sábado, 14 de marzo de 2015

LAS TRES LUCES DEL TALLER


LAS TRES LUCES DEL TALLER

Se denominan así al Venerable Maestro y a los dos Vigilantes de la Logia.
EL SOL
En la pared, encima del Segundo Vigilante, brilla una imagen representativa del Sol. Este astro ha sido adorado desde tiempos inmemoriales. La ciencia, desde su comienzo, se propuso develar el misterio del Sol. Su vital importancia para la existencia de la vida sobre la tierra, ha sido reconocida también por la Masonería, que ve en él no solamente su realidad física, sino también, simbólicamente, la fuente del conocimiento. Cuando ello es posible, es tradicional iluminar la representación gráfica del Sol una vez abiertos los Trabajos de una Logia. El Compás que se coloca sobre la Biblia, se considera también como una representación solar: el ojo con el que se unen ambos brazos simboliza al astro y los brazos sus rayos.
LA LUNA Y LAS ESTRELLAS
Por occidente se oculta el Sol y en la bóveda celeste es sustituido por la luna y las estrellas (los Aprendices Masones trabajan desde el mediodía hasta la medianoche). Es por ello que sobre el sitial del Primer Vigilante se coloca una imagen del satélite , y en el techo del Templo una representación de las estrellas (siete, como son siete los Hermanos necesarios para iniciar una Tenida). Estos tres elementos otorgan también al Templo el simbolismo por el cual dicho lugar representa al Universo.
Recordemos lo escrito en “Génesis”, I, 16 y 17: “E hizo Dios las dos grandes lumbreras: la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche. Hizo también las estrellas”. “Y púsolas Dios en la expansión de los cielos, para alumbrar sobre la tierra”.
EL OJO
Encima del Trono del Venerable Maestro brilla un Delta o Triángulo Luminoso en cuyo centro se ubica una representación de un ojo, de hondo significado en la tradición iniciática. “El ojo que todo lo ve” puede considerarse como el del Gran Arquitecto del Universo observando su obra.
TENIDA
Es el nombre genérico que se le da a la reunión formal de Hermanos Masones de una Logia. La misma es regida por normas de ceremonial contenidas en los Rituales de la Logia, que varían de acuerdo al Rito al que la Logia pertenezca.
TENIDA BLANCA
Es aquella en la que se permite la entrada al Templo a las esposas de los Hermanos (en otros Orientes esta excepción se extiende a familiares en general y profanos). Ella es regida también por un Ritual ad-hoc, pero en el desarrollo del mismo se obvia toda señal o palabra amparada por la discreción exigida en las Tenidas Regulares (“Juremos el más profundo silencio acerca de todo lo que aquí ha pasado”).
FIESTAS SOLSTICIALES
Ya los pueblos primitivos tuvieron consciencia de que determinadas fechas del año constituían un jalón para los fenómenos naturales, de tanta influencia en la caza, la agricultura y en general en todos las condiciones de vida de los hombres. Las primeras expresiones religiosas en las que astronomía fue un constituyente de importancia, ya destacaron con ceremonias especiales aquellas fechas, los solsticios y los equinoccios, que marcaban el comienzo de las distintas estaciones.
También para los integrantes de las corporaciones de oficio en general y para los Masones Operativos en particular, el estado del tiempo era muy importante, pues una nevada por ejemplo, podía paralizar totalmente las obras. Es por ello que, siguiendo antiguas tradiciones, festejaran la llegada del Verano y del Invierno. Las fechas en las que ello acontece son denominadas “Solsticios”: en el hemisferio norte entre el 21 y el 22 de junio y el 21 y el 22 de diciembre, respectivamente. La Iglesia en la Edad Media tenía un gran poder sobre las Corporaciones e identificó estos acontecimientos naturales con las fechas dedicadas a los Santos 23 Juanes, el Bautista el 24 de junio y el Evangelista el 27 de diciembre.
De allí que estos Santos se convirtieran en los Patronos. La Gran Logia laicizó en Israel estas fiestas denominándolas Fiestas de la Flor. Nuestra Logia celebra la Fiesta de la Flor en diciembre con una Tenida Blanca y en verano propicia un encuentro familiar en el que un Hermano explica la importancia de la celebración.
MESA BLANCA
Es la reunión gastronómica festiva de Hermanos, Cuñadas y Profanos, generalmente como culminación de una Tenida. La mesa tendrá forma de U y en la cabecera se ubicarán el VM y su esposa, el Maestro de Ceremonias y su esposa, el Gran Maestro y su esposa y GGr:. MM:. Pasados si están presentes, o el más alto Oficial o Dignatario de la Gran Logia presentes. En el caso de festejarse una Iniciación también se sentarán en la cabecera los nuevos Hermanos y sus esposas. En definitiva, el VM y el M de CC deberán adaptar el número de honorables a la capacidad de la cabecera. Cuando los asistentes a la reunión son solamente Hermanos, a esta reunión se la denomina Agape.

FEDERACIÓN AMERICANA DE MASONERÍA FEMENINA


FEDERACIÓN AMERICANA DE MASONERÍA FEMENINA

La Federación Americana de Masonería Femenina es una organización que reúne a Grandes Logias, Grandes Orientes y Confederaciones de Grandes Logias Masónicas Femeninas del continente americano que cumplan con los requisitos estipulados en su Constitución y Reglamento General y se identifiquen con el ideario masónico universal, con el fin de aunar fuerzas que permitan extenderlo y fortalecerlo.
La creación de la Federación Americana de Masonería Femenina, y la Constitución y Reglamento General que la norman, ofrecen una nueva herramienta para la construcción masónica. Contribuyen a reafirmar nuestra identidad de mujeres y masonas, al constituirse, FAMAF, en un centro de encuentro fraternal, enriquecido por la diversidad de sus integrantes, desde el cual, se pueden compartir inquietudes y proyectos, que potencien a cada una de las Instituciones Masónicas Federadas.

Permite abrir nuevos y más amplios espacios, para dar acogida a las mujeres de espíritu libre de todo el continente americano, que aprecien contribuir a la existencia de un mundo más solidario, más justo e inclusivo y sobre todo más pacífico, que posibilite mirar con optimismo el futuro de la humanidad y nos enorgullezca de la Masonería Femenina en América.

RENE GUENON Y LA MASONERIA

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RENE GUENON Y LA MASONERIA
FRANCISCO ARIZA
Uno de los temas de investigación sin duda apasionantes entre los muchos que ofrece la obra de René Guénon es, precisamente, el que nos toca desarrollar en estas páginas: la influencia de dicha obra en la Masonería, sabiendo de antemano que no podemos abordar, por razones obvias, todo lo que Guénon dijo al respecto, que fue mucho y muy importante. Esto nos obliga a ser necesariamente sintéticos en nuestra exposición, y a señalar tan sólo una serie de puntos que nos parece pudieran ofrecer una visión global de lo que el mensaje guenoniano representa para la Masonería, una de las pocas vías iniciáticas que todavía pervive en Occidente.
Y cuando hablamos de esa influencia lo hacemos sabiendo que la obra legada por Guénon, en su conjunto, constituye no la exposición de una forma tradicional cualquiera, sino que se trata de la adaptación a nuestra época de la doctrina metafísica y la cosmogonía perenne, cuya depositaria no es otra que la Tradición primordial, también llamada Tradición unánime y universal, pues su origen es no-humano, o mejor aún supra-humano, por ser la expresión misma de la Verdad y la Sabiduría eternas.1 Para Guénon, todas las formas tradicionales (incluidas las que tienen dentro de sí un componente religioso o exotérico) derivan de esa Tradición primigenia, y de ella extraen su legitimidad en tanto que tales formas. Esto incluye, naturalmente, a la tradición masónica, según confirman las distintas leyendas en donde se relatan sus orígenes míticos, así como sus códigos simbólicos y sus ritos iniciáticos, los cuales constituyen sus señas de identidad y su razón misma de ser. Quizás fue la pervivencia de esos códigos la razón principal del interés mostrado siempre por Guénon hacia la Masonería, interés que, además, estaba plenamente justificado por el hecho de que ésta, lejos de encontrarse en pleno vigor, se hallaba sumergida en una profunda decadencia que la conducía de manera inexorable al borde de su desaparición como tal organización iniciática, y por tanto de ser completamente absorbida por el mundo profano.

En efecto, a principios de siglo, cuando Guénon comienza a escribir sus primeros artículos en la revista "La Gnose" (precisamente en la época en que recibe la iniciación islámica, la taoísta y la masónica), la Masonería estaba sufriendo la misma suerte que antaño corrieron otras organizaciones iniciáticas y tradicionales de Occidente, como fue el caso de la Orden del Temple y la Orden Rosa-Cruz, a las que más adelante nos referiremos. La incomprensión de que eran objeto los símbolos y los ritos por la mayoría de sus miembros era la causa principal de esa decadencia, que para Guénon ya comienza cuando a principios del siglo XVIII la Masonería pierde gran parte de su antiguo carácter operativo (heredado de los constructores y cofradías artesanales de la Edad Media) al hacerse predominante en ella lo "especulativo", que lejos de constituir, como señala el propio Guénon, "un progreso, implica, no una desviación propiamente dicha, sino una degeneración en el sentido de un aminoramiento, que consiste en la negligencia y el olvido de todo lo que es realización, porque es esto lo verdaderamente 'operativo'".2

Ese olvido sería entonces el verdadero origen de lo "especulativo" dentro de la Masonería (o de la preponderancia de éste en detrimento de lo operativo, pues ambos no tienen por qué excluirse, como no se excluyeron en la antigua Masonería, en donde lo especulativo se correspondía con la iniciación virtual y lo operativo con la realización efectiva), lo cual no quiere decir que ésta haya tomado definitivamente una forma "especulativa", pues esto significaría afirmar que sus símbolos son sólo "teoría", y no contuvieran, como de hecho contienen, los elementos necesarios para la realización espiritual. Como antes hemos dicho, lo "especulativo" es sólo un punto de vista, por otro lado insuficiente, por su carácter mental y reflejo, para efectuar el paso de la "potencia al acto", de lo virtual a lo efectivo, o como se dice en lenguaje masónico, para ir de las "tinieblas a la luz". Esto ha de quedar bien claro si se quiere comprender lo que para Guénon significaba realmente la Masonería, pues más allá del estado de degeneración en que, por las circunstancias que fuesen, se encuentra una organización iniciática, esto "no cambia nada de su naturaleza esencial, y asimismo la continuidad de la transmisión es suficiente para que, si circunstancias más favorables se presentaran, una restauración sea siempre posible, debiendo ser necesariamente concebida esta restauración como un retorno al estado 'operativo' ".3 Por ello él insistió, casi cada vez que abordaba el tema masónico, en señalar las diferencias existentes entre lo "operativo" y lo "especulativo", pues es ésta una cuestión de capital importancia que debe ser entendida claramente si se desea comprender la verdadera naturaleza de la iniciación masónica, o mejor aún, de la iniciación considerada en ella misma, al margen de la forma tradicional a través de la cual se exprese. Para Guénon lo "operativo" no es sinónimo de trabajo manual, ni tampoco de "práctica", sino más bien de trabajo interior, en el sentido alquímico del término, es decir de lo que el ser pueda hacer consigo mismo en vistas al cumplimiento de su propia realización espiritual, que es lo que realmente importa, no siendo el trabajo manual sino un soporte como otro cualquiera para efectuar dicha realización. No es entonces por casualidad que tanto la Masonería, como la tradición Hermética, también se denomine el "Arte Real", idéntico a la "Gran Obra" de la transmutación alquímica. Las "herramientas" de ese trabajo interior no son otras que los ritos y los códigos simbólicos, su práctica, estudio y meditación, pues ellos vehiculan las ideas de orden cosmogónico y metafísico cuyo conocimiento efectivo determinará el grado del desarrollo del ser y la vinculación con su Principio uno y eterno.

Sin embargo, si los símbolos y los ritos, o la energía espiritual que vehiculan y de la que son el soporte, no son "vivificados" por el Espíritu, esto es, si no actualizan y promueven la búsqueda del Conocimiento, que es en definitiva de lo que se trata, la iniciación masónica será tan sólo "virtual", y entonces sí que podrá llamarse "especulativa", pero no en ella misma, sino con respecto a quien así la considere. Es bastante probable que para la mayoría de masones de hoy en día su Orden no sea sino eso: "especulativa", o teórica, sin relación alguna, o en cualquier caso reducida al mínimo, con cualquier tipo de realización interior, que incluye el desarrollo de las posibilidades de orden universal y trascendente inherentes a la naturaleza humana. Pero la obra guenoniana va dirigida sobre todo a aquellos masones que realmente se entregan a la búsqueda del Conocimiento, esperando encontrar en los símbolos y ritos masónicos las enseñanzas y los métodos necesarios para hacer efectiva su iniciación. Es decir, a los que se sienten a sí mismos herederos de su legado tradicional, y se muestran receptivos a su mensaje, considerando que está vivo y que es actuante (y no una reliquia del pasado trasnochada y anacrónica), y además sabiendo con certeza, y esto es esencial, que dicho legado forma parte de la "cadena áurea" o Philosophia Perennis directamente emanada de la Tradición primordial.

