Masonería y superstición
Por Máximo E. Calderón
Cuando se dice que el masón debe ser un permanente luchador contra la superstición y la estupidez, no se está diciendo poca cosa. Sin embargo, ocurre con demasiada frecuencia que encontramos comportamientos supersticiosos entre masones, ya sea en el decurso de su vida profana, o en el fraternal encuentro con sus hermanos de logia.
Según Oswald Wirth y los estudiosos de la etimología, superstición derivaría de “superstes”, algo así como lo que sobrevive a través del tiempo, lo que se mantiene y va pasando de generación en generación, sin saber bien de donde viene (y menos aún a donde va).
Según mi humilde entender, el mantenimiento de las supersticiones es un ejemplo paradigmático, similar a aquel experimento científico en donde varios monos estaban encerrados en una jaula, y si alguno de ellos intentaba trepar por la reja, todos los monos allí recibían una desagradable descarga eléctrica. Al poco tiempo, ninguno de ellos subía, más si incorporaban un mono nuevo a ese grupo, y se le ocurría trepar, todos los otros lo golpeaban.
Llegó un momento en que todos los simios fueron remplazados, y las descargas eléctricas hacía mucho tiempo que no se efectuaban. Sin embargo si entraba otro simio a la jaula e intentaba trepar, los demás lo castigaban duramente, sin saber siquiera cual era la razón.
Seguramente las cosas que hoy se constituyen en supersticiones, tuvieron alguna vez su razón de ser, pero es más fácil creer a ciegas, temer, persignarse, cruzar los dedos o tocarse alguna parte del cuerpo, que investigar las raíces de nuestros miedos.
La Masonería especulativa que plantó bandera en Inglaterra en 1717, habló de negarle la entrada a los “ateos estúpidos” y a los “libertinos irreligiosos”, pero nunca habló de los supersticiosos.
Quizá sea por eso que es muy común entre masones, escuchar bendiciones del tipo: “Que el Gran Arquitecto te proteja”, o frases como “El GADU sabe por qué lo hace”.
La superstición entre masones, es más frecuente en las corrientes esotéricas como Memphis y Misraim, y en algunos grados filosóficos del Rito Escocés Antiguo y Aceptado (especialmente en algunas Obediencias de Italia y del norte de EEUU). También en la Masonería turca.
En algunos otros puntos de América se toma al pie de la letra aquella parte del Ritual donde dice que el masón es un mago, y se dedican a estudiar algo de magia, lo cual como es de esperar, nunca lleva a resultados mensurables.
Solamente el Gran Oriente de Francia, es la única Potencia masónica que no deja resquicio alguno para la superstición entre sus filas. El GOdF es la primera confederación de logias ocupada en difundir el llamado Rito Moderno o Francés, buscando con ello salvar lo mejor que se pueda, las bases más genuinas de la “moderna” Francmasonería.
El REAA – que también se trabaja en el GOdF – es el más laico del mundo, sin perder el sentido de este rito que vio la luz en Francia, a pesar de llamarse escocés.
Tenemos que ya en la Edad Media, los monjes dominicos aseguraban que la geometría era cosa del demonio, y la Iglesia estaba muy preocupada cuando Galileo renegó de la teoría Ptolemaica, y dijo que la Tierra se movía alrededor del sol. No fuera a ser que las personas pensaran que si había otros planetas, estos podían estar habitados, y aún siendo hijos del mismo dios, alguien podía llegar a dudar de las enseñanzas de la Biblia.
Pero volviendo a las supersticiones puras, veamos aquí el origen de algunas.
Origen de las supersticiones mas comunes
– No pasar debajo de una escalera: ya sea que se trate de una escalera tijera o una que se apoye en la pared, siempre ocurre que la escalera forma un triángulo, figura asociada a la Santísima Trinidad.
La enseñanza escolar en la Edad Media estaba casi exclusivamente a cargo del Clero, y se utilizaban las figuras de las escaleras para graficar el triángulo divino, por lo tanto los niños asociaban pasar bajo una escalera como una profanación, y se guardaban de hacerlo.
– El gato negro: estos pequeños felinos caseros siempre han sido respetados y hasta odiados, por su independencia y poder de auto-determinación.
En la Europa de los aquelarres y la caza de brujas, las almas simples creían que las brujas se transformaban en gatos y salían a hacer sus fechorías. No necesariamente gatos negros.
Por eso cuando se cruzaba un gato en su camino, inmediatamente huían o volvían sobre sus pasos para no tener que enfrentarse con la tan temida bruja. O lo mataban.
