sábado, 6 de marzo de 2010
LA LEYENDA DE LA MUERTE DE HIRAM Y LA REGULARIDAD MASONICA
MASONES DE LA LENGUA ESPAÑOLA NEW YORK.
La Leyenda De La Muerte De Hiram Y La Regularidad Masonica
De entre todas las leyendas que circulan en los medios masónicos a efectos didácticos e iniciáticos, la figura y la muerte de Hiram ocupa un papel central. Revisar el contenido, las implicaciones y el nacimiento de este tema, son fundamentales para encuadrar el papel histórico e ideológico de la masonería.
A pesar de unos pocos testimonios que remontan la leyenda de Hiram al siglo XVII (1), se acepta unánimemente que ésta se incorporó a la masonería especulativa entre 1720 y 1723 y lo hizo, no sin suscitar ciertas resistencias (2). En una rama de la masonería operativa francesa, los “Hijos del Maître Jacques”, se cita al legendario arquitecto del Templo de Salomón que resulta asesinado por unos rivales; pero no se llama Hirám, sino “Maître Jacques” y, por lo demás, nace y muere en Francia y, en absoluto, resucita.
No hay duda que el pastor Anderson cuando recibió el encargo de compilar los antiguos usos y costumbres de la masonería operativa, destruyó muchos documentos en lo que se ha calificado como auténtico auto de fe. A partir de ese momento se hizo muy difícil reconstruir cuales eran las leyendas y tradiciones del período anterior. Es posible que Anderson y Desaguliers aprovecharan algunos residuos que encontraron en estos documentos y con ellos construyeron la leyenda de Hiram, o es posible incluso que, tomaran a este personaje secundario en la mitología de los masones “operativos” y lo magnificaran a efectos didácticos.
La masonería actual utiliza la leyenda de Himan en la ceremonia de iniciación al tercer grado, el de Maestro. Como mínimo hasta 1730 esta iniciación no era obligatoria. Prichard -un famoso autor masónico- escribió ese año: “No hay un masón de cada cien que pague los gastos exigidos por “The Master’s Part” [el grado de maestro], si no es por interés”(3). En 1738, la leyenda ya se había extendido por las logias y algunas la representaban; de ésta forma, poco a poco, fue difundiéndose por la nueva masonería especulativa. Tras conocer como llegó la leyenda de Hiram al acervo masónico, veamos ahora la importancia que tiene en la doctrina de la sociedad.
A lo largo del siglo XVIII se fue elaborando la doctrina masónica. Los tres primeros grados -a decir verdad, los únicos importantes- “aprendiz”, “compañero” y “maestro”, corresponden a los “tres mundos”, el mundo físico, el mundo intermedio y el mundo espiritual. Los dos primeros grados, son una preparación para la verdadera e importante iniciación conferida en el tercer grado, el de maestro. La iniciación al grado de Aprendiz confiere el dominio sobre el mundo material y en cuestiones de realidad corporal. El grado de maestro, da acceso al mundo espiritual y supraindividual y, finalmente, el de compañero debería de dar el dominio sobre el plano psíquico (4). Sin embargo, en la actualidad el grado de “compañero” está reducido a un mero trámite entre el grado de “aprendiz” y el de “maestro” y se encuentra vaciado de contenidos. Se trata, sin embargo de un grado en el que el adepto debería aprender a controlar su propio mundo interior y su psiquismo. A nadie se le escapa que se trata de un grado conflictivo; la propia leyenda de Hiram hace que éste sea muerto, precisamente, por tres “malos compañeros”, es decir por tres compañeros que no han logrado dominar ese mundo psíquico o astral. La leyenda es como sigue.
