lunes, 3 de diciembre de 2012

 
Libro alemán del siglo XVIII, escrito en caracteres que permanecieron indescifrados hasta hace muy poco, revela un rito masónico que encontró amplia difusión en otras regiones de la logia.
En la historia de la cultura humana, pocas expresiones tan seductoras como las hermandades secretas, esas organizaciones fundadas en el conocimiento —en ese carácter arcano, misterioso, que este tiene siempre. Y dentro de estas logias, pocas tan significativas como la francmasonería, fundada supuestamente entre los siglos XVI y XVII en Escocia e Irlanda, extendiéndose pronto a Inglaterra, los Estados Unidos y con el tiempo a otros países de Occidente.
Parte importantísima del sistema de las hermandades son esos mecanismos de defensa, instituidos desde la antigüedad griega y la tradición mistérica, que protegen el conocimiento generado al interior de la hermandad del resto del mundo, accesible solo a los iniciados que conocen las claves precisas para ser parte del secreto.
En este sentido, dentro de los textos masónicos, existe uno que por mucho tiempo mantuvo en jaque a investigadores que se han abocado al tema, pues los criptogramas en que estaba escrito eran verdaderamente indescifrables.
Se trata de un tomo conocido como Copiale Cipher, descubierto casualmente en la década los 70 en una biblioteca de la entonces Alemania Oriental y que debe su nombre a una de las dos únicas frases puestas en caracteres usuales: “Copiales 3” (el otro es “Philipp 1866”, al parecer el sello de quien fuera su propietario entre 1760 y 1780).
Por varios años, el libro mantuvo un estatus oscilante entre el enigma y la reliquia, pues si bien despertó la curiosidad de los expertos, la complejidad de sus signos lo volvieron ininteligible hasta 2011, cuando un grupo conjunto de académicos suecos y estadounidenses consiguieron penetrar el misterio, estableciendo una suerte de mapa tipográfico que les permitió navegar por la escritura del libro, la cual, se reveló, estaba compuesta de caracteres griegos, puntuación azarosa y símbolos abstractos, sin espacios de ningún tipo y alineación de párrafo (izquierda, centro y derecha) también variable, sin ningún patrón evidente.
Así, después de varios análisis entre matemáticos y criptográficos, de seguir pistas falsas y encontrar las auténticas, los investigadores —masones ellos mismos, condición necesaria para entender el hermetismo de ciertas expresiones, acentuado por estar escitas en alemán del siglo XVIII— encontraron la descripción de una serie de rituales de la logia, ceremonias para, por ejemplo, comprobar que un posible iniciado no perteneciera a otra orden (precaución disimulada con el término “ladrones”), además de otras alusiones a personajes de la época Clemente II que emitió una bula papal contra la francmasonería.
Este es un fragmento de un ritual descrito en el Copiale Cipher, según fue descifrado por los investigadores:
[…] con una carpeta puesta en el piso. De aquí en adelante, dibuja solo con una tiza, para que todo pueda borrarse después de la recepción, varios dibujos se dibujan, a saber, una escalera circular de siete escalones, inmediatamente arriba de estos un cuadrado con una tabla matemática mosaicada. El perímetro entero de la alfombra es ahora un borde dentado estercho, después de las cuatro plagis mundi [cuartos del mundo] las cuatro letras E… S… O… N… escritas. En el lado norte de una columna según el sano orden con las colmnas de granadas, perillas y redes. La columna se mantiene hacia el este y el pedestal hacia e oeste, con el cuadrado de mosaicos horizontalmente. Escrita hacia el medio de la columna hay una gran I y en el lado sur está la misma columna donde una B […] se sostiene. A la mitad de la alfombra hay una estrella redonda rodeada de rayos o de la así llamada venida
En este link, más información sobre el Copiale Cipher. En este, una digitalización del mismo.
Fuente: pijamasurf
 
Plano original de la ciudad de Sandusky, EE.UU. | Crédito: Freemasonry.bcy.ca
Por Javier García Blanco
YAHOOnoticias. Aunque esta última sugerencia no se sostiene —pues los supuestos símbolos presentes en el plano de la ciudad no son tales, y los urbanistas no tenían vinculación alguna con la siempre polémica hermandad—, en otras ocasiones, sin embargo, sí podemos encontrar un auténtico simbolismo en el trazado del plano de algunas ciudades modernas.
La pequeña ciudad de Sandusky, en Ohio (EE UU), tiene el privilegio de ser una de las pocas poblaciones de todo el mundo cuyo plano fundacional fue diseñado de forma específica para representar símbolos masónicos.
Lo que podemos ver en los planos originales de Sandusky es una escuadra y un compás. El autor de este diseño urbanístico, Hector Kilbourne, era masón y fue Primer Maestro de la Logia nº 50 de Sandusky, allá por 1815. El plano de la ciudad estaría representando una Biblia abierta, con la escuadra y el compás en posición correcta para proceder con el ‘trabajo’ y la apertura de la logia.
No es el único caso existente en los Estados Unidos. Algo similar encontramos si echamos un vistazo a la ciudad de Chicago, aunque casi cien años después. Entre 1906 y 1909, el arquitecto masón Daniel Burham —uno de los más importantes de la llamada Escuela de Chicago—, ayudado por su asistente Edward H. Bennet, realizó un magnífico diseño de lo que consideraba la “ciudad ideal”: su plano de la ciudad de Chicago.
Detalle del plano de la ciudad ideal realizado por Daniel Burham para Chicago | Crédito: Wikipedia
Nunca se llegó a ejecutar tal y como él lo había planteado, aunque sí se aplicó en gran medida. El diseño de Burham que sí se hizo una realidad fue el de uno de los primeros rascacielos del mundo, también en Chicago, conocido como el Masonic Temple Building (Edificio del Templo Masónico). Este rascacielos, cuya construcción comenzó en 1892, alcanzaba los 92 metros de altura y tenía 22 plantas.
El antiguo ‘Masonic Temple Building’ realizado por Daniel Burham | Crédito: Wikipedia
El edificio contaba con numerosas tiendas, oficinas y viviendas, así como una serie de salas de reuniones habitualmente utilizadas por logias masónicas, aunque también se emplearon para la celebración de obras de teatro y otros espectáculos.
Hoy ya no podemos disfrutar de su silueta, pues por desgracia fue derribado en el año 1939, coincidiendo con la construcción de la línea de metro de la ciudad.

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