viernes, 9 de octubre de 2009

LAS LOGIAS DE SAN JUAN


•LA PIEDRA ANGULAR
•La influencia de san Juan en la Francmasonería
•Las Logias de San Juan
LA PIEDRA ANGULAR

JEAN PALOU ESCRIBE:

La tradición cristiana, de la que la francmasonería es una de las formas (esotéricas) más esenciales, adjudica mucha importancia a la piedra angular y a su simbolismo. Lo esencial de esta tradición reposa en la frase siguiente: "La piedra rechazada por aquellos que construían se ha convertido en la piedra principal del ángulo". San Bernardo, hablando de la construcción del templo cristiano y de la sacralización (construcción y sacralización realmente efectuadas por los francmasones constructores de iglesias, detentores del secreto técnico y el secreto iniciático) exclamaba:

"Es necesario que se cumplan en nosotros en forma espiritual los ritos de que
materialmente han sido objeto esas murallas. Lo que los obispos han hecho en este
edificio visible, es lo que Jesucristo, el pontífice de los bienes futuros,
realiza cada día en nosotros de manera invisible... Nosotros entraremos en la
morada que la mano del hombre no ha elevado, en la eterna morada de los cielos.
Ella se construye con piedras vivas, que son los ángeles y los hombres... Las
piedras de este edificio están adheridas y unidas por cemento doble, el
conocimiento perfecto y el amor perfecto".

El simbolismo de la piedra angular es uno de los más difíciles para estudiar porque, voluntariamente o no, los autores lo confunden con el de la piedra fundamental, a causa del célebre Evangelio según San Mateo:

"Tú eres Pedro, y sobre esta piedra yo edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella".

Se sigue de esto, sobre el plano cristiano, una confusión bastante molesta entre Pedro y Cristo, que es la piedra angular y no la piedra de la fundación del edificio. Jean Hani, en su interesante pero apresurado libro sobre "Le Symbolisme du Temple Chrétien", ha caído en esta confusión como muchos otros autores. Escribe en efecto:

"Todo el ciclo cristiano se desarrolla en tres actos.

Primer acto: Cristo viene a la tierra a colocar la "primera piedra" o piedra de fundación que, en resumen, es Él mismo.

Segundo acto: el edificio será terminado por la colocación de la verdadera piedra angular o clave de bóveda. Entonces todo el edificio sufrirá la transmutación gloriosa: las piedras se tornarán preciosas y resplandecientes, penetradas por la irradiación del oro divino que es su sustancia interior, y la ciudad celeste aparecerá en todo su esplendor...". Jean Hani, en su lirismo un tanto "sentimental", simplemente ha olvidado el texto tan importante de San Pablo:

"Sois un edificio construido sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Jesucristo mismo la principal piedra del ángulo (sumo angulari lapide) en que todo edificio construido y ligado en todas sus partes se eleva como un templo consagrado al Señor, por quien vosotros habéis entrado en su estructura para ser la morada de Dios en el Espíritu".

Se tendrá una excelente representación figurativa de lo que es realmente la "piedra angular" refiriéndose al manuscrito de Munich titulado "Speculum humanae Salvationis", donde se puede advertir a "dos masones que sostienen una cuchara en una mano y en la otra levantan la piedra que ellos se aprestan a colocar en la cima de un edificio (aparentemente la torre de una iglesia que esta piedra debe completar).

Hay que observar, a propósito de esta figura, que la piedra de que se trata, en tanto que clave de bóveda, o en toda otra función similar según la estructura del edificio que ella está destinada a "coronar", no puede, por su forma misma, ser colocada sino en lo alto (sin lo cual, por lo demás, es evidente que ella podría caer en el interior del edificio); así pues, ella representa de alguna manera la "piedra descendida del cielo", expresión que se aplica exactamente al escrito, y que recuerda también la piedra del Grial (Lapsit exillis de Wolfram d'Ejschenbach, que puede interpretarse como Lapis ex caelis)... esta misma ilustración muestra la piedra bajo el aspecto de un objeto en forma de diamante, lo que la aproxima aún a la piedra del Grial, puesto que ésta es igualmente descrita como tallada en facetas".

