La “Gnosis Masónica”
Escribe Eduardo Callaey, que existe una concepción “más o menos universal en la que cualquier masón se reconoce: “La francmasonería es una institución filosófica, educativa, filantrópica e iniciática” (1). Desde luego algunos masones podrán inquirir en más adjetivos, quizás progresista como en el rito francés reza, pero supongo que no habrá un masón esparcido sobre la faz de la tierra que no pueda reconocerse en esa definición de lo que la masonería es.
Hasta aquí, lo único que podría diferenciar a la Orden de cualquier otra organización humana, es su carácter iniciática. La atribución de la Orden, de iniciar a un profano o profana a través del rito y la lectura de nuestros símbolos en pos de su perfeccionamiento moral, es lo que hace peculiar a la Orden de la Francmasonería.
Avanzando en esa misma línea, René Guénon señala que ese conocimiento, transmitido a través de la simbología masónica, constituye una “gnosis” o “conocimiento tradicional que constituye el fondo común de todas las iniciaciones cuya doctrina y símbolos se han transmitido desde la más remota antigüedad” (2). No es sino por la iniciación que el profano, parido desde la oscuridad accede, “iniciándose” en su camino gnóstico.
La “Gnosis, es entonces al mismo tiempo una verdad sobre la naturaleza de las cosas, que sólo es rebelada a los iniciados. Una verdad que al modo de las hojas de la cebolla, va escalando en profundidad y en complejidad. Tal conocimiento está reservado sólo al iniciado, quien es liberado de la oscuridad tras su muerte simbólica en la Cámara de Reflexión, y renace en su ingreso al Templo al momento de ser iniciado. Su tarea, conducida por un maestro, es encontrar la verdad que develan los símbolos de nuestra Orden.
Nuestros ritos de iniciación, en cada uno de los grados de nuestra Orden, se corresponden con la larga historia de la masonería y que incluyen lo que podríamos incluso llamar la época “protomasónica”, lugar en nuestra historia desde donde provienen por ejemplo, las fuentes cabalísticas de las que bebe nuestro conocimiento gnóstico, o las sugerencias iluministas, o incluso nuestros lazos con la orden Rosacruz y el estrecho lazo con la Orden del Temple. Bebemos de todos esos ritos, del mismo modo que bebemos de sus símbolos y conocimientos esotéricos. Más no somos la Orden del Temple, así como tampoco somos la orden de Rosacruz.
Oswald Wirth advierte al iniciado qué es lo que no encontrará en la Orden, cuando señala que un Francmasón puede indagar sin límites pero lealmente en el conocimiento humano, pero la Orden no tiene por finalidad aclarar o resolver los enigmas que atormentan a la mente humana ni declararse en contra o a favor de teoría alguna en materia de los hechos sensoriales. Ella se coloca por encima de paradigmas religiosos o filosóficos dejando ellos a la libre conciencia del masón (3)
La “Gnosis Masónica” que comienza a ser revelada por la iniciación, es tributaria de muchas fuentes que probablemente –como señalan muchos autores clásicos de la Historia de la Masonería- encontraron incluso refugio en nuestra Orden en tiempos de persecución.
Hemos intentado a través de diversas planchas y trazados que aquí se encuentran, ir abriendo lecturas sobre los diversos símbolos y tradiciones masónicas que forman parte de esa Gnosis. En cada una de ellas, hemos insistido en al menos tres reglas fundamentales:
1º El trabajo de un masón libre es “construir templos a sus virtudes y tumbas a sus vicios”;
2º El verdadero trabajo de un masón se realiza esencialmente en el Templo;
3º Aunque el trabajo de un Masón es siempre colectivo en su Templo, el Masón Libre realiza siempre un esfuerzo individual y llegará tan lejos en su perfeccionamiento como constantes y leales sean sus trabajos.
Siguiendo esos principios es que la Gnosis es revelada a través de los símbolos. No es a través de la lengua ni la escritura que los símbolos se rebelan al iniciado sino a través de una lectura progresiva del símbolo, pues éstos, poseen un contenido y un continente, poseen un significado y una categoría. Los símbolos, a diferencia de la lengua o la escritura, son polisémicos y requieren el esfuerzo de su descubrimiento, porque ellos incluso “trascienden tanto el mundo exterior de los sentidos como el mundo interior de la ideas…trascienden el ordinario campo de nuestros sentidos”. (4) Los símbolos requieren de nuestra intuición tanto como de nuestros esfuerzos racionales, requieren tanto de nuestra habilidad individual tanto como de la guía de un Maestro.
Si hubiera una forma de categorizar la “Gnosis Masónica” y sólo para fines pedagógicos pues toda Gnosis es incategorizable por su esencia constructiva y hermética, podríamos decir que en ella existen diversas categorías en las que se “encierran” diversos conceptos que colaboran al Masón Libre a descubrir y recognocer tal Gnosis Masónica de la que hemos hablado:
I La Gnosis de la Iniciación
II La Gnosis del Templo
III La Gnosis de los Instrumentos del Grado Masónico
IV La Gnosis Numérica
V La Gnosis de la Geometría
VI La Gnosis de su Rito
VII La Gnosis Cosmogónica
Cierro recordando que hemos perdido la palabra, o al menos su sentido mágico, desde la Torre de Babel, y que el símbolo nos ha sido heredado como la única manifestación de nuestra Gnosis. Con el paso del tiempo, ese símbolo se hizo depositario de nuevos significados, y nuevos conocimientos construidos o heredados debieron esconderse en los símbolos líticos de las viejas catedrales. Si heredamos los símbolos fue para descubrir en ellos la Gnosis heredada, para rebelarla a nuestro entendimiento. Es necesario preservar su pureza de la materialidad(5) de una sociedad sin límite al modo en que la caracteriza Baudrillard (6), es necesario no desvirtuar su carácter espiritual y pedagógico en favor de un racionalismo materialista que ha consumido a otras órdenes y muchos de nosotros mismo.
El símbolo es la fortuna del Gnóstico, preservar su naturaleza es su tarea.
CITAS
Eduardo R. Callaey, El Otro Imperio Cristiano, de la Orden del Temple a la Francmasonería, Ed. Nowtilus, 2005
Rene Guénon, La Gnosis y la Francmasonería, La Gnose, 1910
Oswald Wirth, EL Ideal Inciático, R.:L.: Cibeles Nº 131
Aldo Lavagnini, El Secreto masónico, Ed. Kier, 2004
Siete Maestros, Cosmogonía Masónica, Ed Kier, 2007
Jean Baudrillard, La transparencia del mal, Ed Anagrama, 1991
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