viernes, 13 de abril de 2012

SIMBOLISMO DEL AGAPE FRATERNAL

Por José Ramón González Chávez

33º, Gran Canciller de la Gran Logia Nacional de Canadá para América Latina

Fundador y Past Master de la R:. L:. Mixta “Género Humano” Or:. de México, D. F. (1999 e:. v:.)
El sustantivo latino ágape se deriva del griego agape (ágape: amor, amistad,
caridad), que los traductores de la Biblia al latín tradujeron como charitas
(caridad). Los primeros cristianos usaban el plural, agapai y después el
latín ágape para designar las cenas litúrgicas fraternales orientadas hacia
la unión de los asistentes y ayuda a los más necesitados, al igual que las
comidas-reuniones religiosas judías denominadas haburot.

De acuerdo al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la
palabra Ágape se utiliza para referirse a la comida fraternal de carácter
religioso que se realizaba entre los primeros cristianos, destinada a
estrechar los lazos que los unían, aunque después de desvirtuó su objeto,
siendo pretexto para cometer los más diversos excesos que condujeron a su
condena por parte de san Pablo y prohibidos en el siglo IV por el clero. Con
ese sentido fue que llegó al español, como sinónimo de banquete o comida
abundante para celebrar algún acontecimiento.

El tomar alimentos y bebidas como acto ritual se remonta a tiempos
inmemoriales, encontrándose en los misterios más antiguos y formando parte
de las tradiciones místico religiosas de casi todas las culturas, inclusive
en aquellas en apariencia carentes de contacto. Sólo con la simple
recopilación histórica de los lugares y civilizaciones donde se ha efectuado
esta práctica, tendríamos suficiente material para hacer varios volúmenes,
pues hay sobrada evidencia de que la ingestión ritual de alimentos y bebidas
se ha realizado entre mayas y aztecas, celtas y druidas, egipcios y hebreos,
griegos y romanos; también entre los cristianos antiguos y aún entre los
modernos, pudiendo apreciarse hoy en día en religiones como la católica
durante la misa o después de ceremonias importantes -aunque ahora, por
desgracia, extremadamente desvirtuado- como en bodas, bautizos, comuniones y hasta en los funerales.

Así lo muestra, por ejemplo, el siguiente relato sacado de “El Libro Oculto
de la Morada” de “El Libro Egipcio de los Muertos”, interpretado por Henry
Durville, de cuyo texto podemos identificar con claridad ciertos puntos de
similitud de las ceremonias de la antigüedad con las que se realizan actualmente:

“El aspirante ha pasado triunfante todas las pruebas; ya han desaparecido
las barreras que se interponían entre él y el fin de sus deseos. Abre su
alma bajo la mirada de Osiris, con la confianza de un hijo, digno de tal
padre.

Y ya goza de la felicidad suprema.

Y la alegría goza en el interior del templo. Los presentes, ostentando
divinos emblemas, demuestran su contento, al ver que aumenta el número de
iniciados.

“Un banquete reúne a los congregados en cierta especie de comunión mística
donde se distribuyen como manjares las palabras de Verdad y la alegría
triunfante de haberlas recibido:

“Recibo los alimentos sobre el Altar y colmo mi sed con el vino consagrado
en el momento de la noche…”

Asimismo, José de Acosta, en su libro Predicación del Evangelio en las
Indias (1570), se refiere al ágape así:

“Esta fue, entre otras, la causa de que los apóstoles creasen los diáconos
para que sirviesen la mesa de los pobres, y entonces floreció la costumbre
del ágape que después languideció y no quedaron de ella sino vestigios, a
fin de que no se consintiese haber ningún pobre entre los fieles”.

Por esta razón y dados los tan limitados objetivos del presente trazado,
resulta inútil y hasta ocioso incursionar en el tema empleando el método
histórico como herramienta base. En su lugar trataremos exclusivamente de
exponer a grandes rasgos la correlación simbólica entre el Pan, el Vino y la
Copa, materiales que conforman el eje sobre el que gira el Ágape Fraternal
que debe practicarse regularmente al final de la Tenida de Orden en logia
azul (también de manera solemne en ciertos grados superiores) y que al
unirse expresan una idea conjunta que a la vez constituye -desde mi
particular punto de vista- uno de los conceptos medulares de la filosofía
masónica en general.

