martes, 22 de junio de 2010

Simbolismo del Pelícano


Simbolismo del Pelícano


El Pelícano es uno de los principales símbolos de los Rosacruces y del grado diez y ocho de la Masonería. Representa la consagración a la Gran Obra, es decir, el cultivo del centro espiritual del Cristo. En el simbolismo masónico, es el emblema mas característico de la caridad, como también de la muerte y del renacimiento perpetuo de la naturaleza, ya que esta ave llega al Maximus del sacrificio, perforando su pecho para abrir su corazón, permitiendo así que sus críos puedan nutrirse cuando están desfalleciendo de hambre y de sed.

Dice Manlly P. Hall: en el simbolismo masónico, la sangre del Pelícano significa el Trabajo Secreto por medio del cual, el hombre es elevado de la esclavitud de la ignorancia a la condición de libertad conferida por la sabiduría".

Como el grado Rosacruz se basa en el simbolismo rosacruciano y hermético, el Pelícano es una alegorí­a del recipiente en el cual los experimentos de la alquimia, se realizan y la sangre, es la misteriosa tintura, por medio de la cual los metales groseros son transmutados en oro espiritual. Tanto la rosa como el Pelícano significan la más alta expresión del amor humano y divino.

Es un ave marina que debe sumergirse en las aguas para obtener su alimento y el de sus hijos. Los polluelos, siete, representan los siete principales centros de energí­a o chakras, en relación con las glándulas endógenas: pineal, pituitaria, tiroides, timo suprarrenales, páncreas y gónadas.

El océano es una alegoría de las aguas de la vida que nos recuerda el primer capí­tulo del Génesis donde dice: El Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. El agua es la base de toda vida, de toda transformación y de toda posibilidad de evolución; es un sí­mbolo que debiera llevarnos a meditar acerca del milagro de la vida.

Así como en el planeta fue necesaria la existencia del agua para la manifestación y la evolución de la vida, así también en el campo espiritual dice la ciencia esotérica- las aguas de la existencia están representadas en la esfera germinal, en donde duermen todas las posibilidades que se encuentran latentes en el ser humano: el cuerpo, la salud, la genialidad, la armonía espiritual, la educción de la sensibilidad y de la consciencia relativas.

El Pelícano representa el aspecto crístico, es decir, la sensibilidad. Debe sumergirse en las alegóricas aguas, para obtener de ellas su nutrición y su poder, porque es allí­ donde radica la fuerza. Solamente la espiritualidad, solamente el centro mí­stico que está en relación con el corazón, puede dirigir a través de nuestro endoconsciente, el alimento o nutrición espiritual a cada uno de los centros de energía.

Por eso se dice que el Cristo se sacrifica para redimir al mundo; para redimirnos de nuestros vicios, errores y salvarnos de la esclavitud de la materia, como así­ lo expresara San Pablo en Gálatas 4, 19: Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros .

De la esfera de las aguas surge radiante una cruz blanca (ver foto anexa); es la Cruz blanca del Redentora como bien lo decía Eliphas Levi. La redención se obtiene cuando inteligentemente se trabaja en los simbólicos cuatro estados de la materia, representados por la cruz, cuya radiante blancura es la pureza, espiritualidad y sentido mí­stico de aquél que transita conscientemente el camino del ennoblecimiento y del perfeccionamiento espiritual.

Esta cruz corresponde a la cruz del calvario, aquella con su base más larga que sus extremos. La cruz no representa exclusivamente al cristianismo, pues según H. P. Blavatsky, era ya conocida y utilizada para fines mí­sticos, miles de años antes de nuestra era. Era un símbolo cósmico y fisiológico, que figuraba indispensablemente en varios rituales de Egipto, Grecia, Babilonia, India, China, México y Perú.

En Egipto, Horus aparece algunas veces con la cruz larga latina, al igual que con la cruz pastoral griega que también es egipcia. La cruz del calvario tan común en el mundo cristiano, se encontró en el pecho de las momias.

Las letras simbólicas INRI, de la cruz del calvario relacionadas con la crucifixión, significan esotéricamente en latín: Igne Natura Renovatur Integra, es decir que la naturaleza toda, se renueva por la acción del fuego. Profunda verdad, porque el calor en sus distintos grados de actividad, permite todas las funciones, fí­sicas, quí­micas y biológicas, actuando en los cuatro estados de la materia: sólidos, ! líquidos, gases y el radiante o ígneo.

Desde el punto de vista hebraico, la I es IAM (agua), N es NOUR (fuego), R es RUACH (aire) y la última I es IABEHAH (tierra). Son los cuatro estados de la dualidad Materia Energía, que permiten la constitución molecular y biológica y la actividad psicoanímica del Ego evolucionante, porque son cuatro los elementos biogenesicos absolutamente indispensables para toda vida: carbono, nitrógeno, oxí­geno e hidrógeno.

La Rosa en el centro de la cruz, es el ideal mí­stico de los Rosacruces. Es el sí­mbolo del alma, de la armoní­a y de la belleza interna que aspira a desarrollar dí­a tras dí­a el sincero estudiante de lo espiritual.

La rosa es una flor que cuando se cultiva y se cuida, es aromada, fragante, de gran belleza, de sutiles y delicados encantos, pero si crece silvestre, sin atención, es pequeña, sin aroma y pasa casi inadvertida. Así es el alma. El ser humano que se cultiva interiormente se torna magnético, atractivo y esplendoroso para todos aquellos que entran en contacto con él; pero quien no cultiva sensibilidad, bondad y armonía, sino emociones destructivas, mente racional, egotismo, odios y pasiones de toda índole, entonces su alma, su rosa espiritual se marchita, tornándose en un ser eléctrico y desagradable a quien todos le huyen.

Hacer florecer la rosa en el centro de la cruz, es seguir el sendero del amor fraternal y conscientivo.

El sendero de espinas en el que nos punzamos con nuestros actos negativos, es el sendero del dolor, que nos lleva a reflexionar cuando estamos transitando el sendero equivocado.

Amor y dolor, son exactamente las dos vías que propician el despertamiento espiritual de la humanidad. El amor, hace posible la elevación anímica y el dolor como reacción a nuestros equivocados actos, nos lleva a meditar en que hay cosas de más trascendencia en la vida y en la naturaleza, que nuestro egoí­smo.

En la cima de la cruz se encuentra una corona; es la consciencia que debemos actualizar dí­a tras dí­a con sabiduría e inteligencia, para conocer todos los misterios de la Vida. De ella sale un compás, símbolo masónico, que representa la capacidad de la consciencia de incrementar los conocimientos y desarrollar mayor inteligencia y sabidurí­a; el cielo infinito es la Vida Universal, el Alma del Mundo.

De la consciencia humana normal debemos ir a la supra consciencia, que nos pone en contacto con nuestro pasado y nos hace intuir proféticamente nuestro futuro; pero de la supra consciencia debemos llegar algún dí­a a la ultra-consciencia, consciencia Cósmica, que es el ideal de todo aquel que esté transitando un sendero espiritual. Vincularse a la consciencia Cósmica es unirse a lo Dios, a lo Divino, para seguir perfeccionándose en tiempo y espacio.

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