jueves, 5 de noviembre de 2009
SERGE RAYNAUD DE LA FERRIERE - LA FRANCMASONERIA
Serge Raynaud de la Ferriere
Los
Propósitos
Psicológicos
Tomo XXIV
La Francmasonería
INTRODUCCION
No es posible en este pequeño opúsculo, repetir lo que ya hemos estudiado sobre los orígenes, la historia y los Ritos Masónicos, en la obra “El Libro Negro de la Francmasonería”.
En ese primer libro hemos detallado ampliamente esas diversas cuestiones y no podemos menos que alentar a nuestros lectores a remitirse primeramente al estudio de esos textos.
Precisemos ante todo la meta de la Francmasonería, que consiste en formar pensadores y sabios por encima de las condiciones comunes y cuya formación se hace por selección e Iniciación. Según el manual de esa organización, su definición es: Institución filantrópica, filosófica y progresiva, que tiene por objeto el ejercicio de la beneficencia, el estudio de la moral universal, el análisis de las ciencias y de las artes y la práctica de todas las virtudes.
Su enseñanza se extiende sobre todo alrededor de un punto: la tolerancia.
La tolerancia permite a sus miembros pertenecer a no importa qué religión o concepción, pero con la obligación por su parte de reconocer las mismas libertades a los otros. Así pues la Francmasonería no es una religión, pero por otra parte, sería inexacto también pretender que sea anti-religiosa. Durante las reuniones, la religión es objeto de discusiones y comentarios, y también la teología puede ser analizada y debatida sin ser puesta en duda; ello se debe a que los adherentes tienen derecho a la palabra y no están sometidos a un dogma obligatorio. El francmasón puede dar su opinión en favor o en contra de cualquier ideología.
En los países occidentales y de fe cristiana en general, algunos han pretendido que la Francmasonería es anticristiana... Nada más falso; la mayor parte de los francmasones son cristianos, pero muy a menudo anticlericales, lo cual es diferente. Se puede suponer sin embargo, que existe una mayoría de protestantes, por una minoría de católicos en las logias masónicas. Esto provendría de que los francmasones profesando en principio la fe cristiana, se oponen no obstante al dogma de la Inmaculada Concepción, no aceptan como cierta la virginidad de María y protestan contra la infalibilidad del Papa, etc... Cuestiones igualmente rechazadas por los protestantes que no dejan por ello de ser buenos cristianos. Es posible también adherirse a la Francmasonería, a pesar de ser de confesión católica, ya que en efecto, no es esta una institución que vaya contra la religión, sino que es más bien la religión apostólica romana la que resulta anti-masónica. En tanto que no se le pide al católico abandonar su fe para adherirse a la Francmasonería, las autoridades eclesiásticas si condenan a los francmasones.
Cristianos, judíos, musulmanes y hombres de todas las ideas están reunidos en el seno de la Francmasonería con espíritu fraternal, lo cual se interpreta que va contra los dictados de Roma y hace pensar que esa organización está dirigida contra el clero, siendo que ella permanece independiente de toda religión fanatizada y persigue su meta, que es establecer una gran familia humana sin ningún prejuicio contra nada ni contra nadie.
En efecto, los francmasones son en su mayor parte seres que simplemente han evolucionado, es decir que sin renegar de su fe de origen, se han elevado a un grado superior de comprensión y no sienten ya la necesidad de una disciplina religiosa. En consecuencia, los miembros de la F:. M:. no se encuentran obligados a abandonar su primera religión y conservan generalmente las bases de sus concepciones originales, aumentadas con nuevas “realizaciones”. Así se ven cristianos, protestantes o católicos, que sin practicar el culto de su religión, permanecen fieles a los principios de la cristiandad en sus aspectos moral, social y aun a veces, teológico.
El mismo fenómeno pasa en Oriente donde se ve a los budistas, a los zoroastrianos, a los hindúes, etc.... adherirse a la Francmasonería y continuar a veces la práctica del culto de su religión de nacimiento.
Es preciso repetirlo una vez más: la Francmasonería no es una religión, sino más bien una Escuela de Iniciación; su ritual, antiguo como el mundo, contiene un simbolismo cuyos elementos provienen de innumerables fuentes: Gnosis, Hermetismo, Qabbalah, Yoga, matemática pitagórica, etc.
Georges Allary, en su artículo sobre la Francmasonería, en 1953, reconoce que la Iniciación masónica es como las otras iniciaciones: un ritual de muerte y de resurrección. El “Gabinete de Reflexión” en el cual es introducido el profano, antes de su Iniciación, está pintado interiormente de negro, se colocan ahí osamentas y un cráneo humano; a veces ocurre que el profano es situado dentro de un pasaje practicado bajo tierra. Ello simboliza evidentemente la tumba. El profano debe despojarse del “hombre viejo”. Ese Gabinete simboliza igualmente la muerte del grano, del cual hablan las Escrituras: “Si el grano no muere después que ha sido echado en la tierra, no queda más que él. Pero si él muere, dará mucho trigo”. Algunas veces esa frase está inscrita sobre la pared. La palabra “neófito” significa por otra parte: ‘‘nueva planta’’.
“Mediante las nociones de Iniciación, nos situamos bastante lejos de los ideales democráticos que profesan la mayoría de los francmasones”, prosigue el autor del artículo antes citado. La Iniciación está reservada a una élite. La palabra “élite” tiene la misma raíz que “elegido”. Pero se trata de elegido en el sentido en que lo comprendía el Cristo, cuando decía: “Son muchos los llamados y pocos los elegidos”.
René Guenón (en “Ojeada sobre la Iniciación”), deduce que: “para poder ser Iniciado, es preciso poseer ciertas cualidades. En efecto, la individualidad debe surgir tal como ella es, con todos sus elementos constitutivos y requiere las condiciones concernientes a cada uno de esos elementos, incluyendo el elemento corporal”.
No hay en eso nada de injusto y no es orgullo considerarse como un consagrado a ser Iniciado. Se admite bien que no todo el mundo es capaz de hacer matemáticas superiores, o de ser artista, y lo mismo sucede con cualquier oficio. La Iniciación masónica fue también en su origen una Iniciación artesanal. En fin, la Iniciación masónica es una Iniciación de “pequeños misterios”, para emplear un término tomado por R. Guenón de la antigüedad griega; los “pequeños misterios” comprenden todo aquello que se relaciona con el desarrollo del estado humano, enfocado hacia su integridad, y llevan pues a la perfección de ese estado, es decir a la restauración del estado primordial. Los “grandes misterios” conciernen a la realización de los estados supra-humanos: toman al ser en el punto en que lo han dejado los “pequeños misterios”, es decir, en el centro de dominación de la individualidad humana; los Misterios Mayores lo conducen más allá de ese dominio, hasta el estado incondicionado que es la liberación final. En la primera fase, se puede hablar de “realización horizontal”. En la segunda de “realización vertical”. Es preciso ante todo llegar a ese punto central para poder elevarse en seguida, prosiguiendo la dirección del eje, a los estados supra-individuales.
LA FRANCMASONERIA
La historia propiamente dicha de la Francmasonería, comienza en 1717, con la reunión de las cuatro logias de Londres. Esa Masonería llamada “especulativa”, fue la continuación de aquella llamada “operativa”, la cual era en realidad la reunión de los cuerpos de oficio de los constructores de la Edad Media.
Hemos visto ya en nuestra obra consagrada a esta cuestión1 que antes de ese período, algunos documentos oficiales vienen a confirmar la existencia de la organización, pero sin embargo es aún difícil establecer el origen exacto de la Francmasonería. Uno se inclina a pensar que fue creada en Egipto.
Ella fue siempre una organización esotérica en el sentido de movimiento Iniciático, más que de sociedad secreta. Como bien lo ha dicho G. Allary, la Masonería es más una sociedad “cerrada” y no una sociedad secreta, como se la llama por la costumbre que se ha tomado de designar con la expresión “sociedades secretas” tanto a las sociedades secretas como a las sociedades clandestinas. La Masonería no ha escondido jamás su existencia. La atmósfera de secreto que rodea a la Masonería proviene sobre todo del carácter iniciático de esa sociedad. Como lo ha dicho R. Guénon, el secreto Iniciático es un secreto que no puede dejar de serlo, puesto que consiste exclusivamente en lo “inexpresable”, lo cual por consiguiente es también necesariamente lo “incomunicable”. Algunos Venerables de Logia, para hacerlo comprender, se sirven de la fábula del “Labrador y sus hijos”. No había tesoro en el campo, pero el hecho de haber removido el campo para encontrar el susodicho tesoro, es en sí mismo el verdadero “tesoro”. De la misma manera, no existe el secreto masónico; ni ningún secreto que pueda ser revelado. Pero, una vez que ha pasado por las diferentes fases de la Iniciación, el Francmasón se convierte en otro hombre: he ahí el “secreto”.
Para considerar las cosas de esta manera es preciso admitir un Principio Superior, que éste sea llamado Dios o no para el Francmasón permanece como un Ideal Puro que no es necesariamente religioso (en el sentido de un dogma) aunque no por ello deja de ser comprendido con una Conciencia elevada (en el sentido de un sistema amplio y tolerante).
Rehusando a menudo el término de “Dios”, muy fácilmente asimilable a un antropomorfismo estrecho, el francmasón “trabaja” para la Gloria del Gran Arquitecto del Universo, vocablo este bajo el cual comprende el Principio Superior Inteligente que rige todo.
El “Deus Meum Que Jus”, que se encuentra sobre la banderola del emblema del Consejo Supremo de los 33er. Grados, ha sido interpretado a veces como “Yo soy mi propio Dios y mi propio derecho”, lo cual debería ser comprendido más bien como “Dios es mi propia cosa y también mi derecho”, sub-entendido como la cosa posible de alcanzar y aun como la única cosa dentro de la aspiración idealizada.
De todas maneras el Francmasón se liga mucho más a los valores humanos que a la consideración de devoción a Dios, lo cual lo hace menos “teósofo” y un poco más “antropósofo”2. Así mismo, su veneración va dirigida sobre todo a la razón, la que comprende, bien entendida: la Conciencia, pero se muestra muy poco inclinado al automatismo reglamentado de las religiones.
En consecuencia los templos masónicos no están adornados con figuras representativas de divinidades, sino con emblemas que simbolizan los atributos de la Naturaleza en acción. Dios permanece como el inconmensurable, el inexpresable, cuya No-Manifestación no puede ser reproducida.
Bajo el emperador Diocleciano, cinco masones que rehusaron ejecutar la estatua de una divinidad del paganismo, fueron condenados a muerte. Igualmente fueron castigados con la muerte, cuatro oficiales subalternos, que se negaron a incensar el altar de Esculapio. Los nueve mártires ejecutados el mismo día, fueron inhumados en la misma sepultura. En el año 310, el Papa Melquíades, dio a los cuatro oficiales el título de Quatuor Coronati. Más tarde esos oficiales fueron confundidos con sus compañeros de suplicio, y se convirtieron en los protectores del oficio de la construcción, según nos relata Gould (en su “Historia de la Franc-Masonería”). Esta confusión no fue quizás involuntaria, ya que existe un lazo entre la masonería de oficio y las iniciaciones militares.
Es una idea muy expandida que los masones de la edad media poseían un cuerpo de tradiciones, derivadas de los antiguos misterios. Todas las constituciones manuscritas sitúan el origen de la Masonería en Egipto y en Oriente.
Si tomamos por ejemplo el hermetismo, es indiscutible que esa tradición de origen egipcio, revestida a continuación de una forma helenizada, sin duda en la época alejandrina y transmitida en la Edad Media a la vez al mundo islámico y al mundo cristiano, ha obsesionado a ciertos doctores de la iglesia cristiana de África.
En “Aspectos místicos de la Roma pagana”, Jerónimo Carcopino escribe: “Tertuliano llama a Trismegisto el más grande de los filósofos, Lactancio lo distingue con el elogio de que ha descubierto casi toda la Verdad, en cambio Arnobe, que era aún hermetista antes de convertirse en cristiano, reincorpora a su nueva fe algunas de las afirmaciones esenciales de su antiguo “Credo”, y en su obra de apologética cristiana ataca a los hermetistas discípulos de Platón y de Pitágoras, más que a los adversarios de la nueva religión”. Y, Luis Menard (en “Hermes Trismegisto”) señala que es casi siempre entre escuelas semejantes, que se emprenden las luchas más vivas, y así también se opera más fácilmente el paso de una convicción a otra.
La Francmasonería procede principalmente de la unión de una corriente Salomónica con otra Pitagórica.
Todas las palabras sagradas de la masonería son hebreas; la Era y el calendario masónicos son específicamente judíos; el presidente de una Logia se dice que ocupa la sede del Rey Salomón; las leyendas del tercer grado3 y las leyendas de los grados superiores se relacionan completamente con los acontecimientos que han precedido, acompañado o seguido, la construcción del Templo de Jerusalem.
La leyenda fundamental del grado de Maestro, corresponde a la de un personaje de la Biblia llamado Hiram, quien fue el arquitecto al cual Salomón llamó para que efectuara la construcción de su templo. La leyenda refiere que tres compañeros, queriendo abrogarse prerrogativas de Maestros, se apoderaron de Hiram y uno de los compañeros lo mató. Una vez que enterraron el cadáver, sobre la tierra frescamente removida plantaron una rama de acacia. Gracias a esa rama los compañeros que fueron en búsqueda de Hiram, descubrieron su cuerpo.
En “El Simbolismo”, Bernard E. Sones, ha subrayado la gran antigüedad de ese mito, del cual por ser una leyenda oral, muchos se sorprenden que haya podido penetrar en la masonería inglesa. Es preciso entonces percibir en todo ello la perpetuación de la organización Iniciática, que ha permitido conservar las enseñanzas de origen.
En sus “Estudios Tradicionales”, René Guenón dice: “ciertos rituales, en el grado de Maestro insisten sobre la pérdida de la palabra, que está representada como una consecuencia de la muerte de Hiram. Esa Palabra Perdida simboliza de manera general, la pérdida de la Tradición. Ella no es otra cosa que el verdadero nombre del Gran Arquitecto del Universo. Durante la construcción del Templo, la ‘palabra’ de los Maestros estaba, conforme a la leyenda del grado, únicamente en posesión de tres personajes que tenían el poder de comunicarla: Salomón, Hiram, rey de Tiro, e Hiram-Abif. ¿Por qué la muerte de este último bastó para la pérdida de esa palabra? Es que para comunicarla en la forma ritual, se necesita el concurso de los “tres primeros Grandes Maestros”.
Una logia operativa no puede ser abierta sino con el concurso de tres maestros, que tienen en su poder tres varillas cuyas respectivas longitudes están en relación con los números 3, 4 y 5; solamente cuando esas tres varillas han sido acercadas y unidas a manera de formar el triángulo rectángulo pitagórico, puede tener lugar la apertura de los trabajos…De manera similar una palabra sagrada puede estar formada por tres partes, en tal forma que tres de sus sílabas solamente pueden ser comunicadas, cada una por separado, por cada uno de los tres Maestros”.
En filosofía, se puede considerar eso como los tres planos, físico, astral, divino, es decir: cuerpo, alma y Espíritu.