René Guénon ha observado con justicia que la "piedra angular", "tomada en su verdadero sentido de piedra "de la cima", es designada, a la vez, en inglés como keystone, como capstone (que se halla también escrita capestone) y como copestone (o copingstone)". Capstone deriva, en efecto, del latín caput (cabeza), "lo que nos lleva a la designación de esta piedra como la "cabeza del ángulo"; es la piedra que "remata" o "corona" un edificio; es también un capitel, que es asimismo el "coronamiento" de una columna".

Terminamos de hablar de "acabamiento", y las dos palabras cap y chef son, en verdad, etimológicamente idénticas; capstone es, pues, la cabeza (chef) de un edificio o de la "obra", y en razón de su forma especial que requiere para tallarla conocimientos o aptitudes particulares, ella es también, al mismo tiempo, un chef d'oeuvre (obra maestra) en el sentido que la expresión tenía para los compañeros; "es la pieza por la cual el edificio queda completamente terminado, o, en otros términos, es llevado por fin a su perfección".

A la luz de lo que acabamos de informar, nos parece oportuno colocar ante los ojos de nuestros lectores lo que escribió en 1723 Anderson: "Finalmente, vosotros deberéis observar todas estas obligaciones, y también aquellas que os serán comunicadas de otra manera; cultivar el amor fraternal, el fundamento y la clave de arco, la base y la gloria de esta antigua confraternidad...", lo que denota en él un conocimiento más profundo del esoterismo masónico que el que a menudo se pretende atribuirle.

La clave de bóveda, la piedra angular, se adorna, en Notre-Dame del Fuerte en Etampes (Seine-et- Oise), con la imagen de los Cuatro Coronados, lo que subraya aún los vínculos existentes entre los francmasones iniciados y la tradición cristiana. A veces, la piedra angular no existe. Entonces, por encima del crucero se halla el occulum (el ojo de Dios), el orificio por donde la iglesia recibe la luz y cuya equivalencia se encuentra en la atalaya de los barcos, en la construcción de la cual se exigían ritos de consagración semejantes a los utilizados para la consagración de las iglesias.
En las logias masónicas, el occulum, clave de bóveda del templo a construir, está simbolizado por la plomada, instrumento de los hombres de oficio, que pende del techo y en medio del taller. Es decir, que la piedra angular es uno de los símbolos más interesantes tanto de la masonería operativa como de la masonería especulativa; aun sería necesario establecer la distinción primordial existente entre el "carré long" (cuadrado largo), representación de la logia, y la clave de bóveda o el occulum, circular, que simboliza la tierra y el cielo, lo que corresponde a dos estados iniciáticos diferentes: los de la Square Masonry (masonería del cuadrado) y la Arch Masonry (masonería de la bóveda) "que por sus relaciones respectivas con la tierra y el cielo o con las partes del edificio que las representan (la forma cuadrada, parte inferior del templo, y la bóveda o semiesfera) aparecen aquí en relación con los "pequeños misterios" y los "grandes misterios".


Ella prueba con evidencia que la masonería azul (o de los tres primeros grados) equivale a la iniciación basada sobre el oficio de constructor, mientras que la masonería llamada de los altos grados, prolongación obligatoria de aquella, desemboca en una iniciación de orden diferente y más profundo, pero que no podría realizarse sin la pertenencia a los tres primeros grados masónicos.




Jean Palou

"EL simbolismo Masónico"

La influencia de san Juan en la Francmasonería

Hervé Dannagh

Editor Dervy
Colección Bibliothèque de la franc-maçonnerie
ISBN-10: 2850769797
ISBN-13: 978-2850769795
Fecha de publicación 03 marzo 1999
Número de páginas 120

Precio del editor: 13,55 €

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¿Porqué la invocación a san Juan se encuentra en numerosos rituales y ritos masónicos? ¿Por qué algunos ritos abren el Volumen de la Ley Sagrada por el prólogo del Evangelio de san Juan?

