viernes, 7 de febrero de 2020

EL MASÓN MAS DESTACADO EN LA INDEPENDENCIA LATINOAMERICANA


Resultado de imagen para foto templo masónico

EL MASÓN MAS DESTACADO EN LA INDEPENDENCIA LATINOAMERICANA

Por Iván Herrera Michel


Me preguntan cuál fue el Masón más destacado durante el colapso español que dio paso a las nuevas entidades políticas surgidas en Suramérica a principios del siglo XIX, y la respuesta, sin lugar a dudas, es que fue uno de los dos reyes de España contra los que se luchó: José Bonaparte.



Los estudiosos sobre la Orden suelen no mencionarlo cuando relatan "qué fue lo que sucedió en la historia", como decía Gordon Childe, lo que se explica por qué la mayoría escribió desde la militancia y la institucionalidad. También es factible que la narrativa sobre un complot Masónico independentista, tan afincada en la leyenda rosa regional desde mediados del siglo XX (hija directa de la negra que afirmaba lo mismo en la península desde el siglo XIX), haya sepultado la información, gracias a que el relato privilegió el formar parte del mito fundacional de las repúblicas suramericanas.



No obstante, revisando activismos, cargos ocupados, servicios prestados y compromiso activo con la Masonería, en ambas orillas del océano, sobresalió el monarca español.



Me explico:

Cuando Joseph-Napoleón Bonaparte fue proclamado Rey de España como José I, el 6 de julio de 1808, desde hacía tres años era el Gran Maestro del Gran Oriente de Francia, y lo siguió siendo de manera ininterrumpida hasta 1813. En su palmarés en la Orden constaba que ya había sido Gran Maestro del Gran Oriente de Italia de 1806 a 1808. Y posteriormente, lo fue de la Gran Logia Nacional para todas las Españas de 1809 a 1813. Tenía 40 años de edad, y se había Iniciado a los 25 en Marsella, Francia, en la Logia “La Parfaite Sincérité” el 8 de octubre de 1793.



Sus enemigos (que en gran medida eran los mismos de la Masonería) le agraviaron con el mote de “Pepe Botella”, a pesar de que no era un bebedor habitual, y con el apodo de “El Rey Plazuelas” por qué en Madrid construyó plazas públicas en donde antes había conventos e iglesias. Entre ellas, la de la Plaza de Oriente. Igualmente, vendió cuantiosos inmuebles religiosos para sanear la hacienda real, impulsó un sistema educativo inspirado en Rousseau, fomentó la cultura e impulsó las artes.

Su reinado español ilustrado se prolongó hasta el 11 de diciembre de 1813, y al posesionarse había sido Rey de Nápoles y ostentaba las distinciones de Soberano Gran Maestre de la Insigne Orden del Toisón de Oro (Reino de España, 6 de junio 1808); Soberano Gran Maestre (y fundador) de la Real Orden de España (Reino de España, 20 de octubre 1808); Soberano Gran Maestre de la Real Orden de las Dos Sicilias (Reino de Nápoles, 24 de febrero 1808); Caballero Gran Dignatario de la Orden de la Corona de Hierro (Primer Imperio Francés); Caballero Gran Águila de la Orden de la Legión de Honor (Primer Imperio Francés), y había sido Laureado en Jurisprudencia por la Universidad de Pisa.



La Masonería había sido introducida en España por el Duque Felipe de Wharton (1698-1731), que en 1722 fue uno de los primeros Grandes Maestros de la Gran Logia de Londres y Weminster. En el número 17 de la madrileña calle de San Bernardo fundó, el 15 de febrero de 1728, la primera Logia inglesa ubicada más allá del Canal de la Mancha, en el Hotel “Las Tres Flores de Lys”. Gracias a ello, la Logia se conocería con este nombre y sería registrada bajo el número 50 de esa Obediencia. También pasaría a la historia como “La Matritense”.



