sábado, 26 de diciembre de 2009

MITOS DE LA CREACION

Mitos de la Creación

, Tomas Gondesen
Al igual que en el artículo anterior “Troya, el principio del fin”, el relato que aquí les ofrezco intentará ser ameno y parte de la conjunción de diferentes versiones del mismo, seleccionadas con la intención de hacerlas entretenidas y accesibles para todos. Si sirve para brindarles un momento de apacible lectura y como puntapié inicial para despertar curiosidad sobre estos relatos ancestrales, estará cumplido con creces mi objetivo. Por esta misma razón esta vez, además del relato de la Creación según la Mitología griega, tomando como fuente principal (pero no única) la Teogonía de Hesíodo, complementaré éste relato con una breve descripción de cosmogonías[1] procedentes de otras culturas.

De esta manera, aquellos que ya conozcan de antemano el mito Griego quizás se encuentren en la segunda parte con algún otro mito que desconocían y por ende les resulte más atractivo. Aclaro que la interpretación de estos como mitos, leyendas, verdades absolutas, etc, quedará a cargo del lector, y pido disculpas por los cambios estructurales que estoy incorporando de artículo en artículo. Más que enseñar, estoy aprendiendo. Y tratando de que cada uno de estos sea un poco mejor que el anterior.

Tomando un poco de carrera como para iniciar el relato, debo confesar que no dejo de preguntarme: ¿Por qué me metí en este lío?, ¿por qué trato que mis toscas palabras emulen las de aquellos grandes poetas, cuya impecable prosa, preservaron estos relatos a salvo del olvido?, ¿por qué simplemente no publico una larga lista de los libros que leí? (por cierto, aconsejo una vez más que vayan a las fuentes).

No lo hago porque ya lo hice varias veces entre la gente que conozco y rara vez me han hecho caso. Así que éste es otro camino. Tenía ya casi listo un cuarto del artículo, cuando en un ataque de autocrítica lo borré por completo. ¿Quién sabe cuantas veces los dioses han escrito nuestro destino? Por suerte la página en blanco me mostró el vacío, del que Hesíodo nos habló y que yo hasta ahora no había podido comprender. Intentando hacerlo, hurgué en la mitad de los libros de mi pequeña biblioteca. ¿Qué es Caos? Hallé la respuesta en uno de ellos, sí, pero sobre todo en el estado en que quedó mi habitación.

I La Creación
(Según la Mitología Griega)



Gea. Madre de todos los dioses.

En el principio solo existía Caos, divinidad primordial un tanto indefinida, interpretada en general como el espacio[2] donde todos los elementos se encontraban mezclados sin que nada tuviera una forma fija. “Caos es el Vacío primordial, pero concebido como un enorme recipiente para albergar elementos en forma desordenada. Caos es a la vez Nada y Algo”[3]. Luego de Caos[4], surgió Gea (la Tierra) quien se convertiría pronto en la morada de todos los seres vivientes y los dioses inmortales que habitan el nevado Olimpo. Gea madre antiquísima, que nutre sobre la tierra todo cuanto existe[5]. En las profundidades de la Tierra existió el tenebroso Tártaro[6]. Y por último surgió también Eros, el más hermoso entre los dioses, a quien no hay que confundir con “Eros o Cupido”, futuro hijo de Afrodita. De ésta divinidad primordial se nos cuenta que por su belleza, aflojaba los miembros, cautivaba los corazones y la sensata voluntad, tanto de los hombres, como de los dioses en general. Era una divinidad masculina, claro, recordemos que para los griegos esto no representaba ningún tipo de impedimento… Creo que es obvio aclarar que así como Gea representa la Tierra, Eros representa el Amor[7].

