Entrevista con Javier Sierra: «Los templarios conocían América antes de Colón»
Antes que autor de ficción de éxito -su novela ‘La cena secreta’ (2004) ha sido un ‘bestseller’ mundial-, Javier Sierra (Teruel, 1971) se dedicó al periodismo paranormal y fue considerado el ‘niño prodigio de la ufología española’. Redactor de revistas como ‘Año Cero’ y ‘Más Allá’, que llegó a dirigir, escribió centenares de artículos sobre ovnis y presuntos enigmas. ‘La ruta prohibida’ (Planeta, 2007), su último libro, se centra en misterios de la Historia que, según él, «llevan siglos aguardando a ser desvelados».
-En su obra, se pregunta: «¿Acaso la Historia (con su inmerecida H mayúscula) se ha ocupado alguna vez de los ‘pequeños’ indicios?».
-Bueno, considero que no ha profundizado en ellos o no les ha dado la relevancia que tienen. La tesis del libro es que la Historia es incomprensible sin el factor ocultista, sobrenatural… Muchos grandes personajes actuaron cómo lo hicieron porque profesaban creencias de ese tipo. El reinado de Felipe IV, por ejemplo, sería absolutamente incomprensible sin tener en cuenta la influencia de su correspondencia con sor María Jesús de Ágreda.
-Que él creía que se comunicaba con el Más Allá.
-Exactamente. Y la utilizó de médium para comunicarse con su mujer fallecida y el príncipe Baltasar Carlos. Todo el mundo ha recurrido a estas cosas para justificar ciertos actos, pero la Historia ha metido el factor creencias debajo de la alfombra, cuando es muy importante para entender muchas cosas.
-Los historiadores no pasan eso por alto. Otra cosa es que esa monja fuera un personaje clave del reinado de Felipe IV.
-Hombre, no fue el conde-duque de Olivares. Pero que el rey decida en un momento prescindir de los servicios del conde-duque se entiende, en buena medida, gracias a la correspondencia con sor María Jesús.
-Quizá sea sólo un factor más, ¿no?
-Para mí, importante.
-No he encontrado en su libro nada que obligue a los historiadores a cambiar una fecha.
-¿Por ejemplo?
-La del Descubrimiento de América, que usted anticipa.
-Lo que mantengo es que habría que cambiar ese dogma de que América no se conocía hasta 1492.
Historia y dogmas
-¿Se refiere a los vikingos?
-No. De hecho, en el capítulo que dedico al mapa de Vinlandia, que algunos consideran la prueba de que los vikingos descubrieron América hacia el año 1000 porque aparece cartografiada una zona que parece la bahía del Hudson, lo pongo en jaque. Al hacer el análisis espectrográfico de la tinta, da que no tiene más de…
-Unos ochenta años.
-¿Como mucho! El mapa de Vinlandia es un falso histórico.
-Entonces, ¿quiénes conocían América antes de Colón?
-Yo hablo del siglo XIII. ¿Quiénes tenían flota en esa época? Los templarios. Y doy una serie de indicios: la piedra de Westford, en Massachusetts, que contiene un ‘graffiti’ de un caballero con una espada…
-Decir que es un caballero con una espada…
-Es lo que parece.
-Pero las cosas no son siempre lo que parecen.
-Pero tampoco al contrario.
-¿Dónde están las pruebas de que los templarios llegaron a América?
-Hay indicios, sólo indicios. No se han encontrado los restos de un barco templario; pero sí indicios como el ídolo de Carabuco, en Colombia. Es una escultura precolombina de un señor con barba, cuando los indios del altiplano son lampiños.
-¿A algunos les parece barba!
-Sí, vale. Pero no está fuera de contexto. En Tiahuanaco, está también el monolito Kontiki, con barba.
-…
-Vale, con lo que parece barba, pero es mucha barba.
-Son indicios, mientras que pruebas del Descubrimiento de 1492 las hay a patadas.
-Sí.
-Sin embargo, usted dice que Colón llegó a América siete años antes.
-Son indicios. Uno piezas sueltas e intento vislumbrar una explicación. Yo las explicaciones contundentes me las guardo para las novelas.
-Entonces, ¿qué base de realidad hay en las afirmaciones que hace en ‘La ruta prohibida’?
-Es que yo no pretendo imponer un dogma sobre otro.
-No estamos hablando de dogmas. La Historia no es un dogma.
