jueves, 19 de marzo de 2020

BREVE HISTORIA DEL RITO DE MENFIS, DE MIZRAIM, Y DE MENFIS-MIZRAIM



BREVE HISTORIA DEL RITO DE MENFIS, DE MIZRAIM, Y DE MENFIS-MIZRAIM


RITO DE MENFIS

Jean Etiénne Marconis de Négre, hijo del fundador del Rito, en su libro “Le Sanctuaire de Memphis” (París, 1849), afirma que el Rito proviene directamente de Palestina, y que tiene su origen en los Caballeros Templarios. Esta es la tesis oficial y goza del suficiente rigor histórico. Sin embargo, es cierto que los propios Caballeros Templarios contaban su propia leyenda acerca del origen del Rito, manteniendo que éste era mucho más antiguo, y se remontaba a muchos siglos antes.

Cuenta la leyenda que San Marcos, el evangelista, viajó a Alejandría, con el fin de visitar las iglesias cristianas a lo largo del valle del Nilo. Este hecho es verídico ya que existen numerosos testimonios de este viaje, también es verdad que de dudosa procedencia. Sería más correcto decir, sin temor a dudas, que su viaje fue a Ormuz (Siria), lugar donde el propio San Marcos se convirtió al cristianismo al egipcio ORMESSIUS (también llamado ORMUS), que era, hasta ese momento uno de los sacerdotes del culto de Serapis. Al volver a Egipto, éste convirtió a otros seis hombres (puede que sacerdotes) y de esta forma que una vez se reunieron siete iniciados, fundó la Hermandad Iniciática de “Los Sabios de la Luz”, primera Logia conocida que practicaba el llamado (posteriormente) Rito de Menfis.

De esta circunstancia proviene la expresión:

“Toda Luz viene de oriente y toda iniciación de Egipto”

Este sabio egipcio, Ormus, fue el depositario único de la milenaria tradición egipcia, la cual purificó de acuerdo con los principios cristianos. Por esa misma época, los Esenios, junto con otros grupos de judíos, fundaron una escuela de ciencia salomónica, a la cual se dice que concurría el propio Ormus. Este último a su vez inició en sus misterios a algunos peregrinos esenios, cuyos descendientes, siglos después a su vez, iniciaron a algunos caballeros cruzados en Palestina.

Desde el Siglo I hasta el Siglo XII, los discípulos descendientes de Ormuz fueron los depositarios de las antiguas tradiciones de Egipto, adaptadas al cristianismo. Después de múltiples y diferentes transformaciones a través de los siglos, ya en la Edad Media, durante las Cruzadas, algunos Caballeros pertenecientes a la Orden del Templo (Templarios) fueron iniciados en Palestina, en un centro iniciático heredero de las antiguas tradiciones esenias. Los esenios conocidos como “los piadosos” y también los “nazarenos” (el término «nazareno» significa «consagrado a Dios», o también «el que conoce las cosas ocultas»), se denominaban a sí mismos, “los Hijos de la Luz”, obviamente no había motivos para denominarse «Hijos de la Viuda» si bien, hay que apreciar que la viuda es Isis en los Misterios Egipcios.

Son precisamente a estos «Caballeros del Temple» a los que el Rito de Menfis reconoce como a sus fundadores inmediatos. Y fueron ellos los que llevaron dicha Tradición Iniciática a Europa, dentro de la Orden de caballería a la que pertenecían. Hacia el año 1150, los Templarios se diseminaron por toda Europa, y muchos Caballeros Templarios se refugiaron entre otros en lo que hoy llamaríamos Escocia o Suecia, llegando a fundar debido al auge que tomó en este siglo el cristianismo en la ciudad de Upsala (Suecia), una logia operativa. Tiempo después, también en Escocia, establecieron otra logia de la Masonería Oriental.

Tras la muerte de Jacques de Molay, Gran Maestro de los Caballeros Templarios de Francia, y luego de la abolición de la Orden del Temple en el siglo XIV, los Caballeros Templarios escoceses se reunieron en una nueva Orden fundada por el Rey Robert Bruce I. Es en esta nueva Orden donde debe buscarse el origen de la Masonería Escocesa.

Fue en este mismo siglo aunque más tarde, en 1332, que se separaron los Masones de Edimburgo, de los Masones fieles a la tradición de Ormus o Masones de Menfis, que decidieron permanecer fieles a la Tradición Egipcia. Los masones de Edimburgo amparados por el poder político del propio rey fundan un nuevo Rito bajo el nombre de Heredom de Kilwinning, predecesores del llamado Rito de Escocia. En torno a estos ritos se creará posteriormente la Gran Logia Real de Kilwinning, la Orden de San Andrés del Cardo, la de los Maestros Escoceses de San Andrés, el Rito de Perfección o de Heredom y las Logias de la Masonería Jacobita o Masonería Estuardista*.

*No se debe confundir los ritos escoceses con el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, que se estructura el 31 de mayo de 1801, al constituirse en Charleston, Carolina del Sur, el Primer Supremo Consejo de los Soberanos Grandes Inspectores Generales del XXXIII y Último Grado del Rito Escocés Antiguo y Aceptado.

Una vez minorizada la tradición egipcia de Menfis en Escocia, reaparece a fines del siglo XVIII en Francia, como consecuencia de la invasión de Egipto por Napoleón Bonaparte, y la “extraña” decisión de llevar consigo 167 sabios para la invasión. Obviamente se pretendía, desde el primer momento, ser una invasión no sólo militar sino científica. Hay que señalar el hecho contrastado de que muchos de los oficiales militares que acompañaban a Napoleón eran masones de antiguos ritos iniciáticos, tales como los Philaletes, los Hermanos Africanos, el Rito Hermético, los Philadelfos, el Rito Primitivo, e incluso miembros del Gran Oriente de Francia. Por cierto, entre ese grupo de oficiales estaba Jean François Champollion, quien logró descifrar el lenguaje jeroglífico mediante el estudio de la famosa Piedra de Rosetta.



