lunes, 30 de marzo de 2015
LA CONSTRUCCIÓN DEL TEMPLO SAGRADO
LA CONSTRUCCIÓN DEL TEMPLO SAGRADO
Nombraremos las leyes bajo las cuales trabajan las Logias, y que sintetizan fundamentalmente la subyacente constitución. Los hermanos pueden volver a redactarlas a su gusto, pero si así lo hacen, deben tener cuidado de preservar el significado original.
Las Leyes son:
1. La ley del Amor. Gobierna la naturaleza fraternal de la Masonería, y dicta la actitud cooperativa que debe gobernar las relaciones mutuas de todos los masones y sus oficiales.
2. La Ley del Ritmo, que encierra el subyacente propósito de todos los rituales de la Logia y que, cuando se los domina, producen el trabajo más efectivo.
3. La Ley del Reconocimiento. Determina el motivo para que los candidatos sean aceptados, lo cual se olvida con frecuencia en el deseo de tener grandes Logias, consideradas numéricamente.
4. La Ley de los Constructores, que expresa ese principio de gobierno sobre el cual todas las Logias trabajan bajo su V.M. Esto evoca en ellos esa diligente obediencia que está basada en la comprensión del trabajo grupal cooperativo.
Estas cuatro expresiones de la intención del G.M. del mundo, debe también encontrar su actividad correspondiente, en las pequeñas Logias sobre la tierra.
Cuando estas cuatro leyes controlen toda Logia, entonces uno, por primera vez, encontrará la evidencia de la Logia perfecta. En el presente, los masones están sólo intentando llegar a esta comprensión. Por lo tanto sería valorable considerar estas leyes algo en detalle, en cuanto hacen su impacto sobre la conciencia humana, y ponen eventualmente a toda vida en línea con la voluntad divina. Se las podría considerar, como produciendo en el tiempo, los cuatro lados de ese «cuadrado oblongo » que es la forma de toda verdadera Logia.
Hubo mucha discusión acerca de las razones de que una Logia debe tomar esta forma, y el por qué no es un verdadero cuadrado. Podríamos dar aquí alguna sugerencia de las razones de esto, de entre las muchas que se han vertido. La misma verdad que gobierna este símbolo puede tal vez emerger como la verdad que subyace en el motivo de que un A. Masón y un M.M., usan sus mandiles de diferente manera. Detrás de las razones obvias dadas en los rituales (los cuales explican sólo superficialmente el significado de esta antigua costumbre) está el motivo de la forma de una Logia.
Tal vez el tema se entienda mejor si lo acompañamos con la ilustración de un diagrama, que es totalmente familiar para los estudiantes esoteristas que han investigado el significado de la constitución del hombre, el microcosmos del Macrocosmos. Está basado sobre la relación existente entre el cubo y el triángulo. La divina triplicadad del Espíritu busca expresarse a sí misma a través del cuaternario de la materia, la naturaleza inferior. Puede considerarse al cuaternario como simbolizando los cuatro reinos de la naturaleza, que encuentran su síntesis y realización en el reino humano.
La función de este cuaternario o cubo es expresar las cualidades de la Divinidad. El hombre, el cubo, puede ser visto por lo tanto en su cuádruple naturaleza (física, vital, emocional y mental) y su esfuerzo es revelar al ser interno espiritual, del cual la triplicidad de aspectos superiores —voluntad o poder, amor o sabiduría, e inteligencia espiritual son las cualidades.
En la relación entre el cubo y el triángulo puede encontrarse una insinuación de la verdadera forma de una Logia, y el por qué el masón, en su camino a ser elevado de la muerte a la vida, usa su mandíl de tres maneras diferentes. Ello simboliza el descenso del espíritu en la materia o la encarnación en la forma del espíritu divino. El trabajo de la G.L. en lo Alto está comprometida con la revelación del espíritu por medio del mundo material.
El trabajo del masón individual, dentro del Templo de su propio corazón, tiene el mismo tema o plan principal. El trabajo que cada Logia intenta demostrar tiene básicamente el mismo objetivo:
la revelación de la cualidad divina en forma grupal. Por ende cada Logia es una figura oblonga que simboliza de esta manera su propósito espiritual básico, y llama la atención de sus miembros hacia lo que es la única razón de su existencia. Cada vez que un masón toma su lugar como una piedra del Templo, una piedra viviente debe recordarse esto a sí mismo; cada vez que se coloca el delantal, debe recordar, a través de su forma simbólica, el mismo objetivo espiritual; cada vez que participa de las actividades, debe advertir entonces que puede responder automáticamente a la influencia de las cuatro Leyes Divinas, de Amor, Ritmo, Reconocimiento y Construcción.
Entonces puede comenzar a expresar lo divino inteligentemente y trabajar en plena comprensión y cooperación con sus hermanos. La Ley del Amor es tan bien conocida y tan familiar en su fraseología que no es necesario aquí insistir en su significado. Sin embargo, es una de las leyes Básicas del universo, aunque llamada como la Ley de Atracción. Ella gobierna la manifestación de un sistema solar; es la causa de la actividad uniforme del planeta, a medida que su vida se expresa a sí misma mediante los varios reinos de la naturaleza. Es la influencia armoniosa que mantiene juntos a los átomos del cuerpo humano y manifiesta los ordenados procesos de los órganos y el sistema de las actividades corporales.
