lunes, 10 de diciembre de 2012
LA CAMARA DEL MEDIO
Vicente Alcoseri
Como el sol se ha ocultado en la región tenebrosa del Occidente y
también ha desaparecido la Estrella vespertina que iluminó su
retrogradación, en la noche que ahora lo rodea, las miradas del
candidato han de dirigirse nuevamente hacia el Oriente en la búsqueda
de un signo precursor de la Nueva Luz del Día. Aquí la única luz es la
que proyecta una calavera -imagen de las sombras de ultratumba- que se
dirige sobre el macabro cuerpo del crimen, que ocupa el lugar del Ara.
Ésta es la cámara del medio, el Centro Oculto de la Vida, escondido en
las sombras de la materia, a la cual no se llega sino pasando por la
muerte, o sea, enfrentándose uno sin temor con los fantasmas del más
allá. Es esta cámara una reproducción amplificada, más trágica y
sombría, del mismo cuarto de reflexión, la íntima cámara de la
conciencia, el lugar secreto del corazón, en el cual se lo había
dejado en completa soledad, antes de admitírselo en las sucesivas
pruebas de la iniciación. Aquí también se le presenta el símbolo de la
muerte, entre los dos Principios de la Vida: el Azufre y la Sal,
refigurados por las dos columnas que se encuentran en sus dos lados,
para que realice su propio mercurio filosófico individual. La luz que
alumbra la Cámara del Medio Otra vez se encuentra en una gruta obscura
-el antro de Mitra- y tiene que visitar el interior de la tierra, es
decir, penetrar dentro de la apariencia exterior de las cosas y de sí
mismo, reconociendo la Vida Eterna e Inmortal del Ser Individual, en
la muerte aparente de su personalidad. Pero esta vez ha de penetrar
más adentro, más íntima y profundamente, en el lugar secreto en el
cual se esconde la Realidad Verdadera del universo y de su propio ser:
ha de encontrar el Sol de la Vida en medio de la noche de la
Obscuridad y de la Muerte. Aquí ha de ejercerse su sexto sentido -el
discernimiento- que constituye la Luz Interior de su ser: aquella luz
que no puede venir sino del centro de su propio cráneo, en donde tiene
su asiento dicha cualidad, única que puede guiarlo en las tinieblas de
los sentidos, proyectando su luz entre las sombras de la materia, en
la máscara de la Vida, representada por el cadáver con que se
enfrenta. EL MISTERIO DE LA VIDA Y DE LA MUERTE Por esta razón, las
preguntas que se le hacen están sintonizadas con el Misterio en cuyo
medio se encuentra, refiriéndose a los problemas que tienen relación
con la vida y la muerte. El símbolo de este tercer grado es, pues, en
su esencia, la misma alegoría de los Misterios Mayores de la
antigüedad, que seguían a los Misterios Menores, representados por los
dos primeros grados masónicos, Aquí como allí, el recipiendario ha de
ser primero espectador y luego protagonista de un drama que acaba con
su simbólica muerte, a la cual sigue una igualmente emblemática
resurrección o "levantamiento", que realiza su exaltación. Antes del
drama es, pues, oportuno que el candidato exprese sus propias ideas
sobre la vida y la muerte que lo llevan a reconocer la diferencia
entre personalidad e individualidad, y como la muerte de aquélla
conduce a la exaltación de ésta. En relación con este problema
fundamental, se le harán otras preguntas de orden práctico sobre el
derecho de matar y la verdadera naturaleza de la solidaridad masónica,
que nace del reconocimiento de que un tal derecho en ningún caso puede
enteramente justificarse. ¿Qué es la vida? ¿Qué es la muerte? Sólo el
Iniciado en la Realidad, sólo quien sabe penetrarla con la Luz
Interior y el ojo del discernimiento, puede contestar
satisfactoriamente por sí mismo a estas dos preguntas que constituyen
un misterio hondo, impenetrable y pavoroso para los profanos, para
cuyo real entendimiento de nada sirven los postulados y dogmas de las
diferentes escuelas científicas, filosóficas y religiosas. La Vida es,
pues, algo que se manifiesta desde adentro hacia afuera, y que no de
otra manera puede por consiguiente reconocerse en su íntima esencia y
profunda Casualidad, sino pasando por medio de la inteligencia desde
lo exterior a lo interior, y haciéndosenos, de esta manera,
individualmente patente la Realidad Invisible que se esconde y expresa
en la apariencia visible, en una obra de incesante construcción que
origina todas las formas y substancias orgánicas, estudiadas por la
Biología. Cuando se sabe lo que es la Vida, se considera a la Muerte
como una cesación aparente, que es realmente un cambio en la
manifestación exterior de aquélla, que nunca cesa, que nunca tuvo
principio y, siendo eterna, es inmortal e indestructible hasta en la
forma o materia en que se manifiesta, pues ésta sigue siendo vehículo
e instrumento para nuevas infinitas expresiones externas de la Vida
Interior. Conociéndose esta Verdad y realizándose en lo íntimo del
corazón su más profunda significación, queda uno libertado para
siempre del temor de la muerte; dado que la visión de la Vida, como
realmente es en esencia, enciende una antorcha ante la cual
desaparecen y huyen las sombras y los fantasmas del más allá. Así
contesta el Iniciado a la pregunta ¿Dónde vamos?, que a todos,
indistintamente, nos presenta la mística Esfinge de nuestra vida
exterior, cuya acertada contestación individual realiza el objeto real
de los Grandes Misterios: la Conquista de la Inmortalidad.
