristiano recobrara su gloria y su unidad. La Reforma, la intransigencia de Roma y las guerras de religión habían regado Europa con la sangre de sus más ilustres hijos. El cristianismo se destruía a si mismo mientras que la francmasonería hablaba de tolerancia y de una herencia cristiana común. Ramsay presentaba a la masonería como la herramienta capaz de construir una nueva Europa cristiana.


6.- Las tensiones políticas en torno a la causa jacobita

Se hace necesario aquí comprender las fuerzas que se movían detrás de Ramsay. Sin dudas –y en primer término- el poderoso movimiento estuardista instalado en Francia desde que Jacobo II fuera depuesto por “La Gloriosa Revolución”, que había colocado en el trono de Inglaterra a la dinastía de los Hannover. Esta numerosa presencia de elementos masónicos jacobitas agravaba las tensiones existentes en el seno de la francmasonería francesa, en la que ya comienzan a perfilarse dos corrientes profundamente diferenciadas: la liderada por la Gran Logia de Inglaterra de sesgo hannoveriano y protestante y la que emerge en Francia, imbuida de la tradición escocesa y católica, introducida por los estuardistas exiliados.

Existe otro factor a tener en cuenta y es el delicado equilibrio político entre Inglaterra y Francia, la explosiva cuestión de la sucesión de Polonia que mantiene en vilo a Europa y el papel de Roma, inmersa en la profunda contradicción que le generaba la existencia de una francmasonería dividida entre una facción católica -leal a los Estuardo- sobre la que carece de control y otra –abiertamente protestante- que ha logrado penetrar en numerosas ciudades del continente, desafiando abiertamente la autoridad episcopal.

Sin duda, tempranamente, la Iglesia había observado con preocupación la proliferación de las logias, en especial aquellas que prescindían de toda alineación con el catolicismo romano. En ese contexto, y tal como lo refiere Kervella[13], no le era indiferente a la iglesia que los francmasones católicos hicieran contrapeso a sus hermanos protestantes que proliferaban hasta en Italia; lo que le perturbaba era la manera en que los masones católicos estaban elaborando su propia simbología, basada en una tradición escocesa, fuertemente anclada en un pasado cruzado y con un claro contenido de misterio y hermetismo.

En la medida que la francmasonería escocesa avanzaba en su identificación con los cruzados –y fatalmente con los Caballeros Templarios a quienes reivindicaba como sus ancestros- la Iglesia enfrentaba la alternativa de permanecer en un permisivo silencio o condenar a las logias. Nada más odioso para el Santo Oficio del siglo XVIII como tolerar una Orden que -aún reivindicándose católica- asumía como modelo la figura de Jacobo de Molay, torturado y quemado vivo por el rey Felipe con la complicidad y el apoyo del papa Clemente V.

El contexto del discurso de Ramsay de 1737 estaba rodeado por todas estas circunstancias y algunas urgencias.

Desde 1725, época en que se había fundado la primera logia británica en suelo francés – la Resp:. Logia Saint Thomas Nº 1- la masonería francesa no había cesado de crecer bajo el calor de los exiliados estuardistas. En un principio, la sociedad de los francmasones había contado con el entusiasta apoyo del propio regente, el Duque de Orleáns, que había aceptado ser el Gran Maestre en 1723.

Pero la situación había cambiado desde entonces. Mientras que en Inglaterra el apoyo de la monarquía a la francmasonería era cada vez mayor, en Francia, con Luis XV en el trono, los masones empezaban a preocuparse por su futuro. Hacia 1737 las relaciones entre Inglaterra y Francia se encontraban en manos de dos equilibristas: el cardenal Fleury -canciller de Luis XV- y Robert Walpole, conde de Orfolk, -primer ministro del rey Jorge II Hannover- quienes mantenían un delicado equilibrio en una Europa convulsionada a causa de la guerra, los conflictos comerciales y la explosiva sucesión de Polonia. Fleury cuidaba las relaciones con Inglaterra y sospechaba que las logias francesas permitían a los jacobitas complotar contra Londres, lo cual, desde luego, era cierto.

Mientras tanto, las noticias inquietantes no sólo llegaban de Roma y España. En los Países Bajos acababa de impedirse, con gran esfuerzo de las más altas influencias masónicas, el encarcelamiento de un numeroso grupo de hermanos, cuya suerte se desconocía. Ramsay, que conocía bien la liberalidad de los holandeses en términos de religión, no podía dar crédito a que se hubiese planeado una feroz represión contra la masonería. Si esto ocurría Holanda ¿cuál sería el destino de los masones franceses si el rey cedía a las presiones de la Iglesia?

