jueves, 25 de agosto de 2011


Cuba: La masonería en la generación del 68

Por ÁNGEL VELÁZQUEZ CALLEJAS


En Cuba, a diferencia de las nuevas generaciones de 1898 y las del 20, 30 y 50 en la República, la de 1860 no tuvo un perfil propio. Céspedes, Figueredo, Masó, Aguilera, Agramonte, ya no eran jóvenes en absoluto. Se puede colegir que no existió una generación del 68, es decir, que la ideología mambisa de la Guerra Grande no fue resultado de una nueva generación, sino de la continuidad sucesiva de varias generaciones en una. Y es que la masonería fue un factor de continuidad, de conciencia crítica sin ningún abismo entre abuelos, hijos y nietos; de modo que puede decirse que existió una generación durante todo el periodo de mediados del siglo XIX.

Con la generación del 98, la de la razón y el positivismo, existe una ruptura con respecto al pasado; con la década crítica en la que surge la generación del 20, la antiimperialista, hay una ruptura con el pasado; con la del 30, la antimachadista, y la del 50, la de la frustración de la Republica, el abismo se acentúa. Pero entre las generaciones de abuelos, hijos y nietos de 1790 a 1860, las que están interesadas por medio de la masonería en conocer los misterio del yo, en este caso del Bayamés y los Bayameses, hay una continuidad bajo el mismo criterio acerca de los pormenores del sentido de independencia, la del régimen colonial y la del yo.

La actitud de la moderna masonería convirtió en un espacio crítico las tertulias en contra de los regímenes coloniales y el propósito de asumir el poder.

No hay nada nuevo que pueda representar para los masones bayameses la Constitución del GOCA (el Gran Oriente de Cuba y Las Antillas) en la década del 60. El programa emancipatorio que se venía gestando desde principios de 1800, en base a los fundamentos de la masonería local, puede colegirse del programa de Zaragoytia para la isla en el denominado “patriotismo insular”. Todo parece indicar que Zaragoytia representaba la tradición más avanzada de la masonería moderna francesa, la que asumió bajo el nuevo Rito Escocés. Nada nuevo, porque la base de la masonería especulativa, la filosófica, la llamada moderna, se basó en la antigua concepción de viejo testamento de que Dios es el creador de todas las cosas.

Sin embargo, la masonería simbólica, la de los constructores, debió estar en contacto con las enseñanzas agnósticas de Jesús, que dicen que el hombre es el creador, que el hombre es Dios. En la disquisición centrada entre lo que pensaban y sentían que Dios es el creador, surge el espiritismo de cordón. La masonería es pensar, el cordón es sentir. Pero ambos están por la misma causa, que Dios es el creador.

En otro orden de cosas, Céspedes había alcanzado el más alto de los grados de la masonería del Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Se suponía que haber alcanzado el grado 33 correspondía a un individuo que había trascendido el ego. Pero en muchas ocasiones este grado se convirtió en afán de poder político e ideológico. Estamos fuera aún de saber con exactitud si la postura de Céspedes fue deseo de poder o por la unidad revolucionaria cubana. De su Diario Perdido se desprende que muchos puntos de su pensamiento ideopolítico yacen en el hermetismo masónico. Céspedes era un masón, pero de extraordinarias cualidades humanas. Su ego se ve estallar en pedazos en la más difícil situación en pos de la vida.

Por ejemplo, los historiadores que hoy estudian el fenómeno del nazismo sospechan que su origen se extiende al trabajo esotérico del movimiento teosófico. Detrás de Hitler se movían fuerzas ocultas y no el sentido archiconocido del pensamiento filosófico niecheztneano del superhombre. Por su parte, la sicóloga Alice Miller ha sostenido que toda la actitud de Hitler proviene de una malformación de su niñez. De ahí el impulso que tomo la psicohistoria norteamericana en ciertos procesos biográficos de la Historia.

Aun la historiográfica cubana está lejos de comprender a fondo el verdadero sentido de la masonería en la independencia del país. Torres-Cuevas ha escrito un excelente ensayo sobre la labor del GOCA en la independencia colonial. Pero no sabemos si verdaderamente Vicente Antonio de Castro representaba la vieja tradición de la escuadra y el compás, o si a través del postulado político e ideológico intentaba ganar adeptos a la causa de la transformación interna del hombre.

Al parecer la masonería basada en la liturgia del GOCA se radicalizó en zonas como las de Bayamo y Manzanillo y dio origen al estallido revolucionario del 68. Puede que una fuerza extra revolucionaria haya ejercido cierta influencia en los destinos de la ideología mambisa del 68. Pero esto está por estudiar. Alguien ha dicho que detrás de toda política se esconde una fuerza deliberada.

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