jueves, 12 de enero de 2017

LA MASONERIA y el EGO. UNA PARADOJA DE LA POSTMODERNIDAD.

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LA  MASONERIA y el EGO. UNA PARADOJA DE LA POSTMODERNIDAD.


“Una iniciación regular es un camino que nos conduce al silencio del ego, y al despertar del ser” . Alain Pozarnik
El ego como expresión de «el yo, sentimiento de existir como un individuo independiente, con relaciones derivadas de esta impresión», no goza de buena prensa, aunque ya lo dijo dijo Kant en su Critica a la Razón Pura, de que el «Ego es la razón de la naturaleza de la realidad incognoscible».

En cuanto a su presencia en la masonería se puede decir que desde los primeros postulados de esta, en el seno de los «Modernos», no encontramos el ego en sus diferentes acepciones como una preocupación, pues si repasamos los pre-rituales vemos que el Luquet (1745) nos dice que el sentido de la masonería: «es la práctica de la virtud y vencer los vicios», no creo que en aquellas kalendas eel ego fuera ni un vicio ni una preocupación.
En cambio para el Sceau Rompu (1745), este afirma que la masonería tiene como objetivo: «Aportar a los hombres su igualdad primitiva, -partiendo- de que todo masón es , un gentilhombre, buscar una vida en perfecta igualdad hasta conseguir una fraternidad universal».
Para el Gages (1763) su prioridad es «Hacer a los hombres virtuosos y unirlos por una profunda amistad, viviendo conforme a las depuradas reglas morales guardando los deberes derivados de estas leyes hacia el GADU, hacia la autoridad y hacia el resto de seres humanos, practicando activamente la caridad»., y para finalizar el Chartres (1784) nos indica que la tarea es «Levantar en el corazón templos a la virtud y barreas a los vicios. El masón es un hombre igual a los reyes, amigo de los hombres y de la virtud».
La codificación ritual de los «Modernos» llegada a Francia y al GOdF, de la mano de Röettiers de Montaleau: el Régulateur du Maçon, este magnifica que el mayor principio es el «Estímulo y práctica de la virtud ético -moral, viviendo en una perfecta igualdad, estar unidos íntimamente por los vínculos del aprecio, la confianza y la mistad bajo la denominación de Hermanos».
A partir de este momento ya en el siglo XIX, la vertiente de los «Modernos» entra en una nueva senda a través de las reformas rituales del GODF, donde cabe significar la presencia del positivismo, que viene a determinar lo que recoge el artículo primero de la Constitución del Gran Oriente de Francia, que tendrá hasta ya pocas variaciones a lo largo del siglo XX:

«La Francmasonería, institución esencialmente filantrópica, filosófica y progresiva, tiene por objeto la búsqueda de la verdad, el estudio de la moral y la práctica de la solidaridad. Trabaja por la mejora material, ética, y el perfeccionamiento intelectual y social de la humanidad. Sus principios son la tolerancia mutua, el respecto a los demás y a uno mismo, la libertad absoluta de la conciencia. Considerando las concepciones metafísicas del dominio exclusivo de la apreciación individual de sus miembros, rechaza toda afirmación dogmática. Concede una importancia fundamental a la laicidad. Su lema es Libertad, Igualdad, Fraternidad».
En cambio, en el seno de la estructura ritual de los «Antiguos», (1751) la cosa cambia porque desde su nacimiento sí que se registra cierta tendencia hacia el tema, con una incipiente preocupación hacia el ego como una cuestión moral?, o tal vez como un llamamiento a la sumisión de la Traditio bajo la aceptación de los Antiguos Deberes, y cuyo profeta fue Laurent Dermott, que dejó patentes sus consignas en su obra Ahiman Rezón, que en parte remacha de forma escueta el Cuaderno de Aprendiz de Ritual de los Antiguos, Edición 6004, donde vemos que entre las obligaciones del Aprendiz está «el combate de las pasiones que deshonran al hombre, y se le llama a practicar las virtudes más dulces y más benéficas». Estaría por tanto el ego en sus múltiples concepciones formando parte de esas pasiones a combatir…?
A lo largo de estos 300 últimos años estos enunciados han ido pasando a otro estadio, en los cuales, las nuevas masonerías se han ido transformando, algunas de ellas bajo la perspectiva del REAA, y sus interpretadores que nos viene a indicar la caracterización de una la masonería a modo de una mitificada escuela de crecimiento personal donde el producto basal a trabajar parece ser, el ego.
Esta peculiar presencia del ego, como concepto a trabajar en la masonería es una preocupación moderna que está presente en diversas planchas y trabajos, y hasta hay quien le ha dedicado un libro, como ha sido el caso de Douglas Cárdenas Martinez, que publicó en su momento: Ego y Masonería: El mayor enemigo no se encuentra en la masonería sino en uno mismo.El Ego .
Aunque en la propuesta de Douglas Cárdenas se puede entender que se trabajen estos temas desde una determinada consideración cuando se parte de axiomas tales, como que «el propósito real de la verdadera masonería es el DESPERTAR DE LA CONCIENCIA DEL ALMA», a continuación de esta afirmación se describe un largo catálogo de distintos egos: sabelotodo, insaciables, interruptor, envidioso, prestigioso, jinete, sordo, manipulador, orgulloso, premental. Etc ; y por tanto desde esta perspectiva se plantea que «la logia es una planta de purificación ética en donde se procesan y transforman los desechos de la corrupción e inmoralidad, a través de la maquinaria de la conciencia, clarificando los distintos sistemas de vida».
Parte de estos postulados también los encontramos en múltiples planchas en la red como: El Ego y Yo, de Lázaharo Hael; o El Ego y el Apego, de Héctor Ortega, encontrando que dichas materias vienen relacionadas con autores latinoamericanos, lo que no deja de sorprendernos por esa simbiosis místico-espiritosa-masónica que se percibe allende los mares.
Pero también en el seno de la masonería continental está presente tal temática, con trabajos como: Los Egos en Masonería, plancha que presenta en su tema nº 12, la Logia Justicia nº7 de la Gran Logia Simbólica Española (GLSE), o la que presentó en su día la logia Gran Trígono de Le Droit Humain ( DH): El Ego.
Estas dos obediencias serían, en tal caso, los genuinos referentes de esta cualidad de trabajar en parte sobre estas perspectivas, no porque tales instituciones se proyecten o se identifiquen como tal, sino porque entre los trabajos de sus miembros es bastante común que se den este tipo de planchas, y puedo decir de primera mano, que en estas dos Obediencias es donde más he oído hablar sobre el ego, pese a la dificultad de su delimitación y ajuste como concepto y filosofía, donde suele caerse frecuentemente en errores de bulto, que se dice.
Es este sentido aporto una didáctica anécdota que se dio en una logia, de una de estas Obediencias de las que estoy hablando, y donde uno de sus alter ego, nos instruía con una soberbia plancha sobre los males del ego y su repercusión sobre las logias, y por tanto nos conminaba a trabajar sobre el ego. Eso sí unos minutos más tarde exponía en medio del banquete fraterno «que dado que había recibido el Grado 30º su carrera masónica la daba por concluida» Cosas del ego paradójico, o como dice Maffesoli, «Quien da lecciones se disfraza de Maestro de Vida».