Por consiguiente, es partiendo de una toma de conciencia de la verdadera universalidad de los símbolos y los ritos masónicos, que se puede acometer cualquier labor encaminada a recuperar, en la medida de lo posible, los elementos doctrinales que se han perdido, o han sido alterados, con el paso de lo operativo a lo especulativo. Y es en este punto preciso donde la obra de Guénon adquiere su verdadera función con respecto a la Orden masónica, ofreciéndole a esos masones vinculados con el Espíritu de su tradición las "líneas maestras" a partir de las cuales realizar esa labor restauradora. Si la obra que nos ha legado ha sido considerada como "providencial" para la Orden masónica es por una razón fundamental: porque restituye el sentido original de sus símbolos y sus ritos, que constituyen la doctrina y el método masónico respectivamente, integrándolos dentro de la Cosmogonía Perenne, afín a todas las formas tradicionales. De ahí también que cualquier tentativa que se haga para recuperar la "operatividad" de la simbólica masónica haya de pasar necesariamente por un conocimiento previo de aquella obra, en la que se encontrará todo lo imprescindible para que dicha tentativa dé sus frutos y se haga realidad, lo cual incluye, naturalmente, el conocimiento de otras tradiciones distintas a la Masonería, pero idénticas a ella en lo esencial. Esto es perfectamente normal e incluso necesario, pues admitiendo la universalidad y sacralidad de los códigos simbólicos de todas las tradiciones, aún vivas o ya desaparecidas, el conocimiento de dichos códigos es desde luego de una ayuda inestimable para comprender la propia simbólica masónica. La misma obra de Guénon es un ejemplo, e incluso un modelo, de lo que decimos, pues en ella constantemente se hace referencia a las relaciones, reciprocidad y correspondencia entre las diversas doctrinas tradicionales, en su identidad a través de sus símbolos, ritos y mitos, haciéndonos ver que todas esas doctrinas derivan, gracias precisamente a esa identidad, de una sola y única Doctrina o Tradición. Esa obra no es la de una individualidad (en todo caso ésta fue tan solo el soporte), sino la de una función tradicional, que Guénon "encarnó" por razones que nunca sabremos (ni tampoco importan demasiado), pues como se dice en las Escrituras "el Espíritu sopla donde quiere", cómo y a quién quiere. Y también que "los caminos del Señor son inescrutables". En lo que concierne a la doctrina puramente metafísica y a los símbolos fundamentales de la cosmogonía, Guénon fue un fiel intérprete de la Tradición, el más importante de nuestro siglo, y sus limitaciones en este caso eran las que le imponían el propio lenguaje humano, que como tantas veces él mismo dijo, se muestra incapaz, por su forma analítica y discursiva, de expresar en toda su amplitud las verdades universales, que son de orden supra-humano, y que por tanto sólo pueden ser aprehendidas mediante la "intuición intelectual", a cuyo despertar contribuye principalmente el símbolo y lo que él revela. Guénon no se cansó de repetir que el mensaje tradicional no es sistemático, es decir que no se presta a ningún tipo de clasificación racional y mental, pues el objeto mismo de ese mensaje es el mundo de las ideas y de los arquetipos, es decir de las posibilidades de concepción verdaderamente ilimitadas, que naturalmente están por encima de cualquier sistema o forma, que siempre tiende a la limitación más o menos estrecha.

Por tal motivo, Guénon consideraba muy importante la creación de logias centradas en la investigación de los símbolos y los rituales, para lo cual es imprescindible que los integrantes de esas logias posean conocimientos doctrinales lo suficientemente amplios y profundos para que dicha labor de los frutos apetecidos, y permita que lo que estaba "disperso" sea de nuevo "re-unido", lo que sería conforme a uno de los principios básicos de la Masonería, que consiste en "difundir la luz y reunir lo disperso". Podemos decir que la obra de Guénon, en la medida en que ella es la expresión de los principios e ideas universales, puede verse como esa "luz" clarificadora que la Masonería necesita como guía para remontar la curva descendente en que se encuentra en la actualidad. Y aquí queremos recordar aquella expresión hermética que afirma que "cuando todo parece perdido es cuando todo será salvado". Y aunque esta expresión se refiera a un determinado momento del proceso mismo de la iniciación, también se puede extrapolar al conjunto entero de una tradición, en este caso de una organización que precisamente es iniciática, que aunque en lo esencial ella siga siendo tan virginal como en sus orígenes (lo que hace posible que, a pesar de todo, continúe transmitiendo la influencia espiritual a quien esté capacitado para recibirla), sin embargo, en tanto que institución, está inevitablemente sumida al devenir del tiempo y su decadencia cíclica. En cierto modo, lo propio del hombre, peregrino en un país extranjero, es "errar" por la "rueda del mundo", mientras que la Tradición (lo que ella revela) se mantiene inalterable en el centro de esa misma rueda, a la que da vida y sentido.

Así pues, el papel que pudieran desempeñar esas logias sería fundamental para devolver a los símbolos y ritos masónicos su "operatividad", sabiendo de antemano que esto será así para un número muy reducido de masones, suficientes, por otro lado, para que la Masonería recobre nuevamente su "fuerza y vigor", por emplear una expresión masónica habitual. Este es uno de los casos en que la calidad (o cualidad) importa infinitamente más que la cantidad. Mas, para que dicha operatividad sea efectiva, esos estudios, lejos de limitarse al plano puramente teórico (esto es, "especulativo"), han de ser considerados por quienes los realizan como un soporte y formando parte integrante de su propio trabajo interno, condición ésta que es indispensable para que los resultados que se pretenden alcanzar estén apoyados en una base lo suficientemente sólida y fuerte, nacida del íntimo convencimiento de que la "intención" que los mueve está en conformidad con la herencia recibida de la Tradición.

Es evidente que dicha "intención", o voluntad, ha de tomarse aquí en su sentido etimológico preciso, esto es, como un "tender hacia" (de in tendere), o "tendencia" hacia la que se dirige u "orienta" todo el ser, lo cual equivale a seguir un orden en la dirección ascendente que señala el "Eje del Mundo", comunicando a ese ser con su Principio, que en la Masonería recibe el nombre de Gran Arquitecto del Universo. De hecho la palabra iniciación, del latín in ire, no quiere decir sino 'entrada' o 'comienzo', y está ligada a la idea de emprender un camino: el camino del Conocimiento. En El Rey del Mundo, Guénon aclara la representación simbólica de esa intención u orientación ritual: "ésta, en efecto, es propiamente la dirección hacia un centro espiritual, que, cualquiera que sea, es siempre una imagen del verdadero Centro del Mundo". Podrían aplicarse aquí estas palabras del Evangelio, que, además, forman parte de ciertos rituales masónicos: "Buscad y encontraréis; pedid y recibiréis; llamad y se os abrirá". Ha de existir entonces un verdadero "compromiso" adquirido con el Espíritu de la Orden masónica para que lo "virtual" pase a ser efectivo y se convierta en una realidad permanente; que lo potencial, en fin, se actualice, y permita que el hombre se encuentre y se conozca a sí mismo en el cumplimiento de su verdadero destino. Dicho compromiso lo constituye el "lazo" iniciático, mediante el cual el ser, ligándose con la Tradición, asume, o va asumiendo gradualmente (de aquí la idea de grados), que ella y él son una sola cosa, es decir que el mensaje por la Tradición vehiculado se identifica con el que lo recibe, y viceversa. Sólo entonces la Masonería, su mensaje o transmisión,4 podrá ir revelando su contenido y promover la efectiva realización interior, justificando así el sentido de su propia existencia como organización iniciática.

Esta idea aparece con frecuencia en Guénon, sobre todo en sus dos libros que tratan específicamente sobre la iniciación: Aperçus sur l'Initiation e Initiation et Réalisation Spirituelle. Estos volúmenes tienen un valor inapreciable para conocer la verdadera naturaleza de la iniciación, pues en ellos se exponen los principios fundamentales que estructuran su proceso, y para los masones en particular constituyen sin duda una guía doctrinal que les permite recuperar una enseñanza que formaba parte integrante de la antigua Masonería operativa. Las ideas que allí se desarrollan son, por tanto, un complemento perfecto a los estudios de los símbolos y un medio efectivo para comprender en profundidad el sentido de los ritos y sus prácticas, vehículos y soportes, volvemos a repetir, de la influencia espiritual.5

Para Guénon, el lazo iniciático no es otra cosa que la recepción de esa influencia, que siendo de orden estrictamente espiritual y metafísico es siempre idéntica a sí misma, inmutable y eterna, cualesquiera sean los vehículos simbólicos y las formas tradicionales a través de los cuales se manifieste. Dicho lazo se refiere, empleando un término hindú, al sûtrâtmâ, o "hilo de Âtmâ", el hálito del Espíritu que liga entre sí a los múltiples estados del ser, y a todos ellos con su Principio, que es su identidad más profunda y real. En este sentido, debemos recordar que algunos de los antiguos manuales masónicos comenzaban con la siguiente serie de preguntas y respuestas: "¿Qué lazo nos une?".- "Un secreto".- "¿Cuál es este secreto?".- "La Masonería". Esto quiere decir, entre otras cosas, que la Masonería es ella misma un "secreto", o un "misterio", conservado en su núcleo más íntimo por encima de la forma específica que necesariamente adquiere una organización tradicional, y que dicho secreto es inviolable por su propia naturaleza espiritual, no teniendo nada que ver con el "secretismo" propiciado por las sectas ocultistas, pseudo-iniciáticas y similares. Secreto o misterio que únicamente puede ser conocido por quienes se entregan a él, pues como se dice en el Zohar, "la Sabiduría sólo se revela a quien la ama".

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Abundando en lo dicho, Guénon señala6 la similitud que existe entre las palabras "secreto" (secretum) y "sagrado" (sacratum), añadiendo que "se trata, tanto en uno como en otro caso, de aquello que está puesto aparte (secernere), reservado, separado del dominio profano". Y prosigue: "igualmente el lugar consagrado es llamado templum, cuya raíz tem (que se reencuentra en el griego temnô, cortar, separar, de donde temenos, recinto sagrado) expresa también la misma idea; y la 'contemplación' se vincula aún a esta idea por su carácter estrictamente 'interior' ". Estas palabras nos llevan a considerar el papel fundamental que en la tradición masónica desempeña la Logia, el Templo o "recinto sagrado" que según la fórmula ritual ha de estar "a cubierto", esto es "separado" y "puesto aparte" de la realidad relativa, y por tanto ilusoria, del mundo profano, significando esta palabra, profano, lo que literalmente está "fuera del templo" (profanum). Pero además, la Logia, el Templo masónico, representa una verdadera síntesis del orden universal (de la Cosmogonía), y por consiguiente un modelo simbólico sumamente importante cuya estructura el masón ha de conocer perfectamente, formando así parte integrante de la propia enseñanza iniciática.
La Logia es consubstancial a la Orden masónica, pues no se debe olvidar que los orígenes de la misma se remontan a la construcción del Templo de Jerusalén, o de Salomón, al que la propia Logia reproduce en su esquema esencial. Además, es en la Logia, dentro del "recinto sagrado", donde se cumplen todos los trabajos rituales, y este es el motivo de que la Logia también sea considerada como un "Taller", recuerdo sin duda alguna de los tiempos operativos, pero que continúa siendo un término todavía válido para quienes la iniciación y su proceso es el exacto equivalente del "Arte Real" o "Gran Obra". En efecto, Guénon afirmó en varias ocasiones que lo más importante en Masonería es la ejecución del ritual, que es el verdadero trabajo masónico, en primer lugar porque el rito no es sino el propio símbolo en acción, y por tanto no está separado de la idea que conforma al símbolo: es esa misma idea manifestándose, y es por eso que es el vehículo de transmisión de la influencia espiritual o supra-individual. Y en segundo lugar, y como consecuencia de ello, porque esa acción está realizada siempre conforme al orden, es decir conforme a las propias leyes del cosmos, pues esta palabra, cosmos, en griego significa precisamente "orden", que es por cierto la traducción exacta del sánscrito rita, idéntica evidentemente a la palabra rito.7 Cosmos, orden y rito (es decir el símbolo en acción) son entonces tres términos equivalentes, de ahí la necesidad de que el gesto ritual sea ejecutado lo más perfectamente posible, porque de esta manera se entra en correspondencia directa con la Armonía universal.8