En efecto, en los rituales masónicos de tenida ordinaria y de banquetes se
sintetizan a la perfección los conceptos, principios y objetivos del ágape
ritual, surgidos desde la más remota antigüedad y afinados a lo largo de la
historia, integrándose a la vez en lo que podríamos llamar un sistema de
filosofía iniciática, que observa las formas más comunes para su ejecución.

* * *

¿Para qué o por qué comer y beber como parte de una ceremonia? ¿Existe
relación directa entre comer y beber y los lazos de amistad?

Si queremos estar en compañía de alguien a quien estimamos o con quien
tenemos vínculos personales, lo convidamos a que coma y beba con nosotros.
Si llegan a nuestra casa visitas, obligadamente preguntamos si se desea
tomar algo u ofrecemos algo de comer.

Como éstos, existen infinidad de ejemplos de la vida cotidiana donde se
presentan juntas la comida y la bebida, asociados a la relación
interpersonal. ¿Qué es lo que interiormente nos mueve a realizar esta
conducta?

Analicemos la reflexión filosófica que propone Novalis, hermano nuestro y a
decir de Göethe el exponente máximo del pensamiento romántico universal:

“Comer acompañados es una acción simbólica de la unión. Casi toda unión se
realiza con un determinado fin y el objeto preciso que antecede a su
realización determina a la vez sus acciones. Gozar, tomar posesión de, y
asimilar, es siempre un “Yo como”, o más bien comer no es otra cosa que
tomar posesión, simplemente una apropiación. Es lo que hace que todo goce
espiritual pueda ser expresado por el comer.

En la amistad, es un hecho que nos nutrimos de nuestro amigo o que vivimos
de él aún en sus funerales. ¿Por qué no pensar que nuestro amigo es un ser
cuya carne se convierte en pan y su sangre en vino, aún después de muerto?

Es así como todos los días absorbemos y saboreamos al genio de la
naturaleza, y es así como haríamos de una comida un banquete tan nutritivo
para el alma como para el cuerpo: una oportunidad y un medio misterioso de
llegara una transfiguración y a una divinización sobre esta tierra, hacer
que la comida sea el intermediario de un cambio vivificante con lo viviente
absoluto.

¡Cuánto el aire y la bebida y la comida son miembros y partes integrantes y
vivientes de un ser indeciblemente amado!

Basándonos en esta idea, podemos decir que al comer y beber no hacemos otra
cosa que apropiarnos entre sí; alimentarnos y alimentar a los demás;
compartirnos unos a los otros la vida. Por ello, el Ágape Fraternal es sin
lugar a dudas un acto de Unión, o mejor dicho, de Comunión en fraternidad,
tanto de carácter material como espiritual.

EL PAN

Para comprender con amplitud este emblema, es necesario hacer referencia al
simbolismo de su materia prima, el Trigo, ya que el pan es producto del
trabajo del hombre, que muele el grano(tierra), amasija la harina (agua) y
la pone al Fuego transmutándola alquímicamente en Alimento, justa
retribución a su esfuerzo de Sembrar, Cultivar y Cosechar.

El pan se encuentra presente en la Cámara de Reflexión y en otros símbolos
de la Masonería en donde adquiere un profundo significado en cuanto a la
idea de producción para la reproducción, de acción fecunda dentro de la
continuidad. El trigo como todo símbolo vegetal, aparece en las tradiciones
de diversas culturas siendo representativo de resurrección e inmortalidad;
en tal sentido, encuentra su base filosófico simbólica en el antiguo
misterio del Árbol del Mundo. En él vemos que el fruto de la planta (el
grano) encierra dentro de su cobertura tanto la esencia de sí misma como la
garantía de su continuidad vital.

Este árbol místico tiene 12 frutos, cifra que numerológicamente se obtiene
duplicando por dos el número 6, o bien, desde la ciencia del Trivium y el
Quadrivium es igual a 3 veces cuatro o cuatro veces tres, lo que resulta de
alto contenido iniciático para los masones. Estos 12 frutos, que equivalen a
los 12 soles, las 12 tribus de Israel, los 12 apóstoles, los 12 signos del
Zodiaco, los 12 meses, los 12 tonos de la escala cromática, los 12 Aditya de
la tradición Hindú, hijos de Aditi, diosa de la tierra cuyo nombre significa
“Indivisibilidad” y por lo tanto “Inmortalidad”. Por eso se emplean 12 panes
o pedazos de pan en la ceremonia mítica del jueves santo.

