martes, 28 de mayo de 2013

Apolonio de Tiana - El Mesías Griego


Apolonio de Tiana es uno de esos personajes abonados al espíritu de Crónica Subterránea. En nuestros comienzos, le dedicamos un post, pero su figura es tan poderosa, y tan importante para aquello que intentamos transmitir desde este blog, que nuevamente lo convocamos para seguir estudiando su vida.

En esta oportunidad requerimos de la pluma de otro abonado a este sitio, hablamos de Jacques Bergier. Su clarificador escrito, pone de relieve los enigmas que Apolonio suscitó entre sus contemporáneos. Debido a la carencia de documentos, reconstruir los días de aquel mortal, que por sus acciones fue catalogado casi como un dios, es una tarea casi imposible, pero dos sendas biografías ayudan a tratar de desvelar el misterio que representó su figura en aquellos días de la Roma Imperial. Sin embargo, para ser honesto, tratamos de seguir el rastro de su paso por aquellos reinos imperecederos, que dijo visitar, tierras que no aparecen en los mapas, como bien dice Bergier, y que según otros se trataría de una morada subterránea. A eso vamos.

Recordemos un dato ya citado: Apolonio para ir a esa tierra sin tiempo, se basó en una plancha de oro, donde estaba grabado el trayecto seguido por otra leyenda de su época, que pronto trataremos, Pitágoras, el gran maestro matemático. ¿Pitágoras y Apolonio visitaron a los grandes desconocidos de la hermandad blanca? Precisamente eso intentamos averiguar.

Vayamos a Bergier.

Según Gustav Meyrink, existe una serie indefinida y tal vez infinita de estados de conciencia superiores a la vigilia. Una persona despierta puede despertarse más todavía, y pasar a un estado de conciencia superior. Meyrink escribe: El primer escalón ya se llama genio. Los demás son desconocidos por el vulgo y tenidos por espejismos. Troya era considerada también un espejismo hasta que un hombre tuvo el valor de realizar excavaciones por su Cuenta.

Estos son algunos ejemplos de esas leyen­das de que me gustaría hablar en el presente capítulo. Algunas de estas leyendas pertenecen al pasado, otras al presente. Cosa curiosa, incluso en la actualidad, los testimonios son tan contradictorios que acontecimientos contem­poráneos nuestros se convierten rápidamente en leyendas.


El primer ejemplo que he elegido es el de Apolonio de Tiana, personaje misterioso e importante; tan importante que Voltaire lo situaba, en cuanto a importancia histórica por encima de Jesucristo.

Apolonio de Tiana ofrece otra ventaja para el buscador de maravillas y es que existe buena biografía suya escrita por G. R. S. Mead. Un buen biógrafo debe tener ciertas semejanzas con su héroe.

George Robert S Mead, nacido en 186 y muerto en 1933, era el biógrafo ideal para Apolonio de Tiana último de los secretarios privados de Madame Blavatsky, la ayudó en los últimos tres años de su vida.

Fue redactor jefe del periódico de la Sociedad de Teosofía hasta 1909. Publicó dieciséis volúmenes, entre ellos una traducción absolutamente esencial para todo investigador de los Upanishads.

Publicó un periódico muy notable, Th, Quest Review, del cual se puede decir que fue, el análogo inglés de La Tour Saint-Jacques. Era el hombre que hacía falta para biografía de un taumaturgo. Pues Apolonio, si realmente existió (cosa no absolutamente segura por lo que se refiere a otros personajes de los que hablaremos) dejó la impresión de haber sido un personaje sobrehumano, enteramente por encima de la humanidad ordinaria.


Nace en el año 17 de la Era cristiana. En el año 66 es expulsado de Roma. Viaja a la India y luego vuelve a Grecia. Manifiesta entonces unos poderes supernormales, especialmente en el año 96, cuando ve a distancia el asesinato del emperador Domiciano. Finalmente de­saparece sin que puedan encontrarse testigos de su muerte ni su tumba. Tiene entonces en­tre ochenta y cien años.

Parece haber viajado más lejos aún de la India, a uno de esos países no situados en el mapa, de los cuales hemos hablado en el capítulo anterior.


Así se citan sus palabras des­pués de estos viajes:


He visto hombres que viven en la Tierra y, sin embargo, no son de la Tierra, defendidos por todas partes y no obstante sin defensa al­guna y con todo no poseyendo nada más que lo que poseemos todos

La ciudad que visitó se llamaba Iarchas, un nombre que, evidentemente, no es indio. Por lo demás, no existe rastro alguno de ella. Las descripciones que él da guardan más semejanza con la ciencia que con el misticismo. En particular, habría visto un modelo de sis­tema solar, construído por seres superiores a la Humanidad y que se desplazaba sin ningu­na clase de soporte bajo la cúpula, construida de zafiro de un templo.



Habría visto también cuatro «ruedas vi­vientes», dispositivos procedentes de otros lugares y que transportaba mensajes de los dioses. Estos dioses habrían sido seres no humanos,superinteligentes y que se habrían retira­do de la Tierra después de haber puesto en marcha la civilización humana. En resumen, extraterrestres.

A su regreso a Grecia; Apolonio parece haberse interesado particularmente por las reliquias de las civilizaciones avanzadas que se encontraban aún en su época.

Visitó también Creta y luego Sicilia. Después, parece que pasó el resto de su vida en Egipto y tal vez más allá de Egipto, en un país que sus biógrafos han llamado Etiopía pero que nada tiene que ver con la Etiopía actual. Según él, ese país había' estado habitado por hindúes budistas. No se han encontrado huellas de tal colonización hindú en las fuentes del Nilo.

