jueves, 10 de diciembre de 2015
LIBERTAD Y MASONERÍA
LIBERTAD Y MASONERÍA
Zvi Nezer, M:.M:.
La libertad, amigo Sancho- decía Don Quijote- es uno de los primeros dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra y que el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida y por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”.
Al plantear el tema de la libertad, surge la búsqueda acerca de su significado, desde el básico diccionario a los textos de antropología, filosofía y por ende educación. La definición más simple dice: La facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra y de no obrar. Estado o condición del que no es esclavo. Estado del que no está preso. Facultad de hacer y decir en cuanto no se oponga a las leyes ni a las buenas costumbres, que él mismo haya determinado para su entorno. Estado de aquel que, tanto si obra bien como si obra mal, se decide tras una reflexión, y con conocimiento de causa.
El Existencialismo considera la existencia como una forma de ser específicamente humana. Solo el hombre existe, la demás cosas son. La existencia es una forma de ser consiente, libre y activa que se define más por su realidad que por su posibilidad. Sartre decía que el hombre está condenado a ser libre. Por otro lado esto no necesariamente se antepone al concepto de La libertad responsable. Esto surge cuando el hombre descubre al otro como sujeto de derechos, que tiene una dignidad inviolable que él debe respetar.
Es difícil hablar con propiedad de la libertad, sobre todo considerando que todo el mundo habla de ella. Libertad para salir, para entrar, para elegir , para comprar, para comer, para decir, para sentir, para escribir, para leer, crecer, expresar, amar, para…..es muy difícil. Más aún cuando estamos condicionados en nuestro pensar, actuar, decir, sentir, etc. por la familia, en general por la sociedad, la sociedad de consume, los medios de comunicación, etc.
A través del paso del tiempo encontramos en la historia de la humanidad el ferviente deseo del hombre de obtener libertad. Si seguimos con el concepto de libertad, como la facultad de actuar como queramos sin obligación alguna, nos damos cuenta como el hombre siempre ha tratado de llegar a obtener esta facultad.
Según Spinoza necesidad y libertad no son contrarios. Lo contrario de necesidad es accidental, lo de libertad es sometimiento. De esta manera se adelanta varios siglos a Freud al proponer lo “ilusorio de la libertad”.
Esta forma de libertad humana que todos se jactan de tener y que sólo consiste en que los hombres tienen conciencia de sus deseos pero ignoran las causas que los determinan. Por eso trata de resolver los interrogantes de la condición humana y el sometimiento al poder. ¿Por qué los hombres luchan valientemente por la servidumbre como si lo hicieran por la salvación? ¿Por qué algunas religiones, que se suponen basadas en el amor, fomentan la intolerancia y la guerra? ¿Por qué los hombres toman su libertad y se refugian en la esclavitud? ¿Por qué escuchan a los que envilecen, encantan y los llenan de ideas falsas que a quienes aspiran a independizarlos? ¿Por qué la sinrazón es vivida con agrado por quienes deberían sentirla como abrumadora?
Varios siglos después estas mismas preguntas no han encontrado una cultura que pudiera responder a similares cuestionamientos en forma categórica.
El gran mérito de Eric Fromm estriba en comprender al individualismo no como el vicio insuperable de la modernidad, sino como su mayor innovación social, señalando también que potenciar al individuo exige un reforzamiento de las estructuras integradoras de la sociedad y no su abandono en provecho exclusivo de la ley del más fuerte. El problema de la sociedad contemporánea no es el exceso de individualismo, sino los cortos circuitos que lo bloquean aprovechándose del miedo a la soledad y a la responsabilidad que el uso de la libertad suscita en el convivir de la muchedumbre. Entonces la tentación es renunciar a ella para aferrarse a la colectivización forzosa.
Hoy según Fromm tendríamos que hablar no del miedo a la libertad sino del miedo a la realidad. El problema del hombre actual no es solo lograr más libertad sino conocerse a sí mismo; para él la libertad es ser consciente de sus necesidades. Somos libres desde nuestro propio interior. Esa es la base sobre la que hay que construir nuestro mundo.
Libertad en y para la Masonería
Antes de que el iniciático toque a las puertas del Templo ya su condición de hombre libre ha sido comprobada.