Ramsay tenía la esperanza de evitar males mayores si convencía al rey de colocarse al frente de todos los masones franceses. Para ello tenía pensado reunirlos en Asamblea en la ciudad de París. Como parte de su plan había enviado al cardenal Fleury el discurso que había preparado con motivo de una serie de iniciaciones que tendrían lugar el 21 de marzo, acompañado de una larga exhortación al prelado en la que, entre otras cosas, le decía:

“...Quisiera que todos los discursos en las asambleas de la joven nobleza de Francia, así como los que se dicten en el extranjero, estuviesen henchidos de vuestro espíritu; dignáos, Monseñor, apoyar a la sociedad de los francmasones en los grandes objetivos que se ha fijado...”

La carta estaba fechada el 20 de marzo de 1737, un año antes que el papa Clemente prohibiera, bajo pena de excomunión, a clérigos y fieles, ingresar a las filas de los masones, lo que demuestra que los temores de Ramsay estaban plenamente justificados. La respuesta no se hizo esperar. Sobre el margen del mismo texto del discurso, el propio cardenal Fleury había escrito apenas unas líneas en las que le explicaba que ni él, ni el rey podían atender su petición. En otras palabras, no lo tomaban en serio.

Ramsay sufrió un profundo desaliento. No lograría que un príncipe de sangre real blandiese el mallete de Gran Maestre de todos los masones de Francia. Pero lograría algo quizá más importante: evitaría la proscripción sin que ello significara la sumisión de la Orden al monarca ni a la Iglesia. Esta situación, muy diferente a la de Inglaterra, daría a la francmasonería francesa su sesgo particular. Pese a todo, el plan siguió su curso.


7.- El Discurso de 1737

Ramsay presenta a la masonería como la herramienta capaz de construir una nueva Europa cristiana. Aun más: proclama las bases filosóficas y morales que la debe regir:

“…El mundo entero no es más que una gran república, en la cual cada nación es una familia y cada individuo un niño. Nuestra sociedad se estableció para hacer revivir y propagar las antiguas máximas tomadas de la naturaleza del ser humano. Queremos reunir a todos los hombres de gusto sublime y de humor agradable mediante el amor por las bellas artes, donde la ambición se vuelve una virtud y el sentimiento de benevolencia por la cofradía es el mismo que se tiene por todo el género humano, donde todas las naciones pueden obtener conocimientos sólidos y donde los súbditos de todos los reinos pueden cooperar sin celos, vivir sin discordia, y quererse mutuamente sin renunciar a su patria…”

Inmediatamente después de este párrafo, Ramsay evoca a los cruzados. Lo hace inmerso en el espíritu que exalta la nobleza franca. Quien habla ante el auditorio atónito es el preceptor de la Casa de Bouillón, el tutor de Godefroid-Charles-Henri, hijo de Charles Godefroid de La Tour Auvergne, Duque de Bouillón. ¿Qué otra Casa podría reivindicar con más legitimidad un pasado cruzado? Ramsay no es un impostor… No. Es el hombre que educa al descendiente de Sobiesky, el rey de Polonia que salvó a Europa de los turcos. Lo escucha un auditorio de igual prosapia, al que no es necesario convencer de su pasado glorioso y de su misión olvidada.

“…Nuestros ancestros, los Cruzados –dice Ramsay- procedentes de todos los lugares de la cristiandad y reunidos en Tierra Santa, quisieron de esta forma agrupar a los súbditos de todas las naciones en una sola confraternidad. Qué no les debemos a estos hombres superiores quienes, sin intereses vulgares y sin escuchar el deseo natural de dominar, imaginaron una institución cuyo único fin es reunir las mentes y los corazones con el propósito de que sean mejores. Y, sin ir contra los deberes que los diferentes estados exigen, formar con el tiempo una nación espiritual en la cual se creará un pueblo nuevo que, al tener características de muchas naciones, las cimentará todas, por así decirlo, con los vínculos de la virtud y de la ciencia…”