La Masonería misma se identifica y es una con esa Armonía, y para sus miembros ella es "la Orden", entendida claro está, como sinónimo del propio Orden cósmico, como si, efectivamente, no fuera sino una emanación directa de él. Naturalmente esto no es privativo sólo de la Masonería, pues lo mismo podría decirse de todas las organizaciones iniciáticas y tradicionales. Pero en la Masonería, por el hecho de derivar de una tradición de constructores, que entendían el cosmos como una arquitectura, y la arquitectura como una imitación del modelo cósmico, esa relación con el orden universal se hace más evidente y está en su propia razón de ser. Además, la denominación de Gran Arquitecto dado al principio espiritual bajo la inspiración del cual se realizan todos los trabajos y ritos masónicos, es motivo más que suficiente para que no quepa la menor duda al respecto. Y es ese Principio, que Guénon identifica con el Viswakarma hindú, o el "Espíritu de la Construcción Universal",9 el que es trasmitido, o al menos su germen o semilla virtual, en el rito de la iniciación masónica, y el que está "presente" siempre en la ejecución del rito cuando éste, como se ha dicho antes, es una "acción hecha conforme al orden". Ese espíritu se concibe como una "luz", y el desarrollo del germen espiritual implantado por la influencia iniciática, se verá como una "iluminación" progresiva de la conciencia humana,10 iluminación que es análoga "a la vibración original del Fíat Lux que determina el comienzo del proceso cosmogónico por medio del cual el 'caos' de las posibilidades será ordenado para devenir el 'cosmos' ". La "iluminación" iniciática, que es un "segundo nacimiento", opera entonces el mismo efecto en el ser que la acción de la Palabra o Verbo divino al proyectar el Fíat Lux en el caos o matriz primigenia, de donde nace igualmente el mundo. Dicho caos, Guénon en cierto modo lo asimila a las "tinieblas exteriores" del estado profano, de donde procede el recipiendario antes de su entrada en el Templo, entrada que será para él, en efecto, un pasaje "de las tinieblas a la luz". Existe, por tanto, todo un conjunto de correspondencias y analogías entre el proceso cosmogónico y el proceso iniciático, "y así la iniciación es verdaderamente, según un carácter por otro lado muy general de los ritos tradicionales, una imagen de 'lo que ha sido hecho en el comienzo' ".11

Según ese "carácter general", además del rito propiamente iniciático, la "imagen de lo que ha sido hecho en el comienzo" la Masonería la repite en el ritual de apertura de la Logia, apertura que es sin duda alguna un acto cosmogónico, y por consiguiente una fuente de enseñanza simbólica inestimable para entender el sentido de la propia iniciación.12 En efecto, hasta el momento de su apertura la Logia permanece en "tinieblas", o en un "caos" potencial que será progresivamente "iluminado" y "ordenado" por la acción del rito, acción que determinará la creación de un espacio y un tiempo sagrados, pues la energía del símbolo habrá sido plenamente actualizada, pasando a ser la Logia entonces "un lugar muy iluminado y muy regular", expresión masónica que se ha seguido conservando, y de la que Guénon dice que representa "un recuerdo de la antigua ciencia sacerdotal que regía la construcción de los templos".13 Dicha ciencia es la Geometría, a la que los operativos identificaban con la Masonería misma, pues el arte de la construcción, esto es la arquitectura, constituye el desarrollo de las ideas contenidas en las formas geométricas, entendidas éstas en su aspecto puramente cualitativo, que es el que siempre ha tenido en la Masonería y en todas las tradiciones. No es entonces por casualidad que en ésta el Gran Arquitecto reciba también el nombre de "Gran Geómetra del Universo".

En efecto, la geometría es la ciencia masónica por excelencia,14 estrechamente relacionada con la ciencia de los números, pues la geometría es realmente el cuerpo del número, pero el número considerado no como cifra, que sólo sirve para el cómputo cuantitativo, sino como ideas de orden metafísico que al manifestarse organizan la Inteligencia o estructura invisible del cosmos, generando su dinámica interna o Alma universal, y con ella el Rito cósmico y la posibilidad de la vida bajo todas las formas en que ésta se expresa. Hablar de número es hablar, como pensaban los pitagóricos, de una energía o fuerza en acción, de un poder divino que al plasmarse en la substancia receptiva del mundo y del hombre la actualiza y la hace inteligible, esto es, la ordena al conjugar y armonizar sus partes dispersas. Y ya que hablamos de los pitagóricos (cuya herencia afirma Guénon pasó a la Masonería medieval a través de los Collegia Fabrorum romanos), debemos decir que para ellos el Dios geómetra era el propio Apolo hiperbóreo, Dios de la Luz primigenia del que Platón dice que "geometriza siempre", pues con sus rayos luminosos "mide" la totalidad de la manifestación universal, extrayendo el cosmos del caos.

En este sentido, Guénon nos dice en el tercer capítulo de El reino de la cantidad y los signos de los tiempos, titulado "Medida y manifestación", que esos rayos equivalen a las middoth de la Cábala (que significan precisamente "medidas" en hebreo), asimiladas a los atributos y nombres divinos, "afirmándose que Dios creó los mundos gracias a ellas, lo que por otra parte se relaciona precisamente con el simbolismo del punto central y de las direcciones del espacio. También podríamos recordar a este respecto la frase bíblica en la que se afirma que Dios ha 'dispuesto de todas las cosas en número, peso y medida' ".15 Según esto la manifestación corpórea, o el mundo físico, debe tomarse como un símbolo de toda la manifestación universal, pues de otra manera ésta (la manifestación universal) dejaría de ser representable, es decir que no se podría simbolizar de ninguna manera, lo cual evidentemente es imposible, pues la ley de analogía y de correspondencia (ley que constituye la clave del símbolo) actúa en todos los niveles y planos de la manifestación, relacionándolos unos con otros, generando así el discurso de la existencia. El propio pensamiento humano es analógico, y es precisamente esa cualidad la que le permite acceder y comprender, a su nivel correspondiente, las realidades superiores.

Es entonces por eso que el espacio físico se toma como un símbolo del propio orden cósmico, y ese espacio es realizado y medido en toda su extensión por las seis direcciones, equivalentes simbólicamente a las middoth o atributos divinos y a los "rayos luminosos" del Apolo hiperbóreo, todos ellos partiendo de un centro, que en el caso de la representación geométrica es un punto, y en el mundo espiritual es el "Corazón o Centro del Mundo", es decir Dios mismo o la Unidad primordial. La Logia, que es, volvemos a repetir, una imagen del cosmos, no se "actualiza" hasta el momento en que se "encienden las luces", las cuales, efectivamente, la hacen pasar de las "tinieblas a la luz". Todo esto es importantísimo en el simbolismo masónico, al que, como estamos intentando explicar aquí, Guénon ha restituido su auténtica dimensión iniciática y esotérica. El mismo nos dice en un capítulo de Los símbolos fundamentales de la ciencia sagrada, concretamente en "El simbolismo solsticial de Jano", que la estructura de la Logia está formada a partir de la cruz de tres dimensiones, dimensiones cuya "longitud es 'de Oriente a Occidente'; su anchura, 'de Mediodía a Septentrión'; su altura, 'de la Tierra al Cielo' (el Cenit); y su profundidad, 'de la superficie al centro de la Tierra' (el Nadir). Por otra parte, continúa Guénon, se dice que 'en la Logia de San Juan (así es como se denomina a la Logia masónica) se elevan templos a la virtud y se cavan mazmorras para el vicio';16 estas dos ideas de 'elevar' y 'excavar' se refieren a las dos dimensiones verticales, altura y profundidad, que se cuentan según las mitades de un mismo eje que va del 'cenit al nadir', tomadas en sentido mutuamente inverso; esas dos direcciones opuestas corresponden, respectivamente, a sattwa y a tamas (mientras que la expansión de las dos dimensiones horizontales corresponde a rajas), es decir a las dos tendencias del ser, hacia los Cielos (el templo) y hacia los Infiernos (la mazmorra)". Como se dice en los manuales de instrucción masónica (cuya lectura y meditación Guénon recomendaba practicar asiduamente como apoyo al trabajo interior), esas dimensiones prueban que la Masonería es universal, y por tanto también la Logia, que al ser "iluminada" por la luz que está en su interior (luz despertada y vehiculada por el rito), ha sido "abierta" a las influencias espirituales, quedando constituida según el modelo del cosmos. Esas direcciones, en efecto, determinan tres espacios simbólicos análogos a los tres planos cósmicos: el Inframundo, la Tierra y el Cielo, los que a su vez se relacionan con los tres grados iniciáticos de aprendiz, compañero y maestro, respectivamente. Por tanto, si como se afirma en los rituales, la Logia es "justa y perfecta", es, entre otras razones, porque ella refleja el equilibrio y la armonía universal, y porque la seis direcciones de la cruz tridimensional más su centro suman siete, al que todas las tradiciones consideran como el número cosmogónico por antonomasia; con él se acaba la creación y se resume en sí misma como nos indica el Génesis, y es al mismo tiempo el número de los planetas tradicionales, y el de las siete sefiroth de "construcción cósmica" del Arbol de la Vida cabalístico.

La cuestión del sentido cualitativo de las direcciones del espacio Guénon la aborda muchas veces a lo largo de su obra, pero muy especialmente en El simbolismo de la cruz, que es un libro de una importancia capital para quien le interese conocer la ciencia de la geometría desde el punto de vista tradicional y sagrado, y desde luego para los masones realmente interesados en el conocimiento de su Orden debe representar unos de los textos fundamentales de investigación simbólica, supliendo así, en gran medida, la carencia doctrinal en que vive sumida la Masonería desde hace ya varios siglos.17 Aquella frase que estaba en el frontispicio de entrada a la escuela platónica: "Que nadie entre aquí si no es geómetra", podría estar perfectamente en la entrada al templo masónico, pues como dice Guénon las enseñanzas que en esa escuela se impartían no podían "ser comprendidas verdadera y efectivamente más que por una 'imitación' de la actividad divina", lo que en lenguaje masónico equivale al cumplimiento de los planes "trazados" por el Gran Arquitecto o Gran Geómetra del Universo.

Sobre estos planes, y su cumplimiento efectivo en el ser, veamos qué nos dice Guénon en el cap. XXXI de Aperçus..., titulado "De la enseñanza iniciática": "En el fondo si todo proceso iniciático presenta en sus diferentes fases una correspondencia, ya sea con la vida humana individual, ya con el conjunto de la manifestación vital misma, particular o general, 'microcósmica' o 'macrocósmica', ésta se efectúa según un plan análogo al que el iniciado debe cumplir en sí mismo, para realizarse en la completa expansión de todas las potencias de su ser. Se trata siempre y en todo lugar de los planes correspondientes a una misma concepción sintética, de tal manera que ellos son principialmente idénticos, y, aunque son diferentes e indefinidamente variados en su realización, proceden de un 'arquetipo' único, plan universal trazado por la Voluntad suprema que es designada simbólicamente como el 'Gran Arquitecto del Universo'.

"Así pues, todo ser tiende, conscientemente o no, a realizar en sí mismo, por los medios apropiados a su naturaleza particular, aquello que las formas iniciáticas occidentales, apoyándose sobre el simbolismo 'constructivo', denominan el 'plan del Gran Arquitecto del Universo', y a concurrir por ello, según la función que le pertenece en el conjunto cósmico, a la realización total de ese mismo plan, el cual no es en suma sino la universalización de su propia realización personal. Es en este punto de su desarrollo, cuando un ser toma realmente conciencia de esta finalidad, que comienza para él la iniciación efectiva, que debe conducirle por grados, y según su vía personal, a esta realización integral, que se cumple, no en el desarrollo aislado de ciertas facultades especiales, sino en el desarrollo completo, armónico y jerárquico, de todas las posibilidades implicadas en la esencia de este ser".

