lunes, 25 de mayo de 2020

LA MASONERÍA RECTIFICADA DE LA ESTRICTA OBSERVANCIA TEMPLARIA


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LA MASONERÍA RECTIFICADA DE LA ESTRICTA OBSERVANCIA TEMPLARIA

Publicado por Jean Peronik

La Orden Superior de los caballeros del Templo Sagrado de Jerusalén, más conocida como Masonería Rectificada de la Estricta Observancia Templaria pretendía enderezar o rectificar la masonería de la época en dirección a sus olvidados orígenes templarios. Tal régimen fue creado en 1752 en Alemania por el barón von Hund, que había sido iniciado el 20 de marzo de 1742 en una logia de Frankfurt a los 19 años, y era asiduo visitante de varias logias francesas. Incluso llegó a ser primer vigilante de la logia de Versalles. También se integró en los autodenominados caballeros de Escocia, fingidos continuadores de la Orden del Temple cuyo gran maestre afirmaban que era el pretendiente al trono de Inglaterra, Carlos Eduardo Estuardo. Durante su estancia en París, concretamente tras su trabajo masónico en el capítulo templarista de Clermont, concibió la idea de fundar en Alemania un régimen de altos grados previa adaptación de los rituales y temas que había practicado en el capítulo parisino. De regreso a Alemania, en 1751, el barón von Hund destinó todos sus recursos económicos a expandir la nueva Orden. A tal efecto, la dotó de una sede material en sus tierras, reconstruyó la iglesia de Kittllitz y fue tal su dedicación al proyecto masónico-templarista, que llegó a rechazar diversos cargos en Viena ofrecidos por la emperatriz María Teresa.

Según el historiador Le Forestier, la Estricta Observancia o masonería templaria surgió con la finalidad de “centralizar la masonería escocesa en un sistema internacional de altos grados para dominar las logias del continente”. A tal fin, la nueva Obediencia readaptó al menos tres temas ya existentes en la masonería de la época:

1º La supervivencia de la Orden del Temple, cobijada entre los masones de Escocia, y la creación de un sistema ritual mixto masónico-templario.

2º La sucesión ininterrumpida de grandes maestros de la Orden desde Jacques de Molay hasta los tiempos presentes, auxiliados por un consejo de sabios a quienes se denominaban S. I., es decir, Superiores Incógnitos.

3º El príncipe Carlos Estuardo era el actual gran maestre de la masonería templaria.

Desde sus inicios, esta masonería templaria fue inequívocamente confesional y elitista. Frente a la masonería regular inglesa, la Estricta Observancia solo admitía a cristianos. Además, se caracterizó por el reclutamiento preferentemente aristocrático, lo cual, lógicamente, reportó a la Orden un extraordinario y creciente prestigio internacional. En lo que se refiere a las cuestiones administrativas, asumieron la antigua organización interna de los templarios medievales, incluidas sus divisiones territoriales en provincias y prioratos, y la denominación de los cargos y oficios que copiaron fundamentalmente de la Historia Templariorum de Gutler (Amsterdam, 1703).

Para apoyar su idea de que, por esas fechas, había sobrevivido una sucesión legítima e ininterrumpida de grandes maestres de la Orden templaria, von Hund afirmaba haber sido recibido masón templario por un caballero inglés en presencia del secretario del pretendiente al trono de Inglaterra. Con ello se daba a entender que dicho caballero y gran maestre de la Orden era nada menos que el príncipe Carlos Estuardo. También afirmaba que el gran maestre de la VII provincia templaria, M. de Marschall, le había transferido sus poderes en su lecho de muerte y entregado la lista de los grandes maestres de la Orden.

Y en efecto, para legitimar el proyecto de restauración de la Orden templaria bajo formato masónico, se elaboró una lista de los grandes maestres que habían sucedido secretamente a Molay y que entroncaban con el actual gran maestro de la Orden:

1314; Jacques Molay.

1314; Aumont I, restaurador de la Orden.

1330; Harris.

1332; Sylvestre de Grumbach.

1370; Steward I.

1392; Obrack, simbólico Hibernus.

1427; Balther, simbólico Scotus.

1459; Lyndwertz, simbólico Hibernus II.

1500; Galbert, simbólico Gallus.

1504; Glocester, simbólico Anglus.

1538; Aumont II, simbólico Nepos.

1589; Aumont III, simbólico Filius.