-No pretendo imponer un escenario histórico sobre otro. Digo que, dentro de la Historia que nos han contado, hay una serie de indicios que no encajan, de piezas incómodas de las que no se habla. Éste es un libro en el que no he partido de una visión preconcebida de los temas. Habló del manto de la Virgen de Guadalupe y me encuentro con que el profesor Garza Valdés, un creyente en la sábana santa, sostiene que es una pintura, y no una imagen milagrosa. No me interesa mantener mitos clásicos del misterio por mantenerlos.
-Como… ¿por ejemplo?
-En los capítulos sobre la catedral de Chartres admito que, cuando escribí ‘Las puertas templarias’, me equivocé con el ‘milagro de la luz’, según el cual el día del solsticio de verano un rayo de luz pasa por un agujero de un vitral del templo e incide sobre una loseta marcando el arranque de la nueva estación. ¿Qué pasa? Que me he encontrado con que ese milagro no es del XII, sino que es del XVIII.
-Es el milagro del que habla Louis Charpentier en ‘El enigma de la catedral de Chartres’, ¿no?
-Exacto. Yo soy un ‘fan’ de Charpentier. Lo admito. Pero Charpentier se equivocó al atribuir el milagro de Chartres al siglo XII, cuando es un reloj astronómico del XVIII.
-No es raro que se equivoque. Usted dice en su libro, basándose en él, que las primeras catedrales francesas forman sobre el mapa la constelación de Virgo, y no es así.
-Tienes razón. Pero Charpentier no elige una constelación cualquiera, sino Virgo, que encaja muy bien con las catedrales dedicadas a Nuestra Señora. Lo que me fascina de esa historia es que es paralela a lo que hacen otras civilizaciones de la Antigüedad imitando constelaciones con sus monumentos.
-Pero la ubicación de las primeras catedrales no se corresponde con la constelación de Virgo. Las que cita Charpentier no sólo no son las primeras catedrales, sino que algunas no son catedrales. Además, las mueve de sitio… Es como si usted y yo elegimos unas capitales de provincia determinadas para decir que representan en España la constelación de Tauro. Las encontraremos. Y eso es lo que hace Charpentier, según los historiadores.
-Ja, ja, ja… La teoría de Virgo no es aceptada por los historiadores, pero, por otro lado, hay historiadores que han buscado en laberintos la constelación de Teseo. ¿Qué pasa, que para unas cosas sí y para otras no?
El cielo en la Tierra
-Despende de las pruebas.
-Trascendiendo el detalle, los antiguos tenían una obsesión por el cielo y por imitar en la Tierra lo que veían en los cielos.
-Desde que aparece la agricultura, el hombre necesita de la astronomía para controlar el paso del tiempo.
-Yo hablo de algo más que usarla para el calendario. Me refiero a cosas como la interpretación de ‘Las Meninas’ como un talismán astrológico, una teoría de Ángel del Campo Francés, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Este señor pone en relación la pintura y la astronomía.
-Dice que ‘Las Meninas’ refleja…
-La constelación de Corona Borealis, siguiendo los corazones de los personajes principales, y Capricornio si se cierra el círculo y se extiende hacia los otros personajes. La estrella más importante de Corona Borealis se llama Margarita, como la infanta protagonista del cuadro, y Capricornio era el signo de Mariana de Austria, la esposa de Felipe IV, que había sufrido dos abortos y tenía a toda la corte pendiente de que pariera un varón.
-Pero Corona Borealis tiene seis estrellas y los personajes cuyos corazones aparecen unidos por una línea en su libro son cinco.
-Es que esta imagen (explica ante la de la constelación que aparece en su libro) procede de un catálogo moderno. A mí, Ángel del Campo me dijo que en los catálogos de Diego Velázquez eran las mismas estrellas. Probablemente la más pequeña tenga una magnitud que pasaba desaparecida para algunos catálogos de aquella época.
-Buscando y buscando, a todo se le puede encontrar una explicación ‘ad hoc’.
-Es que yo no las busco. Ángel del Campo da una explicación coherente a por qué Diego Velázquez pinta esa obra de tema menor en unas proporciones de lienzo tan importantes como el retrato ecuestre de Felipe IV. El pintor da una importancia impresionante a esta obra, para que sólo sea exhibida en una estancia del Alcázar de Madrid.
-El que paga, manda.
-Sí. Pero es que en esa época, yo parto de ese concepto, hay una intencionalidad narrativa detrás de cada obra de arte. Quieren contar algo o quieren que sirva para algo. Yo no se la había encontrado a ‘Las Meninas’ hasta que Ángel del Campo dijo que es un talismán astrológico. En aquella época se creía en eso.
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