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Estas sucintas indicaciones acerca del rito y de la Logia masónica queremos pensar que han servido por lo menos para formarnos una idea de por qué Guénon consideraba a la Masonería como una organización iniciática que continúa conservando los elementos simbólicos necesarios para transmitir una influencia espiritual, cuyo desarrollo en el interior del ser conduce al conocimiento de la cosmogonía y de él mismo como integrado dentro de ella, y a partir de ahí alcanzar el estado no-condicionado de la Unidad metafísica, que por ser tal está "más allá" (por decirlo de alguna manera) del dominio cósmico e individual.
Pero hasta ahora apenas hemos hablado de su estructura iniciática según las enseñanzas que a este respecto nos transmite la obra guenoniana. Para Guénon, lo repitió multitud de veces, la Masonería propiamente dicha es la de los tres primeros grados: aprendiz, compañero y maestro, que son los que están directamente relacionados con la iniciación de oficio. La efectiva realización de estos grados (de las enseñanzas que contienen) conducen al cumplimiento de los "pequeños misterios", que son los misterios de la cosmogonía y del hombre, y cuyo conocimiento es plenamente actualizado en el grado de maestro "puesto que la realización completa de éste implica la restauración del estado primordial", al que conducen precisamente los "pequeños misterios".18

En lo que respecta a los llamados "altos grados", Guénon distingue "de una parte, aquellos grados que tienen un lazo directo con la Masonería, y, de otra, aquellos grados que pueden ser considerados como representando vestigios o recuerdos, venidos a injertarse en la Masonería, o a 'cristalizarse' de alguna manera en torno a ella, de antiguas organizaciones iniciáticas distintas de la Masonería". Esas organizaciones iniciáticas a las que se refiere Guénon son especialmente la Orden del Temple y la Orden hermético-cristiana de la Rosa-Cruz, parte de cuya herencia simbólica ha "cristalizado" efectivamente en varios altos grados masónicos, sobre todo en los pertenecientes a la Masonería Escocesa. Con respecto a esos altos grados, Guénon señala que "habría mucho que decir sobre este papel 'conservador' de la Masonería, y sobre la posibilidad que este papel le da de suplir en una cierta medida la ausencia de iniciaciones de otro orden en el mundo occidental actual". Esto es muy importante, por diversas razones, entre ellas porque desautoriza completamente y niega cualquier valor real a esas organizaciones pseudo-iniciáticas que hoy en día se dicen templarias o rosacrucianas. Pero sobre todo porque esa función conservadora y receptiva la convierte en una especie de "arca" que ha concentrado en su seno la herencia tradicional de Occidente, lo cual ha sido posible, entre otras cosas, porque la Masonería no tiene una forma religiosa que pudiera derivar por degradación en un dogmatismo excluyente, sino que al ser una organización iniciática está por ello mismo abierta a cuantas doctrinas tradicionales de carácter igualmente iniciático han entrado o pudieran entrar en contacto con ella. En los tiempos que estamos viviendo, donde numerosos signos anuncian el final de un ciclo, ese papel conservador de la Orden masónica no deja de tener sin duda alguna su importancia y su trascendencia.19

Así pues, es en la Masonería actual, y en algunos de sus altos grados concretamente, donde se ha depositado lo que se pudo conservar de la Orden del Temple y de la Rosa-Cruz. Que éstas hayan desaparecido como formas iniciáticas, no quiere decir que su espíritu no haya permanecido de alguna manera latente y en estado germinal, y si es así, es en la Masonería donde se le podría hallar. En fin, es éste un tema desde luego muy interesante, pero que lógicamente no podemos desarrollar en estos momentos. Nos remitimos, eso sí, a varios estudios que Guénon escribió enteramente, o en parte, sobre el tema, a saber: "Los altos grados masónicos", "Palabra perdida y nombres substituidos" y "Heredom", todos ellos incluidos en el volumen II de Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage; en Initiation et Réalisation Spirituelle, ver el capítulo titulado "Realización descendente y ascendente"; en Aperçus sur L'Initiation, el que lleva por nombre "Sobre dos divisas iniciáticas"; en Símbolos Fundamentales..., "La salida de la caverna cósmica"; así como algunos capítulos de El esoterismo de Dante.

Entre los altos grados que como dice Guénon tienen un lazo directo con la Masonería de oficio él estuvo particularmente interesado en el de Royal Arch (o Arco Real), perteneciente al Rito inglés de Emulación.20 De este grado nos dice que "es como el nec plus ultra de la iniciación masónica... el único que debe ser tomado como estrictamente masónico propiamente hablando, y donde el origen operativo no ofrece ninguna duda: es, de cualquier forma, el complemento normal del grado de Maestro, con una perspectiva abierta sobre los 'grandes misterios'", es decir sobre lo supra-cósmico y lo metafísico. De aquí que, como menciona Guénon en La Gran Tríada (otra de sus obras en que se hacen numerosas referencias al simbolismo masónico, y también hermético-alquímico, en correspondencia con la cosmogonía extremo-oriental), en la Masonería anglosajona se haga una distinción entre lo que se denomina la "Square Masonry" (la Masonería de la Escuadra) y la "Arch Masonry" (la Masonería del Arco). La escuadra y el arco se relacionan evidentemente con las figuras geométricas del cuadrado y del círculo, y ambas son los símbolos respectivos de la Tierra y del Cielo, representados precisamente en la Masonería por la escuadra y el compás, sus dos emblemas tal vez más característicos.

La escuadra y el compás se refieren a los misterios de la cosmogonía, que son los misterios de la Tierra y del Cielo, y también del hombre como síntesis nacida de la unión entre ambos. Pero en el simbolismo masónico, la escuadra, que sirve para trazar figuras rectilíneas, y por tanto vinculadas a lo terrestre, está puesta en relación con los tres primeros grados (los que conforman la "Square Masonry"), mientras que el compás, que sirve a su vez para trazar las figuras circulares, y por consiguiente vinculadas a lo celeste, está más bien en relación con la Masonería del Arco, y en los grados de otros Ritos masónicos de alguna manera semejantes a ella. La escuadra está directamente ligada con la construcción y la obra de la cosmogonía, en la que también intervienen la perpendicular (o plomada) y el nivel. Esta es la razón de que el distintivo del Venerable de una Logia (llamado en los antiguos rituales el "Maestro de la Logia", porque él es el representante de dicho grado tanto en una Logia que trabaja en grado de aprendiz como de compañero) sea una escuadra, que es la unión precisamente de la perpendicular y el nivel, esto es de la vertical y la horizontal, cuya interacción generan permanentemente la vida universal. Sin embargo el compás está más bien vinculado con el "acabamiento" y "perfección" de dicha obra, perfección que desde luego ya está implícita en el grado de maestro, pero que adquiere su desarrollo completo en el grado complementario de Royal Arch. En este sentido, y como dice Guénon, "si el grado de Maestro fuera más explícito, y también si todos aquellos que son admitidos estuvieran verdaderamente cualificados, es en su interior mismo que estos desarrollos deberían encontrar su lugar, sin que sean necesarios otros grados nominalmente distintos de aquel". Que esos otros grados sean necesarios hoy en día para cumplimentar toda la enseñanza iniciática contenida en el grado de maestro, en nada disminuye el significado simbólico de lo que este grado en el fondo representa, que es, como antes hemos dicho, la restauración del estado primordial, o del "hombre verdadero" como se dice en el Taoísmo, el cual no es sino el reflejo del "hombre transcendente", esto es, del propio Gran Arquitecto del Universo. Tengamos en cuenta que la restauración de ese estado es al mismo tiempo la recuperación de la "Palabra perdida", que es el fin que persigue todo el trabajo masónico, y que esa recuperación no es otra cosa que restablecer la comunicación con el "Centro Supremo" o la Tradición primordial, "porque esta Tradición no es sino una con el conocimiento mismo que está implicado en la posesión de este estado".21 Tal vez todo esto lo veamos con mayor claridad si lo trasladamos al simbolismo constructivo, que es el modelo del que la iniciación masónica extrae lo esencial de su enseñanza. Y para hacerlo nada mejor que acudir a aquellos artículos de Los Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada que han sido reunidos bajo el título general de "Simbolismo constructivo", y de esos artículos concretamente los que llevan por título "El simbolismo de la cúpula" y "La piedra angular", puesto que en ellos se señalan ciertos aspectos simbólicos del ritual de Royal Arch.

En efecto, es llegado al grado de maestro, que en el simbolismo constructivo se corresponde con la piedra fundamental situada en el centro mismo del plano cuadrangular del templo (cuadrángulo que simboliza a la Tierra), que se produce el pasaje de la "escuadra al compás", o del "cuadrado al círculo", esto es, de la Tierra al Cielo, el cual está representado por la cúpula semiesférica,22 situada lógicamente en la parte superior del edificio, en cuya sumidad se encuentra la "clave de bóveda", sobre la que se dispone la piedra angular. Esta, debido a su forma, no halla su ubicación en el templo hasta que finaliza la construcción misma, a la que la piedra angular literalmente "corona" al situarse en su ápice o punto más alto, es decir, en su Cenit. La piedra angular es, como dice Guénon, el símbolo de la Unidad metafísica, de la que toda la construcción depende y de la que no es sino un reflejo, como lo es la propia manifestación universal del Principio in-manifestado. De esa clave de bóveda parte un eje o pilar invisible hacia el centro mismo del templo, donde se encuentra la piedra fundamental (que corresponde al altar en la simbólica cristiana), la cual aparece, en efecto, como el reflejo de la piedra cimera, proyectándose a su vez en las cuatro piedras situadas en cada uno de los ángulos de la base, las que "sostienen" y sobre las que se apoya toda la construcción. Esta se levanta toda entera alrededor de ese eje, que es verdaderamente el símbolo del Eje del Mundo, y es él el que posibilita que una vez llegado al centro o altar se produzca ese pasaje o "exaltación" (así se llama exactamente la ceremonia de admisión al grado de Royal Arch) que conduce hasta la clave de bóveda, que como su propio nombre indica es una "clave" o "llave" que abre la "puerta estrecha" por donde se produce la salida definitiva de la construcción cósmica, hacia los estados supra-individuales y metafísicos, y con ellos a la Identidad Suprema y a la Liberación, objetivo, si así pudiera decirse, de todo el proceso iniciático.


