lunes, 12 de noviembre de 2012


Colombia: Invitación lanzamiento emisión postal “La participación de los masones en el movimiento de liberación y en la fundación de la República”


Especial del Bicentenario: El Primer Soberano Gran Comendador de Colombia en la Gesta Libertadora




Siendo la guerra que sostenemos dirigida contra un partido aristocrático, que siempre quiere hacer servir la clase pobre, a la que llama gente plebe, de instrumento de la dominación de sus hermanos, declaro a todo pobre en aptitud de hacer la guerra a todo rico del partido contrario, de cuyos bienes que aprehenda será dueño absoluto. José María Vesga y Santofimio




Por: Mario Morales Charris 33º
Ex Gran Maestro de la Muy Resp.•. Gr.•. Log.•. del Norte de Colombia
Miembro del Supremo Consejo del Grado 33 para Colombia del R.•. E.•. A.•. A.•.

Fuente: Reflexiones Masónicas


INTRODUCCIÓN

Con ocasión a la conmemoración del Bicentenario de la Independencia de Colombia, nos propusimos elaborar un ensayo que recogiera de manera sucinta la vida y obra del Ilustre y Poderoso Hermano José María Vesga y Santofimio 33º, prócer de la independencia de los países de la región y primer Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo Neogranadino del Grado 33 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado para el territorio de la República de la Nueva Granada, con sede en Cartagena, hoy, Supremo Consejo del Grado 33 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado para Colombia, quien fuera fusilado en la Plaza Mayor de Medellín (Plaza Berrío el 9 de agosto de 1841) por abrazar la divisa de libertad, igualdad y fraternidad; además, por ser un activista convencido que debía de luchar por una mejor justicia social de las clases menos favorecidas, y por haber enarbolado las banderas federalistas de nuestro país.

No fue nada fácil investigar sobre la vida de este insigne y valeroso patriota tolimense, ya que la gran mayoría de los historiadores le dan poca importancia o no le reconocen su participación y liderazgo en la empresa libertadora. Con la poca bibliografía existente –elaborada en gran parte por sus opositores políticos– no es posible desarrollar un trabajo como el que nos hemos planteado. Sin embargo, después de seis meses de investigación, donde pulsamos las puertas de la Academia de Historia de Colombia; la Academia de Historia del Tolima a través de nuestro Querido Hermano Osvaldo Díaz Barbosa; la Jefatura de Educación y Doctrina del Comando del Ejército Nacional (Academia de Historia Militar); la del Brigadier General Comandante de la Décimo-Primera Brigada; el Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA) de Lima, Perú; la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y otras instituciones históricas en busca de información, logramos nuestro objetivo.

De esta manera nos permitimos señalar inicialmente –como todo estudioso de nuestra historia lo debe saber– que durante el siglo XIX Colombia fue escenario de diversas guerras civiles. Sin duda alguna y sustrayéndonos un poco de las más habituales luchas internas de los Estados Federales, entre 1863 y 1886, el número de conflictos que se presentaron los podemos reducir a ocho en el lapso comprendido de 1810 a 1902.

Pues bien, lo que comenzó como una lucha por la autonomía ante el poder colonial se convirtió en la proclamación de la independencia absoluta de España. Así tenemos que en el período evolutivo de la emancipación, comprendido entre 1810 y 1816, identificado por las intensas disputas que se presentaron, por no haber acuerdos, entre los distintos actores que lideraron los procesos federalistas y centralistas para organizar el nuevo gobierno. Esta fase inestable es conocida en la historia como «La Patria Boba». Cada provincia promulga sus autoridades, cada aldea tiene su junta independiente y soberana, la palabra «federalismo» se transforma en la arrogante filosofía de la imposibilidad, contraria al pensamiento de Bolívar que planteaba la unidad latinoamericana. En consecuencia, podemos afirmar que la formación del Estado en un comienzo estuvo plagada de muchos obstáculos por la precaria legitimidad de esas nuevas instituciones republicanas al tratar de construir una nación imponiendo el poder regional, local y de grupos familiares. Las rivalidades locales y la confrontación entre regiones y élites se acentúan al disolverse la Gran Colombia, en septiembre de 1830 hasta principios del siglo XX.

Debido ala difícil transición que tuvo nuestro país en busca de un paradigma liberal y deun moderno concepto de Estado, se da inicio a la República de la Nueva Granada (21 de noviembre de 1831) en el que las tendencias de los partidos políticos van tomando formas y prácticamente se aclara el pensamiento de estos con el desencadenamiento de la «Guerra de los Supremos» o «Guerra de los Conventos» entre 1839 y 1841. Se centra esta guerra en la disputa para diferenciar a los santanderistas que se consideraban asimismo como «verdaderos patriotas», con derecho pleno a la ciudadanía y a la participación burocrática en contra de los llamados «serviles», o «godos», o «santuaristas», antiguos seguidores de las dictaduras de Bolívar y Urdaneta.

Esta nueva forma de ideología política hace que en las distintas regiones, abogados, comerciantes, muchos militares y algunos sacerdotes, asuman posiciones liberales y estaban dispuestos a abrirse a nuevas oportunidades. Por su parte, los conservadores constituidos en suma por terratenientes, un importante sector de sacerdotes y la minoría de los militares, querían cuidar de las tradiciones y preferían apegarse de las antiguas usanzas gubernamentales o económicas.

