lunes, 12 de agosto de 2013

la muerte iniciatica y ritual funerario en la Masoneria


La muerte constituye para los masones la iniciación suprema. Tanto que no solo celebran solemnes ceremonias cuando uno de sus hermanos deja este mundo, sino que uno de los principales ritos que debe pasar el neófito es una muerte simbólica.

El mito de la muerte y la resurrección es la base de la búsqueda iniciática de la masonería tradicional, que aspira a transformar al individuo y a mejorar sus cualidades morales. Sin embargo, en el curso de los rituales ningún precepto hace alusión explícita a la inmortalidad del alma o a la vida en el Más Allá. La masonería deja hablar a los símbolos. La verdadera maestría está reservada a aquellos que han traspasado las puertas de la muerte. En este breve trabajo vamos a referirnos a la importancia simbólica de la muerte en la masonería, así como a los rituales correspondientes a la muerte física del hermano masón, es decir, de su “paso al Oriente Eterno”.

Gabinete de reflexión
En la mayoría de los ritos masónicos el postulante debe pasar una serie de pruebas al principio de su iniciación. La primera es la del gabinete de reflexión, conocida también como “la prueba de la tierra”. Más tarde, dentro de la logia, protagonizará las del aire, el agua y el fuego. El neófito es dejado en completa soledad en un pequeño habitáculo pintado de negro, a menudo subterráneo, rodeado de diversos símbolos: un reloj de arena, un gallo coronado por la inscripción Vigilancia y perseverancia, la fórmula hermética V.I.T.R.I.O.L. (Visitia Interiore Terrae Rectificando Invenies Ocultum Lapidem, que significa “visita el interior de la Tierra; rectificando encontrarás la Piedra Oculta”), tibias cruzadas y lágrimas de plata, entre otros. Sobre una mesa están dispuestas una vela (única iluminación del lugar), una calavera, un espejo, pan o una espiga de trigo, un recipiente con agua y otros tres que contienen, respectivamente, mercurio, azufre y sal o sus símbolos. Tras darle algunas indicaciones, el hermano experto que conduce al aspirante, conocido como Hermano Preparador, le dice:

“Los objetos e imágenes que aparecen ante tus ojos tienen un sentido simbólico y te incitarán a la meditación. Esta sepultura es el lugar de tu muerte filosófica. Ahora vas a redactar tu testamento, respondiendo por escrito a tres preguntas que se te hacen en la hoja que hay aquí, formulando a continuación tus últimas voluntades”. El hermano experto retira entonces al postulante todos los metales. Despojándose de su dinero, su reloj, sus joyas y sus adornos el neófito renuncia a los bienes materiales, a una riqueza ilusoria. Se trata de un sacrificio libremente consentido. La entrega de los objetos implica la entrada a una vida nueva, en un mundo nuevo. Despojarse de los metales es aspirar a la simplicidad, a la liberación del ser. Con esta renuncia se abandona todo aquello que no es sino ilusión. Generalmente situado bajo tierra, el gabinete de reflexión está evidentemente emparentado con el simbolismo de la caverna, de la cabaña ritual, o con el de la espesura del bosque, lugares en donde el neófito vive la experiencia directa de su muerte iniciática. En el gabinete de reflexión se produce el regreso al útero o matriz de la Tierra. El gabinete de reflexión es una prueba que se refiere a lo que se ha denominado “descenso a los infiernos”, común a todas las tradiciones espirituales. Mediante ese descenso el hombre conoce sus estados más densos e inferiores, de los que ha de purificarse para poder ascender posteriormente hacia sus estados sutiles y superiores. A ese descenso y ascenso alude precisamente el acróstico hermético V.I.T.R.I.O.L., que, como hemos visto, se encuentra escrito en una de las paredes de la estancia. La rectificación a la que alude la misteriosa frase es el enderezamiento que indica, después del descenso, el comienzo del movimiento ascendente. La luz de la vela que ilumina el gabinete simboliza precisamente el germen de ese nuevo nacimiento, también representado por el gallo pintado en una de las paredes. Se trata de un ave solar que anuncia el nacimiento del nuevo día al final de la noche. El lema con la inscripción Vigilancia y perseverancia que aparece encima del gallo alude directamente a un estado activo de la conciencia y a un estado de vigilia interior para recibir la influencia que le será conferida al candidato durante el rito de la iniciación en el interior de la logia. La perseverancia, por su parte, será la virtud que le permitirá continuar con su trabajo iniciático durante su vida como masón.

Funerales
La masonería ha establecido ritos para los principales acontecimientos de la vida del masón. Entre ellos no podían faltar los relacionados con la desaparición física de un hermano miembro que ha pasado al Oriente Eterno. Analicemos de forma somera los ritos de las honras fúnebres con el cadáver presente, los que se efectúan tras la ceremonia y los de la “tenida fúnebre”. Para describir los primeros cedemos la palabra a uno de los escritores españoles más célebres del siglo XIX, Benito Pérez Galdós, quien en sus Episodios nacionales dedica varios capítulos a la masonería. Entre ellos destaca El príncipe D. Enrique y su funeral masónico, donde recoge los funerales masónicos del general Prim, llevados a cabo en la basílica de Atocha, en Madrid. Así los narra: “Los masones, que eran unos treinta, pertenecientes al Gran Oriente Nacional de España, dieron comienzo a la ceremonia sin que nadie les estorbara en los diferentes pasos y manipulaciones de su extraño rito (...). Lo primero fue hacer tres viajes alrededor de la caja, formados uno tras otro. El primero y segundo viajes iban dirigidos por los dos primeros Vigilantes de la Orden; en el tercero iba de guía el Gran Maestre. Al paso arrojaban sobre el cadáver hojas de acacia. Luego, el propio Gran Maestre dio tres golpes de mallete (un mazo de madera) sobre la helada frente de Prim, llamándole por su nombre simbólico: ‘Caballero Rosa Cruz, grado 18’. A cada llamamiento, los masones, mirándose con gravedad patética, exclamaban: ‘¡No responde!’. Después formaron la cadena mística, dándose las manos en derredor del muerto. El Vigilante declamó con voz sepulcral esta fórmula: ‘La cadena se ha roto. Falta el hermano Prim, caballero Rosa Cruz, grado 18’. A continuación el Gran Maestre pronunció un breve discurso apologético”.

Ritual conmemorativo
En una fecha más o menos alejada de la ceremonia fúnebre, se realiza en la logia del difunto un ritual conmemorativo. El lugar se encuentra tapizado de negro y tenuemente iluminado. En medio de la sala se coloca el catafalco sobre el pavimento mosaico, el tapiz cuadrangular que reproduce a escala las dimensiones de la logia y que está formado por cuadrados blancos y negros, igual que los de los tableros de ajedrez. El catafalco está flanqueado por tres columnas y se coloca sobre él una rama de acacia. Las columnas son los tres pilares que sostienen simbólicamente la logia masónica y cuyos nombres son Sabiduría, Fuerza y Belleza. El lugar que estos pilares ocupan en el templo les da una posición destacada al estar ubicados en tres de las cuatro esquinas del pavimento mosaico. El pilar de la Sabiduría se dispone en el ángulo sudeste del tapiz, el de la Fuerza en el noroeste y el de la Belleza en el sudoeste. Los capiteles de los pilares se corresponden igualmente con tres órdenes arquitectónicos clásicos: el jónico, el dórico y el corintio. Estos tres principios también representan tres cualidades o estados del alma humana que, vividos en el interior del ser, hacen posible su transmutación y contribuyen, por tanto, a la edificación del templo interior, del cual el templo material es la figuración simbólica.


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