A lo largo de su alocución, sienta las bases de lo que considera “la sana moral”, señalando que “las Ordenes religiosas se establecieron para que los hombres llegaran a ser cristianos perfectos; las Ordenes militares para inspirar el amor por la gloria noble” y la “Orden de los francmasones, para formar hombres amables, buenos ciudadanos y buenos súbditos, inviolables en sus promesas, fieles hombres al gusto por las virtudes” Para ello –insiste- “nuestros ancestros los Cruzados quisieron que ésta resultara amable con el atractivo de los placeres inocentes, de una música agradable, de un gozo puro y de una alegría moderada. Nuestros sentimientos no son lo que el mundo profano y el vulgo ignorante se imaginan. Todos los vicios del corazón y del espíritu están desterrados, así como la irreligión y el libertinaje, la incredulidad y el desenfreno”.
La última parte de su extenso discurso resulta esencial para comprender en su total dimensión el pensamiento y la tradición de la francmasonería escocesa. Describe sus orígenes en la Tierra Santa, así como las vías de penetración en Occidente y el papel jugado por Escocia durante “los años oscuros” en los cuales los propios masones se apartan de sus antiguos principios, olvidándose, al igual que los antiguos judíos, “el espíritu de nuestra ley”. He aquí su texto completo.
“Desde la época de las guerras santas en Palestina, muchos príncipes, señores y ciudadanos se unieron, hicieron voto de restablecer los templos de los cristianos en Tierra santa y, por medio de un juramento, se comprometieron a emplear sus talentos y sus bienes para devolver la arquitectura a su constitución primitiva. Adaptaron de común acuerdo varios antiguos signos, palabras simbólicas tomadas del fondo de la religión, para diferenciarse de los infieles y reconocerse con respecto a los Sarracenos. Estos signos y estas palabras sólo se comunicaban a los que prometían solemnemente, incluso con frecuencia a los pies del altar, no revelarlos nunca. Esta promesa sagrada ya no era entonces un juramento execrable, como se cuenta, sino un vínculo respetable para unir a los hombres de todas las naciones en una misma confraternidad. Tiempo después, nuestra Orden se unió íntimamente con los caballeros de San Juan de Jerusalén. Desde entonces nuestras logias llevaron el nombre de las logias de San Juan en todos los países. Esta unión se llevó a cabo a imitación de los israelitas cuando construyeron el segundo templo, mientras trabajaban con una mano con la llana y el mortero, llevaban en la otra la espada y el escudo.”
“Nuestra Orden por consiguiente no se debe considerar como una renovación de las bacanales y una fuente de excesivo derroche, de libertinaje desenfrenado y de intemperancia escandalosa, sino como una Orden moral, instituida por nuestros ancestros en Tierra Santa para hacer recordar las verdades más sublimes, en medio de los inocentes placeres de la sociedad”
“Los reyes, los príncipes y los señores, regresando de Palestina a sus países, establecieron diferentes logias. Desde la época de las últimas cruzadas ya se observa la fundación de muchas de ellas en Alemania, Italia, España, Francia y de allí en Escocia, a causa de la íntima alianza que hubo entonces entre estas dos naciones.”
“Jacobo Lord Estuardo de Escocia fue Gran Maestro de una logia que se estableció en Kilwinning en el oeste de Escocia en el año 1286, poco tiempo después de la muerte de Alejandro III rey de Escocia, y un año antes de que Jean Baliol subiera al trono. Este señor escocés inició en su logia a los condes de Gloucester y de Ulster, señores inglés e irlandés.”
“Poco a poco nuestras logias, nuestras fiestas y nuestras solemnidades fueron descuidadas en la mayoría de los países en los que se habían establecido. Esta es la razón del silencio de los historiadores de casi todos los reinos con respecto a nuestra Orden, a excepción de los historiadores de Gran Bretaña. Sin embargo, éstas se conservaron con todo su esplendor entre los escoceses, a los que nuestros reyes confiaron durante muchos siglos la custodia de su sagrada persona. Después de los deplorables reveses de las cruzadas, la decadencia de las armadas cristianas y el triunfo de Bendocdar Sultán de Egipto, durante la octava y última cruzada, el hijo de Enrique III de Inglaterra, el gran príncipe Eduardo, viendo que ya no había seguridad para sus hermanos en Tierra santa los hizo regresar a todos cuando las tropas cristianas se retiraron, y fue así como se estableció en Inglaterra esta colonia de hermanos. Puesto que este príncipe estaba dotado de todas las cualidades del corazón y del espíritu que forman a los héroes, amó las bellas artes, se declaró protector de nuestra Orden, le otorgó muchos privilegios y franquicias y desde entonces los miembros de esta confraternidad tomaron el nombre de francmasones.”
“Desde este momento Gran Bretaña se volvió la sede de nuestra ciencia, la conservadora de nuestras leyes y la depositaria de nuestros secretos. Las fatales discordias de religión que inflamaron y desgarraron Europa en el siglo dieciséis hicieron que nuestra Orden se desviara de la grandeza y nobleza de su origen. Se cambiaron, se disfrazaron o se suprimieron muchos de nuestros ritos y costumbres que eran contrarios a los prejuicios de la época. Es así como muchos de nuestros hermanos olvidaron, al igual que los judíos antiguos, el espíritu de nuestra ley y sólo conservaron su letra y su apariencia exterior. Nuestro Gran Maestro, cuyas cualidades respetables superan aún su nacimiento distinguido, quiere regresar todo a su constitución inicial, en un país en que la religión y el Estado no pueden más que favorecer nuestras leyes.”
“Desde las islas británicas, la antigua ciencia comienza a pasar a Francia otra vez bajo el reino del más amable de los reyes, cuya humanidad es el alma de todas las virtudes, con la intervención de un Mentor que ha realizado todo lo fabuloso que se había imaginado. En este momento feliz en que el amor por la paz se vuelve la virtud de los héroes, la nación más espiritual de Europa llegará a ser el centro de la Orden; derramará sobre nuestras obras, nuestros estatutos y nuestras costumbres, las gracias, la delicadeza y el buen gusto, cualidades esenciales en una Orden cuya base es la sabiduría, la fuerza y la belleza del genio. Es en nuestras logias futuras, como en escuelas públicas, donde los franceses verán, sin viajar, las características de todas las naciones y es en estas mismas logias donde los extranjeros aprenderán por experiencia que Francia es la verdadera patria de todos los pueblos. Patria gentis humanae.”