Cuando llegó al trono español José I encontró que la Masonería no caminaba en el imperio sobre un lecho de rosas. Una muestra al canto lo constituye el Real Decreto expedido en Aranjuez, el 2 de julio de 1751, por el Rey Fernando VI, bisabuelo de Fernando VII, llamado “el Prudente” y “el Justo”, prohibiendo la Masonería en los siguientes términos:

:



“Hallándome informado de que la invención de los que se llaman Franc-Masones es sospechosa a la Religión y al Estado, y que como tal está prohibida por la Santa Sede debaxo de Excomunión, y también por las leyes de estos Reynos, que impiden las Congregaciones de muchedumbre, no constando sus fines, e institutos a su Soberano: He resuelto atajar tan graves inconvenientes con toda mi autoridad; y en su consecuencia prohíbo en todos mis Reynos las Congregaciones de los Franc-Masones, debaxo de la pena de mi Real Indignación, y de las demás que tuviese por conveniente imponer a los que incurrieren en esta culpa: Y mando al Consejo que haga publicar esta prohibición por Edicto en estos mis Reynos, encargando en su observancia, al zelo de los Intendentes, Corregidores y Justicias, asseguren a los contraventores, dándoseme cuenta de los que fueren por medio del mismo Consejo, para que sufran las penas que merezca el escarmiento: En inteligencia de que he prevenido a los Capitanes Generales, a los Gobernadores de Plazas, Gefes Militares e Intendentes de mis Exércitos, y Armada Naval, hagan notoria, y zelen la citada prohibición, imponiendo a cualquiera Oficial, o Individuo de su jurisdicción, mezclado o que se mezclare en esta Congregación, la pena de privarle y arrojarle de su empleo con ignominia. Tendráse entendido en el Consejo, y dispondrá su cumplimiento en la parte que le toca”.

Con José I la Masonería renació en España levantando las Columnas de las Logias madrileñas “San José”, “Beneficencia de Josefina”, “Santa Julia”, “San Juan de Escocia de la Estrella de Napoleón”, “Los Filadelfos” y “La Edad de Oro”, a las que siguieron otras más hasta llegar a contabilizar 34 Talleres. De ellas salieron quienes que fundaron, en octubre de 1809, la “Gran Logia Nacional para todas las Españas”, en un inmueble madrileño de la calle de las Tres Cruces, que había servido como sede de la Inquisición española, hasta que la abolió el 4 de diciembre de 1808. Igualmente, bajo su amparo y con su apoyo el 4 de julio de 1811 el Conde de Grasse-Tilly constituyó el Supremo Consejo del Grado 33 para España y sus dependencias.



No hay nadie en el periodo de la independencia latinoamericana, en ambos lados del océano, que pueda mostrar un Curriculum Masónico parecido y un apoyo tan público y decisivo al progreso de la Orden.



Y aunque gran parte de la literatura Masónica se ufana de que la Orden estuvo en todo el reino detrás de las Juntas “de Gobierno”, “Supremas”, “Revolucionarias” y “Provinciales”, además de los “Gritos de Independencias” (en solo Hispanoamérica fueron más de medio centenar), la verdad es que se proclamaron precisamente contra él.



Exiliado y residenciado en los Estados Unidos de América desde 1813 hasta 1841, José I protegió a través de la Masonería a los inmigrantes bonapartistas, y a su regreso a Europa, en 1841, se domicilió en Florencia, Italia, en donde pasó al Oriente Eterno el 28 de julio de 1848 a los 76 años de edad.

Sus restos fueron trasladados a París, en donde reposan en el Palacio Nacional de los Inválidos, al lado de los de sus hermanos Napoleón y Jerónimo Bonaparte, y su sobrino Napoleón II.

EL MASÓN MAS DESTACADO EN LA INDEPENDENCIA LATINOAMERICANA

Por Iván Herrera Michel



Me preguntan cuál fue el Masón más destacado durante el colapso español que dio paso a las nuevas entidades políticas surgidas en Suramérica a principios del siglo XIX, y la respuesta, sin lugar a dudas, es que fue uno de los dos reyes de España contra los que se luchó: José Bonaparte.



Los estudiosos sobre la Orden suelen no mencionarlo cuando relatan "qué fue lo que sucedió en la historia", como decía Gordon Childe, lo que se explica por qué la mayoría escribió desde la militancia y la institucionalidad. También es factible que la narrativa sobre un complot Masónico independentista, tan afincada en la leyenda rosa regional desde mediados del siglo XX (hija directa de la negra que afirmaba lo mismo en la península desde el siglo XIX), haya sepultado la información, gracias a que el relato privilegió el formar parte del mito fundacional de las repúblicas suramericanas.



No obstante, revisando activismos, cargos ocupados, servicios prestados y compromiso activo con la Masonería, en ambas orillas del océano, sobresalió el monarca español.



Me explico:

Cuando Joseph-Napoleón Bonaparte fue proclamado Rey de España como José I, el 6 de julio de 1808, desde hacía tres años era el Gran Maestro del Gran Oriente de Francia, y lo siguió siendo de manera ininterrumpida hasta 1813. En su palmarés en la Orden constaba que ya había sido Gran Maestro del Gran Oriente de Italia de 1806 a 1808. Y posteriormente, lo fue de la Gran Logia Nacional para todas las Españas de 1809 a 1813. Tenía 40 años de edad, y se había Iniciado a los 25 en Marsella, Francia, en la Logia “La Parfaite Sincérité” el 8 de octubre de 1793.



Sus enemigos (que en gran medida eran los mismos de la Masonería) le agraviaron con el mote de “Pepe Botella”, a pesar de que no era un bebedor habitual, y con el apodo de “El Rey Plazuelas” por qué en Madrid construyó plazas públicas en donde antes había conventos e iglesias. Entre ellas, la de la Plaza de Oriente. Igualmente, vendió cuantiosos inmuebles religiosos para sanear la hacienda real, impulsó un sistema educativo inspirado en Rousseau, fomentó la cultura e impulsó las artes.

Su reinado español ilustrado se prolongó hasta el 11 de diciembre de 1813, y al posesionarse había sido Rey de Nápoles y ostentaba las distinciones de Soberano Gran Maestre de la Insigne Orden del Toisón de Oro (Reino de España, 6 de junio 1808); Soberano Gran Maestre (y fundador) de la Real Orden de España (Reino de España, 20 de octubre 1808); Soberano Gran Maestre de la Real Orden de las Dos Sicilias (Reino de Nápoles, 24 de febrero 1808); Caballero Gran Dignatario de la Orden de la Corona de Hierro (Primer Imperio Francés); Caballero Gran Águila de la Orden de la Legión de Honor (Primer Imperio Francés), y había sido Laureado en Jurisprudencia por la Universidad de Pisa.



La Masonería había sido introducida en España por el Duque Felipe de Wharton (1698-1731), que en 1722 fue uno de los primeros Grandes Maestros de la Gran Logia de Londres y Weminster. En el número 17 de la madrileña calle de San Bernardo fundó, el 15 de febrero de 1728, la primera Logia inglesa ubicada más allá del Canal de la Mancha, en el Hotel “Las Tres Flores de Lys”. Gracias a ello, la Logia se conocería con este nombre y sería registrada bajo el número 50 de esa Obediencia. También pasaría a la historia como “La Matritense”.



Cuando llegó al trono español José I encontró que la Masonería no caminaba en el imperio sobre un lecho de rosas. Una muestra al canto lo constituye el Real Decreto expedido en Aranjuez, el 2 de julio de 1751, por el Rey Fernando VI, bisabuelo de Fernando VII, llamado “el Prudente” y “el Justo”, prohibiendo la Masonería en los siguientes términos:

:



“Hallándome informado de que la invención de los que se llaman Franc-Masones es sospechosa a la Religión y al Estado, y que como tal está prohibida por la Santa Sede debaxo de Excomunión, y también por las leyes de estos Reynos, que impiden las Congregaciones de muchedumbre, no constando sus fines, e institutos a su Soberano: He resuelto atajar tan graves inconvenientes con toda mi autoridad; y en su consecuencia prohíbo en todos mis Reynos las Congregaciones de los Franc-Masones, debaxo de la pena de mi Real Indignación, y de las demás que tuviese por conveniente imponer a los que incurrieren en esta culpa: Y mando al Consejo que haga publicar esta prohibición por Edicto en estos mis Reynos, encargando en su observancia, al zelo de los Intendentes, Corregidores y Justicias, asseguren a los contraventores, dándoseme cuenta de los que fueren por medio del mismo Consejo, para que sufran las penas que merezca el escarmiento: En inteligencia de que he prevenido a los Capitanes Generales, a los Gobernadores de Plazas, Gefes Militares e Intendentes de mis Exércitos, y Armada Naval, hagan notoria, y zelen la citada prohibición, imponiendo a cualquiera Oficial, o Individuo de su jurisdicción, mezclado o que se mezclare en esta Congregación, la pena de privarle y arrojarle de su empleo con ignominia. Tendráse entendido en el Consejo, y dispondrá su cumplimiento en la parte que le toca”.

Con José I la Masonería renació en España levantando las Columnas de las Logias madrileñas “San José”, “Beneficencia de Josefina”, “Santa Julia”, “San Juan de Escocia de la Estrella de Napoleón”, “Los Filadelfos” y “La Edad de Oro”, a las que siguieron otras más hasta llegar a contabilizar 34 Talleres. De ellas salieron quienes que fundaron, en octubre de 1809, la “Gran Logia Nacional para todas las Españas”, en un inmueble madrileño de la calle de las Tres Cruces, que había servido como sede de la Inquisición española, hasta que la abolió el 4 de diciembre de 1808. Igualmente, bajo su amparo y con su apoyo el 4 de julio de 1811 el Conde de Grasse-Tilly constituyó el Supremo Consejo del Grado 33 para España y sus dependencias.



No hay nadie en el periodo de la independencia latinoamericana, en ambos lados del océano, que pueda mostrar un Curriculum Masónico parecido y un apoyo tan público y decisivo al progreso de la Orden.



Y aunque gran parte de la literatura Masónica se ufana de que la Orden estuvo en todo el reino detrás de las Juntas “de Gobierno”, “Supremas”, “Revolucionarias” y “Provinciales”, además de los “Gritos de Independencias” (en solo Hispanoamérica fueron más de medio centenar), la verdad es que se proclamaron precisamente contra él.



Exiliado y residenciado en los Estados Unidos de América desde 1813 hasta 1841, José I protegió a través de la Masonería a los inmigrantes bonapartistas, y a su regreso a Europa, en 1841, se domicilió en Florencia, Italia, en donde pasó al Oriente Eterno el 28 de julio de 1848 a los 76 años de edad.

Sus restos fueron trasladados a París, en donde reposan en el Palacio Nacional de los Inválidos, al lado de los de sus hermanos Napoleón y Jerónimo Bonaparte, y su sobrino Napoleón II.

EL SECRETO INICIÁTICO



La imagen puede contener: 4 personas, incluido Victor Salazar, personas de pie y traje


EL SECRETO INICIÁTICO

Extractado de: René Guenón, Apercepciones sobre la Iniciación, capítulo XIII.

El secreto iniciático es tal porque consiste exclusivamente en lo «inexpresable», lo cual, por consiguiente, es también necesariamente lo «incomunicable»; y así, si las organizaciones iniciáticas son “secretas”, este carácter no tiene aquí nada artificial y no resulta de ninguna decisión más o menos arbitraria por parte de nadie. Así pues, este punto es particularmente importante para distinguir bien, por una parte, las organizaciones iniciáticas de las organizaciones secretas.