Luego de Caos surgieron Érebo (las Tinieblas) aquellas que se encuentran en las profundidades y Nix (la oscuridad de la Noche), quienes no se demoraron en unirse amorosamente. Como resultado de ésta unión Nix dio a luz (nunca mejor dicho) a Eter (la Luz celeste o el Aire) y Hemera (el Día). Por el momento Gea, prescindiendo de las delicias del amor, creó al estrellado Urano (el Cielo) con sus mismas proporciones, para que la contuviera por todas partes y poder ser así sede siempre segura para los dioses. También dio a luz a las grandes Montañas, morada de las Ninfas que habitan en los boscosos montes.

Urano pasa a ser “el primer señor del mundo”[8], quien al contemplar desde lo alto a su madre, y seducido por su extensa belleza, dejó caer sobre sus secretas hendiduras la fértil lluvia. Es así como surgen las verdes praderas, las flores, los árboles y los animales. También engendraron juntos a Océano, Ceo, Crío, Hiperión, Jápeto, Crono (el menor de todos) y Temis, Rea, Tetis, Tea, Mnemósine y Febe. Todos ellos llamados luego, por su padre Urano, “Titanes”, los que abusan. La relación incestuosa entre Gea y Urano, al igual que la antes mencionada entre los hermanos Érebo y Nix, no genera aquí, ni en la mayoría de los mitos referidos a deidades, ningún tipo de castigo moralmente justificado, aunque cuando se trata de seres humanos, la cosa suele terminar de una manera muy distinta. De las reiteradas uniones entre Urano y Gea surgen también la primera generación de Cíclopes, llamados Arges, Estéropes y Brontes, quienes representan el rayo, el relámpago y el trueno. Estos eran en todo semejante a los dioses, excepto por su rasgo distintivo que consistía en poseer un solo ojo, completamente redondo, en medio de su frente. Extraordinarios constructores y forjadores de armas, ocuparán junto con sus hermanos, un papel decisivo en la Titanomaquia, a la que luego haremos referencia. Posteriormente nacieron otros tres hijos, enormes y violentos: los Hecatónquiros, sobre quienes el prudente Hesíodo nos advierte que no hay que decir sus nombres. Y acto seguido, los nombra a los tres: Coto, Briareo y Giges. Estos engendros monstruosos tenían cien brazos informes que salían agitadamente de sus hombros y cincuenta cabezas.

Pero Urano, principio fecundador por excelencia, si bien disfrutaba enormemente de sus relaciones amorosas con su madre y esposa Gea, no tenía ninguna intención de convertirse en un padre responsable, y aborrecía por igual a todos sus hijos. Por este motivo impidió cada uno de los nacimientos, devolviendo inmediatamente al vientre de su madre (el Tártaro), a cada uno de ellos, conforme iban naciendo. A punto de estallar, la pobre Gea sufría en silencio. Pero este accionar de Urano, del que disfrutaba cínicamente, no iba a quedar impune. Gea urdió una cruel artimaña y llamó a sus hijos incitándolos a vengarse de su padre. -¡Hijos míos y de soberbio padre! Si queréis seguir mis instrucciones, podremos vengar el cruel ultraje; pues él fue el primero en maquinar odiosas acciones. Pero de todos ellos, sólo Crono, el más joven de ellos, se atrevió a responder al clamor de su madre. Alegrándose en su corazón, Gea puso en manos de su hijo una afilada hoz y le indicó que se ocultara para emboscar a su padre. Llegó la Noche, y con ésta Urano, ávido de amor, se recostó sobre la tierra desconociendo por completo el terrible destino que le esperaba. Fue así como, viendo que su padre había caído en la trampa, Crono salió de su escondite, sujetó a Urano con la mano izquierda y empuñando su arma con la derecha, cortó rápidamente las partes genitales de su padre, arrojándolas luego detrás suyo. Si bien no se hace mención en ninguno de los textos sobre la reacción inmediata del poderoso dios Urano, considerando que éste representa el cielo en toda su extensión, me imagino que el grito se habrá escuchado desde bastante lejos…

