viernes, 22 de marzo de 2013

¿Para qué sirve el Ritual Masónico?

José Gabriel Ramírez Torres
Debo confesar que durante mis primeras participaciones en la vida masónica, me pregunté en varias ocasiones sobre la necesidad de desarrollar nuestros trabajos siguiendo un ritual tan elaborado, y si toda esta ceremonia no nos robaba el tiempo para llevar a cabo cosas “realmente importantes”, como presentar trabajos y discutir su contenido. Básicamente, me cuestionaba sobre cuál era la utilidad de la ceremonia.
Sin embargo, con el paso del tiempo, esta primera percepción ha ido cambiando. Ahora considero que este ceremonial persigue varios objetivos, por lo que la observación rigurosa, respetuosa e impecable de cada uno de los signos, gestos, pasajes y símbolos, es una condición imprescindible en nuestra vida iniciática.
La palabra “Rito” proviene del latín “Ritus”, que significa “tradición, costumbre o ceremonia”, y se define como “la descripción detallada sobre el contenido, periodicidad y orden que debe observarse durante las ceremonias que se practican al interior de una religión o una sociedad”. Así, aún cuando los animales exhiben comportamientos ordenados para alcanzar un determinado objetivo, como los “rituales de apareamiento”, la definición anterior restringe los rituales a las actividades humanas dentro de un grupo de individuos, donde los actos buscan transmitir un significado especial.
Los rituales surgieron al mismo tiempo que las primeras sociedades humanas. El hombre primitivo, en su ignorancia de la razón de las cosas, creía que el ser humano estaba a merced de esencias sobrenaturales, caprichosos espíritus de la naturaleza que jugaban con el destino de los hombres, por lo que concibió actos con los que pensaba podía influir en esos poderes sobrenaturales para doblegarlos a su voluntad. Cuando el curso de las cosas producía situaciones positivas que coincidían con dichas acciones, el hombre primitivo volvía a repetir ese acto exactamente como antes, para seguir gozando de los mismos “favores” de los espíritus. Y el uso habitual y repetido de estos procedimientos es lo que da origen a los rituales.
De esta manera, el rito se convierte en un medio para comunicarse con lo divino, con aquello que se encuentra más allá del entendimiento del hombre, lo que le proporciona un sentimiento de seguridad y de poder sobre su destino. Pero la vida de las sociedades primitivas estaba llena de situaciones incomprensibles, por lo que crearon rituales para prácticamente todo. Con el paso del tiempo, los rituales se van volviendo más complejos, llenándose de gestos y signos con un objetivo específico. El significado de esos signos se convierte en un conocimiento hermético, sólo accesible a un grupo de individuos iniciados en los misterios de esos símbolos. Este conocimiento se transmitía directamente desde los Maestros hacia los Aprendices, y estos hombres eran los únicos capaces de interceder por el resto del pueblo ante esas fuerzas divinas: nace así la casta sacerdotal.
Otro aspecto que debemos considerar para comprender la importancia de los rituales, es que el conocimiento adquirido a través de la experiencia no es transmisible por herencia. Las sociedades primitivas, carentes de escritura, se apoyaban en los rituales para conservar y transmitir, de una generación a la siguiente, el cúmulo de conocimientos y experiencias de la comunidad. Antes de la invención de la escritura, los rituales como procedimientos estrictos, ordenados e inmutables, garantizaban la transmisión sin alteraciones del conjunto de valores y conocimientos que definen a una cultura. Son los rituales los que permitieron, por ejemplo, que el conocimiento sobre la generación del fuego o el tiempo de la siembra y la cosecha, no hayan tenido que redescubrirse varias veces en la historia de las antiguas civilizaciones.