Liberales y conservadores –designados así posteriormente– se enfrentan por los idearios centralistas y federalistas, donde uno de los líderes por el federalismo lo fue nuestro Ilustre y Poderoso Hermano José María Vesga y Santofimio, quien dio su vida convencido que se podía crear un Estado de derecho con verdadera justicia y equidad social, ya que la predisposición de sus opositores era el monopolio de la misma y de ejercer franquicia en el recaudo tributario.

JOSÉ MARÍA VESGA Y SANTOFIMIO (RASGO BIOGRÁFICO)

La familia Vesga

El apellido «Vesga» se deriva de una localidad menor llamada «Las Vesgas», situada en la zona de Bureba, provincia de Burgos, comunidad autónoma de Castilla y León, a orillas del río Oca, España. Inicialmente el apellido era nombrado «Vesca», en América lo conocemos como Vesga y Vezga.

Don Juan de Vesga Santiago y López, hijo de don Juan de Vesga y doña María López de Vesga, vecinos de Villanueva en la provincia de Burgos, España, llegó a San Juan de Girón, departamento de Santander. Este testó el 20 de agosto de 1684 y contrajo matrimonio en Girón con doña Antonia de Uribe Salazar, la que testó en San Gil en 1695. Fue un hombre muy acaudalado, con propiedades en Río Frío y Pie de la Cuesta. Don Juan y doña Antonia fueron padres de nueve hijos, cuatro varones y cinco mujeres, quienes extendieron el apellido en la región con familias no muy numerosas.

A mediados de 1760, Bernardo Vesga, hijo de Alejandro Vesga e Isabel López, natural de San Gil, Santander, se radicó en Ibagué, Tolima. En esta ciudad casó con doña Inés Santofimio y Puente, natural de Neiva, hija de don Manuel Santofimio y de doña Rosalía Meneses, naturales el primero, de Ibagué y la segunda del Guamo, Tolima.

Con relación a esta unión familiar, el historiador y genealogista José Vicente París Lozano afirma que: «Entre las familias ibaguereñas de origen santandereano se encuentra la muy preclara de los Vesga López, que enlazándose con las familias ibaguereñas de los Galindos, Santofimios, Barrios y Varones, son troncos de otras que han figurado en la primera sociedad de esta población y producido hombres notables en las letras, en la milicia y en la política: Tadeo y Aníbal Galindo, José María Varón, José María Vesga y otros muchos».

Del matrimonio entre Bernardo Vesga e Inés Santofimio nació José María Vesga y Santofimio, el 13 de diciembre de 1800, en la ciudad de Ibagué, en el antiguo caserón que más tarde fuera propiedad del influyente ciudadano Nicolás Torres Guerra, predecesor de dos ilustres familias ibaguereñas: los Torres Vargas en su primer matrimonio, y de los Torres Barreto, en el segundo, exactamente donde hoy está la panadería Dulima, sobre la calle Novena, lugar aledaño a la alcaldía municipal. En ese entonces quedaba allí la finca de doña Inés Santofimio y Puente.

José María Vesga quedó huérfano de padre a la edad de ocho años, pues su progenitor Bernardo murió en la población de Gigante, Huila, el 1 de septiembre de 1808, pero el 5 de agosto del mismo año firmó su testamento en el municipio de Timaná, Huila, a favor de su esposa e hijos, dejándoles enorme fortuna.

Hizo sus estudios primarios en la escuela pública gratuita de Ibagué que los sacerdotes dominicanos tenían instituida en su Convento de Santo Domingo, donde años más tarde el general Santander estableció el histórico Colegio de San Simón. Hoy, el lugar lo ocupa el edificio del Banco de la República.

Durante su estadía en el año de 1830 en la ciudad de Cartagena de Indias, contrajo matrimonio con la distinguida dama cartagenera, María de los Reyes Noriega, hija huérfana de la señora Rosa Noriega, natural de esta ciudad; fueron testigos los señores Fernando Losada y Germán Gutiérrez de Piñeres y firmó Manuel José Pérez. De esta unión nacieron: José María, María Inés, Alejandro y María Natalia Vesga y Noriega, quienes quedaron huérfanos a la edad de 10, 9, 7 y 5 años respectivamente, al ser ejecutado su padre en 1841.

El adolescente José María Vesga en las filas militares


Cuando apenas había concluido sus estudios primarios a la edad de trece años, ingresó al ejército del francés Serviez, quien llegó a Ibagué a finales de julio de 1813 por la vía del Quindío a reorganizar y a ampliar su tropa en virtud del hostigamiento que le hacía el español Juan Sámano en Cartago.

El coronel Serviez se dirigió con el destacamento a la Plata, Huila, en donde se encontraba el cuartel general del ejército de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, comandado por el general Antonio Nariño. El jovenzuelo Vesga siguió a Serviez hasta Purificación, Tolima, de donde marchó con Nariño a coadyuvar en la campaña del Sur. Posteriormente, en 1814, de la derrota de Nariño en Pasto, dada por Sámano y a quien tomó prisionero, salvándose del cadalso merced al perdón que le decretó Toribio Montes; el mozalbete José María siguió a Popayán, y de allí a Cali y a Cartago.

En 1819 ingresó al Ejército Patriota en Bogotá, a órdenes del coronel José María Cancino y con el grado de alférez, comenzó la campaña del Cauca. Participó en las batallas de Juanambú, Piedras Genoi y en la de Pichincha, Ecuador, bajo el mando del Gran Mariscal de Ayacucho, Don Antonio José de Sucre, en donde se le concedió el grado de teniente el 20 de marzo de 1822 sobre el mismo campo de batalla, y en la que el 24 de mayo de 1822 se dio libertad a la República de Ecuador.

