Iniciaciones en Egipto (III)
Según Drioton: “Las enseñanzas morales del Antiguo Egipto se refieren siempre a Dios en general y no a los dioses del panteón. Se trata de Dios, es el monoteísmo de los sabios” y este punto es interesante ya que -desde una perspectiva esotérica- los sacerdotes iniciados no eran adoradores de bestias o de dioses antropomórficos con cabezas de animales sino que reverenciaban a potencias superiores, a diferentes aspectos de una fuerza única.
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En Egipto existieron dos sistemas teológicos principales (1) que determinaron dos sistemas iniciáticos diferentes pero con rasgos comunes, a saber:
a) El sistema heliopolitano, con sede en Heliópolis y basado en la Enéada.
b) El sistema hermopolitano, con sede en Hermópolis y fundamentado en la Ogdóada.
Sistema heliopolitano
La gran enéada de On (heliopolitana) incluía nueve dioses (Atum-Ra, Shu, Tefnut, Geb, Nut, Isis, Osiris, Seth, Neftys) y explica el origen del siguiente modo:
Al principio de los tiempos, todo estaba en tinieblas y todo estaba sumido en el caos simbolizado por el Océano primordial: Nun.
Nun es el origen primordial, las aguas genesíacas de la que proviene toda la manifestación representado por un hombre que está sumergido en el agua y que con sus manos levantadas sostiene a todas las deidades de la enéada que surgen del Caos-Nun, a saber:
a) Atum o Atum-Ra. En medio de ese caos primordial, aparece Atum “el indiferenciado” o “el nacido de sí mismo”, que se manifiesta como una pequeña montaña de piedra (BenBen, de forma piramidal) que surge de las agitadas aguas primigenias.
Manifestado como un disco rojo sobre esta montaña original, Atum es concebido como “Atum-Ra”, es decir el sol creador que “mira a su alrededor y aprecia que no hay nada y siente la necesidad de crear. Se masturba y recoge el semen con la mano, tragándoselo y quedando embarazado”. (2)
Según Mircea Eliade: “El demiurgo llevó a cabo la creación masturbándose o escupiendo. Estas expresiones resultan ingenuamente groseras, pero su sentido está claro: las divinidades nacen de la sustancia misma del dios supremo”. (3)
De este modo, Atum se convierte en el demiurgo, es decir el creador original y de él surgieron la primera pareja divina, Shu (la atmósfera) y Tefnut que concibieron al dios Geb (la tierra) y a la diosa Nut (el cielo). Con la creación de esta pareja divina, “el demiurgo engendra la dualidad y deviene tres” (4)
b) Shu y Tefnut: La primera pareja divina está compuesta por Shu (masculino, el aire o aliento vital) y Tefnut (femenino, el espacio, el calor) que surge de la auto-generación de Atum.
La tarea principal de Shu consistirá en mantener separados el cielo, Nut, y la tierra, Geb, evitando el caos universal. Tefnut, por su parte, es símbolo del rocío vivificante y de los procesos corporales que producen humedad.
c) Geb y Nut: Shu y Tefnut, la pareja primordial, conciben a Geb (masculino, la tierra) y a Nut (femenino, el cielo).
Nut es la diosa celeste, creadora del cielo y las estrellas, mientras que Geb es el soporte físico del mundo, concebido como dios de la tierra.
Según la tradición, Atum-Ra ordenó a Geb y a Nut que no se aparearan pero éstos le desobedecieron y Nut quedó en cinta concibiendo a Osiris, Set, Isis y Neftis. Al enterarse que le han desobedecido, Atum-Ra separa por siempre a la tierra del cielo.
Mientras que Shu y Tefnut eran más “conceptos” que “seres”, Geb y Nut son “los primeros dioses perceptibles, directamente accesibles a nuestros medios de percepción conscientes”. (5)
d) Osiris, Set, Neftis e Isis (ver más abajo donde se habla del “mito de Osiris”)
dioses egipcios
Sistema hermopolitano
La ogdóada era un conjunto de ocho dioses considerados manifestaciones de Thot, llamados también “las almas de Thot”.
La gran ogdóada de Hermópolis está constituida por cuatro parejas divinas que constituían una entidad indivisible, actuaban siempre juntas: Nun y Naunet, que simbolizaban el caos, las aguas primordiales; Kuk y Kauket, que representaban las tinieblas; Heh y Hehet, el espacio infinito y Nya y Nyat, lo intocable. Esta última pareja fue posteriormente sustituida por Amón y Amonet, que representaban el principio de lo escondido y de lo misterioso.
Estas ocho divinidades crearon una colina (Qaâ) sobre la cual engendraron un huevo del que surgió el dios Ra. De este modo se generó la luz del horizonte.
Nos dice H.P. Blavatsky que “el Huevo fue añadido como signo sagrado a la Cosmogonía de todos los pueblos de la tierra, y fue reverenciado tanto por su forma como por su misterio interno. (…) El Dios Ra, en el Libro de los Muertos, es representado radiante en su Huevo, [el Sol], y emprende su marcha tan pronto como el Dios Shu [la Energía Solar], le despierta y le da impulso. “Él está en el Huevo Solar, el Huevo al que se le da Vida entre los Dioses”. El Dios Solar exclama: “Yo soy el Alma Creadora del Abismo Celestial. Nadie ve mi Nido, nadie puede romper mi Huevo; ¡yo soy el Señor!”. (6)
Relacionada con esta ogdóada de ocho dioses, “los padres y madres que crearon la luz” y aunque no forma parte de ella, está el dios Thot que completa la enéada y que constituye el verdadero artífice de la creación pues habría llamado a la existencia a los seres y a las cosas por medio este óctuple divino equipo.
El mito de Osiris
osirisEn el antiguo Egipto, cada año se celebraba con momentos de duelo y jolgorio la muerte y resurrección del dios Osiris, cuyo mito es fundamental para adentrarnos en las concepciones tradicionales e iniciáticas de esta civilización.
El mito de Osiris simboliza la confrontación de dos fuerzas primarias, así como las diferentes pruebas que debe sortear el peregrino espiritual en su odisea hacia la luz. Como todos los mitos tradicionales, esta historia no ocurrió en un pasado remoto ni es una bonita historia llena de supersticiones sino que está aconteciendo aquí y ahora en el interior de cada uno de nosotros.
En este sentido, todo hombre puede (y debe) llegar a ser Osiris por imitación e inspiración. Por lo tanto, es posible hablar de una “osirificación” del mismo modo que en el esoterismo cristiano se habla de una “cristificación”, es decir de una identificación e “imitación” de un arquetipo divino, en un proceso que consta de dos partes básicas: una purificación previa y una posterior elevación. Muerte y renacimiento. Disolución y Coagulación. Solve et Coagula.
La historia tradicional de Osiris nos cuenta que éste era hijo del dios de la Tierra Geb y la diosa del cielo Nut, que también dio a luz a otros cuatro hijos: Horus el Mayor (que los griegos denominaban Apolo), Set (Tifón), Isis y Neftis. Más adelante, Set desposó a su hermana Neftis y Osiris hizo lo propio con su hermana Isis.
Como héroe y rey terrenal, Osiris enseñó a los hombres la civilización: la promulgación de leyes, el culto a los dioses y las técnicas agropecuarias, introduciendo el cultivo del trigo y la cebada, así como la recolección de frutos y el noble arte del vino.
Adorado por el pueblo, fue exaltado y adorado como una deidad, pero su hermano Set -lleno de odio- tomó las medidas del cuerpo de Osiris mientras éste dormía, ordenando construir un sarcófago de su tamaño exacto.
Valiéndose de astutas estratagemas, Set hizo entrar a su hermano al sarcófago y -cuando éste se colocó en su interior- lo cerró inmediatamente con la ayuda de otros conspiradores, soldando la tapa con plomo derretido y arrojando a Osiris a las profundidades del Nilo.
Cuando Isis se enteró de estos sucesos, se cortó un mechón de pelo, y vistiéndose de luto, vagó por todo Egipto buscando el cadáver de su esposo. Siguiendo las pistas, finalmente encontró el sarcófago en la ciudad de Biblos, pero Set prontamente logró recuperar el cuerpo y, cortándolo en 14 partes, decidió esparcirlas por toda la nación. Sin darse por vencida, Isis salió una vez más a buscar a su amado y con la ayuda de Thoth y Neftis, recogió todos los pedazos de Osiris excepto su falo, que había sido devorado por un pez.
Reconstruido Osiris, y con el auxilio de la magia, Isis generó un nuevo miembro viril para su esposo, tras lo cual copuló con él y quedó embarazada. Temerosa de las represalias de Set, la diosa se escondió en los matorrales para dar a luz a su hijo Horus, que a la postre sería el vengador de su padre y disputaría con su enemigo el control de Egipto.
Recreación de esta historia:
Lugares de peregrinación
De acuerdo a los testimonios clásicos, en los catorce lugares donde el dios Set escondió cada una de las partes del cuerpo de Osiris, los egipcios establecieron un recinto sagrado: en Abidos (o en Menfis) estaría su cabeza, en Busiris su columna vertebral, en Letópolis su cuello, en Atribis su corazón, etc.
El egiptólogo Nacho Ares habla de siete grandes centros sagrados: Filae, Luxor, Karnak, Dendera, Abydos, Sakkara y la mesete de Gizeh, y dice: “No me cabe la menor duda de que estos templos que aquí aparecen formaron parte de una especie de recorrido iniciático que se llevaba a cabo en el Antiguo Egipto” (7). Algunas fuentes defienden la idea de que los iniciados debían repetir el periplo de la diosa Isis en busca de las partes de Osiris a fin de “reunir lo disperso”. Indudablemente estas peregrinaciones simbólicas por los santos lugares estaban vinculadas a los diversos grados de la Iniciación egipcia y a diferentes aprendizajes que se brindaban en lugares distantes. Esta Gnosis fue compilada y reunida algunos siglos más tarde en la ciudad de Alejandría, especialmente en su Museo y su Biblioteca.
Existen varios documentos que revelan algunos aspectos de estas peregrinaciones (que no eran masivas sino exclusivas para los iniciados) y que pueden ser consultados por los estudiantes, por ejemplo el papiro T32 de Leiden o la estela de Ikhernofret.
Esta idea de “reunir lo disperso” (ad dissipata coligenda) se convirtió en uno de los leit-motiv de las escuelas iniciáticas ocidentales pues -como dice Cirlot- es “el símbolo por excelencia del retorno a la Unidad primigenia” (8), de una desintegración (caída adámica) que necesita ser complementada con una reintegración (regreso al Edén, la vuelta al Uno).
Autor: Phileas del Montesexto
www.phileasdelmontesexto.com
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