Las gotas de sangre que cayeron sobre la Tierra fueron recogidas por Gea y, luego de un año, dio a luz a las poderosas Erinias –también llamadas Euménides o Furias según los Romanos.–, cuya función principal es la de castigar los asesinatos, en especial aquellos cometidos contra miembros de la propia familia. También engendró Gea a los altos Gigantes de resplandecientes armas y a las Ninfas que llaman Melias. En cambio los genitales cayeron sobre el tempestuoso Ponto y fueron arrastrados por sus corrientes. Junto a ellos surgía una blanca espuma de la que brotó una hermosa doncella, que hace crecer la hierba alrededor de sus delicados pies sobre el suelo que pisan. Diosa inmortal que tiene el honor de presidir tanto entre los demás dioses, como entre los mortales, las intimidades de las vírgenes, las sonrisas, los engaños[9], el dulce placer, el amor y las caricias. Me refiero por supuesto a Afrodita. Y no la sigo describiendo porque me pongo a babear y se me moja el teclado.



Rea engaña a Crono

Ésta es, pues, la historia del destronamiento de Urano, quien perdió su privilegiado puesto de soberano junto con su capacidad fecundadora. A partir de aquí será Crono, de mente retorcida, quien posea el escalafón más alto entre los inmortales, eligiendo a su hermana Rea como su esposa. Pero este reinado tampoco durará mucho, ya que tanto el proceder como el destino de Crono serán similares a los de su padre. Las hijas e hijos de Crono sin duda les resultarán conocidos: Histia, Deméter, Hera (futura esposa de Zeus), Hades, Poseidón y Zeus. Urano y Gea habían profetizado que Crono perdería también su trono en manos de uno de sus hijos, y por ésta razón, uno a uno, los fue devorando inmediatamente después de haber nacido. El único de ellos que escapó de esta suerte, fue el menor de ellos, Zeus, gracias a su madre Rea, quien tremendamente afligida por el terrible accionar de su marido, pidió a sus padres que la ayudaran a esconder al recién nacido y le dio en cambio una piedra envuelta en pañales a Crono. Creyendo que se trataba de su último hijo, el hijo de Urano se tragó el engaño “literalmente”.

Gea, aprovechando el amparo de la oscura Nix, se llevó al infante a Creta y lo escondió en el monte Egeo, de densa arboleda. Allí lo dejó, encomendándoselo a las Ninfas Adrastea e Ida, hijas de Meliseo, quienes se ocuparon de su crianza alimentando al niño con la leche de la cabra Amaltea[10]. De esta maravillosa cabra es de donde surgió el alimento de los dioses, el néctar y ambrosía, que les asegura la inmortalidad y es nueve veces más dulce que la miel. Zeus lo obtuvo tras arrancarle a Amaltea uno de sus cuernos. También los Curetes contribuyeron mucho en la peligrosa empresa de cuidar al recién nacido, ya que lo custodiaban y ejecutaban ruidosas danzas, en las que entrechocaban sus escudos para ocultar los llantos del bebe. Así creció muy rápidamente el gran Zeus y al cabo de un año se enfrentó a su poderoso padre en una colosal batalla llamada Titanomaquia, que culminaría con el destronamiento de Crono y la ascensión de Zeus, que a partir de entonces será el eterno soberano. Aunque más de uno ha intentado quitarle este puesto, nadie jamás lo ha logrado, ni lo hará.