A disposición del Libertador Simón Bolívar y del General Antonio José de Sucre, intervino en la Batalla de Junín, Perú, el 6 de agosto de 1824. Asimismo peleó en el combate de Matará o Corpaguaico, Perú, el 3 de diciembre de 1824 y en la famosa Batalla de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824, gloriosa por ser una de las hazañas más trascendentales en la lucha por la liberación de España que libró la América Latina. En esta última cruzada recibió el grado de capitán y fue condecorado con los escudos y medallas concedidos a los vencedores en aquellas batallas.

Acompañando permanentemente al General Sucre formó parte de la tropa en varias plazas del Alto y Bajo Perú, y fue uno de los seis valientes colombianos que contribuyó a sostener la guarnición sublevada de La Paz, Bolivia en 1825.

Cuando el presidente peruano, José Domingo de la Mar y Cortázar, invade el territorio de La Gran Colombia (Guayaquil y Loja) Vesga nuevamente acude al llamado de Sucre, quien con 4.000 efectivos se había tomado la ciudad de Cuenca y lucha bajo la orden del General Juan José Flórez. Después de un combate de dos horas fueron vencidos los peruanos en la triunfante batalla del Portete de Tarqui, cerca de Cuenca, el 27 de febrero de 1829. La Mar, deseando restablecer la paz, aceptó negociar con el adversario, y al día siguiente se firmó el Convenio de Girón.

Tiempo después, el 13 de octubre de 1830, es ascendido al grado de coronel. Ya consolidado el proceso emancipador, regresa a La Nueva Granada, lucha contra la dictadura del Hermano Masón, general Rafael Urdaneta en 1831. El 14 de febrero de ese año estalla una revuelta en Barranquilla, Soledad y Sabanalarga, fomentada desde Cartagena, en la que participa el coronel Vesga, apoyada por los pueblos de Santa Marta y el resto de la Costa Atlántica. El 26 de abril del mencionado año ocupa la Plaza de Cartagena y logra que los habitantes se adhieran al movimiento restaurador. Inmediatamente emprendió la campaña sobre el Istmo de Panamá, contra la facción del coronel Juan Eligio Alzuro, saliendo victorioso en las acciones de Albina y Río Grande, gracias al apoyo oportuno del general panameño José Fábregas. Esta tarea concluyó con el fusilamiento de Alzuro y sus compinches: Luis Urdaneta, Francisco Araújo (mejicano) y el guerrillero Manuel Estrada.

El 10 de junio de 1832 el coronel Vesga es nombrado gobernador interino de la Provincia de Cartagena por el presidente encargado y Hermano Masón, José Ignacio de Márquez, posesionándose en el puesto el 10 de julio de ese año. Después fue designado en propiedad por el presidente Francisco de Paula Santander el 14 de noviembre del año mencionado, de conformidad con la Constitución aprobada en la última Convención Granadina; de esta manera la Cámara Provincial lo propuso para el cargo que desempeñó hasta el 4 de febrero de 1834, como consecuencia del primer incidente de carácter internacional que debió afrontar la Nueva Granada frente a Francia en su historia como República independiente, donde se evidenció la falta de fuero consular, que hasta ese momento no se había reconocido en nuestra legislación. De este modo fue reemplazado por el general José Hilario López, quien estuvo al frente del despacho hasta el 2 de diciembre de ese año y quien más tarde llegaría ser presidente de la República.

Acto seguido de este incidente, a nuestro Ilustre y Poderoso Hermano, coronel José María Vesga, se le encomienda la Jefatura Militar de dicha provincia, posición que ocupó entre el 29 de septiembre de 1835 al 1º de diciembre de 1836. En el periodo de estos años citados también se desempeñó como Representante a la Cámara por la Provincia de Cartagena.

El 1 de abril de 1837 se posesionó como presidente de la República el querido Hermano, José Ignacio de Márquez, para el cuatrienio 1837-1841 –en medio de una tormenta política entre los antiguos bolivarianos y santanderistas– y nombra a Vesga gobernador de la Provincia de Mariquita .

El Coronel Vesga en el Supremo Consejo Neogranadino

Al crearse la República de la Nueva Granada bajo el régimen liberal, presidido por el General Francisco de Paula Santander, la Masonería luego de cinco años de encontrarse en sueño en el país, debido al decreto expedido por el Gobierno del Libertador Simón Bolívar el 8 de noviembre de 1828, que en su artículo primero expresaba: «Se prohíben en Colombia todas las asociaciones o confraternidades secretas, sea cual fuere la denominación de cada una», un grupo de Hermanos, próceres de la independencia, investidos del grado 33º, asentados en la ciudad de Cartagena, decidió crear un Supremo Consejo del grado 33 del Rito Escocés antiguo y Aceptado para la jurisdicción de la República de la Nueva Granada, el día 19 del 4º mes del año de la Verdadera Luz, 5833 (19 de Abril de 1833 e:. v:.) bajo el titulo de GRAN ORIENTE Y SUPREMO CONSEJO NEOGRANADINO con sede en Cartagena.

Es así cómo el 12 de mayo de 1833 se constituyeron en Asamblea General Provisional con otros Hermanos de grados inferiores. Asistieron, entre otros, a esta reunión el prócer Masón, José María Vesga, gobernador de la Provincia de Cartagena, nombrado por el General Santander el 4 de noviembre de 1832, el prócer Masón, coronel de la artillería, Valerio Francisco Barriga (Ibagué, 1799, Bogotá, 1869) quien poseía el grado 32, Jefe del Estado Mayor de la Tercera División acantonada en Cartagena.

