sábado, 21 de mayo de 2011

EL COMPROMISO DE SER MASON

Por MARCO CARLOS DEL POZO T


El compromiso de ser Masón es un volver a empezar constantemente; al adquirir la calidad de MASÓN mediante nuestra iniciación, tomamos voluntariamente un inmenso compromiso que durará toda nuestra existencia que es el de ser Aprendices permanentes en todas las cosas de la vida, y a la vez Maestros de lo que realmente conocemos, sabemos o lo que nuestra experiencia ha adquirido en el diario vivir, anto profana como masónicamente. Esa es la contradicción a la que alude Miguel de Unamuno y de la que hablaba Walt Whitman cuando decía “soy maestro de los avisados y aprendiz de los que nada saben”.

Así como la marcha del aprendiz se hace paso a paso y la palabra se da letra por letra, así nuestro caminar en la masonería está en función a que vayamos resolviendo una por una las interrogantes que encontremos.

Cuando no hemos resuelto adecuadamente una interrogante esencial, creyendo que los demás no lo han advertido, continuamos y así nuestra formación masónica se debilita, se distorsiona y empieza a ser una cadena de errores y de infraternidades. En la medida en que ganemos grados simbólicos, por acción del tiempo, por necesidades inmediatas, por pretendida fraternidad o por cualquier otra circunstancia, si estos no han corrido paralelos con nuestra formación masónica integral, el problema de ubicación se torna conflictivo, pues muchas veces se tiende a creer que se debe recibir más de lo que se da o se ha dado a su Logia o a la Orden.

Ahí empiezan los razonamientos falaces. Es probable que este sea el problema por el que muchos de los Hermanos Aprendices, que están lejos de estas mediocridades y deformaciones masónicas, apenas las perciben, no vuelven jamás a su columna, lamentablemente, algunos Compañeros y Maestros, también, siguen el camino de la deserción por desilusión.

Es tiempo para que todos regresemos al cuarto de reflexiones y empecemos de nuevo a ser masones, que obtengamos legitimidad como masones, resolviendo de una vez por todas, la primera pregunta del grado de aprendiz, viviéndola, convirtiendo la respuesta en cierta, tan cierta que ningún hermano nos formule la pregunta:

Ø ¿SOIS FRANCMASÓN? Sino que todos digan: “ESE HERMANOS ES UN MASÓN”.

Todos quienes hemos asumido la vida masónica y nos hemos puesto al servicio de sus principios y sus virtudes sabemos que la masonería puede enseñarle a quienes ejercen una profesión cómo debe practicarse, al dinero como debe repartirse y al poder como debe ponerse al servicio de todos; y es que el profano que se inicia no da lustre a la Orden, es la Orden que da lustre a los profanos que quieren ser francmasones.

Pero obviamente eso no surge por generación espontánea, nadie puede por el solo hecho de la iniciación pasar a ser masón en la legitimidad que estamos hablando. Tenemos todos la exigencia de estudiar, de analizar, de la preparación constante, permanente y continua para ser un hombre de calidad que sea sinónimo de masón. Nuestra lucha como masones es la pobreza, la ignorancia, el abuso y la incomprensión o la indiferencia. Para esa lucha requerimos ser hombres de calidad, personas con los principios que enaltezcan no a quienes nos rodean sino a nosotros mismos, en consecuencia nuestra obligación es la de aprender, aprender y aprender.

Cuando hablamos de las mínimas cualidades de un Masón decimos que debe ser decente, para significar que debe ser recatado, modesto y honesto, en suma debemos ser dignos en el decir y en el hacer, por eso es que reclamamos de nosotros mismos una conducta sin ostentación ni soberbia que los demás se sientan no sólo cómodos de estar con nosotros sino además con a confianza necesaria de que los apreciamos, los queremos como a nosotros mismos y que puedan saber que sus más íntimos pensamientos o sentimientos siempre tendrían el resguardo de nuestro pecho. Que cada cosa que digamos o hagamos – los masones – debe ser la expresión de la perfecta coincidencia entre el hecho y el dicho, que nunca digamos medias verdades y que se nos conozca como los crisoles de la honestidad y los buscadores de la verdad sabiendo que nuestro secreto es el de tener dentro de nosotros mismos la esencia divina, esa chispa que nos obliga a tener que ser mejores cada vez.

UBIQUEMONOS, a la masonería se viene solo para ser fraternos, para ser virtuosos, para ser iguales, para ayudarnos en condiciones de igualdad. Todos tenemos los mismos deberes y las mismas obligaciones. Quien no se ha despojado de títulos o posiciones, no podrá aportar nada favorable en la Logia o en la Orden.

Estemos ubicados, la profesión, el dinero, el poder, no tienen nada que enseñarle a la masonería. La masonería si puede enseñarle a la profesión cómo debe practicarse, al dinero como debe repartirse y al poder como debe ponerse al servicio de todos.

Pero la Masonería, su práctica interna, el cumplimiento de sus rituales, de su simbolismo y la fantasía de sentirse buenos por el solo hecho de ser iniciados, tiene que tener un correlato social, material, estructural, porque nadie podrá lograr su superación espiritual, mejorar su calidad de vida interna si es que tiene profundas preocupaciones materiales, de alimentación, de salud, de educación, en suma el desarrollo espiritual pasa – de no ser un asceta completo por subvenir sus necesidades básicas y la de los demás.

Estemos ubicados, el profano que se inicia no da lustre a la Orden. La Orden da lustre a los profanos que quieren ser francmasones.

Por ello invitamos a responder la primera pregunta del ritual:

¿SOIS FRANCMASÓN?, “CON NUESTRA VIDA Y NUESTRO DIARIO ACTUAR”.

Nuestra fuerza en la sociedad es que somos una fuerza moral y eso depende de nuestra conducta, de que nuestra preparación interna y nuestra construcción del Templo Interior tenga un correlato en nuestras acciones, por ello consideramos que es indispensable que vivamos decentemente, actuemos con honestidad y enseñemos con el ejemplo para demostrar que en efecto somos sobre todo una unidad moral de la sociedad..

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