sábado, 15 de octubre de 2016
PROFECÍAS DEL TEMPLARIO JUAN DE JERUSALÉN
PROFECÍAS DEL TEMPLARIO JUAN DE JERUSALÉN
Un manuscrito descubierto en Zagorsk, cerca de Moscú, y que data del siglo XIV, califica a Juan de Jerusalén de “prudente entre los prudentes”, “santo entre los santos” y que “sabía leer y escuchar el cielo”. También señala que Juan solía retirarse frecuentemente al desierto para rezar y meditar, y que “estaba en la frontera entre la Tierra y el cielo”.
Fue uno de los fundadores de la Orden de los Caballeros del Temple, o Templarios, en 1118. Murió poco después a la edad de 77 años.
Un pergamino encontrado en una sinagoga de Varsovia durante la segunda guerra mundial titulado “Protocolos de las profecías de Juan de Jerusalén”, sería obra suya.
Su documento fue un elemento utilizado contra los Templarios. Habrían existido siete ejemplares del mismo, tres de los cuales fueron entregados al Gran Maestre de la Orden, quien a su vez los remitió a Bernardo de Clairvaux.
El documento fue presentado como el dictado de Lucifer , la prueba de que los Templarios estaban en relación con las fuerzas del mal. Poco les importó a los acusadores que el texto de Juan de Jerusalén hablara del Tercer Milenio. Según ellos, describía el porvenir como un infierno; así pues, habían entregado a los hombres a la voluntad del maligno.
El documento profético hace referencia a los primeros años del segundo milenio, a los días actuales.
Dice así:
“Veo y conozco.
Mis ojos descubren en el cielo lo que será y atravieso el tiempo de un sólo paso. Una mano me guía hacia lo que ni veís ni conoceís.
Mil años habrán pasado y Jerusalén ya no será la ciudad de los cruzados de Cristo. La arena habrá enterrado bajo sus granos las murallas de nuestros castillos, nuestras armaduras y nuestros huesos. Habrá sofocado nuestras voces y nuestras plegarias.
Los cristianos venidos de lejos en peregrinación, allí donde estaban su derecho y su ley, no osarán acercarse al sepulcro y a las reliquias si no son escoltados por los caballeros judíos , que tendrán aquí, como si Cristo no hubiera sufrido en la cruz, su reino y su templo.
Los infieles serán una multitud innumerable que se extenderá por todas partes y su fe resonará como un tambor de un confín a otro de la tierra.
Veo la inmensidad de la Tierra.
Continentes que Herodoto no nombró sino en sueños se añadirán más allá de los grandes bosques de los que habla Tácito, y en el lejano final de los mares ilimitados que empiezan después de las columnas de Hércules.
Mil años habrán pasado desde el tiempo en que vivimos, y los feudos en todo el mundo se habrán reunido en grandes reinos y vastos imperios. Guerras ,tan numerosas como las mallas de la cota que llevan los caballeros de la orden, se entrecruzarán, desharán reinos y los imperios tejerán otros.
Y los siervos, los villanos, los pobres sin hogar se sublevarán mil veces, harán arder las cosechas, los castillos y las villas, hasta que se les queme vivos y se les obligue volver a sus cubiles. Se habrán creído reyes.
Mil años habrán pasado y el hombre habrá conquistado el fondo de los mares y los cielos, y será como una estrella en el firmamento. Habrá adquirido el poder del sol y se creerá Dios, construyendo sobre la inmensidad de la Tierra mil torres de Babel.
Más allá de los grandes bosques habrá un imperio. Cuando caigan los muros el imperio no será más que agua cenagosa. Las gentes se mezclarán una vez más. Entonces empezará el año mil que sigue al año mil. Veo lo que será. Soy el escriba.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, el hombre estará frente a la entrada sombría de un laberinto oscuro. Y al fondo de esa noche en la que va a internarse, veo los ojos rojos del Minotauro. Guárdate de su furor cruel, tú que vivirás en el año mil que sigue al año mil. Soy el escriba.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil…
El hombre habrá poblado el cielo, la tierra y los mares con sus criaturas. Mandará. Pretenderá los poderes de Dios.