Tan grande fue el temor a los gatos y su matanza, que en el Siglo XIV habían desaparecido los gatos en muchos países de Europa, lo que llevó a la expansión de la pandemia entonces conocida como “Peste negra” (transmitida por las ratas), que en 1348 diezmó casi la mitad de la población del continente.
– No abrir un paraguas bajo techo: esta tradición no viene de Europa sino de China, en donde la sombrilla del Emperador, representaba simbólicamente a la bóveda celeste.
Más allá de que la sombrilla protegiera del sol o del agua, se consideraba un gran sacrilegio extender uno de estos artefactos debajo de un techo realizado por el hombre, ya que la comunicación entre el cielo y su representación en la Tierra, se vería interrumpida.
Como solo los Emperadores poseían sus sombrillas/paraguas, nadie de la plebe podía osar tocar siquiera este artefacto divino, y si lo hacía era condenado a muerte.
– Romper un espejo: durante muchos siglos el arte de fabricar espejos se asemejaba a los secretos de construcción de los antiguos masones operativos.
Del espejo bruñido se pasó a los espejos de cristal, pero siempre configuraron un misterio para las personas que los contemplaban con espíritu reflexivo.
Es que moviéndonos frente a un espejo, observamos toda una copia exacta de la realidad, pero en sentido simétrico. Y si nos asomamos a él como si fuera una ventana, descubrimos imágenes laterales más profundas, que por momentos pueden sugerir que detrás de ese vidrio liso, existe toda una dimensión paralela con vida propia.
Por ello es que los espejos se utilizaron a veces en los rituales de mancias, y algunos ritos masónicos y rosacruces lo utilizan hoy en ceremonias íntimas o personales.
Pero el espejo, y más tarde la fotografía, dieron la idea de que el espíritu de la persona reflejada podía quedar atrapada en la imagen.
Si ese espejo o esa fotografía se rompía, solo desgracias podían ocurrirle a la persona que se reflejaba en ese momento, porque su imagen, y quizá su alma, se había desintegrado con los cristales que ahora solo reflejaban una imagen fragmentada y espantosa.
Lo de siete años de mala suerte, es un agregado posterior.
– El número trece: en la tradición católica se suele afirmar que el trece es un número de mala suerte, porque sería esa la cantidad de personas reunidas en la última cena.
Sin embargo es muy poco probable que esta sea la verdadera razón, ya que si los discípulos de Jesús eran doce, sería entonces muy habitual que en la mesa compartida por ellos hubiera trece personas.
Pero en la numerología, el trece significa lo oculto, aquello que permanece escondido detrás de lo visible. Hacen falta exactamente doce esferas iguales, para rodear y esconder una decimotercera.
La cifra uno, con la cifra tres, siempre significaron la unidad y la trinidad. Es la máxima representación del uno, al lado de la trinidad. Por lo tanto representarlo gráficamente significaría, exteriorizar por mano humana algo que solo puede venir de la deidad.
Y las trinidades no solo existen en el cristianismo, sino que existieron entre los babilonios, los egipcios, los persas, los judíos, los hindúes, etc.
Sería sacrílego y por tanto digno del castigo divino, profanar a la deidad representando gráficamente el número trece. Por ello, lo que supuestamente traía mala suerte era escribir el número y no el número en sí.
Lo del martes trece es solo una asociación con el día del dios Marte, dios de la guerra y representante de la energía y el empuje arrollador.
Se lo consideraba infausto, simplemente porque su regente era la divinidad generadora de las guerras y todas sus consecuencias.
– Encender más de dos cigarrillos con la misma llama: la superstición nació muy bien fundamentada durante la Primera Guerra Mundial.
Esta contienda se caracterizó por ser una guerra de trincheras, y si un soldado encendía un fósforo o un encendedor en la noche, la llama alertaba a los enemigos que prestos apuntaban sus fusiles hacia la llama. Si un segundo fumador encendía su cigarrillo sin que la llama se apagase, esto le daba tiempo al enemigo para apuntar, y dispararle certeramente a la cabeza del tercero que se acercara a encender su tabaco.
Seguramente más de un fumador dejó el vicio de improviso, luego de encender en tercer lugar su ansiado papel entabacado.
– Derramar la sal: en algunas épocas de nuestra civilización, la sal llegó a ser un tesoro más preciado que el oro. De allí que incluso en los evangelios se hable de “la sal de la vida”, representando con ello cosas muy importantes para el ser humano social.