En contraposición a todo esto, indicar que tal concepto (ego) no viene recogido en los múltiples diccionarios masónicos como un tema esencial, ni tangencial a la masonería, ni tampoco se recoge en los trabajos de reflexión de las masonerías francesas de entre 1850 y el año 2007, aunque los temas que más se pudieran parecer son los que los últimos tiempos exponen Obediencias como la Gran Logia de Francia, la Gran Logia Femenina de Francia, o el DH para debate en sus respectivos encuentros anuales (Conventos).
Aunque como digo es un tema que encontramos en otras latitudes, fuera de España tenemos L’ego du maçon, une entrave à l’idéal maçonnique, o las alusiones en los grados 13º y 14º del REAA , y numerosas planchas realizadas desde diversas vertientes y corrientes, No hay nada más que poner en el buscador: ego et franc-maçonnerie y saltarán a nuestra pantalla un surtido número de trabajos de muy distintas tendencias y espiritualidades.
Resulta curioso que cuando entramos en la temática de la concepción del ego en masonería, casi siempre nos sale relacionada con el tema espiritual y el crecimiento, unido a otro controvertido concepto que se da en masonería como es el silencio, otro caballo de batalla en el seno de las logias actuales constituida como una ley del silencio, cuando en realidad la cuestión esencial sería, estar en silencio cuando nos haya nada que decir, esa es la verdadera enseñanza, y no la losa de una intolerante ley que impide la libre expresión y el libre albedrío junto con el ejercicio de la responsabilidad.
Por otro lado, la percepción del ego como algo a combatir es perceptible en el seno de los rituales del REAA, de forma muy elocuente, y esto se expresa a través de la presencia del Espejo durante el proceso de la iniciación, donde al recipiendario camino de ser reconocido como masón, se le da la vuelta tras enfrentarlo al círculo de espadas y de este modo se encuentra frente a sí mismo mediante la presencia de un espejo. Indicándole que lo que ve es su reflejo, su otro yo, quien es su principal enemigo. Cuestión esta que no está presente en la ritualidad de los «Modernos».
Más allá de estos descubrimientos, parece quedar claro que el tema del ego es una preocupación reciente, y que desde el sociedad profana ha ido calando en la epidermis masónica, formando parte de una extraña coalición entre la moral, la escuela de aprendizaje, el crecimiento personal y el silencio, tal como nos viene a explicar Sabine Le Blanc en: La plaza del ego en el sociedad.

Ante esta concatenación de elementos, me pregunto si estos ¿tienen alguna relación con los conceptos de virtud y moral de los que nos hablan los catecismos y rituales masónicos?
La pregunta tiene su aquel sí tenemos en cuenta que para el psicoanálisis freudiano el superyó (superego), está formado por la moral y las reglas que un sujeto respeta en la sociedad. El yo (ego) es el equilibrio que permite que el hombre pueda satisfacer sus necesidades dentro de los parámetros sociales.
Fernando Malkún, en un trabajo del 2011, indaga sobre el ego bajo la condición moral, y nos indica ya en el título algo paradójico: El ego adora la moral, venera lo binario., y no es baladí pues el autor nos aporta nueva claves a la hora hablar del Ego que «esclaviza nuestra mente, inventa el pecado y la moral para mantenernos en culpa y en angustia, inventa un Dios que se opone al mundo, crea un campo minado al que debemos resignarnos. Así se comprende porque muchos se auto torturan para evitar el pecado, el deseo o el gozo convirtiéndose en santos mártires masoquistas venerados por una corte de sádicos».
Aunque no es menos cierto que hay quien hace del ego virtud, indicando que hay quienes «viven de falsas realidades, las cuales tienen sus sentidos atrofiados, ya que no perciben su cruda realidad ni la fantástica realidad de los demás, creen que sus críticas son una tormenta para mí, pero no se percatan que esas tormentas lo único que hacen es regar mis raíces y hacerme fuerte mientras ellos se mustian por falta de agua. Con agua me refiero a aquellos ocultos halagos en forma de crítica» La virtud del Ego.
En todo caso, la prueba de que es una constante en la sociedad actual, y por tanto pegada a los fenómenos de masas, lo muestra este artículo sobre dos plataformas y su relación con la construcción del ego social: Twiter y Facebook., lo que nos puede dar algunas pistas sobre la proliferación y propagación del tema en nuestra sociedad.
Por tanto, desde la experiencia y desde la perspectiva que nos da el siglo XXI, cabe hacerse esta pregunta ¿Cuál ha de ser el planteamiento de la masonería con respecto a modelos tan controvertidos como el ego que cada individuo aporta la logia? Y es más, cabe esta otra interrogación: Castrar a los individuos bajo las formulas de la meditación, el silencio, y la aceptación de la Traditio, como acatamiento de los valores que expresan los Old Charges. ¿Es lo adecuado?
Y dado que el «universalismo moderno (occidental y judeo-cristiano) se experimenta como algo limitado, univoco, precisamente en tanto que no ve y por supuesto no tiende a valorar más que un aspecto, el de estar-juntos», aunque en contraposición tenemos el axioma de que la masonería es una especie de micro sociedad tribal ritualizada que genera sus propios modelos, tal vez, fuera de los contextos sociales rayando en ocasiones la heterodoxia.
Lo que nos lleva a preguntarnos una vez más desde este concepto del ego: ¿Es la masonería en este contexto un arma útil para la sociedad, entendida la masonería como una heterodoxia de cierto nomadismo intelectual, o en cambio debe derivar a convertirse cada vez más una Escuela del crecimiento personal sin más?
Tal vez la respuesta no esté dentro de las logias, sino en los «egos» que han sido borrados de los Cuadros Lógicos, bien invisibilizados o expulsados, o por otras razones, pero que, a modo de excipiente, como dice G. Deleuze: «nos servirán para crear nuevas formas de vid, evitando el inconveniente de la moderación aislando lo espiritual de lo sensible».
No debemos olvidar que se calcula por ejemplo que la Gran Logia de España, pueda tener fuera de las logias 6,500 ex masones, mi antigual logia en 10 años había perdido por una causa u otra de unos 50 miembros, hoy es un colectivo de apenas 25 Hermanos.. y así se cuenta la historia de la masonería en España.