NOTAS
1 Es el Sanâtana Dharma de la tradición hindú, equivalente al "Evangelio Eterno". A éste podrían aplicarse las palabras de Cristo: "Los cielos y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán jamás".
2 Aperçus sur L'Initiation, cap. XXIX, "Operativo y especulativo".
3 Ibid. Guénon suministra también otros datos que contribuyen sin duda a entender las razones del nacimiento de la Masonería especulativa, como el hecho de que los miembros (Anderson a la cabeza) que integraban las cuatro logias inglesas que en 1717 fundaron la Gran Logia de Inglaterra, no habían "recibido la totalidad de los grados 'operativos', lo que explica la existencia, al comienzo de la Masonería 'moderna', de ciertas lagunas que fue necesario cubrir seguidamente, lo que no pudo hacerse más que por la intervención de los supervivientes de la Masonería 'antigua', mucho más numerosos todavía en el siglo XVIII de lo que creen generalmente los historiadores". En otro lugar ("Heredom", en Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage t. II) Guénon señala que esos masones sólo habían alcanzado el grado de compañero, con lo cual estaban privados de un conocimiento pleno de la iniciación masónica, únicamente otorgado mediante el acceso al grado de maestro. Les faltaban, por consiguiente, la legitimidad necesaria para adaptar los rituales masónicos a las nuevas condiciones cíclicas que se estaban produciendo en aquella época, adaptación que sólo era posible realizar partiendo del respeto a los antiguos usos y costumbres, no de su olvido, o en cualquier caso de su manipulación, en beneficio de una concepción de la Masonería más moral y comprometida con los acontecimientos exteriores del mundo profano que verdaderamente iniciática y tradicional. Guénon hace asimismo notar cómo Anderson destruyó sistemáticamente todos cuantos documentos de la antigua Masonería cayeron en sus manos, especialmente aquellos en que se evidenciaba la filiación masónica al esoterismo hermético-cristiano, en el que era sumamente importante el simbolismo de la Santa Trinidad, lo que evidentemente no cuadraba en la mentalidad de un pastor protestante como era Anderson (ver a este respecto "A propósito de los signos corporativos", ibid.). Por ello mismo, las "lagunas" de que habla Guénon se dieron sobre todo en los grados superiores de la Masonería operativa, incluido el grado de maestro, que naturalmente, estaba ausente entre los que fundaron la Gran Logia de Inglaterra. Y fueron esos grados los que debieron restituir, en la medida de lo posible, los "supervivientes" que permanecieron fieles a su herencia tradicional.
4 Tradición y transmisión proceden ambas del latín tradere, por lo que equivalen exactamente a lo mismo.
5 En la Masonería, por su propia constitución heredada de una tradición artesanal y de oficio, el trabajo colectivo desempeña un papel fundamental como soporte para la realización del Conocimiento. En este sentido, y para saber lo que Guénon pensaba al respecto recomendamos el estudio de los capítulos X y XXIII de Initiation et Réalisation Spirituelle, llamados respectivamente "Sobre la 'glorificación del trabajo' " y "Trabajo iniciático colectivo y 'presencia' espiritual" (este último ha sido traducido en el nº 7 de SYMBOLOS ). En ellos se dan todas las indicaciones pertinentes sobre la verdadera naturaleza de la influencia espiritual que inspira y guía el trabajo colectivo tal cual se practica, o debería practicarse, en la Masonería.
6 Aperçus..., cap. XVII.
7 "Los ritos iniciáticos" y "El rito y el símbolo", Ibid.
8 Esta es una de las razones por las que la asistencia periódica a la Logia es uno de los principales deberes de un masón.
9 Ver "Maçons et charpentiers", en Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage II. En el mismo volumen, en el artículo "A propos du Grand Architecte de L'Univers", Guénon también asimila al Gran Arquitecto con el Adam Kadmon de la Cábala y el Hombre Universal del sufismo islámico. También es muy significativo lo que dice acerca del hierograma del Gran Arquitecto (formado por el Tetragrama Iod, He, Vau, He, el nombre inefable de Dios) y el de Allah, constituido por otro Tetragrama "cuya composición jeroglífica designa netamente el Principio de la Construcción Universal", añadiendo en nota "que las cuatro letras que forman en árabe el nombre de Allah equivalen respectivamente a la regla, a la escuadra, al compás y al círculo, éste último siendo sustituido por el triángulo en la Masonería de simbolismo exclusivamente rectilíneo".
10 "En tu luz vemos la luz", Salmos, 36, 10.
11 Aperçus... cap. XLVI, "Sobre dos divisas iniciáticas".
12 El ritual de apertura de la Logia se complementa con el ritual de clausura o cierre de la misma. Esto se simboliza con el "apagado de las luces", que se concentran así en el punto primordial de donde manaron. Este doble movimiento de expansión (apertura) y concentración (clausura), es análogo al espir y aspir, creación y disolución generadas por el ritmo (rito) universal.
13 El Rey del Mundo, cap. III.
14 En la Masonería operativa la geometría era la "quinta" ciencia, pues ella ocupa el quinto lugar en la enumeración de las siete artes liberales. Ver a este respecto "La letra G y el Svástica", en Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada.
15 Número, peso y medida se corresponden con los pilares masónicos de la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza.
16 Sobre la teoría hindú de los tres gunas (tamas, rajas y sattwa) remitimos al cap. V de El simbolismo de la Cruz. También el cap. VIII de La Rueda, una imagen simbólica del cosmos, de Federico González.
17 En esta obra Guénon recoge algunas enseñanzas del esoterismo islámico y de la tradición hindú relativas a la metafísica de la geometría que pudieran ser de gran utilidad para la investigación en profundidad del simbolismo masónico.
18 Una de las figuras más representativas de la estructura simbólica de los tres grados iniciáticos, de la Masonería o de cualquier otra tradición, es la del "triple recinto druídico", al que Guénon dedica un estudio en el cap. X de Los Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada. Allí se dice que "el sentido de las cuatro rectas dispuestas en forma de cruz que vinculan entre sí los tres recintos se hace inmediatamente bien claro: son por cierto canales, por medio de los cuales la enseñanza de la doctrina tradicional se comunica de arriba abajo, a partir del grado supremo que es su depositario, y se reparte jerárquicamente a los demás grados". Está claro que esos tres recintos se corresponden perfectamente, de ad intra a ad extra, con las tres Cámaras masónicas de maestro, compañero y aprendiz, respectivamente.
19 Sobre todo esto consultar la obra de Denys Roman René Guénon et les destins de la Franc-Maçonnerie, Ed. Les Editions de L'Oeuvre. También, y en lo que se refiere al simbolismo masónico en general, consultar las obras Simbolismo Masónico y Tradición Cristiana, de Jean Tourniac (Ed. Dervy-Livres), Los Números en la Tradición Pitagórico-Masónica, de Arturo Reghini (Ed. Arché, Milano). En la actualidad, y en contraste con la época de Guénon, existen numerosos autores que abordan el simbolismo masónico desde una perspectiva tradicional, y pensamos que ello es debido, en gran parte, a la influencia de la obra guenoniana.
20 Este grado es quizás el que ha conservado con más pureza la herencia del esoterismo judeo-cristiano en la Masonería. Su nombre completo es "Santo y Real Arco de Jerusalén", y su simbolismo gira en torno precisamente al Templo de Jerusalén o de Salomón, que aunque está presente en todos los grados masónicos, es en este, y el equivalente a él en los altos grados de otros Ritos, donde se revela su significación profunda. Así lo atestiguan los símbolos distintivos de este grado, en los que aparece un círculo, dentro del cual se inscribe un triángulo, en cuyo interior aparece la "Triple Tau" (en alusión a los tres templos, que en realidad son uno solo: el de Salomón, el reconstruido por Zorobabel y aquel "que no es hecho por manos de hombre", es decir Cristo mismo), pero dispuesta de tal manera que aparecen las iniciales de Templum Hierosolimitano, el Templo de Salomón.
21 "Palabra perdida y nombres substituidos". De ahí que una Logia que trabaja en grado de maestro se denomine precisamente la "Cámara del Medio", pues ella es como una imagen del Centro o Corazón del Mundo.
22 El templo cristiano tiene normalmente la forma de una cruz latina, realizada por las seis caras de un cubo rebatidas sobre el plano de la base. Guénon dice en "El simbolismo de la cúpula", que este punto está expresamente indicado en el simbolismo del Royal Arch, y añade que "la cara de la base, que naturalmente permanece en su posición primitiva, corresponde entonces a la parte central por encima de la cual se eleva la cúpula"

El simbolismo del Grial y del Sagrado Corazón en la visión sincrética y esotérica

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El simbolismo del Grial y del Sagrado Corazón en la visión sincrética y esotérica
de René Guénon

El simbolismo del Grial y del Sagrado Corazón en la visión sincrética y esotérica de René Guénon
La etimología de la palabra Grial viene del latín "gradalis" o "taza".
El primer autor que menciona el Grial fue Crethien de Troyes (Perceval ou le Conte du Graal) en 1191, pero fue Robert de Boron (José de Arimatea o la historia del sagrado Grial) y Wolfram von Eschenbach (Parzival), que desarrollaron la leyenda del Grial, convirtiéndolo en el el cáliz de la Última Cena, que posteriormente fue utilizado por José de Arimatea para recoger la sangre de Jesús en la Cruz. De acuerdo con estos libros, de José de Arimatea se refugió en Gran Bretaña llevando consigo el Grial.
De acuerdo con el esotérico francés René Guénon (1886-1951), la leyenda del Grial, además de ser sin duda cristiana, tiene raíces mucho más profundas que se remontan a la unión fundamental de todas las tradiciones.
En primer lugar, por Guénon, el Grial, entendido cono "olla" o "copa" está simbólicamente relacionado con el concepto de "Sagrado Corazón de Jesús". Si el Grial ha recogido la sangre preciosa de Cristo, se puede asociar al Corazón, que por definición es el receptáculo de la sangre, el centro del ser humano y el universo.
Según diversas tradiciones esotéricas el Grial representa la morada de la inmortalidad y el conocimiento, que debería haber sido comunicada al hombre en el Jardín del Edén. Los ángeles han forjado el Grial de una esmeralda que estaba en la corona de Lucifer.
Aquí Guénon señala que esta esmeralda es extrañamente similar a la del tercer ojo de Shiva, las tradiciones hindúes que representan el conocimiento.
También de acuerdo con las tradiciones esotéricas (recompiladas por Anne Catherine Emmerich), el Grial fue dado a Adán, pero como consecuencia del pecado original y la expulsión del hombre del Jardín, Adán no pudo llevarlo consigo. Para Guénon el Jardín del Edén (o Paraíso), era en realidad el "Centro del Mundo" asimilado al "Divino Corazón".
Set pudo, después de un tiempo, recuperar el Grial. Set, el tercer hijo de Adán, es considerado simbólicamente el anunciador de la restauración del orden primordial desde la "caída del hombre". Así que el Grial fue salvado por Noé y utilizado por Melquisedec y Moisés, para al fine ser entregado a Jesús por Verónica.
Según la leyenda recompilada por Robert de Boron fue llevado luego a Gran Bretaña por José de Arimatea. Según la leyenda, los caballeros de la Mesa Redonda estaban destinados a recibir el Grial cuando uno de ellos lo iba a conquistar. La Mesa Redonda con sus doce caballeros, por Guénon es el símbolo del ciclo zodiacal, y también se refiere a los doce apóstoles de Jesús.
Tenga en cuenta que, siempre para Guénon el origen de la palabra Grial puede ser atribuible a la palabra "grasale" (vaso), como a la palabra "gradale" (libro).
En la tradición cristiana, el Grial se asocia con una lanza, llamada la Lanza de Longinus. Con esta lanza el centurión romano Longinus había atravesado el costado de Jesús. Es para Guénon, un símbolo complementario del Grial, y tiene sus raíces en otras tradiciones simbólicas similares: por ejemplo, la lanza de Aquiles, que sanaba las heridas que había causado, o el mito de Adonis, cuya sangre, después de fue herido mortalmente por un colmillo de jabalí, se convirtió en flores. El simbolismo floral es importante en la visión de Guénon como la flor es también un receptáculo (polen).
Volviendo al simbolismo de "universal" del Grial, Guénon señala que, incluso en las tradiciones orientales, se tiene la copa que contiene el "soma védico" del sacrificio.
El soma es la bebida sagrada de la religión védica. He aquí un pasaje del Rigveda, VIII-48, 3:

Hemos tomado el Soma y nos hemos convertido en inmortales. Hemos llegado a la luz, nos hemos reunido con los Dioses. ¿Qué nos puede hacer la maldad del hombre corruptible, o su malicia, o inmortal?

También en la religión Mazdea (zoroastrismo) existe el concepto de la bebida sagrada, que da el conocimiento absoluto y la vida eterna: es el haoma.
Para los hindúes este concepto se llama amrta, mientras que los antiguos griegos lo llamaban ambrosía.
En última instancia para René Guénon el Grial, o vaso sacrificial, representa el centro o corazón del mundo. Este concepto remonta a una tradición muy antigua, común a todos los pueblos de la Tierra y coincide con el Sagrado Corazón de Cristo.

YURI LEVERATTO

EL SAGRADO CORAZÓN Y LA LEYENDA DEL SANTO GRIAL (1)

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René Guénon

EL SAGRADO CORAZÓN Y LA LEYENDA DEL SANTO GRIAL (1)

En uno de sus últimos artículos (“Regnabit”, junio de 1925) (2), L. Charbonneau-Lassay señala con mucha razón, como vinculada a lo que podría llamarse la "prehistoria del Corazón eucarístico de Jesús" la leyenda del Santo Grial, escrita en el siglo XII, pero muy anterior por sus orígenes puesto que es en realidad una adaptación cristiana de muy antiguas tradiciones célticas. La idea de esta vin­culación ya se nos había ocurrido con motivo del articulo anterior, extremadamente interesante desde el punto de vista en que nos colocamos, intitulado "Le Coeur humain et la notion du Coeur de Dieu dans la religion de l'ancienne Égypte" (noviembre de 1924) (2), del cual recordaremos el siguiente pasaje: "En los jeroglíficos, escritura sagrada donde a menudo la imagen de la cosa representa la palabra misma que la designa, el corazón no fue, empero, figurado sino por un em­blema: el vaso. El corazón del hombre, ¿no es, en efecto, el vaso en que su vida se elabora continuamente con su sangre?" Este vaso, tomado como símbolo del corazón y sustituto de éste en la ideografía egipcia, nos había hecho pensar inmediatamente en el Santo Grial, tanto más cuanto que en este último, aparte del sentido general del símbolo (considerado, por lo demás, a la vez en sus dos aspectos, divino y humano), vemos una relación especial y mucho más directa con el Corazón mismo de Cristo.
En efecto, el Santo Grial es la copa que contiene la preciosa Sangre de Cristo, y que la contiene inclusive dos veces, ya que sirvió primero para la Cena y después José de Arimatea recogió en él la sangre y el agua que manaban de la herida abierta por la lanza del centurión en el costado del Redentor. Esa copa sustituye, pues, en cierto modo, al Corazón de Cristo como receptáculo de su sangre, toma, por así decirlo, el lugar de aquél y se convierte en un como equivalente simbólico: ¿y no es más notable aún, en tales condiciones, que el vaso haya sido ya antiguamente un emblema del corazón? Por otra parte, la copa, en una u otra forma, desempeña, al igual que el corazón mismo, un papel muy impor­tante en muchas tradiciones antiguas; y sin duda era así particular­mente entre los celtas, puesto que de éstos procede lo que consti­tuyó el fondo mismo o por lo menos la trama de la leyenda del Santo Grial. Es lamentable que no pueda apenas saberse con precisión cuál era la forma de esta tradición con anterioridad al Cristianismo, lo que, por lo demás, ocurre con todo lo que concierne a las doctrinas célticas, para las cuales la enseñanza oral fue siempre el único modo de transmisión utilizado; pero hay, por otra parte, concordancia suficiente para poder al menos estar seguros sobre el sentido de los principales símbolos que figuraban en ella, y esto es, en suma, lo más esencial.