En El Cairo, estos hermanos masones establecieron contacto con representantes de las escuelas hermético-gnósticas de Egipto. Llegaron hasta el Líbano, y recibieron iniciaciones en la Masonería Drusa, todo ello está reflejado y demostrado por el libro “Le Voyage en Orient (Viaje a Oriente)” de Gérard de Nerval, que no se publicó hasta 1850. Este libro es el culpable de la introducción dentro de la masonería de la disonante figura y leyenda de Hiram Abí. Tales conocimientos llegan a nosotros gracias a el maravilloso libro “La Franc-Maçonnerie oubliée” de Robert Ambelain.

Fue unos 50 años antes, en 1798 que los Generales Bonaparte y Jean Baptiste Kléber, Joachin Murat (según ha constatado Gérard Galtier por escritos del Gran Maestro Zola) fueron iniciaciados en los misterios y en la Tradición, por sabios masones egipcios en la Cámara del Rey de la Gran pirámide de Keops, donde recibieron como única investidura un anillo. Éstos fundaron la Logia Isis en El Cairo, para profundizar en los conocimientos y la sabiduría que el rito les transmitía.

A su vuelta a Francia, el 23 de mayo de 1815 en la localidad de Montauban, Francia. Se fundó la primera logia de Menfis, sus fundadores fueron GABRIEL MATHIEU MARCONIS DE NÉGRE, oficial de la armada napoleónica de Egipto, y el general francés SAMUEL HONIS. Esta primera Logia Madre que fundaron recibió el nombre de “Los Discípulos de Menfis” sobre la base de la Logia «Isis» de Egipto.

Y así los hermanos masones de la misión a Egipto y aquéllos por ellos iniciados, decidieron unánimemente renunciar a la filiación masónica proveniente de la Gran Logia de Inglaterra, a la sazón enemigo número uno de Francia, al sentirse recipendiarios de una iniciación masónica mucho más pura y antigua, que nada debía a la Obediencia de Londres.

El Rito de Menfis avanzaba imparable y se extendió rápidamente por Francia e Italia, gozando de gran predicamento se abrieron Logias en Marsella y Bruselas, pero la persecución que propicia la ignorancia, el odio, el fanatismo y la envidia no cesan nunca, y 35 años después todas las Logias de Menfis fueron cerradas por autoridades civiles francesas en 1852, debido a la nefasta influencia del Gran Oriente de Francia, que se consideraba y aún lo hace, árbitro y fuente inspiradora de la “regularidad”, tensión que mantenía con la Gran Logia Unida de Inglaterra que bajo el mismo paraguas protector de dar credenciales y patentes, se extendía por todo el orbe masónico. Esta absurda lucha por liderar la masonería y distinguir los buenos de los malos, produjo como consecuencia que el Rito de Menfis entrara en una etapa de “sueño”.

La mayoría de miembros del Gobierno Provisorio eran masones o bien se convertirían posteriormente en masones del GOF, sin duda ello pudo tener una influencia positiva en algunos aspectos como el desarrollo de las ideas y determinadas medidas tomadas, comenzando por la abolición de la esclavitud, por Víctor Schoelcher, o la instauración del sufragio universal. Sólo señalar que el mismo Lamartine mantiene que el lema republicano Libertad-Igualdad-Fraternidad es de origen masónico.

A partir de la elección del príncipe Luis-Napoleón Bonaparte en 1849 (que se convertiría en Napoleón III tras el golpe de estado del 2 de diciembre de 1851), la francmasonería se encuentra nuevamente amenazada y vigilada, bajo la tutela del Príncipe Lucien Murat, impuesto como Gran Maestro del Gran Oriente de Francia, está confabulación entre masones y políticos, condujo al control férreo de la masonería, convirtiéndola en una única organización controlada políticamente, que para mantener un pensamiento único, no deseaba células de otras masonerías campando libres por la Francia del Segundo Imperio. Si bien es verdad que la masonería francesa totalmente radicalizada viaja en pos de la tercera República, y abjuraba del emperador.

Unos años más tarde cercano a 1862, Marconis agobiado ante la desaparición arbitraria y política del Rito, no ve más salida que rendirse al Gran Oriente de Francia «GOF», y agobiado por la muerte en vida del rito, solicitó su incorporación al GOF, con la esperanza de así poder revivir el Rito. El Gran Oriente de Francia consultó al Gran Colegio de Ritos de Francia y fue oficialmente admitido en la masonería “regular francesa», marchamo preciso para poder subsistir en noviembre de 1862. Marconis, es nombrado sin oposición alguna Gran Hierofante Mundial del Rito de Menfis, para ello tuvo que rendir su autoridad ante el Gran Oriente de Francia.

Con lo que se consiguieron los fines que motivaron la persecución de los «aparentes Hermanos», es decir a partir de aquí únicamente el Gran Oriente de Francia podría otorgar Cartas Constitutivas para la creación de nuevas Logias del Rito de Menfis. Marconis recibió a cambio el “resucitamiento” del Rito, y el permiso para reabrir las Logias cerradas por la policía.

Pero una condición más grave fue impuesta en esta venta al poder político-masónico que suponía el Gran Oriente de Francia…. la caída a la decadencia y profanación del Rito. Así se le impuso: Que estas logias de Menfis sólo podrían trabajar en los rituales de los tres primeros grados de la Masonería Universal, prohibiendo su trabajo en todos los demás, no contentos con ello, se adecuando estos primeros grados a las máximas del Rito Escoces Antiguo y Aceptado y al Rito Francés, creando un sucedáneo y una mixtura, que era bien visto y del agrado del GOF, modificando la historia y adjudicándoselo como propio. Una vez que no entraba en conflicto con sus propios ritos, y sobre todo no producía el efecto adverso de abrir los ojos a sus adeptos. Este sucedáneo es aún practicado en el Gran Oriente de Francia, manteniéndose los mismos tres grados que permitieron coexistir, aunque, como es de su agrado vacío de toda la simbología y contenido esotérico, y convirtiéndose en un instrumento más de los fines políticos de la masonería del Gran Oriente de Francia.



