lunes, 4 de julio de 2011

La Divina Proporción o Número de Oro


La armonía de las formas creadas puede expresarse por números y códigos. Existe un número matemático considerado como «la constante de la vida», la vibración permanente de sus proporciones armónicas. Ese número y su proporción geométrica proporciona las características constantes del crecimiento progresivo y evolutivo de la vida en todas sus facetas. A esta constante matemática se la ha llamado «La Divina Proporción o Número de Oro»; se trata del número Phi () y su valor es 1,6180339... , una constante matemática única, un número algebraico inconmensurable e infinito.
Existen otras constantes matemáticas como el conocido número Pi, () cuyo valor es 3,14159..., que también participan en el crecimiento y regeneración de la vida. El hombre usó también esa constante (el nº ) para la construcción de muchas de las pirámides egipcias. Todos esos números infinitos e invariables, en especial el Número de Oro y su proporción áurea geométrica poseen cualidades y características notables en el crecimiento vital que generan pautas codificadas y armónicas en la naturaleza. Curiosamente, esa proporción, la constante matemática, funciona tanto en una progresión aritmética como en una progresión geométrica simultáneamente, algo que no ocurre con ningún otro número, constante numérica o proporción. Fue esa la razón por la que se le llamó el Número de Oro, o la «proporción divina».
Toda forma, color, sonido o aroma de la madre naturaleza contiene, inherente a ella, un mensaje subliminal, un código consustancial y constante que nos activa el proceso de evolución y expansión; se trata de un mensaje que activa nuestra memoria ancestral, nuestra propia armonía metabólica, nuestro equilibrio psicológico, por tanto estimula, desarrolla o expande nuestro espíritu. La contemplación de la belleza, la armonía y los fenómenos naturales afecta, incide, sintoniza y modifica nuestra conciencia y nuestra alma, vista como almacén de luz, como sustrato de información, como conciencia y como almacén de evolución y madurez.
Observemos por un momento los cristales y su forma ordenada de crecimiento. El estudio de las particiones homogéneas del espacio y la teoría de redes de puntos generan la ciencia de la Cristalografía, un verdadero encuentro entre la química molecular, la geometría y los fenómenos de la simetría. Las redes fundamentales que se encuentran en los cristales se llaman redes isótropas, por ser homogéneas en su estructura lineal y angular. Los cristales tan solo pueden crecer en base a tres patrones geométricos: el triángulo, el cuadrado y el hexágono, y ningún otro patrón. Veremos también que solamente los polígonos regulares, cuyo ángulo en el vértice sea un múltiplo de 360º, son los únicos válidos para el crecimiento y la cohesión de los cristales; es decir, tan solo los polígonos con ángulos de 120º, 90º, y 60º, son los patrones básicos del misterioso reino mineral.
Las diferentes configuraciones de los cristales que genera la Naturaleza son estados de equilibrio estables que vienen determinados por una causalidad muy rigurosa y matemática. Todas las formas y colores de las piedras, cristales y gemas, se producen por las reacciones químicas de los diferentes elementos simples de la naturaleza. Estas reacciones son una tendencia de los electrones a combinarse según disposiciones concretas y estables. Pero la geometría que contienen es muy determinada e invariable, en una red cuadrada, triangular o hexagonal, pero jamás pentagonal, por ejemplo.
La simetría «pentagonal» está clara y únicamente relacionada con la vida orgánica, o sea el reino vegetal, el animal y el humano; sin embargo, la forma «hexagonal» está especialmente asociada a la vida inorgánica, el reino mineral. Incluso los cristales del agua, del hielo, de la nieve, se generan en forma invariablemente hexagonal. Una cita interesante del propio Matila C.Ghyka en su libro La estética de las proporciones nos dice: «Tanto en el caso de los animales como en el de las plantas, parece existir una cierta preferencia por la simetría pentagonal, una simetría claramente relacionada con la sección áurea y desconocida en el mundo de la materia inerte».
Sin embargo, el hexágono es un polígono que, además de ser propio de los cristales, también puede verse puntualmente en los animales y en los seres humanos; aunque, recordemos, jamás en las plantas. Los tejidos vivos producen configuraciones dinámicas siempre de simetría hexagonal, igual que ocurre con la forma espiral (el gran patrimonio de la vida). La red hexagonal se encuentra en algunos tejidos celulares, como por ejemplo en el ojo de la mosca, en las colonias de madréporas y en las celdillas de las abejas. Un panal hecho por abejas es un patrón de relaciones armónicas, una red de hexágonos perfectamente elaborados y calculados que, además, comparten sus lados; esa es una pequeña muestra de la sabia arquitectura del mundo de esos insectos.
