miércoles, 1 de octubre de 2014

LOS SÍMBOLOS DE LA MASONERÍA

Los conceptos fundamentales de la Masonería se expresan mediante símbolos. Así por ejemplo, los conceptos de “ley moral”, “fraternidad”, “rectitud” encuentran su correspondencia en los símbolos de “libro”, “compás” y “escuadra”. A los símbolos de “libro”, “compás” y “escuadra” corresponden, simbólicamente las tres grandes “luces” del Templo: “la luz por encima de nosotros”, “la luz en tomo a nosotros”, y “la luz dentro de nosotros”. A estas tres grandes luces corresponden otros símbolos, y así sucesivamente. Por consiguiente, el Templo ideal de la Masonería es un sistema coherente de símbolos: cada símbolo está vinculado estrechamente con todos los demás y todos en conjunto confieren un profundo sentido a la actividad iniciática. Pero, ¿qué funciones desempeñan los símbolos? El hombre siempre ha recurrido a los símbolos cuando ha intentado expresar su propia visión del mundo y de la vida, bien en una perspectiva mágica, bien en una perspectiva racional. Basta pensar en el profundo significado de la “cruz” en los orígenes y en el desarrollo del Cristianismo, o bien en el símbolo de la “vida” en los antiguos egipcios. Ahora bien, el hombre también ha expresado mediante símbolos las formas más abstractas de su intelecto. En general, podemos distinguir dos grandes categorías de símbolos: símbolos que denotan abstracciones conceptuales, y símbolos que desempeñan principalmente una función alegórica. Corresponden a la primera categoría los símbolos de la lógica y de la matemática, mientras que la segunda engloba el complejo de signos cuya función consiste en representar de mane-ra sensible contenidos ideales no completamente agotables por nuestra capacidad de conocimiento.
Para aclarar el alcance del simbolismo lógico y matemática, consideremos la siguiente ex-presión del álgebra elemental “x2 – y2 = (x + y) (x – y)” y tratemos de explicarla sin utilizar las variables x e y, los paréntesis y los signos de suma y substracción. Obtendríamos algo así como la siguiente proposición: “El resultado de la resta del cuadrado de un número me-nos el cuadrado de otro número es igual al resultado de la suma de ambos números multiplicado por el resultado de la resta de los mismos”. Vemos, por lo tanto, que la expresión simbólica presenta, con respecto a la literal, algunas ventajas indudables: es más breve, más clara y más precisa. También supera todas las dificultades derivadas de los diversos idiomas en los que se formulan las expresiones literales: lógicos y matemáticos de diversos países pueden comunicarse sobre la base de un uso universal de los símbolos. Una fórmula lógica o matemática tiene el mismo significado en tiempos y espacios diversos, en culturas y en lenguas diversas. Pese a esto, el hombre siempre ha mostrado una cierta renuencia, más o menos marcada y más o menos explícita, a aceptar el empleo de los símbolos. Ello se debe, probablemente, al esfuerzo, inicialmente notable, requerido para apropiarse de los símbolos y para emplearlos correctamente, o bien a la resistencia psicológica a los razonamientos abstractos, o bien, finalmente a la dificultad de lograr “ver” inmediatamente aquello que los símbolos expresan.
Estas características de los símbolos lógicos y matemáticos las encontramos nuevamente, y en forma acentuada, en los símbolos que reflejan alegorías. Por lo tanto, al examinar los símbolos de la Masonería es necesario poner de relieve algunas posiciones erróneas en cuanto a su significado, como, por ejemplo, las siguientes. Uno de los fines principales de la Masonería ha sido siempre el de tramar contra la seguridad del Estado y de la Iglesia: sus símbolos no son sino una cobertura de tales propósitos subversivos; la Masonería no tiene una propia corriente de pensamiento que ofrecer a sus miembros: por lo tanto, los símbolos tienen la función de crear la ilusión de proyectos inexistentes; la Masonería persigue la realización de los fines materiales de sus miembros: los símbolos sirven para engañar al prójimo; los símbolos de la Masonería son una complicación inútil, que no hace sino dificultar la obra de desbaste de la piedra bruta: para quienes profesan estas ideas, los símbolos deberían ser abolidos. Contra la propuesta de abolir los símbolos, hay quienes, por el contrario, bus-can en ello verdades esotéricas ya perdidas, sabiduría antigua, secretos de la alquimia, la piedra filosofal: en tal caso los símbolos son demasiado pobres y a penas si pueden expresar superficialmente los profundos significados de la vida esotérica del hombre. Estas y otras interpretaciones del simbolismo masónico son erróneas y, por consiguiente, incapaces de aferrar su verdadera naturaleza, naturaleza la cual se puede enunciar así: en la Masonería los símbolos expresan un solo secreto, el secreto iniciático; sólo hay una iniciación, que consiste en sentirse parte integrante de la cadena ideal de la fraternidad. Quien sea incapaz de en-tender esto, se encontrará siempre en la situación del profano que, entrando por casualidad en un Templo masónico, observa toda una serie de objetos que le resultan familiares, tales como, por ejemplo, la escuadra, el compás, el martillo, el libro, etc., sin por ello comprender su significado simbólico. Para poder “leer” lo que se ve, este profano necesita la luz masónica que sólo la iniciación puede conferirle. Entonces, y sólo entonces habrá comprendido el secreto masónico, y entrará a formar parte de una nueva dimensión ética, en una relación simbólica con otros hombres a quienes les ha sido desvelado el mismo secreto.
El simbolismo, precisamente, representa la base o fundamento común a todas las Masonerías del mundo. Habiendo aprendido los símbolos y las alegorías que los mismos representan, el masón está en condiciones de comprender los principios supremos de la Masonería universal, independientemente de las diferencias lingüísticas y de la manera más sencilla posible. Cuando el masón entra en un Templo erigido en cualquier lugar del mundo, puede participar en las tareas iniciáticas desarrolladas en cualquier idioma por parte de hombres pertenecientes a culturas diversas. A través de sus símbolos, la Masonería logra expresarse, por encima de todas las contingencias históricas, en un lenguaje único y universal, que tiene igualmente la característica de la inmutabilidad. En efecto, una vez formulado el pensamiento de base en forma de símbolos, dicho pensamiento se transmite sin modificaciones o alteraciones sustanciales. De esta forma se mantiene la continuidad de la tradición. El masón de hoy, por consiguiente, lleva a cabo su tarea iniciática de la misma forma que lo hacía el masón de hace doscientos cincuenta años. Las únicas diferencias que existen se deben a las cambiantes condiciones históricas: desde este punto de vista, los problemas que se plantean al masón de hoy son diferentes de aquellos que tuvo que resolver el masón de ayer. En efecto, si bien es cierto que la antropología masónica es inmutable, sus manifestaciones contingentes siguen el devenir de la historia.
El trabajo iniciático, perenne e histórico al mismo tiempo, no se realiza por los masones individualmente, sino por la comunidad de hombres que profesan y comparten los mismos principios y los mismos ideales de la Masonería. En el Templo, el masón individual desbasta su piedra bruta con la colaboración de otros masones. Todo masón es, por lo tanto, un eslabón de la cadena de la fraternidad: al igual que la cadena no puede existir sin sus eslabones individuales, así los eslabones individualmente considerados, no forman la cadena. Cadena y eslabones individuales son, por lo tanto recíprocamente esenciales.
Esta última consideración pone de relieve un segundo aspecto sobre el carácter esencial del simbolismo en la práctica masónica. En su función metafórica, el simbolismo está fuerte-mente vinculado al secreto iniciático. No podemos ser iniciados sobre los contenidos de dicho secreto sin el uso del simbolismo, puesto que la iniciación significa el comienzo de un proceso práctico de perfeccionamiento que el iniciando puede recorrer únicamente si lograr aferrar el significado simbólico y ritual de sus diversas etapas.
El simbolismo es, en conclusión, una consecuencia del hecho de que la Masonería es una sociedad iniciática. El mismo juramento a que se ha hecho referencia en el Capítulo 2 como requisito esencial de pertenencia a la Masonería, se refiere al secreto iniciático. Así pues, el simbolismo, como instrumento de expresión del secreto iniciático, y el juramento, como compromiso de no transgredirlo, representan la línea de demarcación entre la Masonería y cualquier otra sociedad no iniciática. Si se revela el secreto y se le despoja de su simbolismo, se destruye inmediatamente el fundamento de la Masonería. Una Masonería sin base iniciática no es más que cualquier otra sociedad con fines filantrópicos.
Para concluir este Capítulo, intentaré dar una respuesta (en todo caso parcial e impreciso) al siguiente interrogante: ¿cuáles son los orígenes de los símbolos que caracterizan hoy en día al pensamiento masónico? A mi entender, y a este respecto, podemos suponer que casi todas las civilizaciones del hombre han constituido para la Masonería una fuente de la que extraer leyendas, alegorías y símbolos. Basta pensar en el mundo antiguo en que Egipcios, Asirios y Griegos (Pitágoras, particularmente) transmitían sus conocimientos científicos y religiosos recurriendo a expresiones simbólicas (racionales y alegóricas) siguiendo un procedimiento iniciático. En los siglos sucesivos, las primeras ediciones de la Biblia constituyen la fuente inagotable de una buena parte del simbolismo masónico (baste pensar en las leyendas sobre la construcción y reconstrucción del Templo de Salomón) y a los símbolos correspondientes que aún hoy adornan los Templos masónicos. Los Manuscritos de los Antiguos Deberes, que cubren un período comprendido entre el 1390 y el 1700, aún arrojando luz sobre la actividad de los masones operativos, son -extrañamente- pobres en expresiones simbólicas. Al parecer, la fuente principal del simbolismo masónico habría que buscarla en la tradición alquímica, no sólo por lo que se refiere a nociones fundamentales como el “renacimiento del iniciado”, y del “secreto”, sino también en símbolos tales como “la serpiente que se muerde la cola” (expresión de la eternidad y de la sabiduría di villa), “el compás”, “la escuadra”, “la plomada”, “la regla”, “la balanza”, “las columnas”, “la estrella de cinco puntas”, “la estrella de seis puntas”, “el triángulo” (delta sagrado), “el águila bicéfala” y otros. Puede afirmarse, por lo tanto, que la mayor parte del simbolismo de la Masonería especulativa es expresión de hombres doctos que, en los siglos XVII y XVIII ingresan en la Masonería e innovan su simbolismo utilizando el pensamiento alquímico que conocían profundamente.

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