Contrariamente a la visión bíblica que quiere que el verdadero arquitecto del Templo de Salomón fue Dios y que El comunicó directamente a David los planos y dimensiones a través del profeta Natán, la leyenda masónica sostiene que Salomón recurrió al Rey de Tiro, el cual le envió a Hiram, un maestro fundidor. Hiram separó a los obreros en tres clases a fin de que cada uno pudiera recibir una paga proporcionada a su mérito y a sus talentos; cada categoría recibió signos, palabras y toques diferentes y se reunían en tres puntos concretos del Templo. Los aprendices recibían el salario en la Columna Jakin, los compañeros en la Columna Boaz y los maestros en la Cámara Media. Tres compañeros descontentos quisieron forzar a Hiram para que les diera la palabra y el signo de los maestros. Uno le golpeó con un martillo en el hombro izquierdo, el segundo con un nivel en el hombro derecho y el tercero le propinó un mazazo sobre la frente. Los tres compañeros escondieron el cadáver; al cabo de siete días Salomón ordenó a nueve maestros que lo buscaran. Quienes inspeccionaron las tierras de Occidente vislumbraron un resplandor en lo alto de una colina. Allí encontraron el cadáver de Hiram; plantaron una rama de Acacia para impedir que se perdiera; cuando fueron a enterrar el cadáver, tras tocar dos dedos y la muñeca, vieron que estaba corrompido, entonces un maestro grito “?Mak Benah!” palabra que pasó, a partir de ese momento, a ser la palabra sagrada del tercer grado (5).
En el Rito de Emulación se insiste en que “El Grado de Maestro os invita a reflexionar sobre el terrible tema y os enseña a concebir que para el hombre justo y virtuoso la muerte es menos temible que la mentira y el deshonor”. El Rito Escocés Antiguo y Aceptado interpreta el mito de la muerte de Hirám en términos morales: el maestro Hiram simboliza la Justicia, el Genio y el Arte, mientras los tres malos compañeros constituyen la perífrasis simbólica de la Ignorancia, el Fanatismo y la Ambición (6).
En la iniciación al grado de Maestro, el candidato representa a Hiram. Está móvil y silencioso, tendido sobre un féretro. Cerca de él la coreografía masónica sitúa la rama de acacia y el triángulo de oro Está cubierto por un tapiz negro y una tela ensangrentada. El Venerable de logia que oficia la ceremonia rememora el descubrimiento del cadáver de Hiram por los nueve maestros masones. Deposita la rama de acacia sobre la tela. Luego, dirigiéndose a la asamblea, explica la necesidad de abandonar las antiguas palabras y signos de reconocimientos y propone difundirla entre los maestros. El Venerable, ayudado por los vigilantes levanta la tela ensangrentada y el tapiz negro. El Segundo Vigilante toma al candidato por el dedo índice de la mano derecha rememorando el descarnamiento de la mano del arquitecto legendario; pronuncia la palabra “Jakin”, el Primer Vigilante hace otro tanto, tomando el dedo medio y diciendo “Boaz”. El Venerable toma la muñeca derecha, pasa la mano izquierda bajo el hombro derecho, manteniendo el pie derecho junto al pie derecho del candidato, rodilla contra rodilla y pecho ocntra pecho; lo levanta ayudado por los Vigilantes y dice: “Ha recibido la Vida en el seno de la Muerte”. Es entonces cuando el aspirante recibe la palabra del Maestro, “Mak Benah”, la primera parte en un oido y la segundo en el otro. Ya en su sitial, el Venerable termina: “Hermanos, que nuestra alegría sea grande en este día; aquel que era parecido a los muertos ha renunciado a los vicios que podían corromperle y ha recibido una vida nueva”.
Se trata de un psicodrama susceptible de muchas lecturas. La moralista es la que parece más evidente y la más aceptada en el interior de las logias. La dualidad muerte-resurrección se tiene como una renuncia a los vicios que corrompen la naturaleza humana. La interpretación espiritualista, que sostienen algunos sectores masónicos surgidos de los medios esotéricos del siglo XVIII u ocultistas del XIX, apenas se vislumbra por ningún sitio. El tema iniciático central -muerte del hombre viejo y resurrección de un ser renovado- solamente es lícito si antes, los dos primeros grados, han cumplido su función: dominio y control sobre el cuerpo y dominio y control sobre el psiquismo. A partir de este punto, alcanzado durante la iniciación como Compañero, se abre la puerta a la comprensión del tercer grado: de lo contrario, la representación de la tragedia de Hiram no deja de ser una representación teatral necesaria para escalar los más altos grados de la masonería, pero desprovisto de un contenido objetivo de apertura de la conciencia a niveles más profundos. Y si esto es así, la masonería dista mucho de ser una organización iniciática, sino que apenas es otra cosa hoy que un club adaptado a un cierto tipo de necesidades sociales. Y esto lleva, dramáticamente, a otro punto: la cuestión de la regularidad masónica.
