jueves, 16 de mayo de 2013

Masonería y dogma

 por José Corzo

La masonería no es una religión ergo no puede tener dogmas. ¿Se trata la anterior de una proposición verdadera? Sí, por lo que hace a la primera parte,depende por lo que hace a la segunda. Ciertamente verdadera si nos centramos en la esencia de lo que debiera ser, en algunos casos es, y no en lo que algunos han querido convertirla.

Que no es una religión está fuera de toda discusión desde el momento que en la misma se pueden encontrar creyentes -de cualquier religión, establecida o no, reglada o no- y no creyentes que conviven en perfecta armonía. La religión es excluyente por definición y la masonería trata de ser incluyente -reunir lo disperso- en la medida de lo posible y dentro de unos límites morales y éticos mínimos, exigibles a quienes aspiren a entrar en ella.

En lo que hace a los dogmas la cuestión se presenta compleja ya que aunque formalmente no existen, nos encontramos con varios documentos históricos que tienden, aunque no siempre de forma clara, hacia posiciones dogmáticas: Constituciones de Anderson, landmarks variados (los de Mackey seguramente sean la máxima expresión del dogmatismo al terminar, en su punto XXV, con esta expresión: “Ninguno de estos Landmarks podrá ser cambiado nunca en los más mínimo”. En cualquier caso, no se trata más que de antiguos escritos, vestigios de un tiempo ya pasado y que para algunos se considera, afortunadamente, superado.

¿Existen en la actualidad otras posiciones tendentes al dogmatismo? Yo diría que sí y que afectan además a cuestiones esenciales en el trabajo masónico aunque no en su filosofía. Me refiero a determinados intentos por hacer del rito, de algunos ritos, la esencia, medio y fin en si mismo de la masonería.

Elevar el rito a la categoría de fin en si mismo supone, en mi opinión, algo así como confundir el continente con el contenido olvidando al tiempo que el ritual no es más que una mera herramienta que nos ayuda en la realización de nuestro trabajo masónico. Si redujésemos la masonería a la exclusiva realización del ritual estaríamos reduciéndola a una mera representación teatral vacía de contenido más allá de la estética inherente a cualquier rito.

Por contra, una correcta interpretación del ser masónico sería aquella que nos lleva a entender la masonería como algo que, entre otras cosas, persigue la formación de seres humanos libres, siendo la máxima expresión de ésta libertad la capacidad de asomarse con espíritu crítico a cualquier actividad humana, sea ésta intelectual o científica.

Conviene decir, para terminar, que en ocasiones podemos caer en el dogmatismo cuando no somos capaces de entender la postura de quienes prefieren añadir a sus vivencias una pizca de sana y heterodoxa curiosidad que les permite explorar sendas que, posiblemente, les lleven a un mejor conocimiento del otro aunque aparentemente se pierdan por caminos que, desde muestra perspectiva, se alejen de lo que creemos razonable.

Si masonería es reunir lo disperso debemos ser capaces de aunar la razón con el sentimiento, y pensar que del mismo modo que para nosotros habrá quienes transiten por caminos equivocados el nuestro puede suscitar igual opinión. La fraternidad sería entonces el mejor antídoto frente al dogma. Construyamos, y pensemos que nuestra primera obligación es tallar nuestra piedra bruta, no la ajena, y que de lo que se trata es de encontrar el encaje para todas las piedras que quieren participar en la obra a la que todos dedicamos nuestros esfuerzos. Tratemos de no caer en lo que mi homónimo definía como el sabio pedante.

He dicho

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