Hemos decretado condenar ciertas sociedades, asambleas, reuniones, convenciones o sesiones secretas, llamadas francmasónicas o conocidas bajo alguna otra forma de denominación, bajo pena de excomunión. (Papa Clemente XII: Encíclica In Eminenti)
Ritual masónico de iniciación, comienzos siglo XIX
En los Estados Pontificios, desde el siglo XVIII, la masonería estaba prohibida y podía acarrear la pena de muerte a sus seguidores. La posición de la Iglesia Católica respecto de las sociedades secretas había sido reiteradamente establecida en la época de la Revolución Francesa: cambios sociales y políticos tan extremos como la abolición de las monarquías, derivaban en la pérdida de los privilegios que la Iglesia había disfrutado tradicionalmente. Sus propiedades habían sido confiscadas, el culto era perseguido, se entronizaba a la Razón en sustitución de los símbolos cristianos y el anticlericalismo adquiría el rango de política de Estado. Cualquier organización que rechazara la autoridad de la Iglesia, quedaba definida automáticamente como enemiga y debía ser combatida hasta exterminarla.
La opinión que los masones ofrecían de su actuación, no podía ser más seductora para todos los idealistas interesados en sumarse a sus filas:
Se puede definir a la masonería como el punto de reunión de una clase de hombres unidos entre sí por los lazos de la estimación y la amistad; cuyos trabajos se reducen a arrancar al hombre del estado de la barbarie, para conducirlo al de la civilización y civilizarlo, llevarlo a la perfección, pasándolo por el crisol de las pruebas, que haciéndolo virtuoso, lo hacen feliz. (José María Mateos:
Historia de la masonería en México)
George Washington con ornamentos masónicos
Las estrategias que adoptaron los masones involucrados en la lucha por la Independencia americana, no fueron las mismas en todas partes, situación que sugiere la inexistencia de un plan único (o oposición a la imagen de un complot que presentaron sus adversarios) o al menos la flexibilidad de aquellos que se involucraron del proceso. Los masones que participaron en la Independencia de las colonias inglesas de América del Norte, habían adoptado una estructura republicana del Estado. George Washington desfiló en Filadelfia, en 1778, vistiendo los ornamentos de la liturgia masónica, tras haber derrotado a los ingleses.
En el resto del continente, los masones sostenían modelos distintos de organización política. En el Río de la Plata, coexistieron proyectos de Independencia republicanos y monárquicos durante más de una década. En Brasil, los masones apoyaron el establecimiento de una monarquía.
Masones de todas las capas sociales fueron los que introdujeron en Brasil las ideas ilustradas de Europa y quienes incitaron las revueltas antiportuguesas hasta la independencia; masones los que apoyaron la coronación del primer rey brasileño, Don Pedro I (nombrado Gran Maestre) como medio para evitar la disgregación de las distintas provincias brasileñas, disgregación que se dio en la América española. (Laurentino Gomes: 1822)
Francisco de Miranda
Francisco de Miranda
Ante la inexistencia de partidos políticos, hombres que tenían las intenciones y experiencias más opuestas, coincidieron en las sociedades secretas. Bernardo O`Higgins era el hijo tardíamente reconocido de un Capitán General de Chile. José de San Martin, un oficial del ejército español, a pesar de haber nacido en el Virreinato del Río de la Plata. Francisco de Miranda podía ser el hijo de un comerciante de Caracas y un exaltado que coleccionaba las experiencias más opuestas de su época (la Revolución Norteamericana, la Revolución Francesa) que tenían como elemento común la liberación de las colonias españolas en América.
Nunca reconoceremos por gobierno legítimo de nuestra patria, sino aquel que sea elegido por la libre y espontánea voluntad del pueblo; y siendo el sistema republicano el más adaptable al gobierno de las Américas, propondremos, por cuantos medios estén a nuestro alcance, a que los pueblos se decidan por él. (Francisco de Miranda:
Juramento de la Logia Gran Reunión de América)
Varios próceres de la Independencia americana se conocieron durante su estancia en Europa. Allí se incorporaron a organizaciones secretas de tipo masónico, cuyos objetivos declarados incluían la independencia de las colonias españolas.
Carlos María de Alvear, hacendado del Virreinato del Río de la Plata y probable hermanastro de José de San Martín, lo introdujo en Londres a las sesiones de La Gran Reunión Americana, organización conocida también como Logia de los Caballeros Racionales, fundada por Francisco de Miranda en 1797.
La masonería se había definido por entonces como una sociedad secreta, filosófica y filantrópica, de ideología liberal, tal vez no tan antigua como pretendía, para otorgar mayor autoridad a su discurso, que planteaba atractivos rituales para los iniciados.
El primer grado de iniciación de los neófitos era el juramento de trabajar por la independencia americana; el segundo, la profesión de fe en el régimen republicano. La fórmula del juramento del segundo grado era la siguiente: “Nunca reconocerás por Gobierno legítimo de tu patria, sino a aquel que sea elegido por la libre y espontánea voluntad de los pueblos; y siendo el sistema republicano el más adaptable al gobierno de las Américas, propenderá por cuantos medios estén a tus alcances, el que los pueblos se decidan por él” (Bartolomé Mitre: Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina)
Incorporarse a una Logia representaba un honor que no estaba reservado a cualquier hombre con ideales de cambio social. Se requería disponer de los contactos adecuados y superar un proceso de selección que tomaba en cuenta el potencial del nuevo miembro para el éxito de las actividades del grupo. Miranda había negociado durante años el apoyo de los ingleses a sus proyectos independentistas, prometiéndoles el libre comercio con las colonias españolas. Para conseguir eso, necesitaba reunir un puñado de hombres provenientes de las distintas regiones del continente, que aceptaran el proyecto y coordinaran sus esfuerzos.