En alquimia tendremos el “azufre”, el “mercurio” y la “sal”, los cuales son filosóficamente el “macho”, la “hembra” y el “neutro”. En el huevo, por ejemplo, el azufre corresponde a lo amarillo, el mercurio a lo blanco y la sal a la cáscara.
En el hermetismo se asimila el azufre al Espíritu, y el mercurio a Hermes; la sal simboliza la Sabiduría.
Los 47 problemas del símbolo del Logos Creativo, provienen del antiguo símbolo: Osiris, Isis, Horus.
Este conjunto de 9, 16 y 25 cuadrados debe relacionarse con la placa pectoral llevada por los Altos Sacerdotes de Israel:
La suma total de los cuadrados es: 144 (122). La multiplicación es igual a 4 veces 25.920, que es la duración en años de la precesión equinoccial completa, es decir, un giro completo del Zodíaco, y recordemos que es también a 25.920, que corresponde el número de respiraciones en 24 horas de un hombre normalmente constituido.
Una de las más grandes concepciones antiguas de deidad, fue la idea de un Tiempo Ilimitado dentro de ese Sin Límite, el cual estaba representado por el lento movimiento del planeta Saturno, al igual que por Kronos, mejor conocido en nuestros días como el Padre Tiempo con su reloj de arena. En ese sentido, Saturno corresponde también a Brama entre los hindúes, a Abram entre los hebreos. El valor numeral de las letras es 144 (A=1; B=2; R=100; A=1; M=40); ahora bien, esto corresponde exactamente al término Theos, Dios, (Th = 9; E = 5; 0 = 70; S = 60). De ahí se puede deducir inmediatamente que la Teología, sea griega, hindú o hebraica, se asienta sobre la misma base, y que por otra parte, todo está muy bien ligado entre sí, puesto que no es difícil descubrir tanto en las figuras como en las cifras, la gran influencia de los 47 famosos problemas de Euclides, elaborados sobre 9, 16 y 25, que son el cuadrado de 3, 4 y 5.
No insistiremos en los tres axiomas euclidianos que todos hemos aprendido en la escuela (entre dos puntos..; la suma de los ángulos de un triángulo…; dos líneas paralelas...). Ya en esta serie de “Propósitos Psicológicos” hemos explicado por qué es posible refutarlos o, al menos, agregar nuevas consideraciones matemática
El Nombre Divino explicado geométricamente da:
Ese total de 26 es el Nombre del Padre, a quien proclama el Hijo; es la Divina Esencia y la Divina Existencia (I H 0 H) “Yo soy” = 26. De la unión (Ya) de “Isho” (el Hijo) con “Ihoh” (el Padre), de la Palabra y del Pensamiento (Logos y Golos), nace “ShOPhYa" (el Infinito Psíquico y el Infinito Espiritual).
En el segundo grado (Compañero) del Rito Masónico, el nuevo Iniciado debe recibir la explicación sobre ese término “Schiboleth”, del cual se le dice solamente que significa la “espiga de trigo” y el fruto de la Sabiduría. Para la comprensión filosófica, el término “Schiboleth” en hebreo (con la letra Schin), significa en realidad “desgracia”, pero esa inicial “Schin” (21ª letra del alfabeto) es el emblema tri-unitario, el símbolo de la incidencia verbal en el universo visible: Sh OPh Ya.
En cambio el término “Siboleth” (con la letra Samech), significa “dicha”; pero la inicial Samech (15ª letra) viene a explicar el emblema del centro dualístico es el símbolo de la filosofía humana = Sofia.
La prueba física simboliza al Aprendiz, que en el primer grado debe SABER; la prueba moral es la del Compañero, quien debe QUERER; la prueba intelectual es la del Maestro, que en el tercer grado debe OSAR, y todos tienen un deber común: CALLAR.
Para el aprendiz, el mazo significa la voluntad, y el cincel, el juicio; en seguida vendrán la regla, la palanca, el compás y la escuadra para el compañero.
El compás es el Espíritu, mientras que la escuadra es la materia; es por ello que la escuadra cubre el compás en el primer grado, mientras que una sola pierna del compás queda encima de la escuadra para el compañero, y por último el compás cubrirá la escuadra para el Maestro.
Por otra parte, la abertura del compás en el ritual varía igualmente según los grados: a 45 grados para los Maestros; a 60 grados para los que han alcanzado el grado de Maestro Perfecto, en el 5° grado; una abertura de 90 grados para los Masones del 14º y 18° grado; y, para aquel que ha alcanzado el 29° grado, el compás es asociado a la escuadra.
45 grados de abertura significará un octavo de conocimiento, 60 grados un sexto de conocimiento, 90 grados de arco un cuarto de conocimiento.
La estrella flamígera con la letra “G” que aparece durante la Iniciación del Compañero, representa al ser humano (cabeza, dos brazos y dos piernas), sobre el cual va ese famoso símbolo que ha dado lugar a tantos comentarios. Es preciso confesar que la letra G adquiere una significación diferente, de acuerdo y en proporción a sus realizaciones.
Esa G puede ser el “Guimel” de los hebreos (tercera letra del alfabeto) y esconde igualmente el “Yod” (décima letra, inicial del nombre divino: IEVE y de tantos otros atributos esotéricos).
Naturalmente constituye también la inicial de Dios en varias lenguas (God, Gott, Gût), al igual que la inicial de Grande (Great, Groot) y aun de la palabra Goda que en eslavo significa “un año”, el lapso que podría quizás comprenderse como un gran Año de Platón (25.920 años), es decir el ciclo de precesión de los equinoccios.
La estrella de cinco puntas no es únicamente de inspiración pitagórica (entonces era dibujada de un solo trazo, sin levantar la punta que la dibujaba) sino que se encuentra con otros símbolos sobre algunos monumentos muy antiguos. Los masones poseían marcas de oficio, como también los otros artesanos, y esos signos son semejantes a los que se encuentran en cierto modo en todos los países. Por ejemplo en ciertas piedras de los cimientos del muro de Hiram en Jerusalem. Esas señales fueron adoptadas en su mayoría durante la época de las Cruzadas. Esos símbolos se encontraban generalmente en el exterior de los edificios; más tarde fueron disimulados en los bajorrelieves de los pilares, a lo largo de las junturas horizontales. Entre esos signos esotéricos se ha encontrado la estrella de cinco puntas, el sello de Salomón o la estrella de seis puntas, la cruz ansada egipcia, la swástica oriental, etc.
La swástica (en sánscrito “afortunado”), es lo que los ingleses llaman “fylfot”, es la cruz griega en la que cada uno de sus brazos se prolonga en ángulo recto: el “gammadion”. Ese término de gammadion o gammation proviene de la tercera letra griega “gamma”, que está representada en los caracteres de imprenta por un glifo en forma de escuadra precisamente. Se aprecian de inmediato las flagrantes relaciones que existen entre ellas. El “gammadia” es la materia, la pasividad.
Esta “gamma” y también la escuadra, son muy utilizadas en las Logias Masónicas, y se representan primeramente como una “L”, letra sagrada que ha sido la inicial dada a los Grandes Centros Iniciáticos, como en el caso de Larissa, la antigua y célebre ciudad de Grecia en la que florecía la Escuela filosófica pitagórica, donde estaba el Sabio Anaxillas. También Lacio, Lutecia, Lucotocia, Lukotaîm... de las cuales hemos visto ya las significaciones en nuestras obras precedentes. En fin, es la inicial de “Logia”.
Con la ayuda de dos escuadras (o de dos “gamma”) se obtiene una cruz, a la cual es preciso ligar el símbolo del antagonismo del Espíritu y de la Materia. Con cuatro de esos elementos se obtendrá el cuadrado, expresión en superficie de la piedra cúbica, que es preciso perfeccionar (“pulir”) para ser Iniciado completo y, en fin, igualmente otra cruz que simbolizará la unión de los cuatro elementos (tierra, agua, aire y fuego), para cumplir el equilibrio entre el Macrocosmo y el Microcosmo.
El Venerable de Honor usará colgada como collar esa escuadra, la cual simboliza con su lado derecho (más largo) el activo, y con su lado izquierdo (más corto) el pasivo. En esa escuadra se colocan los tres cuadrados que representan una vez más el símbolo del Logos creativo, basado sobre el axioma bien conocido: “el cuadrado de la hipotenusa de un triángulo rectángulo es igual a la suma de los cuadrados de los otros dos lados.
Al obtener el triángulo que queda formado al centro, se puede fácilmente imaginar el ojo del Gran Arquitecto del Universo, emblema masónico por excelencia y bien conocido de todos en el presente. Por otra parte, ciertas iglesias católicas poseen ese mismo símbolo encima del altar; otras veces el ojo de Dios se reemplaza por su nombre en hebreo (Iévé) con las cuatro letras: Yod-He-Vaw-He.
Regresemos pues a ese nombre de Dios, que hemos expresado geométricamente en las cuatro letras hebraicas que valen 26, y que como ya lo hemos visto en nuestras primeras lecciones de filosofía científica, puede escribirse por medio del Ternario en lugar del Tetragrama célebre. En efecto, ese mecanismo riguroso tiene gran número de comentarios; Dios expresado por tres o por cuatro letras... Sería preciso entonces hacer un estudio sobre ese otro gran símbolo, que representa los clavos con los cuales el Cristo Jesús fue martirizado... ¿Se representan tres clavos o cuatro clavos para colocar al Nazareno sobre la cruz?...
Hemos analizado ya en detalle el Tetragrama del Nombre Divino, para insistir nuevamente: Ieve (compuesto de las cuatro letras: Yod-He-Vaw-He), se aplica perfectamente a la Divinidad, la cual se manifiesta así por la unión del primer hombre (Aleph) con el nombre de la primera mujer (Eva). Adán es “I”, el “Yod” (principio masculino) convertido en Aleph (regreso a la Unidad), unido a “He-Vaw-He” (Eva: el principio femenino).
Hemos visto en nuestra expresión geométrica el “Yod” en la vertical y el “Hé-Vaw-Hé” en la horizontal. Es Adán (atributo activo) en su polaridad “masculina y espiritual”, y Eva (atributo pasivo) en su polaridad “femenina y material”. Es el hilo a plomo (vertical) y el nivel (horizontal) de los masones obreros, simbolizados en las Logias por el Primero y el Segundo Vigilantes con sus atributos emblemáticos. El activo (el Espíritu) está representado por el compás, el mazo, la perpendicular y la regla; en tanto que el pasivo (la Materia) está simbolizado por la escuadra, el cincel, el nivel y la palanca. En cuanto al Neutro, este corresponde a la llana.
La entrada de militares en las Logias explica que la espada flamígera y no la llana, conjuntamente con el mazo sirve de vehículo a la influencia espiritual, durante el transcurso del rito al cual le está reconocido que comunica esa influencia.
Denys Roman, aclara que la llana como la espada flamígera con su perfil en zig-zag, simbolizan el rayo. Los utensilios del masón no están ya debidamente utilizados en la Francmasonería. Quedan sin embargo como elementos decorativos importantes, así como los emblemas que se relacionan con la profesión de constructor, que son sin duda también esenciales en la Masonería llamada “especulativa” y en la vieja Masonería “operativa”. En el simbolismo de los mitos, las logias más diversas y los instrumentos de trabajo están identificados a menudo con atributos divinos; lo cual se explica por el hecho de que la transmisión iniciática estaba ligada, en las tradiciones artesanales, a la entrega de los utensilios de oficio.
Jules Boucher (en “El simbolismo masónico”), explica que no hay que sorprenderse de encontrar en una iniciación de oficio, elementos militares o caballerescos. Tomando como punto de comparación el sistema hindú de las castas4, vemos que la iniciación sacerdotal (la de los Brahmanes) está en relación con los “grandes misterios”, mientras que la iniciación de los guerreros, o “iniciación real”5 es como la iniciación de los artesanos, que está en relación con los “pequeños misterios”. Esto explica que haya habido frecuentemente contactos entre las formas de iniciación destinadas a esas dos últimas castas, y hace legítima la expresión de Arte Real, que la Masonería ha empleado y conservado hasta nuestros días.
Cuando un profano ve en algún documento masónico la abreviatura R:. L:. traduce, arrastrado por el hábito: “Reverenda Logia”. Pero debe traducirse como “Respetable Logia”. Sin embargo Plantagenet sostiene que para permanecer fiel a la tradición, sería preciso decir: “Real Logia”. Esa expresión se encuentra en los rituales más antiguos.
Es inútil insistir acerca del compás, que con la escuadra perduran como los símbolos esenciales del ritual masónico.
La cabeza del compás que lleva a veces el emblema del Sol, representa a Elohim, en tanto que las dos puntas representan a Jehovah de la derecha y Jehovah de la izquierda (como está dicho en el Zohar, ver “Propósito Psicológico” N° XI). En realidad esas tres extremidades del compás, simbolizan también las tres letras-Madres del alfabeto hebraico, Aleph-Mem-Shin, lo cual resulta en lectura semítica: Shema. Hay que señalar que se usa “semítico”, o “shemitic” especialmente en el inglés, para designar a los israelíes.
Ese shema (o “shème” en francés) que los ingleses llaman “sketch” y los españoles “esquema”, corresponde precisamente a los primeros datos de un plan, de un proyecto, a las primeras líneas de una enseñanza. Ahora bien, esas 3 letras-Madres del alfabeto hebraico, constituyen justamente la designación misma de “SheMA” que es la base de todo el lenguaje6.
Cuando el compás está en contraposición con la escuadra, se pueden ver como dos “X” enlazadas, lo cual significaría una vez más el Espíritu y la Materia. Pero ese glifo “X” representa también en el alfabeto griego la letra “Khi”, que precisamente es la inicial de los 3 atributos principales de la Alquimia: KONE, el oro que se trata de hacer; KRUSOS, el recipiente (el crisol) indispensable para operar la transmutación y KRONOS, el tiempo necesario a la Gran Obra.
Si a esas dos “X” enlazadas (simbolizando la escuadra y el compás), se les coloca a cada lado un grueso trazo que representa las dos columnas del Templo, tendríamos un hermoso símbolo francmasónico; sin embargo, se trata según los sulpicianos del siglo XVII, del monograma de la Santa Familia. Ese es el símbolo que hace resaltar el nombre de MARIA, representando con sus dos columnas a cada lado, las iniciales de Jesús y de Jose
Además se ve muy claramente la palabra: AUM
Ese vocablo es demasiado célebre y no tiene objeto repetir todo lo que ya hemos dicho durante el curso de nuestros escritos. Es el “bijmantram” que se encuentra en todas las oraciones orientales, es el emblema de la Yoga, asimilado al Ser Supremo.
Henos aquí de nuevo con una expresión de tres letras para definir la Divinidad. Sorprende, por otra parte, que el nombre del Todo-Poderoso sea expresado distintamente por 3 o 4 letras según las lenguas (hemos dado ya nuestra opinión acerca de ese Nombre, que debería ser uniforme e idéntico para todas las razas, cualquiera que fuese la lengua). Sin embargo, para ciertos mecanismos esotéricos, se puede siempre combinar ese paso del Ternario al Cuaternario, o mejor aún, del Trigrama al Tetragrama.