La primera de estas consecuencias es que, mientras que todo secreto de orden exterior puede ser siempre traicionado, el secreto iniciático no puede serlo nunca de ninguna manera, puesto que, en sí mismo y en cierto modo por definición, es inaccesible e inaprehensible a los profanos y no podría ser penetrado por ellos. En efecto, este secreto es de naturaleza tal que las palabras no pueden expresarle; es por eso por lo que la enseñanza iniciática no puede hacer uso más que de ritos y de símbolos, que sugieren más bien que expresan, en el sentido ordinario de esta palabra. Hablando propiamente, lo que se transmite por la iniciación no es el secreto mismo, puesto que es incomunicable, sino la influencia espiritual que tiene a los ritos como vehículo, y que hace posible el trabajo interior por cuyo medio, tomando los símbolos como base y como soporte, cada uno alcanzará ese secreto y le penetrará más o menos completamente, más o menos profundamente, según la medida de sus propias posibilidades de comprehensión y de realización.

Invocar razones de «prudencia» en el sentido de que, con esto, esa organización se defiende, contra «indiscreciones» tampoco es la primera razón de ello, puesto que ésta no es otra que la perfecta inutilidad de admitir a individualidades para los que la iniciación nunca sería más que «letra muerta», es decir, un formalidad vacía y sin ningún efecto real, porque son en cierto modo impermeables a la influencia espiritual. En cuanto a la «prudencia» frente al mundo exterior, así como se entiende más frecuentemente, no puede ser más que una consideración completamente accesoria, aunque sea ciertamente legítima en presencia de un medio más o menos conscientemente hostil, puesto que la incomprehensión profana raramente se detiene en una suerte de indiferencia y se cambia con mucha facilidad en un odio que aunque no tiene nada de ilusorio; no obstante, no podría alcanzar a la organización iniciática misma, que, como tal, es verdaderamente «inaprehensible».

Puede ocurrir que, además de este secreto que es el único esencial, una organización iniciática posea también secundariamente otros secretos de un orden más o menos exterior y contingente. Los secretos a los que hacemos alusión aquí son aquellos que conciernen a las ciencias y a las artes tradicionales; y puesto que estas ciencias y estas artes no pueden ser comprendidas verdaderamente fuera de la iniciación donde tienen su principio, su «vulgarización» no podría tener más que inconvenientes, ya que acarrearía inevitablemente una deformación o incluso una desnaturalización.

La imagen puede contener: 3 personas, incluido Victor Salazar, personas de pie e interior


En esta misma categoría de secretos accesorios y no esenciales, se debe colocar el que recae, ya sea sobre el conjunto de los ritos y de los símbolos en uso en una tal organización, o ya sea, más particularmente todavía, y también de una manera más estricta, sobre algunas palabras y algunos signos empleados por ella como «medios de reconocimiento», para permitir a sus miembros distinguirse de los profanos. No hay que decir que todo secreto de esta naturaleza no tiene más que un valor convencional y completamente relativo, y que, por eso mismo de que concierne a formas exteriores, siempre puede ser descubierto o traicionado, lo que, por lo demás, correrá el riesgo de producirse tanto más fácilmente cuanto menos rigurosamente «cerrada» sea la organización. Así pues, se debe insistir en que no solo este secreto no puede ser confundido de ninguna manera con el verdadero secreto iniciático, salvo por aquellos que no tienen la menor idea de la naturaleza de éste, sino que ni siquiera tiene nada de esencial, de suerte que su presencia o su ausencia no podría ser invocada para definir a una organización como poseedora de un carácter iniciático o como desprovista de él.

La existencia de un tal secreto exterior y secundario en las organizaciones iniciáticas más extendidas se justifica también por otras razones; algunos le atribuyen sobre todo un papel «pedagógico» o, en otros términos, una «disciplina del secreto» constituiría una suerte de «entrenamiento» o de ejercicio que forma parte de los métodos propios de esas organizaciones; y se podría ver en ello como una forma atenuada y restringida de la «disciplina del silencio» que estaba en uso en algunas escuelas esotéricas antiguas como la en los pitagóricos. Disciplina secreti o disciplina arcani se decía también en la iglesia cristiana de los primeros siglos, lo que parecen olvidar algunos enemigos del «secreto»; pero es menester destacar que, en latín, la palabra disciplina tiene lo más frecuentemente el sentido de «enseñanza» que además, es su sentido etimológico.