No conocerá el límite. Pero todas las cosas se sublevarán.
Titubeará como rey borracho. Galopará como un caballero ciego y a golpes de espuela internará a su montura en el bosque.
Al final del camino estará el abismo.
El oro estará en la sangre. El que contemple el cielo contará denarios. El que entre en el templo encontrará mercaderes.
Los mandatarios serán cambistas y usureros.
La espada defenderá la serpiente, pero el fuego será latente.
Todas las ciudades serán Sodoma y Gomorra. Y los hijos de los hijos se convertirán en la nube ardiente. Ellos alzarán los viejos estandartes.
El hombre habrá cambiado la faz de la Tierra; Se proclamará el señor y el soberano de los bosques y de las manadas. Habrá surcado el sol y el cielo. Y trazará caminos en los ríos y en los mares.
Pero la tierra estará desnuda y será esteril. El aire quemará y el agua será fétida.
La vida se marchitará porque el hombre agotará las riquezas del mundo. Y el hombre estará solo como un lobo en el odio a sí mismo.
El hambre oprimirá el vientre de tantos hombres y el frío aterrorizará tantas manos, que estos querrán ver otro mundo. Y vendrán mercaderes de ilusiones que ofrecerán el veneno.
Pero éste destruirá los cuerpos y pudrirá las almas; Y aquellos que hayan mezclado el veneno con su sangre serán como bestias salvajes cogidas en una trampa.
Y matarán y violarán y despojarán y robarán.
Y la vida será un apocalipsis cotidiano.
La mirada y el espíritu de los hombres serán prisioneros.
Estarán ebrios y no lo sabrán. Tomarán las imágenes y los reflejos por la verdad del mundo.
Se hará con ellos lo que se hace con un cordero. Y entonces vendrán los carniceros.
Los rapaces los agruparán en rebaños para guíarlos mejor hacia el abismo. Y los levantarán a los unos contra los otros.
Se les matará para tomar su lana y su piel, Y el hombre que sobreviva será despojado de su alma.
Reinarán los soberanos sin fe. Mandarán sobre multitudes humanas inocentes y pasivas. Esconderán sus rostros y guardarán en secreto su nombre.
Y sus fortalezas estarán perdidas en los bosques. Pero ellos decidirán la suerte de todo y de todos.
Nadie participará en las asambleas de su orden; Todos serán verdaderos siervos, pero se creerán hombres libres y caballeros.
Habrá surgido un orden negro y secreto, Su ley será el odio y su arma, el veneno.
Deseará siempre más oro y extenderá su reino por toda la Tierra, Y sus servidores estarán unidos entre ellos por un beso de sangre, Los hombres justos y los débiles acatarán su regla, Los poderosos se pondrán a su servicio.
La única ley será la que dicte en la sombra; Venderá el veneno aún dentro de las Iglesias.
Y el mundo avanzará con ese escorpión bajo el pie.
Regiones enteras serán botines de guerra, Más allá de los límites romanos, e incluso en el antiguo territorio del Imperio. Los hombres de las mismas ciudades se degollarán, Aquí habrá guerras entre tribus y allá entre creyentes.
Los judíos y los hijos de Alláh no dejarán de enfrentarse Y la tierra de Cristo será su campo de batalla,
Pero los infieles querrán defender por todo el mundo la pureza de su fe, y ante ellos no habrá más que duda y poder; Entonces la muerte avanzará por todo el mundo como el estandarte de los tiempos nuevos.
El hombre se creerá Dios aunque no habrá progresado nada desde su nacimiento. Atacará vencido por la ira y por los celos.
Y su brazo estará armado con el poder del que se habrá adueñado; Prometeo cegado podrá destruirlo todo a su alrededor.
Avanzará a pasos inmensos, pero no sabrá que camino tomar.