PERSONALIDAD E INDIVIDUALIDAD El discernimiento entre las dos
polaridades del ser humano, que se distinguen con el nombre de
Individualidad y Personalidad, se hace necesario para ese objeto.
"Personalidad" -del latín persona- significó originariamente
"máscara", siendo, por consiguiente, el antifaz o apariencia de que se
cubre nuestra Vida Interior en su manifestación. Es, en otras
palabras, nuestro ser físico-psíquico que constituye al Hombre Mortal
y la Mente Objetiva en la cual se nos manifiesta la realidad física y
se cristalizan nuestras crecncias, errores y prejuicios, así como los
vehículos o medios exteriores de que se sirve, constituyendo sus
cuerpos astral y físico. Esta parte más material de nuestro ser, esta
su cáscara o envoltura, nace, muere y se regenera, reproduciéndose en
formas semejantes. Estas variaciones y reproducciones constituyen el
Misterio de la Generación con el cual tiene que enfrentarse el
Compañero para conocer el significado de la letra G, que está en la
raíz de todas las manifestaciones de la vida. La "Individualidad" es
algo muy distinto, por ser el principio indivisible de nuestro ser y
de la universalidad de la vida: es, pues, lo que hay en nosotros de
Eterno, Permanente e Inmortal, lo que persiste a través de todas las
mudanzas exteriores de la personalidad, sin que éstos puedan
afectarla. El reconocimiento individual, o conciencia intima
acompañada por una absoluta certidumbre, de su Realidad, es lo que
hace al verdadero Maestro, en cuanto confiere y hace efectiva la
Inmortalidad. Morir para la ilusión de la personalidad y renacer a la
Luz de la Realidad que constituye nuestra Vida Individual y nuestro
más verdadero ser: he aquí en pocas palabras la tarea que realmente le
compete al recipiendario, quien, en la Cámara del Medio de su propia
conciencia, se halla frente al Misterio de la Vida y la Muerte.
NUESTRO DEBER HACIA LA VIDA El reconocimiento de la unidad indivisible
de la Vida Universal pone el discernimiento individual del Iniciado
frente al problema del "derecho de matar" y le hace reconocer la
fundamental ilusión de un tal derecho, que puede salir únicamente de
las sombras de la Ignorancia, del Fanatismo y de la Ambición causa de
todos los crímenes y de la misma muerte en sus diferentes aspectos. En
la ignorancia, pues, se resumen todas las ilusiones que el Iniciado ha
de vencer con la Luz de la Realidad; en el fanatismo todas las
pasiones que debe dominar y trasmutar; y en la ambición todos los
egoísmos que han de ser superados con el Amor: la primera victoria se
refiere a la prueba del aire, la segunda a la prueba del agua y la
tercera constituye la verdadera prueba del fuego. Si la Vida es Una,
matando una cualquiera de sus expresiones exteriores, nos matamos a
nosotros mismos, siendo todo Caín hermano exteriormente e idéntico
interiormente con el Abel (1) sobre cuya persona haya podido levantar
su mano. Este crimen originario es, pues, consecuencia del pecado
original, que es la ilusión, simbolizada por la Ignorancia, que atrae
a sí, como compañeros naturales, al Fanatismo ya la Ambición. El
derecho de matar nunca existe para el Iniciado, quien ha de
sobreponerse a sus causas, venciendo todo error y prejuicio,
haciéndose inmune a toda pasión o fanatismo sectario (religioso o
anarquista) , y superando toda ambición o deseo naturalmente egoísta.
Así realiza su deber de solidaridad para con todos los seres
indistintamente, para con todas las manifestaciones de la vida, y
contesta satisfactoriamente a las tres preguntas de su testamento como
Aprendiz, que constituyen su Programa Iniciático, poniendo en práctica
el Gran Mandamiento: "Ama al Principio Universal de la Vida con todo
tu corazón y a tu prójimo como a ti mismo
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