Bernardo O´Higgins
Bernardo O´Higgins
Pocos años más tarde, Gran Bretaña decidió dejar de lado a los conspiradores americanos y pasó a actuar tal como había hecho, con notable eficacia, en otras regiones del planeta, para controlar el suministro de materias primas requeridas por la Revolución Industrial. Por eso invadió militarmente Buenos Aires en 1807, confiando avanzar luego hacia Chile y Perú. La ofensiva fracasó, no tanto por la capacidad defensiva de las autoridades coloniales, como por la espontánea resistencia popular. A partir de entonces, el rol de Gran Bretaña, que hubiera debido ser entendida como garante de la libertad del continente, quedó oscurecido para siempre.
En 1811, en la ciudad española de Cádiz, José de Gurruchaga estableció la Logia Lautaro, en homenaje al caudillo araucano de la rebelión contra los españoles. En ella participaron hombres que provenían de todo el continente americano: Andrés Bello, Simón Bolívar, Bernardo O´Higgins, José de San Martín, José María Caro, Luis López Méndez y Santiago Mariño entre otros.
Las sociedades compuestas por americanos, que antes de estallar la revolución se habían generalizado en Europa, revestían todas las formas de las logias masónicas, pero solo tenían de tales lo signos, fórmulas, etc. Su objeto era elevado, no iniciaban en los misterios, sino en profesar el dogma republicano, y se hallaban dispuestas a trabajar por la independencia de América. (Bartolomé Mitre:
Historia de San Martín)
José de San Martín
José de San Martín
San Martín fue iniciado masón en la Logia de Cádiz por un caraqueño, Francisco María Solano Ortiz de Rozas, marqués del Socorro, de quien era edecán. Luego pasó a otra Logia. San Martín viajó a Londres apenas consiguió dejar el ejército español y se alojó con Matías Zapiola en la casa de Francisco de Miranda, lugar donde se efectuaban las reuniones de la Logia Gran Reunión Americana. Durante los cuatro meses que duró su residencia en Londres, Andrés Bello y el conde de Fife, lo habrían puesto al tanto de los planes ingleses respecto del futuro del continente americano.
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Si se esperaba liberar a las colonias españolas de la metrópoli, esa tarea podía contar con el auspicio inglés, en la confianza de obtener después de concluido el proceso, el libre comercio con Inglaterra. La masonería, de acuerdo a las hipótesis actuales, habría sido un instrumento más del Foreign Office inglés. Pertenecer a una orden secreta, autoproclamada partidaria de los cambios sociales, resultaba más atractivo que sumarse a la lista de agentes de un régimen colonial tan explotador como el que se estaba combatiendo.
En Buenos Aires, San Martín impulsó la formación de sociedades secretas (que por la misma época se multiplicaron en Chile, Perú, Bolivia e Uruguay), de acuerdo al modelo de la masonería, cuyo objetivo era la lucha por la independencia de la región, pero no tardó en enfrentarse a Carlos María de Alvear, que disolvió la entidad cuando no pudo utilizarla para beneficiar su carrera política. Una vez concluida la guerra, San Martín prefirió ocultar esos nexos.
No creo conveniente [que] hable usted lo más mínimo de la logia de Buenos Aires: estos son asuntos privados y que aunque han tenido y tienen una gran influencia en los acontecimientos de la revolución de aquella parte de América, no podrían manifestarse sin faltar por mi parte a los más sagrados compromisos. (José de San Martín: Carta de William Millar)
El irlandés Guillermo Brown, fundador de la Marina de Buenos Aires, era masón. También José Antonio Páez, que fue incorporado a la sociedad en 1820, poco después de haberse destacado como militar, cuando apenas se vislumbraba el rol decisivo que iba a tener en la política venezolana durante las siguientes cuatro décadas.
Prácticamente no hubo hombre célebre del siglo XIX que no fuera invitado a participar en las reuniones de la masonería, donde alternaban aquellos que habitualmente se encontraban enfrentados por la política. Puede tenerse la impresión de que el fin de las guerras de la Independencia, fue seguido por una etapa de reconciliación en todos los planos, que la masonería propiciaba, pero de todos modos rara vez llegaba a imponerse.
Después de la desintegración de Colombia, las logias habían caído casi el olvido. Pero a partir de 1839 se reanimaron los círculos de las existentes y es tanto su auge que, casi simultáneamente, se crean cinco más, las que empiezan a funcionar con numerosos afiliados. Esto que sucede en Caracas, se traslada también al interior del país. Las logias se convierten en un vehículo de difusión de las ideas liberales y sus tertulias o tenidas en centros de actividad revolucionaria.(Manuel Vicente Magallanes: Historia Política de Venezuela)
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