viernes, 8 de abril de 2011

ORIGEN Y FUNCIÓN DEL MITO

Por MANUEL MUÑOZ GUZMÁN
M.·.R.·. L.·.  José Francisco Vergara N° 105
Valle de Viña del Mar. Gran Oriente de Chile
Desde que el hombre comenzó a dar sus primeros pasos sobre la tierra, le acompañó más de alguna interrogante y en la medida que fue evolucionando y haciéndose más humano, dichas interrogantes crecieron en cantidad y profundidad.

Entre las grandes preocupaciones que el hombre no podía resolver, figura unánimemente en todas las mitologías el interrogante sobre su propio origen y del mundo que habita: surgen así los Mitos Cosmogónicos. Las explicaciones ofrecidas sobre cómo fue este origen pueden reducirse a unos cuantos modelos desarrollados de manera específica por cada pueblo, tenemos entre ellos: la figura de un supremo hacedor, el agua como elemento primordial, el huevo primordial, la pareja primigenia etc.

Junto a la preocupación por su origen, el gran misterio para el hombre es el de la muerte individual o el de la extinción colectiva del propio pueblo o del mismo universo, producto de esta interrogante surgen los Mitos Escatológicos, situándose en esta función, mitos como el diluvio universal, el juicio de los muertos, la destrucción escatológica, etc.

Existen otros mitos que tienen su origen en el sufrimiento que experimenta la humanidad, por el simple hecho de que se halla en cierto momento histórico, es decir en un ciclo cósmico descendente o cercano a su conclusión. Surge de esta manera el Mito del Eterno Retorno. A través de él, la historia y la realidad podían ser soportadas con sus catástrofes cósmicas, con sus desastres militares, con sus injusticias sociales etc., porque los hombres crecían en la repetición del ciclo cósmico en su totalidad, es decir, con todas las calamidades que vivieron también sus antepasados.

El mito también encuentra su origen en la evolución misma del ser humano. ¿De qué manera podía el hombre antiguo explicarse la evolución del Homo Sapiens?. El mito bíblico del paraíso explica este proceso con perfecta claridad. El hombre que vive en el jardín del edén, en completa armonía con la naturaleza, pero sin conciencia de sí mismo, empieza su historia con el primer acto de libertad, desobedeciendo una orden. En ése momento preciso adquiere la conciencia de sí mismo, es decir, sale de su estado de naturaleza perfecta, de su estado animal, lo que se traduce místicamente, en ser arrojado del paraíso y le impiden regresar a él dos ángeles con espadas de fuego. El mito y el símbolo se enlazan a la realidad del drama biológico del hombre con precisión admirable: la evolución se basa en el hecho de que el hombre ha perdido su patria originaria, la naturaleza, y que no podrá nunca regresar a ella, no podrá nunca volver a ser un animal.

Otro origen importante que tienen los mitos, se encuentra en la necesidad que tiene el ser humano de internalizar enseñanzas morales y éticas. Se trata que tales enseñanzas queden no solo en la comprensión racional, sino además se integren al sentimiento utilizando ese aire de grandeza que tienen los arquetipos. Esta función del mito la explica brillantemente Julio Caro Baroja cuando nos dice “la fuerza del relato arquetípico y del modelo casi material en la historia escrita es de una magnitud indudable; y esta fuerza estriba en que lo tratado puede cobrar un aire de grandeza y generalidad que la materia en sí misma no tiene. Es la majestad del arquetipo la que ofusca y da al relato un aire de integridad que las acciones humanas no suelen tener por lo general. Con él se pasa de la tartamudez y la contradicción a la oratoria limpia y a la persuasión completa. A la moralidad final”.
PD: Imágenes de Internet, trabajo de Besomi

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