[1] Tort-Nouguès, Henri; “La Idea Masónica; Ensayo sobre una filosofía de la Masonería”; (Barcelona Ediciones Kompas 1997); pag 19
[2] Barudio, Günter; “La Época del Absolutismo y la Ilustración”; (Historia Universal Siglo XXI), pag. 296, 297.
[3] La cita es de A. Gallatin Mackey; Enciclopedia de la Francmasonería.
[4] Bernard Faÿ, “La Francmasonería y la Revolución Intelectual del siglo XVIII” Editorial Huemul S.A., 1963, pag. 122-123
[5] Kervella, André; “La Maconnerie Ecossaise dans la France de l’Ancien Régime; les années obscures 1720-1755” (Ed. du Rocher, 1999), p. 130
[6] Algunos autores –principalmente Alec Mellor- han querido ver una antítesis entre el documento inglés de 1723 y el francés de 1735 Este manuscrito, se encuentra en la Biblioteca Nacional en París, en el Departamento de Manuscritos, bajo el Nº de adquisición 20240. Su marca es F. M. 4 146. Fue propiedad de importantes coleccionistas hasta que fue subastado en Amsterdan en 1956. Una síntesis del mismo puede consultarse en la obra de Alec Mellor ya citada: “La Desconocida Francmasonería Cristiana”.
[7] Marcos, Ludovic; Histoire du Rite Français au XVIIIe Siecle; Ver en particular el Cap. III, “Las evoluciones rituales de la masonería francesa en el siglo XVIII.
[8] Mellor cita dos opiniones en torno a Moret o Moore: un artículo de la “Revue internationale des Sociétés secrètes” (R.I.S.S) comenta que “…En lo concerniente al abad Moret, que firma en calidad de Gran Secretario los procesos verbales de la Gran Logia celebrada en 1735 y 1736, prototipo de esos abades anfibios que nadan entre las dos aguas clerical y masónica, no hemos podido encontrar ninguna información sobre él. En 1737, según el documento de Estocolmo, existió un nuevo Gran Secretario, llamado J. Moore…” A lo que Mellor agrega que probablemente Moret y Moore fueran la misma persona, habida cuenta que en la correspondencia de Fleury se hace referencia a “un abad More, irlandés”, que se encargaba de la ejecución de las órdenes de lord Derwentwater. Ob. cit. 93-94
[9] Bricaud, Joany; “Les Illuminés d’Avignon” (París, Libr. Critique É. Nourry, 1927) pp. 21-36
[10] Mellor, ob. cit. 146-147
[11] Le Forestier, R.; “L’Occultisme et la franc-maçonnerie écossaise”
(Paris, Librairie Académique, 1928) p. 180
[12] Faÿ. Ob. cit. p. 194
[13] Kervella, ob. cit. p. 410

