miércoles, 9 de enero de 2013
DIOS TIENE NOMBRE
Gentileza de NANDO RODZ
¿Cómo se llama Dios? Ya que los seres humanos —y hasta muchas mascotas— tienen nombre, ¿no cabría esperar lo mismo en el caso del Creador? Y dado que el empleo de nombres propios resulta esencial en las relaciones interpersonales, ¿será diferente en el trato con el Altísimo? Pues bien, por irónico que parezca, millones de personas que afirman creer en el Dios de la Biblia no emplean Su nombre propio, a pesar de ser conocido desde hace siglos. En este reportaje veremos que en algunas épocas fue ampliamente utilizado. Y, aún más importante, examinaremos lo que dicen las Escrituras acerca de conocer al Ser Supremo por su nombre.
Durante el siglo XVII, varios países de Europa acuñaron monedas donde aparecía el nombre de Dios. Por ejemplo, una pieza alemana del año 1634 lo exhibía con la forma “Iehova” (Jehová). Tales monedas, que llegaron a conocerse popularmente como táleros de Jehová, estuvieron en circulación a lo largo de décadas.
El Tetragrámaton (que significa “cuatro letras”) es la representación escrita del nombre divino en hebreo
Jehová es una forma del nombre divino reconocida por siglos. En hebreo, lengua que se escribe de derecha a izquierda, se representa con cuatro consonantes, , las cuales corresponden a nuestras letras YHWH y se conocen como el Tetragrámaton. El nombre divino también apareció por decenios de esta manera en las monedas europeas.
Dicho nombre está presente también en edificios, monumentos y otras obras de arte, e incluso en himnarios religiosos. Según la obra de consulta alemana Brockhaus Enzyklopädie, en cierto período los príncipes protestantes solían llevar una insignia en la que figuraban una representación convencional del Sol y el Tetragrámaton. Dicho símbolo, incluido también en banderas y monedas, era conocido como la insignia Jehová-Sol. Es patente que los devotos europeos de los siglos XVII y XVIII sabían que el Altísimo tiene nombre y, lo que es más importante, no les daba miedo usarlo.
El nombre divino tampoco resultaba misterioso en la América colonial. Pongamos por caso al revolucionario estadounidense Ethan Allen. Según indican sus memorias, en 1775 instó a sus enemigos a rendirse “en nombre del Gran Jehová”. Posteriormente, el nombre Jehová se menciona con frecuencia en la correspondencia que mantuvieron con el presidente Abraham Lincoln varios de sus asesores. En muchas bibliotecas es posible consultar otros documentos históricos de Estados Unidos que contienen el nombre de Dios. Los ejemplos anteriores tan solo son una pequeña muestra de la importancia que ha recibido dicho nombre a lo largo de los siglos.
¿Qué puede decirse de la situación actual? ¿Ha caído el nombre divino en el olvido? De ningún modo. Hay bastantes traducciones bíblicas que lo contienen en muchos versículos. Basta con realizar una breve visita a una biblioteca o consultar algún diccionario que poseamos para constatar que el vocablo goza de amplia aceptación como equivalente vernáculo del Tetragrámaton. Por ejemplo, el Diccionario de la lengua española define explícitamente “Jehová” de esta manera: “Nombre de Dios en la lengua hebrea”. Y una reciente edición de The New Encyclopædia Britannica lo califica de “nombre judeocristiano de Dios”.
“Pero —quizás replique el lector—, ¿tiene alguna relevancia el nombre divino en el mundo actual?” Es cierto que aparece en diversas formas en muchos lugares públicos. Por mencionar algunos, en la ciudad de Nueva York se encuentra grabado en la piedra angular de un edificio y también se representa en hebreo en un colorido mosaico de una estación de metro. No obstante, es casi seguro que de los miles de personas que transitan por allí, solo un puñado le concede alguna importancia a dichas inscripciones.
¿Es importante el nombre divino en la zona del mundo donde usted vive, o es común referirse al Creador como “Dios”, utilizando este título como si fuera su verdadero nombre? Probablemente haya notado que muchos ni siquiera se paran a pensar si el Altísimo tiene nombre o no. ¿Qué hay de usted? ¿Se siente cómodo dirigiéndose a Dios por su nombre propio, Jehová?
UN REY QUE DIO A CONOCER EL NOMBRE JEHOVÁ
EL REY KAMEHAMEHA III
En 1852, un grupo de misioneros partió de Hawái rumbo a las islas de Micronesia. Llevaban consigo una carta de presentación con el sello oficial de Kamehameha III, rey de las islas Hawái. La misiva, escrita originalmente en hawaiano y dirigida a los gobernantes de las islas del Pacífico, decía: “Parten para vuestras islas algunos maestros del Dios Altísimo, Jehová, con la intención de daros a conocer Su Palabra para que recibáis salvación eterna. [. . .] Os encomiendo estos buenos maestros para que los tratéis con estima y amistad, y os exhorto a escuchar sus instrucciones. [. . .] Os aconsejo que os deshagáis de los ídolos, aceptéis al Señor Jehová como Dios, le deis culto y lo améis, pues él os bendecirá y salvará”.
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