Por ejemplo, si tomamos el nombre de Dios en las lenguas anglosajonas, tendríamos: GOD. Recordemos ahora que en la escritura griega se escribe con una “Gamma” (en forma de escuadra), con un “Omicrom” (en forma de círculo) y con una “Delta” (en forma de triángulo), lo cual hace meditar en los símbolos bien conocidos de la Masonería. Pero, tomemos los valores numerales de esas letras en el sentido habitual de los alfabetos sagrados: 3 para “G”, 6 para “O” y 4 para “D”.
Tenemos una suma de 13, para la lectura de ese número: 3 6 4.
Notemos de paso que 13 veces 28 (el mes lunar), da igualmente 364 (los 13 meses del calendario Masónico).
Recordemos también que Horus está asimilado al signo de los Gemelos (el 3° en el Zodíaco), Isis está asimilado al signo de la Virgen7 (el 6°) y Nepthys al signo de Cáncer (el 4° en el Zodíaco) = 364.
Un cubo, hecho de cuadrados de madera, piedra o no importa de qué material, está geométricamente compuesto de SEIS caras. Si tomamos por ejemplo dos cubos (a fin de simbolizar con esos dos bloques, las dos columnas del Templo) y sumamos los números de
los lados del primero: 1+2+3+4+5+6=21. Sumando los lados del segundo tendríamos esta vez 7+8+910+11+12=57.
Tenemos pues por una parte 57 y por otra 21, y si se pone en medio el número 364, es en cierto modo como si colocáramos la trilogía egipcia, considerada como la Divinidad en manifestación, en medio de nuestras dos columnas.
Así nuestra secuencia de números invita a proseguir con la idea de dos cubos, uno a la derecha, otro a la izquierda, que suspenden entre ellos el número 364, que corresponde en letras hebraicas, según los valores numerales (Guimel = 3; Vaw = 6; Daleth = 4), al nombre de DIOS en inglés. Si llevamos ahora nuestra idea más lejos y con mucha más extensión, los dos números (21 y 57) agregados uno al otro, dan una suma de 78, lo cual es tres veces 26.
Ahora bien, hemos visto que justamente 26 es el número de Dios en hebreo: Ieve (Yod = 10; He = 5; Vaw =6; He = 5). Es el "J. H. V. H.”, del cual los Antiguos formaron la expresión: "Aquel que fue, Aquel que es y Aquel que será”.
Por comodidad hemos dicho que los dos cubos podrían representar las dos columnas del Templo, pero en realidad esto es inexacto, ya que los mismos números 57 y 21 no simbolizan los dos pilares de entrada de las logias, y será más justo decir que esos dos cubos son el símbolo de las dos piedras que se encuentran en “el Occidente” de los “Talleres” masónicos (aunque en nuestros días generalmente no se pone más que una piedra).
Antiguamente de un lado estaba una piedra bruta, emblema del neófito; del otro una piedra tallada, símbolo del Iniciado en el trabajo; pero hoy la piedra bruta, uno de los objetos rituales de una logia, se encuentra no lejos de la entrada representando al candidato a la Iniciación, y la piedra cúbica está colocada del lado del altar.
Según el código Boileau, que constituye la más antigua colección escrita concerniente a los Masones operativos, los preparadores de argamasa y los talladores de piedra, disfrutaban de ciertos privilegios que les habían sido otorgados por Carlos Martel. Esa tradición concuerda con el hecho de que la leyenda de ese oficio en Inglaterra, representa al Salvador de la Cristiandad como Patrón de la Masonería operativa.
Por otra parte Tito Burckhardt, escribe: “El arte de la construcción de los Templos abarca el de la escultura, pues durante la construcción de los templos con piedra —principalmente las catedrales— cada piedra era tallada en la cantera antes de ser colocada; el escultor era ante todo un tallador de piedra, y el arquitecto mismo no era sino el primero entre los talladores de piedras, el que por su visión de conjunto, sabía indicar la justa medida de cada pieza. La formación del Cosmos a partir del caos, expuesta en la construcción del edificio sagrado, se repite en escala menor en la talla regular de la piedra bruta, que representa así la MATERIA PRIMA para la obra completa”.
Así pues, la inscripción “Ordo ab Chao”, en el emblema del grado 33 es una llamada a la gran disciplina indispensable en materia Iniciática.
En efecto, el conocimiento Iniciático no es un conocimiento teórico. El hombre que lo recibe es transformado por él. Pero el aspirante no accede a ese conocimiento sino en la medida en la que él se va transformando. René Guenón insiste más aún al decir: “Aquello que es transmitido por la Iniciación no es el secreto mismo, puesto que él es incomunicable, sino la influencia espiritual que tiene a los ritos por vehículos”.
La expresión los “Hijos de la Viuda” mediante la cual se designa a veces a los francmasones, se explica correctamente de la siguiente manera: la “Viuda” es la Naturaleza siempre virgen y fecunda. Es Isis, la “Gran Viuda” de Osiris. Los griegos atribuían el sobrenombre de “Viuda” a Juno. Pero existe igualmente un origen “salomónico” de esa extraña expresión. El Primer Libro de los Reyes (VII-14) indica: “El Rey Salomón hizo venir desde Tiro a Hiram, hijo de una viuda de la tribu de Neftalí y de un padre tirio que trabajaba el bronce…”. Así, la francmasonería puede ser considerada como “la Viuda” de Hiram.
El local donde se reúne una logia es llamado: el “Templo” y simboliza a la vez el templo de Salomón y el cosmos. La palabra “logia”, que puede relacionarse con el “loka” sánscrito, por intermedio del “locus” latino, significa “el mundo”.
Dice la Biblia que Hiram fabricó dos columnas en bronce (I Reyes VII-15): “El levantó las columnas en el pórtico del Templo, y cuando hubo levantado la columna de la derecha la llamó Jakin, después levantó la columna de la izquierda y la llamó Boaz” (VII-21). (En la Catedral de Wurtzburg se encuentran 2 célebres columnas, en las cuales están grabados esos 2 nombres).
Esas dos columnas están colocadas a la entrada del Templo masónico. En una está inscrita la letra B, en la otra la letra J; la de la izquierda corresponde al pasivo y la de la derecha al activo, es el mundo de la dualidad; en cuanto al altar que ocupa el fondo del templo representa el Principio, o mejor, la Unidad Principal.
Cuando se dice que los masones trabajan para la construcción del Templo, es preciso sobrentender el “Templo” como su propia individualidad (como el “crisol” de los alquimistas). Se trata de la imagen de la transformación (la “transmutación” de la alquimia espiritual), que debe operarse en la persona misma del francmasón. Esa GRAN OBRA es la Tarea a la cual se dedican todos los verdaderos hombres de pensamiento (Qabbalistas, Hermetistas, Yoghis).
Jean Reyor sostiene que el personaje de Salomón pertenece a la vez a las corrientes del Judaísmo, del Cristianismo y del Islam. Pero se le puede considerar como una prefiguración del Cristo glorioso. En la prosecución de los tiempos, la expansión del cristianismo trajo una especie de integración de la Masonería a través de la jerarquía de las organizaciones iniciáticas cristianas, cuyo Maestro es San Juan, y es así que toda Logia se convirtió en “Logia de San Juan”.
Georges Allary, en su artículo “Crapouillot” N° 20, relata que “en 1936 se descubrió en York un manuscrito que se remonta a 1726, o a 1672 (las cifras que constituyen la fecha del documento están invertidas, según el uso que ha persistido hasta nuestros días). Ese manuscrito convierte a Noé en el personaje principal de la Masonería. Se cree que ha existido en Londres, al comienzo del siglo XVIII, una logia que forjaba masones conforme a un rito antediluviano. Los símbolos diluvianos continúan siendo importantes hoy día: el arca de Noé, los tres viajes de la paloma y el arco-iris”.
“Se podría evocar también la más antigua de las sociedades secretas chinas Tien-Foe-Whe, la ‘Triada’, donde se encuentra el triángulo8, la escuadra y el compás, emblemas fundamentales de la masonería. El compás y la escuadra corresponden, uno al círculo, el otro al cuadrado, es decir a las figuras que en la simbología universal, representan respectivamente el Cielo y la Tierra”9.
El mediador entre el Cielo y la Tierra, es el Arquitecto, el cual ocupa un lugar eminente en todas las civilizaciones tradicionales. Su papel es el de construir una réplica de la armonía del mundo. Hay también un recuerdo de ese papel en el título de Soberano Pontífice que lleva el Papa.
Fundándose en el simbolismo alquímico, Felipe Lavastine ha dado una clave acerca de los medallones del portal central de Nuestra Señora de París; y también existen incontables indicios en las esculturas de las más célebres iglesias de muchas partes.
Como es lo normal, ese arte es esencialmente sacerdotal. En Europa continental, los planos primordiales emanaron de la Abadía de Cluny y también de personas formadas en ese monasterio. Muy rápidamente los maestros de obra laicos se multiplicaron. Entre 210 nombres de artistas que se registran en el período comprendido entre el siglo XI y el XII, se cuentan 64 monjes por 146 laicos. Existen constituciones manuscritas de Masonerías operativas; el más antiguo de esos documentos data de 1583. La primera “Carga” consistía en “ser fiel a Dios y a la Santa Iglesia y evitar el error y la herejía”…
Según Henri-Felix Marcy (en “Ensayo sobre el origen de la Francmasonería”) la masonería operativa nació en Francia, porque los maestros de obras francesas parece que tuvieron una participación preponderante en la construcción de las grandes catedrales de otros países. Sería sin duda más justo pensar que ha venido del Oriente, de donde fue introducida en Francia por los arquitectos bizantinos en primer lugar.
Es difícil ponerse de acuerdo al exponer el origen de la palabra “Franc-Masón”. Para algunos, se trataría de un derivado de “franqueza”, término que fue concedido en el medioevo a ciertos grupos del oficio. En el siglo XIII los masones tenían como estatuto especial, el derecho de regirse a sí mismos. Marius Lepage (en “Simbolismo”, 1949) recuerda lo que Burkhardt explicaba ya sobre el lazo entre masones y escultores. El término “freemason”, vendría de “freestone” (piedra libre, piedra tierna) por oposición a la piedra dura que empleaban los “Roughmasons” (mano de obra y simples desbastadores de la piedra bruta).
Pero algunos han señalado igualmente que “freestone”, no es otra cosa que la traducción de “franche pere”, francés antiguo, en el cual el adjetivo franco significa “de excelente calidad”, y que trabaja el “masoune” (vieja palabra francesa para designar al obrero constructor).
La Logia de los Masones operativos, era el local donde se reunían los Maestros de la obra para discutir los asuntos que no debían ser conocidos por la multitud. La expresión “entrada en logia”, es aún empleada actualmente por los estudiantes de Bellas Artes. A veces la Logia se encontraba dentro del monumento religioso mismo, lo cual ha sido un viejo hábito universal.
Por otra parte, no es dudoso el carácter cristiano de la Masonería original, pues las “Cargas” son prueba de ello, y los primeros masones estuvieron muy sometidos a la iglesia católica.
Las cosas se transformarían. Hacia 1430, a continuación de las guerras con Inglaterra, Escocia se despobló y llamó a los obreros de Francia. Poco después la masonería “franca” (franche), era introducida en todo ese país.
En lo que concierne al paso de masonería “operativa” a masonería "especulativa”, reina una multitud de contradicciones.
Notemos que no es por azar que hoy la palabra “especulación” designa alguna cosa teórica, desligada de lo real. Para René Guenón, no hay duda: la transformación de la Masonería a comienzos del siglo XVIII, lejos de constituir un progreso, implicó si no necesariamente una desviación, al menos una degeneración en el sentido de empequeñecimiento. (Tesis que hemos ya defendido en nuestro precedente libro sobre la cuestión). La disminución de que habla Guenón, consiste en la negligencia y el olvido de todo lo que es “realización”, es decir de todo aquello que es “operativo” en el sentido profundo de esta última palabra. Ya que también es un error confundir “operativo” y “corporativo” como lo señala justamente Georges Allary. Las fraternidades no ayudaban solamente a los hombres que las componían a hacer bien su oficio, sino que estaban destinadas a llevarles a ese cumplimiento de su ser que es la REALIZACION INICIATICA.
Gould supone que el uso de “aceptar’ miembros extraños a la profesión, remonta a una época más antigua que el proceso verbal de la Logia de Edinburgo efectuado el 8 de junio de 1600, y que es la primera información relativa a un miembro no-profesional recibido en una Logia de masones.
En 1670, del número total de compañeros del oficio de la Logia de Aberdeen, era menos de una cuarta parte la que estaba constituida por masones de oficio. Entre sus miembros figuraban eclesiásticos, médicos, comerciantes y tres nobles.
Ya en 1688, la masonería era mantenida bajo sospecha a causa de sus misterios; era la época en la cual los Estuardo habían sido destronados y era preciso cimentar la unión de los antipapistas, devotos de la nueva dinastía. La masonería podía ser un terreno de entendimiento, a pesar de que aún había numerosos partidarios de los Estuardo entre los masones.
En 1710, Anderson, ministro de la capilla presbiteriana de Londres, fue nombrado Capellán de la Logia operativa de San Pablo. En 1714 él comenzó a tener reuniones, en las cuales los masones operativos al principio no podían asistir, pero más tarde ellos se unieron y formaron la “Gran Logia de Inglaterra”. En la fiesta de San Juan Bautista, el tercer año del reinado de Jorge I, es decir el 24 de junio de 1717, los talleres se reunieron y eligieron a Antoine Sayer como Gran Maestro de los Masones. El año siguiente, George Payne fue elegido, después lo reemplazó el reverendo Teófilo Desaguliers (hijo de un pastor francés). En 1720 Payne fue escogido de nuevo, y en 1721 fue reemplazado a su vez por John, duque de Montaigu, quien fue el primero de una larga serie de Grandes Maestros pertenecientes a la nobleza.
Anderson, en colaboración con Payne y Desaguliers, fue encargado de redactar las Constituciones, que fueron aprobadas en 1722. Uno de los capítulos de esas Constituciones fue consagrado a los orígenes de la Masonería y atribuye el conocimiento de los principios de la Masonería a Adán, quien transmitió ese conocimiento a sus hijos Caín y Set. Noé habría construido su arca según las reglas de la Masonería y la leyenda continúa invocando a Moisés, Salomón, Pitágoras, Euclides, etc. (ver estos detalles en nuestra obra “El Libro Negro de la Fracmasonería”).
La segunda sección comprende los “Old Charges”, pero la que es más importante es la que se relaciona con Dios y la religión, porque provoca numerosas y vivas reacciones. En efecto, a partir de ese momento, no había ya la obligación de que el cristianismo fuera la UNICA religión de la Francmasonería.
Ello se estipula así: “El masón está obligado por su promesa, a obedecer la ley moral y si comprende bien el Arte, no se convertirá jamás en un ateo estúpido ni en un libertino irreligioso. A pesar de que en los tiempos antiguos los masones han estado sometidos en cada país a la obligación de profesar la RELIGION DE DICHO PAIS, CUALQUIERA QUE ELLA FUESE, se estimó más oportuno a partir de este momento, no imponerle otra religión que AQUELLA SOBRE LA CUAL TODOS LOS HOMBRES ESTAN DE ACUERDO y dejarles en libertad en cuanto a sus opiniones particulares”.
