FRANCIA: CONFERENCIA PUBLICA DEL GODF
Esta conferencia se celebrará en sábado, 25 de octubre de 2014 a 17:00 en 2, rue Thiers, 59000 Lille Il unos años – en cuanto al antisemitismo – cree el pasado anti-albañilería. Sin embargo, recientemente, los discursos de odio en contra de la francmasonería reaparecieron en la internet y redes sociales. Actos de vandalismo contra los templos masónicos han proliferado. El objeto de esta serie de conferencias es analizar la génesis y los componentes de la defensa contra el discurso de la masonería y la naturaleza de su resurgimiento actual.
¿I. contra la masonería en el siglo XVIII, nacimiento de un mito moderno: la conspiración de los masones por Daniel MORFOUACE profesor de filosofía en la escuela de enseñanza y Educación de la Universidad de Artois, dirigió el trabajo colectivo cambio la República? Cambio de la República. y contribuyó al diccionario de la laicidad.
II. la anti-masonería antirepublican, del siglo XIX las persecuciones de Vichy por Yves HIVERT – profesor honorario MATHUR y doctor en historia. Su obra, en la encrucijada de la historia y sociología, incluyen el protestantismo (siglos XIX-XX) y la masonería francesa.
III. la masonería contemporánea contra: resurgimiento y mutaciones por periodista Jiri PRAGMAN, fundó el Blog masónico “shabablek.com” y ha publicado “el Internet es masónico?” y “Anti-masonería actual”. Colaboró en la revista de masonería y es por iniciativa de masónico, el día del libro masónico en Bruselas
Del “Esoterismo” a la iniciación humanista
“El Hombre es ese animal loco cuya locura ha inventado la razón”.
(Castoriadis)
Respecto al pensamiento contemporáneo, el paso del tiempo parece haber arruinado la consideración que disfrutaba antes el concepto de “esoterismo”. En efecto, excepto para designar el ambiente interno y las tradiciones reservadas a los miembros de una cofradía, el esoterismo aparece hoy como una especie de jungla inextricable e indeterminada donde se funden y se reencuentran las innumerables elucubraciones irracionales, es decir antirracionales, que animan a las sectas.
A la llamada del término “esoterismo” en Internet, miles de artículos exponen las propuestas más insólitas para atraer nuevos clientes entre las personas que tienen un sentido crítico debilitado, es decir inexistente, o que buscan subconscientemente un “director de conciencia” o un “gurú”.
Pero sea cual sea el camino del acercamiento, al abordar las orillas del “esoterismo” así entendido, se penetra inevitablemente en la nebulosa de las sectas mercantiles o psicóticas o en su amalgama.
Estas sectas invierten el inmenso dominio de la creencia transformándolo en una feria mundial de la credulidad en la que los camelos de la ilusión defienden sentenciosamente mezclas “espirituales” tan dudosas como ostentosas.
Las falsas promesas de este “esoterismo” constituyen actualmente el tejido de la relación interactiva entre el fenómeno sectario y sus víctimas.
Para un espíritu libre y crítico, el término “esoterismo” recubre el conjunto heteróclito de creencias extravagantes y de estafas desvergonzadas que se reclaman vinculadas con la irracionalidad.
Ahora bien, la Francmasonería liberal y evolutiva se ha comprometido y se compromete cada vez más con su ideal humanista. Se ha alejado hasta tal punto de sus teorías y significados originales que el calificativo de “esotérico” se ha convertido, para ella, en una definición inadaptada. Los “esoterismos” y sus pseudo espiritualidades engañan el ojo, son antitéticas con la vocación ética de la francmasonería evolutiva actual y sobretodo del futuro.
De todas formas, en la actualidad los adultos toman por secretos de polichinela los pretendidos “misterios” de los que, invariablemente, se propone la revelación a todo eventual interesado. Pero hay que tener la madurez psíquica del adulto, lo que es menos normal de lo que se cree.
Por otro lado, el componente elitista del “esoterismo” es contrario al concepto democrático del saber, ya que reserva sus pretendidas “enseñanzas” a unos discípulos elegidos según los criterios y la buena voluntad de los “maestros del
pensamiento”. Ahora bien, están lejos los tiempos en los que los libros sagrados –con cierres excepcionalmente abiertos- se exhibían solemnemente, de lejos, ante la masa popular mantenida en la ignorancia y la tutela…
“Cuando en 1637, al comienzo del “Discurso sobre el método” Descartes afirma que el sentido común es “la cosa mejor repartida del mundo”, toma posición a favor de una ciencia que deja atrás la amplia herencia magico-astrológica del pensamiento antiguo y medieval, vinculado con la diferenciación entre profanos e iniciados” (Jean Paul Thomas en “Le Monde” 6-VIII-99).
Se puede constatar que existe actualmente una iniciación humanista abierta a todas las personas honesta, que deseen sinceramente aproximarse a la sabiduría y mantener su filantropía, mientras que las iniciaciones “esotéricas” continúan buscando, con sus promesas elitistas, a aquellos que desearían diferenciarse de todos los otros gracias a la adquisición privilegiada de pretendidos “secretos”.