En aquellas sociedades primitivas, los rituales permitieron también establecer un orden en el desarrollo de la comunidad, marcando los momentos importantes de la vida de sus integrantes: el nacimiento, la pubertad, el matrimonio, la muerte, la guerra, las cosechas, eran todas celebradas por medio de ritos dirigidos a las fuerzas divinas. De esta manera, los rituales dan sentido de identidad y pertenencia a una sociedad, pues establecen consensos y orden entre sus integrantes y delimitan las funciones y roles para cada uno de ellos.
Finalmente, las conductas dictadas en los rituales se convierten, por la repetición constante, en hábitos en cada uno de los participantes, integrándose entonces en la realidad social de los individuos, volviéndolos socialmente aceptables. Por todo lo anterior, los ritos son el cimiento de toda sociedad humana.
El rito masónico, cimiento de nuestra Augusta Institución, se caracteriza por ser iniciático, es decir, requiere de un inicio, de un primer paso dado de manera voluntaria para pertenecer a una comunidad hermética; es simbólico, pues su mensaje se encuentra codificado en signos, elementos y pasajes cargados de significados, por lo que se requiere de un proceso de aprendizaje para comprenderlos plenamente; y es tradicional, pues se basa en un conjunto de valores culturales heredados de generaciones anteriores.
Como mencioné al inicio de este trabajo, con el paso de las semanas en mi vida iniciática y con la lectura repetida y constante de los ritos de nuestro taller, mi percepción sobre la importancia del Ritual Masónico ha ido evolucionando, pues he aprendido a ver los valores que se manifiestan a través de la ejecución del Rito.
Así por ejemplo, en el ritual de apertura de los trabajos en Pr.·. Cám.·., se nos reconforta en la idea de que todo aquello que discutamos y mencionemos será dicho entre hermanos, es decir, en total respeto y con la seguridad de que nuestras opiniones personales se mantendrán en secreto dentro de nuestra fraternidad: “¿Cuál es el primer deber de los VVig.·. en Logia, H.·.Pr.·.Vig.·.? Asegurarse de que estemos a cubierto de toda indiscreción profana, V.·.M.·.”.
El Ritual Masónico también proporciona identidad y sentido de pertenencia a nuestra comunidad fraterna, permitiendo que sus miembros puedan reconocerse entre sí como hermanos, a través de signos y gestos conocidos sólo por ellos: “¿Sois masón, H.·.Pr.·.Vig.·.? Mis hermanos mx rxxxxxxxx cxxx txx, V.·.M.·.”.
Sin duda, una de las razones más importantes de la Tenida en el taller es la búsqueda de la Verdad y que los trabajos que se presenten en ella aporten elementos para nuestro proceso de aprendizaje. En la apertura de los trabajos del taller, a través de la invocación al G.·.A.·.D.·.U.·. y la lectura del Salmo xxx, el ritual se transforma en la herramienta que propicia la atmósfera adecuada para que nuestros trabajos sean fructíferos.
El ritual también establece una disciplina, impone el silencio, marca el orden y nos obliga a la reflexión, conduciéndonos paso a paso hasta el clímax de la Tenida, durante el cual todos los hermanos, presentes y ausentes, estamos en armonía y en unidad perfecta.
También he aprendido a reconocer la importancia de cuidar y respetar la estricta observación del ritual, según lo dicta nuestra liturgia. Es a través del rito que podemos conservar el sentido exacto del significado de los símbolos, signos y pasajes, y así como lo recibimos de generaciones precedentes, tenemos la obligación de preservarlo para las generaciones futuras.
A través del ritual encontramos también una herramienta de instrucción: cada vez que lo realizamos, podemos descubrir o entender nuevas enseñanzas, sobre lo que significa ser Masón y qué se espera de nosotros, por lo que al cumplir adecuadamente lo que nos explica el ritual logramos un avance importante en la construcción de nuestro templo interior y en el tallado de nuestra piedra en bruto.
Creo sinceramente entonces que el objetivo principal del Ritual Masónico es la preservación de las tradiciones masónicas y la comunicación del significado de los símbolos masónicos que definen a nuestra Augusta Institución. Por lo tanto, es deber de los aprendices recibir y entender esa enseñanza.
