Los diez soberanos que reinaron en la Tierra antes del Diluvio
Beroso, el erudito-sacerdote-astrónomo babilonio, hablaba de diez soberanos que reinaron en la Tierra antes del Diluvio. Resumiendo los escritos de Beroso, Alejandro Polihistor escribió: «En el segundo libro estaba la historia de los diez reyes de los caldeos, y los períodos de cada reinado, que sumaban en total 120 shar’s, es decir, 432.000 años; para llegar a la época del Diluvio».
Abideno, un discípulo de Aristóteles, citó también a Beroso al respecto de los diez soberanos antediluvianos cuyo reinado sumaba en total 120 shar’s, y aclaró que estos soberanos y sus ciudades se encontraban en la antigua Mesopotamia:
Se dice que el primer rey del país fue Aloro… Éste reinó diez shar’s (Un shar se estima que son tres mil seiscientos años…)
Después de él, Alapro reinó tres shar’s; a éste le sucedió Amilaro, de la ciudad de panti-Biblon, que reinó trece shar’s…
Después de éste, Ammenon reinó doce shar’s; él era de la ciudad de panti-Biblon. Después, Megaluro, del mismo lugar, dieciocho shar’s.
Más tarde, Daos, el Pastor, gobernó por el espacio de diez shar’s…
Hubo después otros Soberanos, y el último de todos fue Sisithro; de manera que, en total, la cifra asciende a diez reyes, y el término de sus reinados asciende a ciento veinte shar’s.
También Apolodoro de Atenas hablaba de las revelaciones prehistóricas de Beroso en términos similares: diez soberanos reinaron durante un total de 120 shar’s (432.000 años), y el reinado de cada uno de ellos se midió también en los 3.600 años de las unidades shar.
Con la llegada de la Sumerología, los «textos de antaño» a los cuales se refería Beroso se encontraron y se descifraron; eran las listas de reyes sumerios que, según parece, transmitieron la tradición de los diez soberanos antediluvianos que gobernaron la Tierra desde los tiempos en que «el reino fue bajado del Cielo» hasta que «el Diluvio barrió la Tierra».
Una lista de reyes sumerios, conocida como el texto W-B/144, documenta los reinados divinos en cinco asentamientos o «ciudades». En la primera ciudad, Eridú, hubo dos soberanos. El texto prefija ambos nombres con el título silábico «A», que significa «progenitor».
Cuando el reino fue bajado del Cielo,
el reino estuvo primero en Eridú.
En Eridú,
A.LU.LIM se convirtió en rey; gobernó 28.800 años.
A.LAL.GAR gobernó 36.000 años.
Dos reyes la gobernaron 64.800 años.
El reino se transfirió después a otras sedes de gobierno, donde los soberanos recibieron el nombre de en, o «señor» (y, en un caso, el título divino de dirigir):
Dejo Eridú;
su reino se llevó a Bad-Tibira.
En Bad-Tibira,
EN.MEN.LU.AN.NA gobernó 43.200 años;
EN.MEN.GAL.AN.NA gobernó 28.800 años.
El divino DU.MU.ZI, Pastor, gobernó 36.000 años.
Tres reyes la gobernaron durante 108.000 años.
Después, la lista cita las ciudades que siguieron, Larak y Sippar, así como sus divinos soberanos; y, por último, la ciudad de Shuruppak, donde fue rey un humano de parentesco divino. Lo sorprendente del caso, en cuanto a las fantásticas duraciones de estos reinados, es que todas, sin excepción, son múltiplos de 3.600:
Alulim - 8 x 3.600 = 28.800
Alalgar -10 x 3.600 = 36.000
Enmenluanna -12 x 3.600 = 43.200
Enmengalanna - 8 x 3.600 = 28.800
Dumuzi -10 x 3.600 = 36.000
Ensipazianna - 8 x 3.600 = 28.800
Enmenduranna - 6 x 3.600 = 21.600
Ubartutu - 5 x 3.600 = 18.000
Otro texto sumerio (W-B/62) añadió Larsa y sus dos soberanos divinos a la lista de reyes, y los períodos de reinado son también múltiplos perfectos del shar de 3.600 años. Con la ayuda de otros textos, la conclusión es que, ciertamente, hubo diez soberanos en Sumer antes del Diluvio, que todos los reinados duraron demasiados shar’s, y que, en total, duraron 120 shar’s, tal como informó Beroso. La conclusión que se sugiere es que estos shar’s de reinado estaban relacionados con el período shar (3.600 años) orbital del planeta «Shar», el «Planeta del Reino»; que Alulim reinó durante ocho órbitas del Duodécimo Planeta, Alalgar durante diez órbitas, etc.
Si estos soberanos antediluvianos eran, como sugerimos, nefilim que vinieron a la Tierra desde el Duodécimo Planeta, entonces no debería de sorprendernos que sus períodos de «reinado» en la Tierra guardaran relación con el período orbital del Duodécimo Planeta. Los períodos de tales mandatos o Reinados se prolongarían desde el momento del aterrizaje hasta el momento del despegue; cuando un comandante llegaba desde el Duodécimo Planeta, el mandato del otro terminaba. Dado que los aterrizajes y despegues debían guardar relación con la aproximación a la Tierra del Duodécimo Planeta, los mandatos sólo se podían medir en estos períodos orbitales, en shar’s.
Cómo no, se podría preguntar si cualquiera de los nefilim, después de llegar a la Tierra, podía permanecer al mando, aquí, durante los pretendidos 28.800 o 36.000 años. No nos sorprende que los expertos digan que la duración de estos reinados es «legendaria».