Para las organizaciones iniciáticas, la existencia de un secreto de este tipo no tiene nada de necesario; e incluso tiene una importancia tanto menor cuanto más puro y elevado es el carácter de éstas, porque entonces están tanto más desprovistas de todas las formas exteriores y de todo lo que no es verdaderamente esencial.

Por otra parte, todos los que están afectados por mentalidad moderna padecen un odio al secreto y a lo mistérico. Bien es verdad que la «vulgarización» de las doctrinas esotéricas no implica peligro alguno dado que las verdades de un cierto orden se resisten por su naturaleza misma a toda «vulgarización» por muy claramente que se las exponga; no las comprenden más que aquellos que están cualificados para comprenderlas.

El verdadero secreto no puede ser traicionado nunca de ninguna manera porque reside únicamente en lo inexpresable, que es por eso mismo incomunicable. Estas son cuestiones cuyo sentido y alcance escapan enteramente a la mentalidad moderna, y al respecto de las cuales la incomprehensión engendra naturalmente hostilidad. El vulgo siente siempre un miedo instintivo de todo lo que no comprende, y el miedo engendra muy fácilmente el odio.

Como tales misterios parecen «privilegios» establecidos en provecho de algunos, la mentalidad moderna no acepta ninguna forma de superioridad aun cuando se fundamenten en la naturaleza misma de los seres. En pro de cierta forma de «igualitarismo», se jacta de suprimir todo «misterio» y ponerlo al alcance de todo el mundo. El odio del secreto, en el fondo, no es otra cosa que una de las formas del odio por todo lo que rebasa el nivel «medio», y también por todo lo que se aparta de la uniformidad que se quiere imponer a todos.

Extractado de: René Guenón, Apercepciones sobre la Iniciación, capítulo XIII.

EL VALOR DE LOS RITUALES EN LAS FRATERNIDADES Y LOGIAS


La imagen puede contener: texto

EL VALOR DE LOS RITUALES EN LAS FRATERNIDADES Y LOGIAS


Publicado por Joannes Karles .

Por lo general, las Escuelas, Órdenes, Fraternidades y Logias suelen realizar dos tipos de trabajo, uno público en el cual se suelen hacer lecturas, conferencias, coloquios, etc.; y otro interno o privado donde haré más hincapié en esta conferencia.

En los trabajos internos debe haber un conocimiento oculto o esotérico de lo que se hace por parte de los miembros, es más, si no hay conocimiento y colaboración no puede dar buenos resultados.

Lo ideal es que estos miembros tuvieran ya cierto grado de pureza por haber superado gran parte de sus defectos y que tuvieran una actitud como quien se encuentra en un recinto sagrado.

Por otro lado, los miembros también deben ir preparados tanto mental como sentimentalmente para crear una unificación de pensamientos durante el ritual para que éste sea fuerte y puro y no pueda quedarse en el Mundo del Deseo, y para eso deben elegirse (si hubiera que hacerlo) temas elevados y no permitir que salga de ningún miembro ni el más mínimo mal sentimiento o deseo. Por ejemplo, en el Servicio del Templo de la Fraternidad Rosacruz, una persona del grado de Probacionista debe leer un artículo o conferencia, pues bien, ese texto, además de identificarse con las enseñanzas de la Fraternidad Rosacruz no deben contener nada personal ni que pueda hacer pensar mal o crear malos sentimiento a sus oyentes.

Esto hace que la reacción unificada de las mentes de los asistentes dé tal fuerza al pensamiento-forma grupal que podría alcanzar el Mundo del Espíritu de Vida.


Al igual que un aspirante a la iniciación puede atraer la atención de un Maestro o Hermano Mayor, también los Centros donde se desarrollen los conocimientos y el aspecto devocional y espiritual, suelen atraer la atención de estos hermanos más adelantados; de hecho, en algunas reuniones o servicios, parece como si se notara la presencia de alguien especial.