Después, el 19 de junio del mismo año, realizaron las elecciones de Grandes Dignidades y Grandes Oficiales, las cuales recayeron en los siguientes Hermanos:


Soberano Gran Comendador: José María Vesga – Coronel
Teniente Gran Comendador: Ildefonso Méndez – Abogado
Ministro de Estado: Manuel Pérez de Recuero – Abogado
Gran Canciller: Luís de Porras – Comerciante
Gran Secretario General: Manuel María Guerrero – Coronel
Gran Tesorero: Nicolás del Castillo y Rada – Coronel
Gran Limosnero: Dionisio Bautista – Notario
Gran Maestro de Ceremonias: Fernando Lozada - Ten. Coronel
Gran Portaestandarte: Sebastián Franco - Fun. Gob.
Gran Capitán de Guardias: Juan Ucrós – Mayor

Miembros sin cargos:

José Montes – Coronel
José de Ucrós y Paredes – General
Juan Franceschi – Comerciante
Robert Henry Bunch – Comerciante
Manuel Gregorio González – Funcionario del gobierno

El Ilustre y Poderoso Hermano Américo Carnicelli, quien se destaca por sus aportes de carácter investigativo a la historiografía Masónica y quien supo aprovechar su acceso a los archivos de la Masonería colombiana y de América Latina –hablemos de investigación de fuente primaria– señala que «Se desconoce cuándo, en qué lugar y por quién fueron estos Masones investidos con el grado 33º», lo más seguro es que haya sido en una de las islas del Caribe como colonias que fueron de Inglaterra, Francia y Holanda; por ejemplo, Jamaica fue un territorio que se distinguió por su trabajo Masónico. También un importante número de Hermanos fueron los que se iniciaron allí, y mucha las Logias de los países continentales de América, las que recibieron Carta Patente. Por consiguiente, podemos afirmar que la Masonería llegó tempranamente a estas islas; la primera Logia fundada en territorio caribeño fue en Jamaica, en la ciudad de Kingston, el 14 de abril de 1739, auspiciada por la Gran Logia de Inglaterra.

Inmediatamente después de haberse constituido el Supremo Consejo Neogranadino, éste asumió sus funciones organizando y expidiendo Cartas Patentes en la creación de Logias simbólicas y Cámaras escocistas a lo largo y ancho del territorio neogranadino y de Centroamérica. Igualmente se dio a la tarea de investir con el grado 33 a varios Hermanos.

Además de los cuerpos Masónicos que fundó el Supremo Consejo Neogranadino en el territorio nacional, creó el Supremo Consejo del Perú, el de Guatemala y Costa Rica, Logias en México, y presentó al Supremo Consejo de Panamá en instancia para su aprobación ante los Supremos Consejos Confederados del mundo.

Posteriormente, el 20 de Febrero de 1939, el Supremo Consejo Neogranadino, cambió su nombre por el de «Supremo Consejo del Grado 33 para la Republica de Colombia», Potencia Masónica del Rito Escocés Antiguo y Aceptado que funciona en la actualidad en la Ciudad de Cali, Colombia, ostentando ante el País y el mundo en general su reconocida regularidad desde el año de 1833.

El Coronel Vesga en la «Guerra de los Supremos»

En el inicio de este ensayo planteábamos que al disolverse la Gran Colombia en 1830, obligó a los dirigentes políticos de entonces a realizar una transformación administrativa para poner a tono la naciente República de la Nueva Granada, lo cual ocasionó diversas guerras civiles de índole local, regional y de características muy sangrientas.

El principio del gran conflicto general ocurrió entre 1839 y 1841. Se le conoce como «Guerra de los Supremos» o «Guerra de los Conventos», en el primer caso en alusión al ostentoso título que cada uno de los líderes en combate se daba a sí mismo: «Comandante Supremo», y en el segundo, por la supresión de los pequeños monasterios en la ciudad de Pasto.

Se ha dicho que el aspecto religioso es el motivo o «florero de Llorente» para encender la chispa de la rebelión que le dieron los «Comandantes Supremos». Sin embargo, nos atrevemos a señalar que fue una posición oportunista, porque las causas fueron entre otras: la ambición de muchos cabecillas y los partidos políticos que veían en la guerra un medio para conquistar el poder y retenerlo matando personas inocentes o sacrificándolas enviándolas a la guerra; la irresponsabilidad y el abuso de algunos dirigentes al debatir sus diferencias políticas (centralistas contra federalistas) o ideológico-religiosas en la lucha burocrática del nuevo Estado, y la injusticia e inequidad social y/o política que estimuló la pobreza, la falta de producción y el desempleo, causa ésta por la que luchó y entregó su vida nuestro Ilustre y Poderoso Hermanos José María Vesga y Santofimio.