La decisión de aceptar hombres de religión no cristiana era ya aplicada. En 1732 un judío fue iniciado y, a continuación, se encuentran numerosos nombres israelitas en la lista de los primeros Grandes Dignatarios.
En el seno mismo de la Federación, las cosas concurrían simultáneamente; la Gran Logia se oficializaba más y más y el 5 de noviembre de 1737, Federico Príncipe de Gales fue admitido en la Francmasonería.
A pesar de la segunda edición de las “Constituciones” de Anderson en 1738, que tenía algunas modificaciones tendientes a reunirse a la religión cristiana o más exactamente a la tradición bíblica10, la gran TOLERANCIA Masónica no estaba hecha para agradar a la Iglesia Católica, que en la nueva orientación de la Masonería vio quizás una inspiración protestante, o previó sin duda también, por el modo de constituir logias de una manera muy rápida, que la Francmasonería podía tener así una iglesia dentro de la iglesia. En consecuencia y de todos modos, Clemente XII reprochó a los masones someterse a reglas que habían sido forjadas por los mismos masones y, naturalmente, condenó la práctica del secreto y el juramento, que hasta entonces sólo el clero se permitía; en fin, fue la bula “In Eminenti” de ese año de 1738, la que prohibió a los fieles adherirse a la Francmasonería, propagar su doctrina, recibir en su casa a masones o asistirlos, bajo pena de excomunión.
Así, a la gran tolerancia humanitaria que ofrecía generosamente la Francmasonería con espíritu fraternal, la iglesia de Roma respondió con un gesto poco digno de la caridad cristiana.
Desde esa primera bula de excomunión, una multitud de bulas han venido a condenar a la Francmasonería, la cual ha puesto en práctica el hermoso ejemplo crístico: “Si te abofetean una mejilla, ofrece la otra”…, aceptando en el seno de la Institución todas las creencias, incluyendo los católicos que son cada vez más numerosos, y ello sin cambiar en nada su actitud hasta nuestros días.
Por otra parte sorprende que los católicos acepten honores y ayuda de los francmasones, como por ejemplo Francois Mauriac, que tanto escribió contra la Masonería y quien recibió el Premio Nóbel de manos de un rey francmasón.
En 1731 fue iniciado el primer masón de línea real, el Duque Francisco de Lorena, quien se convirtió más tarde, por su matrimonio con María Teresa, en Emperador de Alemania; fue el padre de María Antonieta. Desde entonces, fueron numerosos los príncipes y reyes que se iniciaron en la Francmasonería, como el Rey Jorge VI de Inglaterra, recibido en la Logia de Glamis en Escocia, cuando todavía era Duque de York; el Duque de Edimburgo iniciado en 1952, etc.
En Francia, la Masonería “operativa” parece haber sobrevivido hasta el siglo XVIII, pero en su conjunto, es preciso decirlo, la Francmasonería actual proviene de la Gran Logia de Inglaterra. La primera logia inglesa en Francia fue fundada por Lord Derwentwater en 1725. El célebre Montesquieu encontró a Lord Chesterfield y fue iniciado el 16 de mayo de 1730. El Duque de Wharton parece haber sido el Gran Maestro para Francia, en nombre de la Gran Logia de Inglaterra.
En 1737, Luis XV empezó a desconfiar, y el Cardenal Fleury hizo prohibir todas las asociaciones, y en especial la de los “Freys-Maçons”. Fue el año del discurso de Ramsay, el cual constituyó un acontecimiento importante en la historia de la Francmasonería.
El Caballero Ramsay era un escocés que se había nacionalizado en Francia, y fue convertido por el filósofo Fénelon a la idea de que una suprema autoridad era necesaria para interpretar la Revelación.
Según él, la Orden Masónica se remonta a las Cruzadas y en esa época formó una unión con los Caballeros de San Juan de Jerusalén. Durante las últimas Cruzadas, las logias se establecieron en toda Europa occidental y notoriamente en Francia. Y fue de Francia que ellas se trasladaron a Escocia, donde habían preservado su antiguo esplendor. En la celebración de San Juan en el verano de 1738, Luis de Pardaillan de Gondrin, Duque de Antin, fue elegido Gran Maestro general y perpetuo de las logias de Francia. Este acto disoció oficialmente la Francmasonería francesa de la Masonería británica.
Según Georges Allary: “La primera condenación a la Masonería por la Santa Sede, que siguió de inmediato al discurso de Ramsay, hace pensar que Ramsay, alumno de Fénelon, representaba una influencia católica que Roma no juzgaba deseable; se podría agregar quizás, que dicha condenación fue un episodio de la lucha teológica entre el Agustinismo y el Tomismo”.
Ese autor nos da todavía algunas explicaciones: “La bula de Clemente XII dejó a los católicos masones, completamente indiferentes. Durante los primeros años del pontificado de Benito XIV, sucesor de Clemente XII, corrió el rumor de que este último, cuando era aún el Abad Lambertini, había sido iniciado en una logia de Bolonia, y se consideró que la anterior decisión papal no se mantendría más, puesto que quien la había tomado estaba muerto. Benito XIV se decidió entonces a ratificarla en 1751. Esta nueva condenación tampoco molestó a los franceses. Se continuó asistiendo tanto a las sesiones de Logia, como a la misa de la Iglesia con entera tranquilidad de espíritu. El mismo clero no cesaba de frecuentar los Talleres Masónicos. En víspera de la revolución, se encontraban sacerdotes en casi todas las logias. Ellos pertenecían a casi todas las categorías religiosas, y un gran número de logias tenían como Venerables a Canónigos, Abades, Oratorianos, Benedictinos, Cistercianos, etc.”
Sería falso por otra parte, pretender afirmar que esa parte del clero que se adhería a la Masonería, traicionaba al catolicismo. La Francmasonería no es antirreligiosa. El Padre Bertelot escribe: “Existían en las logias tradiciones católicas, que antes de desaparecer bajo la presión de las Logias de origen protestante, durante largos años permitieron a los sacerdotes iniciados aliar su unión a la Francmasonería y su fidelidad a la Iglesia”.
Dicho autor reconoce aun (en “La Francmasonería y la Iglesia Católica”) que el clero del siglo XVIII fue en su conjunto, digno, piadoso y caritativo, a pesar de que poco a poco muchos abusos se fueron infiltrando. Según él, esos abusos provienen de que numerosos nobles del clero, no ven en la prelatura sino una simple carrera aprovechable, y también de que los prelados tienen una autonomía demasiado grande.
Se conocen los abades de salón, los abades poetas…
Francois Joachim de Bernis, arzobispo de Albí, fue el autor de varios poemas ligeros11; el Abad de la Chaise, refiere los concursos de disertaciones sobre los atributos de Venus; el Abad de Choisy, conservó lo más que pudo su impertinencia habitual de vestirse de mujer, y fueron muy conocidas todas las locuras que hizo bajo estos hábitos.
El P. Bertelot concluye: “Muy alejados de la Santa Sede, casi sin contacto con ella, el alto clero ya no recibía la savia vivificadora”.
Durante la formación del grupo de las Nueve Hermanas, dos eclesiásticos formaban parte del núcleo de los fundadores: ese constituyó el sitio de reunión de los filósofos más anticristianos. Fue el Canónigo Cordier de San Fermin quien propuso a la Iniciación al gran escritor Voltaire, quien fue recibido el 7 de abril de 1778 en el seno de la Francmasonería, por cuatro sacerdotes; al día siguiente de su recepción, trece eclesiásticos estaban presentes en la logia.
Amiable reporta que “el 16 de febrero de 1785, durante el congreso general de la Logia, en el Comité secreto de los Amigos Reunidos, se advirtió la presencia del Abad Sieyés, del Cardenal de Bernis, del Abad Gregorio, del Abad de Espagnac, del Abad de Pampelonne, del Abad de la Roche, del Abad del Santo-Nombre, del Abad de Talleyrand-Perigord; entre sus compañeros de congreso estaban: Condorcet, Petion, Mirabeau, Marat, Robespierre. . .".
Georges Allary concluye: “Se ha sostenido a menudo que las medidas tomadas por la Santa Sede contra la Francmasonería, fueron el origen de la evolución anticlerical y aun anticatólica de la Masonería francesa. La perfecta indiferencia con la cual los franceses acogieron las condenaciones pontificales, hace pensar que no significaron nada para ellos.
De todos modos, estaba en el aire la idea de una religión sin dogmas, valedera para todos los hombres. La francmasonería era un sitio de encuentro indicado para los filósofos.
Si por su parte la evolución de la Masonería hacia una actitud anticlerical, no parece haber sido influida por los anatemas del Papa, en cambio está fuera de duda, que esa evolución determinó a la Santa Sede a mostrarse más y más violenta en sus ataques contra la Masonería”.
Ya hemos dicho al comienzo de este capítulo, que no queremos repetir lo concerniente a lo histórico y a los diversos ritos ya analizados en nuestra primera obra, el Libro Negro de la Francmasonería, a la cual reenviamos al lector.
El Rito Escocés Antiguo y Aceptado, es el sistema más empleado por las logias masónicas en todo el mundo y está compuesto de 33 grados.
Los grados “simbólicos” comprenden los tres primeros grados (Aprendiz, Compañero, Maestro), llamados también de la masonería “azul”.
Los grados “capitulares” que engloban del 4° al 18° grado, es decir, de Maestro Secreto hasta Sublime Príncipe Rosacruz12, forman parte de la masonería “encarnada”.
Los grados “filosóficos” que parten del grado 19 (Gran Pontífice), al grado 30 (Caballero Kadosh)13 son considerados como la masonería “negra”.
Los grados “Superiores” que comprenden los 31, 32 y 33 (Gran Inquisidor Inspector Comendador, Sublime Príncipe del Real Secreto, Soberano Gran Inspector General), son considerados como la Masonería “blanca”.
Los diferentes rituales inherentes a cada grado, no siempre son practicados en las logias, y generalmente no se consideran como verdaderas Iniciaciones sino los tres primeros grados que son siempre en los que “se trabaja”.
Se practican aún los grados de “Maestro Secreto” (4°), “Gran Maestro Arquitecto” (12°), “Real Arco” (13º), “Gran Elegido y Perfecto Masón” (14°), “Rosa-Cruz” (18°), “Caballero del Sol” (28°), “Gran Escocés de San Andrés” (29°) y “Caballero Kadosh” (30°); los grados intermedios son dados “por comunicación”.
Sin embargo, la mayoría de los masones de hoy, consideran que la Masonería simbólica o Masonería de Talleres azules, es completa.
Marius Lepage, ve en el sistema de los altos grados, un panteón de iniciaciones que han muerto después de haber cumplido su tarea. René Guenón hace una mayor distinción, y pretende que hay dos especies de altos grados: aquellos que tienen un lazo directo con la Masonería y aquellos que representan vestigios de la iniciación antigua. Algunos autores ven en el sistema llamado “Régimen de la Estricta Observancia”, una creación de los jesuitas, quienes habrían sido los Superiores Desconocidos -“Supérieurs Inconnus” en francés- (esas dos palabras en latín tienen las mismas iniciales que Societas Iesu).
Otros pretenden que esos Regímenes están inspirados por los judíos.
En “Ojeadas sobre la Iniciación”, R. Guenón escribe: “Toda organización iniciática regular, debe proceder de Centros Espirituales, es decir, centros secundarios unidos a su vez al Centro Supremo, que conserva el depósito de la Tradición Primordial. En el seno de una misma organización, puede existir una doble jerarquía: por fuera de la jerarquía visible que constituyen los jefes aparentes de la organización, podrá haber otra jerarquía, invisible ésta, cuyos miembros aseguran la ligación efectiva con un centro Espiritual. Tal habría sido el papel de los rosacruces entre los siglos XIV y XVII, y el de los Superiores Desconocidos en el siglo XVIII”14 .
En todo caso la “Estricta Observancia”, tuvo un éxito demasiado rápido, y es posible que haya nacido antes de su fecha oficial de origen, 1312, con el Caballero de Aumont. Es plausible que haya sido formada por los Caballeros del Templo; pero es igualmente posible que haya existido mucho antes y que los Templarios le hubieran dado un nuevo empuje a ese Régimen de Caballería Iniciática, en el momento en el cual su orden acababa de ser disuelta por Felipe el Hermoso y Clemente V (ver Mensaje N° II en la serie de los Grandes Mensajes).
En 1774 había ya una docena de príncipes reinantes entre los miembros de la Estricta Observancia. A la muerte del Barón von Hund, jefe de esa Orden, se supo por medio de sus documentos, que Carlos-Eduardo Estuardo era el Gran Maestro de los Templarios, reconocido por la Estricta Observancia. A su muerte en 1788, fue el Duque de Brunswick quien le sucedió en esas funciones, y en 1792 fue Carlos de Hesse, a su vez, el “Gran Maestro de la Orden”.
La Estricta Observancia dio nacimiento a la “Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa”; lo cual dio nacimiento en seguida al “Rito Escocés Rectificado”; ella influyó igualmente en el “Rito Sueco”, cuyos fundadores fueron iniciados en Francia. Hacia el final del siglo XVIII, fueron creados otros varios rituales, por personajes influidos indudablemente por ese movimiento (Swedenborg, Zinnendorf, Cagliostro, Wuillermoz, Martínez de Pasqualli, San Martín, etc.).
El escritor Francmasón J. M. Ragón atribuye a los jesuitas la invención del grado Rosa-Cruz; él sostiene que es posible que los jesuitas hayan buscado tener influencia en la masonería, como habían buscado tenerla en las cortes. Parece ser que ellos no lo lograron. El concluye diciendo: “En la época que precede a la supresión de la Compañía de Jesús por el Papa Clemente XIV en 1773, los jesuitas representaban un poder generalmente temido y aun detestado, en las logias más que en cualquier otra parte. No se excluye que los masones hayan participado en la decisión de los Parlamentos, que en 1762 prohibieron la Compañía de Jesús”15.
En todo caso es más o menos seguro que el Rito de York (el Royal-Arch) fue una creación de los jesuitas en 1777 en Escocia; existe naturalmente el Rito Jesuítico que no es precisamente de ese orden de ideas, pero que está evidentemente influido por el Rito Coens (sistema clerical y sacerdotal denominado también “Los Elegidos Coen” o “Elegidos Cohen”).
En Alemania, la Logia de Hamburgo había iniciado ya, el 14 de agosto de 1738, al Príncipe heredero de Prusia. El futuro Federico II, abrió más tarde una logia que fue el punto de partida de la Masonería en Prusia. Otra Logia se constituyó en Berlín en 1740, con la aprobación del Rey (quien había partido para la campaña de Silesia) y fue de ese Taller, que salió la más antigua Gran Logia de Prusia (La Gran Logia Madre “A los Tres Globos”).
En Austria fueron tomadas medidas contra la masonería en 1743. Entre los masones austriacos de finales del siglo XVIII, es preciso citar a Mozart, el cual compuso ciertas obras, especialmente para reuniones masónicas. (Ver detalles en nuestra obra “La Misión de los Artistas”, Mensaje VI de la Serie de los Grandes Mensajes).