Todo esto plantea una cuestión sorprendente y decisiva para juzgar a la masonería. La iniciación -virtual o efectiva, si hemos de aceptar la discusión en los términos planteados por René Guenon- que transmite una organización es válida, si la organización es “regular”. La regularidad queda definida por los ritos, organización y origen. Para que una organización sea regular sus ritos no deben haber sido alterados, desde su fundación, al menos en lo esencial. Para ser válidos, los ritos contienen un elemento “no-humano”, que los hace indiscutibles y, por lo mismo, intocables. El rito no es una creación consciente de la naturaleza humana, sino algo que trasciende a esa misma naturaleza humana y que, por tanto, no puede haber surgido de ella. De aquí deriva la eficacia del rito: el rito es considerado por las organizaciones iniciáticas como inefable, comparable a la de una ley física o una fórmula química, tal que si se cumplen todas las condiciones normales requeridas en la experiencia, se produce el efecto esperado. Si se altera alguno de los elementos, el resultado varía. En la cuestión de los ritos, cualquier alteración ha sido considerada, desde la más remota antigüedad, como un sacrilegio. Los sacerdotes romanos si cometían un error, aun involuntario, en el desarrollo de un rito, debían realizar sacrificios expiatorios extremadametne complejos. En la actualidad, la iglesia tradicionalista y conservadora sostiene un contencioso con el Vaticano a raíz de la reforma litúrgica posterior al concilio. Si para el Vaticano se trata solo de una simple reforma, para los sectores conservadores, la reforma ha alterado hasta tal punto los contenidos del rito que lo ha hecho ineficaz.
Y hay que plantearse hasta qué punto, la alteración de los ritos de la masonería operativa, la invención de nuevos temas, la creación de una superestructura de grados (33 en el Rito Escocés, 95 en el Rito de Menphis), la aparición constante de nuevos ritos (especialmente a lo largo del siglo XVIII y principios del XIX) y, finalmente la alteración misma de los mismos, no los ha convertido en ineficaces y las organizaciones que los impartes, en irregulares. Robert Ambelain lo plantea descarnadamente: “A fuerza de distribuir certificados de regularidad o de negarlos, la Gran Logia Unida de Inglaterra, sucesora de la Gran Logia de Inglaterra, la cual había nacido a su vez de la Gran Logia de Londres y de Westminster, que fue inicialmente la Gran Logia de Londres, ha terminado por creerse la única regular” (7).
El razonamiento de Ambelain se basa, no solo en la alteración evidente de los ritos de la antigua franc-masonería operativa, sino en la condición de Anderson y Desaguliers como profanos que no habían recibido ninguna iniciación y, por tanto, no tenían autoridad para conferirla. Tanto Anderson como Desaguliers eran clérigos protestantes y ocupaban en la logia el cargo de capellanes que, como los médicos, solamente asistían a las tenidas cuando sus servicios eran requeridos, estaban allí en razón de su cargo y no en virtud de una admisión regular. De los ocho primeros masones que constituyeron cuatro logias en 1714 ni uno solo parece haber sido iniciado regularmente. “La nueva Gran Logia de Londres se otorgó, como él mismo subraya, la autoridad que no poseía, sobre todo teniendo en cuenta que había sido fundada por profanos, no iniciados en las formas rituales y regulares” (8). En septiembre de 1715, algunos masones operativos pretendieron asistir a una asamblea de la Logia constituida por Anderson y Desaguliers y sus siete compañeros. Tras serles impedido el acceso a la reunión, dieron cuenta de los hechos a la Logia operativa de Londres. Esta declaró ilegal la nueva formación que cambió inmediatamente de nombre pasando a llamarse “Logia Antigüedad”, expandiéndose por otros barrios londinenses hasta la fusión de 1717 (9).