Durante toda su vida realizó milagros manifestó lo que nosotros llamamos poderes parapsíquicos: levitación, lectura del pensamiento, clarividencia y visión del futuro.

Asimismo curó enfermos y locos. Estando en Alejandría, por ejemplo, describió el incendio de un templo de Roma, lo que fue confirmado cuando llegaron las noticias.

Se le atribuye el poder de obtener fuego éter. Se trata obviamente de un fenómeno análogo al «fuego secreto» ele los alquimistas y lo que los judíos llamaban la «Gloria del señor». Aún sabemos pocas cosas a este respecto. En términos modernos, parece tratarse de un fenómeno intermedio entre la energía química y la energía nuclear, La hipótesis es necesariamente vaga a falta de pruebas.

Se negó también a subir bordo de un barco diciendo que éste naufragaría, lo cual ocurrió. Acusado de brujería, se hizo invisible ante el tribunal y luego abandonó el Palacio de Justicia.

Por su parte, consideraba todos estos fenómenos como algo totalmente secundario y completamente natural. Por lo demás, explicaba que los volcanes y las mareas son fenó­menos perfectamente naturales que el hombre algún día explicaría. Empleaba la mayor par­te de su tiempo enseñando y respondiendo a preguntas.

Físicamente, habría parecido más bien un indio que un griego. Existen dos retratos de él, así corno un busto. También hay algunas medallas. Todas esas representaciones le mues­tran con una larga barba y largos cabellos. Los discípulos tenían también el aspecto «hippy», para emplear un término moderno.

No se sabe de qué vivía, puesto que recha­zaba los regalos. Constantemente aludía al «co­nocimiento procedente de los Dioses», y a «la energía demoníaca». Pero, para él, los dioses y los demonios eran seres perfectamente reales, aunque no humanos. Los hombres poseían, según él, todos los poderes de los, dioses y de los demonios, pero generalmente no sabían utilizarlos.

Escribió muchas cartas, la mayor parte de las veces en clave, de las que han que­dado algunas. Noventa y cinco de ellas son citadas en la mayor parte de las ediciones de Apolonio. Hay una que es particularmente in­teresante, la carta número 17, de la que da­mos aquí un extracto:

Los persas llaman a aquellos que poseen la facultad divina los Magos. Un Mago, por consiguiente, es un representante de los Dioses, o que posee en sí mismo la facultad de lo divino.

También escribió libros, pero ninguno ha llegado hasta nosotros más que en forma de fragmentos. Entre estos escritos había El Libro de los Sacrificios que aconsejaba no ofrecer a los dioses ningún sacrificio, pues el uso de la razón era el único sacrificio digno de ellos (se comprende que Apolonio gustara Voltaire); Él Libro de la Adivinación, en cuatro volúmenes, basado en lo que Apolonio había aprendido en la India.

Los contemporáneos de Apolonio escribieron que nada tenía que ver con la astrología. Desgraciadamente no se ha conservado ninguno de esos cuatro volúmenes. Se cita también una vida de Pitágoras, un testamento filosófico y un himno a la memoria. .

Hay que reconocer que todo esto no justifica la reputación fantástica del personaje ha sobrevivido es porque fue constantemente un hacedor de milagros.

Es en su calidad de taumaturgo como el único biógrafo que ha llegado hasta nosotros Flavio Filostrato (175 al 245 de la Era cristiana), nos lo presenta. Esta biografía ha sido muy criticada y su autor ha sido considerado más bien como un novelista que como un biógrafo en el sentido corriente. Por desgracia, no poseemos ninguna biografía mejor.

Un discípulo de Apolonio, Damis, tomó notas en una libreta de apuntes que no ha si conservada. Tal vez se encuentre algún día, corno se han encontrado los manuscritos del Mar Muerto.

G. R. S. Mead lo espera así. Filostrato, casi dos siglos después de los acontecimientos, re­construye lo que Damis dijo de tercera o cuar­ta mano.

Se acusa a Filostrato el haber añadido mi­lagros por Su cuenta. En todo caso, está cla­ro que no restó ninguno, al contrario. Lo que parece cierto es que, como escribe muy justamente Mead, Apolonio fue a la India con un objetivo bien definido y regresó con una mi­sión.

¿A la India, o más allá de la India? No podemos responder a esta pregunta -en el es­tado actual de nuestros conocimientos Filos­trato ignoraba todo lo referente a la geografía de la India, y dice, de vez en cuando, que Apolonio- fue más allá de la India, «al fin del mundo».

¿Imagen retórica? No lo sabemos. Lo que afirma es que el centro de conoci­mientos, la central de energía que Apolonio vi­sitó en la India, era única en el mundo de su época. El propio Apolonio escribió: Me acuerdo a menudo de mis Maestros, y viajo a través del mundo enseñando lo que aprendí.

El punto esencial de esta enseñanza es que no hay que tener miedo de la muerte. No vale la pena, La enseñanza de Apolonio insiste también en el hecho de que hay que ser sano de mente, y entonces la salud del cuerpo vendrá de un modo, natural. Eso, es lo que ha redescu­bierto la moderna medicina psícosomática. ,

Como todos los personajes fuera de serie Apolonío plantea problemas difíciles de resolver. ¿Puede situarse en un mapa en centro que visitó? ¿Cómo los Superiores desconocidos de ese centro conocieron la existencia en Grecia de un joven tan excepcional? ¿Cómo lo convocaron y ¿Cuál era la misión que le encargaron en Europa? Otros tantos problemas.

Fuente:
Bergier, J. Visado para otra tierra. Barcelona: Plaza & Janes, 1979.

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