jueves, 21 de febrero de 2013

Cuando deja de afectarnos la Vida Exterior

Con el tiempo debemos ser cauces para la enseñanza masónica autentica. Si logramos difundir esta enseñanza masónica tal como siempre nos la enseñaron nos beneficiaremos y ayudaremos a la humanidad. Para lograrlo es menester que algo esté bien sellado en nosotros, herméticamente sellado contra el efecto de las cosas que suceden fuera de nosotros, esto es las influencias del mundo de los profanos. Es preciso dejar dentro de nosotros un lugar lo Masónico donde eventualmente nada de lo que ocurra en el mundo profano o externo pueda afectarlo. El masón recién iniciado se asemeja a un nuevo ser que se está formando dentro de nosotros y cómo hemos de proteger ese ser y luchar a menudo por él contra la ilógica de los sentidos externos y de los condicionamientos sociales. Hemos hablado en Logia Masónica sobre el sentido oculto de la Marcha. Los pies son el lado externo que está en contacto con la vida. Pero, en suma, la Marcha significa esotéricamente nuestra comprensión psicológica para entrar al interior del Templo que se distingue de la comprensión que se logra por medio de los sentidos. Se dice a menudo en Masonería que es menester ir en contra de la vida profana y sus influencias, y que estas no deben por ningún motivo introducirse al interior del Templo. Por ejemplo, se lee en los diarios y ve como en el mundo todas las gentes están furiosas y dominadas por la violencia y entonces suele pensar: "¿De qué sirve el Trabajo que se hace dentro de la Logia Masónica si todo anda de ese mal modo?"Ahora bien, tal pensamiento ¿no significa acaso que no ha encerrado lo masónico contra las influencias de la vida? Se permite que la propia actitud hacia lo sublimemente masónico se mezcle con cosas pertenecientes a la gran maquinaria de vida profana, del mismo modo que si se esperase que la vida externa correspondiera o se conformara al hacer masonería. Este cerrarse uno mismo a la vida exterior profana de tal modo que se puedan guardar y mantener separadas las ideas Masónicas de las influencias religiosas y políticas externas, eso necesario. Hay que hacerlo tarde o temprano. Lo Masónico está bajo otras leyes que la vida de los profanos. Sus orígenes no son los mismos que los de la vida exterior. Si juzgamos lo Masónico por lo que sucede en la vida, no lo comprenderemos nunca, lo masónico es un mundo superior, un mundo de humildad, de paz y de armonía, es un oasis en el desierto del mundo profano. Aquí, en Masonería, estamos estudiando algo que difiere de la vida ordinaria. Nos esforzamos por ponernos bajo influencias superiores de las influencias de la vida profana. Intentamos formar algo en nosotros mismos que la vida no pueda conmover o dañar, suceda lo que sucediere en la vida, sea la guerra o la paz, la fortuna o el infortunio, la pobreza o la riqueza, la salud o la enfermedad, el mal tiempo o el bueno, el fracaso o el éxito. Se basa en la idea sublimizada de que es preciso establecer en nosotros un lugar donde pueda existir la Masonería dentro de nosotros y que nada ni nadie nos quite esa certeza interior, y tenemos que proteger ese lugar interior. Como es sabido la masonería enseña que todo lo que sucede en la vida sucede de la única manera en que puede suceder, nada ni nadie cambiara las condiciones de la vida, porque la vida es una maquinaria creada así, y sus motivos tiene . Dice que la vida es una gran máquina creada por un propósito, y el propósito es crear seres humanos, y de estos elegir a algunos para un propósito superior. Enseña la Masonería que la Vida en la Tierra sirve a un propósito cósmico. Esta sensible Humanidad que rodea la Tierra es utilizada para un propósito, deliberado. Empero el Ser humano tiene la posibilidad, un ser humano individual, de desconectarse de algunas de las leyes mecánicas de la vida y empezar a crecer a través de leyes más conscientes, y esa es la tarea de la Masonería. Cuando se adopta el punto de vista masónico , correspondencia de la vida con lo que se espera cobra sentido, ya no es más una fuente de negatividad, sino una granja humana, donde se seleccionaría a los más aptos para el siguiente nivel, y esta es la tarea de la Masonería. Y si un ser humano se nutre suficientemente con las ideas de lo masónico será capaz de mantener ese lugar escondido al que nos hemos referido y entonces los eventos que antes lo arrastraban hacia la negatividad ya no tienen más poder sobre él porque está vigorizado por el Gran poder masónico. No hay que buscar la Voluntad de Dios el Gran Arquitecto del Universo en la vida. La Oración de Cristo se inicia con la idea de que la Voluntad de Dios no se cumple aún en la Tierra, pero puede cumplirse para el Ser Humano.—. Una antigua enseñanza del esoterismo se impartía con el nombre de Hermetismo. De dicha enseñanza surgió la expresión "herméticamente cerrado" que se empleaba en la alquimia esotérica. La alquimia esotérica se fundaba en la idea de que el Hombre como metal vil podía ser transformado en oro —esto es, el Hombre considerado como un metal, digamos el plomo, tal como es en su presente estado, por medio del conocimiento y la práctica podría convertirse en oro. Esta era la alquimia esotérica. La alquimia exotérica se fundaba en la idea de que el actual plomo podía ser transformado en oro, lo cual es una posibilidad. Un ermitaño era una persona que seguía la enseñanza del Hermetismo y buscaba apartarse de tos efectos de la vida encerrándose en una caverna o yendo al desierto, eso no es necesario, podemos sellarnos de las influencias externas del mundo, a través del contacto con lo masónico . Esta no es la idea del Trabajo. Equivaldría a liberarse de la vida voluntariamente, pero sin dejar de vivir la vida. Vivir la vida en la vida
Cuando deja de afectarnos la Vida Exterior comenzamos a vivir la vida real, la interior.