Luego, todo lo que deriva de este histórico arranque de la masonería especulativa, a excepción de las logias estuardistas que se habían formado en los regimientos exiliados en Saint Germain en Laye en torno al pretendiente, tienen un carácter irregular y sus ritos de iniciación son inválidos… El hecho de que la masonería fundada en 1717 y cuyas bases se habían establecido en 1714 y aprobado finalmente en 1723, consiguiera imponer su autoridad y criterio sobre las antiguas hermandades operativas, se basó solo en una cuestión de número, más que de autoridad de origen. La virulencia con que Ambelain carga contra la masonería inglesa le lleva incluso a decir que “ni siquiera se trata de una obediencia bastarda, puesto que los bastardos poseen la sangre y la raza que les reconocían las leyes de la nobleza”… palabras muy duras para alguién que ostenta una alta dignidad masónica y martinista.
NOTAS
(1) Goblet d’Alviella en su estudio sobre “Los orígenes del grado de Maestro en la Franc-masonería” (Edicomunicación, Barcelona, 1991, pág. 69-70) reconoce que “la leyenda de Hiram, tal como se representa en nuestras Cámaras del Centro, parece haber sido ignorada por la francmasonería operativa”. Alviella cita el manuscritu “Regius” (1390), uno de los documentos más importantes, que se disponen sobre la masonería operativa, no habla ni de Hiram, ni del Templo de Salomón. El manuscrito “Dowland” menciona solo al rey de Tiro y el “Cooke” lo considera hijo del Rey de Tiro. Alviella reconoce que que, durante el siglo XVII, el personaje de Hiram se situaba completamente en segundo plano: “Si Hiram Abif hubiese figurado, en ese período en las ceremonias o las tradiciones del oficio, las Constituciones manuscritas de la época no guardarían como lo hacen un silencio uniforme e ininterrumpido sobre la existencia real o legendaria de un personaje tan preminente en la historia y la leyenda posteriores de la Orden”.
(2) En 1725 en uno de los anexos publicados al texto “The Grand Mystery discovered” se denunciaba que en algunas logias londinenses “se cuentan extrañas y necias historias a propósito de un árbol que habría salido de la tumba de Hiram, con hojas maravillosas y un fruto de una calidad asombrosa, a pesar de ignorar cuándo ni dónde falleció y sin saber sobre su tumba más que sobre la de Pompeya” (citado por Goblet d’Alviella, op. cit., pag. 72).
(3) Goblet d’Alviela, op. cit., pág. 71.
(4) Este tema ha sido brillantemente desarrollado por nuestro amigo Alexandr Duguin en su libro “Rossia, zagadka Evrazii”, traducido con el título “Rusia, el misterio de Euro-asia”, Editorial Grupo Libro 88, SA, Madrid 1992, traducción de Arturo Marián Llanos, págs. 190-2
(5) Existen múltiples versiones detalladas de esa leyenda, nosotros hemos seguido la expuesta por Pierre Mariel en su libro “Rituales e iniciaciones en las sociedades secretas”, Espasa Calpe, SA, Madrid 1978, págs. 35-42. También puede encontrarse una versión más detallada en “El Secreto Masónico”, Robert Ambelain, Editorial Martínez Roca, Barcelona 1987, págs. 39-51. Si se desea consultar un texto masónico, puede recurrirse a “Francmaçonnerie, Ritual du Grade de Maûtre” por J.-M. Ragon, edición original Teissier, París 1859, págs. 9-15, recientemente reeditado en edición facsímil por Les Rouyat, Ventabren 1976.
(6) “Dictionnaire de la Franc-maçonnerie”, elaborado bajo la dirección de Daniel Ligou, Presses Universitaires de France, París 1987, vocablo “Hiram”, pág. 577.
(7) Robert Ambelain, “El secreto masónico”, op. cit., pág. 219.
(8) Op. cit., pág. 222.
(9) Ambelain, op. cit., pág. 121-122.
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