RITO DE MIZRAIM

El Rito de Mizraim, según Marc Bédarride, remonta su remoto y verdadero origen, al primer hombre: Adán. Simbólicamente, indica su origen primordial y tradicional. Según la leyenda, el patriarca Balaám, iniciado en el rito de Mizraim, se estableció en Etruria, precisamente en el lugar que se conoce actualmente como la ciudad de Florencia. Con el paso de los siglos, los iniciados mizraimitas que vivieron en dicha región esparcieron su influencia sobre el mundo civilizado. Fundaron Logias en toda la Península Itálica. Sus iniciados participaron en la Primera Cruzada, y durante su estancia en la ciudad de Jerusalem, realizaron una visita a la gruta del profeta Elías, en las cercanías del Monte Carmelo, incluso cabe la posibilidad de haber sido iniciado del propio sultán Saladino. Al regreso de la Cruzada, estos iniciados se asentaron en la Liguria itálica. Destacan como iniciados del momento en el Rito, el alquimista Nicolás Flamel y el pintor Giotto.

Fue GAD BÉDARRIDE, padre de los hermanos Bédarride fundadores del Rito de Misraim en Francia, quien recibió en Cavallion en 1782, la visita de un misterioso «Iniciador Egipcio» del cual sólo se conoce su nombre místico de ANANIAH «El Sabio». Este Adepto fue quien inició a Gad Bédarride en la Masonería Egipcia.

Aun así la primera noticia que tenemos de este Rito proviene de Venecia. En 1788 se constituyó el “Rito de Mizraim seu Aegypti”. Su filiación proviene del propio Conde Cagliostro.

Realmente, no comenzó en Milán como creen algunos historiadores, sino que allí se estableció conjuntamente con Nápoles, y emergieron las más importantes logias, para pasar de allí a Francia.

THORY, escritor de masonería de la época nos narra en sus dos obras «Acta Latomorum» y «Nomenclatura de los Ritos Principales», lo siguiente: «el Rito de Misphraim que es muy joven en Francia, era muy popular en Venecia y en las Islas Jónicas. Allí existían muchos Capítulos de Misphraim en los Abruzos y en la Pouille (Italia)…Todos los grados, excepto el 88,89 y 90 tienen nombres diferentes. Los nombres de los últimos tres grados no son conocidos, ellos están indicados, en el manuscrito que nos fue transmitido a nosotros, como estando velados”

La tradición del Rito de Misraim nos indica que sus últimos grados eran practicados en tres diferentes formas o Regímenes.

1º: RÉGIMEN COPTO-EGIPCIO: RÉGIMEN DE VENECIA: Dónde se practicaban los Arcanum Arcanorum o Mysterium Magnum

2º: RÉGIMEN EGIPCIO-GRIEGO: RÉGIMEN DE NÁPOLES: Dónde se mantenían los Arcana Arcanorum o Secreto de los Secretos.

3º: RÉGIMEN FILOSÓFICO-CABALÍSTICO: RÉGIMEN DE BÉDARRIDE.

En 1823 es disuelta la de la Orden de Misraïm en Francia, por orden del Tribunal Correccional debido a las simpatías napoleónicas de los hermanos Bédarride, quienes eran militares inactivos del Ejército Imperial Napoleónico, aunque hasta 1831 los Hermanos Bédarride consiguen abrir nuevas logias de Mizraim en Francia a pesar del Decreto de Disolución. En 1856 comienza la persecución política del Gran Oriente de Francia para abolir el rito con la ayuda del Tribunal Correccional y la policía.

El Rito de Mizraim estuvo activo también en Inglaterra. Hay un documento emitido en 1824, por el “Supremo Poder para Escocia de la Orden Masónica de Mizraim”, que proporciona interesante información sobre quiénes eran los Miembros de los Altos Grados alrededor del mundo. Este documento está firmado en el “Valle de Edimburgo”.

Estos Miembros perfectamente documentados eran:

– Soberano Gran Maestro Absoluto de la Orden, grado 90º. Príncipe Augusto Federico D’Este, 9º hijo de Jorge III Rey, y Duque DE SUSSEX-Londres, Gran Maestro de la Gran Logia Unida de Inglaterra, iniciado en el grado 90º en 1817.

– 90º Duque DE CAZES-Londres Embajador del Rey de Francia en la Corte de Gran Bretaña.

– 90º Conde MURAIRE-París Gran Conservador de la Orden. Gran Presidente del Supremo Poder en Francia. Gran Oficial de la Legión de Honor.

– 90º MARC BEDARRIDE-París Gran Conservador de la Orden Teniente Coronel.

– 90º JOSEPH BEDARRIDE-París Gran Conservador de la Orden Capitán de Caballería.

– 90 º Duque de Leinster, y Gran Maestre de la Gran Logia de Irlanda.

Y continúa enumerando a los Grandes Maestros de la Orden de Holanda, Rusia, Venecia, Nápoles, Berlín Palmira, Francia y el Gran Ministro de la Orden en Madrid, Gran Maestro Andorrah 87º.

Hasta 1870 que se produce la separación de la Gran Logia Unida de Inglaterra, de nuevo invocando causas políticas, pasando a ser el conde Earl de Beactive, grado 90º, el Soberano Gran Maestre del Rito de Misraïm. Se mantiene la orden gracias a la actividad de Robert Wentworth Little (fundador de la Societas Rosicruciana In Anglia), el Conde de Limerick, Sigismund Rosenthal y E. H. Finney, que crean, en Londres, el Supremo Consejo General 90º del Rito de Misraïm, invocando una consagración de Adolphe Cremieux.