Pero volvamos a la leyenda en la forma en que nos ha llegado; lo que dice sobre el origen mismo del Grial es muy digno de aten­ción: esa copa habría sido tallada por los ángeles en una esmeralda desprendida de la frente de Lucifer en el momento de su caída. Esta esmeralda recuerda de modo notable la urnâ, perla frontal que, en la iconografía hindú, ocupa a menudo el lugar del tercer ojo de Shiva, representando lo que puede llamarse el "sentido de la eternidad". Esta relación nos parece más adecuada que cualquier otra para esclarecer perfectamente el simbolismo del Grial; y hasta puede captarse en ello una vinculación más con el corazón, que, para la tradición hindú como para muchas otras, pero quizá todavía más claramente, es el centro del ser integral, y al cual, por consiguiente, ese "sentido de la eternidad" debe ser directamente vinculado.

Se dice luego que el Grial fue confiado a Adán en el Paraíso terrestre, pero que, a raíz de su caída, Adán lo perdió a su vez, pues no pudo llevarlo consigo cuando fue expulsado del Edén; y esto también se hace bien claro con el sentido que acabamos de indicar. El hombre, apartado de su centro original por su propia culpa, se encontraba en adelante encerrado en la esfera temporal; no podía ya recobrar el punto único desde el cual todas las cosas se contemplan bajo el aspecto de la eternidad. El Paraíso terrestre, en efecto, era verdaderamente el "Centro del Mundo" asimilado simbólicamente en todas partes al Corazón divino; ¿y no cabe decir que Adán, en tanto estuvo en el Edén, vivía verdaderamente en el Corazón de Dios?.

Lo que sigue es más enigmático: Set logró entrar en el Pa­raíso terrestre y pudo así recuperar el precioso vaso; ahora bien: Set es una de las figuras del Redentor, tanto más cuanto que su nombre mismo expresa las ideas de fundamento y estabilidad, y anuncia de algún modo la restauración del orden primordial des­truido por la caída del hombre. Había, pues, desde entonces, por lo menos una restauración parcial, en el sentido de que Set y los que después de él poseyeron el Grial podían por eso mismo establecer, en algún lugar de la tierra, un centro espiritual que era como una imagen del Paraíso perdido. La leyenda, por otra parte, no dice dónde ni por quién fue conservado el Grial hasta la época de Cristo, ni cómo se aseguró su transmisión; pero el origen céltico que se le reconoce debe probablemente dejar comprender que los Druidas tuvieron una parte de ello y deben contarse entre los con­servadores regulares de la tradición primordial. En todo caso, la existencia de tal centro espiritual, o inclusive de varios, simultánea o sucesivamente, no parece poder ponerse en duda, como quiera haya de pensarse acerca de su localización; lo que debe notarse es que se adjudicó en todas partes y siempre a esos centros, entre otras designaciones, la de "Corazón del Mundo", y que, en todas las tradiciones, las descripciones referidas a él se basan en un simbolismo idéntico, que es posible seguir hasta en los más pre­cisos detalles. ¿No muestra esto suficientemente que el Grial, o lo que está así representado, tenía ya, con anterioridad al Cristianismo, y aun a todo tiempo, un vínculo de los más estrechos con el Corazón divino y con el Emmanuel, queremos decir, con la manifestación, virtual o real según las edades, pero siempre pre­sente, del Verbo eterno en el seno de la humanidad terrestre?.

Después de la muerte de Cristo, el Santo Graal, según la leyenda, fue llevado a Gran Bretaña por José de Arimatea y Nicodemo; comienza entonces a desarrollarse la historia de los Caballe­ros de la Tabla Redonda y sus hazañas, que no es nuestra intención seguir aquí. La Tabla (o Mesa) Redonda estaba destinada a recibir al Grial cuando uno de sus caballeros lograra conquistarlo y transportarlo de Gran Bretaña a Armórica; y esa Tabla (o Mesa) es también un símbolo verosímilmente muy antiguo, uno de aquellos que fueron asociados a la idea de esos centros espirituales a que acabamos de aludir. La forma circular de la mesa está, además, vincu­lada con el "ciclo zodiacal" (otro símbolo que merecería estudiarse más especialmente) por la presencia en torno de ella de doce per­sonajes principales, particularidad que se encuentra en la consti­tución de todos los centros de que se trata. Siendo así, ¿no puede verse en el número de los doce Apóstoles una señal, entre multitud de otras, de la perfecta conformidad del Cristianismo con la tra­dición primordial, a la cual el nombre de "precristianismo" convendría tan exactamente? Y, por otra parte, a propósito de la Tabla Redonda, hemos destacado una extraña concordancia en las revelaciones simbólicas hechas a Marie des Vallées (véase “Regnabit, noviembre de 1924) (3), donde se menciona "una mesa redonda de jaspe, que representa el Corazón de Nuestro Señor", a la vez que se habla de "un jardín que es el Santo Sacramento del altar" y que, con sus "cuatro fuentes de agua viva", se identifica misteriosamente con el Paraíso terrestre; ¿no hay aquí otra confirmación, harto sorprendente e inesperada, de las relaciones que señalábamos antes?.

Naturalmente, estas notas demasiado rápidas no podrían pre­tender constituirse en un estudio completo acerca de cuestión tan poco conocida; debemos limitarnos por el momento a ofrecer sim­ples indicaciones, y nos damos clara cuenta de que hay en ellas consideraciones que, al principio, son susceptibles de sorprender un tanto a quienes no están familiarizados con las tradiciones antiguas y sus modos habituales de expresión simbólica; pero nos reservamos el desarrollarlas y justificarlas con más amplitud posteriormente, en artículos en que pensamos poder encarar además muchos otros puntos no menos dignos de interés.

Entre tanto, mencionaremos aún, en lo que concierne a la le­yenda del Santo Graal, una extraña complicación que hasta ahora no hemos tomado en cuenta: por una de esas asimilaciones verbales que a menudo desempeñan en el simbolismo un papel no desdeñable, y que por otra parte tienen quizá razones más pro­fundas de lo que se imaginaría a primera vista, el Graal es a la vez un vaso (grasale) y un libro (gradale o graduale). En ciertas versiones, ambos sentidos se encuentran incluso estrechamente vinculados, pues el libro viene a ser entonces una inscripción tra­zada por Cristo o por un ángel en la copa misma. No nos propo­nemos actualmente extraer de ello ninguna conclusión, bien que sea fácil establecer relaciones con el "Libro de Vida" y ciertos elementos del simbolismo apocalíptico.

Agreguemos también que la leyenda asocia al Graal otros obje­tos, especialmente una lanza, la cual, en la adaptación cristiana, no es sino la lanza del centurión Longino; pero lo más curioso es la preexistencia de esa lanza o de alguno de sus equivalentes como símbolo en cierto modo complementario de la copa en las tradiciones antiguas. Por otra parte, entre los griegos, se consideraba que la lanza de Aquiles curaba las heridas por ella cau­sadas; la leyenda medieval atribuye precisamente la misma virtud a la lanza de la Pasión. Y esto nos recuerda otra similitud del mismo género: en el mito de Adonis (cuyo nombre, por lo demás, significa "el Señor''), cuando el héroe es mortalmente herido por el colmillo de un jabalí (colmillo que sustituye aquí a la lanza), su sangre, vertiéndose en tierra, da nacimiento a una flor; pues bien: L. Charbonneau ha señalado en “Regnabit” (enero de 1925), "un hierro para hostias, del siglo XII, donde se ve la sangre de las llagas del Crucifi­cado caer en gotitas que se transforman en rosas, y el vitral del siglo XIII de la catedral de Angers, donde la sangre divina, fluyendo en arroyuelos, se expande también en forma de rosas". Volveremos enseguida sobre el simbolismo floral, encarado en un aspecto algo diferente; pero, cualquiera sea la multiplicidad de sentidos que todos los símbolos presentan, todo ello se completa y armoniza perfectamente, y tal multiplicidad, lejos de ser un inconveniente o un defecto, es al contrario, para quien sabe comprenderla, una de las ventajas principales de un lenguaje mucho menos estrechamente limitado que el lenguaje ordinario.

Para terminar estas notas, indicaremos algunos símbolos que en diversas tradiciones sustituyen a veces al de la copa y que le son idénticos en el fondo: esto no es salirnos del tema, pues, el mismo Grial, como puede fácilmente advertirse por todo lo que acabamos de decir, no tiene en el origen otra significación que la que tiene en general el vaso sagrado donde quiera se lo encuentra, y en particular, en Oriente, la copa sacrificial que contiene el soma védico (o el haoma mazdeo), esa extraordinaria "prefiguración eucarística sobre 'la cual volveremos quizá en otra ocasión. Lo que el soma figura propiamente es el "elixir de inmortalidad" (el amritâ de los hindúes, la ambrosía de los griegos, palabras ambas etimológicamente semejantes), el cual confiere y restituye a quienes lo reciben con las disposiciones requeridas ese "sentido de la eternidad" de que hemos hablado anteriormente.

Uno de los símbolos a que queremos referirnos es el triángulo con el vértice hacia abajo; es como una suerte de representación esquemática de la copa sacrificial, y con tal valor se encuentra en ciertos yantra o símbolos geométricos de la India. Por otra parte, es particularmente notable desde nuestro punto de vista que la misma figura sea igualmente un símbolo del corazón, cuya forma reproduce simplificándola: el "triángulo del corazón" es expresión corriente en las tradiciones orientales. Esto nos conduce a una observación tampoco desprovista de interés: que la figu­ración del corazón inscrito en un triángulo así dispuesto no tiene en sí nada de ilegítimo, ya se trate del corazón humano o del Corazón divino, y que, inclusive, resulta harto significativa cuando se la refiere a los emblemas utilizados por cierto hermetismo cristiano medieval, cuyas intenciones fueron siempre plenamente ortodoxas. Si a veces se ha querido, en los tiempos mo­dernos, atribuir a tal representación un sentido blasfemo (véase “Regnabit”, agosto-septiembre de 1924), es porque, conscientemente o no, se ha alterado la significación primera de los símbolos hasta invertir su valor normal; se trata de un fenómeno del cual podrían citarse muchos ejemplos y que por lo demás encuentra su explicación en el hecho de que ciertos símbolos son efectivamente susceptibles de doble interpretación, y tienen como dos faces opuestas. La serpiente, por ejemplo, y tam­bién el león, ¿no significan a la vez, según los casos, Cristo y Satán? No podemos entrar a exponer aquí, a ese respecto, una teoría general, que nos llevaría demasiado lejos; pero se compren­derá que hay en ello algo que hace muy delicado al manejo de los símbolos y también que este punto requiere especialísima aten­ción cuando se trata de descubrir el sentido real de ciertos emblemas y traducirlo correctamente.

Otro símbolo que con frecuencia equivale al de la copa es un símbolo floral: la flor, en efecto, ¿no evoca por su forma la idea de un "receptáculo", y no se habla del "cáliz" de una flor? En Oriente, la flor simbólica por excelencia es el loto; en Occidente, la rosa desempeña lo más a menudo ese mismo papel. Por su­puesto, no queremos decir que sea ésa la única significación de esta última, ni tampoco la del loto, puesto que, al contrario, nos­otros mismos habíamos antes indicado otra; pero nos inclinaría­mos a verla en el diseño bordado sobre ese canon de altar de la abadía de Fontevrault (“Regnabit”, enero de 1925, figura página 106), donde la rosa está situada al pie de una lanza a lo largo de la cual llueven gotas de sangre. Esta rosa aparece allí asociada a la lanza exactamente como la copa lo está en otras partes, y parece en efecto recoger las gotas de sangre más bien que provenir de la transformación de una de ellas; pero, por lo demás, las dos significaciones se complementan más bien que se oponen, pues esas gotas, al caer sobre la rosa, la vivifican y la hacen abrir. Es la "rosa celeste", según la figura tan frecuente­mente empleada en relación con la idea de la Redención, o con las ideas conexas de regeneración y, de resurrección; pero esto exigiría aún largas explicaciones, aun cuando nos limitáramos a destacar la concordancia de las diversas tradiciones con respecto a este otro símbolo.

Por otra parte, ya que se ha hablado de la Rosa-Cruz con motivo del sello de Lutero (enero de 1925) (4), diremos que este emblema hermético fue al comienzo específicamente cristiano, cualesquiera fueren las falsas interpretaciones más o menos "naturalistas" que le han sido dadas desde el siglo XVIII; y ¿no es notable que en ella la rosa ocupe, en el centro de la cruz, el lugar mismo del Sagrado Corazón? Aparte de las representaciones en que las cinco llagas del Crucificado se figuran por otras tantas rosas, la rosa central, cuando está sola, puede muy bien identificarse con el Corazón mismo, con el vaso que contiene la sangre, que es el centro de la vida y también el centro del ser total.

Hay aún por lo menos otro equivalente simbólico de la copa: la media luna; pero ésta, para ser explicada convenientemente, exi­giría desarrollos que estarían enteramente fuera del tema del presente estudio; no lo mencionamos, pues, sino para no descuidar enteramente ningún aspecto de la cuestión.