El Trigo es al mismo tiempo vida y muerte; padre e hijo de la continuidad;
claro representante del ciclo eterno, y convertido en Pan, representa la
unión que crea la esencia que es Alimento, que da la Vida.

El Trigo en tanto vegetal, al crecer posee un aspecto aéreo y otro
subterráneo: consta de un tallo que se dirige al cielo, alimentándose de
aire y sol, pero también se desarrolla hacia adentro, dirigiéndose hacia las
profundidades de la tierra, de donde se nutre de agua y minerales con su
raíz, soporte imprescindible del tallo. Al crecer en la Vertical hacia
Arriba y hacia Abajo y tomar para sí en ambas direcciones los 4 elementos
vitales, el trigo/planta observa de manera exacta el principio hermético de
correspondencia.

El Trigo es semilla, planta y al multiplicarse por la Mano (mazo, la fuerza
de la voluntad) y el Saber (cincel, acción fecunda) del hombre, se erige en
imagen de la Esencia verdadera; de la continuidad de la idea independiente
de la muerte física; del conocimiento y reconocimiento de la realidad
objetiva, a la vez alimento del cuerpo y representación del ciclo cósmico en
la tierra.

Por otra parte, la pluralidad del pan, derivada de la reproductividad
geométrica de la semilla con que se elabora, simboliza nuestras múltiples
existencias, sin interrupción en distintas épocas y lugares, y nos recuerda
que no vivimos sólo una vez, sino en una misteriosa cadena cíclica en la que
Ser y No Ser se alternan permanentemente.

EL VINO

Para entender su significado simbólico, debemos remitirnos al misterio del
Elixir de la Vida, también llamado Licor de la Inmortalidad, vinculado de
manera directa con ya mencionado Árbol del Mundo y equivalente alquímico
vegetal de la Piedra Filosofal de naturaleza mineral, relacionada a su vez
con el número 6 y sus múltiplos.

Al igual que el Pan, el Elixir es esencia, pero líquida; es sangre, Súmmum
espiritual, De ahí que el vino en el ritual tenga que ser rojo.

El vino, fluido derivado del fruto maduro de la Vid, es emblema natural de
la vida manifestada en la sustancia; de ahí que también tengamos que
remitirnos a su materia prima: la Vid. Aunque las palabras Vino, Vid y Vida
tienen distintos orígenes, para fines de este trabajo resulta interesante
conocer sus significados, pues juntos forman una idea en común que puede
revelarnos conocimientos importantes:

En cuanto a la palabra Vid tenemos que se deriva del término Vi-Tis,
vinculado con el verbo Vi-Ere que quiere decir “Enlazar”, precisamente como
lo hace la Vid para sostenerse de sus guías. La Palabra Vida, del sánscrito
Giv-Vita y del griego Bios, proviene de la raíz verbal Gvi duplicada en
Vi-Vus, Gvi-v-Vere, Ví-ve-re, término que en nuestro idioma quiere decir o
interpretamos como alimento. De tal suerte, tenemos enlazados los conceptos
Unión, Vida y Alimento.

El Vino por su parte, representa la propia virtud natural, las cualidades
innatas, sin alteraciones degradantes. Es la esencia espiritual, la realidad
interior, alimento del espíritu. Al igual que el Pan, el Vino representa
unidad, permanece inmutable en su esencia, inmanente; es producto que se
mantiene estable, uniforme y prístino hasta la última gota, pero que corre
el peligro de verse alterado y corrompido si se contamina con un elemento
ajeno o si no se elabora con los Frutos y métodos adecuados, convirtiéndose
de elixir divino y vital en veneno mortal[1].

LA COPA

Pasemos ahora al tratamiento de este utensilio, cuya simbólica por cierto
tiene también un aspecto vegetal, evidente en uno de sus sinónimos: el
Cáliz, que en la Flor constituye el receptáculo y guardián del acto
reproductivo de la planta (otra vez vemos aquí enlazados los conceptos de
Vida, Unión y Continuidad)[2].

Al respecto, resulta imprescindible referirnos a la Leyenda del Graal,
escrita a principios del segundo milenio de la E:. V:.. Tiene sus
antecedentes más remotos en las tradiciones celtas de transmisión verbal,
procedentes del antiguo Egipto, en cuyos jeroglíficos, escritura sagrada
donde a menudo la imagen de la cosa representa la palabra misma que la
designa, vemos al Corazón figurado por el emblema del Vaso, idea sin duda
genial, pues parafraseando a Charbonneau “¿el corazón del hombre no es en
efecto el vaso en el que su vida se elabora continuamente con su sangre?,
encontrando de nueva cuenta juntas las ideas de Continuidad, Esencia y Vida.

Analicemos los aspectos más importantes de esta leyenda:

I. Cuenta la leyenda que la copa fue tallada por los ángeles en una
esmeralda desprendida de la frente de Lucifer en el momento de su caída.
Encontramos similitud con la mitología Hindú, donde la diosa Shiva tiene una
joya en el entrecejo o tercer ojo, que representa el centro del ser
integral, la eternidad. Existe también una evidente relación con el punto en
el Círculo y el Árbol del Mundo, variaciones de la representación esotérica
del número 10.

II. El Graal fue confiado a Adán, pero lo perdió al ser expulsado del
Paraíso. Basándonos en el significado de la joya en la tradición Hindú
citada, podemos interpretar este párrafo como alusivo de que el hombre, al
apartarse de su centro original (el centro del mundo, el Edén), perdió su
inmortalidad para confinarse al mundo temporal.

III. Set logró entrar en el Paraíso y recuperar el recipiente. El nombre
Set representa las ideas de fundamento y estabilidad, conceptos ambos que
implican permanencia, continuidad, y al hacer a este personaje el rescatador
del Graal, al autor de la leyenda quiso dar a entender la intención de crear
un centro espiritual que sustituyera al paraíso perdido, rescatando con ello
el orden primigenio, destruido por la caída del hombre; con lo que surge
entonces otra curiosidad: a todos los grandes centros espirituales se les ha
denominado “el corazón del mundo” y todos han pretendido de manera idéntica
ser el lugar de manifestación del Verbo eterno en el seno de la humanidad
terrestre, vislumbrando de nueva cuenta expresados con esta idea, los
conceptos de congregación e inmortalidad en la inmanencia de la idea
original[3].

IV. Ya dentro del cristianismo, tenemos que el Santo Graal es la Copa que
contiene la preciosa Sangre de Cristo, primero en la última cena y después
al recogerla José de Arimatea junto con el Agua (!) que emanaba de la herida
propinada en el costado por un centurión con su Lanza. Con ello, la Copa se
convierte en equivalente simbólico del corazón del redentor. Por eso en la
eucaristía, el Vino debe ser mezclado con Agua por el sacerdote[4].

V. Después de la muerte del Cristo, el Santo Graal fue llevado a
Inglaterra por José de Arimatea y Nicodemus, integrándose entonces a la
leyenda del Rey Arturo, en la que la tan famosa Mesa o Tabla Redonda está
destinada a recibir la Copa Divina en cuanto Percival, uno de sus caballeros
(que, curiosamente como los panes, eran 12) la hubiese rescatado, llevándola
de la Gran Bretaña a Armórica, tocándose este símbolo con el del punto en el
círculo y sus correspondientes, algunos de ellos señalados líneas atrás.

Sin pretender apartarnos del tema, diremos con brevedad que la alegoría de
la Tabla o Mesa Redonda es tan antigua como las tres que en esta ocasión nos
ocupan, estando siempre asociada a la idea de los centros espirituales a los
que ya hicimos referencia, así como a la rueda del Zodiaco, por la presencia
en torno a ella de 12 personajes principales, cosa que comúnmente podemos
encontrar en la construcción de todos estos centros espirituales (recordemos
el Mar de Bronce del Templo de Salomón). Por está razón el Ágape ritual
debería realizarse con 12 participantes o doce panes, o bien en múltiplos de
12, implicando dicha cantidad la transposición del símbolo a la objetividad
del momento presente y en general a la vida humana en comunidad.

Volviendo a la Copa podemos descubrir que estando junto a sus homólogos, el
Cáliz, el Corazón, el triángulo de base invertida, etc., comparte con las
alegorías del Vino y el Pan la característica de representar Unificación,
Vida y Permanencia, complementándolas para expresar un concepto más acabado.