RITO DE MENFIS-MIZRAIM

En 1881 GIUSEPPE GARIBALDI unificó ambos ritos y vino a ser el PRIMER GRAN MAESTRO MUNDIAL de los Ritos de Menfis y Misraim, como tal unificados. Lamentablemente falleció en Junio de 1882, no pudiendo hacer nada por el nuevo Rito. Tras la muerte de Garibaldi, es John YARKER quién se convirtió en el Gran Hierofante de Menfis y Misraim para todos los países de Europa hasta su muerte en 1913.

Tras la muerte de John Yarker, le sucedió como Gran Maestro Mundial, el alemán Teodoro REUSS-WILSON, quien falleció en 1924, sin que la dirección mundial de Menfis-Misraim pudiera asegurar un sucesor.

La lista de GRANDES MAESTROS del Rito, está ocupada no sólo por aquellos que han ocupado esta función administrativa dentro de la Orden Masónica, sino porque difundieron el Rito allí donde fueron, entre ellos destacan:

– CAGLIOSTRO: fundador de los Ritos Egipcios

– MARC BEDARRIDE: fundador del Rito de Misraim

– JEAN MARIE RAGON: autor masónico

– MARCONIS DE NEGRE: fundador del Rito de Memphis

– GARIBALDI: unificador de los Ritos de Misraim y de Menfis

– JOHN YARKER: Gran Maestro

– TEODORO REUSS: fundador de la Ordo Templi Orientis

– GERARD ENCAUSSE: fundador de la Orden Martinista

– JOHAN BRICAUD: Gran Maestro

– ARTURO REGHINI: fundador del Rito Filosofico Italiano

– CONSTANT CHEVILLON: Gran Maestro

– JEAN MALLINGER: Gran Maestro

– RUDOLF STEINER: fundador de la Sociedad Antroposofica

– GEORGE LAGREZE: Gran Maestro

– ROBERT AMBELAIN: Gran Maestro

– GERARD KLOPPEL: Gran Maestro

– GASTÓN CLERC GONZÁLEZ: Gran Maestro



M.S.H. PHOENIX 33.66.90-96º


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martes, 17 de marzo de 2020

CAGLIOSTRO


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CAGLIOSTRO

CagliostroGiuseppe Balsamo, conocido como conde Alessandro di Cagliostro, nació en Palermo (isla de Sicilia, Italia) el 2 de junio de 1743 y falleció en prisión en el castillo de san Leo (cerca de Pesaro, Italia) el 26 de agosto de 1795.