Como dije, una vez que Zeus estuvo en condiciones de enfrentarse a su padre le declaró la guerra, pero no lo hizo solo, sino que contó con la ayuda de varios dioses y diosas. Una de estas fue su abuela Gea[11], que al parecer siempre estaba dispuesta a colaborar en los enfrentamientos con el poder de turno. Fue ella quien, dándole de beber un misterioso conjuro a Crono, lo hizo vomitar, en primer lugar la gran piedra que éste se había tragado. Y luego, uno a uno, los hermanos de Zeus, quienes obviamente se alinearon junto a él para luchar contra Crono. Zeus clavó la piedra en la sacratísima Pito, en los valles al pie del Parnaso, quedando allí como monumento para la posteridad. Pero además Gea, que en aquel entonces regía el Oráculo de Delfos, profetizó que para vencer a Crono los jóvenes dioses debían contar con la ayuda de los Hecatónquiros y los Cíclopes, quienes aun permanecían encadenados en el Tártaro. Si bien no tenemos grandes detalles sobre esta aventura, que sin dudas habrá sido interesantísima, sí sabemos que Zeus descendió a aquel horroroso lugar, al que incluso los más poderosos dioses le temen y enfrentándose a la monstruosa Campe, que custodiaba a los prisioneros, le dio muerte. Una vez liberados los Cíclopes dieron a Zeus sus valiosas armas: el rayo, el relámpago y el trueno, a Hades el yelmo y a Poseidón el tridente. Armados de esta manera, los hijos de Crono y los Hecatónquiros emprendieron la lucha. Pero Crono tampoco estaba solo. Si bien existen divergencias respecto de quienes participaron y quienes no del lado de Crono. Sabemos que todos los demás Titanes lo asistieron y también algunos de los hijos. En este artículo he omitido mencionarlos, para no volverlos locos con tantos nombres, pero tranquilos, que ya hablaremos de ellos con más detalle.

Esta guerra fue sin dudas terrible y pese a transcurrir diez años de dura contienda, no parecía que su final estuviera cerca. Los Titanes y los Crónidas (hijos de Crono) luchaban con terrible furia, arrojándose gigantescas rocas que al caer estremecían la Tierra de tal modo que los estruendos podían oírse incluso desde el Tártaro. Los primeros se atrincheraron en la cima del Monte Otris y sus contrincantes en el Olimpo. Desde allí los dioses lucharon incesantemente todos los días, hasta que Zeus ofreció a quienes luchaban de su lado el néctar y la ambrosía. Creció así en el pecho de todos ardorosa pasión y, aprovechando el momento, Zeus arengó a los Hecatónquiros con estas palabras. -¡Escuchadme, ilustres hijos de Gea y Urano, para que os diga lo que me dicta el corazón en mi pecho. Por largo tiempo ya enfrentados unos con otros, luchamos todos los días. Pero mostrad vosotros vuestra terrible fuerza e invencibles brazos contra los Titanes en funesta lucha. Demostrad vuestra leal amistad, vosotros que debéis solo a mí la felicidad de volver a la luz, libres de una cruel prisión en el fondo de las tenebrosas tinieblas. Así dijo y a su vez le respondió el intachable Coto. -¡Divino! No nos descubres cosas ignoradas. Gracias a tí salimos de aquellas oscuras tinieblas, ¡Soberano hijo de Crono! después de sufrir desesperantes tormentos entre inexorables cadenas. Por ello, defenderemos vuestro poder en terrible batalla, luchando contra los Titanes. Y fue aquel día cuando finalmente la extraordinaria contienda se inclinó a favor de Zeus y sus aliados. Retumbó el mar y la tierra, gimió el cielo y se estremeció el Olimpo con los gritos de guerra. Los dioses dadores de bienes se lanzaron en conjunto en una mortal embestida contra los Titanes. Exhibió Zeus toda su fuerza, lanzando sin cesar terribles rayos. Los trecientos robustos brazos, que en conjunto poseían Coto, Briareo y Giges arrojaron gigantescas rocas. Una ardiente humareda envolvió a los Titanes nacidos del suelo. Hervían la Tierra y las corrientes del Océano. Por más que intentaron defenderse los poderosos contrincantes, la derrota se cernió inexorablemente sobre ellos.