La Masonería norteamericana jugó naturalmente un gran papel en la guerra de Independencia. El primer personaje que pagó con su vida el sacrificio por la causa, fue José Warren, Gran Maestro provincial y Jefe de los Ancianos del Estado de Massachusetts, en donde estaba la primera Gran Logia soberana e independiente de América. Los oficiales más populares y preponderantes de esa guerra, fueron francmasones. El estado mayor del general Green, estaba compuesto de cinco masones. La Declaración de Independencia que inspiró la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la revolución francesa, estaba muy en el espíritu de la Masonería.
George Washington había sido Iniciado a la edad de 20 años en Virginia. El utilizó la Francmasonería para formar el gobierno de los Estados Unidos y para obtener el apoyo del Viejo Continente.
La ayuda dada por Francia a las colonias de América que estaban en lucha, se debió en gran parte a la actividad del Masón Benjamín Franklin, quien había visitado ya las logias de Francia; él era el Venerable de una de las más viejas logias de América, aquella que existía en Filadelfia mucho antes que la logia de San Andrés de Boston.
Además de La Fayette, Francia dio hombres tales como el Conde de Estaing, Rochambeau, de Grasse, el Vizconde de Noailles y el Conde de Segur.
La Fayette fue recibido en 1777 en Valley Forge, pero ya había sido iniciado en Francia antes de su partida.
En América se edificó una verdadera nación masónica, la cual no ha cesado de prosperar después.
En la India, la Logia más antigua parece ser la que se abrió en Calcuta en 1730. En China y en Japón, fueron los ingleses quienes constituyeron las logias masónicas. En África, han sido los franceses, los ingleses y aun los italianos, los que se han hecho representar masónicamente.
La divisa “Libertad, Igualdad, Fraternidad”, que la II República Francesa adoptó en 1848, es una divisa masónica. Se la encontraba ya, dicen algunos, en un librito (antimasónico por lo demás) publicado en 1746 por el Abad Larudan. Denys Roman piensa que el empleo de esa fórmula en las logias es de una interpretación perfectamente ortodoxa: la meta suprema de la Iniciación es la Liberación.
Sólo el Iniciado puede llamarse hermano de los otros seres. El es inclusive uno con el mundo (lo cual es una condición de su desligamiento). En cuanto a la Igualdad, es preciso encararla aquí sobre todo en tanto que ella expresa una idea de equilibrio, puesto que se trata, en suma, de alcanzar el “Invariable Medio”, de pasar más allá de las formas cambiantes.
“Hablar mucho agota sin cesar, más vale guardar el Medio” (en el Tao-Te-King, cap. V).
El gran filósofo Lao-Tsé, entiende por aquello, que los nombres atribuidos a los seres y a las cosas para “distinguirlos”, identificarlos o evocarlos, se aplican solamente a las apariencias percibidas por los sentidos, y que en realidad son nombres que no nos revelan nada de la esencia y de la verdadera naturaleza de esos seres.
Ese sabio dice además (Tao-Te-King, cap. VII): “El cielo y la tierra duran siempre. Si ellos duran siempre es porque no viven para sí mismos. He ahí lo que les permite durar indefinidamente. Es por ello que colocándose en el último lugar, el Santo-Hombre se encuentra en el primero; olvidando su persona él la conserva. Porque no persigue fines egoístas, realiza a la perfección lo que él emprende”.
En efecto, todas nuestras maneras de pensar y de hablar son inaplicables al Absoluto. En el Zohar (tomo VI, pág. 97), se encuentra también esa explicación: “La Luz que está en el interior es misteriosa y ahí reside Aquel que no se manifiesta ni se revela. Todas las lámparas son iluminadas por el Anciano Sagrado, el Misterioso de los Misteriosos, la Lámpara Suprema. Todas esas Luces que se manifiestan no existen fuera de la Lámpara Suprema y no revelada”.
En fin existe aún esta cita del Tao-Te-King (cap. XL): “El retorno es el movimiento del TAO; la debilidad es el medio del cual él se sirve. Todas las cosas bajo el cielo nacen en el Ser, el Ser nace en el No-Ser”.
Sabemos que el TAO (la Vía, el Camino Iniciático) cuando se manifiesta, es el TE (la Virtud). Es el Ser aún no particularizado en quien nacen todos los seres. Ellos se desarrollan, proliferan vigorosamente, y después cada uno regresa a su origen (según lo que está expuesto en el capítulo XVI del Tao-Te- King). Ese movimiento inverso es llamado por Lao Tsé: “El Retomo”.
Según Jean Herbert (en su colección “Taoismo”): “Esa palabra es inadecuada como lo sería cualquier otro término tomado de las lenguas humanas, puesto que el TAO es TODO y nada de lo que existe puede, propiamente hablando, abandonar el TODO para en seguida volver a él. Así mismo el movimiento mediante el cual se opera esta mutación, no puede ser concebido por nuestra inteligencia, ya que se confunde con el acto creador”.
Esos principios los hemos explicado ya en particular en nuestro N° IV de esta serie de “Propósitos Psicológicos”, exponiendo los conceptos kantianos en paralelismo con las ideas del existencialismo.
En fin, teniendo en cuenta la relatividad y la impropiedad de nuestra lengua, existe pues el nacimiento y el renacimiento del ser en el No-ser. Ahora bien, nacimiento y renacimiento están colocados bajo el signo de la debilidad, único instrumento del TAO (según el capítulo 40).
La debilidad, la agilidad, la suavidad maleable, caracterizan aquello que es o regresa al estado de nacimiento, el cual, estando muy próximo de la Virtud del TAO, se beneficia más largamente de su poder vivificante y protector.
“Aquel que acata en sí la grandeza de la Virtud, semeja al recién nacido”, misteriosamente protegido contra los enemigos exteriores y dotado de una resistencia aparentemente sin relación con su frágil constitución, “tan perfecta es el alma vital”16.
Seis siglos más tarde, otro gran Maestro viene a repetir más o menos esa misma enseñanza; se trata de Jesús el Nazareno, cuyas palabras nos relata Mateo (Evangelio según San Mateo, XVIII, 3-4): “En verdad os digo que si no cambiáis y no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los Cielos. Aquel pues que se haga humilde como un niñito, será el más grande en el reino de los Cielos”.
Ese es el famoso: “Es preciso que nazcáis de nuevo” sobre el cual Juan tanto insistió (Evangelio según San Juan, cap. III, vers. 7).
Ya el triángulo masónico representa en su primer lado: al Aprendiz quien simboliza el reino mineral, en el segundo lado al Compañero que caracteriza el reino vegetal, y por último el tercer lado es el Maestro, asimilado al reino animal en este orden de ideas.
Pero los grados más elevados son los que hacen conocer al candidato, poco a poco, la explicación hermética de ese principio de “transmutación”. Ya el “Secretario Intimo” (6° grado) ante la pregunta “¿Habéis corrido peligro?”, responderá “sí, aquel de perder la vida”. Es el comienzo de la verdadera pérdida de la existencia para renacer a la Vida espiritual. El “Sublime Caballero Elegido” (grado 11), cumplirá con su nuevo nombre de hombre verdadero en todas las circunstancias. El “Gran Elegido y Masón Perfecto” (grado 14), evocará la Eternidad del Ser, pero es ciertamente en el 18° grado (Príncipe Rosa Cruz), en el cual se aclara casi enteramente el gran principio del conocimiento hermético.
Ya el emblema de la rosa mística, rodeada de una corona de espinas, situada en la intersección de los brazos de una cruz, con el pelícano abrevando sus siete pequeños al pie de esa cruz, es más que significativo en los designios de dar una moral a ese conocimiento que, recordémoslo, está simbolizado por el compás abierto a un cuarto de círculo, para caracterizar el Saber ya extendido.
Pero lo más concluyente es la explicación del aforismo Igne Natura Renovatur Integra (Con la Ignición -del fuego- la Naturaleza se Regenera Integralmente).
Esa característica del “I. N. R. I.”, prueba bien que el 18° grado está presto para abordar la masonería filosófica. Es esta la Gran Obra de Alquimia Espiritual que debe ser puesta en práctica, es la preparación del “iniciado” para convertirse en un verdadero Iniciado. Hemos visto ya muy ampliamente esa cuestión en nuestros textos anteriores. Digamos simplemente que estamos lejos de esa interpretación primaria de “vengo de Judea, pasando por Nazaret, conducido por Rafael y soy de la Tribu de Judá”, cuyas iniciales mayúsculas dan igualmente: I.N.R.I.17.
Hay inclusive ignorantes tan simples de espíritu como para creer que esas cuatro letras que estaban sobre la Cruz en la cual Jesús fue martirizado, significaban buenamente su nombre... Enrique (Henri, en francés)! A lo sumo se habría podido traducir entonces: Emmanuel, y para ello los Rosacruces conocen bien las razones
Ese emblema simbólico parece haber existido mucho antes que los primeros cristianos; se le encuentra como inicial de los cuatro elementos de la física de los hebreos (Iamim, Nour, Rouah, Iabescheh) y, por otra parte, en el nombre de varios Grandes Instructores de la humanidad. Juan en sus revelaciones, parece haber comprendido bien toda la importancia de esas cuatro letras, formando un Nombre simbólico para el presente: “Aquel que vendrá.., yo escribiré sobre él el nombre de mi Dios...” (Apocalipsis, III-12).
Antes de terminar con este tema, sería bueno hablar de un término que aparece a menudo en literatura como ésta: se trata de la palabra “símbolo”.
Precisamente, acaba de ser publicado un librito en Francia por René Alleau; esa obrita llena de sustancia se titula: “De la Naturaleza de los Símbolos”. El autor se liga sobre todo al espíritu, mucho más que a la letra, y da muy ricas explicaciones.
Es un hecho que la palabra símbolo es empleada corrientemente en nuestro lenguaje: se dice fácilmente que tal flor es el símbolo del amor, tal otra de la amistad, etc.... Se dice también que el perro es el símbolo de la fidelidad, que el símbolo de la patria es la bandera, en fin todas esas maneras de expresar la palabra símbolo, que encontramos fácilmente en cualquier diccionario. En realidad se emplea sobre todo en vez de la palabra “signo”. Pero, la “simbólica”, no es solamente el repertorio de “signos”, y el autor del cual tomamos el texto ha asido muy bien la naturaleza de los símbolos.
La palabra francesa “symbole”, viene de la palabra griega “sumbolon”, que significa literalmente “signo de reconocimiento”. En efecto, es preciso distinguir, como lo señala con justeza R. Alleau, entre símbolo y “sintema” (en francés “synthéme”), siendo este último vocablo un neologismo, traducción del griego “suntema” y del latín “synthème”. Expresa la idea de “lazo mutuo” y debería aplicarse a los “signos” que pertenecen al dominio de la comunicación entre los hombres. Las palabras convenidas, las palabras de orden, los gestos convencionales, los signos de reconocimiento, ellos mismos son “sintemas”. El “símbolo” expresa, o más bien sugiere, verdades indescifrables a la razón, que tienen, en consecuencia, una parte de misterio. El símbolo escapa pues en gran parte al dominio de la Razón, la cual no constituye todo el espíritu, y a su vez se aúna a lo “sagrado”. El “símbolo” es en ciertos aspectos, el lenguaje de los dioses, o aun podría decirse en forma singular, es el lenguaje de Dios.
Así, en la jerarquía de los signos, el símbolo aparece como situándose en un plano indescifrable a la razón y religioso, su contenido desborda ampliamente el concepto, es decir, desborda la idea que por si misma es clara, pero limitada.
El “sintema” puede concordar con el pensamiento racional.
En fin, el “emblema” es el intermediario entre el símbolo y el sintema.
René Alleau agrega aún: una obra de arte es a menudo emblemática y la crítica de arte tiene allí un papel que jugar: el de descifrar los sintemas.
Pero un signo puede ser a la vez sintema, emblema y símbolo, según sea comprendido en un plano material, intelectual o sagrado.
Para ilustrar bien el carácter sagrado del símbolo, el ejemplo de la X es muy espectacular. Ese signo es una letra del alfabeto y al mismo tiempo la cifra romana: diez. Es también el signo de la multiplicación, y en álgebra representa la cantidad desconocida, y por extensión el problema a resolver. Es también la cruz de San Andrés y combinado con la letra griega “Ro” (en forma de P), es el signo conocido bajo el nombre de “crisma”. Esa “X” indica también el domingo en el cómputo eclesiástico, pero es igualmente la inicial de la Triple Desconocida de la Gran Obra Alquímica (Kone-Krusos-Kronos).
Analizando todas esas diversas significaciones, el autor de “La Naturaleza de los símbolos”, comienza por el análisis sintemático lógico; nos muestra que el número 5 (en cifra romana: V) representa el jeroglífico de una mano, y X representa las dos manos. La idea del lazo, de la asociación, sale del arquetipo: “dos manos”. El “apretón de manos” no tiene otra significación. Y de la idea del lazo se pasa a la idea de ley. La LEY nueva está contenida en los DIEZ mandamientos. Y es aún una “ley nueva” lo que representa la X de “Xristos”18 .
Nos recuerda también que los hierógrafos cristianos, como los escribas caldeos y egipcios, los Hartummin de los cuales hablan el Génesis y Daniel, eran “guardianes de secretos” de los doctores especializados en la composición de las escrituras misteriosas cuyo desciframiento debía permanecer “cerrado”, prohibido a los profanos.
La literatura anti-masónica es ciertamente más abundante que los textos de vulgarización masónica. Se ha escrito mucho para calumniar a los Francmasones. El Abad Barruel fue con certeza un historiador lleno de imaginación, y en cinco volúmenes se esfuerza en hacer revelaciones sensacionales, que desgraciadamente quedan sin pruebas. Pero, como muy bien lo dice Georges Allary: “Un historiador puede siempre trufar en sus libros revelaciones sensacionales. Si se le pide la prueba, él responderá que es justamente la ausencia de pruebas lo que es una prueba, puesto que se trata de un acontecimiento secreto”. Así Barruel (en sus “Memorias para servir a la historia del Jacobismo”, 1798) distingue varias masonerías de trastienda: “Los ‘hermetistas’, quienes en suma se adhirieron al panteísmo de Spinoza. Los ‘Cabalistas’ —sigue diciendo—, que veneraron una ‘cabeza de hombre’, llamada ‘El Ser por excelencia’, y que no es otro que el horroroso ídolo, delante del cual los Templarios se prosternaban”!
Digamos de inmediato que no hace falta contradecir semejantes absurdos: no se ve por ninguna parte qué vendría a hacer el filósofo Spinoza como “padre” de los Hermetistas; en cuanto a los Cabalistas venerando una cabeza de hombre (se trata ciertamente del Ariq-Ampin, la “Gran Figura” simbólica), se trata del Ser por excelencia, esa manifestación de Dios que es tan valedera como toda otra representación divina y hay una verdadera confusión por parte de ese autor, al asimilar ese Principio Cabalístico a lo que él llama horroroso ídolo adorado por los Caballeros del Templo. En efecto, ese ídolo que se ha dicho venerado por los Caballeros del Templo, y que ha sido llamado inclusive el “baphomet”, es una pura invención de los enemigos de los Templarios, como ya hemos dado la explicación. Que la célebre Caballería buscaba relaciones fraternales con los discípulos de Mahoma (de ahí esa equivocación de “baphomet” por el nombre francés Mahomet), queda fuera de duda, pues esa Milicia de defensores de la Tierra Santa intentaba acercamientos con todas las religiones, a fin de establecer una gran Familia Humana, pero quedaba sin embargo típicamente dentro de la Fe cristiana, y su “horroroso ídolo” como dice el Abad Barruel, no podía ser otro que... Jesús19.