Su cabeza estará cargada de saber, Pero ya no sabrá porque vive o porque muere. Será, como siempre, el loco que gesticula o el niño que gime.
Todos sabrán lo que ocurre en todos los lugares de la Tierra.
Se verá al niño cuyos huesos están marcados en la piel. Y al que tiene los ojos cubiertos de moscas, y al que se le da caza como a las ratas.
Pero el hombre que lo vea volverá la cabeza, pues no se preocupará sino de sí mismo. Dará un puñado de granos como limosna, mientras él dormirá sobre sacos llenos. Y lo que dé con una mano lo recogerá con la otra.
Los hombres serán tan numerosos sobre la Tierra, que parecerán un hormiguero donde alguien clavará un bastón, Se moverán inquietos y la muerte los aplastará con el talón como a insectos enloquecidos.
Grandes movimientos los enfrentarán a los unos contra los otros; Las pieles oscuras se mezclarán con las pieles blancas, la fe de Cristo con el infiel. Algunos predicarán la paz concertada, pero por todo el mundo habrá guerras de tribus enemigas.
Los hombres ya no confiarán en la ley de Dios, sino que querrán guiar su vida como a una montura, Querrán elegir a sus hijos del vientre de sus mujeres, y matarán a aquellos que no deseen, Pero,¿qué será de estos hombres que se creen Dios?
Los poderosos se apoderarán de las mejores tierras y las mujeres más bellas. Los pobres y los débiles serán ganado.
Los poblachos se convertirán en plazas fuertes.
El miedo invadirá los corazones como un veneno.
Las enfermedades del agua, del cielo y de la Tierra atacarán al hombre y le amenazarán.
Querrá renacer lo que ha destruido y proteger su entorno; Tendrá miedo de los días futuros, pero será demasiado tarde.
El desierto devorará la tierra y el agua se hará cada vez más profunda, y algunos días se desbordará llevándoselo todo por delante, como en un diluvio.
Y al día siguiente la tierra carecerá de ella.
Y el aire consumirá el cuerpo de los más débiles.
El padre buscará el placer en su hija; el hombre en el hombre; el viejo en el niño impúber, y eso será a los ojos de todos. Pero la sangre se hará impura; el mal se extenderá de lecho en lecho, el cuerpo acogerá todas las podredumbres de la Tierra , los rostros serán consumidos, los miembros descarnados. El amor será una peligrosa amenaza para aquellos que se conozcan solo por la carne.
El hombre comerciará con todo .Todas las cosas tendrán su precio.
El agua, el árbol y el animal.
Nada será realmente dado, y todo será vendido.
Pero el hombre no valdrá entonces más que su peso en carne.
Se comerciará con su cuerpo como con canales de ganado. Tomarán su ojo y su corazón. Nada será sagrado, ni su vida, ni su alma.
Se disputarán sus despojos y su sangre como si se tratara de carroña.
Los niños también serán vendidos. Algunos se servirán de ellos como muñecos para disfrutar de su piel joven. Otros les trataran como a animales serviles.
Se olvidará la debilidad sagrada del niño y su misterio.
Será como potro que se doma, como cordero que se sangra, que se sacrifica. Y el hombre no será más que barbarie.
La Tierra temblará en muchos lugares y las ciudades se hundirán; todo lo que se haya construido sin escuchar a los sabios será amenazado y destruido, El lodo inundará pueblos y el suelo se abrirá bajo palacios.
El hombre se obstinará porque el orgullo es su locura. No escuchará las repetidas advertencias de la Tierra. El fuego destruirá las nuevas Romas, y entre los escombros acumulados, los pobres y los bárbaros, a pesar de las legiones, saquearán las riquezas abandonadas.
El mar se alzará como agua enfurecida; las ciudades y las riberas quedarán inundadas.
Y continentes enteros desaparecerán, Los hombres se refugiarán en las alturas, y olvidando lo ocurrido, iniciarán la reconstrucción.