El orden eterno quedó de esta manera establecido. Zeus ocupó el privilegiado lugar de soberano entre los dioses, que a partir de aquí serán llamados Olímpicos[12]. Los Titanes, que lucharon en su contra, quedaron prisioneros en el Tártaro y son custodiados aun hoy por los Hecatónquiros. Y luego de tan monstruoso enfrentamiento, cuya descripción ha agotado todos los sinónimos y adjetivos que recuerdo, imagino que solo habrá quedado un inmenso silencio, al que ninguno de los textos que narran esta historia hace referencia, pero que aun así me atrevo a mencionar. Porque después de tantas pasiones, tantos estruendos, tanta venganza y tanto poder desenfrenado, solo eso puede quedar. El silencio.

Personajes mitológicos mencionados en este relato.

Caos, Gea, Eros, Afrodita, Érebo, Nix, Eter, Hemera, Urano, Ninfas. Titanes: Océano, Ceo, Crío, Hiperión, Jápeto, Crono, Temis, Rea, Tetis, Tea, Mnemósine y Febe. Cíclopes: Arges, Estéropes y Brontes. Hecatónquiros: Coto, Briareo y Giges. Erinias, Gigantes, Ninfas Melias, Ponto, Adrastea, Ida (Monte Ida), Meliseo, Amaltea, Curetes.

II La Creación
(Otras Cosmogonías)
He narrado lo mejor que pude la versión más completa y conocida que se conserva sobre la creación del universo en el mundo griego. Complementándola además con algunos detalles provenientes de otros textos como la Biblioteca Mitológica de Apolodoro. Sin embargo considero fundamental aclarar que no es la única versión existente, y ya que me he propuesto, en esta segunda parte, complementar los relatos con uno o más mitos provenientes de otras culturas, mencionaré también en este caso algunas cosmogonías griegas menos conocidas. Luego pasaremos a hablar del Enûma Elish, poema babilónico que nos brinda una interesante versión de la creación según esta cultura, y finalmente compararemos ciertas similitudes que me parecen interesantes entre dos de estos mitos. Recomiendo que si a alguno de los lectores se le hace muy tediosa o confusa la lectura, pueden optar por tomar éstas dos partes como artículos individuales y retomarla, una vez hayan descansado un poco.

Continuando con cosmogonías griegas, pero con versiones diferentes, mencionaré una pequeña alusión que se encuentra en el Canto XIV de la Ilíada. Donde Homero nombra a Océano y Tetis como los “padres de los dioses”. Otras versiones que se conocen, son aquellas pertenecientes al movimiento religioso llamado Orfismos, el cual posee algunas similitudes con el Pitagorismo, el Dionisismo y el culto a Eleusis. La Teogonía[13] del papiro de Derveni por ejemplo, tiene muchos puntos de contacto con la que hemos narrado de Hesíodo, pero sitúa a Nix (la Noche), como lo primero que existió, siendo Urano su primer hijo. Por último, dentro del escenario Helénico, describiré un mito de obvias características matriarcales, atribuido a los Pelasgos. Pueblo primitivo que según la tradición habitaron Grecia antes que los Helenos.