Continuando de esa manera durante 2.000 páginas, ese autor dice aun: “Tomando ejemplo de los templarios, que celebraban los misterios de su Jehová, especialmente el día del viernes santo, los Rosacruces consagran ese día a sus blasfemias contra el Dios del cristianismo”.
Una vez más no podemos ver en ese pobre Abad, sino un ser muy simplista. “Su Jehová”, como él dice, no es otro que el nombre hebreo (Yod-Hé-Vaw-Hé) del Dios-Único y admitido por los cristianos del mundo entero, es el Dios de la Biblia, el Dios que numerosas iglesias católicas preconizan con el Nombre en el triángulo arriba del altar. En cuanto a los Rosacruces, los cuales son de la más pura esencia crística, se guardarían muy bien de blasfemar (el Viernes Santo o cualquier otro día del año) contra el Dios del cristianismo, mucho menos que contra no importa qué otro Dios... según la tesis del Abad Barruel, que parece creer en varios Dioses!
Nos gusta creer que fue la Francmasonería la que hizo la revolución francesa, pero dejemos a un lado el terreno político demasiado escabroso.
Se asegura que la masonería desde 1787, se transformó bajo la influencia del “Iluminismo”. Muchos masones habían permanecido devotos a la monarquía, pero en esa época la masonería empezaba a reclutar miembros en la hez del pueblo. El día 14 de julio de 1789 fue fijado para la insurrección general. Los conjurados se encontraron en la iglesia de los jacobinos, y todos los hermanos que habían brillado en las Logias de provincia, se unieron a los “antiguos conjurados de las Logias parisienses”.
Los “Iluminados”, habían venido a unirse a los Francmasones; uno de sus golpes de astucia consistió en afirmar que las logias estaban secretamente dirigidas por los jesuitas, de manera que los verdaderos misterios de la Masonería estaban escondidos cuidadosamente a los masones, y para encontrarlos era preciso afiliarse a las Logias dirigidas por los “Iluminados”. “Cuando Alemania abrió al fin los ojos sobre esa fábula”, escribe Barruel. “la mayoría de los masones se habían unido ya a los “Iluminados”, por miedo de ser jesuitas”.
En Francia, los “Iluminados” habían sido precedidos por otra secta: la de los “Teósofos”, dirigida por Swedenborg. Estos se reunían en el castillo de Ermenonville y ahí, cerca de la tumba de Jean-Jacques, bajo pretexto de transportar a los hombres a la edad de la naturaleza, hacían reinar la más grande disolución de costumbres. Toda mujer admitida en la secta, se convertía inmediatamente en común para todos los hermanos.
Emmanuel Swedenborg era sobre todo un místico cristiano. Nacido en Estocolmo (Suecia), el 29 de enero de 1688, fue zapatero de profesión, y a pesar de contar solamente con instrucción primaria, se convirtió rápidamente en un sabio verdadero. Autor de numerosas obras, describe a Jesús sobre todo como un Cristo visionario, curandero y “medium”; Swedenborg ha servido, sin ninguna duda, a la divulgación del espiritismo mucho más que al espiritualismo. El se decía en voluntaria comunicación con los habitantes de otros planetas. Es muy probable que ese Gran Iluminado tuviera facultades supra-normales, fue miembro de varias sociedades ocultas y fundador de una Escuela Mística. Murió en Londres el 29 de marzo de 1722, dejando numerosos adeptos.
Elias Ashmole (que hemos citado precedentemente), era ante todo un Rosacruz. Nacido en Litchfield en 1617 (muerto en 1692), fue alquimista y sabio arqueólogo e historiador de la Orden de la Jarretera. Fundador del célebre Museo de Oxford, era aceptado entre los constructores de Warrington (al mismo tiempo que el Coronel Maimvarring), y fue iniciado en la Francmasonería en 1646; fueron los hermanos de Warrington, quienes le dieron la Llave de la Gran Obra, tras de lo cual él buscó las causas de la decadencia de la cofradía. Se le hace pasar corrientemente por el Fundador de la Masonería moderna. El escribió en efecto rituales para Aprendices, Compañeros y Maestros, que 25 años más tarde sirvieron muy ciertamente para la fundación de las primeras Logias inglesas. Es en efecto, como lo hemos visto, en 1717 que la francmasonería entra en su fase oficial, y las Logias comenzaron una vida de estudio, de filosofía y de perfeccionamiento.
Fue en 1761, que el “Consejo de los Emperadores”, delegó al Francmasón Etienne Morin, para ir a crear en América una Logia con altos grados, lo cual dio nacimiento cuarenta años más tarde al primer Supremo Consejo de los Estados Unidos en Charleston. En 1814, el Gran Oriente de Francia, organizó el Gran Colegio de los Ritos: Bonaparte fue recibido aunque había sido iniciado ya en una logia militar en Malta, cuando se dirigía a Egipto. Fue a la acción de los Francmasones en Grenoble (Francia), a quienes Napoleón debió su éxito a su regreso de la Isla de Elba.
En 1840 se hizo iniciar el príncipe Guillermo de Prusia, quien se convirtió más tarde en Guillermo I.
En 1874 la Gran Maestría de la Gran Logia de Inglaterra fue aceptada por el Príncipe de Gales (quien se convirtió más tarde en Eduardo VII, el cual había sido iniciado ya por el Rey de Suecia en 1869).
Luis XVIII era miembro de la logia militar “de los Tres Hermanos Unidos”. Napoleón III protegió la Francmasonería igualmente, y fue su primo el Príncipe Murat, quien fue elegido Gran Maestro el 9 de enero de 1852; este último adquirió un hotel (16 Rue Cadet, en París), para hacer el Templo del Gran Oriente, que subsiste aun en nuestros días.
Los nombres más famosos se sucedieron: Henri Brisson, Eudes (futuro general de la Comuna), Vallès, Gambetta, Arago, Jules Simon, etc....
Después de la caída de Napoleón III, un gobierno de defensa nacional fue constituido, y de sus once miembros, hubo nueve que fueron francmasones: Gambetta, Crémieux, Ferry, Arago, Picard, Glais-Bizoin, Pelletan, Jules Simon y Garnier-Pagès.
En 1871, el Consejo de la Orden del Gran Oriente escogió como Presidente a Thiers, reemplazado en 1873 por el Mariscal Mac-Mahon, quien se convirtió en diciembre del mismo año, en el Presidente de la República.
Gustavo de Suecia, Christian de Dinamarca, el Príncipe Carlos de Bélgica, Roosevelt y varios presidentes de repúblicas, fueron Francmasones, pero es preciso reconocer que la Francmasonería pierde en numerosos lugares su prestigio (en Francia sobre todo), a causa de sus enredos con la política.
En 1849, el Gran Oriente de Francia aun adoptó un artículo que expresaba: “La Francmasonería tiene por base la existencia de Dios y la inmortalidad del Alma”. En 1877, se remitió la cuestión a estudio y se admitió con la mayor buena voluntad que la masonería debe remontarse majestuosamente por encima de todas las cuestiones de dogmas y de sectas. En efecto, el francmasón se convierte en anticlerical, pero no en antirreligioso; sin embargo, a partir de ese momento hay entre la mentalidad del Masón tipo y la de los católicos, un abismo.
Por largo tiempo se ha visto que las Logias han seguido el cuerpo de las ceremonias de la Iglesia: en 1820, los funerales del Duque de Berry, alto dignatario de la masonería, se hicieron con la participación oficial de los Venerables, vestidos con sus ornamentos. Las exequias del Mariscal Magnan, Gran Maestro del Gran Oriente de Francia, bajo el segundo Imperio, fueron celebradas en Nuestra Señora de Paris. Monseñor Darbey dio la absolución, bendiciendo el ataúd sobre el cual estaba colocado, entre las condecoraciones de Mariscal, el gran Cordón Masónico anaranjado y verde de Gran Maestro. Eso es lo que relata Georges Allary, quien prosigue: “Por tanto, el tono de las encíclicas no cesa de subir. Algunos, como Jammy Schmidt por ejemplo, aseguran que Pío IX fue iniciado en la Francmasonería, y eso explicaría el liberalismo de los primeros años de su pontificado. Ese Papa lanzó, sin embargo, una bula en 1869 que fue de extrema violencia”.
La encíclica Humanum Genus promulgada por León XIII en 1884, fue seguida de una instrucción de la Santa Inquisición Romana a todos los obispos. Los conferencistas y escritores católicos eran invitados a desenmascarar la masonería. Se vio aparecer rápidamente en los países católicos, y especialmente en Francia, una floración de libros y diarios especializados en la anti-masonería, que habrían de crear en el público una verdadera obsesión. Numerosos de ellos se distinguieron por sus increíbles extremos, explotando esa mina anti-masónica, bien fuera porque eso daba un buen rendimiento, o simplemente porque era divertido jugar con la credulidad del público.
Fue así como nació el asunto del provocador Leo Taxil. Antiguo alumno de los Jesuitas, Gabriel Jogand-Pages, se había especializado desde temprano en la literatura anticlerical más asquerosa. Bajo el pseudónimo de Leo Taxil, publicó numerosas obras tales como la “Biblia divertida”, una “Vida de Jesús”, “Los Amores de Pio IX”, etc....Una vez admitido en la Francmasonería, en la cual no traspasó jamás el grado de Aprendiz, fue rápidamente excluido por piratería literaria (había sido condenado en 1881 por haber hecho reimprimir bajo su nombre, una obra de un autor recientemente fenecido). Fue uno de los organizadores del congreso anti-clerical que se celebró en Roma en 1885; así también se convirtió el mismo año y renegó públicamente de todos sus escritos contra la religión. Para probar su celo religioso publicó entonces varias obras anti-masónicas, una de las cuales “Los Misterios de la Francmasonería”, tuvo un éxito inmenso. La obra está llena de falsas revelaciones y de mentiras muy groseras.
Todo iba muy bien, hasta el día en que ciertos católicos, en particular los jesuitas, empezaron a pensar y a decir que bien podría tratarse de una mistificación. Un Francmasón alemán, publicó entonces un folleto en el cual analizaba todos esos libros, denunciando los absurdos. En el Vaticano se nombró una comisión de investigaciones y finalmente Leo Taxil, cercado de preguntas delante de un auditorio estupefacto y más tarde furioso, debió confesar que se había burlado del mundo.
Todas esas intrigas han dejado, sin embargo, huellas perjudiciales a las cuales es preciso agregar la poca seriedad de muchos francmasones; todo ello ha hecho que en numerosos lugares, la célebre cofradía haya perdido un poco su prestigio o, al menos, su verdadero valor. Jean Reyor escribía en 1949: “El Francmasón verdaderamente tradicional y que aspira en verdad a aquello que constituye la meta de toda iniciación, debe como todo iniciado, como todo hombre, pertenecer al exoterismo de una determinada forma tradicional (es decir, a una religión) a la cual se superpone el esoterismo masónico. Es decir, un masón no sabría ser ni anticlerical, ni anticristiano, ni aun anticatólico.
Como lo dice Guenón, “una organización iniciática para ejercer influencia sobre el medio exterior, sin dejar de ser aquello que ella debe ser verdaderamente, debe poner en obra otros medios de un orden mucho más sutil que los que uno cree de ordinario ser los únicos posibles. Pretender lo contrario, es desconocer el valor de la acción de la presencia del Iniciado. Ese DESCONOCIMIENTO es comparable, en el orden iniciático, a aquello tan expandido en nuestra época en el orden exotérico y religioso, el del papel de las Ordenes contemplativas...”
Hemos visto las dificultades que existen para establecer los orígenes exactos de la Francmasonería; en primer lugar, esa desviación de lo operativo en especulativo, que es en cierto modo su lado “exotérico” si se puede decir, o sea el paso de un organismo corporativo a una institución típicamente iniciática.
Se puede sin embargo, aceptar la idea de que una línea de Tradición Iniciática haya subsistido esotéricamente a lo largo de la existencia de ese Movimiento. En efecto, bien podría tratarse de una Antigua Orden, cuyo Colegio Iniciático hubiera cerrado sus puertas en cierta época, para manifestarse solamente en el seno de diversas organizaciones, como las caballerías o las sociedades corporativas (en particular las de los constructores).
Ciertos descubrimientos arqueológicos han venido a confirmar que el ritual mismo existía hace muchos milenios. Una estela fenicia de 1.000 años antes de Cristo, nos muestra un personaje entre dos columnas; otra escultura en piedra, que data del año 2.500 antes de nuestra Era, también representa evidentemente a un Iniciado presentándose entre dos columnas a la entrada del Templo. Parece tratarse del signo “de pie y a la orden”, que hace el masón a la apertura de sesión de su logia, aún hoy día.
La Francmasonería puede, pues, haber tenido nacimiento hace mucho tiempo en Egipto o en Oriente, y haber pasado por diferentes fases de su existencia, de turno en turno, pasiva y activa, esotérica, exotérica, operativa, especulativa, etc....
Se ha discutido a menudo tanto sobre la antigüedad de la Masonería, como sobre la ancianidad de la humanidad. Las Doctrinas Secretas hablan de civilizaciones de hace millares de años, en tanto que un buen número de gentes sitúan al primer hombre apenas a algunos lustros antes del cristianismo. Es bello saber que el calendario masónico marca ya 5.858 años, aunque el público tiene tan pocos conocimientos, que para él, el mundo es apenas un poco más viejo que el advenimiento de Jesús. En cambio los hebreos van a entrar en el ciclo 302 (de 1959 a 1977), pero todo esto no impide que la humanidad haya comenzado mucho antes que los primeros Patriarcas que decidieron contar el Tiempo. Existen en Asia escritos mucho más antiguos que esos... Ciertos textos que datan sin duda de más de 10.000 años relatan aún hechos sobre múltiples colectividades que se han sucedido mucho antes. En fin, la leyenda bíblica de Adán y Eva no estipula fecha y aun podría tratarse, simplemente, de algunas primeras tribus que se instalaron en la Mesopotamia, como ciertas teorías bien elaboradas lo han demostrado. Sería ello cuestión entonces de un poco más de 6.000 años antes de nuestra Era.
En efecto, en el movimiento de precesión equinoccial, la posición aparente del Sol se presentó en ese tiempo, como la entrada en la constelación de Géminis, es decir, la Era de los Gemelos, que habría dado nacimiento a esos dos personajes legendarios: Adán y Eva. Más tarde, refiriéndose siempre a ese fenómeno de precesión de los equinoccios, el Sol transitó aparentemente delante de la constelación de Taurus, que simboliza la Era del Toro, tan bien caracterizada por el Buey Apis en Egipto. En fin, Moisés, prohibiendo a los hebreos la adoración del Becerro de Oro, marca el paso del Sol a la constelación de Aries, que abre la Era del Carnero con los sacrificios de corderos, lo cual estuvo en uso hasta el advenimiento del cristianismo, que marca a su vez siempre por ese mismo fenómeno astronómico, la entrada en la Edad de los Peces. La Era Pisciana (con la Constelación Piscis) está caracterizada por todos los símbolos cristianos que conocemos, y relacionada siempre con los peces, con las pescas maravillosas, con las playas, con los pescadores y con los pecadores.