O, al menos, esto es lo que dice la historia oficial, porque la anterior información es la más certera (y con ciertas reservas) que se conoce acerca de este personaje del cual, si bien es innegable su existencia histórica, su biografía es tan controvertida que es difícil decir cuál es la realidad y cuál la ficción en los hechos que se le atribuyen; todo depende de quien lo cuente. Porque incluso los autores que han tratado de enfocar los hechos del modo más objetivo han tenido que basarse en testimonios de la época que, o están más o menos viciados por la opinión subjetiva tanto de admiradores como de enemigos acérrimos de nuestro hombre, o son demasiado difusos como para establecer una personalidad y trayectoria vital coherente.
No hay ninguna duda de que Cagliostro fue un personaje que dio bastante que hablar (por motivos dispares) en su época, que se codeó con la nobleza y hasta con la realeza de algunos países europeos, y que por razones no muy claras se convirtió en el blanco de poderosos enemigos. Y esta fama hizo que algunos personajes ilustres como Goethe o Alejandro Dumas se interesaran por sus andanzas, aportando algunos datos que han contribuido a enriquecer (y a complicar también) la biografía de este enigmático personaje. Y, seguramente para su desdicha, llamó también poderosamente la atención del mismísimo papado de Roma, el cual le puso en el punto de mira de la Inquisición. Estos retazos de vivencias, las declaraciones de contemporáneos más o menos interesadas y el contenido de algunos documentos es todo lo que se conoce públicamente acerca de este hombre; truhán y embaucador para unos y un iniciado con extraordinarios poderes para otros.
La primera duda que se presenta está en la identificación del conde de Cagliostro con la persona de Giuseppe Balsamo; los testimonios favorables a esta hipótesis son aparentemente bastante sólidos, y de hecho se acepta oficialmente como válida esta teoría sobre el origen del conde; aunque si damos esto por cierto nos vemos impulsados a dilucidar el motivo por el cual el humilde Balsamo decidió adoptar el nombre y modo de vida del conde de Cagliostro; sus detractores insisten en que lo hizo para llevar más lejos sus embustes y tretas de buscafortunas, de no ser así habría que admitir que experimentó un cambio de personalidad realmente extraordinario. La otra opción sería, como otros sostienen, concluir que se asoció a Cagliostro la personalidad de Balsamo para denostarle y denigrarle.
Charles Théveneau de Morande fue un periodista sensacionalista, chantajista y espía francés que vivió en Londres hacia finales del siglo XVIII. Fue en esa ciudad donde se cruzó con Cagliostro, hacia 1776; por aquel tiempo se dice que fue precisamente cuando Giuseppe Balsamo asumió oficiosamente el nombre de conde de Cagliostro, y se dedicaba junto con su esposa a alternar por la capital inglesa con aspecto y maneras de un auténtico noble italiano. Fue entonces cuando Morande decidió airear públicamente la, según él, verdadera personalidad del conde desvelando que su verdadero nombre era Giuseppe Balsamo y su origen, extremadamente humilde. Este es el primer testimonio del supuesto desenmascaramiento, y además llevado a cabo por un contemporáneo que probablemente trató personalmente con Cagliostro, pero aunque se suele dar por válido cabe la duda de si fue una acusación interesada y falseada (Morande era un monárquico declarado). Cagliostro replicó a estas acusaciones con su escrito “Carta abierta al pueblo inglés”, donde instó a Theveneau de Morande a retractarse de sus afirmaciones.
Alejandro Dumas, el ilustre autor francés del siglo XIX, escribió entre 1846 y 1848 el libro “Memorias de un médico: José Balsamo”, como parte de una serie de cinco novelas ambientadas en la Francia del período comprendido entre Luis XV y la Revolución Francesa. Se trata de una obra de ficción escrita en el tono propio de Dumas, donde narra algunas aventuras que tienen como protagonista a Balsamo (al cual identifica algo vagamente con Cagliostro) , y al que describe como un personaje misterioso, una especie de mago o taumaturgo con ciertos poderes, además de activista revolucionario. En la novela menciona también, entre otros personajes en parte históricos y en parte ficticios, a la esposa de Balsamo como Lorenza Feliciani, y a un tal Althotas, alquimista y supuesto maestro de Balsamo. Aunque no se puede tomar esta obra como referencia biográfica de Cagliostro, no cabe duda de que indica que el autor había oído hablar largamente de él (el cual ya había desparecido, por cierto, bastantes años antes de la redacción de la novela) y había quedado evidentemente impresionado, recreando al personaje a la medida de la obra.
Bastante más serio parece el testimonio de Goethe, el famoso escritor alemán, el cual se tomó la molestia de investigar personalmente el origen de Cagliostro. Contemporáneo suyo, el mismo Goethe reconocía su renombre en las cortes europeas, y aunque no llegó a conocerle personalmente, indagó en sus orígenes para tratar de discernir las verdaderas intenciones del misterioso conde. Esto nos da una idea al menos de que la fama de Cagliostro ya en vida traspasaba fronteras, y que los relatos de sus actividades llamaban la atención. En un pasaje de su novela autobiográfica “Viaje a Italia”, (escrita a modo de diario de viaje), Goethe explica sus observaciones e impresiones acerca de Cagliostro además del resultado de sus pesquisas cuando se encontraba en Palermo en abril de 1787, lugar de nacimiento de Giuseppe Balsamo (probablemente ya público desde las declaraciones de Theveneau). Goethe comienza señalando las discusiones de los ciudadanos de Palermo acerca de Balsamo, un conciudadano que se había ganado mala reputación, saliendo prácticamente desterrado de allí. Las opiniones estaban divididas respecto de si se trataba del conde de Cagliostro o no, pero lo cierto es que los que habían tratado a Balsamo le identificaban como el mismo rostro que aparecía en un grabado que circulaba de Cagliostro.
Goethe cuenta cómo descubrió a un jurisconsulto de Palermo, al cual el gobierno francés había encargado investigar oficialmente la procedencia de Cagliostro (esto a raíz de un proceso que se había levantado en Francia contra el conde, posiblemente el del fraude del collar de perlas del que luego hablaré), a partir de lo cual este jurisconsulto había establecido el árbol genealógico de Balsamo relacionándolo efectivamente con el conde de Cagliostro. Goethe tuvo acceso a esta información, quedando convencido de la relación Balsamo-Cagliostro, al cual decididamente tacha de embaucador y sinvergüenza.
Según esta genealogía, Giuseppe Balsamo nació en el seno de una muy humilde familia oriunda de Palermo desde generaciones; el apellido Cagliostro procedía efectivamente de un tío de Giuseppe, y este último había dejado en Palermo a su madre viuda y a una hermana en condiciones bastante precarias, lo cual critica con amargura Goethe. El estudio también menciona que de pequeño había estado en un seminario, demostrando gran inteligencia y dotes para la medicina, pero a causa de su mala conducta fue despedido, convirtiéndose en “mago y buscador de tesoros en Palermo”.
Tuvo que huir de Palermo por estafar a un joyero local (escapó de una condena de prisión preventiva), de donde partió a Roma, donde comenzaría su periplo aventurero. Todo esto narra Goethe, el cual visitó en persona a la familia de Giuseppe Balsamo quedando convencido de lo anteriormente dicho y de la falsedad de Cagliostro. A propósito de este asunto con el joyero, Goethe añade una anécdota que recogió de las mismas fuentes y da por cierta y digna de mención: algún tiempo después de su huida y ya casado, Cagliostro decidió volver a Palermo con su mujer bajo el nombre falso de marqués de Pellegrini. Un enemigo suyo antiguo, Marano, (el mismo joyero al que había timado), le reconoció y le denunció con lo que fue a parar a la cárcel. Sin embargo, la mujer de Cagliostro se había ganado el favor de un príncipe napolitano, de alto linaje e influencia. Este había declarado en público que era el protector de la pareja, así que se indignó cuando vio que encerraban a Cagliostro. Ensayó varios medios para libertarlo pero no dieron resultado, por lo que se presentó en la antecámara de la Audiencia y amenazó al abogado de Marano con darle una gran paliza si no abandonaba el juicio y hacía que pusieran en libertad inmediatamente al reo. El letrado se negó, y el príncipe le cogió por la casaca y empezó a golpearle violentamente, hasta que llegó el presidente y los separó. El abogado y Marano se retractaron, Cagliostro fue liberado y no se guardó ningún registro de lo sucedido ni del porqué de la liberación.
En base a estos hechos, comprobados personalmente por Goethe durante su estancia en Palermo, éste elabora su juicio contra Cagliostro y a partir de esa opinión expresa también su acuerdo con la información que, en esa línea difamatoria, se divulgaría posteriormente desde Roma a toda Europa por parte de la Inquisición.
Otra versión más benévola acerca del origen de Cagliostro afirma que fue hijo de un Gran Maestre de la Orden de Malta (o haber nacido en una insigne familia cristiana que lo abandonó misteriosamente en Malta), tuvo por mentor a un insigne rosacruz llamado Althotas, el cual le inició y le introdujo en los Grandes Misterios y viajó desde temprana edad por Oriente, principalmente Egipto (donde alcanzó la iluminación en un ritual en las Grandes Pirámides), volviendo posteriormente a Europa como Gran Maestro. Evidentemente esta versión niega toda relación del Cagliostro mago e iniciado con el truhán Balsamo, pero no da suficientes detalles sobre la vida del iniciado para que se pueda elaborar su trayectoria, por lo que continuaré el relato donde lo deja Goethe: con Giuseppe Balsamo saliendo de Palermo en dirección a Roma.
Lo que acontecería al joven Balsamo en los siguientes años no está nada claro, aunque parece que hay cierta unanimidad en reconocer que viajó por el Mediterráneo llegando a Egipto y Oriente Medio. No parece razonable pensar que fuera a esos lugares a probar suerte; él mismo sostenía que durante ese viaje iniciático obtuvo la base de conocimiento que le capacitaba para hacer las cosas extraordinarias que se le achacan, sobre todo en el terreno de la alquimia y la medicina; además trajo consigo lo que denominó “Rito Egipcio” , un ceremonial esotérico que impulsó en Europa en el entorno de la francmasonería con la que tuvo estrechos lazos. De aquí provendría también el apelativo o título de “Gran Copto” que Cagliostro se autoimpuso.
Sea como fuere, se ubica a Balsamo de vuelta en Roma hacia el año 1766; durante este período se le adjudican diversos oficios, todos innobles: desde la falsificación de cuadros o documentos hasta la venta de elixires fraudulentos que él mismo elabora, pasando por casi todo tipo de engañifas que le pudieran reportar beneficio. Y es entonces cuando conoce a la joven de origen humilde Lorenza Feliciani y se casa con ella ya en 1768. Su flamante esposa le acompañaría en adelante en sus viajes, desempeñando un importante papel. Lorenza es conocida principalmente por haberse convertido rápidamente en cómplice perfecto de las estafas de su marido. Y generalmente se admite que su tarea era atraer a ricos ingenuos para lograr su protección o beneficiarse a su costa; es decir, que se la trata más o menos de meretriz voluntariosa en connivencia con Balsamo.
La pareja decide emprender viaje por la costa mediterránea en busca de mejor suerte en un azaroso peregrinaje, cambiando de identidades según la situación lo requería. Se sabe que llegaron por la costa francesa hasta España, ya que existe el testimonio de alguien que circunstancialmente se encontró con ellos en Aix-en Provence (cerca de Marsella, Francia) en 1770. Este testigo es el famoso aventurero Giacomo Casanova, que, en principio atraído por la fama que estaban creando en el pueblo Balsamo y Lorenza (ahora se hacía llamar Serafina) debido a sus generosos regalos y limosnas, trató personalmente con ellos, que según decían venían como peregrinos desde Milan a Barcelona. Pero, al parecer, ya entonces disponían de tal riqueza que sus acciones se comentaban en todo el pueblo.
Así cuenta Casanova en su biografía el encuentro, que fue inicialmente (cómo no) con Lorenza:
“Encontré a la peregrina sentada en una silla con aspecto de hallarse exhausta, e interesante por su juventud y belleza singularmente realzadas por un toque de melancolía y un crucifijo de metal amarillo de seis pulgadas de largo que tenía en su mano. Su compañero, que estaba arreglando unas conchas de caracol en su casaca de bayeta negra, no hizo ningún movimiento. Parecía darse cuenta, por las miradas que dirigí a su esposa, de que sólo me interesaba por ella.
-¿Hacia dónde os encamináis, mi hermosa doncella?- le preguntó Casanova.
Y ella le respondió:
-Marchamos por los caminos viviendo de la caridad, el mejor de los medios para obtener la misericordia de Dios, el Dios a quien tan a menudo hemos ofendido. Aunque sólo pido un céntimo por caridad, la gente me da siempre piezas de plata y oro. Y así, al llegar a un pueblo, para no cometer el pecado de perder la confianza en la divina Providencia, nos vemos forzados a distribuir a los pobres todo lo que nos sobra, después de haber subvenido a nuestras sencillas necesidades.”
Casanova también menciona, casi con cierta admiración, las dotes de falsificador de Balsamo. Si fue estafado por la pareja no llega a confirmarlo, pero sí aclara que volvió a encontrarse con ellos años después en Venecia, esta vez pomposamente disfrazados de aristócratas.
Balsamo y su esposa continuaron su viaje hacia España, donde recorrieron en breve tiempo varias capitales ejerciendo, siempre según la biografía oficial, sus artes ilegales que tan buenos frutos les iban proporcionando; probablemente pasaron de aquí a Portugal, y desde Lisboa embarcan hacia Inglaterra, llegando a Londres donde se establecerían durante un cierto espacio de tiempo. De esta estancia en la capital inglesa hay información más detallada: aunque no hay opinión unánime, parece ser que por aquel entonces el matrimonio ya se presentaba como conde y condesa de Cagliostro, contando con una considerable riqueza que les procuró una cómoda vida y también les atraería algunos problemas debido a sus alardes de generosidad. En los siguientes años se les sitúa en París, Bruselas, y de nuevo en Londres ya hacia 1776; este período está salpicado de información diversa de fuentes no muy claras (por ejemplo sus vivencias en Londres, documentadas sobre todo por el dudoso Theveneau de Morande) y que en general tratan de fuertes altibajos en la situación económica de los Cagliostro, algún que otro devaneo amoroso con resultados desastrosos (se cuenta un episodio en el que la pareja casi rompe por una clara infidelidad de Lorenza que lleva a su marido a denunciarla, lo que la lleva brevemente a una cárcel parisina), casos judiciales en que se ven temporalmente envueltos (a veces, curiosamente, como víctimas) además de, por otra parte, investigaciones alquímicas de Cagliostro de importancia, contactos con la francmasonería tanto inglesa como continental… en fin, una cada vez más marcada e interesante actividad esotérica del conde de Cagliostro. También se dice que fue en esta época donde éste trató con el conde de Saint Germain, otro misterioso personaje que se menciona difusamente ora como maestro, ora como colaborador de nuestro hombre.
A partir de aquí, se tienen noticias del conde de Cagliostro en diferentes lugares de Europa, unas veces como experimentado alquimista, fabricando oro, joyas y elixires, otras veces como espiritista invocando almas de fallecidos ilustres, en ocasiones como milagroso sanador…cabe señalar que hasta los más tenaces críticos de Cagliostro coinciden en describir buena cantidad de hechos extraordinarios que por entonces se le atribuían, a veces en presencia de muchos testigos o incluso arrastrando verdaderas multitudes en los lugares por donde pasaba. Atendía y curaba gratuitamente a pobres y humildes y a la vez se codeaba con la más alta aristocracia. También, más o menos veladamente, alternaba con logias masónicas de toda Europa. En este sentido, sus seguidores afirman que Cagliostro, como iniciado de primera magnitud, fue reconocido por todas las Ordenes Iniciáticas de su época, que le dispensaron honores sólo reservados a los más elevados. Fue iniciado en el Rito de Emanuel Swedenborg (ilustre erudito y místico sueco), fue amigo de Martinez de Pasqually quien le introdujo en su Orden de los Caballeros Elegidos Cohen, colaboró con Jean-Baptiste Willermoz, y con Louis Claude de Saint Martin (notables estudiosos esoteristas del mismo círculo), fue Gran Maestro del Rito Escocés, y Gran Maestro del Rito de los Filaletes (conocidos ritos masónicos), además de difundir su particular Rito Egipcio en calidad de Gran Copto.
Hacia 1779 se sabe que Cagliostro estuvo en Rusia, aunque la zarina Catalina II decide expulsarle parece que, a su juicio, por la perniciosa influencia que el conde ejercía sobre la aristocracia del país.
Cagliostro decidió volver a Francia, instalándose en la ciudad de Estrasburgo. Allí, casi todos sus biógrafos coinciden en admitir que las demostraciones que hacía de los fenómenos ocultos asombraban a la gente que los presenciaba. Su capacidad llegaba a manifestar objetos que ordinariamente no eran visibles a los espectadores, así como a hacerse visible simultáneamente en dos lugares, según se dice. De hecho, se cuentan cosas tan extraordinarias que los más reacios sólo aciertan a explicar alegando que Cagliostro era un gran hipnotista, utilizando ese poder con la gente. Pero tales demostraciones de poder no sólo tenían lugar ante las masas crédulas e ignorantes. Muchas personas ilustradas y versadas en ciencias también se hallaban presentes en esas ocasiones. Sanó (muchas veces de forma descrita como milagrosa) y alimentó gratuitamente a muchos pobres, acrecentando su fama; también aceptaba a adinerados pacientes, lo que le atrajo poderosas amistades. Fue así como coincidió con el cardenal Luis Eduardo de Rohan, obispo de Estrasburgo, político y hombre muy rico e influyente en Francia. Cagliostro disfrutó durante varios años de la confianza de Rohan, pero esta relación le reportó a la postre bastante infortunio debido al “asunto del collar”, que prácticamente sería el principio del fin del conde.
Merece la pena detenerse un poco en el caso del collar de diamantes, muy destacable porque involucró directamente a la reina de Francia, María Antonieta de Austria. Para calibrar la importancia política que tuvo este escabroso asunto, baste decir que posiblemente fue uno de los detonantes de la Revolución Francesa (el mismo Napoleón Bonaparte así lo afirmaba posteriormente), ya que sin duda encendió vivamente las iras del pueblo francés contra la reina y la propia monarquía. En realidad, nadie ha podido demostrar jamás que Cagliostro estuviera implicado en el caso, pero por alguna razón (tal vez su cercanía en esos momentos a Rohan) se le imputó cierta responsabilidad en los hechos.
En agosto de 1784, unos joyeros denunciaron que Rohan había utilizado el nombre de la reina María Antonieta para adquirir –sin pagarlo– un valiosísimo collar de diamantes. La verdad era que Rohan, que había perdido el favor de la reina María Antonieta, creyó poder reconquistarlo consiguiéndole un collar de diamantes que deseaba la soberana, muy amiga de estos lujos. La joya, sin embargo, desapareció. Parece ser que fue volatilizada por la auténtica culpable de la trama, la condesa Jeanne de Valois, la cual había urdido el engaño para conseguir mucho dinero a costa sobre todo del crédulo cardenal Rohan, el cual puso toda su confianza en ella (que le había prometido adquirir el collar directamente de los joyeros y ofrecérselo a la reina en su nombre). La justicia fue directamente a por Rohan y, de paso, Cagliostro (a éste se le acusó de apoyar el engaño convenciendo a Rohan), los cuales fueron encerrados en la Bastilla y juzgados por el Parlamento de París. Durante el largo y mediático juicio se descubrió que Rohan había adquirido el collar pensando que lo hacía por amor y para la reina: tenía en su poder un montón de cartas de María Antonieta, evidentemente falsas; estaba convencido de que vivía un secreto romance con la reina y de que ésta disfrutaba del collar desde hacía tiempo . El timo de la condesa de Valois fue casi perfecto; incluso debió de tener tiempo de empeñar la joya por partes (según se dice, entre París y Londres) y disfrutar de un impresionante tren de vida antes de ser descubierta. Nunca más se supo (oficialmente) de los diamantes; el Parlamento francés (por otro lado resuelto a desprestigiar a la Corona) tras el juicio, que tuvo gran repercusión tanto dentro como fuera de Francia, acabó absolviendo a Rohan y Cagliostro y condenando a la condesa de Valois a cadena perpetua (escaparía de prisión con una oportuna ayuda huyendo a Londres, donde murió al caer por una ventana, se dice que perseguida por agentes franceses). Un increíble caso de intriga palaciega al que, por ejemplo, el escritor Stephan Zweig dedica un interesante capítulo en su obra biográfica “María Antonieta” narrando al detalle el suceso y mencionando a Cagliostro (al que tacha directamente de estafador) como cómplice en el engaño.
Pero lo cierto es que el asunto del collar le había supuesto a Cagliostro una estancia de nueve meses en la prisión de la Bastilla, una mancha en su reputación (cuando estaba en el cenit de su carrera) que le acompañaría ya por siempre y el destierro, ya que al ser liberado las autoridades francesas le invitaron a irse del país por orden expresa del rey Luis XVI.
Así que, en junio de 1786, Cagliostro partió hacia Inglaterra, donde fue recibido como un mártir de la tiranía. Allí aprovechó para exigir una indemnización desorbitada a la monarquía francesa y publicar su “Carta al pueblo francés”, en la que describía el trato vejatorio que había sufrido en la Bastilla, profetizaba que volvería cuando ésta se hubiera convertido en un paseo público y exhortaba el Parlamento «a convocar los Estados generales y trabajar por la Revolución.
Esta declaración de intenciones incrementó su popularidad, sobre todo entre la masonería europea, aunque también puso en guardia a las monarquías francesa e inglesa, que elaboraron una campaña de desprestigio contra él, sacando a la luz pública toda la información (sobre todo la más difamatoria posible) acerca de sus andanzas a lo largo y ancho de Europa. Cagliostro, atacado y deshonrado, se exilió temporalmente a Suiza (en Basilea aún se conserva el sótano que supuestamente utilizó como laboratorio alquímico para fabricar oro, mantenido en toda regla por el mismísimo Museo Farmaceútico de la ciudad) y más tarde, en mayo de 1789, se establecería definitivamente en Roma. Los hechos no tardarían en darle la razón, ya que en el verano de ese mismo año se convocaron los Estados Generales en Francia, con la posterior toma por el pueblo de la Bastilla, lo que precipitó la Revolución Francesa.
La Iglesia católica seguía desde hacía tiempo los pasos de Cagliostro con gran preocupación, alertada por la fama que iba ganando en todos los estamentos de la sociedad. Pero lo que la impulsó a actuar fue la actitud del conde en Roma. Este, en parte a instancias de sus discípulos y admiradores, decidió instaurar una logia masónica en la ciudad, cosa que estaba penada de muerte por edicto papal para los católicos. Fue arrestado el 27 de septiembre de 1789 por orden del Santo Oficio de la Iglesia de Roma.
El proceso que tuvo lugar a continuación es bastante contradictorio; la Iglesia afirma que se procuró a Cagliostro una defensa justa y que le instaron a declarar sus faltas con la promesa de suavizar su condena, aunque otras fuentes hablan de coacciones y hasta tortura para hacer admitir a Cagliostro las acusaciones. Lo que sí parece cierto es que la Inquisición se valió del testimonio de la condesa Serafina, la esposa de Cagliostro, la cual no dudó en denunciar a su marido, según describe el Santo Oficio, espontáneamente y para “descargar su conciencia”. Este postrero y trágico episodio de la vida de Cagliostro está documentado por parte del tribunal del Santo Oficio en unos manuscritos que, aunque no forman parte estrictamente del juicio (no son las propias actas), sí son una compilación históricamente válida, recogida hacia 1870 para uso del propio tribunal (es conveniente señalar que el Vaticano muy probablemente dispone de manuscritos al respecto de todo esto que serían extraordinariamente reveladores, entre otras cosas toda la literatura, apuntes, etc… que se incautó a Cagliostro cuando fue apresado y que no fue destruída). En base a ello, tenemos que Serafina, aparte de denunciar a su marido “para procurar la salvación de las almas de ambos”, proporcionó al tribunal información detallada de primera mano de las actividades de Cagliostro en diversas épocas y lugares de Europa, como la constitución de logias, reuniones secretas, ceremonias mágicas, rituales espiritistas y otros hechos que se escapaban al entendimiento de la esposa y que vinieron muy bien al Santo Oficio para argumentar la acusación. Algunos investigadores van más allá afirmando que Serafina ya venía delatando a su esposo desde su encierro en la Bastilla, y que fue a instancias de ella por lo que ambos terminaron en Roma, en las mismas fauces de la Inquisición. La cuestión es que, tras el juicio, Serafina acabó recluída en un convento, y Cagliostro condenado por hereje, con pena de muerte que el papa le conmutaría por cadena perpetua. Esto ocurría en abril de 1791; en consecuencia, fue trasladado a una celda del apartado castillo-fortaleza de san Leo donde se le pretendía enterrar en vida.



