jueves, 16 de febrero de 2017
La masonería mixta es verídicamente tan antigua como pretende ser la masonería masculina
La masonería mixta es verídicamente tan antigua como pretende ser la masonería masculina
Por Milton Arrieta López, 33°
En el mundo anglosajón y en América latina en general se ha cimentado en su memoria colectiva una conciencia de masonería exclusivamente masculina, fundamentada en primer lugar en el trabajo que supone el arte de la construcción, que suele exponerse como una actividad de hombres, que mediante su fuerza e intelecto erigieron edificios públicos y privados durante la edad media.
Lo anterior siempre se ha explicado dentro de cierto contexto religioso, pues en el medioevo la masonería era esencialmente cristiana y trabajaba muy unida a las instituciones católicas. Obispos, abades, etc., contrataban a las logias masónicas para la construcción de sus edificaciones.
Otros autores han asociado la tradición masónica con la tradición primordial, entendida esta última de forma parcial pues solo se reivindica lo común tradicional en aspectos masculinos.
La tradición primordial debe entenderse como la matriz de donde habrían surgido las distintas formas tradicionales particulares que encontramos a lo largo de todo la humanidad.
En un segundo lugar se ha considerado la posición de la mujer en el medioevo para la cual la Iglesia tenía prevista dos imágenes que siempre intento instituir en su modelo de sociedad.
eva costilla adanPrimeramente Eva, que según la versión oficial de la Iglesia medieval fue creada de la costilla de Adán y propició la culpable expulsión del paraíso, observamos en este dogma impuesto a la sociedad medieval una idea machista que deja de lado la primera tradición de la creación de la mujer que sugiere el nacimiento conjunto del hombre y la mujer en condición de igualdad, lo anterior puede observarse en los siguientes versículos de Génesis 1: 26 “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. 27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. 28 Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.”
La segunda imagen que se imputó a la mujer fue la de María, que representaba la virginidad, la abnegación como madre y como esposa, en consecuencia la virtud preponderante de la mujer debía ser la castidad, al mismo tiempo se exigía para la mujer un deber conyugal de procreación que conllevaba un acto sexual despojado de goce y disfrute.
En tercer lugar, las obediencias masónicas de corte anglosajón suelen considerar que la masonería liberal, (esa que admite la aportación de la mujer como maestra de su propia arquitectura interior, con el mismo rango que el hombre) es una desviación, propia de la masonería latina, un fenómeno alejado de la augusta tradición, una irrupción innecesaria que conlleva al detrimento de la masonería clásica compuesta solamente por hombres que como máximo podían auspiciar la masonería de adopción es decir Logias formadas por mujeres bajo la tutela de los masones varones.
Estas infelices consideraciones sobre la mujer y por ende sobre la mujer masona no eran solo religiosas y culturales, estaban auspiciadas por las formas solemnes del derecho divino y posteriormente por el derecho positivo, solo basta decir que la mujer no fue considerada plenamente capaz en occidente hasta bien entrado el siglo XX, por ejemplo el sufragio femenino (derecho de voto ejercido por las mujeres y por tanto el derecho político y constitucional a votar a los cargos públicos electos así como a ser votado) fue defendido formalmente por la legislación internacional por primera vez a través de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
En 1948, las Naciones Unidas aprobaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuyo artículo 21 declara:
“Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país, directamente o por medio de representantes libremente escogidos. Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones públicas de su país. La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta voluntad se expresará mediante elecciones auténticas que habrán de celebrarse periódicamente, por sufragio universal e igual y por voto secreto u otro procedimiento equivalente que garantice la libertad del voto.”
Sobre lo anterior vale la pena subrayar algo que muy poco se conoce: quien promovió, compuso y presidió la Comisión de Derechos Humanos, ratificada por el Consejo Económico y Social (ECOSOC) de Naciones Unidas para la preparación de la carta internacional de los derechos humanos fue el masón y ciudadano Francés Henri Laugier, médico y doctor en fisiología de La Sorbona de París, miembro activo de la Resistencia Francesa frente a la ocupación Nazi y posteriormente a la guerra funcionario de alto nivel que contribuyó a la fundamentación de las bases teóricas de las Naciones Unidas.
Henri Laugier fue iniciado en la francmasonería el 24 de julio de 1911 en la logia Les Étudiants del Gran Oriente de Francia.
Por todo lo anterior es sumamente destacable que ciertas mujeres pese a conllevar todo el aparato cultural, formal, político, religioso e histórico en contra sobresalieran en distintas artes u oficios predestinados exclusivamente para hombres.
La masonería no se escaparía de la presencia y fuerza femenina que logró imponerse a través de trabajos de calidad pese a sobrellevar todo en contra.
Desde el punto de vista de la historia contextual de la masonería, el masón Joseph Fort Newton, explica en su libro The Builders citando al profesor Hutton Webster, que las sociedades iniciáticas son la reminiscencia de la Casa de los Hombres de la sociedad primitiva, en la que se “iniciaba a los hombres adultos en la ley secreta, en las leyendas, tradiciones y religión de su pueblo. Las recientes investigaciones han descubierto esta institución durante tanto tiempo oculta, demostrando que era el verdadero centro de la tribu, siendo la cámara del consejo, el lugar en que se legislaba y se celebraban las cortes y donde se guardaban los trofeos de guerra. Todos los hombres eran iniciados. Los métodos de iniciación diferían según los lugares y épocas, pero, no obstante, guardaban entre sí cierta semejanza y tenían idénticos fines. Se exigían verdaderas ordalías, no sólo sometiendo a los candidatos a horrendas torturas físicas, sino también exponiéndolos a ser víctimas de espíritus invisibles, pues era necesario probar su virtud y su valor, antes de confiarles las doctrinas secretas de la tribu. Comprendían las ceremonias votos de castidad, de lealtad y de silencio y, casi universalmente, una representación mímica de la muerte y resurrección del novicio. Después de iniciarle en “la virilidad” se daba al iniciado un nuevo nombre y se le confiaba un lenguaje de signos, toques y señas.”