1592; Aumont IV, simbólico Filius.

1595; Harokier, simbólico Scotus.

1627; Steward II.

1659; Grenex.1679; eques a Tonitro.

1695; eques ab Equo Nigro.

1717; eques ab Oceano.

1732; eques a Leone Aureo.

1743, eques ab Unione.

1766; eques a Sole Aureo.

Con el fin de justificar su misión actual, von Hund afirmaba haber recibido instrucciones y patentes de unos Superiores Incognitii para difuncir la Orden.

Concebido el nuevo régimen de la Estricta Observancia como una Orden masónica caballeresca, la iniciación se inspiraba en las ceremonias medievales de cruzamiento, se oficiaba en latín con toda solemnidad y al finalizar se otorgaba al neófito un nuevo nombre como caballero.

Para expandir el nuevo Régimen, los masones templarios se emplearon en frecuentar las logias regulares para convertir a sus miembros al verdadero sistema, es decir, rectificarlos. En unos pocos años, logias enteras y cientos de masones europeos se pasaron a la masonería templaria o compatibilizaron su afiliación en varias Obediencias.

El duque Fernando de Brunswick-Lüneburg-Wolfenbüttel fue elegido Magnus Superior Ordinis y en pocos años, la Estricta Observancia Templaria contaba con más de doce reyes, príncipes y duques soberanos; casi cincuenta duques y príncipes, más de ciento cincuenta miembros de la nobleza titulada, casi treinta arzobispos, obispos, priores, abades de la Iglesia católica y pastores luteranos, más de sesenta altos oficiales militares (mariscales, generales, etc.), más de cincuenta ministros, chambelanes, gobernadores, diputados, senadores, consejeros, secretarios íntimos, etc.

Fallecido von Hund, como la Estricta Observancia afirmaba que el pretendiente Carlos de Inglaterra era el gran maestre de la Orden templaria, un nutrido sector de dignatarios de la Orden exigían que se aclarase el asunto y que les revelara el nombre de los Superiores Incognitii.

Para resolver la crisis de identidad, el Magnus Superior Ordinis, Fernando de Brunswick, envió al barón Wächter a entrevistarse personalmente con el último heredero de los Estuardo y pretendiente al trono de Inglaterra, el príncipe Carlos, para preguntarle si era realmente el gran maestre o un Superior Incognitus de la Orden, tal y como había afirmado von Hund. El 21 de septiembre de 1777 tuvo lugar el esperado encuentro en el que el príncipe Carlos Eduardo le aclaró que no solo no era gran maestre o un Superior Incognitus de la masonería templaria, sino que nunca había sido masón.

Entonces, el duque Fernando de Brunswick, Magnus Superior Ordinis, convocó una Magna Asamblea o Convento General en Wilhelmsbad en 1782 en la que se acordó que la Orden no era la legítima sucesora de los templarios: “no estamos lo suficientemente autorizados a considerarnos los verdaderos y legítimos sucesores de los Templarios que por otra parte la prudencia aconsejaría que dejáramos un nombre que convierte en sospechoso el proyecto de querer restaurar una Orden proscrita… Por consiguiente, declaramos que renunciamos a un sistema peligroso en sus consecuencias y propio a levantar la inquietud de los Gobiernos”.

También se rechazó la existencia de los Superiores Incógnitos y se acordó cambiar la denominación de la Estricta Observancia Templaria, que pasaría a llamarse Orden de los Caballeros Benefactores de la Masonería Rectificada, sistema ritual cuyo último grado recibía precisamente el título de Caballeros Benefactores de la Ciudad Santa.

Como el prestigio de la Estricta Observancia procedía del origen aristocrático de la mayoría de sus miembros, en buena medida atraídos por una supuesta herencia templaria y la existencia de los Superiores Incógnitos, el rechazo de tales postulados fue visto por muchos hermanos como la confesión de un fraude. En consecuencia, a partir de 1782 decenas de ellos abandonaron la nueva Obediencia y se pasaron a otros sistemas.

Extractado de:

René Le Forestier, La Franc-Maçonnerie Templière et occultiste, Paris-Louvain, 1970.

Javier Alvarado Planas, Monarcas masones y otros príncipes de la Acacia, Madrid, 2017, vol. II, pass.

Javier Alvarado Planas, Templarios y Masones. Las Claves de un enigma, Madrid, 2019, pp. 159-176.

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