La palabra “salario” deriva del latín salarium, que era el pago que en algunos momentos se le otorgó a los soldados del Imperio Romano, luego de sus campañas. El pago con sal era tan valioso como el pago con metal noble. De allí que derramar la sal sea algo tan nefasto, ya que se estaría desperdiciando un elemento carísimo.
En algunas culturas se acostumbra aún, que cuando algún comensal solicita la sal durante una comida, quien le alcance el salero no debe entregarlo en mano sino apoyarlo sobre la mesa.
Esto sería simplemente una medida de precaución, ya que realizando esta maniobra, se evita el riesgo de que el salero se caiga cuando es pasado de mano en mano.
Lo de arrojar parte de la sal derramada sobre el propio hombro, es un aditamento posterior.
Sería una forma de regar con sal el camino por donde se ha caminado, cumpliendo en algunos casos la función de devolver sal a la tierra como agradecimiento, y otros, esterilizar la tierra que se ha pisado para que nadie más vuelva a sacar frutos de ella.
– Tocar madera: este viejo y simple ritual protector, apareció y desapareció varias veces en la historia de la Humanidad. La madera es árbol, y el árbol siempre fue sinónimo de protección.
Los católicos creen que tiene relación con algunas reliquias de la cruz del calvario, pero la costumbre viene de mucho tiempo antes. Entre los judíos precristianos se veneraban reliquias que supuestamente serían parte de la vara de Aarón, inclusive también del árbol de la vida en el jardín del Edén.
Esta asociación de la madera con la protección, amén de la propia calidez y aspecto que posee, tiene que ver con la utilidad que siempre le dio el hombre a la madera. Para sus viviendas, sus muebles, sus techos, sus herramientas, sus juguetes, para encender su fuego y hasta para la caja de su descanso final.
La antigua visión protectora de la madera reapareció en esta Era con la Patrística, apareciendo por doquier pedazos de maderas raras, que supuestamente eran fragmentos de la cruz del calvario.
Entre el Siglo XVI y el XVIII nadie se acordaba de tocar madera, hasta que llegó la General Electric con su electricidad hogareña, y luego de varias electrocuciones con dispares consecuencias, la gente volvió a encontrar en la madera un elemento protector.
La madera es un elemento natural que aísla de la electricidad y sus peligros. Por ello se la utiliza para apartar a una víctima de electrocución del foco eléctrico, y la gente empezó a pensar que tocando madera, la electricidad no los afectaría.
En pocas décadas del Siglo XX ya se olvidó el tema de la electricidad, y se volvió a tocar madera para buscar seguridad o protección por parte de fuerzas o entidades superiores.
– Brindar golpeando las copas: este ritual extraño, en donde hoy se deja escuchar el suave tañido de las copas de cristal, viene de la época en que los vasos eran un poco mas rústicos, generalmente de latón o de madera.
Nunca faltaba algún descuidado que en ocasión de una cena especial, dejara caer un poco de veneno en la copa de un amigo no deseado, que mezclado con el vino puro y a temperatura ambiente, no era notado por el resto de la mesa hasta que el descuidado catador caía envuelto en convulsiones y moría unos minutos después.
De allí la sana costumbre de entrechocar repetidamente los vasos de los bebedores, para que en los choques se entremezclen las bebidas de todos, y nadie se vea tentado a dejar en alguno de ellos una sustancia inoportuna, ya que todos beberían vino envenenado (incluso el envenenador).
– Levantarse con el pie derecho: era costumbre que los caballeros y guerreros medievales durmieran vestidos, sin sacarse siquiera la espada de la cintura. Las grandes espadas utilizadas por personas diestras, se usaban del lado izquierdo del cuerpo para facilitar la rápida extracción de la vaina.
Si el caballero era atacado mientras dormía, bajándose de su cama por el lado derecho tenía oportunidad de desenvainar su espada aún sin haberse puesto de pié.
De intentar incorporarse por el lado izquierdo, podía enredarse y tardaría mucho tiempo en desenvainar, para lo cual debería estar totalmente de pie y acomodar la funda del arma.
Levantarse con el pie derecho podía significar la diferencia entre la vida y la muerte.
Según recientes estudios de la ciencia, algunas supersticiones utilizadas como cábalas podrían incidir en una mayor autoconfianza y exigencia de las personas.Sin embargo un masón no debe apoyarse en elementos externos a sí mismo. Desde adentro debe expandir su fuerza, y buscar siempre la luz del conocimiento, para abatir a esos tres malos compañeros llamados ignorancia, codicia y estupidez.
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