Algo imperdonable que olvidó explicar el masón Joseph Fort Newton, previamente anotado en mi libro: Los masones en el mundo. Geopolítica masónica. Editorial Almuzara. 2016, es que desde el principio de los tiempos, las primeras sociedades adoraban a deidades femeninas, creadoras del universo, representadas en la tierra “madre” de cuya fuerza nacía el alimento y todo lo que proveía al ser humano para su vida, así mismo veían la relación entre la mujer que pare, da vida, y la tierra de la que emana la vida animal y vegetal.
Desde oriente hasta el mediterráneo, de la veneración de las diosas Gea, Rea, Hera, Deméter, Isis, Ishatr, Astaraté, Kali, para griegos, egipcios, fenicios e hindúes devinieron los misterios en que eran iniciadas las mujeres, instruidas en enseñanzas secretas, se convertían en guías para sus pueblos, que seguían y veneraban como sacerdotisas.
En lo que respecta a la masonería netamente operativa medieval, se conoce gracias a diversas investigaciones, como la de R. Ambelain que enseña en su libro El Secreto Masónico. Ediciones Roca. 1991, sobre la masona operativa Sabine von Steinbach: “Sabine de Pierrefonds, hija de Hervé de Pierrefonds, más conocido por la forma germánica de su nombre, Erwin de Steinbach, que le fue dado por su participación en la construcción de la catedral de Estrasburgo. Sabine esculpió algunas de las estatuas de Notre Dame de París (fue Charles Gérard quien encontró el verdadero nombre de esta familia de masones). Claro que obras como catedrales, que duraron tres o cuatro siglos, necesitaron más de un maestro de obras, y es muy probable que Sabine de Pierrefonds no fuese la única mujer que trabajase en esas obras.”
Moritz_von_Schwind_Sabina_von_Steinbach_1844En el excelente libro de la masona Yolanda Alba: Masonas. Historia de la masonería femenina Editorial Almuzara se puede conocer mucho más de la masona operativa Sabine von Steinbach, sobre la cual ha escrito la periodista e historiadora Sandra Ferrer lo siguiente: “En la catedral de Estrasburgo, delante de la puerta del transepto sur, frente a la estatua del maestro constructor Erwin von Steinbach, se alza la hermosa imagen de una mujer. Muchos expertos aseguran que dicha estatua representa a la hija del maestro, llamada Sabina von Steinbach, o Sabine de Pierrefonds. Sabine se habría formado como pintora y escultora en el taller de su propio padre y algunas de las estatuas de la catedral de Estrasburgo, la de Magdeburgo y Notre Dame de París se han atribuido a su arte y talento con el cincel. Muy poco se sabe de Sabine pero es un ejemplo que nos demuestra que las mujeres también formaron parte de los gremios y logias masonas que se dedicaron a la construcción de las grandes catedrales en distintos puntos de la geografía europea.”
Sabine von Steinbach aparece citada por primera vez en una descripción de 1617 del escritor Schadeus. Sabine habría aprendido junto a su padre, el maestro de obras de la catedral de Estrasburgo, y su hermano, también miembro del gremio que estaba al cargo de la construcción del templo. De la catedral de Estrasburgo se le atribuyen las esculturas de Iglesia y Sinagoga, situadas en el pórtico sur y dispuestas una a cada lado de la estatua del rey Salomón.”
Siguiendo en lo que se refiere a masonería netamente operativa encontramos el caso de la masona operativa Mary Bannister quien fue iniciada en la masonería en 1714 en el sur de Inglaterra, en la ciudad de Barking, era hija de un barbero y fue recibida como Aprendiz Masona por el tradicional período de 7 años; se estableció un costo de aprendizaje de 5 libras que pagó a la Compañía de Masones, sobre lo anterior existen varias investigaciones, se puede ahondar en el título Women and Freemasonry del masón y reverendo Neville B. Cryer, publicado por primera vez en Masonic Times, 1995, Rochester, New York.
aldworth_e02Y en la masonería propiamente especulativa antes de 1717, encontramos el caso de la masona Elizabeth Aldworth, quien fue iniciada en una logia irlandesa en el año 1712 después de presenciar a escondidas una iniciación masónica, al ser descubierta los masones presentes decidieron iniciarla en su logia masónica.
Elizabeth Aldworth fue miembro activo de su logia hasta el día de su muerte. En 1744 su nombre fue relacionado en la lista de suscriptores del Enquiry de Dassigny, una publicación masónica de la época. Se hizo retratar con sus arreos masónicos, e incluso su mandil se conserva todavía y se encuentra en exhibición en el museo irlandés de la calle Tuckey, en la ciudad de Cork. Para conocer mas sobre esta historia recomiendo el artículo: Conder, E. (1895). “The Hon. Miss St. Leger and Freemasonry”. Transactions of the Quatuour Coronati Lodge of London, VIII, 16-23.
No esta demás precisar que gran parte de la jurisprudencia masónica medieval da cabida a la mujer masona en condición de igualdad al hombre, lo anterior puede observarse en: Manuscrito Regius de 1390, los registros de la Gilda de Arquitectos Corpus Christy de York de 1408, el acta de la Logia Mary’s Chapel del 17 de abril de 1683, los Antiguos Preceptos de la Gran Logia de York de 1693, los registros MS 5984 de la librería Guildhall de Londres de 1713 a 1715, entre otros tantos.
Manuscrito Regius o de Halliwell (1390).
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