De cualquier forma, los rituales concebidos por los Hermanos Mayores y descritos por iniciados, por sí mismos tienen el poder de abrir un canal para que descienda la energía divina del plano inmediatamente superior. El valor de un ritual se centra en la conciencia y, por tanto, el mayor beneficio de un ritual se obtiene cuando hay un conocimiento sobre el mismo. Hay quien piensa que los rituales solo sirven para exaltar la conciencia, y es cierto, pero gracias a la exaltación se contacta con las fuerzas espirituales. Aunque podríamos decir que el oficiante es el mago dentro de la ceremonia o ritual, son los participantes los que crean la atmósfera necesaria para que se produzca la magia que hará que las fuerzas espirituales tomen partido en ella; por eso es un deber de los mismos poner lo mejor de su parte y hacer los trabajos mentales necesarios. Cuando un miembro está centrado en asuntos elevados y lo hace con intensidad y concentración, alcanza las regiones superiores, y esto actúa como canal para que haya una respuesta, por tanto, ¿Qué no se podrá conseguir si todos los miembros están unidos como una misma nota-clave? Eso mismo se puede hacer cuando en la ceremonia o ritual se tratan aspectos devocionales profundos donde se generen pensamientos y sentimientos que puedan beneficiar a la humanidad o a determinadas personas, entonces el pensamiento-forma grupal será más poderoso y podrá hacer mayor bien incluso a sus creadores. Un miembro de una Fraternidad o Logia no debe ser inactivo ni tomarse un ritual o un Servicio como algo monótono y aburrido porque estos trabajos pueden ser de gran ayuda a la humanidad y a los miembros mismos.

Es importante, por consiguiente, que haya asistencia y colaboración en las fraternidades y logias, ya que cumplen una labor que ayuda al desarrollo espiritual de la sociedad. Tampoco debería ocurrir lo que ocurre muchas veces en que las actividades, propuestas, iniciativas, etc. dependan de una persona porque, si ocurre eso, cuando esa persona falte puede desmoronarse toda la obra. La fraternidad debe ser valorada por la riqueza de vida espiritual que contenga y no por las personas o actividades que nada tengan que ver con el conocimiento que se debe impartir ni con los servicios o rituales. Las fraternidades, logias, escuelas y grupos tienen su propia identidad pero todas forman un cuerpo o energía unificadora que ayuda en la evolución de la humanidad, ese es el motivo por el cual los diferentes Maestros y Hermanos Mayores las crearon y las mantienen siempre que haya un trabajo espiritual. Una escuela es un vehículo formado por células (personas) cuya misión es servir como elementos de desarrollo en la sociedad, puesto que ellas son receptoras e intermediarias de influencias superiores y de una sabiduría oculta.

Es más, cada miembro debería considerarse ejemplo de sabiduría, amor, fraternidad y servicio altruista; eso enriquece la escuela y atrae a nuevos miembros.


Lo cierto es que los rituales fueron creados por las Jerarquías que guían y ayudan en el desarrollo y evolución de la humanidad, pero su verdadero significado es casi un misterio para la mayoría de las personas. Al igual que con los mitos antiguos y con los cuentos infantiles se intenta imprimir una serie de verdades y enseñanzas en la conciencia de las personas, también en los rituales se intenta hacer lo mismo por medio de sus aspectos esotérico y exotérico. El aspecto exotérico es la representación de algo (según quién y dónde se haga) por medo de una serie de objetos, sonidos, colores o substancias que tienen como meta crear una imagen global que se imprima en la conciencia como una Verdad; todos los elementos que componen este cuadro pictórico tiene una simbología especial. El segundo aspecto de estas ceremonias, el aspecto oculto y esotérico, se relaciona con la existencia de los mundos invisibles y con las Jerarquías que allí existen y que ayuda a la humanidad. Por consiguiente, estos rituales son medios, hilos de comunicación, entre el mundo físico y los mundos invisibles que, a su vez, intercambian y manifiestan una serie de energías.