De todas las relaciones que acabamos de señalar, extraeremos ya una consecuencia que esperamos poder hacer aún más mani­fiesta ulteriormente: cuando por todas partes se encuentran tales concordancias, ¿no es ello algo más que un simple indicio de la existencia de una tradición primordial? Y ¿cómo explicar que, con la mayor frecuencia, aquellos mismos que se creen obligados a admitir en principio esa tradición primordial no piensen más en ella y razonen de hecho exactamente como si no hubiera jamás existido, o por lo menos como si nada se hubiese conservado en el curso de los siglos? Si se detiene uno a reflexionar sobre lo que hay de anormal en tal actitud, estará quizá menos dispuesto a asombrarse de ciertas consideraciones que, en verdad, no parecen extrañas sino en virtud de los hábitos mentales propios de nuestra época. Por otra parte, basta indagar un poco, a condición de ha­cerlo sin prejuicio, para descubrir por todas partes las marcas de esa unidad doctrinal esencial, la conciencia de la cual ha podido a veces oscurecerse en la humanidad, pero que nunca ha desaparecido enteramente; y, a medida que se avanza en esa investigación, los puntos de comparación se multiplican corno de por sí, y a cada instante aparecen más pruebas; por cierto, el Quaerite et invenietis del Evangelio no es palabra vana.

NOTAS:

(1). Publicado en “Regnabit”, agosto-septiembre de 1925. Recopilado, sin el addendum aparecido en el nº de diciembre, en Aperçus sur l´Esoterisme Chrétien, capítulo IX de la 2ª parte y, con la adición incluida, en Symboles de la Science Sacrée, capítulo III.

(2). Véase "Regnabit", junio de 1925: “Iconographie ancienne du Coeur de Jésus”.

(3). Cf. Charbonneau- Lassay, Le Bestiaire du Christ, cap. X, pág. 95 (N. Del T.).

(4). Regnabit, enero de 1925, artículo de Charbonneau-Lassay, "A propos de la rose emblématique de Martin Luther" (N. del T.).

A G H A R T A El Reino Subterráneo Rene Guenon


A G H A R T A El Reino Subterráneo de la Tierra
p o r     R e n é    G u e n o n

Agartha, se dice, no fue siempre subterránea, y no permanecerá siempre; vendrá un tiempo en el que, según las palabras dadas por F. Ossendowski, los «pueblos de Agartha saldrán de sus cavernas y aparecerán sobre la superficie de la tierra». Antes de su desaparición del mundo visible, este centro llevaba otro nombre, pues el de Agartha, que significa «inalcanzable» o «inaccesible» (y también «inviolable», pues es la morada de la Paz, Salem), no habría sido el más conveniente; F. Ossendowski precisa que se hizo subterráneo «hace más de seis mil años», y ocurre que esta fecha corresponde, con una muy suficiente aproximación, al comienzo del Kali-Yuga, o «época negra», la «edad de hierro» de los antiguos occidentales, el último de los cuatro períodos en los cuales se divisa el Manvantara; su reaparición debe coincidir con el fin del mismo período.

Hemos hablado anteriormente de las alusiones hechas por todas las tradiciones a algo que se halla perdido o escondido, y que se representa bajo diversos símbolos; esto, cuando se toma en su sentido general, lo que concierne al conjunto de la humanidad terrena, se refiere precisamente a las condiciones del Kali- Yuga.

El período actual es una fase de oscurantismo y de confusión; sus condiciones son tales que, en tanto que persistan, el conocimiento iniciático debe necesariamente quedar oculto, de ahí el carácter de «Misterios» de la Antiguedad llamada «histórica» (que no se remonta más que hasta el comienzo de este período) y de las organizaciones secretas de todos los pueblos; organizaciones que dan una iniciación efectiva allí donde subsiste aún una verdadera doctrina tradicional, pero que no ofrecen más que la sombra cuando el espíritu de la doctrina ha cesado de vivificar a los símbolos que no son más que la representación exterior y eso, porque, por razones diversas, todo lazo consciente con el centro espiritual del mundo ha acabado por romperse, lo que es el sentido más particular de la pérdida de la tradición, la que concierne especialmente a tal o cual centro secundario, dejando de estar en relación directa y efectiva con el centro supremo.

Se debe pues, como lo decíamos anteriormente, hablar de algo que está oculto más que verdaderamente perdido, ya que no está escondido para todos y que algunos lo poseen aún íntegramente; y, si es así, otros tienen siempre la posibilidad de encontrarlo, ya que ellos lo buscan como conviene, es decir, que su intención sea dirigida de tal manera que, por las vibraciones armónicas que despierta según la «ley de acciones y reacciones concordante», pueda ponerlos en comunicación espiritual efectiva con el centro supremo.

Esta dirección de la voluntad tiene además, en todas las formas tradicionales, su representación simbólica; queremos hablar de la orientación ritual: ésta, en efecto, es propiamente la dirección hacia un centro espiritual, que cualquiera que sea, es una imagen del verdadero «Centro del Mundo».

Pero a medida que se avanza en el Kali- Yuga, la unión con este centro, cada vez más cerrado y oculto, se hace más difícil, al mismo tiempo que se hacen más raros los centros secundarios que le representan exteriormente; y sin embargo, cuando acabe este período, la tradición deberá manifestarse de nuevo en su integridad, ya que el comienzo de cada Manvantara, coincidiendo con el final del precedente, implica necesariamente, para la humanidad terrena, la vuelta al «estado primordial».

En Europa, todo lazo establecido conscientemente con el centro por medio de organizaciones regulares está roto actualmente, y ello es así desde hace varios siglos; además, esta ruptura no se realizó de un solo golpe, sino en varias fases sucesivas.

La primera de estas fases se remonta al comienzo del siglo XIV; lo que ya hemos dicho en otro lugar de las Órdenes de Caballería puede hacer comprender que uno de sus papeles principales era el de asegurar una comunicación entre Oriente y Occidente, comunicación de la que es posible comprender el verdadero alcance si se observa que el centro del que hablamos aquí siempre ha sido descrito, al menos en lo que concierne a los tiempos históricos, como situado al lado de Oriente.

Sin embargo, después de la destrucción de la Orden del Temple, el Rosacrucianismo, o a lo que se debía dar este nombre por continuidad, siguió asegurando el mismo lazo, aunque de una manera más disimulada. El Renacimiento y la Reforma marcaron una nueva fase crítica, y por último, según lo que parece indicar Saint-Ives, la ruptura completa habría coincidido con los tratados de Westfalia, que en 1648 terminaron con la Guerra de los Treinta Años.

Ahora bien, es notable que varios autores hayan afirmado precisamente que, poco después de la Guerra de los Treinta Años, los verdaderos Rosacruces hayan abandonado Europa para retirarse a Asia; y recordaremos, a propósito de esto, que los Adeptos Rosacruces eran doce, como los miembros del círculo más interno de Agartha, y en conformidad con la constitución común a tantos centros espirituales formados a imagen de este centro supremo.

A partir de esta última época, el depósito del conocimiento iniciático efectivo no está guardado por ninguna organización occidental; también Swedenborg declara que es de ahora en adelante entre los sabios del Tíbet y de Tartaria donde hay que buscar la palabra perdida; y por su parte, Anna Caterina Emerich tiene la visión de un lugar misterioso que llama la «Montaña de los Profetas», y que la sitúa en las mismas regiones.


R e n é  G u e n o n

A QUIEN LLAMAMOS PROFANO?

"PROFANO<br />
A quien no pertenece a la Orden se le llama “Profano” (pro: delante, fanum: templo). Cuando un grupo de Hermanos conversa sobre temas masónicos y un “profano” se acerca, se usan las expresiones “llueve” o “el tiempo está tormentoso” o “está nublado” o “el cielo está cubierto”, para advertir que debe guardarse discreción en el diálogo.<br />
“Solicitante” es aquel Profano propuesto por un Hermano y apoyado por otro, que habiendo sido debidamente inspeccionado y habiendo sido considerado adecuado para ingresar en la Logia por una comisión ad-hoc de Hermanos nombrada por el Venerable Maestro, ha llenado una Solicitud de Ingreso en los formularios destinados al este efecto.<br />
El Solicitante se convierte en “Candidato” una vez que la Cámara del Medio aprueba su Solicitud.. El “Candidato” se convierte en “Recipiendario” una vez que haya sido Proclamado en la Ceremonia de Iniciación. El “Recipiendario” es un “Neófito” (novato) hasta que en la Ceremonia de Iniciación no se le revelan los Secretos del Grado.<br />
ENTRE COLUMNAS<br />
Las Columnas J y B adornan el Templo del lado occidental. Según su representación simbólica (las columnas del Templo del Rey Salomón), ellas deberían estar en PP:.PP:.. Son pues "vestibulares". La referencia “entre columnas” se referiría entonces a las columnas de Hermanos, Norte y Sur. Pero a los efectos prácticos, ello no establece diferencias, por lo que seguiremos considerando la expresión como relacionada a las columnas salomónicas. Respecto a su discutida ubicación, la columna IAJIN (J) debe estar del lado Sur y la columna BOAZ al Norte, lo que coincide con la ubicación de los Aprendices al Norte.<br />
IAJIN<br />
La posición clásica sostiene que el significado del nombre Iajín, es: Él (Dios) establecerá, preparará (del verbo Lehajín). En Génesis, Capítulo 46, Versículo 10, dice: “Y los hijos de Simeón (hijo de Jacob): Jemuel y Jamín, y Ohad, y Iajín, y Zoar, y Saúl, hijo de la Cananea.”<br />
Toda la familia de Jacob (Iajín entre ellos) bajó a Egipto a reunirse con José.<br />
BOAZ<br />
En hebreo: en Él, (Dios) está la Fuerza. Según el Libro de Ruth: Elimelej casado con Noemi. Sus hijos Mahalón y Chelión se casaron con Orpha y Ruth. Los hombres murieron y las tres mujeres se quedaron solas. Orpha se fue, pero Ruth se quedó. Ambas fueron a Beit Lejem y allí se convirtió en la mujer de Boaz, un terrateniente de la zona.<br />
Versículo 13: “Boaz tomó a Ruth, y ella fue su mujer; y luego que entró a ella, Jehová le dió que concibiese y pariese un hijo”. Versículo 17: “...le pusieron nombre y llamáronle Obed...” Versículo 22: “Y Obed engendró a Isaí, e Isaí engendró a David”."
A QUIEN LLAMAMOS PROFANO?

A quien no pertenece a la Orden se le llama “Profano” (pro: delante, fanum: templo). Cuando un grupo de Hermanos conversa sobre temas masónicos y un “profano” se acerca, se usan las expresiones “llueve” o “el tiempo está tormentoso” o “está nublado” o “el cielo está cubierto”, para advertir que debe guardarse discreción en el diálogo.
“Solicitante” es aquel Profano propuesto por un Hermano y apoyado por otro, que habiendo sido debidamente inspeccionado y habiendo sidoconsiderado adecuado para ingresar en la Logia por una comisión ad-hoc de Hermanos nombrada por el Venerable Maestro, ha llenado una Solicitud de Ingreso en los formularios destinados al este efecto.
El Solicitante se convierte en “Candidato” una vez que la Cámara del Medio aprueba su Solicitud.. El “Candidato” se convierte en “Recipiendario” una vez que haya sido Proclamado en la Ceremonia de Iniciación. El “Recipiendario” es un “Neófito” (novato) hasta que en la Ceremonia de Iniciación no se le revelan los Secretos del Grado.
ENTRE COLUMNAS
Las Columnas J y B adornan el Templo del lado occidental. Según su representación simbólica (las columnas del Templo del Rey Salomón), ellas deberían estar en PP:.PP:.. Son pues “vestibulares”. La referencia “entre columnas” se referiría entonces a las columnas de Hermanos, Norte y Sur. Pero a los efectos prácticos, ello no establece diferencias, por lo que seguiremos considerando la expresión como relacionada a las columnas salomónicas. Respecto a su discutida ubicación, la columna IAJIN (J) debe estar del lado Sur y la columna BOAZ al Norte, lo que coincide con la ubicación de los Aprendices al Norte.
IAJIN
La posición clásica sostiene que el significado del nombre Iajín, es: Él (Dios) establecerá, preparará (del verbo Lehajín). En Génesis, Capítulo 46, Versículo 10, dice: “Y los hijos de Simeón (hijo de Jacob): Jemuel y Jamín, y Ohad, y Iajín, y Zoar, y Saúl, hijo de la Cananea.”
Toda la familia de Jacob (Iajín entre ellos) bajó a Egipto a reunirse con José.
BOAZ
En hebreo: en Él, (Dios) está la Fuerza. Según el Libro de Ruth: Elimelej casado con Noemi. Sus hijos Mahalón y Chelión se casaron con Orpha y Ruth. Los hombres murieron y las tres mujeres se quedaron solas. Orpha se fue, pero Ruth se quedó. Ambas fueron a Beit Lejem y allí se convirtió en la mujer de Boaz, un terrateniente de la zona.
Versículo 13: “Boaz tomó a Ruth, y ella fue su mujer; y luego que entró a ella, Jehová le dió que concibiese y pariese un hijo”. Versículo 17: “…le pusieron nombre y llamáronle Obed…” Versículo 22: “Y Obed engendró a Isaí, e Isaí engendró a David”.