Fraternalmente Vicente Alcoseri
RAICES BIBLICAS DEL TRONCO DE LA VIUDA

Diezmo y el Tronco de la Viuda
logia-masonica-fraternidad62.
Jorge Gutkind, m:.m:.

El término "diezmo" en el hebreo es la palabra "Maaser" (Mem, Ayin, Sin y Resh), el cual por supuesto proviene de la palabra "diez", que en el hebreo existe en su forma femenina como Asarah (Ayin, Sin, Res y Jei), y en su forma masculina Eser (Ayin, Sin y Resh). En el griego hay al menos tres vocablos que aluden al diezmo, el principal es el verbo Apodekato, que es el acto de precisamente dar el diez por ciento, el adjetivo Dekate y el verbo Dekató, de ahí que si deseamos estudiar lo que la Escritura opina al respecto del "Diezmo" o en hebreo "Maaser", es importante revisar textualmente todas las veces en donde aparecen todos estos vocablos tanto en el Tanaj (Mal llamado Antiguo Testamento), como en el Brit Jadashá (Pacto renovado).
La Torá nos ordena que después de que el agricultor cosecha los productos del campo o recolecta la producción de los árboles (en este último caso a partir del quinto año de vida del árbol), él deba separar lo que se llama las terumot y los maaserot (las ofrendas y los diezmos).
Primero se separa la terumá guedolá (gran ofrenda). Ésta equivale a un dos por ciento de la producción total y es entregada a un cohén (sacerdote). Luego, se separa el maaser rishón (primer diezmo) para dárselo a los leviim (levitas). Y por último, él debe separar del sobrante otro maaser (diezmo), pero la calidad de este diezmo depende del año en el cual nos encontremos, como explicaremos a continuación:
La Torá nos ordenó que uno de cada siete años la tierra debe descansar y esta prohibido trabajarla. Este ciclo de siete años - seis de trabajo y uno de descanso - es llamado "el ciclo de la shemitá (el año sabático de la tierra)". Respecto de la mitzvá de los diezmos, en el primero, segundo, cuarto y quinto año del ciclo de la shemitá, este segundo diezmo que debemos separar se denomina el maaser shení y su dueño debe comerlo en la ciudad de Jerusalén.
Pero en el tercero y sexto año de este ciclo, este segundo maaser debe ser entregado a los pobres, y es por eso que se llama maaser aní (el diezmo de los pobres).
Y en este punto es donde Tu Bishvat juega un papel fundamental, pues la Torá pidió que no se mezcle la producción de un año con la del año siguiente, y es por eso que era necesario determinar una fecha que sea considerada el límite entre el año anterior y el año posterior respecto de la mitzvá de las ofrendas. Asimismo, como explicamos anteriormente, en el primer y segundo año del ciclo de la shemitá se debe separar el "segundo diezmo", pero el tercer año se debe separar el "diezmo de los pobres", y necesitábamos saber cuándo comienza el tercer año
Es sabido que en la repartición de la tierra de Israel entre todas las tribus que componen nuestro pueblo, a diferencia del resto de las tribus, la tribu de Leví no recibió ninguna parte de la tierra, sino que las otras 11 tribus tomaron la parte que le hubiera correspondido a la tribu de Leví.
De aquí resulta que los diezmos que el resto de las tribus le deben entregar a los levitas, no son considerados como un regalo o un presente, sino como una obligación por el "alquiler" de sus tierras.
La Escritura nos enseña que el "Diezmo" o "Maaser", bien podría ser de lo producido en la tierra, como así mismo de la reproducción del ganado que se tuviera.
Hay autores que consideran el diezmo como décima parte de las ganancias, cantidad designada para mantener el clero o para otro uso religioso. Si bien el diezmo es ofrecido a Dios es entregado a sus sacerdotes o ministros.
El diezmo no es una costumbre o una buena acción del buen judío, sino que es una obligación religiosa a cumplirse en forma rigurosa.
Hay alguna relación entre el diezmo y el tronco de la viuda, pero también son grandes sus diferencias.
En el pueblo judío hay numerosas obligaciones con respecto a los menos afortunados económicamente, estas reglas u obligaciones son:
1) maaser -diezmo;
2) shejejá y leket -rastrojos y olvidos en las cosechas;
3) peá -puntas de los campos;
4) peret -olvidos en la cosecha de la vid;
5) olelut -regalos a los pobres;
6) shemitá -moratoria de deudas en el año sabático;
8) iobel -restitución de propiedades en el jubileo;
9) tzedaká -dar de acuerdo a las necesidades del que recibe.
Tzedaká se traduce comúnmente como caridad, es el aporte que nosotros podemos realizar en procura de la justicia social, es decir, que la sociedad encuentre un equilibrio (salud) en la distribución de sus riquezas. Todos, pobres y ricos, viejos y jóvenes, mujeres y hombres, están obligados a la misma; en toda ocasión que se pueda.
Sin lugar a dudas que la tzedaká es uno de los pilares del judaísmo.
Ocho niveles de caridad
De mayor a menor:
1) Antes que necesite pedir caridad, lo mejor es dar lo que necesita como un regalo, prestarle dinero, tomarlo como socio o encontrarle trabajo.
2) Dar caridad mientras ambos, el que da como el que recibe, no conocen la identidad del otro.
3) El que da conoce la identidad del que recibe, pero éste no conoce la de quien da.
4) El que recibe conoce la identidad del que da, pero el que da no conoce a quien recibe.
5) Dar caridad aún antes de serle solicitado.
6) Donar a la persona pobre, después de que ésta haya pedido caridad.
7) Donar menos de lo que debería, pero hacerlo con un semblante amable.
8) El que dona, da caridad quejándose.
Recordemos estos niveles cuando tratemos el tronco de la viuda.