El nombre de francmasón, derivado de la palabra “freemason” y que significa masón libre se daba a los constructores que tenían libertad de vender sus servicios a cualquier persona y en cualquier país, a diferencia de los que estaban al servicio exclusivo de algún noble, prelado eclesiástico o monarca.
Por la necesidad de viajar y de conocer diversos países y costumbres, los francmasones tuvieron contacto con diversas maneras de pensar y diferentes organizaciones políticas. Esto les confirió un punto de vista excepcionalmente amplio respecto de los problemas religiosos, filosóficos, económicos, sociales y políticos de su época. Hubieron de admitir con igualdad de derechos a hombres de distintas nacionalidades, credos y razas y esto sentó las bases de los principios humanistas de la naciente orden.
La Masonería en su forma actual tomo cuerpo en Inglaterra de fines del siglo XVII. En 1717, se constituyó en una gran logia bajo el patrocinio de un grupo de hombres de gran ilustración. A partir de esto la Francmasonería adquiere un carácter más amplio y susceptible de extenderse por todo el mundo.
La constitución de Anderson de 1723 señala: Los recipiendarios deben ser buenos y verdaderos, nacidos Libres, deben haber alcanzado la madurez y la edad de la razón; no ser siervo ni hombre inmoral ni escandaloso y tener buena reputación. Poco a poco este lindero o landmarks es difundido por toda Europa. Cuando en Francia se concedió a los obreros masones la libertad civil y quedaron exentos de vasallajes, antepusieron a su nombre genético la voz franc y comenzaron a identificarse como franc masons, que en su idioma significa “obreros libres”.
Para entonces el liberalismo europeo pese a la oposición de la iglesia católica tenía cada vez más adeptos. La ideología liberal consideraba a la Iglesia como inferior al Estado, al cual debía supeditarse; la Iglesia a su vez la calificaba como una doctrina que buscaba legitimar los abusos de la libertad humana. Los acusaba de enfrentarse en lucha abierta contra las autoridades y en especial contra la Ley divina.
En 1789 la revolución francesa terminó con la monarquía de ese país y cambió la vida social y colectiva en todos los órdenes. La Asamblea constituyente formuló la Declaración de los derechos del hombre cuyo primer artículo dice: Los hombres nacen libres e iguales en derechos y las distinciones sociales no pueden fundarse más que en la utilidad común. La contundencia de este y todos los artículos que fueron recogidos en ella, sacudieron los cimientos de todas las monarquías europeas.
Estas libertades extendieron por toda Europa las logias masónicas. Pocos años después comienza la actividad en América Latina. Allí se forman todo tipo de grupos en su mayoría clandestinos que forman a su vez la llamada “Acción revolucionaria” que orientaría el movimiento destinado a promover el rompimiento definitivo entre las colonias americanas y la Colonia española.
La historia nos enseña que de la Masonería han salido, en todos los tiempos, hombres de gran visión acrisolado altruismo e inagotable energía que han dado a la humanidad sus más grandes impulsos de progreso. Para descubrir estos nuevos caminos necesitaron nutrirse de duda filosófica, ¡no de certeza dogmática! Para esto dispusieron de una maravillosa virtud: La imaginación creadora. Por eso mismo la masonería no puede mantenerse al margen de cualquier violación del postulado de libertad de conciencia y de expresión.
Este es el lema emancipador y regenerador de los masones. Libertad, derecho inherente a la humana naturaleza, y que concede al hombre la facultad de obrar según los dictados de su conciencia, por lo cual es dueño y responsable de sus actos.
No se es libre para ser libre; se es libre para hacer algo. Es como una tierra fértil en la que hay que sembrar. Recuerdo la vieja pregunta de Lenin: ¿Libertad? ¿Para qué? y la respuesta que dice: La libertad no es un fin, es un medio y los medios no resuelven problemas; preparan caminos para resolverlos. Sobre la tierra fértil de la libertad hay que sembrar algo y dependiendo de lo que cada uno siembre, eso mismo ha de cosechar.
Todo hombre vive eligiendo, y al elegir, se construye a sí mismo.
Fuentes:
Eric Fromm: El miedo a la libertad.*
Kenneth Mackenzie: The Royal Cyclopedia. *
Joseph Gevart: El problema del hombre. *
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