Es el principio preservador de toda síntesis. A medida que la conciencia humana se desenvuelve, esta ley revela constantemente la determinada síntesis de los aspectos subjetivos y objetivos de la vida, de lo irreal y lo real y de aquello que está «dentro con aquello que está afuera», así como lo que está abajo con aquello que está arriba. En la familia humana, esta misma ley fundamental es mencionada como la Ley del Amor, que gobierna todas las relaciones humanas; los lazos familiares, las condiciones nacionales y el entero mundo de los hombres.
En la Masonería, ella concierne a la relación de un hermano masón con otro, y la confraternidad que debe caracterizar a cada Logia. Es amor la comprensión fraterna, la asistencia mutua, la caridad, la moral y todas las implicaciones éticas del arte masónico. De aquí que éste ocupe el primer lugar en nuestra enumeración. Las otras leyes no pueden regir en verdad y correctamente hasta que esta ley sea establecida. Ella encuentra su más hermosa expresión en Proverbios (8: 30, 31) donde la sabiduría, la expresión del amor de Dios a través de la segunda Persona de la Trinidad, el principio Crístico en el mundo, dice a la manera masónica: «Yo estaba entonces junto a Él, como Maestro Arquitecto. . . y teniendo mis delicias con los hijos de los hombres».
Las implicaciones masónicas aparecen en este pasaje, donde el G.M. gobernante expresa Su intención en términos ciertos. Su «delicia» está con el hombre. Su deseo es hacia la humanidad. Su amor era para Sus hermanos, el amor es el cemento que mantiene unida a toda la estructura divina que une a las piedras del Templo, produciendo coherencia, soporte y fuerza.
La Ley del Amor es, por lo tanto, la ley determinante en la Masonería. La relación fraterna no hace referencia aquí a la relación social, económica, política y religiosa, como usualmente se la comprende y que tan frecuentemente gobierna a los hermanos cuando se reúnen en la Logia. Se refiere a la actitud interior de la mente, a la orientación subjetiva del corazón, que debe guiar la interacción de los masones reunidos para el trabajo en la Obra; ella debe determinar la actitud de los oficiales de la Logia y de sus hermanos constructores, unidos en el trabajo. Simbólicamente, y por breve tiempo, cada uno de ellos asume el ideal del eterno propósito que tiene ante sí; de esta manera aprenden a amarse mutuamente como hermanos y como hijos del mismo Padre.
Algún día, esta relación simbólica temporaria será perpetuada en la vida externa de la Logia, que guiará a los asuntos humanos en todos sus aspectos. Pero ello todavía está lejos. Aún en las breves horas pasadas en la Logia, esta actitud de intercambio de amor impersonal y comprensión fraterna parece difícil de sostener. Pero si es verdad que «como el hombre piensa en su corazón, así es él», esta actitud, si se cultiva, traerá grandes cambios en el corazón y la mente de los hombres.
Nuevamente, algún día las Logias individuales llegaran a la comprensión del significado del «amor entre hermanos», y, en sus Logias, mantendrán el amor intacto e indemne. La Logias también sostendrán esta relación mutua, y como en la jurisdicción masónica, las unidades nacionales con otras unidades, realizarán lo mismo. Los Grupos de Masones, trabajando bajo el control de sus variadas «Obediencias» a través de todo el mundo, serán unificados en el mismo esquema, fusionados en la misma actitud básica, fundidos en una unidad bajo la inspiración del mismo amor espiritual. Cuando este sea el caso (y no un sueño vano) entonces la Ley del Amor comenzará a regir sobre la tierra.
La demostración del amor en acción que nos ha dado el Gran Constructor de Nazareth gobernará las actividades de los constructores de la familia humana, de manera que juntos cooperen para construir el Templo del Señor sobre la tierra. Hoy los prejuicios personales, nacionales y raciales, así como los religiosos, destruyen mucha de la eficacia del trabajo realizado; la lucha por procedimientos masónicos no esenciales daña penosamente las relaciones fraternales que deberían existir entre los diferentes cuerpos masónicos. Esta situación sólo podrá ser cambiada cuando los masones individuales, en sus variadas Logias, se coloquen bajo el control de esta Ley y demuestren con su constante actitud que ellos realmente «aman a sus hermanos».
El amor no es cosa sentimental y tonta, es aquello que debe eliminar los odios de clase, nacionales y sociales; aquello que terminará con las distinciones y divisiones externas y que producirá la curación del temor; que hoy corroe la vida diaria. Es inofensivo también silencio y comprensión. Elimina toda crítica personal y el daño del hablar descuidado; establecerá la cooperación basada sobre la confianza y objetivos mutuos. El amor está hermosamente expresado para nosotros en las siguientes palabras de San Pablo:
«Y si diera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me aprovecha. El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante; no se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido; no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser. . . ». (1 Corintios 13: 3-8) Biblia de las Américas.
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