miércoles, 22 de junio de 2011

La iniciación, un ritual milenario
Revista: la Gaceta

Ser hombre libre y de buenas costumbres, mayor de 21 años o de 18 si es hijo de masón, poseer la inteligencia y la cultura necesarias para comprender y practicar las virtudes masónicas y contar con medios de subsistencia para sus necesidades y las de su familia, son algunos de los requisitos exigidos para entrar a una logia. Sin embargo la incorporación de un nuevo integrante es un proceso complejo, que culmina con un milenario ritual de iniciación.

Según relata el gran maestre de la Gran Logia Argentina, Angel Jorge Clavero, una vez que el aspirante (el profano en la jerga masónica) se acerca a la logia mediante la invitación de un masón activo o por propia voluntad, inicia un camino que incluye tres entrevistas realizadas por tres integrantes distintos de la logia. Posteriormente se debate en una reunión si el aspirante tiene las condiciones morales necesarias para ser masón. Su incorporación debe ser decidida por la totalidad de los integrantes. Una vez aceptado su ingreso, el aspirante es convocado para el ritual de iniciación.

En Tucumán -al igual que en toda la Argentina- se sigue el denominado Rito Escocés Antiguo y Aceptado. La ceremonia es, según Clavero, una dramatización repleta de símbolos que se practica de la misma manera desde el siglo XVIII. En ella se lleva al ingresante desde el estado profano al ámbito espiritual.

En la iniciación el aspirante entra en el templo con los ojos vendados (símbolo de la ignorancia), después de haber pasado un tiempo en la cámara de reflexión. Durante ese período es guiado por el masón que lo invitó a la logia. Una vez adentro se le saca la venda y el aspirante se encuentra frente a una mesa en la que hay una jarra de agua, pan y dos copas, una con azufre y la otra con sal.

El profano es entonces interrogado por los integrantes de la logia, quienes después le revelarán los misterios de su sociedad. Su escala dentro de la organización no dependerá del aprendizaje de textos dogmáticos ni esotéricos sino de su superación moral.


El misterio de los masones sigue presente en Tucumán La logia Estrella se fundó en 1880. En el edificio de 9 de Julio al 300 se escribieron algunas de las páginas más señeras de la historia. La creación de la UNT, de los Talleres de Tafí Viejo y de varios colegios profesionales fueron impulsados por masones. Los rituales de iniciación, que responden al Rito Escocés Antiguo y Aceptado, se realizan como en el siglo XVIII

 


Se instalaron formalmente en Tucumán a mediados de 1880 y desde entonces su presencia en la historia de la provincia es una realidad que muy pocos conocen. La masonería, la sociedad secreta más antigua y misteriosa del mundo, también escribió algunas de las páginas más señeras de la historia provincial. Y todo se hizo desde el templo que la logia Estrella de Tucumán posee en la calle 9 de Julio al 300. Allí se reúnen regularmente (casi siempre dos veces al mes) unos 60 masones cuyos nombres se mantienen en secreto.

La masonería (también conocida como francmasonería) se inició formalmente a finales del siglo XVII, aunque sus orígenes se remontan a la Edad Media, cuando el gremio de constructores de catedrales solía reunirse para compartir sus secretos arquitectónicos. De hecho, el término masón significa constructor en francés.

Un integrante de alto rango de la logia tucumana, que prefirió no revelar su identidad, aseguró que la fraternidad ha iniciado una suerte de aggiornamiento con la finalidad de atraer a las nuevas generaciones. "No somos una secta secreta, sino más bien discreta", dijo. Y de esta manera se puso a tono con la Gran Logia de Libres y Aceptados Masones de la Argentina, que conduce el gran maestre Ángel Jorge Clavero (cuya entrevista exclusiva con LA GACETA se publicará mañana) y que tiene hasta su propio sitio en internet. En este sentido, comentó que en Tucumán hay una buena cantidad de jóvenes que están interesados en la masonería. A tal punto que se han recibido más de 10 solicitudes de ingreso en los últimos meses.

Evolución

La logia Estrella de Tucumán Nº 71 se fundó en 1880. Se dice que, mucho antes, los ingleses que llegaron a Tucumán ya habían fundado logias en Monteros, Concepción, el ingenio La Corona y Tafí Viejo.

Aunque a nivel nacional la masonería acompañó la génesis de la Argentina como país libre (la mayoría de los próceres que participaron en la declaración de la Independencia eran masones), es en el siglo XX cuando esta sociedad milenaria comenzó a provocar profundos cambios sociales y políticos en nuestra provincia. La creación de los Talleres Ferroviarios de Tafí Viejo, de la Universidad Nacional de Tucumán y de varios colegios profesionales, por ejemplo, fueron impulsados por la masonería local. Muchos clubes y asociaciones también se iniciaron por impulso de la logia.

Uno de los masones más activos fue Lucas Córdoba, dos veces gobernador de Tucumán, quien colocó la piedra fundamental del dique El Cadillal.

Otro que dejó su marca fue Roque Raúl Aragón, diputado e intendente de Tucumán. Hay una anécdota que muestra la rectitud de la que hacen gala los masones: cuando Aragón era legislador se aprobaron por ley los sueldos para los diputados. Pero el tucumano se negó rotundamente a recibir cualquier remuneración por su dedicación a la Patria, por lo que donó sus cheques a la Sociedad Sarmiento.

El destacado médico Julio Prebisch, otro de los ilustres integrantes de la logia Estrella de Tucumán, fue el primer rector de la UNT y el encargado de aplicar la Reforma Universitaria de 1918.

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