martes, 23 de junio de 2009

OBAMA HABLA SOBRE LA TOLERANCIA



La Tolerancia: Habla el Q:.H:. Obama, 32°
Desayuno Nacional

Jueves, Febrero 5, 2009
Washington, DC
(Fragmento)


"Buenos días. Quiero agradecer a los organizadores de este desayuno,
los Representantes Heath Shuler y Vernon Ehlers. También quisiera
agradecer a Tony Blair por venir hoy, así como a nuestro
Vicepresidente, Joe Biden, a miembros de mi Gabinete, miembros del
Congreso, clérigos, amigos y dignatarios de diversas partes del mundo.

Michelle y yo nos sentimos honrados al compartir con ustedes nuestra
plegaria de esta mañana…


…En el momento actual, al ver aquí presidentes y dignatarios de todas
partes del mundo, se me hace evidente que esta es una de las raras
ocasiones que aún es capaz de reunir a gran parte del mundo en un
momento de paz y buena voluntad.

…Con demasiada frecuencia hemos visto que se utiliza la fe como
herramienta para dividir a unos de otros; como una excusa para el
prejuicio y la intolerancia. Se han emprendido guerras. Se han
ejecutado inocentes. A lo largo de los siglos, religiones enteras han
sido perseguidas, siempre en el nombre de lo que se cree correcto.

Sin duda la misma naturaleza de la fe muestra que nuestras creencias
nunca serán iguales. Leemos diferentes libros. Seguimos diferentes
mandatos. Estamos suscriptos a diferentes relatos acerca de cómo fue
que llegamos aquí, y adonde iremos luego, - y algunos no profesan
absolutamente fe alguna.

Pero independientemente de aquello en que elijamos creer, recordemos
que no existe ninguna religión cuyo credo central sea el odio. No
existe Dios que consienta la eliminación de seres humanos inocentes.
Esto lo sabemos muy bien.

Sabemos también que a pesar de nuestras diferencias, hay una ley que
vincula a las grandes religiones. Jesús dijo “ama a tu prójimo como a
ti mismo”. La Torah ordena: “aquello que sea malo para ti, no lo hagas
a tus semejantes”. En el Islam, hay una enseñanza que afirma: “ninguno
cree realmente hasta que desea para su hermano lo mismo que desea para
si”. Y lo mismo vale para los Budistas, los Hinduistas, los seguidores
de Confucio y para los humanistas. Es, por supuesto, la Regla de Oro –
la propuesta que nos invita a amarnos, a entendernos, a tratar con
dignidad y respeto a todos aquellos con quienes compartimos un breve
momento en esta tierra.

Es una regla antigua, una regla simple, pero también uno de los
mayores desafíos. Porque pide de cada uno de nosotros que tomemos
responsabilidad por el bienestar de gente que tal vez no conocemos ni
admiramos y con quienes tal vez no coincidimos en todo. A veces, nos
pide que nos reconciliemos con acérrimos enemigos, o que resolvamos
viejas disputas. Y eso requiere una fe activa, vital, y fervorosa.
Requiere no sólo que creamos, sino que actuemos – para dar algo de
nosotros para beneficio de otros y la construcción de un mundo mejor.

De este modo, la fe particular que nos motiva puede promover un bien
mayor para todos. En lugar de separarnos, nuestras variadas creencias
pueden unirnos en la intención de alimentar al hambriento y confortar
al afligido; en la intención de llevar paz donde hay conflicto y
reconstruir lo que ha sido roto; para levantar a aquellos que han
caído en un tiempo de dificultad.

…Para cultivar un diálogo pacífico y productivo en torno al tema de la
fe. No espero que las diferencias desaparezcan de la noche a la
mañana, ni tampoco creo que las antiguas perspectivas y los conflictos
vayan a evaporarse repentinamente. Pero sí creo que si podemos hablar
con el otro abierta y honestamente, tal vez las viejas grietas
comenzarán a ser reparadas, y nuevas sociedades comenzarán a emerger.
En un mundo que se hace más pequeño cada día, tal vez podamos ir
dejando afuera a las destructivas fuerzas del fanatismo, haciendo
lugar para el sano poder del mutuo entendimiento.

Esta es mi esperanza. Esta es mi plegaria.

Creo que este beneficio es posible porque mi fe me dice que todo es
posible, pero también creo en base a lo que he visto y he vivido.

No me crié en una casa particularmente religiosa. Tuve un padre que
nació Musulmán pero se volvió ateo, abuelos Metodistas y Bautistas no
practicantes, y una madre que no creía en la religión organizada, a
pesar de ser la más bondadosa y espiritual persona que jamás he
conocido. De niño ella me enseñó a amar y a comprender, y a tratar a
otros como quisiera que me trataran a mí.

No me convertí en Cristiano sino muchos años después, cuando me
trasladé a la Zona Sur de Chicago luego de la secundaria. No fue por
adoctrinamiento ni por una súbita revelación, sino porque pasé mes
tras mes trabajando con gente de la iglesia que simplemente quería
ayudar a los vecinos que estaban pasando por un mal momento – sin
tomar en cuenta qué aspecto tenían, o de dónde venían, o a quién
dirigían sus oraciones…

En diferentes caminos y de diferentes formas, es (con) ese espíritu y
esa sensación de propósito… (que) venimos a compartir el pan y a dar
gracias y a buscar orientación, pero también a fortalecer nuestra
dedicación a la misión de amor y servicio que yace en el corazón de
toda la humanidad. Como San Agustín dijo una vez: “Reza como si todo
dependiera de Dios. Trabaja como si todo dependiera de ti”.

Así que recemos juntos esta mañana de Febrero, pero trabajemos juntos
también todos los días y meses que tenemos por delante. Porque es sólo
a través de la lucha y el esfuerzo común como hermanas y hermanos, que
cumpliremos nuestros mayores destinos como criaturas amadas de Dios.

Les pido que se unan a mi en ese esfuerzo, y también les pido que
recen por mi, por mi familia, y por la continua perfección de nuestra
unión.

Gracias.

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