En fin, el punto vernal se presenta el 21 de marzo de 1948, delante de la constelación Aquarius y abre la época del “Hijo del Hombre” (el Aguador).
Tenemos pues, tres veces un período de dos mil años más o menos, que se ha deslizado y de ese hecho se establece entonces la cifra de 6.480 años exactamente, para definir la aparición de Adán y Eva, lo cual es naturalmente una hipótesis mitológica, que sirve de base a las religiones judeocristianas, ya que no se puede ignorar que existía una humanidad antes de ese “primer hombre” y de esa “primera mujer”.
¿Quién habría construido las pirámides, por ejemplo, que datan quizás de hace 10.000 o 15.000 años? (y tal vez de antes aún).
Y, en fin, todos los hombres de ciencia, poco inclinados a la imaginación fértil, están de acuerdo al hablar del Hombre de Cro-Magnon, que existió entre 30.000 y 12.000 años antes de nuestra Era. Los restos han sido encontrados en Europa y más particularmente en Francia, y un mismo tipo cromanoide existía ciertamente en África y aun en Asia.
Ese hombre de 1m. 80 y un poco más, fue un tipo sintético de hombre blanco, negro y amarillo, que apareció en varios lugares del globo. Su gusto artístico es de un género mental y cerebral igual al nuestro actualmente. Su psiquismo tendía hacia lo religioso-mágico, tal como aún se encuentra hoy en día en todos los pueblos de la tierra. Los dibujos y pinturas dejados, prueban que él difería nítidamente del animal o inclusive del anterior tipo humano. Un tipo de cromanoide actual es el esquimal; por otro lado el poblamiento de América se ha operado evidentemente por el Asia (estrecho de Behring, que en esa época era sin duda un relicario de islas, o es probable también que América estuviera unida al continente asiático).
Parece ser pues, que existe una sola cuna de la Humanidad y no varios orígenes, y la ciencia actual la resume así: nacimiento del ser humano en Africa, residencia más particular en Europa continental, emigración de Asia a América. Los lapones, habitantes de Groenlandia, serían los últimos vestigios de esos hombres, llamados en antropología, de tipo cro-magnon (es el Homo Sapiens Fossilis que sigue al hombre de Neanderthal). Pero en realidad, la ciencia no ha dicho aún su última palabra, y ya se considera como cierto, que hombres PENSANTES hayan existido antes del hombre cro-magnon, al que se sitúa a más de 30.000 años antes de nosotros (ver los libretos Nos. V y VI de los Propósitos Psicológicos).
Se supone también muy a menudo, que las colectividades humanas existieron muy bien organizadas, y que algunas civilizaciones florecientes han desaparecido sin dejar huellas. Pero la ciencia positiva no puede condescender con suposiciones, y los métodos actuales han venido a dar por su parte una nueva luz sobre esas búsquedas, por medio de mediciones de vibraciones de radioactividad que permiten, por ejemplo, valuar la edad de la corteza terrestre en tres mil y medio millones de años.
Todos esos datos están sujetos, sin embargo, a discusión y sobre todo a cambios, debido a cada nuevo descubrimiento.
Como lo hemos dicho ya en la serie de folletos, parece ser que a fuero y medida del progreso de la ciencia, se intenta reconocer que el ser humano ha aparecido mucho antes de lo que se suponía con anterioridad. Los especialistas gustan de defender la tesis de que un hombre pensante vivió ya hace alrededor de 100.000 años. Están dispuestos a aumentar aun esa fecha, y todo deja prever que la ciencia llamada oficial, estará muy pronto de acuerdo con la doctrina esotérica en admitir que las civilizaciones florecían desde hace mucho tiempo, pero que todas las huellas (o casi todas) han desaparecido. Hemos insistido sobre esta cuestión en particular, largamente, en un capítulo de “Los Orígenes y la evolución” (libreto N° V) y, además, hemos puesto en guardia al lector sobre no precipitarse a una conclusión demasiado rápida, con referencia a la documentación que damos, igualmente en el libreto N° VI, y la cual no exponíamos más que en forma de una simple aproximación. Nosotros emitimos siempre nuestras afirmaciones con hechos científicos, ya que nuestras verdaderas teorías personales, por ser demasiado avanzadas, son ideas en vanguardia que serían puestas en duda siempre, aunque poco a poco vemos con placer, que los investigadores actuales vienen a confirmar las exposiciones que hemos hecho hace ya numerosos años.
En resumen, se admite hoy que el hombre Cro-Magnon, desapareció poco a poco hace alrededor de 10.000 años, que el hombre del Neanderthal vivió hace 100.000 años, que viene a incorporarse en la cadena humana el Atlanthropous, el cual habría existido hace 450.000 años. El Atlanthropus sería como un primo hermano del Pitecantropo de Java y del Sinantropo de China. Los restos fueron descubiertos hace algunos años en un arenal, cerca de Orán en Argelia (África del Norte). Se trataba de un hombrecillo de 1 m. 60, más o menos, cuyo cerebro sin embargo estaba menos desarrollado que aquellos de los supuestos primeros hombres encontrados hasta ahora. Su industria es llamada bifacética, es decir, que el sílex y la roca estaban tallados a dos caras; ese era el único objeto que les servía de utensilio y de arma, lo cual denota una vida verdaderamente primitiva; una vez más es África la que testimonia el origen de las primera culturas. Es en ese continente donde fueron encontrados los más antiguos fósiles de monos, y es casi cierto que los más antiguos restos aplicados al hombre se hallaron igualmente allí. No obstante, la ciencia carece aún de pruebas tangibles sobre lo que ha pasado entre 30.000 y un millón de años. Los hombres de ciencia se inclinan fácilmente hacia la teoría de que una rama humana haya divergido desde los primates, hace 25.000 a 30.000 años. Pero nada impide creer que el hombre haya salido de un género de antropoides, de cuya huella se carece, y cuyos orígenes se colocarían mucho antes de todas esas fechas, quedando de todos modos un poco en lo hipotético. No es pues imposible que seres humanos evolucionados hayan vivido hace 500.000 o aun un millón de años, y que por una causa que se nos escapa (un gran cataclismo por ejemplo), no nos sea posible encontrar vestigios de su civilización y aun de su existencia.
Se sabe, por ejemplo, y es sobre todo una leyenda, que todos los elefantes van a morir a un lugar desconocido de los hombres, llamado cementerio de elefantes, que son sitios misteriosos siempre imposibles de descubrir. Es cierto sin embargo, que el animal se aleja de su manada cuando siente próxima su muerte, y se aparta en la maleza para dar su último suspiro. Los pájaros rapaces los despojan rápidamente; en cuanto a su esqueleto, es prontamente asimilado por la vegetación lujuriosa de los trópicos, y la jungla transforma inmediatamente, esas últimas huellas en humus.
En efecto, no es cierto, absolutamente, que el hombre “descienda” del mono... Puede tratarse de una rama muy especial de la evolución de las especies; después de todo, el ser humano no ha cambiado en su estructura desde hace milenios, y uno se pregunta ahora si una evolución (en el sentido físico se entiende), es aún posible. El gran sabio Jean Rostand, acaba de hacer interesantes declaraciones en ese sentido. El hombre no puede ya tener una evolución, su naturaleza ha llegado a una completa evolución, es decir, que su evolución natural ha terminado. Sin embargo, la ciencia se aplica en nuestros días a encontrar la posibilidad de un aumento de las células cerebrales, lo cual es propio —según la biología— de una posible evolución.
En efecto, por un tratamiento metabólico, o por un tratamiento con productos hormonales, se puede obtener un aumento de las células nerviosas. Así, por una acción química, se ha llegado ya a actuar sobre los embriones. Esa psicoquimia de George Dumas está muy en boga hoy en día en los laboratorios.
Un exceso de sustancia puede producir pues, una superioridad cerebral, lo cual tiende a probar que se podrá quizás, en un futuro próximo, fabricar “super-hombres”... El genio es debido a influencias psicológicas, sobre todo, pero no menos existen también particularidades bioquímicas ciertas y ello pues, hace posible aumentar las facultades humanas. Se puede aumentar con fermentos la inteligencia, es lo que está aceptado hoy día por los sabios. Sin embargo, los hombres de ciencia están de acuerdo en reconocer que la evolución actual del hombre va a la par de las invenciones de las máquinas, pudiendo descargarse de actividades intelectuales, lo que le permite dedicarse entonces, mucho más, al Espíritu típicamente creador.
No hay pues en el hombre (según Jean Rostand) una evolución natural, física, sino una posibilidad de elevar al ser humano a un estadio más completo, en la idea de las facultades intelectuales y sobre todo de las espirituales, o al menos en el sentido de la comodidad. En consecuencia, ello es reconocer una vez más que por métodos biológicos, bioquímicos, se pueden llegar a desplegar facultades nuevas. Ahora bien, el sistema Yoga20 con su mecanismo endocrino, es conocido desde hace mucho tiempo por los orientales, y eso es lo que la ciencia occidental reconoce poco a poco.
En ese sentido, la Alquimia, como la Qabbalah junto con la Yoga, son la verdadera Magia, la Maestría para llegar a producir los fenómenos adecuados para hacer evolucionar espiritualmente al individuo. Arte difícil, por cierto, ciencia demasiado abstracta aún, para que las multitudes puedan darse a esas grandes experiencias.
Pero todo ello puede cambiar aún, y los Francmasones siempre al acecho del estudio de los grandes problemas, van a poder darse de todo corazón. En efecto, desde hace algunos meses una nueva teoría física quiere profundizar los secretos de la materia. Se trata de los trabajos de Heisenberg sobre la estructura de la materia con su consecuencia, que equivale a la Ley de la gravitación. Werner Heisenberg viene a confirmar la ley de Einstein, que dice que el electromagnetismo es igual a la ley de la gravedad. Pero Heisenberg (Premio Nobel 1932), llamado ya actualmente el padre del principio de incertidumbre, trae una síntesis de la Relatividad y de la teoría de los Quanta.
Esas dos teorías (“relatividad” y “quanta”) son los dos elementos fundamentales de nuestra concepción del mundo físico. Para todos los fenómenos, desde el milésimo de milímetro hasta las distancias interplanetarias, es la “relatividad generalizada” la que reina y rinde cuenta perfectamente de los fenómenos. Pero en el mundo del átomo por el contrario, es la mecánica quántica la que hace la ley, mientras que la relatividad pierde toda significación y todo valor en la interpretación de los fenómenos.
Einstein (Premio Nobel 1921) escribió al final de su vida (“Concepción científica, moral y social”, 1952): “La combinación de la idea de un campo continuo con aquella de puntos materiales discontinuos en el espacio, aparece como contradictoria. Una teoría coherente del campo exige que todos los elementos que figuran sean continuos, no solamente en el tiempo, sino también en el espacio y en todos los puntos del espacio. De ahí proviene que la partícula material, no tenga lugar como concepto fundamental en una teoría de la relatividad”.
Luis de Broglie (Premio Nobel 1929), es considerado el padre de la mecánica quántica y dio lectura en la Academia de Ciencias, en su sesión del 5 de Diciembre de 1955 al siguiente párrafo: “La teoría de la relatividad busca representar todo el conjunto de la realidad física con la ayuda de ‘campos’, es decir, de dimensiones que satisfacen ciertas ecuaciones, variando de continuidad en todo el espacio y durante el curso del tiempo, función continua, pues, en todo punto del espacio-tiempo. Pero una empresa tal no progresa sin dificultades, cuando se quiere dar cuenta de la existencia de un estructura discontinua de la materia y de la electricidad”.
Guy Lefranc (autor de “Nuevas perspectivas en microfísica”), estipula que la energía no puede ser fraccionada indefinidamente, que existen granos mínimos de energía, y que aun el espacio no tiene una estructura continua. No se trata de hablar propiamente de un quantum de espacio, de un “grano” de espacio, sino de una distancia —del orden de 1x10 -13 milímetros— más allá de la cual la noción de espacio pierde todo sentido.
Tal es el elemento de base que Heisenberg ha desarrollado a comienzos de Marzo de 1958 en Ginebra. Físico alemán (que recibió el Premio Nóbel a la edad de 31 años), tuvo la idea ingeniosa de introducir una especie de cuantificación del espacio.
La gran prensa ha hablado de una enigmática “fórmula”, pero Werner Heisenberg ha dicho: “No vayamos demasiado rápido... Yo estoy aún en pleno trabajo...” No existe aún, propiamente hablando, una fórmula como la de Einstein, que religue la masa y la energía. Se trata por el momento de una función o más exactamente de la silueta de una función que dará cuenta del campo unitario.
Heisenberg se ha esforzado: 1) en demostrar que una determinada fórmula, que de cuenta de los cuatro campos de la física, es posible; 2) en demostrar cuáles deberían ser sus líneas principales.
Una serie de cuatro degenerescencias, conduce a través de los cuatro campos fundamentales de la física (campo nuclear, campo eléctrico-magnético, campo de Fermi, campo gravitacional), de la materia perfecta al vacío absoluto.
En fin, el campo de gravitación que aparecía aun ayer como teniendo una estructura totalmente extraña a la de los otros campos, retorna así a la cuna. Y de un golpe, sueños que nos parecían alocados, toman cuerpo de pronto dentro del marco de esta física. Desde entonces la antigravitación pudo muy bien pasar de la utopía a la realidad de las preocupaciones científicas.
Estamos en el derecho de preguntar en el presente acerca de lo que Avicebron quería decir, o más bien de lo que él sabía ya, cuando escribía: “Cómo es posible que la facultad divina se debilite, se modifique, se materialice, y que la acción del agente primero se muestre con mayor preferencia en ciertas substancias que en algunas otras, siendo que la facultad divina es el más alto grado de facultad y de percepción, y el límite extremo del Poder-Entero. Se sabe que Avicebron era el pseudónimo de Salomón Ben-Agabirol, Rabino de la Edad Media, comentador judío muy erudito, autor de numerosas obras esotéricas y místicas.
Sería preciso sin duda recurrir un poco más a la forma de la Haggada, enseñanza y moral que era el sistema popular de una ciencia reservada, que ofrecía métodos de iniciación muy cercanos a los de la Masonería. La enseñanza masónica debe extraerse por otra parte de los principios de la teosofía judía verdadera, es decir, aquella basada en la Santa Qabbalah, la cual se manifiesta por esa búsqueda del equilibrio entre el Macrocosmo y el Microcosmo (idénticamente al sistema Yoga). Esas lecciones pueden extraerse del Zohar, cuyas principales leyendas, por lo demás, son de tradición masónica, así como del Siphra-Dzeniutta (teogonía del Zohar), con los comentarios del rabino Schimeon Ben Johai y del Idra-Suta (primera parte del gran Sínodo), siempre bajo el reflejo del Macroprosopo o Gran Hipótesis Creadora y del Microprosopo o hipótesis restringida.