10 Reglas básicas de la caridad
* Debe sacarse el diezmo de todas las ganancias, de los regalos o herencia que se reciban y darlo en caridad.
* Si el pobre o necesitado no acepta la caridad como un regalo, se lo debe dar en préstamo.
* Se debe dar caridad con un semblante alegre y feliz, reconfortando y aliviando al pobre de sus sufrimientos.
* Quien da con ceño fruncido es como si nada hubiera dado y pierde todo su mérito.
* Debe tenerse mucho cuidado en el modo en que se conduce con el pobre, sin menospreciarlo, burlándose o hacerle pasar vergüenza.
* .No destacar lo que damos para ser alabados, sino por el contrario, ocultarlo lo máximo posible
* Hacerlo porque así lo sentimos y para ayudar al pobre; hacerlo de buen corazón y con las mejores intenciones.
* Dar caridad en momentos de abundancia y también cuando es necesario un esfuerzo para lograrlo.
* Si no es posible ayudar con todo lo que se pide, dar aunque sea una contribución mínima.
* Si no se le puede dar al pobre dinero, que por lo menos le de frutas o comida, para que no se vaya con las manos vacías.

Tronco de la viuda
Antes del cierre de los Trabajos, el Venerable Maestro ordena al Segundo Experto que haga circular el llamado “Tronco de la Viuda” para recoger los aportes de los Hermanos con propósitos beneficiarios. La expresión “Tronco” es francesa. Tronc, significando Tronco (como el del árbol). Utilizada también para definir la “caja de limosnas” que se encuentra a la entrada de las Iglesias para que los fieles introduzcan su óbolo. La palabra correcta en castellano es “Cepillo”. Se afirma que este uso fué adoptado en el Concilio Lateranense, en 1215, durante el papado (1198-1216) de Inocencio III. Sin embargo su origen lejano está en el diezmo judío (del que se habla en la Biblia).
La Masonería francesa adoptó el uso del "Tronco de la Viuda" en el siglo XVIII. En ningún documento anterior se hace referencia a él: Quizás los masones operativos se preocupaban principalmente de cubrir los gastos de la institución y de ayudar a compañeros en dificultades.
Cuando hoy decimos: "Tronco de la Viuda", estamos honrando la memoria de Hiram Abiv, el constructor del Templo del Rey Salomón, “hijo de una viuda de la tribu de Naftali”. Según la mitología masónica, Hiram Abiv fué el primer Maestro Masón.
El Segundo Experto deberá desviar su mirada cada vez que un Hermano introduzca su puño derecho cerrado dentro del “Saco” (por eso el Hermano no se para, pues tendría que hacer la señal “al Orden”, y no puede pues tiene en su mano derecha la “medalla” que aportará. (“Saco”: “especie de bolsa abierta por arriba”. “Bolsa”: “especie de saco para guardar una cosa”.
De acuerdo a esto, sería aceptable el uso de ambas palabras).
Es el mismo Saco que se utiliza para las Proposiciones y sustituye por comodidad al Tronco (caja) por la ventaja de que las monedas que se aportan (o no) no resuenan. Los Hermanos deberían hacer su aporte en silencio. Sin embargo, en algunas logias se acostumbra a poner “medallas” en nombre de un Hermano ausente, demostrando con ello el afecto fraternal que el se ha ganado. Igualmente se ha explicado repetidamente a los Aprendices que al "Tronco de la Viuda" se puede aportar o retirar: ello contradice la norma por la cual la mano se introduce cerrada y se retira abierta, indicando que el Saco no es la fuente de ayuda para un Hermano en dificultades, quien en estos casos puede recurrir al Venerable Maestro, con la discreción que corresponde.