En la morfología idónea del reino animal también la geometría y disposición de líneas de fuerza en cada una de sus partes, predispone a la aptitud y el rendimiento de cada uno de los animales. La aptitud idónea de un animal y otros seres vivos, está relacionada por un lado, con condiciones puramente estáticas: su resistencia, equilibrio y estabilidad. Por otro lado también se relacionan con sus condiciones dinámicas de ligereza, distribución de peso, resistencia al aire o al agua, etc.
Los animales, sobre todo pájaros y peces, satisfacen por completo estas dos condiciones tan exquisitamente estáticas y dinámicas a la vez. Esa es la principal razón por la que su aspecto formal nos produce una sensación tan armoniosa y sana. Las plantas satisfacen también, en su estructura y distribución, las mejores condiciones de forma y resistencia en relación con su crecimiento y ciclo vital. Recordemos por un momento el peso de ciertos frutos que soportan sabiamente algunos frágiles tallos.
En esta pequeña revisión de las formas inteligentes de la madre naturaleza, más allá de la geometría euclidiana, y dentro ya de la armonía de las líneas curvas, no podemos olvidar la forma inherente a todo crecimiento: la forma espiral. Entre las espirales logarítmicas, que se basan también en la razón matemática del Número de Oro, podemos distinguir tres espirales diferentes que se repiten en la naturaleza: la espiral que crece por pulsación radial, la de pulsación diametral y la de pulsación cuadrantal. Podemos decir que la forma espiral, especialmente la espiral logarítmica, es un esquema de crecimiento y de vida caracterizado también por una progresión del Número de Oro, la constante 1, 618033….
 Este esquema formal en espiral lo podemos observar fácilmente en distintos fenómenos del planeta. Además de la espiral inherente a las galaxias y a nuestro propio sistema solar, podemos contemplar también los movimientos espirales que propiamente realizan las nubes, los huracanes, los tornados y los océanos. Vemos también la repetición de este mismo «patrón vital», la forma espiral, en los cuernos de los alces, en las conchas, en las ramas de muchos árboles y otros vegetales (zarcillos, etc.).
 En los seres humanos, el patrón espiral se repite en el oído interno del ser humano, en el movimiento del espermatozoide, en las huellas dactilares, en el crecimiento del pelo, en el recubrimiento del esófago y de otros tejidos del cuerpo y, sobre todo, en la doble aspa que conforma la espiral del ADN, código matriz y mecanismo-base de nuestra evolución y perpetuación como especie. Además del enorme valor de los patrones formales de la Geometría Sagrada, también hay que decir que existe una ley en física que regula esos maravillosos fenómenos de expansión, denominada «ley de energía de superficie mínima», una ley de economía de la materia con la máxima acumulación de energía y posibilidades. A esta sabia ley natural, y a lo largo de la historia se le ha dado diversos nombres, pero se trata del mismo principio: «Principio de Hamilton» o «Principio de Conservación de Energía» o «Principio de Acción Estacionaria» o «Principio de la Mínima Acción», una ley que contiene además toda la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein.
 Lo que realmente importa es saber que se trata de unas leyes dominadoras e invariables del universo físico, de la que se deducen todas las leyes, códigos y ecuaciones de la termodinámica, del electromagnetismo y de la gravitación, es decir, de materias fundamentales de nuestro desarrollo tecnológico. Además, recordemos que todo ser vivo crece… conservando las líneas generales de su forma, principio magníficamente explicado por Rupert Sheldrake, lectura que recomiendo, y que los campos mórficos que crean los arquetipos de la geometría son «capacitadores» para la vida y la coherencia de las células y de la psicología.
Cuando entramos en el terreno médico, en toda su amplitud claro está, no podemos ignorar que el lenguaje de la armonía está implícito en el crisol de la vida misma; no es algo que tengamos que crear ni fabricar; ya está ahí. Ha estado siempre ahí… Tan solo tenemos que aprender su vocabulario, sus preferencias de expresión, sus leyes y sus valores. Podemos, y yo diría incluso que debemos, «saber» sintonizar con la armonía natural, con la geometría, la simetría, las proporciones matemáticas y la fractalidad; sintonizar de todas las maneras posibles, y no solamente en el terreno estético, sino incluso en campo de la bioquímica, de la psicología y de la espiritualidad.

Marta Povo
Escritora, investigadora y pedagoga de la Geocromoterapia

NOTICIERO MASONICO INTERNACIONAL DEL PERU

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