El papel principal, como por ejemplo en la Eucaristía, (cuyo sacerdote tiene el poder por haber sido ordenado) es del oficiante, el cual, como en el resto de ceremonias, debería ser consciente de lo que hace. Él colabora para que lo visible alcance lo invisible y para que el trabajo de los asistentes tenga una respuesta, pero su papel principal es hacer esa unión de los mundos para poder hacer que una energía espiritual descienda al mundo físico para que actúe como en su propio mundo; es decir, invocar una serie de fuerzas espirituales para que afecten a lugar donde se hace el ritual y a las personas que allí se encuentran. Este es el motivo por el cual tiene gran importancia los objetos sonidos, colores y demás símbolos de una ceremonia, todo lo que se diga, piense y haga en una ceremonia o ritual tiene una representación, como efecto, en los mundos invisibles. Estas singulares representaciones, palabras, plegarias, símbolos, etc. son el lenguaje con las cuales nos comunicamos con las Jerarquías superiores y con las que hacemos la llamada para que acudan los Ángeles y sus elementales colaboradores para que se cumpla el objetivo del ritual.


Desde el mismo comienzo, estas ceremonias crean la atmósfera necesaria y predisponen los cuerpos de los asistentes para que puedan ser receptores de las energías que se van a invocar.


Pero si el asistente asiste ya predispuesto y es consciente de lo que va a ocurrir, se ayudará mucho él mismo porque facilitará la influencia de dichas fuerzas espirituales procedentes de los mundos superiores. En ciertos servicios, como ocurre con los de la Fraternidad Rosacruz donde hay unos himnos cantados, se consigue, o se debería conseguir, un equilibrio y armonía que preparen los cuerpos de los asistentes en ese sentido por medio de la multiplicidad de voces entonando una misma nota-clave que fue elegida y escrita con una muy determinada intención. Algo similar ocurre con las Palaras de Poder que se utilizan, bien solo por parte del oficiante o bien en las que también intervienen los miembros de la religión, escuela o logia. Por ejemplo: Iglesia Católica: Rogad hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios todopoderoso; a lo que se responde: El Señor reciba de tus manos este santo sacrificio en honra y gloria de Su Nombre para nuestro beneficio y el de toda su Santa Iglesia. En el caso de la Fraternidad Rosacruz de Max Heindel: “Mis queridos hermanos y hermanas, que las Rosas florezcan en vuestras cruces”, a lo que se responde: “Y en la tuya”.


Estas palabras tienen la intención de que se produzca un acercamiento, una manifestación de hermandad y una voluntad de hacer algo juntos, pero esta unión y buena voluntad y deseo, también alcanzan los mundos invisibles y obtienen respuesta. Son las vibraciones del sonido, de la palabra acompañada del pensamiento y del sentimiento adecuado los que alcanzan esos mundos, y dependiendo de la intención, pureza y sentimientos que se pongan así serán los niveles que alcancen y las respuestas que se obtengan. Cuando una persona, consciente de lo que ocurre en esos lugares, acude a una ceremonia o servicio con sentimientos devocionales y fraternales debería sentir los efectos de lo invisible desde los primeros momentos en que suene la música o se digan las palabras claves que atraen la atención de los Ángeles. Todos los objetos y símbolos utilizados en un ritual son magnetizados (consagrados) durante el mismo, bien por el oficiante o bien por las entidades que intervienen intermediarias también para que las fuerzas espirituales más elevadas puedan ayudar en el desarrollo a los asistentes.

Por tanto, a mayor contacto con ellos, a mayor receptividad consciente de las energías influyentes, y cuanta más pureza y devoción, más beneficio espiritual se recibe de dichos seres. Cada signo y cada símbolo tienen su función y su ayuda para los miembros presentes, es igual que sea el signo de la cruz que los pensamientos y sentimientos que se emitan en relación con un emblema.

Por Francisco Nieto Vidal