Para completar estas ideas agrego lo escrito por R.•.H.•. Pedro Vásquez de Velasco Elías: Durante la Ten.•. se recorren dos sacos. El Saco de Proposiciones y el Saco de Beneficencia, su recorrido es básicamente igual, pero existe una diferencia fundamental: en el Saco de Proposiciones la mano se introduce cerrada y se retira abierta, aquí se depositan solicitudes de ingreso, TTrab.•. para ser leídos, etc.; por lo tanto ningún documento que se ha depositado deberá ser retirado por ningún HH.•., razón de la mano abierta al retirarla del saco, a diferencia del Saco de Beneficencia los HH.•. introducirán la mano cerrada y la retiran cerrada ya que el H.•. puede dejar su contribución o sacar si lo necesita.
El Segundo Experto hará circular, tanto el “Tronco de la Viuda como la “Bolsa de Proposiciones e Informaciones”, comenzando por el Venerable Maestro Pasado (sentado a la izquierda del Venerable Maestro) y finalizando por el Venerable Maestro.
El Diccionario simbólico de la masonería, nos da más luz sobre el significado del tronco de la viuda:
Los Masones acostumbran, al final de todas sus reuniones o tenidas, circular ritualmente, junto con el llamado Saco de Proposiciones, otro saco que lleva el Hermano Hospitalario (en nuestra logia el Segundo Experto) en el que depositan óbolos, de acuerdo a sus posibilidades materiales.
Este saco es llamado Tronco de la Viuda, de beneficencia, o de solidaridad. El dinero recogido de esta manera, al que se llama "unidades de medallas profanas" ha de ser utilizado para socorrer a un hermano que se encuentre en necesidad, o a su viuda y familia en caso de que éste haya pasado al Oriente Eterno, o, en general, para otras obras de beneficencia que el Taller considere conveniente realizar. Esta es una antigua costumbre masónica.
Sin embargo, es importante recordar que la Masonería no es una institución de beneficencia. Que es una Orden que busca la Verdad, una Escuela de Iniciación en los Misterios. Si hace además en determinados casos obras de caridad, esto es por añadidura; y si se circula este saco o tronco es porque, al igual que todos y cada uno de los objetos que se utilizan y que decoran la Logia, tiene un triple significado: uno práctico, uno psicológico y otro interno o espiritual.
El sentido práctico del Tronco es que con su auxilio material se solventa una necesidad: que cuando un Masón está en dificultades, puede contar con los hermanos que le tienden la mano.

Su efecto psicológico, que inculca la caridad, la solidaridad y la fraternidad entre los miembros del taller que concientemente realizan estos ritos; y que enseña a no ostentar, pues el óbolo se da de manera espontánea y secretamente, de modo "que no sepa la mano izquierda lo que hace la mano
derecha".

Y su significado espiritual consiste en enseñar el desapego de los bienes materiales; que muestra cómo compartir, no sólo las monedas, sino, sobre todo, las experiencias espirituales y los conocimientos que con ausencia de egoísmo se transmiten los Masones los unos a los otros, procurando, en la medida de lo posible irradiarlos hacia la humanidad. Y a compartir un elevado Ideal, que es el que mueve a construir el templo de la armonía universal, con el Amor que nace entre aquéllos que saben que todos, en esencia, son uno.
Mis humildes conclusiones que si bien el diezmo y el saco de beneficencia tienen cierta relación, son formas de caridad , el diezmo en la tradición judía y en hebreo denominado Maaser, tiene sus reglas bíblicas y religiosas muy marcadas, mientras que nuestro saco o tronco es mas cercano al concepto de caridad y en hebreo Tsedará.
Volviendo a lo escrito anteriormente, de los ocho niveles de caridad, con respecto a el Tronco de la Viuda lo colocaría en el segundo grado, antepenúltimo en importancia, en el cual el que da como el que recibe no conoce la identidad del otro.
A su vez se cumplen varias de las reglas básicas de la caridad, como dar con semblante alegre y feliz, tratando al necesitado sin menospreciarlo, ni burlándose, etc.
Además lo que damos no es para ser alabados, sino por el contrario ocultándolo al máximo posible, haciéndolo porque así lo sentimos y para ayudar al pobre, hacerlo de buen corazón y con las mejores intenciones.