Pero como todo proceso de aprendizaje, la asimilación del significado masónico de los símbolos es un acto personal para cada uno de los AA.·.MM.·., quienes deben edificar su templo interior de manera individual, adaptando sus mapas mentales a todo este nuevo conocimiento, modificando su realidad interior para finalmente reflejar esos cambios hacia el exterior.
Aunque el aprendizaje involucra una transformación personal e individual, no debe ser un proceso que deba hacerse en soledad. Si bien el ritual nos indica el camino, no nos lo dice todo, porque el ritual es sólo una herramienta y no un fin en sí mismo.
Desde mi punto de vista, entender el significado de los símbolos es como enfrentar a la legendaria Hidra: cada vez que tratamos por nosotros mismos de cortar una cabeza a la Hidra para interpretar un símbolo y resolver una duda, lo único que logramos es que surjan más dudas de ese mismo lugar, sin siquiera haber resuelto la primera.
Hércules no habría podido derrotar a la Hidra sin la ayuda del fuego aportado por su amigo Yolao. De este pasaje infiero que no es posible comprender todo el sentido de un símbolo sin la asistencia de nuestros hermanos de mayor edad masónica. Para comprender el verdadero significado de los símbolos, no basta con lo que está marcado en la liturgia. Necesitamos (al menos es mi caso) de la guía y luz de aquellos hermanos que ya lograron entender ese significado y lo han asimilado en sus vidas.
Al mirar a mis QQ.·. HH.·. MM.·. MM.·., no puedo evitar el evocar en mi mente la imagen de mi abuelo (QEPD) cuando me enseñaba el oficio de albañilería y plomería: nunca hizo el trabajo por mí, pero siempre estuvo observando de cerca lo que hacía, me indicaba la manera correcta de tomar las herramientas y siempre contestaba a todas mis dudas de manera tal que satisfacía mi inquietud en ese momento; al terminar mi tarea, me indicaba de manera amable cuáles habían sido mis aciertos y mis errores y de qué manera podría mejorar mi trabajo futuro. Conforme mi maestría en el manejo de ciertas herramientas mejoraba, me confiaba tareas más complejas y me enseñaba el manejo de nuevas herramientas. Siempre percibí en él un interés sincero por que yo entendiera lo que estaba haciendo. Cierto es que aprendí mucho observándolo trabajar, pero aprendí mucho más directamente de sus sabias palabras.
No me queda duda de que la Liturgia y el Ritual Masónico buscan preservar las tradiciones y símbolos masónicos, y en ese sentido, son herramientas muy importantes de nuestro taller. Pero la verdadera fuente de conocimiento se encuentra en nuestros QQ.·. HH.·. MM.·. MM.·..
No debemos olvidar que los CC.·. MM.·. se sitúan en Meridiano, al Sur del Templo, bajo la cálida luz del Sol en Oriente, mientras que los AA.·.MM.·. nos encontramos en Septentrión, en la oscuridad y con la pálida luz reflejada por la Luna; pero el lugar de los MM.·. MM.·. no es únicamente el Oriente, sino la totalidad del Templo y pueden llevar su luz a todos los rincones de nuestro taller.
Para concluir, quiero invitar a mis QQ.·. HH.·. de la Col.·. del N.·. a mantenerse receptivos a todo lo que ocurre en el Taller, con anhelo de progresar en nuestra vida masónica y mentalidad abierta pero crítica, prestando atención a las enseñanzas de nuestros QQ.·.HH.·. de mayor edad masónica y aceptando de manera respetuosa sus comentarios a nuestros trabajos. Los invito también a observar y respetar todos los signos, gestos, saludos y baterías de nuestro grado, sin tomar aquellos que no nos corresponden, pues con ello aportamos a la armonía que debe reinar en nuestro taller.

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