Efectivamente, el 16 de abril de 1839 el barbacoano Ramón María Orjuela, representante a la cámara por Pasto, presenta la propuesta para suprimir los conventos menores de esa ciudad. Ésta se aprueba mayoritariamente con el voto negativo del representante cartagenero Manuel del Río Narváez. Así, en el mes de mayo el Congreso ordena ejecutar la ley 11 del 13 de enero de 1832, mediante el cual se declaran nulos los decretos expedidos por el Libertador Simón Bolívar del 10 y 30 de Julio de 1828, referentes al restablecimiento de conventillos. En consecuencia, el 5 de junio fueron suprimidos los claustros de La Merced, Santo Domingo, San Francisco y San Agustín de Pasto por tener cada uno menos de ocho religiosos. Hay que resaltar que la disposición estaba respaldada por la jerarquía eclesiástica. El producto de la venta de los bienes se dedicaría a la educación pública. El 30 de junio, el clérigo Francisco de la Villota y Barrera, director del convento de San Felipe Neri, respaldado por el comandante Antonio Mariano Álvarez, Fidel Torres, Estanislao y Tomás España (todos amigos incondicionales a Obando) se opuso a esta norma. Igualmente apoyado por el pueblo ultracatólico de Pasto, que a pesar de haber levantado banderas federalistas, estaba evidentemente incitado por el general Juan José Flores, gobernador del Ecuador (porque de allí dependía el clero de Pasto) y por la Sociedad Católica de Bogotá, surgida un año antes como expresión política de los sectores más conservadores del país.

En virtud de estos sucesos, el partido santanderista censura la sublevación de Pasto y ofrece al presidente José Ignacio de Márquez sus servicios para combatirla. Los santanderistas esperaban que Márquez nombrara al general José MaríaObando para pacificar a Pasto, dado el influjo que este dirigente tenía sobre esa provincia y lo convertía en el hombre más indicado para apaciguar a los rebeldes. Con ello la popularidad de Obando se fortalecería y este servicio a la patria lo capitalizaría en las elecciones presidenciales del año siguiente. No obstante, el presidente Márquez nombró al general Pedro Alcántara Herrán como Comandante de las Fuerzas Militares encargada de sofocar el alzamiento. Por consiguiente, lo que hizo con esta acción militar fue aprestigiar más bien a «los ministeriales» (el partido de gobierno).

Sin duda alguna, desde el punto de vista burocrático, Márquez, cuando asumió el poder, trató de conciliar con «los progresistas» (el partido santanderista) dejando en sus puestos a la mayoría del gabinete del general Santander y a casi todos los gobernadores de las provincias, pero la creciente oposición lo llevó a reemplazarlos gradualmente hasta que al cumplirse el año de su administración, ya no habían santanderistas en el gobierno. En efecto, los dos más importantes ministerios, el de Comandante de las Fuerzas Militares y el de Secretario de Guerra, son ocupados respectivamente por los ex bolivarianos Pedro Alcántara Herrán y Tomás Cipriano de Mosquera.

Días después de haberse posesionado Mosquera, el periódico del general Santander, «La Bandera Nacional» publica una serie de artículos de Florentino González donde plantea retomar el sistema federalista. Seguidamente las Cámaras Provinciales empiezan a solicitarle al Congreso la reforma de la Constitución para implantar el mencionado régimen. De esta manera queda notificado el plan de la próxima confrontación bélica entre los partidos.

Así, el 31 de agosto de 1839 el general Herrán derrota en Buesaco la fuerza principal de los sublevados de Pasto, toma prisionero a José Erazo , quien denuncia como partícipe del asesinato de Sucre al comandante Antonio Mariano Álvarez, jefe militar de las fuerzas pastusas y al general José María Obando como el autor intelectual del mismo. Con fundamento a esta delación, un juez de Pasto dicta orden de captura contra Obando. De hecho éste se dirige a la ciudad señalada para afrontar el juicio del cual se le acusaba.

Evidentemente que el “oportuno hallazgo de los asesinos de Sucre” y el consecuente juicio a Obando vino a ser el detonante de la guerra de los Supremos a partir del momento en que la muerte de Santander, en mayo de 1840, convierte a Obando en el jefe máximo de la oposición, y en que este caudillo decidió escapar de Pasto (el 5 de julio de 1840) alegando la falta de garantías en el proceso judicial que se le seguía. En el Timbío , se alza en armas contra el gobierno de Márquez y desde Chaguarbamba se pronuncia ante el país como «Supremo Director de la guerra en Pasto y General en Jefe del Ejército restaurador y Defensor de la Religión del Crucificado».

Herrán y Mosquera piden ayuda al presidente del Ecuador Juan José Flórez, quien acepta con la condición de que le entregaran a Tumaco y Túquerres. Flórez ingresa al territorio de la Nueva Granada con dos mil hombres. El ejército aliado se le interpuso a Obando (el 30 de septiembre) y lo derrotan en la quebrada de Huilquipamba . En efecto, desde el mismo día en que el ejército ecuatoriano cruzó la frontera, la rebelión en otras provincias del país no se hizo esperar, una tras otra se sucedieron. El primero en hacerlo fue el gobernador de El Socorro, Manuel González, junto con Juan José Reyes Patria y con dos mil quinientos hombres vencieron en La Polonia a la única tropa regular con que contaba Márquez para dominar la revolución en el interior del país. González se proclamó Jefe Supremo del Estado libre e independiente formado por las ex provincias de Socorro, Tunja, Pamplona, Vélez y Casanare, y se dirigió con su ejército a tomar Bogotá. Domingo Caicedo encargado del gobierno por el titular José Ignacio de Márquez, quien había viajado a Popayán a reunirse con los generales Herrán y Mosquera, intentó negociar con los alzados pero sin resultado ya que estos solicitaban se convocara una nueva Constitución que estableciera un sistema federal.