¿Hablamos de san Juan el bautista, es decir, el testigo de luz, o quizás nos referimos a Juan el evangelista? ¿Cómo esta referencia directa al Nuevo Testamento nos habla de la influencia cristiana en el pensamiento masónico?

Estas son algunas de las materias, entre otras, a las que el autor intenta responder a fin de hacer comprender la importancia de san Juan en Masonería.

Las Logias de San Juan



Las Logias de San Juan

por Jean Palou

En la francmasonería, los talleres de los tres primeros grados se llaman logias azules o logias de San Juan. Veremos, en efecto, más en detalle la significación histórica y simbólica de esta última expresión. Además, los dos términos están perfectamente ligados entre sí, puesto que el simbolismo conoce tres colores azules, "uno que emana del rojo, otro del blanco y un tercero que se une al negro...", lo que corresponde a las masonerías azul, roja, negra y blanca. Por otra parte, esas tres modalidades del mismo color están a la vez unidas tanto a los tres grados de la iniciación antigua como al triple bautismo cristiano, porque... "San Juan Bautista bautiza en el agua (azul) para inspirar la penitencia: es una preparación a un segundo bautismo que él anuncia y que Jesucristo dará por el Espíritu Santo y por el fuego". Se ve entonces por qué las logias azules constituyen las primeras marchas, en la humildad y el abandono del mundo profano, hacia la regeneración producida más tarde por el fuego (Fuego-Cordero). Naturalmente a este simbolismo de los colores se agrega el de San Juan.

En la obra bien conocida de Samuel Prichard aparecida en Londres en 1730, "Masonry dissected", se pueden leer las preguntas y respuestas siguientes:
P.: ¿De dónde vienes?
R.: De la santa logia de San Juan.
P.: ¿Qué recomendaciones traes?
R.: Las recomendaciones que traigo de los verdaderos y venerables hermanos y compañeros de la verdadera y santa logia de San Juan, de donde vengo, y yo os saludo tres veces de todo corazón.

Doce años más tarde se expresa en "L'Ordre des Francs- Maçons trahi et leur secret révélé" una versión más sucinta que la precedente:
"Preguntas que se agregan a algunas de las precedentes cuando un francmasón extraño pide ser admitido en la logia":
P.: ¿De dónde vienes?
R.: De la logia de San Juan.

Paul Naudon, en una obra reciente sobre "Les loges de Saint-Jean", se empeña en demostrar las relaciones existentes entre la francmasonería y los dos San Juan. Este interesante estudio es, por otra parte, más histórico y filosófico que propiamente simbólico, y es este último plano el único que nos interesa aquí.

¿A qué San Juan ha querido honrar la masonería al dar su nombre a sus logias azules, tanto en el pasado para las logias de los compañeros constructores, como en la masonería moderna para los talleres de los tres primeros grados? El hermano E. F. Bazot escribe a este respecto: "...en cuanto al San Juan que los masones han tomado como patrón no puede ser ni Juan Bautista ni Juan Evangelista, que no tienen, ni uno ni el otro, ninguna relación con la institución filantrópica de la francmasonería.

Se debe pensar, con los hermanos más filósofos y más esclarecidos, que el verdadero patrono de las logias es San Juan el Limosnero, hijo del rey de Chipre, que en tiempos de las Cruzadas dejó su patria y la esperanza del trono para ir a Jerusalén a prodigar los socorros más generosos a los peregrinos y a los caballeros. Juan fundó un hospital e instituyó hermanos para cuidar a los enfermos, a los cristianos heridos, y distribuir ayudas pecuniarias a los viajeros que iban a visitar el Santo Sepulcro.

Juan, digno por sus virtudes de convertirse en el patrono de una sociedad cuyo único fin era la beneficencia, expuso miles de veces su vida para hacer el bien. La peste, la guerra, el furor de los infieles, nada pudo detenerlo. La muerte lo abatió en medio de sus trabajos; pero el ejemplo de sus virtudes quedó para sus hermanos que se comprometieron a imitarlo. Roma lo canonizó con el nombre de San Juan el Limosnero, o San Juan de Jerusalén; y los masones cuyos templos destruidos por la barbarie él había erigido de nuevo, lo eligieron de común acuerdo como su protector".

Paul Naudon rechaza con una frase un poco desdeñosa esta opinión de Bazot que, evidentemente, al dar a la orden el único fin de la beneficencia olvida demasiado que la masonería es ante todo una técnica de realización espiritual.

Es posible que el origen de la afirmación de Bazot sea -como dice P. Naudon en el discurso de Ramsay-, que: "...nuestra orden (la masonería) se unió íntimamente con los caballeros de Jerusalén. Desde entonces nuestras logias llevan el nombre de logias de San Juan". Se trata, pues, de otra masonería distinta de la de los tres primeros grados, y si Bazot ha cometido un error es el de dar el patronazgo de San Juan de Jerusalén a las logias azules, en tanto que Ramsay quería hablar de otra masonería, es decir, de grados irlandeses o escoceses.

La única relación entre San Juan el Hospitalario o el Limosnero y los masones operativos se basa en un hecho referido por Rohrbacher. Se lee, en efecto, en este autor que San Juan el Limosnero, patriarca de Alejandría, envió inmensos recursos a Modesto, abate de San Teodoro, en Palestina, para reconstruir las iglesias destruidas en 615 por los árabes. En realidad, los santos patronos de la orden masónica son San Juan llamado el Precursor y San Juan el Evangelista, uno y otro en estrecho contacto con Janus, dios de los romanos, "dios de las corporaciones de artesanos o Collegia fabrorum que celebraban en su honor las dos fiestas solsticiales de invierno y verano".
En el primer capítulo del Evangelio según San Lucas, Zacarías insiste mucho para explicar el nombre de su hijo, el futuro Precursor. Él dice que se llamará Juan, lo que anuncia la piedad y la misericordia que serán los caracteres mismos del bautista. Es necesario observar que en hebreo el nombre Juan se dice hanan, que significa a la vez beneficencia y misericordia, mérito, gracia, merced (esta última palabra tiene el sentido de "piedad" y no carece de interés señalar el papel de la orden de los Trinitarios u orden de la Piedad, orden de caballería destinada a rescatar a los cristianos caídos en las manos de los infieles y que constituye el grado 26º de los altos grados del rito escocés). Johanan significa simultáneamente "misericordia de Dios" y "loa de Dios", y esos dos sentidos se aplican, el primero al Bautista, el segundo al Evangelista. R. Guénon ha observado justamente sobre el caso "que la misericordia es por cierto descendente y la loa ascendente, lo que nos conduce aún a su relación con las dos mitades del ciclo anual", es decir, con las fiestas solsticiales de San Juan de Invierno y de San Juan de Verano (27 de diciembre y 24 de junio).
San Juan Bautista es representado siempre vestido con un manto de color rojo, que es el símbolo del martirio, y en el baptisterio de Constantino, en la iglesia de San Juan de Letrán en Roma, se pueden ver alrededor de su estatua de plata siete siervos del mismo metal, "imagen de los siete dones del Espíritu Santo recibidos con el bautismo". Se recordará a este respecto que nadie puede ser admitido en una logia de San Juan sin la presencia de siete masones. Un nexo aun más estrecho entre el escocismo y San Juan Bautista se observa en la iglesia de Santa María de las Fuentes de Lieja. Se ve en esta iglesia un fuerte bajo relieve de cobre el cual representa al Precursor bautizando al filósofo Cratón.

La fuente bautismal descansa sobre doce bueyes, símbolo de los doce profetas de la antigua ley y de los doce apóstoles de la nueva ley (hay allí también una doble alegoría a la circuncisión y al bautismo). La fuente bautismal se convierte entonces en la imagen del mar de bronce que Salomón había consagrado a la entrada del Templo para purificarse, que es uno de los símbolos de un alto grado escocés.

San Juan Evangelista, "la loa de Dios", es representado en los vitrales de la Edad Media y en los Libros de las Horas con un hábito verde. En Bourges, él tiene una túnica verde y un manto rojo nimbado de oro. Se le ve bautizando por aspersión (es decir, vertiendo agua sobre la cabeza de los bautizados) almas representadas por personajes desnudos y asexuados. Por encima del Santo aparece Cristo rodeado de siete candelabros de oro, y el Salvador mantiene en una mano un libro cerrado por siete sellos, y en la otra el globo del mundo; la túnica verde es el símbolo de la caridad, y este color es igualmente el de ciertos números de grados escoceses, en especial el del Príncipe de la Misericordia, del que hablamos más arriba. La esmeralda, piedra preciosa también verde, es la joya atribuida al Evangelista.

El número siete es el número propio de ambos santos (por ejemplo, en ciertas pinturas se puede ver al Evangelista rodeado de siete formas de iglesias, pues ese número simboliza el misterio de que se rodean las verdades encerradas en el Libro Divino). El águila "que se eleva, desde el primer impulso de su vuelo, hasta el seno de Dios, para expresar en términos consagrados el origen de su Verbo y el principio de la luz divina", como el águila del Tetramorfo que al "planear igual que ésta por encima de todas las generaciones humanas cuando relata el nacimiento eterno del Verbo", son las aves de San Juan, cuyo Evangelio se lee en cierto número de logias al iniciarse los trabajos. Existe una relación todavía más estrecha entre el Evangelio y la francmasonería cuando se observa, en el Apocalipsis, a Juan que recibe de un ángel una vara de una toesa con orden de medir el templo, excepto el espacio alrededor del tabernáculo, que era abandonado a los gentiles por Dios, los que deberían recorrer, en las tinieblas exteriores, ese espacio durante tres años y medio.

Es necesario aproximar aquí a Juan, maestro de la iniciación y que preside la dirección del templo esotérico, con la logia que lleva su nombre, en la cual los profanos no pueden ser admitidos sino después de tres años de aprendizaje, cuando son recibidos como compañeros, único grado de la antigua masonería operativa. Más curiosa aún es esa cita de Dante -que quizá perteneció a los Fieles del Amor o a la Fraternidad de los Rosacruces- que muestra a Juan mártir, quien prueba así su amor a Dios, después de haberlo extraído del pecho del Celeste Pelícano. Nos resultaría fácil desarrollar las numerosas relaciones existentes entre la simbólica cristiana de Juan y las logias de San Juan, pero queremos llegar a los vínculos -y éste es el término iniciático exacto- que existen entre los dos San Juan y Janus.

Janus es Cluvius (el que lleva las llaves), al mismo tiempo que Patuleius (el obrero) y Clusius o Cluvisius, es decir, el que cierra. Se le denominaba también el Padre, y los sacerdotes salios lo invocaban como dios de los dioses.

Janus era sobre todo el maestro de la iniciación, y Ovidio nos dice que nadie entraba en el cielo si él no abría la puerta, y Marcial expresa que él también iniciaba la marcha de las estaciones del año y de las revoluciones celestes, y de ahí su nombre Janitor, el portero del cielo.
Más tarde, Janus se convirtió entre los romanos en el guía de las almas y el jefe de los Manes (Janus Bifrons) que él hacía remontar tres veces por año desde los infiernos al mundo superior, el 24 de agosto, el 5 de octubre y el 8 de noviembre.

Las fiestas solsticiales de Janus se convirtieron en las fiestas de San Juan de Invierno y San Juan de Verano. Dios de los artesanos constructores, es decir, de los hombres del oficio cuya iniciación desemboca en los pequeños misterios, Janus se cristianizó y devino el patrono bajo el nombre de dos santos (Juan) -que en suma no son más que dos modalidades de un solo y mismo ser- de las logias de los constructores de la Edad Media, que celebraban sus fiestas el 27 de diciembre y el 24 de junio.