Eurínome y Ofión

Al igual que en la Teogonía de Hesíodo lo primero que se menciona es el Caos[14], del que surge desnuda la diosa de todas las cosas Eurínome, pero al no encontrar nada sólido donde apoyar los pies, separó el mar y el firmamento; y danzó sobre las olas hacia el Sur. Tomando el viento Norte, lo frotó entre sus bellas manos y dio así origen a la enorme serpiente Ofión, quien al ver a Eurínome danzar, la deseó profundamente. Ambos yacieron juntos y la diosa madre quedó encinta. Luego se convirtió en paloma y posándose sobre las olas, puso el Huevo Universal del que nacerían todas las cosas. A petición de la diosa, Ofión se enroscó siete veces alrededor del huevo y lo empolló. El huevo se dividió en dos y de su interior salieron los elementos que componen el Cosmos. El sol, la luna, las estrellas, la tierra con sus montañas, ríos, mares y lagos, sus árboles, hierbas y criaturas vivientes; todos surgieron del Huevo Universal nacido de Eurínome. Ella y Ofión fijaron su morada en el Olimpo y vivieron allí hasta que un día Ofión la irritó, atribuyéndose el honor de haber creado el mundo. ¡La diosa enfurecida le pegó tan tremendo puntapié que le arrancó los dientes y lo envió a las profundidades de la tierra! Aun así, comparado con Urano, Ofión tiene poco de qué quejarse… Finalmente Eurínome creó siete potencias planetarias y colocó una Titánide y un Titán en cada una: Tea e Hiperión para el Sol; Febe y Atlante para la Luna; Dione y Crío para el planeta Marte; Metis y Geo para Mercurio; Temis y Eurimedonte para Júpiter; Tetis y Océano para Venus; Rea y Crono para Saturno. Guardadores todos ellos de la sucesión del tiempo. Varios de ellos les suenan conocidos, ¿no? De los dientes de la serpiente Ofión, enterrados en Arcadia, brotará el primer hombre llamado Pelasgo. Y no les cuento más sobre este mito, porque de la creación del hombre hablaremos en el próximo artículo, así que paciencia, porque, si no, se me mezcla todo.

Según la concepción babilónica del principio del universo, narrada en el Enûma Elish cuyo nombre significa “Cuando en lo alto”[15], en el principio de los tiempos solo existía Apsû, dios del agua dulce (el Océano primordial que rodea toda la tierra) y Tiamat, divinidad femenina del agua salada. Ambos representan “el caos” donde todos los elementos estaban desordenados. Ningún dios había sido “nombrado”. Es decir que no había sido “creado”, ésta relación entre la pronunciación del nombre y su creación es frecuente en los mitos de numerosas culturas. En la Biblia, Jehová crea el universo a través de la palabra y es llamado también el “Verbo”, en el Popol Vuh de los Mayas los dioses dicen: ¡Tierra!. Y al instante la Tierra existió. Luego de la unión de Apsû y Tiamat, mezclados en un solo cuerpo, nacerán los dioses Lahmu y Lahamu, quienes representan el suelo, los sedimentos y el lodo y son llamados también “los Fangosos”, nombre que me recuerda a un par de amigos que yo tuve de chico, pero estos no eran, ni hermanos, ni mucho menos dioses. Luego de Tiamat nacen también Ansar (o Anshar) y Kishar, lo alto y lo bajo. Quienes pronto superaron a los anteriores y fueron padres de Anu, dios del cielo. Anu no tardó en igualar a su padre y a su vez engendró a su imagen a Ea[16], pero no está claro si lo hizo uniéndose a alguna de las anteriores diosas o él solo.

De Ea se dice que no tenía rival entre los dioses, que era sabio, perspicaz, fuerte y poderoso; incluso mucho más fuerte que su abuelo Ansar. Pero todos estos dioses nacidos de Tiamat alteraban a su madre y a su padre Apsû moviéndose de un lado a otro y riéndose. Tiamat soportaba en silencio esta molesta conducta, en cambio Apsû parece que era un poco menos tolerante y decidió destruirlos. Pero antes llamó a su visir Mummu[17] y fueron ambos a ver a Tiamat. Una vez frente a la diosa madre de todos los dioses, Apsû indignado le contó que estaba harto de sus hijos y su decisión de aniquilarlos. Pero tan pronto como Tiamat lo oyó se sintió irritada y le gritó llena de enojo. Si bien la diosa estaba de acuerdo con su esposo, rechazaba la drástica solución que este proponía. En cambio Mummu los incitaba a destruirlos. Pero Ea adivinó la nefasta confabulación que se avecinaba y, adelantándose, recitó un conjuro que postró a Apsû en un profundo sueño, impidiendo así que Mummu siguiera excitándolo en contra de los dioses. Luego, los encadenó a ambos y mató a Apsû, construyendo sobre su cadáver su morada, en la que habitó tranquilamente junto a su esposa Damkina y con la que engendraría a un dios todavía más poderoso y sabio que los anteriores, el gran Marduk.

Cuando Ea vió por primera vez a su hijo, su corazón se llenó de gozo. Marduk tenía cuatro oídos y cuatro ojos, que todo lo oían y todo lo escrutaban. Soberana era su estatura, más alto aun que todos los dioses. ¿Qué padre no estaría orgulloso de un hijo así?


Marduk luchando contra Tiamat. Fuente: Wikipedia

Pero la diosa Tiamat, aún ofuscada por la muerte de su esposo Apsû, decidió vengarse. Creó once dragones y otros tantos monstruos y se casó con Kingu, a quien otorgó el mandato “Las tablillas del destino” que antes habían sido de Apsû. Tiamat, Kingu y su monstruoso ejército se dirigieron a enfrentar al resto de los dioses, que, aterrorizados, pidieron ayuda al joven Marduk. Éste accedió sin dudarlo, pero antes exigió que si lograba alzarse con la victoria, sería nombrado soberano entre los dioses. Conforme la ocasión lo ameritaba, los dioses se reunieron en un esplendoroso banquete y otorgaron a Marduk el mandato. –Tú, Marduk, eres el más venerado de todos los dioses, sobre todo el universo te confiamos el reinado.

Enviando delante suyo al relámpago, el joven dios se dirigió a enfrentarse al ejército de Tiamat. Envió también delante de él a los poderosos vientos, y avanzó imponente montado en la carroza de la tormenta. Cuando los auxiliares de Tiamat vieron al joven dios quedaron turbados. Marduk desafió entonces a Tiamat a entablar un combate singular. Aún más encolerizada, la diosa lanzó un poderoso conjuro y abriendo su boca intentó devorarlo. Marduk, ágil y rápido, le arrojó el viento malo que impidió a la diosa volver a cerrar sus labios. Los vientos salvajes llenaron su vientre, su cuerpo quedó hinchado y su boca abierta. Marduk lanzó también su certera flecha y atravesando el corazón de Tiamat, terminó con su vida.

Consideraciones Finales
En los diferentes mitos de los que hemos hablado en este artículo podemos encontrar varias similitudes y diferencias cuyo análisis superarían ampliamente mi capacidad y conocimientos. Sin embargo intentaré en este último segmento (¡Si se lo juro. Ya los dejo tranquilos!) hacer hincapié en una característica que se encuentra en muchas de las cosmogonías de las que se conservan registros. La existencia de un dios creador, que representa el cielo o que habita en él, quien ha creado el universo y cuya función está ampliamente ligada a la fecundación y establecimiento de los primeros cimientos del cosmos (orden), posteriores a la existencia de un caos, donde nada podía existir. Pero este dios primordial, quien en un principio poseerá la soberanía absoluta, rara vez podrá conservarla. En general, los dioses celestes o Uránicos, pierden este privilegio y pasan a ser reemplazados por otros dioses, quienes, si bien heredan varias de sus características, suelen ser más activos, más prácticos y cercanos a las necesidades de la organización social de la Humanidad. Los dioses “del cielo”, creadores del universo, suelen ser sustituidos por dioses de “las tormentas”, mucho más cercanos a la organización que a la creación propiamente dicha. Es importante señalar que ésta sucesión que en los mitos suele mostrarse como la sustitución de un dios por otro, en realidad es una especialización, una evolución que acerca a los lejanos dioses más abstractos y pasivos, a lo concreto.

