martes, 23 de julio de 2013


Grado del Compañero en la Masonesria

R:.L:.S;. ST. JOHN N.2 VALLE DE NEW YORK

“…la principal labor de aprendices y compañeros, su tarea más importante, está en la indagación personal”.

Explorar nuestra ética, analizar emociones, cotejar valores e ir a la caza de prejuicios camuflados. Es mucho el trabajo que debe realizar el compañero. Trabajará con las manos y trabajará con el juicio, cavará para el cimiento y techará. El compañero esta en el territorio medio y por lo tanto todo le incumbe. Casi todo el simbolismo de la Masonería, casi todas las herramientas, están presentes en el Grado. Buscará el oro, su riqueza intelectual y “la cultivará y sublimará a fin de obtener sabiduría y virtud”. Así lo exige la Orden siendo como es una escuela de perfeccionamiento moral y espiritual.

No preocupa especialmente en este Grado recopilar información histórica o datos específicos. Se espera que de esta introspección, de ésta auto observancia apoyada en el Rito la liturgia y el símbolo, vaya decantándose el conocimiento y seguir caminado por el interminable camino de la perfección intelectual y moral. Perseverar en la búsqueda de la belleza, del conocimiento, forjar un juicio recto, saber interpretar los planos y ayudar a edificar sin asperezas. El aprendiz ya conoce el sitio para cada cosa en la Logia y sabe lo importante que es el que cada cosa esté en su sitio. Mejora en el uso de las herramientas y trabaja de buen grado con ellas. Entiende los principios y el fin de la Orden y se aplica en la doctrina. Debería entenderse que el “paso” al Grado “No es un premio, ni un estímulo, ni un honor. Es la INICIACIÓN de un nuevo camino por medio de un nuevo rito”. Verdaderamente clarificador para el compañero el saber que no ha sido premiado ni es alentado por medio de galones o estrellas. Es esencialmente masónico el planteamiento de dar luz sin deslumbrar. El abrir puertas según se van ascendiendo niveles, ir logrando las cualidades requeridas para la iniciación de un nuevo camino. Un ascenso que es progresión en el entendimiento, el avance en pos del ideal masónico: la luz, la iluminación, la purificación. Pasar de la plomada al nivel, de la vertical a la horizontal como tan bellamente describe Fernando Sabater: “….ahora hemos pasado de la vertical a la horizontal: somos diferentes pero iguales, todos distintos aunque en el mismo plano, efímeramente inconfundibles en el gesto, pero indiscernibles en el mérito. Cada cual tiene derecho a ser lo que es y como es, nadie tiene derecho a ser visto como mejor o superior a otros, sólo peculiar en su estilo”. Se entiende que cada progreso masónico es un ventajoso atributo y no un pretencioso escalar jerárquico.

El compañero ya se sirve de otras herramientas y sabiendo de la plomada y el nivel ya puede levantar muros. Amos, el profeta, en su visión de la plomada, anuncia que las murallas de los templos, de los tribunales y de las casas de los hebreos, están condenadas a desplomarse, pues han sido construidas sin las herramientas que proporcionan estabilidad. Amón pedía a sus compatriotas que se ilustraran y cultivaran para no ser simples esclavos de sus prejuicios, y que purificaran sus mentes para la virtud. Qué tribunal se sostiene sin el nivel, sin considerar que todos somos iguales ante la ley. Qué casa levantada sin plomada mantiene equilibrio y virtud. Amos pedía la ilustración y la virtud para no ser esclavos de vicios y prejuicios. El compañero observa, mide, coteja, examina y aprende de lo bien hecho por otros. El compañero sabe al fin, que el prejuicio es edificar sin cimientos.
El compañero ya no ve sólo piedras y cantera, ve espacios, contorno, hogar. Explora la extensión que contiene su materia. Descubre que no hay nada vacuo en sí, que no hay vacío, que esa sensación de vaciedad que padece una gran parte la sociedad es desconocimiento del Yo, de la esencia del yo. Descubrirlo y pulirlo es un trabajo masónico.

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