El presidente llegó a Popayán el 24 de octubre, casi al mismo tiempo que Juan José Neira derrotaba a las tropas federalistas de González en el combate de La Culebrera, cerca a Bogotá. Neira había llegado a esta ciudad el mismo día que el presidente la abandonaba, y en menos de dos semanas había organizado un ejército con el apoyo entusiasta de los capitalinos, con el que pudo detener el avance de los rebeldes. Esta victoria inesperada permitió el regreso de Márquez, no sin antes asegurarse de que las fuerzas de Herrán y Mosquera siguieran muy de cerca sus pasos.

De esta manera, como lo señalamos arriba, la guerra se generalizó en todo el país: en Antioquia se pronunció el general José Salvador Córdoba ; en Boyacá lo hizo el general Juan José Reyes Patria; en Panamá, el coronel Tomás Herrera; el padre Rafael María Vásquez en Vélez; Francisco Farfán en Casanare; el general venezolano Francisco Carmona Lara en Ciénaga y Santa Marta, quien trató de formar una república independiente en la costa norte; Juan Antonio Gutiérrez de Piñeres en Cartagena; Lorenzo Hernández y Francisco Martínez Troncoso en Mompox y José María Vesga en Mariquita. Los caudillos insurgentes dijeron que sus provincias se separaban de la Nueva Granada y se constituían en Estados Soberanos, asumieron los títulos de Jefes Supremos de los mismos y juraron que se reintegrarían al país sólo cuando éste estableciera el régimen federal. De las veinte provincias de la Nueva Granada, doce quedaron en poder de los sublevados, cuatro fueron ocupadas parcialmente por los insurrectos y en las cuatro restantes el gobierno mantuvo un efímero control, a excepción de Bogotá.

Ahora bien, el gobernador de la Provincia de Mariquita, Ilustre y Poderoso Hermano, coronel José María Vesga y Santofimio se sublevó el 11 de diciembre de 1840 contra el gobierno legítimo, apoyado por los Masones Manuel Murillo Toro y José María Tadeo Galindo y Santofimio, primo hermano de Vesga, el comandante Pablo Durán y los sargentos mayores Domingo Esguerra y Juan Antonio Gutiérrez. La guardia nacional de Honda, capital de la provincia, se pronunció contra la actitud de Vesga y lo hizo prisionero. Sin embargo, el coronel Vesga se proclamó Jefe supremo del Estado de Mariquita y nombró como secretario al joven Murillo, que se había separado del coronel Manuel González, comandante jefe de las provincias del norte. A la vez alzaron banderas en Ibagué y Ambalema los comandantes Tadeo Galindo y Juan A. Gutiérrez. El gobierno de Márquez envió a someterlos al general Joaquín París Ricaurte; de tal forma que una columna comandada por Santos Pacheco, derrota el 24 de diciembre, en Ibagué, a los rebeldes y ocupa a Amabalema. El 9 de enero de 1841, París y sus subalternos, los coroneles Mateo Viana y José Manuel Forero, enfrentan a Vesga, hay un ligero combate por Quebrada Seca. Vesga con su tropa se guarecen en el Llano de la Calunga donde es derrotado por el general París. Enseguida el coronel Vesga se retira a la población, si bien destruyó el puente del Gualí para evitar el paso del enemigo que lo perseguía, fue de nuevo vencido.

Nuestro Ilustre y Poderoso Hermano Vesga, al arriar bandera, no tuvo otra opción que negociar con París Ricaurte. Con todo, amparado por la oscuridad de la noche, se escapa y se dirige hacia Antioquia. Llega a Rionegro el día 17 con algunos jefes y 180 hombres, 100 de ellos enviados por Salvador Córdoba, quien en esta fecha también tuvo que doblar la rodilla en Riosucio ante el coronel Juan María Gómez , mandado por el general Eusebio Borrero, comandante del sur. Córdoba se retira a Abejorral, pero antes se dirige a Medellín y después a Rionegro para encontrarse con Vesga.

Mas tarde, el 30 de enero, los destacamentos de Borrero y Gómez llegan a Itagüí, y se enfrentan el 31 con Córdoba, cuyas unidades se habían reforzado con el auxilio de Vesga, en un combate donde el resultado fue indeciso. Hay quienes piensan que fue ganado por Córdoba, sin embargo al amanecer del 2 de febrero, en uno y otro campamentos fueron izadas sendas banderas blancas, lo cual permitió las conversaciones para un armisticio, en el que sirvió como mediador el padre José María Botero, quien se dirigió a Córdoba para solicitarle le permitiera su ayuda.

Para las negociaciones Córdoba designó a Vesga y Borrero a Gómez, quienes convinieron suspender por algunas horas el combate, mientras se pactaba un arreglo formal. Acto seguido, estos fueron asesorados, el primero por Pontón y el segundo por el doctor Juan Crisóstomo Uribe. Los delegados de Córdoba, consideraban que Borrero debía retirarse al Cauca, sin ser atacado o perseguido por ellos, mientras se reunía una convención constituyente. Después de varias horas de discusión no hubo acuerdo alguno y se convino en que se sentaran a conversar los dos jefes, quienes pactaron en que Borrero se retiraría al Cauca, quedándose Córdoba con el control de Antioquia.