Pero, ¿qué es un año? Nuestro «año» es, simplemente, el tiempo que le lleva a la Tierra completar una órbita alrededor del Sol. Dado que la vida se desarrolló en la Tierra cuando ya estaba orbitando al Sol, la vida en la Tierra sigue el patrón de esta duración orbital. (Incluso un tiempo orbital mucho menor, como el de la Luna, o el ciclo día-noche, tiene la fuerza suficiente como para afectar a casi todas las formas de vida en la Tierra.) Vivimos tal cantidad de años porque nuestros relojes biológicos están ajustados a tal cantidad de órbitas de la Tierra alrededor del Sol.
Existen pocas dudas de que la vida en otro planeta se «temporizaría» en función de los ciclos de ese planeta. Si la trayectoria del Duodécimo Planeta alrededor del Sol tuviera tal extensión que una órbita suya se llevara a cabo en el mismo tiempo que a la Tierra le lleva hacer 100 órbitas, un año de los nefilim equivaldría a 100 años nuestros. Si su órbita fuera 1.000 veces más larga que la nuestra, 1.000 años de la Tierra equivaldrían a sólo un año de los nefilim.
¿Y qué ocurre si, como sugerimos, su órbita alrededor del Sol durara 3.600 años? Entonces 3600 de nuestros años serrían sólo uno en su calendario, y también un solo año en su vida. El tiempo de mandato (reinado) del que hablan los sumerios y Beroso no sería, de este modo, ni «legendario» ni fantástico: sólo habría durado cinco, ocho o diez años de los nefilim.
En capítulos previos hemos mencionado que la marcha de la Humanidad hacia la civilización -a través de la intervención de los nefilim- pasó por tres etapas, separadas por períodos de 3.600 años: el período Neolítitico(alrededor de 11.000 a.C), la fase de la alfarería (alrededor del 7400 a.C.) y la repentina civilización sumeria (alrededor del 3800 a.C). No resulta improbable, por tanto, que los nefilim revisaran periódicamente (y tomaran la resolución de continuar) el progreso de la Humanidad, dado que podían reunirse en asamblea cada vez que el Duodécimo Planeta se acercaba a la Tierra.
Muchos estudiosos (por ejemplo, Heinrich Zimmer en The Babylonian and Hebrew Génesis) han indicado que el Antiguo Testamento transmitía también las tradiciones de los jefes antediluvianos o antepasados, y que, en la línea de Adán a Noé (el héroe del Diluvio), se enumeraba a diez soberanos. Viendo en perspectiva la situación previa al Diluvio, el Libro del Génesis (Capítulo 6) describe el desencanto divino con la Humanidad. «Le pesó al Señor haber hecho al Hombre en la Tierra… y el Señor dijo: Destruiré al Hombre, al que he creado». Y el Señor dijo:
Mi espíritu no protegerá al Hombre para siempre;
después de errar, él no es más que carne.
Y sus días eran ciento veinte años.
Generaciones de eruditos han leído este versículo, «Que sus días sean ciento veinte años», como la concesión de Dios al hombre de un lapso vital de 120 años. Pero esto no tiene sentido. Si el texto trata de la pretensión de Dios de destruir a la Humanidad, ¿por qué, en la misma frase, le iba a ofrecer al Hombre una larga vida? Y nos encontramos con que, tan pronto pasó el Diluvio, Noé vivió bastante más del supuesto límite de 120 años, al igual que sus descendientes, Sem (600), Arpaksad (438), Sélaj (433), etc. Intentando aplicar el lapso de 120 años al Hombre, los eruditos ignoran el hecho de que el lenguaje bíblico no emplea un tiempo verbal futuro -«Sus días serán»- sino pasado -«Y sus días eran ciento veinte años». La pregunta obvia, por tanto, es la siguiente: ¿Al lapso de vida de quién se refieren aquí?
Nuestra conclusión es que la cantidad de 120 años se entendía que se aplicaba a la Deidad. El fijar un acontecimiento trascendental en su adecuada perspectiva temporal es un rasgo común de los textos épicos sumerios y babilonios. «La Epopeya de la Creación» comienza con las palabras Enuma elish («cuando en las alturas»). El relato del encuentro del dios Enlil y la diosa Ninlil se sitúa en el tiempo «cuando el hombre aún no había sido creado», etc.
El lenguaje y el propósito del Capítulo 6 del Génesis tenían el mismo objetivo: situar los acontecimientos trascendentes de la gran Inundación en su correcta perspectiva temporal. La primera palabra del primer versículo del Capítulo 6 es cuando:
Cuando los terrestres
comenzaron a crecer en número
sobre la faz de la Tierra,
y les nacieron hijas.
Este, prosigue la narración, fue el momento en que
Los hijos de los dioses
vieron que las hijas de los terrestres
eran compatibles;
y tomaron para sí
por esposas a las que eligieron.
Momento en el cual…
Los nefilim estaban en el país
en aquellos días, y también después;
cuando los hijos de los dioses
cohabitaron con las hijas de los terrestres
y concibieron.
Ellos fueron los Poderosos que eran de Olam, el Pueblo del Shem.Fue entonces, en aquellos días, cuando el Hombre estaba a punto de ser barrido de la faz de la Tierra por el Diluvio. ¿Cuándo fue exactamente eso?
El versículo 3 nos dice, inequívocamente: cuando su edad, la de la Deidad era de 120 años. Ciento veinte «años», no del Hombre ni de la Tierra, sino de los poderosos, el «Pueblo de los Cohetes», los nefilim. Y su año era el shar -3.600 años terrestres. Esta interpretación no sólo aclara los desconcertantes versículos del Génesis 6, sino que también demuestra de qué modo se ajusta a la información sumeria: 120 shar 432.000 años terrestres, habían pasado entre la llegada a la Tierra de los nefilim y el Diluvio.
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