MUERTE Y RESURRECCIÓN EN LA MASONERÍA: EL GRADO DE MAESTRO O EL ESTADIO TEOLÓGICO .
El grado tercero, o de maestro, constituía el coronamiento de la iniciación masónica. Se consideran como propios del mismo «los estudios filosóficos y teológicos más elevados, y muy especialmente la inmortalidad del alma».
El núcleo del drama representado en rito de iniciación al grado de maestro giraba en torno a la muerte y resurrección de Hiram, donde quien era iniciado interpretaba al personaje de Hiram del que se ocupa la Biblia en el libro de los Reyes (7, 13-48).
Hiram era hijo de un tirio, obrero del bronce, y de una viuda de la tribu de Neftalí. El rey Salomón le contrató para trabajar en construcción del templo. Hiram colocó las columnas delante del vestíbulo del santuario y a la de la derecha le puso por nombre Jakin, y a la de la izquierda Boaz (I, Reyes, 7, 21-22).
Jakin era el nombre del gran sacerdote asistente que ofició en la consagración del templo, en tanto que Boaz (Booz) era el bisabuelo del rey David. Otros autores prefieren la traducción hebrea de Jakin: «Él establecerá» y Boaz: «En la fuerza».
Palabras que unidas significarían «Dios estableció en la fuerza, sólidamente, el templo». A veces se establecieron atrevidas analogías entre la leyenda de Hiram y la narración de la muerte-resurrección de Jesús, evocando a la vez los mitos de Adonis, Proserpina, Osiris y de otros personajes legendarios.
Según describe la leyenda masónica, el rey Salomón había confiado a un arquitecto llamado Hiram, de origen tirio, la dirección de las conteras para la construcción del Templo de Jerusalén.
Este arquitecto fenicio estableció una escala jerárquica entre los constructores que tenía a sus órdenes dividiéndolos en aprendices, compañeros y maestros.
Una palabra misteriosa permitía a los maestros reconocerse entre sí y distinguirse de los demás. Un día, cuando Hiram inspeccionaba a solas el estado de los trabajos, tres compañeros criminales le tendieron una emboscada para tratar de arrancarle aquella palabra y, ante su negativa, lo asesinaron.
El primero le golpeó con su regla, el segundo con su escuadra y el tercero lo derribó de un mazazo en plena frente. Los masones fieles, al cabo de una búsqueda dolorosa, descubrieron el cadáver en un otero del que brotaba una rama de acacia. La leyenda termina con la resurrección del cadáver de Hiram, gracias a la realización de ciertos gestos rituales.
Los criminales de la leyenda representaban la ignorancia, el fanatismo y la ambición, por tanto, la instrucción, la tolerancia y el perfeccionamiento moral debían ser los pilares fundamentales del Templo de Salomón. El edificio a construir, simbolizado por dicho Templo, exigía la muerte del hombre viejo y un renacer de un hombre nuevo.
En distintos rituales, la leyenda de Hiram se asociada a determinadas comprensiones astrológicas, emparentadas con la posición del sol respecto a la tierra. Los tres malos compañeros que asesinaron a Hiram, le impidieron huir del Templo de Salomón cerrándole el paso por las puertas del sur, de occidente y de oriente sucesivamente (J. y C. Ruiz, Ritual del Maestro Masón, Madrid, s.f., pp. 58-60).
En esos tres puntos le asestaron un golpe con la regla, la escuadra y el mallete, respectivamente, hasta que cayó muerto en oriente. Los tres viajes realizados en la huida eran vinculados a la marcha del sol, que desaparecía en otoño para luego recuperarse en las estaciones siguientes: «Este astro (el sol) recibe el primer golpe a la puerta del Sur, porque su brillo esplendoroso de los días de estío disminuye a la llegada del equinoccio de otoño: a la puerta del Norte recibe el segundo golpe, o sea el decrecimiento progresivo del día, y por fin el golpe mortal a la puerta de Oriente, donde tiene lugar su menor duración o solsticio de invierno.
El Sol, con Hiram, muere aparentemente para mostrarse luego con nuevo vigor» (J. y C. Ruiz, Ritual del Maestro Masón, Madrid, s/f., pp. 71). Todos los rituales coincidieron en otorgar una dimensión cosmológica al mito de Hiram, personaje al que frecuentemente identificaron con el sol y el triunfo definitivo de la luz.
Con el grado de maestro se cerraba el ciclo formativo de la masonería simbólica, que atendía las tres dimensiones fundamentales del hombre: ética, intelectual y teológica.
Los distintos ritos practicados en España se componían de grados superiores variados, que no tenían otra misión que la de hacer comprender el esoterismo de los tres grados simbólicos.
Algunos de ellos continuaron desarrollando la leyenda de Hiram, otros se inspiraron en el iluminismo alemán, en el templarismo, en la cábala, en el rosacrucismo o en otros motivos diversos.
Con el fin de evitar confusiones terminológicas entre el cargo de maestro y el grado del mismo nombre, durante el gran maestrazgo del Duque de Clermont el presidente de la logia pasó a denominarse Venerable Maestro.
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