Al regresar el general Eusebio Borrero al Cauca se encontró que desde el 19 de enero, Obando –quien se ocultaba en la hacienda de Las Yeguas en el propio Timbío– había asumido la jefatura de esa provincia. En la Costa, varios pueblos de los cantones de Corozal, Chinú y Lorica, se habían revelado en febrero contra Gutiérrez de Piñeres. El 31 de marzo, la vanguardia de Mosquera derrota a Francisco Carmona en San Lorenzo, entre Bochalema y Chinacota. Carmona sufre 556 bajas y entre los 700 prisioneros, se encontraba el Ilustre y Poderoso Hermano Juan José Nieto, quien más tarde fuera el sexto Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo Neogranadino en el período 1849 – 1850, después lo sería nuevamente entre 1860 – 1865. Pudo recuperar su libertad en Bogotá y dirigirse a la Costa.

Estando en Palmira, Borrero hace fusilar a varios prisioneros seguidores de Obando detenidos en Huilquipamba, entre ellos: Antonio Mariano Álvarez y José Eraso, señalados como unos de los asesinos de Sucre. Luego continúa hacia Cali; pero antes, el 12 de marzo, es sorprendido por Obando en la hacienda de García, en el cantón de Caloto y toma muchos prisioneros. Borrero se salva de ser fusilado porque era cuñado de Obando. Éste más tarde, el 26 de abril organiza un gobierno autónomo para el Cauca.

Entretanto, Córdoba, el 13 de marzo se había puesto en marcha hacia Popayán y deja encargado del gobierno de Antioquia a José María Vesga, quien afronta numerosos problemas por haber tomado medidas drásticas, ganándose bastantes enemigos; además, era mal visto por muchos por no ser antioqueño. Reprimió severamente varias sublevaciones en Sonsón, Abejorral y Envigado. Las tropas rebeldes de Vesga saquearon a Envigado. Tomaron prisionero y vejaron al sacerdote de Itagüí, Felipe Restrepo. Igualmente le hicieron considerable daño a Marinilla por su «animadversión a los insurrectos», donde se llevaron presos a los curas Gómez y Giraldo.

Obviamente, después de la acción viene la reacción, de manera especial en Marinilla, población eminentemente católica y conservadora. Braulio Henao Duque , hecho prisionero el 11 de marzo en Sonsón, fue liberado por sus amigos cuando era conducido a Rionegro. Pronto, el 13 del mes siguiente, lideró un alzamiento en Sonsón. Empezó a reclutar voluntarios y formó varias tropas organizadas en Abejorral. Entre los que se ofrecieron en Sonsón, se encontraba la famosa María Martínez de Nisser , quien –vestida de soldado y con el pelo recortado– estuvo en las filas conservadoras, y dejó narrada su experiencia en el célebre manuscrito: «Diario de los sucesos de la Revolución en la Provincia de Antioquia en los años de 1841 – 1842» . La guerra en Antioquia prácticamente concluyó con esta acción, aunque en el resto del país continuó hasta febrero de 1842, y en ella participaron algunos batallones antioqueños. Durante parte de este conflicto, de mayo a septiembre de 1841, la Nueva Granada estuvo dirigida por el antioqueño Juan de Dios Aranzazu, encargado de la presidencia de la república.

Simultáneamente en que Henao reclutaba voluntarios en Sonsón, Aguadas y Abejorral, el capitán Caramillo con 100 mariquiteños, enviados por Mosquera con el capitán Díaz, se apoderaba de Salamina donde lo esperaban otros voluntarios. En este lugar se sumaron las fuerzas dirigidas por Braulio Henao, el cual pasó a comandar todo el batallón.

El 4 de mayo se presentan José María Vesga y Tadeo Galindo en cercanías de la quebrada La Frisolera, entre Salamina y Pácora con su escuadrón y ataca al grupo comandado por Braulio Henao, secundado por Clemente Jaramillo y Elías González. Éste los vence en franca lucha y en total desorden, dejando 77 muertos y 148 prisioneros. El resto de la tropa fue perseguida y en este acoso el mayor Elías González tomó prisionero a Vesga en el sitio Las Trojas. Al conocerse el triunfo de Salamina en Medellín, inmediatamente se posesiona José María Uribe Restrepo como gobernador legítimo de la provincia de Antioquia.

Como hecho curioso, veinte años después que Braulio Henao Duque derrota a quien fue el primer Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo Neogranadino, también le sucede lo mismo al Ilustre y Poderoso Hermano Juan José Nieto, quien en 1861 poseía esa investidura, cuando los liberales costeños al mando del general Nieto, intentaron invadir la provincia de Antioquia. Sin embargo Nieto asegura “que aquello no fue una derrota, sino «una capitulación honrosa y muy explicable», dada la superioridad del enemigo, pero que esa capitulación fue burlada después «traidora y cobardemente» por el vencedor, general Braulio Henao».

Mientras tanto, el 22 de mayo, en Cartago, Valle del Cauca, en el sitio de Pedro Sánchez, jurisdicción de la Parroquia de El Naranjo, fueron tomados prisioneros Salvador Córdoba y su cuñado Manuel Antonio Jaramillo por la guardia de Cartago. A la postre, fueron fusilados el 8 de julio, con cinco compañeros más por orden de Mosquera, quien se había trasladado a Cali.

Posteriormente, el 11 de julio, en La Chanca, cerca de Jamundí, a 24 Km. de Cali, fueron aniquiladas las tropas de Obando y Juan Gregorio Sarria por el coronel Joaquín María Barriga, quienes perdieron 300 hombres, entre muertos y heridos, más de 700 prisioneros y muchos elementos de guerra. Obando huye al sur y llega a Perú permaneciendo exiliado 10 años en Lima. Mosquera junto con Posada Gutiérrez dominaron las guerrillas del Patía e indultaron entre otros al jefe guerrillero Sarria con la condición de que abandonara el país, pero fue detenido en Cartagena y conducido a las bóvedas donde murió.