En la Teogonía vemos como Urano, tras perder su capacidad fecundadora es sustituido por Crono y posteriormente éste será reemplazado por Zeus, quien en realidad conserva varias de las características de Urano. Zeus es también un dios fecundador y un dios de las tormentas, pero no crea el universo, aunque sí cumple un papel fundamental en su organización. En el Enûma Elish, el primero en perder su mandato será Apsû a manos de Ea, hijo de Anu. Pero posteriormente Anu, dará también un paso al costado y Marduk asumirá el mando, dándole al mundo los últimos retoques. En las armas que Marduk utiliza contra Tiamat, podemos ver claramente sus atributos de dios de las tormentas. En su libro “Tratado de Historia de las Religiones. Morfología y dialéctica de lo sagrado” Mircea Eliade nos brinda varios ejemplos más de este proceso de especialización de los dioses Uránicos como T’ien, Varuna, Ahura Mazda y en el caso de “dioses de las tormentas” Min, Parjanya, Indra, Rudra y Ba’al.

No pretendo hacer aquí un análisis exhaustivo de los profundos significados que pueden extraerse de las diferentes mitologías, sino simplemente brindarles algunas nociones muy generales, con la esperanza de que, partiendo de ellas, crezca en ustedes el interés por estas maravillosas historias. Por esta razón, cierro aquí este artículo, citando el último verso del poema de Jorge Luis Borges, “Edipo y el Enigma”.

“Dios nos depara sucesión y olvido.”
Según parece, el destino de los hombres y el de los dioses no es tan diferente.

Notas
1. cosmogonía. (Del griego. κοσμογονία). Relato mítico relativo a los orígenes del mundo.

2. Para una definición más exacta de esta palabra, espero la serie de Lucas

3. Mitología Griega. Francesc L. Cardona. Editorial: Edicomunicación, S. A.

4. Si bien estoy tratando de eludir las fuentes Romanas, les dejo aquí esta descripción de Caos de Ovidio que figura en Las Metamorfosis “ruda y desordenada mole y no otra cosa sino peso inerte, y, acumuladas en él, unas discordes simientes de cosas no bien unidas”.

5. Himnos Homéricos. Canto XXX, A Gea madre de todos.
6. En el artículo de Wikipedia, cuyo enlace dejo aquí, dice que según la Teogonía, Tártaro sería hijo de Éter y Gea. A no ser que sea yo el equivocado, esto es incorrecto. Si bien Hesíodo menciona e incluso describe el Tártaro, en ningún momento nombra a Éter como su padre, aunque si podría llegar a interpretarse que Gea es su madre.

7. El amor entre hombres, según algunas interpretaciones.

8. Aunque no es llamado así por Hesíodo, si lo hace Apolodoro (o seudo-Apolodoro). Quien además inicia el relato, sin mencionar a Caos.

9. “Seducciones” según la traducción de Teog. http://www.librodot.com/searchresult_author.php?authorName=H

10. Sobre Amaltea existe desacuerdo entre los autores, algunos la consideran una cabra y otros, una Ninfa. Apolodoro, la considera una Náyade (Ninfa de los cuerpos de agua dulce), hija de Hemonio.

11. Según Apolodoro, sería Metis hija de Océano y primer esposa de Zeus, quien lo ayuda engañando a Crono.

12. Dejo en realidad algunos detalles sobre este “orden” sin mencionar, porque prefiero abordarlos en algún artículo posterior, donde pueda referirme más puntualmente a la organización del Olimpo.

13. Teogonía. (Del lat. theogonĭa, y este del gr. θεογονία). Generación de los dioses del paganismo.

14. O el “océano primigenio” según la versión que aquí les dejo.

15. Estas son las palabras con que inicia el poema. “Cuando en lo alto del cielo no había sido nombrado, no había sido llamada con su nombre la tierra firme”

16. En realidad en el Enûma Elish aparece con el nombre de Nudimmud la primera vez que se menciona y luego como Ea. También es llamado Enki por los sumerios.

17. Aparentemente Mummu es creado al mismo tiempo que Tiamat, pero esto no está del todo claro en el poema y como es motivo de ciertas discusiones entre los especialistas, he preferido omitir la descripción de su creación.

No hay comentarios: