domingo, 11 de septiembre de 2016
La Doctrina Martinista
La Doctrina Martinista
Por Sâr Aurifer
Como todas las demás doctrinas esotéricas la del Martinismo, como fue definida por Martinez Pasqually en su Tratado de La Reintegración de los Seres usa medios exotéricos para hacer comprensible los puntos más sutiles y refinados que son incomprensibles para los no iniciados cuando son explicados a ellos. La leyenda o mito sobre el cual se basa la Doctrina Martinista es la razón por la cual esta está ligada intrínsecamente a la Tradición Occidental y de manera muy especial a la corriente Cristiana.
Tocante a la Primera Causa o Dios, el Martinismo está de acuerdo con las conclusiones a las que han llegado los Teólogos Cristianos así como los Cabalistas Hebreos tales como el Ternario Divino. , o las personas; las emanaciones, etc... pero en lo que concierne al resto de la doctrina es mucho más Gnóstica ya que afirma la misma necesidad de la fe y el conocimiento y postula que la gracia divina a fin de ser efectiva debe ser seguida por la acción, libre e inteligente del hombre. Esta es la razón por la cual Martinez Pasqually presentó la Doctrina de su escuela bajo el aspecto Judeocristiano.
La Doctrina
De acuerdo con la Doctrina Martinista, el mundo, considerado como un reino material sujeto a nuestros sentidos, así como las regiones espirituales por encima de este, no son obra de Dios considerado en Su forma absoluta.
El Evangelio de San Juan dice:
"En el principio (se refiere al comienzo del tiempo, un periodo cuando los seres relativos comenzaron a manifestarse) era el Verbo" (El Logos, la Palabra Divina.)
"El Verbo estaba cerca de Dios (y no con Dios)...
y el Verbo era Dios" (no el Dios, sino un Elohim o hijo de Dios.) La palabra Elohim es un término hebreo que significa "Él- los-Dioses(as)"
"Todas las cosas fueron hechas por Él y nada de lo que hay fue hecho sin Él"
El Logos es aquel que la Cábala llama Adán Kadmón; aquel que creó los seres inferiores mediante Su palabra "llamándolos" (trayéndolos) a la vida manifestada. Estos seres son inferiores sólo con respecto a Adán Kadmón, el Hombre Arquetípico, junto a él habitan en los dominios espirituales.
Durante esta creación Dios usó un intermediario.
En el Génesis, capítulos 1-3 se dice que la tierra (que allí significa la materia primordial o caos) estaba vacía y sin forma, y el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas (el Nous Egipcio es comparable con esta materia.)
El término "Espíritu de Dios" se refiere a un espíritu distinto a Dios en el sentido que no era Dios Mismo ya que Dios es necesariamente Su propio Espíritu.
Luego se nos dice que Dios puso al hombre en el "Jardín del Edén" para cuidarlo y cultivarlo. Este "Jardín" es un símbolo referente al conocimiento accesible sólo a los seres relativos.
El hombre al que se refiere el Génesis en su forma puramente simbólica no es un ser de carne sino un espíritu emanado de Dios y está hecho de un cuerpo (a veces llamado el cuerpo glorioso) creado por Dios Quien lo infundió con una chispa Divina la cual era, de acuerdo con el Génesis, el "mismo aliento de Dios."
De acuerdo con este análisis, vemos que el hombre arquetípico es semi-divino.
Provino de la materia primordial (del caos, hecho de tierra y agua simbólicas) de donde obtuvo su forma, y del aliento que lo anima y lo hace una parte de Dios.
Adán y el logos creativo son la misma cosa. Sin embargo, Adán y el Logos Redentor son dos seres diferentes.
Junto a Adán Kadmón, había otros seres de creaciones previas. Estos seres eran de una naturaleza y plano diferentes. Estos eran los "Ángeles" de los cuales se dice que "algunos eran buenos y otros malos" Adquirieron estas cualidades según el cumplimiento del plan para el cual fueron emanados de Dios. Los Ángeles "buenos" fueron aquellos que se reintegraron después de terminar su misión y los malos fueron aquellos que rehusaron reintegrarse escogiendo el yo en vez del Todo-en-Dios.
Estos son aquellos a los cuales Pasqually se refirió como los "seres perversos."
Ya que cualquier cosa corrupta tiende por su propia naturaleza a corromper otras cosas, especialmente en los reinos espirituales, estos seres perversos de los cuales la colectividad se convirtió en un egrégor del mal.
Simbolizado por la serpiente, estaban celosos de este ser (Adán) que era superior a ellos y una imagen de Dios del cual pretendían haberse separado.
Estos seres actuaron telepáticamente sobre Adán y lo incitaron a ir más allá de sus posibilidades naturales.
Siendo mixto por naturaleza, medio corporal y medio espiritual, así como andrógino, el Hombre Arquetípico debía mantener cierta armonía, un equilibrio necesario en el reino en que Dios lo puso.
Debía ser el Arquitecto del Universo más sutil que el nuestro, el "reino" que no era de este mundo mencionado en los Evangelios.
Bajo el impulso de los seres perversos, el Hombre Arquetípico se erigió a sí mismo en un demiurgo independiente, rompiendo de este modo las mismas leyes que había ordenado observar.
Osó a su vez convertirse en creador y ser igual a Dios por sus hechos. Al intentar esta acción, el Hombre Arquetípico sólo modificó su destino original. Es de esta tradición de donde proviene la costumbre de dedicar a los Dioses o a Dios los primeros frutos de la cosecha o el primogénito de un rebaño.
Y como sólo Dios en sus posibilidades infinitas puede crear o extraer algo de la nada, el Hombre Arquetípico solamente podía modificar lo ya existente.
El Hombre Arquetípico, al querer crear seres espirituales, sólo objetivo sus propios conceptos.
Queriendo darles un cuerpo únicamente los integró en la materia grosera. Deseando animar el caos, sólo se atrapó a sí mismo.
En efecto, Dios siendo el "Yo Soy El Que Soy" excluye la posibilidad de que cualquier olvido pudiera existir. A fin de crear la materia primitiva, Dios sólo removió parte de Sus perfecciones infinitas de una parte de Su imperecedera esencia.
Esta retracción parcial de Sus perfecciones espirituales resultó en la creación de una imperfección material relativa. Esta es la razón por la cual en este mundo la creación de cualquier cosa que sea nunca puede ser perfecta ya que no es de Dios.
Al imitar al Absoluto, Adán Kadmón trató de crear la primera materia. Siendo un alquimista inexperto, al intentar semejante empeño sólo precipitó su caída.
El Hombre Arquetípico es un ser andrógino:
tan masculino como femenino, positivo y negativo.
Es el elemento femenino negativo el que Adán trata de objetivar fuera de sí mismo. Es el lado izquierdo, femenino, pasivo, lunar y material el que él separará del lado derecho, masculino, activo, solar y espiritual.
Esto fue lo que dio nacimiento a Eva, la Mujer Arquetípica.
Es esta nueva materia, Eva o Mujer Arquetípica, la que Adán penetró con el objeto de crear vida.
El Hombre Arquetípico, de este modo, se degradó a sí mismo al tratar de ser igual a Dios.
Este nuevo reino es el que los Gnósticos llamaron mundo "hílico", que es nuestro universo material lleno de dolor e imperfecciones.
El poco bien que existe aquí proviene de las virtudes del Hombre Arquetípico. Al estar dividido en dos seres, la suma de estas imperfecciones no puede en su totalidad existir estando estos dos seres aparte, por tanto, tenemos la caída.
Esta es la razón por la cual los antiguos cultos deificaron la naturaleza.
Ella fue la madre de todo lo que "estaba debajo de los cielos". Isis, Eva, Deméter, Rea, Cibeles, Erzulí, son los símbolos de la naturaleza material emanada de Adán Kadmón, personificada bajo los aspectos de las "Vírgenes Negras" que son símbolos de la materia prima.
La esencia superior de Adán Kadmón se integró así en la nueva materia para convertirse en el nuevo SULPHUR que es la expresión alquímica referente al alma del mundo. La segunda esencia, la cual es el mediador plástico, el que constituyó la "forma" de Adán, su doble superior se convirtió en el MERCURIO de los alquimistas, refiriéndose a lo que los ocultistas llaman el mundo astral o mundo intermediario.
La materia que es del segundo caos, la cual es la SAL de los alquimistas, es lo que se convirtió en el soporte, el receptáculo o prisión.
ADÁN=SULPHUR EVA=SAL CAÍN = MERCURIO
He aquí por qué la materia universal está viva y, también, por qué puede ser más o menos consciente e inteligente en sus manifestaciones.
A través de los cuatro reinos de la naturaleza: mineral, vegetal, animal y humano, es el Hombre Arquetípico, el Adán Kadmón, la inteligencia demiúrgica la que se halla en acción dispersa y prisionera. Este nuevo universo también se trocó en refugio de los ángeles caídos. Vinieron a este para estar más lejos del Absoluto.
Los seres perversos, por tanto, tienen un interés primordial en ver que el hombre, disperso pero presente en todas partes en la materia que constituye el universo visible, continúe organizando y animando este reino que ellos han reclamado para sí.
Al igual que el alma del Hombre Arquetípico es prisionera de la materia universal, también el alma del hombre individual es prisionera del cuerpo físico. La muerte física y las reencarnaciones que siguen son los medios mediante los cuales las entidades caídas ejercen su control sobre el hombre.
La Sabiduría, la Fuerza y la Belleza que aun se manifiestan en este universo material son los esfuerzos del Hombre Arquetípico para reconquistar la posición que ocupó antes de la caída. Las cualidades opuestas son manifestadas por las entidades caídas para mantener el clima que le hicieron crear con el objeto de existir como ellos quisieron cuando rehusaron reentrar en la Totalidad.
El Hombre Arquetípico no reconquistará su primer esplendor y libertad hasta tanto no se separe de esta materia que lo ata dondequiera. Para que esto ocurra, todas sus células individuales (los seres humanos individuales) tendrán después de su muerte natural que reconstituir el arquetipo REINTEGRÁNDOSE, escapando así de los ciclos de reencarnación.
Sólo entonces el microcosmo reconstruirá el Macrocosmo. Los seres humanos individuales quienes no son más que el reflejo del Arquetipo, serán igualmente el reflejo de lo Divino así como el Arquetipo mismo es el reflejo de Dios, del Verbo o Logos, del "Espíritu de Dios" mencionado en el Génesis.
Esta es la razón por la cual él es el "Gran Arquitecto del Universo"; y todos los cultos de adoración de este último son ipso facto "satánicos" porque esta adoración es ofrecida al Hombre y no al Absoluto. En la Francmasonería él es invocado pero nunca adorado.
Pero, ya que el Hombre ha de descender a la atmósfera demoníaca de este mundo material en donde constantemente está inhalando los frutos de su maléfico intelecto, como nos dice Pasqually, se encuentra así en una mala posición para resistir las constantes tentaciones a las cuales está sujeto. El CREADOR reestableció el equilibrio separando de Su Círculo Espiritual Divino un Espíritu Mayor para que sea el guía, el consejero y el compañero del Menor que desciende de la inmensidad celestial para ser incorporado en el mundo material; para obrar de acuerdo con su libre albedrío, sobre el plano terrenal.
Pero el consejo de un Espíritu Superior no es suficiente, el Hombre Caído necesita además la ayuda de un "Elegido Menor". La ayuda que este "Electo Menor" le traerá con el objeto de que él pueda alcanzar la "reconciliación" es de una doble naturaleza. Él transmite al Hombre directamente las instrucciones del CREADOR sobre las prácticas teúrgicas que han de ser ejecutadas; también comunica al Hombre de Deseo al cual es enviado, el don que él mismo ha recibido al darle el sello místico sin el cual ningún Menor puede ser reconciliado.
Esta misteriosa ordenación es la condición esencial de la reconciliación del hombre, porque sin ella no importa cuan grande sean los méritos del Menor, permanece en privación; esto es, sin ninguna comunicación con Dios.
Para escapar de los ciclos de reencarnación en este mundo infernal el hombre debe desprenderse de todo lo que le atrae a la materia así como librarse de la esclavitud de las sensaciones materiales. También ha de elevarse moralmente. Las entidades caídas, sin embargo, luchan constantemente en contra de la tendencia del hombre hacia la perfección tentándolo constantemente para hacerlo permanecer en este mundo en donde ellas pueden mantener su dominio sobre él.
El hombre individual debe constantemente batallar en contra de estas entidades desenmascarándolas y rechazándolas fuera de su reino. Logrará esto parcialmente mediante la iniciación, que lo liga a los elementos del Arquetipo ya reunidos y que constituyen la exotérica "comunión de los Santos"- y en segundo lugar mediante el conocimiento liberador que le enseña los medios más rápidos para ayudar a la ciega humanidad así como a mejorar su obra personal.
Entre estas últimas posibilidades encontramos las Grandes Operaciones Equinocciales que contribuyen a purificar el aura de la tierra mediante exorcismos y conjuraciones usando ritos de Alta Magia que los Elus-Cohens llamaron la obra del culto.
Sólo después de estas liberaciones individuales tendrá lugar la gran liberación colectiva. Esta permitirá la reconstitución del Arquetipo y su reintegración dentro de lo Divino. Una vez abandonado por su animador, el mundo material se disolverá. Dejada bajo la naturaleza anárquica de los espíritus caídos, la materia se disolverá de modo acelerado y así el fin del universo físico tendrá lugar como fue anunciado por las grandes tradiciones.
Este es el despliegue de la Gran Obra Universal.
A LA GLORIA DE LOS GRANDES SERES
DE EL MARTINISMO EN EL MUNDO...
QUE SUS LÁMPARAS DE LOS MISTERIOS MAYORES NOS ACOMPAÑEN HASTA EL FIN DE LOS FINES EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA AMADA MANSIÓN DE LA LUZ ETERNA…
FELILUXOR
FE Y FELICIDAD EN LA LUZ DE ORO
AMONRA CHILE
UNA LUZ EN VUESTRO CAMINO…
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