viernes, 20 de julio de 2012

Brevísima introducción a la masonería: custodios de la Gran Verdad.

A los masones se les supone herederos y garantes de una antigua sabiduría que se remontaría a los límites de la Historia conocida. Pero hasta donde se sabe con certeza, sus orígenes se asocian a la construcción del Templo de Salomón, allá por el año 1.ooo a. C., donde cuenta la leyenda que el primer masón conocido, el maestro de obra Hiram Abif, apodado el “hijo de la viuda”, fue asesinado por tres ayudantes celosos del secreto que aquel no les quería revelar hasta considerarles preparados para ello.
Mientras que a Abif se le asocia con el hombre libre, a estos tres ayudantes se les asocia con la tiranía, la ignorancia y el fanatismo. Concluye la leyenda que, antes de morir, Hiram exclamó: “¿Quién ayudará al hijo de la viuda?”. Grito éste que sigue siendo, hoy en día, la clave por la que un masón solicita el auxilio de sus “hermanos”.
El Templo de Salomón habría sido ideado bajo una serie de saberes ocultos por los que cada piedra, cada forma y cada detalle responderían a un mapa de acceso a otras realidades de las que extraer los conocimientos necesarios para elevar progresivamente la conciencia colectiva.
Algunos de los instrumentos que se le atribuyen a esta sabiduría son el dominio de la geometría sagrada y la consiguiente manipulación de las vibraciones energéticas presentes en el planeta, a partir de las cuales la mente de un iniciado podría trascender la densidad material y entrar en contacto con su ser más profundo.
La masonería surge con el propósito de una transformación colectiva del ser humano a partir de cada individuo, bajo la idea de que el descubrimiento y el dominio de uno mismo provoca cambios mucho más profundos que el que pudiera lograr un líder de masas. Para difundir esa sabiduría, se establecieron una serie de escuelas de misterios destinadas a conservar el secreto por el que se regiría el destino del mundo y que sólo le es permitido conocer a unos pocos elegidos: aquellos que han completado con éxito el largo y penoso camino iniciático del autoconocimiento.
El legado de los constructores del Templo de Salomón fue recogido por las escuelas dionisiacas griegas, de donde pasó a los colegios de constructores romanos y de ahí a las comunidades cristianas. Con la proclamación del cristianismo como religión oficial del Imperio, los antiguos saberes quedaron relegados a diferentes grupos que pasaron a ser considerados heréticos por no acogerse a la doctrina oficial y, por tanto, perseguidos. Más tarde, confluirán en asociaciones monásticas como la benedictina y la cisterciense, que con el tiempo desarrollarán los estilos románico y gótico a través de maestros constructores iniciados en el secreto masónico.

La Capilla de Rosslyn, en Edinburgo, está considerada un importante centro de conocimientos ocultos

La masonería vivirá entonces una época de gran esplendor, y extraño por cuanto que los misterios en torno a sus privilegios aún no han sido resueltos, con la aparición, en el siglo XII, de la Orden de los Caballeros Pobres de Cristo, los templarios. En su origen, nueve caballeros templarios fueron recibidos en Jerusalén para defender la ciudad tras la Primera Cruzada. Tan ridículo número de defensores se alojó durante años en los sótanos del templo de Al-Aqsa, construido según la leyenda sobre el Templo de Salomón, gesto que se interpreta como una supuesta demostración de humildad. Otras interpretaciones suponen que allí pudieron excavar a sus anchas en busca de algo que les permitió someter a la jerarquía papal durante dos siglos, alcanzando niveles de poder insospechados.
Tras su caida en desgracia al enfrentarse al rey de Francia, quien consiguió el apoyo del Papa para su excomunión colectiva en 1314, los templarios desaparecieron, literalmente, de la faz de la Tierra, culminando así su historia con un misterio tanto o más impresionante que el de su origen y esplendor. Muchos de ellos habrían encontrado cobijo en diferentes sociedades secretas, las logias, a través de las cuales la antigua sabiduría consiguió pervivir para el resto de los siglos.
El nuevo auge del movimiento masónico tendrá lugar en el siglo XVIII, con la aparición del movimiento ilustrado: científicos y humanistas que primaban al individuo y al pensamiento por encima de las supersticiones religiosas y que contribuyeron con el tiempo al debilitamiento de las monarquías absolutistas y al poder del Vaticano.
Es entonces cuando surge la masonería tal y como la conocemos hoy en día, de carácter “especulativo” a través de pensadores y altos cargos de la vida política, frente a la vieja masonería “operativa” de constructores y canteros. Algunos de los caminos establecidos se pervirtieron y pasaron a servir al opuesto del propósito inicial, esto es, algunas sociedades comenzaron a usar el antiguo saber no para provocar la liberación del ser humano, sino para someterlo a los designios de unos pocos iniciados.

El nacimiento de los Estados Unidos está considerado uno de los grandes logros de la masonería

Es aquí donde nos topamos con los famosos illuminati, que tanto juego han dado a los amantes de las conspiraciones. Fundada en 1776, la Orden de los Perfectibilistas, que así se llamaban, entendía que la evolución de la Humanidad empezaba por que los iniciados coparan todos los ámbitos de poder, desde donde ejercer su influjo en la sombra. A partir de aquí, toda una serie de teorías se enfrentan hoy en día entre sí para defender unas el buen propósito de estos illuminati o denunciar otras la “Gran Conspiración” de unos individuos que habrían estado manejando a su antojo los designios del mundo hasta nuestros días. Pero esto ya es otra larga historia. Sólo apuntaremos que, siguiendo las ideas de Enrique de Vicente, director de la revista Año Cero y experto en tradiciones mistéricas, la confrontación entre fuerzas “luminosas” y “oscuras” que luchan por el devenir de nuestra evolución también sería parte del plan “divino”, puesto que, según las grandes tradiciones esotéricas, la convulsión que provoca la destrucción de una civilización es requisito necesario e indispensable para la regeneración de la Humanidad. De ser así, el desenlace final tras el caos de la lucha, “nuevo orden utópico y luminoso” frente a “nuevo control mundial”, queda, pues, en el aire.
Pero volviendo al Templo de Salomón, una pregunta se hace inevitable, ¿quién o qué hubo antes de Hiram Abif? A día de hoy, es posible seguir la pista de los iniciados hasta los orígenes de la civilización egipcia, los misterios de Isis y Osiris. Y si, a raíz de los últimos descubrimientos, ésta se remonta en el tiempo varios miles de años más de lo que suponemos, el asunto resulta francamente emocionante.
Los descubrimientos realizados en torno a las grandes construcciones levantadas por aquellas antiguas civilizaciones han dejado bien claro que fueron erigidas a partir de conocimientos astronómicos muy elevados, y con una meticulosidad y una precisión matemática tal que los ingenieros de hoy apenas salen de su asombro. Es más, cuanto más sabemos de tales estructuras, más boquiabiertos nos quedamos. Es fácil suponer que tanto esfuerzo estuvo orientado a unos propósitos muy concretos de los que apenas intuimos algo muy débil y todavía mágico, en tanto que desconocido, para unos seres que tanto nos hemos desviado del camino hacia la armonía con el universo que nos rodea.

En "Claves ocultas de El símbolo perdido", Enrique de Vicente destripa la simbología esotérica que se esconde en la novela de Dan Brown

Estudiosos como Manly P. Hall, gran maestre de rango 33 del Rito Escocés, se atrevieron a afirmar que esa antigua sabiduría no es de este mundo. Según sus ideas ocultistas, la masonería nació como método de contacto con inteligencias superiores, las cuales desarrollaron cultos y rituales que permitieran al hombre primitivo comprender y canalizar sus energías para contactar así con otras realidades dimensionales. Estos ritos harían que los grupos humanos se centrasen en las enseñanzas dirigidas a su corazón y superaran los límites del pensamiento racional, principal obstáculo para el desarrollo íntegro del ser humano. De esta manera, los iniciados dan muerte al ser mecánico que somos día tras día para renacer como ser espiritual y trascendente.
¿Cuánto queda de todo ello en la actualidad? ¿Cuánto contenido se ha desprendido de sus alforjas por el camino de la Historia? ¿Cuántos símbolos han quedado huérfanos de su significado original? Es posible que ni siquiera los propios masones, salvo unos pocos privilegiados, lo sepan.

No hay comentarios: