EL PACTO CON LA SERPIENTE:
La Serpiente, el tentador, se presenta como libertador, como quien ensalza al hombre más allá del bien y del mal, más allá de la "ley", más allá del Dios antiguo, enemigo de la libertad. El principio liberador afirmado por la secta de los ofitas, principio entrevisto por la concepción sabbatista de su Mesías entregado a las serpientes: el Cristo-serpiente que ibra al m
undo de la tiranía de Yahvé. Entregarse al demonio, en una singular transposición gnóstica de la idea según la cual perderse es encontrarse, es abrirse a Dios. El camino hacia abajo coincide con el camino hacia arriba.
En Goethe y su diablo custodio Mathieu observa que en el Fausto Mefistófeles es la "fuerza que hace surgir de la tiniebla lo positivo del hombre". Como afirma Dios, dirigiéndose a Mefistófeles en el Prólogo en el Cielo, "sólo tienes que mostrarte, libremente, por lo que eres; no he odiado nunca a tus semejantes; de todos los espíritus que niegan, el burlón es el que menos me molesta. La actividad del hombre se relaja demasiado fácilmente y el hombre se abandonaría con placer en un descanso absoluto. Por eso me gusta poner a su lado un compañero que lo estimule, y actúe, y debe, como el Diablo, crear". Dios pone de buena gana al Diablo como colaborador del hombre. El camino hacia el Cielo pasa por el infierno. El hombre se hace hombre, vivo, inteligente, libre, sólo saboreando a fondo lo amargo de la vida. La inocencia del "alma buena" es, por lo contrario, inercia, parálisis, muerte.
El hombre debe pecar, debe salir de la inocencia natural para devenir Dios. Debe realizar la promesa de la Serpiente: debe conocer, como Dios, el bien y el mal. Este conocimiento "es el origen de la enfermedad, pero también la fuente de la salud, es la copa envenenada en la que el hombre bebe la muerte y la putrefacción, y al mismo tiempo el punto manantío de la reconciliación, porque mostrarse como malo es en sí la superación del mal". Mediante esta perspectiva la figura del Ángel rebelde, de aquel que, provocando al hombre, lo eleva a su libertad, brilla con un esplendor nuevo. Mefistófeles se convierte poco a poco en el héroe, el Prometeo moderno, el libertador. Impávido, indómito, el príncipe de las tinieblas aparece como el denodado luchador contra la tiranía divina. Satanás es Prometeo, toma el puesto del mítico titán encadenado por Zeus a la roca, inmortalizado por Esquilo. El Prometeo moderno se opone al dios hostil, malvado. El diabólico Satanás aparece mejor que el Creador.
Como afirma Hegel: "Cuando se presenta al Diablo hay que demostrar que existe en él un afirmativo; la fuerza de su carácter, su energía, su espíritu consecuente parece mucho mejor, más afirmativo que el de cualquier ángel…... donde el Diablo, con su energía plena de carácter, es mejor que algunos ángeles."
Destrucción y profanación: es el mayor placer. La violación apasionada como transgresión, ultraje. El cuerpo, el de la mujer, cuanto más inerme (niña, virgen, monja) más se convierte en el objeto de deseo. Profanarlo es quitarle trascendencia, devolverlo a la tierra, revelar el rostro oscuro de Eva,a lilith..... el eterno femenino desde siempre ligado al poder de Satanás. Lo demoníaco mezcla lo puro y lo impuro, necesita la inocencia para exitar las pasiones, para despertar la fuerza explosiva de lo negativo.
Aquí la santificación de los impulsos y los deseos in primis el sexual, (porque todo lo que vive es sagrado), recibe su consagración teórica. Ya no existe el mal que niega el bien: mal y bien son necesarios. "Sin Contrarios no hay progreso. Atracción y Rechazo, Razón y Energía, Amor y Odio son necesarios para la existencia humana. De estos contrarios nace lo que el hombre religioso llama Bien y Mal. Bien es la pasividad que obedece a la Razón. Mal es la actividad que nace de Energía. Bien es el Cielo, Mal es el infierno".
Con De Sade lo erótico entra a formar parte de una teología gnóstica. Después de él la unión entre Eros y Tánatos, amor y muerte, se convierte en el elemento dominante de un nihilismo demoníaco que encuentra su plenitud primero en el Decandetismo y luego en el Surrealismo.
El dios del mundo, creador, es el malvado demiurgo contra el que se levantó en el Edén la Serpiente, la verdadera amiga del hombre. Es Lucifer, con su deseo de ser como Dios, quien revela al hombre su destino. "Sólo en Lucifer, que se ha vuelto inquieto desde que fue abandonado por segunda vez, desde que en la cruz se levantó el grito que no tuvo respuesta, desde que por segunda vez fue aplastada la cabeza de la serpiente del paraíso colgada en la cruz: sólo en Él, pues, en el que está Escondido en Cristo, en cuanto anti-demiúrgico absoluto, está comprendido también el auténtico elemento teúrgico de quien se rebela por ser hijo del hombre".
La revolución, como disolución del viejo orden, se convierte aquí en la obra de Lucifer por excelencia.
El mal, como en el Fausto de Goethe, es lo que da energía, lo que despierta al bien dormido. El Diablo es la fuerza de Dios. Jacob Böhme, el primero que, en el pensamiento moderno, se había atrevido a afirmar el mal en Dios. Von Baader y toda la corriente teosófica del pensamiento moderno, afirmaba que "según el primer principio Dios no se llama Dios, sino Cólera, Furia, fuente amarga, y de aquí viene el mal, el dolor, el temblor y el fuego devorador". Böhme, según Hegel, "ha luchado para entender en Dios y desde Dios lo negativo, el mal, el Diablo".
Dios es la unidad de los contrarios, de la ira y del amor, del mal y del bien, del Diablo y de su contrario, el Hijo. Es lo que afirma Carl Gustav Jung en su esotérico Septem Sermones ad Mortuos escrito en 1916, "Dios y demonio son las primeras manifestaciones". Estos se distinguen como generación y corrupción, vida y muerte. Y, sin embargo, "la efectividad es común a ambos. La efectividad los une. Por tanto, la efectividad está por encima de ellos, y es un Dios por encima de Dios, ya que en efecto une plenitud y vacío". Jung llama Abraxas a este Dios que une a Dios y al Diablo. Es la fuerza original que está antes de cualquier distinción. "Abraxas genera verdad y mentira, bien y mal, luz y tiniebla, en la misma palabra y en el mismo acto. Por eso Abraxas es terrible". Es el "amor y su asesino", "el santo y su traidor", es "el mundo, su devenir y su pasar.
Para Buber, la psicología de Jung no era más que "la continuación del motivo carpocraciano, enseñado ahora como psicoterapia, el cual diviniza místicamente los instintos en vez de santificarlos en la fe."
Jung había hablado, en Psicología y religión, de la actualidad del gnóstico Carpócrates, que sostenía que bien y mal son solamente opiniones humanas y que, al contrario, las almas, antes de su partida, tenían que vivir hasta lo último toda la experiencia humana si querían evitar volver a la prisión del cuerpo. Solamente la realización total de todas las exigencias de la vida puede rescatar al alma prisionera en el mundo somático del Demiurgo. La vida, como proceso energético necesita los contrastes, sin estos la energía es notoriamente imposible. Esta sombra, para Jung, es la verdadera potencia que dirige la vida que debe ser "humanizada" por el yo consciente. Solamente en el Dios humano, Cristo, el juicio separa lo que en el pleroma (el inconsciente) está unido: la luz y su sombra.
La moderna teosofía de los contrarios, fundada en la doctrina hermética de la coincidencia oppositurum, lleva a un connubio, inquietante, entre divino y diabólico, lleva a la idea del Diablo en Dios. "En todas partes es vigente la idea fundamental gnóstica de que las contradicciones son polaridades.
Para Goethe, lo satánico entra incluso en Dios, el mal es la fuerza originaria del universo tan necesaria como el bien; la muerte es sólo otro elemento de este todo, cuyo polo opuesto se llama vida.
La idea de fondo es que la redención pasa a través de la degradación, la gracia mediante el pecado, la vida a través de la muerte, el placer mediante el dolor, el éxtasis por obra de la perversión, lo divino mediante lo diabólico. El encanto que lo negativo –metáfora de lo demoníaco- depende de esta singular idea: que los caminos del paraíso pasen por el infierno, que "Bajada al Hades y resurrección" son uno
Entregarse al demonio, en una singular transposición gnóstica de la idea según la cual perderse es encontrarse, es abrirse a Dios. En este "sagrado" connubio Satanás y Dios se unen en el hombre.
Fausto, ahora, ya no puede arrepentirse, ni siquiera en trance de muerte. Ahora el Adversario es cómplice, "parte" de Dios. Es el camino para devenir dios. El escalofrío de la nada, de la bajada a los Infiernos, acompañada al descubrimiento del Ser, de Abraxas, el pleroma sin rostro que permanece, inmóvil, en el devenir del mundo.
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