Ese es el Ariq Anpim que hemos mencionado en estas líneas (Zeir Anpim = pequeñas figuras). El Ariq Anpim son las “Grandes Figuras” de los Qabbalistas, son los diez nombres fundamentales del Arbol Sefirótico.
La esencia divina es de tres naturalezas diferentes, así mismo los nombres fundamentales que corresponden a las emanaciones, son también de tres naturalezas.
Nombre semejante al que está escrito sobre el Arbol de la Qabbalah, es el “Alma” (el misterio, “raz”, cada Alma está provista de otro nombre que representa la vida, el milaratio latino) en fin, cada vida está provista de otro nombre que constituye el cuerpo o el hábito (el “lebouscha” dicen los hebreos).
Ese Arbol Qabbalístico presenta 32 vías (cuyos detalles han sido ya dados frecuentemente durante el curso de los “Propósitos Psicológicos”, en particular en el libreto N° II), las cuales corresponden a los 32 Grados de la iniciación de la Francmasonería, y cuyo 33° grado es el coronamiento Supremo, cuando el Iniciado ha llegado a TRANSMUTAR de “Malcuth” (último Séfiro), a “Kether” (Séfiro Superior), y cuando finalmente traspasando el Adam-Kadmon, puede abrazar más allá del mundo de “Atziluth”, el Ain (aquello que los hindúes llaman el Adi-Shakti)21.
El Templo es el Universo, sus símbolos son macrocósmicos, y el Francmasón evoluciona según un orden microcósmico.
Las dos columnas (B:. es la Unidad, J:. es el binario), explican los misterios del antagonismo. El principio activo busca al pasivo; la boca de la serpiente atrae su cola, y girando ella huye de si misma y se persigue al mismo tiempo.
Aquí el principio de la creación se encuentra en el embaldosado de las logias: para tener la luz es preciso que exista la sombra, la Sabiduría es la conciliación de las dos polaridades, la Ciencia se convierte entonces en una Razón Universal y toma el nombre de Gnosis (Génesis, Geometría, Guametría, etc.)
Henos aquí con la estrella flamígera que lleva la “G” simbólica. No olvidemos que a esa “G” viene a unirse una especie de letra “A” formada por la estrella, lo cual es igual entonces a: G:. A:., el Gran Arquitecto, pero también al Gran Arcano22.
Todo esto formará parte de los estudios para el Compañero. En cuanto al 3er, grado, hará resaltar los símbolos de la Maestría, como la acacia que se ha convertido en un emblema sagrado en la Masonería, o como el betum en Persia y en Arabia, que era una planta simbólica de la misma manera que la vid o el olivo, las cuales sirvieron de símbolo igualmente a otras sociedades secretas.
Los Ebionim eran muy versados en esas cuestiones ocultas: Ebionim, que significa “pobre” (en el sentido de abnegación como el sannyasín de la India), era el nombre de los Esenios, de tendencia místico-revolucionaria; se convirtieron más tarde en una secta cristiana de género disidente, pero que permaneció, sobre todo, crística. Es de esa cofradía que Jesús el Nazareno tomó una gran parte de sus conocimientos.
Los Esenios como los Templarios, fueron ejemplos-tipo de “representantes” de la Francmasonería verdadera, en su aspecto tradicional. Jesús también fue reconocido como Gran Maestre y Jacques de Molay, muy venerado. A ello es preciso agregar que todos los Instructores de la Humanidad están reconocidos en la Masonería: Huiracocha, Quetzalcóatl, Krishna, Gautama el Buda, Zoroastro, etc....
Bien entendido, la banderola con los cuatro viajes simbólicos del segundo grado, enseña al Compañero a meditar sobre Solón, Sócrates, Licurgo y Pitágoras. Sin embargo, el masón prosigue sus estudios sobre los grandes filósofos de todos los tiempos.
Chilón, por ejemplo, no puede ser excluido; se ha dicho que fue Iniciado en los misterios de Eleusis hacia la 52ª olimpiada, fue uno de los siete Sabios de Grecia y vivió retirado sin ambición en medio de la consideración general, siguiendo su máxima: “Es preciso apresurarse siempre... lentamente”. Este filósofo de Lacedemonia, murió en un exceso de alegría en Pisa, abrazando a su hijo que acababa de ser coronado en los juegos olímpicos.
La inscripción “Gnoti-Seauton” (Conócete a ti mismo), que se encontraba en el frontispicio del templo de Delfos, se debió a él.
Sin embargo, no es posible establecer completamente una lista de todos los autores doctos en esta materia; por otra parte ciertos filósofos son estudiados a título de documentación general, sin ser considerados realmente como expositores de una enseñanza masónica. Jacobo Boehm, aceptado por numerosas asociaciones esotéricas, no es típicamente masón, sino más bien un Iluminado; él recibió, sin embargo, la iniciación “compañérica”. Simple zapatero de oficio, Jacobo Boehm, a quien se denomina con gusto el “Teósofo teutón” (1575-1624), fue un hermetista de talento.
Se puede recurrir a autores universalmente reconocidos en cuestiones masónicas, como Fruodel en su obra “Der Freimaurerische Gedanke und seine Berechtigung”, o mejor aún Krause, autor de una obra más célebre: “Die Dreilsatesten Kunsturkunden der Freimaurerbruderschaft” (aparecida en 1811, en Dresde).
Krause relata en particular la esencia y el objeto de la F:. M:., cuyo texto más antiguo sería un documento publicado en 1753, y cuyo original ha sido imposible de encontrar. Se trataría de un diálogo entre el Rey Enrique VI de Inglaterra, interrogando a un masón sobre los misterios y el cual fue reproducido también en los anexos de las “Constituciones” de la Gran Logia de Inglaterra.
Court de Gebelin es el autor de nueve volúmenes, que forman el “Mundo Primitivo”, dando claves del lenguaje simbólico y de las alegorías de los Antiguos. El fue el primero en atraer la atención sobre el Tarot (libro egipcio cuyas láminas se han hecho muy conocidas de los profanos). En esos escritos (C. de Gebelin, 1773-1784) no se encuentra gran huella de la Masonería “simbólica”, pues se trata sobre todo de cuestiones superiores.
Jean M. Ragón es el guía de todos los verdaderos Francmasones. Es el autor de numerosas obras de ocultismo: “Curso filosófico e interpretativo de las Iniciaciones antiguas y modernas”, “La Misa y sus misterios comparados a los misterios antiguos”, “Masonería Oculta e Iniciación Hermética”, etc.... Es el fundador de la sociedad masónica “Los Trinosofistas” en 1805. En 1853, escribió su obra más importante: “Ortodoxia Masónica”.
Es preciso citar igualmente a Oswald Wirth, el autor de numerosas obras de ocultismo en general y de Francmasonería en particular.
El General Albert Pike, nativo de Arkansas en los Estados Unidos, poeta, jurista, militar, filósofo platónico, hermetista y cabbalista, fue uno de los más célebres F:. M:. americanos. Durante 22 años fue el Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo del grado 33 para los Estados Unidos. Políglota, erudito, se le llamaba a veces “El Maestro Constructor” (fue “Maestro de Arte” en 1859). Algunos no han dudado en llamarlo el “Homero de América” y se le compara con gusto a Albertus Magnus (Alberto el Grande, maestro de Santo Tomás de Aquino). El General Pike (1809-1889), quedó como guía precioso para todos los masones; varias obras suyas no han sido publicadas, sus archivos eran muy importantes, y se han encontrado manuscritos muy edificantes sobre sus conocimientos de Qabbalah, hermetismo, orientalismo, etc....
Deberían citarse aun muchos otros, aparte de los ya mencionados, pero las personas interesadas encontrarán por sí mismas las obras más especializadas. A título de ejemplo, es bueno ver “La práctica de la Antigua Francmasonería Turca”, que apareció en Leipzig en 1924, bajo el título “La Clave”, y que proporciona el conocimiento de la Alquimia. Su autor, el Barón Rudolf M. von Sebottendorf, antiguo redactor principal de “Astrologische Rundschau”, ha escrito entre varias obras de hermetismo: una historia de la Astrología.
Un gran tema que ha hecho correr mucha tinta es el de saber si San Pedro es verdaderamente el único y verdadero depositario de la enseñanza de Jesús. Se sabe que Jesús había dicho: “Tú eres feliz, Simón, hijo de Jonás; ya que no son la carne y la sangre los que te han revelado esto, sino que es mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra construiré mi Iglesia. . .” (Mateo, cap. XVI-17 y 18).
Es fácil de apreciar fonéticamente que el nombre “Pedro” (Pierre) equivale en francés a la palabra “piedra” (pierre), pero esto no se aplica igualmente en inglés; “That you are Peter and upon this rock I will build my church” (Mathieu, XVI, vers. 18, King James version).
Ya no es cuestión de una piedra (que se dice “stone” en inglés), sino de una roca “rock”, en inglés), lo cual no equivale ya ni fonética ni etimológicamente al nombre de Pedro...
En otras lenguas esto se convierte en menos comprensible, pero no insistamos más sobre aquello que es, sin embargo, importante, aun en los valores simbólicos.
En seguida, Jesús dice aún (en el versículo siguiente): “Yo te daré las llaves del reino de los cielos...”
Naturalmente se trata de “llaves” simbólicas, visto que Jesús no poseía Iglesia material, es decir, ningún templo construido de manos de hombre, y no tenía ninguna necesidad de dar llaves con el fin de abrir puertas de recinto. Dicho de otra manera, Jesús remitió bases de enseñanza, “llaves” del lenguaje, fórmulas, principios de los “shémas” (esquemas), como se diría en Qabbalah; es decir, en el mismo sentido que se da el valor de “PI” para encontrar la superficie de un círculo, Jesús traspasó a su discípulo una Iniciación para transmitir a los otros. Elevándose por encima del texto, se podría comprender así: “Tú eres un elegido, Simón Kefas, ya que no es tu razonamiento, ni aun tu intuición, lo que te ha revelado eso, sino Dios, el Principio de Arriba. Y yo te doy un nuevo nombre de Apóstol, como piedra angular sobre la cual mi enseñanza exotérica se hará conocer”.
“Voy ahora a otorgarte las bases, a darte el esquema, a explicar las reglas fundamentales”.
-Pero, ¿es esa toda la enseñanza?
Esa “Iglesia” es la reserva de moral desde el punto de vista social, en la cual serán conservadas las lecciones para las masas; es el Templo visible, el lado material indispensable para los hombres que piden cosas simples.
Pero, existe una enseñanza esotérica, una Lección para los discípulos:
“Tengo muchas cosas que deciros, pero no podéis llevarlas ahora” (Juan, XVI-12). Es un hecho que Jesús hablaba de una manera a la masa y de otro modo a sus discípulos, pero aun éstos debían perfeccionarse, ser más iniciados, para continuar la totalidad de la enseñanza del Maestro.
Entonces, Simón-Pedro sería el depositario del exoterismo y otro discípulo debería ser el depositario del esoterismo.
“Simón-Pedro le dijo: ¿Señor a dónde vas? - Jesús respondió: Tú no puedes seguirme ahora donde yo voy, pero me seguirás más tarde...” (Juan, XIII-36).
¿No sería esa la indicación de que una enseñanza oculta debería ser dada, y que Pedro no podía soportar? -¿No son esas tres veces que Pedro negó a su Maestre, la indicación de su falta de preparación para la Lección esotérica?
La Biblia nos enseña aún que habiéndose separado de sus discípulos, Jesús fue alcanzado por Pedro que quería impedir que Juan lo siguiera; a lo cual respondió el Maestre: “Yo tengo también necesidad de él...”
Si Pedro recibió las “llaves” de la enseñanza exotérica, es casi certero que Juan recibió las “llaves” del esoterismo. Pedro sería el Representante de la Iglesia visible (entendido en el sentido de la enseñanza visible y para todos, la manera como el Maestre hablaba a las masas) y Juan el Representante de la Iglesia invisible (en el sentido de la enseñanza esotérica, aquella que el Maestre reservaba justamente a sus discípulos).
La Epístola de Pablo a los Hebreos (cap. V, vers. 11 y 12) dice: “Tenemos muchas cosas que decir sobre eso y cosas difíciles de explicar, porque vosotros os habéis convertido en lentos para comprender. Vosotros, en efecto, que desde hace largo tiempo deberíais ser maestros, tenéis aún necesidad de que se os enseñen los primeros rudimentos...”
Se trata pues de una enseñanza Iniciática, de la necesidad de lecciones por grados... Ese sería el dominio de los “Phree-Messen” (los Niños de la Luz), como dicen aún los Iniciados para designar a los Francmasones.
-¿La francmasonería dataría de ese momento?
No es imposible, pero hemos visto que ella pudo también existir mucho antes como Escuela Iniciática, como Colegio del Gran Saber, pero que no estaba necesariamente dentro de una organización oculta en esas épocas. Los Esenios dan una prueba flagrante de que ellos mismos estaban repartidos ya en una administración exotérica y una organización esotérica, al igual que las Caballerías lo fueron después. Pero, en última instancia, formaban una sola y misma Orden. Jesús, quien de los 12 a los 30 años fue iniciado a todos los Misterios entre los Esenios, una vez Maestro, se hizo un Nazarith (término hebreo equivalente de Yoghi, de Saddhú, de Sannyasin entre los hindúes). Lo cual hace pensar en la posible interpretación del célebre “Y. N. R. I.”, como Yoghi Nazareno Rey de los Iniciados.
El Gran Maestre Nazareno preparó entonces, en su calidad de Instructor de la Humanidad, un movimiento universal para esa nueva Era de los “Peces” que acababa de abrirse. La Edad Pisciana (época astronómica “Piscis”), tendría su misión exotérica (pública) y su Orden Iniciática (esotérica). Y el Maestre confió la misión pública a Pedro y la Orden Esotérica a Juan.
Mateo en su Evangelio (XVII, vers. 1) relata: “Seis días después Jesús tomó a Pedro con él, a Santiago y a Juan, su hermano, y los condujo a un lado...”
-Parece ser que fue en ese momento, que él les confió una misión con instrucciones precisas para cada uno.
En lo que se relaciona con Santiago, se sabe, por otra parte, que un grupo llamado de “Santiago el menor”, desembarcó en el sur de Francia para formar un movimiento, del cual una parte de la Francmasonería reclama aún hoy día su descendencia directa.
Pero, regresemos aún sobre esas “misiones” de Santiago, de Juan y de Pedro. Es eso lo que analizaremos quizás, en la continuación de la serie de “Propósitos Psicológicos”.
Sea como sea, no nos queda más que terminar formulando votos porque este pequeño folleto sea comprendido en el sentido exacto, o al menos correcto de aquello que queremos expresar. No se trata de críticas destructivas, sino de aclaraciones que son hechas, puede estarse seguro de ello, con un sentimiento absolutamente imparcial.
Estas páginas se dirigen tanto al “profano” como al Francmasón, por lo tanto que sean interpretadas con cualidades suficientes para una buena y sana comprensión.
“Quisque structor qui, dotibus et idoneitate quae requiruntur”.
Febrero de 1958
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