Por otra parte, Juan José Flores, presidente del Ecuador, agregaba a su país las regiones de Pasto y Túquerres, pero en julio se rebelaron estos territorios contra el abuso ecuatoriano. Popayán fue recobrada el 15 de julio y el 22 retomó el mando el gobernador expulsado, Manuel José Castrillón.

Con relación a Vesga y Galindo, este último con dos balazos en el muslo derecho, fueron remitidos a Medellín. Juzgados como cabecillas del delito de rebelión conforme a la ley de conspiradores que entonces regia, establecida en el Código Penal de 1837. Condenados a muerte, conjuntamente con el comandante Juan Antonio Gutiérrez, el Teniente Pablo Vegal y el doctor Atanasio Méndez, en fallo de primera instancia emitido por el Juez de Medellín. La sentencia quedó confirmada por el doctor José María Vélez, Ministro del Tribunal de Antioquia. Humillantemente ejecutados en la plaza Mayor de Medellín (Plaza Berrío el 9 de agosto de 1841) a pesar del pedido de clemencia hecho por el gobierno inglés y denegado por el doctor Juan de Dios Aranzazu, entonces encargado de la Presidencia de la República.

El valeroso y mártir coronel Vesga pagó bien caro su ardiente amor a la libertad, su decisión por los principios republicanos, la lucha por la justicia y la equidad social, y uno de los vencedores en Junín, no mereció el desgraciado revés que en mala hora le cupo. Sus servicios a la Patria, su porte caballeroso y sus maneras distinguidas en sociedad, con sus otras cualidades de diverso orden, le hacían estimar de todos, hasta de sus enemigos políticos, y de todos fue y seguirá sentido al saberse su trágica muerte. Murió con tanta serenidad, que él mismo mandó la escolta que ejecutó la orden de pasarlo por las armas.

Encendida la hoguera de las pasiones y de los odios de partido, los vencedores no tuvieron piedad de los vencidos y osaron levantar manos parricidas sobre pechos que en muchísimos combates habían servido de antemural al plomo español para fundar la Independencia.

El final de esta guerra fue obtenido gracias a la mediación del ministro plenipotenciario inglés Robert Stewart, quien convenció a rebeldes y al gobierno de firmar un armisticio. El diplomático murió a los pocos meses en Bogotá de un paludismo contraído durante sus gestiones.

El 19 de febrero de 1842 el presidente Pedro Alcántara Herrán, expidió en Sitionuevo (Atlántico) el decreto de amnistía con el que se dio por terminada la guerra en todo el territorio nacional.

Como causa de la rebelión, fueron borrados del escalafón militar muchos jefes y oficiales: los generales Obando y Carmona, los coroneles Sarria, Juan Antonio Gutiérrez de Piñeres, Tomás Herrera, Lorenzo Hernández y otros muchos, incluyendo varios de los muertos en la guerra como el coronel José María Vesga.

Como consecuencia de esta cruenta guerra civil, el país vivió el estancamiento económico, la desolación de los campos tras el paso de los ejércitos y el azote de las epidemias.

Nueve años después de haber sido ajusticiado José María Vesga, mediante Ley 28 del 29 de mayo 1850, sancionada por el presidente José Hilario López, como desagravio a su memoria, se le concede una pensión vitalicia de 400 reales mensuales, acorde con su grado de coronel, pagaderos del tesoro nacional, a la viuda de Vesga.

Por su parte, el Concejo Municipal de Ibagué, a través de su presidente, Augusto Trujillo Muñoz, en la conmemoración del Centenario de la Independencia (20 de julio de 1910) colocó una placa en el sitio de nacimiento de Vesga, que a la letra dice:


JOSÉ MARÍA VESGA
HÉROE DE LA INDEPENDENCIA
LA MUNICIPALIDAD RINDE TRIBUTO A SU MEMORIA

AUGUSTO TRUJILLO MUÑOZ
PRESIDENTE CONCEJO

AUGUSTO VIDAL PERDOMO
ALCALDE MAYOR


Para finalizar, queremos hacerlo con lo expresado en el prólogo de la obra: «José María Vesga –El Prócer Tolimense–» por el querido Hermano Hernando Bonilla Mesa, miembro de la Academia de Historia del Tolima: «Es imperativo decir que es inconcebible que en esta ciudad» (el Hermano Bonilla hace referencia a Ibagué) «no haya una estatua o un busto, enalteciendo la figura de José María Vesga, uno de los cimeros representantes de los ibaguereños en la Guerra Magna, cuando otros personajes de menor, cuestionable y pasajera cuantía han sido objeto de homenajes, mármoles y bronces» . Compartimos la preocupación de nuestro Hermano Bonilla Mesa. Es más, creemos que la Masonería, y de manera específica nuestro Supremo Consejo del Grado 33º del R:. E:. A:. A:. para Colombia, está en mora de liderar un proyecto que contribuya a resolver la inquietud de nuestro querido Hermano Hernando Bonilla Mesa.

Referencias Bibliográficas

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Restrepo, José Manuel. HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN DE LA REPÚBLICA DE COLOMBIA EN LA AMÉRICA MERIDIONAL. Tomo II. Editorial Universidad de Antioquia. Edición académica de Leticia Bernal Villegas. Medellín. Julio de 2009.


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