Entonces se anunciará el fin de los tiempos bárbaros, Será el tiempo de un nuevo vigor de la fe,
Después de los días negros del inicio del año mil que viene después del año mil, empezarán los días felices.
El hombre reencontrará el camino de los hombres, Y la tierra será ordenada.
El hombre conocerá un segundo nacimiento, el espíritu se apoderará de las gentes, que comulgarán en fraternidad.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil…
Los hombres por fin habrán abierto los ojos Ya no estarán encerrados en sus cabezas o en sus ciudades,
Se verán y se oirán de un lado a otro de la Tierra; Sabrán que lo golpea a uno hiere al otro.
Los hombres formarán un cuerpo único, del que cada uno será una parte ínfima, y juntos constituirán el corazón. Y habrá una lengua que será hablada por todos, y nacerá así por fin, el gran humano.
El hombre habrá conquistado el cielo, creará estrellas en el gran mar azul sombrío. Y navegará en esa nave brillante, Nuevo Ulises, compañero del sol, hacia la odisea celeste.
Pero también será soberano del agua. Habrá construido grandes ciudades náuticas, que se nutrirán de las cosechas del mar.
Vivirá así en todos los rincones del gran dominio. Y nada le será prohibido.
Los caminos irán de una punta de la tierra y del cielo a la otra, Los bosques serán de nuevo frondosos, y los desiertos habrán sido irrigados.
Las aguas habrán vuelto a ser puras. La Tierra será un gran jardín, El hombre velará sobre todo lo que vive. Purificará todo lo que ha contaminado.
Así sentirá que toda la Tierra es su hogar. Y será sabio y pensará en el mañana.
Los hombres podrán penetrar en las profundidades de las aguas, Su cuerpo será nuevo y ellos serán peces. Y algunos volarán más altos que los pájaros, como si la piedra no cayera.
Se comunicarán entre ellos, pues su espíritu estará tan abierto que recogerá todos los mensajes.
Y los sueños serán compartidos.
Y se vivirá tanto como el más viejo de los hombres, aquél del que hablan los libros sagrados.
El hombre conocerá el espíritu de todas las cosas.
La piedra o el agua, el cuerpo del animal o la mirada del otro; Habrá penetrado los secretos que poseían los antiguos sabios.
Y empujará una puerta tras otra en el laberinto de la vida nueva, Creará con la fuerza que brota una fuente, Enseñará el saber a la multitud de los hombres.
Y los niños conocerán la tierra y el cielo mejor que nadie antes que ellos, y el cuerpo del hombre será más grande y más hábil, Y su espíritu habrá abarcado todas las cosas y las habrá poseído.
El hombre ya no será el único soberano, pues la mujer empuñará el cetro. Será la gran maestra de los tiempos futuros y lo que piense lo impondrá a los hombres.
Será la madre de ese año que sigue al año mil. Difundirá la dulzura tierna de la madre tras los días del diablo.
Será la belleza después de la fealdad de los tiempos bárbaros.
El año mil que viene después del año mil cambiará en poco tiempo, Se amará y se compartirá, se soñará y se dará vida a los sueños.
El hombre habrá aprendido a dar y a compartir, los días amargos de la soledad habrán pasado.
Se creerá de nuevo en el espíritu.
Y los bárbaros habrán adquirido el derecho de ciudadanía.
Pero eso vendrá después de las guerras y de los incendios. Eso surgirá de los escombros ennegrecidos de las Torres de Babel, Y habrá sido necesario el puño de hierro para que se ordene el desorden.
Y para que el hombre encuentre el buen camino.
El hombre sabrá que todos los seres vivos son portadores de luz, Y que son criaturas que deben ser respetadas, Habrá construido ciudades nuevas, en el cielo, sobre la tierra y en el mar.
Conservará en memoria lo que fue, y sabrá leer lo que será, Ya no tendrá más miedo de su propia muerte, porque sabrá que su luz jamás se apagará.”
Fuente:http://gothicgirlsclub.blogspot.com.es/2010/08/profecias-del-templario-juan-de.html
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