Las doctrinas “esotéricas”, marcadas por sus connotaciones político-elitistas, correspondían todavía no hace mucho tiempo, a las reminiscencias de una sociedad aristocrática cuyos fundamentos y estructuras serían consideradas sin embargo caducas. Ahora bien, actualmente, todo lo que separa a los seres humanos en categorías exclusivas es contrario a los criterios de una francmasonería que se ha convertido en democrática.
Por otro lado, el complejo de las doctrinas “esotéricas” se rodea voluntariamente del dogma retrógrado y obscurantista que -a semejanza del “conocimiento primordial”, tan querido por René Guénon- confiere más valor a las enseñanzas del pasado que a los descubrimientos más recientes.
Los mitos de una “Edad de Oro” en el pasado, de la búsqueda en el presente de una misteriosa “Palabra perdida”, y las “Profecías” milenaristas que anunciaban para un futuro inminente todo tipo de cataclismos apocalípticos y la forma de salvarse de ellos –se proponen como grandes cebos del “esoterismo” y están reservados únicamente a los fieles adeptos, mientras que los objetores se encontrarían entre las condenas del “infierno”…
El argot esotérico-ocultista atrae a un publico especialmente sensible a las sugerencias del vocabulario fetiche de lo irracional, en el que florecen: los “horóscopos” y “temas astrales”, los “destinos”, las “reencarnaciones” concedidas según las fantasías más extravagantes, el “magnetismo”, los “dones de videncia”, o ”curaciones por imposición de manos” tan charlatanescas como megalomaniacas…
Los “esoterismos” no dejan de desembocar en todo tipo de “poderes ocultos” casi mágicos.
Así ocurre con las “aptitudes adivinatorias”, los “hechizos y los hechizos liberatorios”, las “curaciones” sobrenaturales, de una pretendida maestría de pretendidas “ondas positivas” y “ondas negativas”… y otras “mesas giratorias” que hacen girar las cabezas y desviarse el espíritu…
Pero, ¿qué tiene la iniciación humanista de la francmasonería en común con todo este embrollo del que es el antinomio?
La francmasonería liberal, que se considera garante del respeto y de la libertad del espíritu humano y, en consecuencia, garante de la honestidad intelectual contra la vergonzosa estafa –debe reclamar su reprobación ante la explotación de una clientela mistificada por todo tipo de imposturas pseudo culturales.
¿Por qué toda la literatura que trata de la francmasonería ha sido confinada sistemáticamente a la estantería del “Esoterismo” de todas las bibliotecas y librerías?
¿Acaso porque algunos escritos masónicos, a pesar de la evolución del pensamiento en el tiempo, continúan deletreando el alfabeto de los siglos precedentes? Entonces, ¿por qué no clasificamos igualmente las publicaciones de los químicos actuales entre las de los alquimistas de la Edad Media?
Para un buen número de observadores exteriores, la imagen de la francmasonería está todavía marcada por la historia de su filiación iniciática cuyas connotaciones esotéricas evocan los “misterios” antiguos y las iniciaciones elitistas.
En efecto, desde sus inicios modernos, en 1717, la francmasonería ha evolucionado en tres fases influenciadas cada una por el contexto sociocultural de la época:
En el siglo XVII la masonería fue religiosa y culta,
– en el siglo XIX fue netamente esotérico-ocultista,
– y durante el siglo XX se ha transformado cada vez más rápidamente en su estado actual de Orden filosófica y humanista.
Estas tres fases se han superpuesto progresivamente sin sustituir completamente una a la otra. Esta es la razón por la que las encontramos todavía frecuentemente unidas, estrechamente entremezcladas a pesar de sus contradicciones. Porque el humanismo que nos une es más fuerte que las ideologías que podrían separarnos.
Sin embargo, a fuerza de exaltar la libertad de elección, una corriente espiritual corre el riesgo de desvirtuar su identidad. Es por eso por lo que la masonería termina rompiéndose en un polvo de grupúsculos en busca de definiciones más exactas para unos o para otros…
En la actualidad, los ideales, para ser válidos y atractivos, deben definirse claramente. El oportunismo está mal visto y no se puede ya reagrupar, a cualquier precio, unos sistemas de pensamiento y sus contrarios con el único fin de permanecer nominalmente presente en todos los casos.
Parece claramente que la corriente masónica moderna no se satisface ya solamente portando insignias para conservadores de un Museo de las tradiciones esotéricas.
Las fábulas pseudo históricas del Caballero de Ramsay –declarando filiaciones míticas de la masonería con la orden desaparecida de los Templarios y otros grupos de caballeros de las cruzadas- se han hecho obsoletas y espiritualmente antinómicas en relación con la iniciación humanista que no se confunde ya con la cristianización. Y los títulos recargados e hiperbólicos, los decorados tradicionales, las espadas y otros símbolos de muerte al estilo antiguo, son solamente evocaciones históricas de la revolucionada época en la que una “nobleza” elitista se apoyaba en las armas, se autoproclamaba como valor hereditario.
Ahora bien, la francmasonería moderna es, ante todo, una corriente de reflexión ética y pragmática sobre los problemas planteados a la humanidad actual.
Así podemos considerar que las logias liberales se encuentran en un cruce de caminos: o bien que su maravillosa masonería se disuelva en reflejos lúdicos, mistificaciones, imposturas y engaños sectarios, o bien optan por la difícil vía de la rectitud y la autenticidad de la iniciación humanista.
LOS NUEVOS HORIZONTES DE LA ÉTICA
ÉTICA DEL SER VIVO
(Introducción del XIV Coloquio de Ferrette 1997)
Con la ética del ser vivo, tocamos un dato esencial de la problemática sin precedente y casi vital planteada a nuestra generación.
Hans Jonás, escribió en “Le Principe Responsabilité”:
“Vivimos en una situación apocalíptica, es decir en la inminencia de una catástrofe universal, en el caso en el que dejáramos que las cosas actuales siguieran su curso”.
Edgar Morin desarrolló brillantemente este tema durante el Coloquio de Ferrette 1994 sobre “Tierra-Patria” y acaba de citar, en el curso de las “Conversaciones del siglo XXI” de la UNESCO, una idea magistral de Hölderlin:
“Cuando el peligro crece, crece lo que salva”.
Nadie puede tener la pretensión de realizar por si solo un estudio sobre la Ética del Ser Vivo. Por eso es especialmente interesante consultar, entre otras, la obra de Lucien Sève: “Pour une critique de la raison bioéthique” (Ed. Odile Jacob, 1994).
El interés de una ética del ser vivo depende de la respuesta a dos cuestiones previas:
1) ¿Debe perdurar necesariamente la humanidad?
2) ¿Debemos preocuparnos de su continuación mucho más allá de nuestra propia existencia e incluso al precio de un ataque contra nuestra calidad de vida?
Sobre este tema, Hans Jonás escribe:
“Por sí mismo, nada de lo que no existe (todavía) tiene derecho a la existencia y a la reivindicación de que le ayudemos para llegar a existir”.
El paleontólogo americano Stephen Jay Gould piensa que “la consciencia quizás no se desarrolle más en ninguna especie durante los cinco mil millones de años de vida que le quedan a la Tierra antes de la explosión del Sol”. Esta suposición podría constituir, por sí misma, una motivación suficiente para preservar -hasta donde se pueda, en el infinito del espacio-tiempo- el accidente cósmico representado por la humanidad.
Pero, ¿qué clase de humanidad deseamos?
¿Cuáles son los criterios morales o éticos que permiten distinguir lo que es bueno para el género humano de lo que es -o podría llegar a ser- nefasto para él? Considerando además que, debido a los múltiples factores de cambio, el futuro se presenta como un enredo inextricable o casi impredecible. Y sepuede constatar -mejor todavía que en el pasado- hasta que punto las pequeñas causas pueden generar graves efectos…
¿Cómo cualificar lo que entendemos por “moral” y por “ética”? Se puede pensar como André Comte-Sponville que “la moral se refiere al Bien y al Mal considerados como valores absolutos o transcendentes; la ética a lo bueno y lo malo considerados como valores relativos ( a un individuo, a un grupo, a una sociedad) e inmanentes”.
Sin embargo, la novedad absoluta de los problemas planteados por la biología excluye -para la mayoría de ellos- una solución por la única referencia a unos textos antiguos venerados precisamente por su antigüedad.
En efecto, desde la emergencia del razonamiento lógico, la antigüedad de un documento no puede ya ser considerada como una garantía –a pesar de las innumerables traducciones, revisiones y readaptaciones de los textos antiguos a lo largo de los milenios.
Además, a pesar de sus apologías del respeto de la vida humana, las numerosas religiones que pretenden expresar las voluntades divinas nunca han logrado pasar de la palabra al acto. Por eso, para sacralizar realmente la vida humana, los religiosos debería haberse abstenido de proferir sus habituales amenazas de muerte contra sus adversarios o sus competidores; habrían debido obligarse también a luchar contra la pena de muerte, contra las atroces carnicerías por “infieles”, “brujas” y otras “herejías”… Habrían debido incluso rechazar el concepto antinómico de la “guerra santa”.
Pero por el contrario, y a pesar de las más vibrantes profesiones de fe de aquellos que se confiesan de esa fe, el hundimiento de la humanidad a las crueldades más atroces nunca ha sido criticado, sino todo lo contrario.
Al igual que la verdadera honestidad no reside en el temor al policía, igualmente los discursos más ditirámbicos sobre la fraternidad y el amor al prójimo no sustituyen a su práctica continuada en la vida corriente.
Saint-Exupery decía:
“Tu no puede permanecer sin cambios mientras el mundo cambia”.
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