Habiendo bebido todos de la fuente de la existencia, el Cáliz debe ser
destruido para evitar su profanación (de ahí su carácter Sagrado). Contiene
la esencia por una sola vez y necesita ser repuesto en cada acto; su pureza
virginal es condición imperdonable de aptitud para recibir el nutriente
fluido. Al igual que nuestro corazón, debe hallarse limpio, puro y sin
mancha para contener el Alimento material y espiritual compartido con los
hermanos.

De todo lo que hasta aquí hemos expresado, podemos ya formular aunque de
manera enunciativa, algunas conclusiones:

1. El comer y el beber con propósitos rituales se ha realizado desde las
épocas más remotas, inclusive en culturas en apariencia carentes de contacto
alguno y aun en la actualidad;

2. Aunque individualmente los símbolos del Pan, el Vino y la Copa,
utilizados ritualmente tienen sus rasgos particulares, sintetizados en el
Ágape Fraternal conforman en esencia una idea común, simbolizando -entre
muchas otras cosas- un acto de Unión para compartir en Fraternidad y con
Pureza de cuerpo y espíritu, la Vida y el producto de nuestro Trabajo
material, intelectual y espiritual, verdadero Alimento de inmortalidad para
nuestras almas.

3. Conociendo los alcances de su poder simbólico, la Francmasonería
recogió esta costumbre, adaptándola a su sistema ritual, y con ello
consiguiendo una genial síntesis de sus principios fundamentales, que
podemos resumir brevemente en tres postulados:

* LIBERTAD, en la capacidad Creativa individual de los frutos (los
Hermanos), expresada a través del principio de la Libertad de Conciencia;
* IGUALDAD, en el origen, la forma y las potencialidades de cada uno,
siendo responsables TODOS, de nuestra superación y calidad, individual y
colectiva; y
* FRATERNIDAD, al conjugarse cada fruto para formar una sola Esencia
vital y permanente, de la cual nos alimentamos hoy, desde siempre y hasta
mañana por toda la eternidad.

EL AGAPE EN LA MASONERÍA

No obstante todo su profundo significado simbólico, filosófico y esotérico,
someramente dibujado en las líneas anteriores, en la Masonería el Ágape es
una parte de la Tenida de Orden (ordinaria) que por desgracia se ha perdido
en las logias simbólicas, en aras de un pragmatismo productor de una
simplificación innecesaria del ceremonial, que refleja poca atención a
nuestros antiguos usos y costumbres, cuando no una evidente profanidad, pues se abrevian fórmulas y hasta partes completas del ritual so pretexto de lo
corto de tiempo de que se dispone para la tenida, pero saliendo de ella se
aprovecha para comer y beber en restaurantes y bares sin la menor preocupación por el tiempo.

El rito francés conserva el Ágape como aquella parte indispensable dentro de
la tenida, con la cual se cierran los trabajos. Si bien en atención a su
promesa de silencio como parte de su formación iniciática los aprendices no
pueden hacer uso de en trabajos abiertos, durante el Ágape pueden expresar
todas sus preguntas, dudas, etc. mismas que serán atendidas y comentadas por
los maestros y los demás hermanos presentes. A tal efecto, después de
realizada la Cadena de Unión, el Venerable y los Vigilantes se dirigen
mallete en mano a donde se celebrarán los trabajos de mesa y conceden la
palabra en el orden acostumbrado. La tenida de Orden se cierra al momento en
que el Venerable da un golpe de mallete en la mesa.

En el mismo rito, efectivamente la Cer:. de A:. de Sal:. Incluye un “Sexto
Viaje”, denominado Viaje Real, donde se aprecian en el envoltorio preparado
con la manta, y que carga el candidato a compañero con la palanca, el pan y
el vino como únicos integrantes de su ajuar, indispensables para transcurrir
su travesía.

QQ:. HH:., sigamos convidándonos del Pan y el Vino de nuestra esencia
inmutable y real. Levantemos de nuevo el Cáliz de la inmortalidad y una vez
sorbiendo el contenido, clamemos al unísono las palabras que refrendan día
con día nuestro vinculo infinito:

¡TODOS PARA UNO; UNO PARA TODOS!

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