Esto conecta con los expuesto por Maffesoli con el tesoro escondido que contiene la masonería, y que una «vez comprendidas las características esenciales de la posmodernidad en curso con el planteamiento iniciático, de los viajes, del ideal comunitarista, la solidaridad fraternal y la tolerancia durante el relativismo actual, esto deja paso a significativos hechos que caracterizan a un humanismo auténtico».
Ese es el genuino valor de la filosofía progresiva de la masonería enrocada en el ego como virtud, como motor del cambio, entendiendo el ego como el reconocimiento del valor de uno mismo y sus capacidades, fuera claro está de la seudo-castración que en ocasiones produce el grupo.
Por supuesto esto no puede provenir de una sensibilidad dogmática, sino desde una ideología de la transparencia la cual ha de huir por su propia naturaleza de los núcleos de poder y de los presentismos logiales como fórmula de progresión y esclarecimiento.
Desde esta fórmula se puede entender la propuesta ritual de los «Modernos» que no anula al individuo subjetivizando su acción al domino y muerte del ego, mediante el enfrentamiento consigo mismo ante el espejo, sino muy al contrario proponiéndole un camino de acción moral esotérico y exotérico, y desde una ambivalencia alejada de cerrados moldes noaquitas o de una multiculturalidad espiritual que nos lleva a mundos extraños, y habremos de estar de acuerdo que sí en la modernidad lo importante era la socialización mediante la educación (catecismos), hoy en el siglo XXI, esa acción ha de venir a través de la Interacción, no desde el ego individualizado, sino desde el ego del Nosotros.

Es evidentemente que ello ha de venir marcado por un pacto emocional, cuyo marco y ley decidan los Hermanos en logia, desde sus certezas racionales e individuales, y no desde las estructuras masónicas, que en definitiva fue lo que aconteció en 1717 la FUNDACION de la Gran Logia de Londres, construida desde esa individualidad y racionalidad de precisar un espacio distinto y distintivo desde la diversidad y pluralidad religiosa, política y social, pero eso sí, desde muy lúcidas prospectivas.
Parafraseando al admirado profesor Michel Maffesoli en estos tiempos de imbecilidad ambiental corroída por el bacilus de la razón sensible procedente de la prudencia del discernimiento, es cuando más tenemos que ejercitar la bella metáfora masónica de dejar los metales fuera para que se pueda haber una auténtica libertad de espíritu.
He dicho. Víctor Guerra

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