Esto es tan cierto que se puede ver en la iglesia de Saint-Remy en Reims un vitral donde figura "un San Juan que se podría llamar "sintético", que incluye en una sola figura al Precursor y al Evangelista, fusión subrayada por la presencia encima de la cabeza de dos tornasoles dirigidos en sentido opuesto (los dos solsticios), una especie de Janus cristiano en suma".

Nos parece del mismo modo útil mencionar que en el simbolismo masónico operativo que se ha trasmitido a la masonería anglosajona se halla una figuración de dos San Juan representada por un círculo que lleva en su centro un punto, círculo que ostenta dos tangentes paralelas. "Este círculo es considerado como una figura del ciclo anual, mientras que los puntos de contacto de esas dos tangentes, diametralmente opuestas una a la otra, corresponden entonces a los dos puntos solsticiales". Ya hemos dicho que Janus poseía a menudo dos rostros (bifrons), muy raramente cuatro, y mencionaremos ese curioso ejemplo que muestra muy bien la relación de los dos rostros de Janus con los masones operativos. En la catedral de Nantes se puede admirar la tumba del duque de Bretaña, Francisco II, por Michel Colombe.

En uno de los ángulos de la tumba se halla una estatua que representa la Prudencia. Se trata de una mujer de doble rostro: el de una joven y el de un anciano (alegoría de Janus). Ese personaje sostiene en una mano un espejo convexo que simboliza el microcosmos (el espejo fue introducido bastante tarde en el rito rectificado en el grado de compañero después de haber sido conocido en la Estricta Observancia, en 1782) y, en la otra, un compás. El escultor del siglo XVI ha sabido, pues, reunir perfectamente todos los símbolos iniciáticos: el de Janus, patrono de los constructores, y el compás, instrumento de los maestros masones. Más asombrosa aún esa madera grabada con el tratado de L'Azoth del alquimista Basile Valentín, donde se observa "a los píes de Atlas, que soporta la esfera cósmica, un busto de Janus -Prudencia- y un niño que deletrea el alfabeto -Simplicitas-", que nos presenta a Janus como maestro de la iniciación ante el cosmos, es decir, la logia, y el niño que deletrea, el aprendiz que deberá -por el esfuerzo iniciático- reunir lo que está disperso, esto es, las letras que formarán las palabras sagradas, las palabras claves. Porque no se podría olvidar tampoco que Janus, dios de las puertas celestes y al que es consagrado el mes de enero, tiene entre sus atributos una llave, que simboliza el instrumento que permite abrir las puertas, las barreras, para llegar a un conocimiento más perfecto, más profundo del esoterismo.

Esta llave se ha tornado un cetro en ciertas representaciones de Janus, siendo esos dos atributos también los de Cristo: "¡O Clavis David, et sceptrum domus Israel!... Tú eres, ¡OH Cristo esperado! la llave de David y el cetro de la casa de Israel. Tú abres, nadie puede cerrar; y cuando tú cierras nadie podría ya abrir...".

Este santo del oficio romano del 20 de diciembre, al mismo tiempo que el anuncio de la fiesta del Evangelista -el solsticio de invierno cuya puerta se abre con la llave de Janus-, canta la llegada del salvador que será bautizado por el Precursor y que dará a Pedro el poder de las llaves: la de oro y la de plata. Una y otra son las claves de los pequeños misterios y de los grandes misterios; ellas dan la entrada sobre los mundos temporal y espiritual. Pedro posee la llave de la salvación. Juan, después de Janus, lleva la llave de la liberación. Con este título él no puede ser más que el santo patrono de las logias masónicas, donde -al mismo tiempo que se trabaja para la fraternidad, el tiempo ideal- el iniciado tiende por un segundo nacimiento (la condición de maestro) a la realización integral, al retorno al Adán Kadmon primordial...

Artículo previamente publicado en el blog Masonería Regular
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