“¿Quién es masón?… El que está delante en el escalafón”

CASTELAO GUERRA CIVIL
“¿Quién es masón?… El que está delante en el escalafón”

CASTELAO GUERRA CIVIL

«La delación de compañeros sirvió para mostrar fidelidad al nuevo régimen franquista»

El profesor del IES de Valadares presentó en Vigo el libro en lengua gallega: Medo político e control social na retagarda franquista.

Jorge Lamas / LA VOZ DE GALICIA

La Casa del Libro acogió (dia 11), la presentación del libro “Medo político e control social na retagarda franquista” (Xerais), del vigués Lucio Martínez Pereda. El profesor de Historia en el IES de Valadares fue acompañado en la presentación por el crítico literario Ramón Nicolás y por el director general de Edicións Xerais, Manuel Bragado.

¿Qué motivó este libro?

Demostrar que la eliminación física y el encarcelamiento se complementó con la represión fría. Con esta se pretendía llegar hasta donde la primera no había llegado y, sobre todo, permeabilizar el miedo político entre amplias capas de la población, dotarse de mecanismos de control social y provocar una adaptación forzosa de los comportamientos a los principios ideológicos del nacional-catolicismo.

¿En qué cronología y espacio se mueve el estudio?

Se centra en Pontevedra y, secundariamente en el resto de Galicia, entre el comienzo de la guerra civil y el primer franquismo.

Más allá de los asesinatos y de las ejecuciones sumarísimas, ¿qué medidas de represión tomó el franquismo?

Encarcelamiento, incautación de bienes, expulsión de puestos de trabajo, inhabilitaciones profesionales, multas económicas, destierros, traslados forzosos a localidades alejadas y castigos de humillación social.

¿Quiénes fueron los objetivos prioritarios a depurar?

Las bases sociales más comprometidas con los partidos políticos de izquierda, los funcionarios del estado republicano partidarios del republicanismo, los activistas sindicales y culturales, los galleguistas de izquierda y los masones defensores de las reformas laicistas.

¿Qué papel jugó la Iglesia?

Importantísimo en Galicia. No solo proporcionó legitimación a la rebelión calificando la guerra civil como «Guerra Santa» justa y necesaria, sino que participó activamente enviando informes sobre la conducta privada y pública a comisiones de incautación, comisiones depuradoras de funcionarios, juzgados de responsabilidades políticas y tribunal represión de la masonería

¿Qué formas se emplearon para mostrar públicamente la aceptación del nuevo régimen?

Fundamentalmente, la participación en actos y celebraciones patriótico-religiosas, pero también la entrega de dinero. Otra forma menos publica, pero más eficaz -no ya de participación, sino de colaboración- fue la delación de compañeros de trabajo. En la época circulaba un chiste expresivo de este estado de cosas. «¿Quién es masón?, le preguntaba un funcionario a otro. El que está delante en el escalafón».

¿Era importante la masonería en Vigo? ¿Fue muy reprimida?

La logia viguesa Vicus fue muy activa en la defensa del reformismo republicano. Fue la que más afiliados tuvo al final de la II República en Galicia. Los masones vigueses incluso pensaron en crear una Gran Logia Gallega federada con el Gran Oriente Español. La represión fue dura, a pesar de lo cual, algunos consiguieron librarse de la cárcel y huir a Latinoanoamérica pagando importantes cantidades de dinero a militares. Allí contaban con el apoyo de una red de logias con gran influencia gallega. Los que carecían de suficientes ingresos fueron encarcelados, expulsados de sus puestos de trabajo, inhabilitados y desterrados.

Fuente: LA VOZ DE GALICIA

El origen del temor a los viernes 13: La maldición de los templarios

El origen del temor a los viernes 13: La maldición de los templarios
El origen del temor a los viernes 13: La maldición de los templarios
CÉSAR CERVERA / MADRID

En una fecha así, 13 de octubre de 1307, el Rey de Francia inició la persecución de los templarios que terminó con su último gran maestre lanzando una amenaza profética antes de ser quemado vivo: «No tardará en venir una inmensa calamidad para aquellos que nos han condenado sin respetar la auténtica justicia». Un año después fallecieron el Monarca galo y el Papa que lo toleró
El origen del temor a los viernes 13: La maldición de los templarios

Ilustración medieval que muestra la quema de dos templarios
La aversión al número 13 está fuertemente arraigada en la cultura occidental. En la Última Cena había trece personas (doce apóstoles y Jesús), siendo Judas el traidor, el número 13. En el Apocalipsis, el capítulo 13 corresponde al anticristo y a la bestia. A su vez, la Cábala –una disciplina de pensamiento esotérico relacionada con el judaísmo– enumera a 13 espíritus malignos; al igual que las leyendas nórdicas, donde Loki, el dios de las travesuras, aparece en ocasiones citado como el invitado número 13. Por su parte, el viernes según la tradición cristiana es el día que Jesucristo de Nazaret fue crucificado. Además, algunos estudiosos de la Biblia creen que Eva tentó a Adán con la fruta prohibida un viernes y que Abel fue asesinado por su hermano Caín el quinto día de la semana. Cabe recordar que los siete días de la semana –establecidos en función del tiempo en el que transcurre un ciclo lunar– son definidos por las religiones judeo-cristianas y musulmanas como el tiempo que tardó Dios en crear los cielos y la tierra, y todo lo que hay en ellos.

El viernes, considerado por las razones anteriores un día aciago por la tradición cristiana, coincide entre 1 y 3 veces por año con el número de la mala suerte, el 13, dando lugar a la fecha más «maldita», de la que cine y literatura han dado buena cuenta. No en vano, el miedo por los viernes 13 tiene su epicentro histórico en una fecha que quedó marcada por el misterio y la traición: el viernes 13 de octubre de 1307. En la madrugada de este día, el Rey francés Felipe IV inició una brutal persecución contra la Orden de los Caballeros Templarios que provocó el arresto masivo de sus miembros.

Felipe IV persuadió al Papa Clemente V para que iniciase un proceso contra los templarios acusándolos de sacrilegio a la cruz, herejía, sodomía y adoración a ídolos paganos a través de la práctica de ritos heréticos. Especialmente humillante –bajo el prisma de la época– era la acusación de practicar actos homosexuales entre los caballeros de la Orden del Temple, que vivían a medio camino entre la austeridad de un monje y las exigencias de un guerrero. No obstante, se trataban de falsedades sin base alguna para ocultar las verdaderas causas de carácter económico. El Rey de Francia –donde los templarios vertebraban la mayor parte de la influencia y el patrimonio adquiridos durante las Cruzadas– coaligado con el papado y los dominicos ambicionaban acabar con la poderosa y acaudalada orden militar, convertida en el principal prestamista de la Corona francesa y de otros países europeos.

Las calumnias se convierten en acusaciones
El origen del temor a los viernes 13: La maldición de los templarios
Clemente V, pese a ser francés y antiguo arzobispo de Burdeos, mostró inicialmente su oposición a la guerra que Felipe IV pretendía desencadenar contra los templarios, puesto que necesitaba de su ayuda militar para iniciar una nueva cruzada en la zona de Palestina. Sin embargo, la negativa del último gran maestre, Jacques de Molay al proyecto Rex Bellator –impulsado por la Corona de Aragón para fusionar todas las órdenes militares bajo un único rey soltero o viudo– predispuso al Papa en contra de la Orden.

El origen del temor a los viernes 13: La maldición de los templarios
ABC
Manuscrito medieval en el que se acusa a los templarios de sodomía
En 1307, Jacobo de Molay, último maestre del Temple, secundando los deseos papales de Cruzada, llegó a Francia para reclutar tropas y abastecerse de vituallas. A su paso por el país escuchó las calumnias propagadas contra su Orden por el Monarca francés. Para ello se sirvió de las acusaciones de Esquieu de Floyran, un espía al que Jaime II de Aragón había expulsado de su corte por verter falsedades contra los templarios pero que fue recibido con los brazos abiertos por el Rey galo, deseoso de provocar su caída a cualquier precio.

Ofendido por la campañade desprestigio contra la Orden del Temple, Jacobo de Molay acudió ante el Papa solicitando un examen formal para desacreditar las burdas calumnias. Accedió Clemente V a sus deseos y así se lo comunicó al Monarca francés por carta del 24 de agosto de 1307. Pero Felipe IV, quien había intentado entrar sin éxito entre las filas templarías cuando se quedó viudo, no estaba dispuesto a dilatar el asunto y cerró el puño sobre su presa. Aconsejado por su ministro Guillermo de Nogaret, Felipe IV despachó correos a todos los lugares de su reino con órdenes estrictas de que nadie los abriera hasta la noche previa a la operación: el jueves, 12 de octubre de 1307. Los pliegos ordenaban la captura de todos los templarios y la requisa de sus bienes.

El 12 de octubre de 1307, a la salida de los funerales de la condesa de Valois, el maestre Molay y su séquito fueron arrestados y encarcelados. Y durante la madrugada del viernes 13, la mayoría de los templarios franceses fueron apresados y sus bienes confiscados bajo pretexto de la Inquisición. La resistencia militar fue mínima a causa de la avanzada edad de los guerreros que permanecían en Francia. Los jóvenes se encontraban preparando la inminente cruzada en la base de Chipre.

Para mitigar el escándalo, el Rey publicó un manifiesto donde involucraba al Papa en la decisión. Cuando Clemente V se enteró de la detención, reprendió al Monarca y envió dos cardenales, Berenguer de Frédol y Esteban de Suisy, para reclamar las personas y bienes de los encausados. Tras pactar con el Papa las condiciones del proceso, Felipe IV consiguió la facultad de juzgar a los miembros franceses de la Orden del Temple y administrar la mayoría de sus bienes. No obstante, el proceso fue del todo irregular. Sin ir más lejos, los templarios habían de ser juzgados con respecto al Derecho canónico y no por la justicia ordinaria de Francia. Asimismo, Guillermo de Nogaret –mano ejecutora del Rey– estuvo bajo la excomunión formal de la Iglesia desde el principio hasta el fin de los procesos.

Una amenaza, que resultó ser una profecía
Por medio de la tortura, la Inquisición obtuvo las declaraciones que deseaba, incluso del Gran Maestre, pero estas confesiones fueron revocadas por la mayoría de los acusados posteriormente. Mientras el Papa tomaba una decisión definitiva sobre la Orden y el futuro del Gran Maestre y el resto de cargos superiores, un goteo de templarios fue pasando por la hoguera en medio de un sinfín de irregularidades y el recelo del pueblo llano. En 1314, Jacobo de Molay, Godofredo de Charney, maestre en Normandía, Hugo de Peraud, visitador de Francia, y Godofredo de Goneville, maestre de Aquitania, fueron condenados a cadena perpetua, gracias a la interferencia del Papa y de importantes nobles europeos. No en vano, encima de un patíbulo alzado delante de Notre-Dame, donde se les comunicó la pena, los máximos representantes de la orden renegaron de sus confesiones: «¡Nos consideramos culpables, pero no de los delitos que se nos imputan, sino de nuestra cobardía al haber cometido la infamia de traicionar al Temple por salvar nuestras miserables vidas!». El desafío de los líderes templarios, rompiendo lo pactado, les condenó a muerte.

El origen del temor a los viernes 13: La maldición de los templarios
El origen del temor a los viernes 13: La maldición de los templarios
Retrato de Jacques de Molay
Aquel mismo día, se alzó una enorme pira en un islote del Sena, denominado Isla de los Judíos, donde los cuatro dirigentes fueron llevados a la hoguera. Según se cuenta entre el mito y la realidad, antes de ser consumido por las llamas, Jacobo de Molay se dirigió a los hombres que habían perpetrado la caída de los templarios: «Dios conoce que se nos ha traído al umbral de la muerte con gran injusticia. No tardará en venir una inmensa calamidad para aquellos que nos han condenado sin respetar la auténtica justicia. Dios se encargará de tomar represalias por nuestra muerte. Yo pereceré con esta seguridad». Fuera real la frase o un adorno literario añadido posteriormente por los cronistas, la verdad es que antes de un año fallecieron tanto Felipe IV como Clemente V.

En el resto de Europa, la persecución templaria no fue tan violenta y sus miembros fueron absueltos en la mayor parte de los casos. Sus bienes, no en vano, fueron repartidos entre la nobleza o integrados en otras órdenes militares como la de los Hospitalarios.