Allí permanecería por espacio de cuatro años, hasta su muerte el 26 de agosto de 1795, hecho que tampoco está del todo claro ya que existen diferentes teorías en torno a ello: oficialmente, el motivo de la muerte fue una apoplejía, hay quien dice que fue asesinado en su misma celda, tal vez por temor a que escapara; también corrió el rumor de que escapó después de estrangular a un sacerdote que fue a atenderle. Y por último, según H.P. Blavatsky, Cagliostro habría escapado misteriosamente y, gracias a sus milagrosos elixires, habría burlado a la muerte por muchos años más. La verdad es que su cadáver jamás fue encontrado, pese a que cuando los soldados revolucionarios franceses llegaron a San Leo en la campaña contra Italia dirigida por Napoleón no encontraron a Cagliostro en el lugar, certificando su muerte en base al testimonio de sus carceleros.
Aparte de las operaciones delicitvas y fraudulentas consabidas, se atribuyen al conde de Cagliostro muchos hechos extraordinarios y sobrenaturales, tales como curaciones de todo tipo, la fabricación de oro y joyas, tintes, elixires y todo tipo de elaboraciones alquímicas, invocación de fantasmas y personas fallecidas, adivinación y don de la profecía, materialización de objetos, telepatía, bilocación…algunos de estos hechos fueron corroborados por testigos objetivos que no pudieron darles explicación. Mientras que nunca renegó de su cristianismo, está constatado que fundó logias en varios países para el desarrollo de su Rito Egipcio; fue muy admirado por la francmasonería europea y las sociedades rosacruces existentes, así como muchos esoteristas posteriores a él, le consideran un maestro rosacruz de primer orden.